Servicio diario - 06 de marzo de 2018


 

"Dios siempre nos perdona si nosotros perdonamos a los demás"
Rosa Die Alcolea

Terremoto en Papua Nueva Guinea: "Cercanía en la oración" a las víctimas
Rosa Die Alcolea

"24 Horas para el Señor": Vivir la infinita misericordia de Dios
Rosa Die Alcolea

Migración: Mons. Parolin invita a "actuar" para cambiar de actitud
Rosa Die Alcolea

Mons. Ivan Jurkovič: "La dignidad de nuestros niños está en riesgo"
Redacción

P. Antonio Rivero: "El pecado es la causa de todas las desgracias"
Antonio Rivero

Santa Teresa Margarita del Corazón de Jesús, 7 de marzo
Isabel Orellana Vilches


 

 

06/03/2018-17:45
Rosa Die Alcolea

"Dios siempre nos perdona si nosotros perdonamos a los demás"

(ZENIT — 6 marzo 2018).- "Dios siempre nos perdona si reconocemos nuestros errores y si también nosotros perdonamos a los demás" , ha recordado el Santo Padre.

En su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, Francisco advirtió ante el peligro del rencor que anida en nuestro corazón y ante el peligro de dejarse esclavizar por el odio.

"La acusación de nosotros mismos es el primer paso hacia el perdón", ha destacado el Papa, al reflexionar sobre la Primera Lectura, tomada del Libro del profeta Daniel se relata acerca de Azarías que, arrojado al horno ardiente por no haber renegado al Señor, no se lamenta con Dios por el trato padecido, no le reprocha reivindicando su fidelidad, sino que sigue profesando la grandeza de Dios y va a la raíz del mal diciendo: "Tú nos has salvado siempre, pero lamentablemente hemos pecado". Se acusa a sí mismo y a su pueblo.

"Acusarse a sí mismos es parte de la sabiduría cristiana; no, acusar a los demás, no... A sí mismos. Yo he pecado" —ha explicado el Santo Padre. "Y cuando nosotros nos acercamos al sacramento de la penitencia tener esto presente: Dios grande que nos ha dado tantas cosas y, lamentablemente, yo he pecado, yo he ofendido al Señor y pido la salvación".

 

"Su amor lo cubre"

El Señor recibe un corazón "contrito" —ha señalado el Papa— porque es como el de Azarías: `No hay decepción para quienes confían en Ti', un corazón contrito que dice la verdad al Señor: 'Yo he hecho esto, Señor. He pecado contra Ti'. El Señor le tapa la boca, como el papá al hijo pródigo; no lo deja hablar. Su amor lo cubre. Perdona todo".

En este sentido, Francisco ha animado a "no tener vergüenza de decir los propios pecados porque es el Señor quien nos justifica perdonándonos, no una vez, sino siempre".

 

Una sola condición

Así, el Papa ha indicado una sola condición: "El perdón de Dios nos llega con fuerza con la condición de que nosotros perdonemos a los demás. Y esto no es fácil, porque el rencor anida en nuestro corazón y siempre está esa amargura. Tantas veces llevamos con nosotros el elenco de las cosas que me han hecho: 'Y ese me ha hecho esto, me ha hecho esto, me ha hecho esto'...".

El Pontífice concluyó la homilía advirtiendo dos cosas que ayudarán a comprender el camino del perdón: 'Tú eres grande Señor, lamentablemente he pecado' y: 'Sí, te perdono, setenta veces siete, con la condición de que tú perdones a los demás".

 

 

06/03/2018-19:53
Rosa Die Alcolea

Terremoto en Papua Nueva Guinea: "Cercanía en la oración" a las víctimas

(ZENIT — 6 marzo 2018).- El Papa Francisco encomienda las almas de los fallecidos en el terremoto de Papua Nueva Guinea a la misericordia del Dios Todopoderoso, y envía sus más sentidas condolencias a sus familias, asegurando su "cercanía en la oración" a todos los afectados por este desastre natural.

Su Santidad ha enviado un telegrama de condolencia, a través del Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, este martes, 6 de marzo de 2018.

El Santo Padre recibió con "gran tristeza" la trágica noticia de la muerte de más de 30 personas (según el diario mexicano 'El Debate') en el terremoto que azotó Papua Nueva Guinea el pasado sábado, 3 de marzo de 2018.

Así, el Pontífice invoca "bendiciones de fortaleza y consuelo" sobre todos los que lloran en este momento difícil, y sobre el personal de emergencia involucrado en los importantes esfuerzos de ayuda, señala Mons. Parolin.

 

 

06/03/2018-18:13
Rosa Die Alcolea

"24 Horas para el Señor": Vivir la infinita misericordia de Dios

(ZENIT — 6 marzo 2018).- Está previsto que el Papa Francisco presida la celebración penitencial que dará inicio a la jornada de "24 Horas para el Señor".

La iniciativa se celebrará el próximo viernes, 9 de marzo, a las 17 horas, en la Basílica de San Pedro, está organizada por el Pontificio Consejo para la promoción de la nueva evangelización, apunta 'Vatican News' en español.
El Santo Padre invita a todos los fieles a vivir como una "ocasión propicia la iniciativa que invita a celebrar el Sacramento de la Reconciliación en un contexto de adoración eucarística", así lo dice en su Mensaje de Cuaresma.

 

"De ti procede el perdón"

"24 Horas para el Señor" se celebrará en cada diócesis al menos una iglesia permanecerá abierta durante 24 horas consecutivas, ofreciendo la posibilidad de adoración nocturna del Santísimo, así como la confesión sacramental, e inspirándose en las palabras del Salmo 130, 4 se titula "De ti procede el perdón".

Esta celebración surgió en Roma hace cinco años, pero que pronto se extendió a nivel mundial, uniendo espiritualmente al Sucesor de Pedro con las Iglesias repartidas en los cinco continentes, con el fin de ofrecer a todos la oportunidad de vivir la experiencia personal de la infinita misericordia de Dios, indica Vatican News'.

El Consejo Pontificio que organiza la iniciativa ha editado una guía de ayuda pastoral especial para acompañar las "24 horas para el Señor", que se publicará en italiano, inglés, francés, alemán, español, portugués y polaco. Algunas ediciones están ya disponibles en www.pcpne.va.

 

 

06/03/2018-19:03
Rosa Die Alcolea

Migración: Mons. Parolin invita a "actuar" para cambiar de actitud

(ZENIT — 6 marzo 2018).- En el contexto de la migración, uno de los compromisos difíciles —ha apuntado Parolin— que hoy prometen ser más urgentes y necesarios, es "actuar" para que se produzca un cambio de actitud, abandonando la cultura dominante del "descarte" y del rechazo.

El Cardenal Mons. Pietro Parolin ha animado de esta manera a los participantes en la apertura de la asamblea plenaria de la Comisión Internacional Católica para las Migraciones, este 6 de marzo de 2018, en Roma.

"Llevemos, pues, a todos, a través de nuestro amor concreto, este anuncio libre del amor de Dios que acoge, protege, sabe cómo valorar y hacer sentir parte de su familia", ha indicado el Secretario de Estado del Vaticano.

 

Apoyo a las familias migrantes

El Cardenal Parolin recordado que uno de los objetivos para los cuales nació la CCIM es el "apoyo a las familias migrantes", que a menudo emigran a la búsqueda de seguridad y de una vida digna, especialmente para los niños.

La cercanía de la comunidad cristiana y la ayuda concreta y especializada de organizaciones como la vuestra —ha indicado— pueden contribuir a mantener unidas a estas familias evitando que los niños encuentren en redes alternativas la respuesta a sus frustraciones.

 

Rechazo a la acogida

"La migración hoy se considera sólo como una emergencia o un peligro, —advierte Mons. Pietro Parolin— a pesar de que las naciones, especialmente las más avanzadas económicamente, sin lugar a dudas, deben gran parte de su desarrollo a los inmigrantes".

 

Diálogo

El Cardenal Parolin ha recordado que la Comisión nació con el objetivo principal de promover la aplicación de los principios cristianos en el tema de la migración y de las políticas relativas a las poblaciones y hacer que estos principios "fueran adoptados por las organizaciones internacionales, tanto gubernamentales como no gubernamentales, en particular a favor de la protección de los derechos de la familia".

Del mismo modo, el Secretario de Estado ha subrayado en particular la capacidad, gradualmente adquirida por la CCIM, para que dialogasen entre sí sujetos diversos: gobiernos y sociedad civil, instituciones humanitarias y de seguridad, organizaciones católicas y aquellas que pertenecen a otras denominaciones cristianas o las que no se identifican con una afiliación religiosa, pero tienen la intención de trabajar por el bien de los inmigrantes.

RD

Publicamos a continuación el discurso completo del cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado.

****

 

Discurso del Cardenal Pietro Parolin

Excelencias, damas y caballeros, queridos amigos,

Estoy contento de la oportunidad que me ofrecéis para saludaros y brindaros algunas consideraciones en un momento importante cuando la Comisión Católica Internacional de Migraciones está llamada a dar a la Iglesia y al mundo, además de a sí misma, respuestas adecuadas a las nuevas preguntas y a interrogarse sobre las formas más apropiadas hoy para cumplir su compromiso en situaciones relacionadas con la migración.

Todos aquí sabemos que la CCIM nació como resultado de las sacudidas causadas por la Segunda Guerra Mundial, por voluntad del papa Pío XII, que la instituyó para hacer frente al desplazamiento masivo de refugiados, como un organismo católico internacional de información, coordinación y representación para las migraciones.

Desde su creación, los episcopados de las naciones más afectadas por el fenómeno de la migración se involucraron, a través de sus representantes, en la elaboración del estatuto, aprobado oficialmente, a continuación, por el Santo Padre en la carta de 12 de abril de 1951 firmada por el Sustituto de la Secretaría de Estado, el arzobispo Giovanni Battista Montini. El objetivo principal de la Comisión era promover la aplicación de los principios cristianos en el tema de la migración y de las políticas relativas a las poblaciones y hacer que estos principios fueran adoptados por las organizaciones internacionales, tanto gubernamentales como no gubernamentales, en particular a favor de la protección de los derechos de la familia.

En los largos años de su actividad como organización católica de alcance internacional, la CCIM, fiel al propósito para el cual fue establecida, se ha distinguido por su acción concreta y por la competencia profesional de su personal, estableciendo relaciones con diversas organizaciones e instituciones de diferentes grados. Prueba de ello es la estima que la CCIM ha obtenido de la comunidad internacional, colaborando, en coherencia con su identidad católica, con agencias internacionales y otras instituciones gubernamentales y no gubernamentales en varios niveles y en diferentes países. En este sentido, subrayo en particular la capacidad, gradualmente adquirida por la CCIM, para que dialogasen entre sí sujetos diversos: gobiernos y sociedad civil, instituciones humanitarias y de seguridad, organizaciones católicas y aquellas que pertenecen a otras denominaciones cristianas o las que no se identifican con una afiliación religiosa, pero tienen la intención de trabajar por el bien de los inmigrantes. Además, durante años, el CCIM ha coordinado, por encargo de los diferentes gobiernos anfitriones, todo el proceso de participación, en ámbito mundial, de las organizaciones de la sociedad civil en las reuniones del Foro Mundial sobre Migración y Desarrollo, organizando, con éxito, los Días de la sociedad civil.

También podemos recordar que la CCIM ha publicado investigaciones y guías sobre migración con importantes instituciones internacionales (UE y Consejo de Europa, 01M, ACNUR) y de la "sociedad civil".

Es una experiencia concreta y experta de diálogo que, espero, pueda continuar y extenderse, para crear y sostener esa red de solidaridad, la única que puede responder a las grandes urgencias actuales y, juntas, garantizar la realización de los acuerdos de los que se siente una gran necesidad a nivel internacional.

Con respecto a su materia y sus objetivos, la CCIM trabaja ahora en estrecho contacto con la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral: un trabajo que, aunque comenzó hace poco más de un año, ya ha dado buenos resultados y ha puesto a disposición de la Sección todo el bagaje de estudio y experiencia adquirido por la CCIM.

Del mismo modo, por su reiterada actividad en organizaciones internacionales, la CCIM actúa en estrecho contacto con la Sección de Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado y con las Misiones Permanentes de la Santa Sede. En particular, especialmente en el último bienio y en el presente año, también os habéis comprometido a ofrecer, en colaboración con las Misiones Permanentes en Nueva York y Ginebra, vuestra valiosa contribución a la preparación del Global Compact para una Migración Segura, Ordenada y Regular, y del Global Compact para los Refugiados.

Esperamos realmente que estos dos documentos, de los que están respectivamente en curso las negociaciones y las consultas, puedan responder verdaderamente a la necesidad de una mejor protección y defensa de los derechos humanos de estas personas, frente a las reticencias, los replanteamientos y los titubeos de varios Estados, llevando a una colaboración real y justa y a compartir a nivel internacional las responsabilidades y cargas asociadas con la acogida.

En estos días tendréis la oportunidad de examinar el camino recorrido y os preguntaréis cómo la CCIM pueda continuar la tarea para la cual fue fundada, una tarea que ya hemos visto cumplida gracias a un compromiso rico en frutos, que ahora requiere que os abráis a los nuevos horizontes del servicio a los migrantes y refugiados. Estos, como el Papa Francisco siempre nos recuerda, no son números: son personas, mujeres, hombres, niños, que tienen un rostro, que a menudo sufren y se descartan. Un rostro humano en el que reconocemos el de Cristo, al que queremos servir especialmente en los que son más pequeños y están más necesitados.

Uno de los objetivos para los cuales nació la CCIM es el apoyo a las familias migrantes, que a menudo emigran a la búsqueda de seguridad y de una vida digna, especialmente para los niños. Sin embargo, muchas de ellas llegan a los países de desembarco después de haber experimentado violencias y abusos durante el viaje, para enfrentarse luego con nuevas experiencias de miseria y con dificultades antes impensables. La cercanía de la comunidad cristiana y la ayuda concreta y especializada de organizaciones como la vuestra pueden contribuir a mantener unidas a estas familias evitando que los niños encuentren en redes alternativas la respuesta a sus frustraciones.

Por otro lado, aunque en los países de origen de los migrantes el progreso esté también vinculado a su contribución económica a nivel social y familiar, hay en ellos, sin embargo, una dimensión que la Iglesia no puede descuidar. Es la de los miembros de la familia que se han quedado en su tierra natal, a menudo con hijos para mantener, cuando uno de los cónyuges, o ambos, emigran, dejando en casa, para cuidar de ella al otro o a abuelos ancianos, que viven con pobreza y a los que no siempre llegan remesas o éstas son insuficientes. Y a veces el cónyuge no regresa a su país. Este es un aspecto delicado de la migración, lamentablemente generalizado, que requiere más atención y apoyo.
Otro "frente" que se presenta al CCIM a nivel mundial es el del rechazo de la acogida. A pesar de que las naciones, especialmente las más avanzadas económicamente, sin lugar a dudas, deben gran parte de su desarrollo a los inmigrantes, y aunque se conozcan las experiencias -a veces terribles- que causan su migración o que encuentran en el viaje, la migración hoy se considera sólo como una emergencia o un peligro, a pesar de que se haya convertido en un rasgo característico de nuestra sociedad.

Francisco nos recuerda que "se necesita por parte de todos un cambio de actitud hacia los inmigrantes y los refugiados, el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación —que, al final, corresponde a la "cultura del rechazo"- a una actitud que ponga como fundamento la "cultura del encuentro", la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor. "(Mensaje para la Jornada mundial del Emigrante y Refugiado, 2014).

Uno de los compromisos difíciles, que hoy prometen ser más urgentes y necesarios, es precisamente actuar para que se produzca este cambio de actitud, abandonando la cultura dominante del "descarte" y del rechazo. Un trabajo de información y sensibilización con el que vuestra Comisión puede ayudar a la Iglesia Católica a disipar muchos prejuicios y temores infundados referentes a la acogida de los extranjeros y —sin esconder el esfuerzo que bajo muchos aspectos requiere la acogida — y a difundir una percepción equilibrada y positiva de la migración.

Es un trabajo importante, entre otras cosas, para la preparación del Pacto Mundial sobre la migración, también en el período comprendido entre la conclusión de las negociaciones intergubernamentales y la Conferencia de Marrakech (del 10 al 11 de diciembre de 2018) que tendrá que adoptarlo: un período delicado que es necesario acompañar sin titubeos, los Estados miembros de la ONU pueden compartir el llamamiento conversación con consciencia y determinación.

A las actitudes de cierre vemos, sin embargo, contraponerse las actitudes positivas de muchos jóvenes que consideran la migración como una dimensión normal de nuestra sociedad, que se ha hecho interdependiente por las conexiones rápidas, las comunicaciones y la necesidad de relaciones a escala mundial. Son dimensiones en las que realmente podemos ver los "signos de los tiempos" que impulsan la solidaridad a escala global.

Gracias a vuestras variadas experiencias "sobre el terreno", nace, además, otra contribución especial, discreta y competente, para crear rutas alternativas y seguras de migración, especialmente cuando éstas son forzadas por eventos violentos o desastres. Os animo a continuar esta tarea que, basado en vuestra competencia, capacidad de diálogo y discreción, es una de las mejores prácticas para salvar vidas, evitando los viajes peligrosos y el recurso a los traficantes; para mantener a las familias unidas; para proteger a los menores necesitados; para crear entre los países lazos de confianza mutua en este ámbito, ahuyentando alarmas sociales que también tienen repercusiones políticas.
Soy consciente de que lo que acabo de subrayar concierne solo algunos horizontes, aunque apremiantes, de vuestro trabajo.

La migración ya forma parte del programa de cada reunión que tengo con las autoridades gubernamentales que vienen al Vaticano, o que voy a visitar. A menudo recibo de ellos aprecio y gratitud por la contribución que la Iglesia Católica, también a través de las organizaciones inspiradas por sus principios, ofrece en sus países, para permitir, como nos invita el Papa Francisco, "acoger, proteger". , promover e integrar con sentido de responsabilidad y de humanidad, a estos hermanos y hermanas migrantes y refugiados".

En continuidad con su origen, la CCIM ahora está llamada a renovarse. Esto sucede, lógicamente, cuando se cambian los cuadros directivos. De hecho, en esta Asamblea, los miembros del Comité Directivo cambiarán y se elegirá a una persona para el cargo, que, —recordemos, también es un servicio— , de Presidente. Además, "fortalecidos en un espíritu de solidaridad profética", también os interrogaréis sobre la necesidad de un nuevo esfuerzo a favor de los migrantes, no solo por lo que respecta a los proyectos externos, sino también a nivel interno. En esta dimensión de comunión también dentro de vosotros, estáis llamados a fortalecer las estructuras y la cohesión de los que trabajan para la CCIM sobre los principios, directrices y objetivos a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, para que vuestra tarea no se quede sólo en un ámbito estrictamente humanitario, sino que a través de ello, las personas ayudadas perciban el influjo del "testimonio" que solo una vivencia personal de fe puede ofrecer.

Es una unidad y una comunión que deseamos involucre en este servicio eclesial a todos los miembros de la Comisión y a aquellos que se esfuerzan en la realización de vuestros objetivos. Espero, a este respecto que mis hermanos obispos aprecien cada vez más el servicio que ofrece la CCIM, que la promuevan y ayuden a crecer de acuerdo a su fisonomía de institución "de Iglesia" y "por la Iglesia".

Al mismo tiempo que os aseguro un recuerdo especial en la oración por vosotros, por vuestro trabajo y porque la Comisión Católica Internacional de Migraciones prosiga y se manifiesta cada vez más como un signo concreto de hermandad en el mundo y en la Iglesia, deseo recordar lo que Francisco ha afirmado al final de los ejercicios espirituales, el pasado 23 de febrero: "la Iglesia no es una jaula para el Espíritu Santo, (...) el Espíritu también vuela y trabaja fuera. (...) trabaja en los no creyentes, en los "paganos", en las personas de otras religiones: Es universal, es el Espíritu de Dios, que es para todos. Llevemos, pues, a todos, a través de nuestro amor concreto, este anuncio libre del amor de Dios que acoge, protege, sabe cómo valorar y hacer sentir parte de su familia. Dios, que sabe recompensar cada esfuerzo, cada gesto de buena voluntad, nos ayude a abrirnos sin temor o reticencia a las nuevas llamadas del Espíritu para el bien de los hermanos. ¡Os deseo, por lo tanto, un trabajo bueno y fructífero!

© Librería Editorial Vaticano

 

 

06/03/2018-19:28
Redacción

Mons. Ivan Jurkovič: "La dignidad de nuestros niños está en riesgo"

(ZENIT — 6 marzo 2018).- Mons. Ivan Jurkovič, Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU en Ginebra, ha comunicado que "todos los ciudadanos de este mundo tienen la responsabilidad de cuidar la seguridad y la salud física y emocional de niños, que constituyen el futuro de nuestra sociedad".

Intervención del Arzobispo Jurkovič, el lunes, 5 de marzo de 2018, en la 37a Sesión del Consejo de los Derechos Humanos sobre el tema de los Derechos de la Infancia.

"La dignidad de nuestros niños está en riesgo y el superior interés del menor debería ser siempre prioritario, en todo contexto humanitario", ha advertido el Observador de la Santa Sede, informa Vatican News'.

Con miras al 70° aniversario de la Declaración Universal de los Derechos humanos que tiene lugar este año, el prelado ha exhortado a la comunidad internacional, a los gobiernos y a la sociedad civil a colaborar sin poner condiciones en la protección de la infancia con la conciencia de que "el futuro está en las manos de los niños".

 

Riesgo de ser víctimas

En este sentido, el arzobispo exhorta a rechazar la cultura del descarte "que plaga nuestro mundo y alimenta las tendencias hacia avaricia, corrupción, violencia, guerra y degradación ambiental", ha apuntado Vatican News' en español.

Mons. Jurkovič describe la situación de muchos niños inocentes "atrapados en situaciones vulnerables sólo porque viven en las partes más pobres del mundo, pertenecen a minorías étnicas o religiosas, son refugiados o migrantes, a veces no acompañados o sufren discapacidades".

"La mayor parte de ellos, —enfatiza— corren el riesgo de ser víctimas de individuos u organizaciones sin escrúpulos, sufren abusos, contrabando, tráfico sexual o esclavitud laboral, o extracción de órganos, o incluso reclutamiento como soldados".

 

Prevención

El Arzobispo señala que "los derechos humanos a la educación y la salud conforman el futuro de cada niño. Sin embargo —constata— los niños no pueden beneficiarse de estos y otros derechos humanos a menos que estén registrados al nacer. Si no se reanuda un camino adecuado de educación y desarrollo, estos niños corren el riesgo de convertirse en una generación perdida".

Para evitar esto —anuncia el Observador— indica la "prevención" como la mejor medicina, posible "con el acceso a la ciudadanía, a la salud, a la educación y promoviendo una cultura de respeto de los derechos humanos y la dignidad humana de cada niño". "El marco legal para proteger a los niños está ya definido — asegura — y sólo necesita ser aplicado", ha recordado Mons. Jurkovič.

 

 

06/03/2018-17:18
Antonio Rivero

P. Antonio Rivero: "El pecado es la causa de todas las desgracias"

Cuarto Domingo de Cuaresma

Ciclo B

Textos: 2 Cro 36, 14-16.19-23; Ef 2, 4-10; Jn 3, 14-21

Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.

Idea principal: El pecado, nuestro pecado, además de romper la Alianza con Dios, es la causa de todas las desgracias personales, sociales, estructurales, eclesiales, familiares y mundiales. Pero la misericordia de Dios es más grande que nuestro pecado.

Síntesis del mensaje: Estamos prácticamente a mitad de la Cuaresma. Es bueno que también nosotros, débiles y volubles tal vez como los israelitas, nos espejemos en su historia para decidirnos a una seria conversión y enmienda de nuestros pecados para poder participar plenamente en la Pascua del Señor.

 

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, somos pecadores. Ahí está la primera lectura de hoy donde Dios nos echa en cara con el látigo de su misericordia, como dijo el Papa Francisco comentando este evangelio, para que volvamos al buen camino y corrijamos nuestras infidelidades, nuestra vida mundana, nuestros desmanes, nuestras burlas a los mensajeros y profetas que Él nos manda continuamente a través de su Palabra, del Papa, nuestro confesor, familiares, amigos. Cuaresma es tiempo de chequeo espiritual, de hacernos una resonancia magnética del alma y de nuestros afectos más íntimos para ver si no tenemos algún inicio de cáncer, diabetes, mal colesterol. Aún estamos a tiempo de tomar las medicinas y antibióticos necesarios para curarnos, de ponernos las vacunas que nos prevengan de fiebres altas y peligrosas. ¿Qué pecados acosan más nuestra vida? ¿Soberbia y sus crías: egoísmo, vanidad, orgullo, amor propio, dureza de juicio, impaciencia, autosuficiencia, rencor, deseo de venganza, imponer nuestras ideas, desaliento, juicios temerarios, indiferencia ante las necesidades de los demás, envidia, racionalismo, espíritu calculista, respeto humano, fariseísmo y mentira, rebeldía, caprichos y manías, individualismo? ¿O por el contrario, me acosa la sensualidad y sus crías: comodidad, flojera, sentimentalismo, búsqueda de lo fácil y placentero, abuso y descontrol de los sentidos, impureza y lujuria consentida y alimentada, glotonería, sueños mundanos, pusilanimidad, ociosidad, inconstancia, tibieza, apatía, abandono de la oración, falta de puntualidad a nuestros trabajos, pesimismo, insatisfacción, huida del sacrificio, gula, avaricia? Hagamos un serio chequeo y obremos en consecuencia, si queremos llegar preparados a la Pascua del Señor.

En segundo lugar, pecadores, sí, pero también redimidos, pues la misericordia, la generosidad y el amor de Dios son infinitos (2a lectura). Esta redención no es mérito nuestro, sino pura gracia divina. El amor que Dios nos tiene en Cristo Jesús es previo a todos nuestros méritos y superior a todos nuestros deméritos. Ya en el Antiguo Testamento manifestó este amor, incluso cuando tuvo que castigar y corregir a su pueblo, y le sacó de la esclavitud de Egipto y más tarde le hizo volver de la cautividad. En la primera lectura escuchamos cómo Dios movió el corazón del rey Ciro -¿también moverá el de nuestros reyes, y presidentes y jefes de Estado?-, que permitió a los israelitas volver a Jerusalén para reedificar su nación y su Templo -¿también nuestros jefes de Estado respetarán nuestra religión y nos permitirán dar culto a Dios siempre y en todas partes y enseñar la ley de Dios y de la Iglesia en las escuelas, sin inmiscuirse en las cuestiones que a ellos no les competen y apoyando siempre lo que dignifica a la persona humana?-. Pero es sobre todo en el Nuevo Testamento donde Dios nos hizo experimentar su ternura y misericordia, pues "tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único" y así todos se salven (evangelio).

Finalmente, redimidos, sí, pero en continua conversión, pues el tentador nos acecha día y noche para que volvamos al pecado. Tenemos que mirar a Cristo en la cruz para curarnos de las picaduras de las serpientes venenosas que nos atacarán día y noche (evangelio). Mirando la cabeza de Cristo en la cruz, coronada de espinas, sanarán y se purificarán nuestros malos pensamientos. Mirando el rostro desfigurado y abofeteado de Cristo en la cruz, sanarán nuestros deseos de vanidad ridícula. Mirando los ojos hinchados de Cristo en la cruz, nuestros ojos se cerrarán a indecencias. Mirando la boca reseca de Cristo, sabremos dominar nuestra gula y no empuñaremos la espada de los chismes y murmuraciones. Mirando las manos perforadas de Cristo en la cruz, desaparecerán nuestras ambiciones y deseos de tener y poseer. Mirando el costado perforado de Cristo en la cruz, nuestros odios se convertirán en perdón. Mirando las rodillas taladradas de Cristo en la cruz, crecerá nuestro deseo de arrodillamos y orar sin cesar. Mirando los pies de Cristo clavados en la cruz, podremos reparar nuestros pecados por haber caminado por veredas de muerte. Mirando, en fin, todo el cuerpo de Cristo magullado y azotado, se nos quitarán las ganas de vivir en confort, comodidad, placeres y lujos.

Para reflexionar: ¿Qué pecados desfiguran la imagen de Dios en mi alma? ¿Me acercaré a la confesión antes de entrar en la Semana Santa, para pedir perdón a Dios por mis pecados?

Para rezar: Señor, piedad y misericordia: he pecado contra Ti. Señor, dame la gracia de la conversión. Señor, hazme partícipe de tu Pascua.

 

 

06/03/2018-07:58
Isabel Orellana Vilches

Santa Teresa Margarita del Corazón de Jesús, 7 de marzo

«Esta gran contemplativa y mística únicamente aspiró a vivir escondida con Cristo en Dios. Quería imitar a la Sagrada Familia de Nazareth; por eso quiso ser una simple hermana lega, aunque sus superiores le confiaron diversas misiones»

Esta santa que la Iglesia celebra hoy junto a la festividad de las mártires Perpetua y Felicidad, tuvo la gracia de valorar altamente lo que significa vivir escondida en Dios. Y aunque aceptó por obediencia misiones que aún siendo humildes le impedían refugiarse en Él en esa anhelada sombra a la que aspiraba, lejos de los ojos ajenos, mantuvo intacto el abandono de sí misma.

Nació en Arezzo, Italia, el 15 de julio de 1747. Era descendiente de una familia nobiliaria, los Redi, y le impusieron en el bautismo el nombre de Ana María. Los primeros años de su vida fueron premonitorios de su entrega como religiosa. Tenía inclinación a la contemplación y a temprana edad se planteaba profundos interrogantes. Su madre le dio cumplida respuesta a la insistente pregunta que formulaba: «Decidme, ¿quién es ese Dios?», mediante la conocida definición «Dios es amor». La siguiente cuestión, una vez esclarecido quién era ese Ser que le atraía irresistiblemente, fue: «¿Qué puedo hacer yo para complacer a Dios?». Consagró su vida dilucidarlo y a encarnar lo que entendió debía hacer: la donación perfecta de sí misma.

Desde pequeña tuvo una clara intuición de la virtud que debía ejercitar, como se aprecia en la conversación que mantuvo con su padre: «He estado pensando en el texto que se ha predicado el domingo, el del siervo injusto. Llegamos ante el Rey de los cielos con las manos vacías, en deuda con él por todo: la vida misma, la gracia, todos los dones que nos prodiga... Todo lo que podemos decir es: 'Ten paciencia conmigo, y te pagaré todo lo que debo'. Pero nunca podríamos pagar nuestras deudas, si Dios no pone en nuestras manos los medios para hacerlo... Y, ¿cuántas veces nos alejamos y negamos a nuestro prójimo el perdón por un ligero error, negando nuestro amor, estando distantes, o incluso criticándolos y con rencores que enfrían la caridad?».

A los 10 años recaló en Florencia, ciudad en la que permaneció prácticamente toda su existencia y donde la enviaron sus padres inicialmente para que recibiese la formación adecuada junto a las religiosas del convento de santa Apolonia. Fueron siete intensos años de preparación en los que acumuló grandes experiencias. Era modélica para sus compañeras que veían refulgir en ella muchas virtudes y cualidades. Cultura e inteligencia no le faltaron, aunque, con humildad y silencio, se esforzó por mantener a resguardo de miradas ajenas las dotes naturales con las que había sido adornada. Cuando regresó a la casa paterna tuvo una impresión de carácter sobrenatural y entendió que debía ingresar con las carmelitas.

En 1765, atraída por el texto evangélico: «Dios es amor» (1 Jn 4,16), entró en el convento de santa Teresa de Florencia. Su acontecer estuvo signado por el lema: «Escondida con Cristo en Dios». Y este poderoso anhelo de vivir oculta que anegaba su ser, le llevó a pedir que la dejaran ser una simple hermana lega. Su argumento era de una claridad meridiana: «Los méritos de una buena acción disminuyen cuando se expone a los ojos de otras personas, cuyos elogios, nos halagan o agradan demasiado nuestro amor propio y orgullo. Por lo tanto, es necesario hacerlo todo sólo por Dios». Además, ella deseaba «imitar la vida oculta de la Sagrada Familia, la cual no difería en nada de las otras familias de la pequeña aldea de Nazaret». Los superiores tuvieron otro juicio. Y tras el noviciado y la profesión, momento en el que tomó el nombre que llevó hasta el fin de sus días, fue destinada al coro y a trabajar en la enfermería. Difundió el amor al Sagrado Corazón de Jesús y a la Virgen del Carmen, por la que tuvo especial devoción.

Fue una gran contemplativa y mística. Se ha dicho de ella que pertenece «a la progenie espiritual sanjuanista más pura. La llama oscura del amor infuso que la abrasa y la consume, ilumina y dirige toda la vida, haciéndole tocar las cumbres de la vida trinitaria, desde donde se abre al más ardiente apostolado contemplativo».

Su itinerario espiritual fue el de una severa ascesis y heroica caridad fraterna, rubricada por su gran alegría. «Padecer y callar» fue otra de las consignas que encarnó admirablemente. Se ocupó de disimular sus actos de virtud y las gracias con las que era bendecida. Tenía espíritu de sacrificio y amaba profundamente el carisma carmelita al que fue fidelísima en todo momento; superó con creces el espíritu de la regla. Su modelo de amor al Sagrado Corazón de Jesús fue santa Margarita María de Alacoque; siguió sus enseñanzas que la llevaron a incrementar su unión con la Santísima Trinidad.

Pío XI aludió a la santa con estas palabras: «Esta corta vida es toda una emulación para cuanto hay de bello, de más elevado y de más sublime... esa ansiedad, ese arranque hacia horizontes tan esplendorosos, nos brinda al mismo tiempo con otra visión: La de unos modales y seriedad angelicales, de una sencillez indescriptible, de una envidiable ignorancia de sí misma y de la propia grandeza». A su vez, Pío XII manifestó: «Santa Margarita, ardiendo de amor divino, apareció como con vida más de ángel que de criatura humana, siendo ayuda de muchas almas para la consecución de la virtud». Fue siempre de frágil salud, y cuando tenía 23 años se le presentó una peritonitis, a consecuencia de la cual murió el 7 de marzo de 1770 teniendo el crucifijo fuertemente asido. Fue beatificada por Pío XI el 9 de junio de 1929, y él mismo la canonizó el 12 de marzo de 1934. Su cuerpo se halla incorrupto.