Servicio diario - 29 de junio de 2018


 

San Pedro y San Pablo: El Papa bendice los Palios para 30 arzobispos
Rosa Die Alcolea

Ángelus: La Iglesia peregrina “va a las raíces de su fe”
Rosa Die Alcolea

Papa Francisco: “Jesús toca la miseria humana, invitándonos a estar con él”
Rosa Die Alcolea

Visita a Benedicto XVI del Papa Francisco y los 14 nuevos cardenales
Rosa Die Alcolea

Federación Italiana de Natación: El deporte es una “experiencia de equipo”
Redacción

México: XIX Taller de Cultura Náhuatl, por Mons. Felipe Arizmendi
Felipe Arizmendi Esquivel

Beato Gennaro María Sarnelli, 30 de junio
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

29/06/2018-11:58
Rosa Die Alcolea

San Pedro y San Pablo: El Papa bendice los Palios para 30 arzobispos

(ZENIT – 29 junio 2018).- El Papa ha bendecido los Palios que se entregan a los 30 nuevos arzobispos metropolitanos, nombrados en todo el mundo durante el año pasado,

como es tradición, en la Misa celebrada en la solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, patronos de Roma, el 29 de junio.

A excepción de los arzobispos Max Leroy Mesidor (Puerto Príncipe, Haití), Peter Machado (Bangalore, India), Felix Toppo SJ (Ranchi, India), y Francisco Villas-Boas (Evora, Portugal), los prelados metropolitanos han acompañado al Santo Padre en la celebración eucarística, procedentes de diferentes partes del mundo, representando la universalidad de la Iglesia.

Una vez bendecidos por el Santo Padre, a los arzobispos, los Palios les serán “impuestos” más tarde en sus diócesis por los respectivos nuncios apostólicos.

Después del ritual de bendición de los Palios, el Papa ha presidido la Eucaristía con los Cardenales antiguos y nuevos, con los arzobispos metropolitanos y con los obispos sacerdotes.

Al final de la celebración, el Papa ha entregado a cada arzobispo presente en la Misa una caja de madera sellada con una cinta dorada y con el nombre del nuncio apostólico que “impondrá” sobre los hombros del arzobispo en su diócesis.

 

Palios

El Palio es una banda de lana blanca que los arzobispos metropolitanos llevan sobre los hombros como símbolo de su autoridad y su unidad con el Papa.

El palio va bordado con una cruz de seda negra, presentado por el Papa a los arzobispos metropolitanos es un signo de su comunión con el Sucesor de Pedro –juran lealtad al comienzo de esta Misa– y con sus hermanos obispos.

Una archidiócesis metropolitana es una en la que las diócesis sufragáneas se agrupan para formar un territorio geográfico de la Iglesia.

 

Tradición

Es tradición que una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla participe en la celebración de los santos patronos de Roma, Pedro y Pablo, mientras que una delegación del Papa va a Phanar, sede del patriarcado, en Estambul, para la celebración de su santo patrón, André, hermano de Pierre, el 30 de noviembre.

El metropolitano Job estuvo acompañado por el obispo de Nazianzus, Theodoretos y Rev. Diácono patriarcal Alexander Koutsis.

Luego, la procesión comenzó con la canción “Eres Petrus” y el Papa se detuvo frente a la estatua de San Pedro para conmemorar la solemnidad.

Con Anita Bourdin y Deborah Castellano

 

 

 

29/06/2018-14:49
Rosa Die Alcolea

Ángelus: La Iglesia peregrina "va a las raíces de su fe"

(ZENIT — 29 junio 2018).- En la fiesta de San Pedro y San Pablo, Patronos de Roma, la Iglesia peregrina "va a las raíces de su fe", ha señalado el Pontífice Francisco en su alocución previa a la oración mariana del Ángelus:

Como marca la tradición de la solemnidad de los santos Apóstoles Pedro y Pablo, tras haber celebrado la Santa Misa en la Plaza de San Pedro, con la bendición de los palios para los nuevos arzobispos Metropolitanos, el Santo Padre ha rezado el Ángelus este viernes, 29 de junio de 2018, desde el balcón del Palacio Apostólico, junto a los fieles llegados de todo el mundo a la plaza de San Pedro, indica Vatican News' en español.

"Sus restos mortales, custodiados en las dos Basílicas a ellos dedicadas, son tan queridos por los romanos y por los numerosos peregrinos que vienen de cada parte del mundo a venerarlos", ha indicado el Papa.

 

"Abrirse a su misterio"

"¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre?"; "¿Quién dicen que soy Yo?": el Papa explicó que con estas dos preguntas Jesús "parece decir" que "una cosa es seguir la opinión corriente, y otra es encontrarlo a Él y abrirse a su misterio", en donde se descubre "la Verdad", ha reflexionado el Santo Padre a partir del Evangelio, Mateo 16, versículos 13 al 19, que narra el diálogo en el que Jesús interroga a los discípulos acerca de su propia identidad.

"La opinión común —ha matizado el Papa— contiene una respuesta verdadera, pero parcial. Pedro, y con él la Iglesia de ayer, hoy y siempre, responde, por la gracia de Dios, la verdad: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (v. 16)".

 

"Tú eres el Cristo"

Así, Francisco ha explicado que a lo largo de los siglos, el mundo ha definido a Jesús de diferentes maneras: "un gran profeta de la justicia y el amor; un sabio maestro de vida; un revolucionario; un soñador de los sueños de Dios"...

Y afirmó que se destaca aun hoy, simple y neta, la confesión de Simón, llamado Pedro, un hombre humilde y lleno de fe: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente".

"Jesús es el Hijo de Dios", ha recordado Francisco: por ello "Él está perennemente vivo como eternamente vivo está su Padre. Esta es la novedad que la gracia enciende en el corazón de quien se abre al misterio de Jesús: la certeza no matemática, pero aún más fuerte, interior, de haber encontrado la Fuente de la Vida, la Vida misma hecha carne, visible y tangible en medio de nosotros".

"Esta es la experiencia del cristiano —ha añadido el Papa— y no es mérito suyo: nosotros cristianos, no es mérito nuestro, sino que proviene de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Todo ello está contenido en 'germen' en la respuesta de Pedro: 'Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente'.

 

 

29/06/2018-10:45
Rosa Die Alcolea

Papa Francisco: "Jesús toca la miseria humana, invitándonos a estar con él"

(ZENIT – 29 junio 2018).-  “Jesús toca la miseria humana, invitándonos a estar con él y a tocar la carne sufriente de los demás”, ha expresado el Santo Padre en su homilía, pronunciada en la Misa de esta mañana, 29 de junio de 2018, después de haber bendecido los Palios.

En la solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, a las 9:30 horas, en la plaza de San Pedro, el Santo Padre Francisco ha bendecido los Palios, tomados de la confesión del apóstol Pedro y destinados a los arzobispos metropolitanos nombrados durante el año.

“No son pocas las veces que sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor”, ha advertido el Papa Francisco a todos los fieles presentes en la Misa.

“Confesar la fe con nuestros labios y con nuestro corazón exige –como le exigió a Pedro– identificar los “secreteos” del maligno. Aprender a discernir y descubrir esos cobertizos personales o comunitarios que nos mantienen a distancia del nudo de la tormenta humana”, ha anunciado el Pontífice.

 

Patriarcado Ecuménico de Constantinopla

Como de costumbre con ocasión de la fiesta de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, Patronos de la Ciudad de Roma, una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla fue enviada por Su Beatitud Bartolomé y dirigida por su Eminencia Job, Arzobispo de Telmessos, acompañado de su Gracia Theodoretos, obispo de Nazianzos, y del reverendo Alexander Koutsis, diácono patriarcal.

A continuación, ofrecemos la homilía del Santo Padre, pronunciada en la Eucaristía de la solemnidad de San Pedro y San Pablo, patronos de Roma.

***

 

Homilía del Santo Padre

Las lecturas proclamadas nos permiten tomar contacto con la tradición apostólica más rica, esa que «no es una transmisión de cosas muertas o palabras sino el río vivo que se remonta a los orígenes, el río en el que los orígenes están siempre presentes» (Benedicto XVI, Catequesis, 26 abril 2006) y nos ofrecen las llaves del Reino de los cielos (cf. Mt 16,19). Tradición perenne y siempre nueva que reaviva y refresca la alegría del Evangelio, y nos permite así poder confesar con nuestros labios y con nuestro corazón: «Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre» (Flp 2,11). 

Todo el Evangelio busca responder a la pregunta que anidaba en el corazón del Pueblo de Israel y que tampoco hoy deja de estar en tantos rostros sedientos de vida: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?» (Mt 11,3). Pregunta que Jesús retoma y hace a sus discípulos: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mt 16,15). 

Pedro, tomando la palabra en Cesarea de Filipo, le otorga a Jesús el título más grande con el que podía llamarlo: «Tú eres el Mesías» (Mt 16,16), es decir, el Ungido de Dios. Me gusta saber que fue el Padre quien inspiró esta respuesta a Pedro, que veía cómo Jesús ungía a su Pueblo. Jesús, el Ungido, que de poblado en poblado, camina con el único deseo de salvar y levantar lo que se consideraba perdido: “unge” al muerto (cf. Mc 5,41-42; Lc 7,14-15), unge al enfermo (cf. Mc 6,13; St 5,14), unge las heridas (cf. Lc 10,34), unge al penitente (cf. Mt 6,17), unge la esperanza (cf. Lc 7,38; 7,46; 10,34; Jn 11,2; 12,3). En esa unción, cada pecador, perdedor, enfermo, pagano —allí donde se encontraba— pudo sentirse miembro amado de la familia de Dios. Con sus gestos, Jesús les decía de modo personal: tú me perteneces. Como Pedro, también nosotros podemos confesar con nuestros labios y con nuestro corazón no solo lo que hemos oído, sino también la realidad tangible de nuestras vidas: hemos sido resucitados, curados, reformados, esperanzados por la unción del Santo. Todo yugo de esclavitud es destruido a causa de su unción (cf. Is 10,27). No nos es lícito perder la alegría y la memoria de sabernos rescatados, esa alegría que nos lleva a confesar «tú eres el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). 

Y es interesante, luego, prestar atención a la secuencia de este pasaje del Evangelio en que Pedro confiesa la fe: «Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día» (Mt 16,21). El Ungido de Dios lleva el amor y la misericordia del Padre hasta sus últimas consecuencias. Tal amor misericordioso supone ir a todos los rincones de la vida para alcanzar a todos, aunque eso le costase el “buen nombre”, las comodidades, la posición… el martirio. 

Ante este anuncio tan inesperado, Pedro reacciona: «¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte» (Mt 16,22), y se transforma inmediatamente en piedra de tropiezo en el camino del Mesías; y creyendo defender los derechos de Dios, sin darse cuenta se transforma en su enemigo (lo llama “Satanás”). Contemplar la vida de Pedro y su confesión, es también aprender a conocer las tentaciones que acompañarán la vida del discípulo. Como Pedro, como Iglesia, estaremos siempre tentados por esos “secreteos” del maligno que serán piedra de tropiezo para la misión. Y digo “secreteos” porque el demonio seduce a escondidas, procurando que no se conozca su intención, «se comporta como vano enamorado en querer mantenerse en secreto y no ser descubierto» (S. Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, n. 326). 

En cambio, participar de la unción de Cristo es participar de su gloria, que es su Cruz: Padre, glorifica a tu Hijo… «Padre, glorifica tu nombre» (Jn 12,28). Gloria y cruz en Jesucristo van de la mano y no pueden separarse; porque cuando se abandona la cruz, aunque nos introduzcamos en el esplendor deslumbrante de la gloria, nos engañaremos, ya que eso no será la gloria de Dios, sino la mofa del “adversario”. 

No son pocas las veces que sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Jesús toca la miseria humana, invitándonos a estar con él y a tocar la carne sufriente de los demás. Confesar la fe con nuestros labios y con nuestro corazón exige —como le exigió a Pedro— identificar los “secreteos” del maligno. Aprender a discernir y descubrir esos cobertizos personales o comunitarios que nos mantienen a distancia del nudo de la tormenta humana; que nos impiden entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y nos privan, en definitiva, de conocer la fuerza revolucionaria de la ternura de Dios (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 270). 

Al no separar la gloria de la cruz, Jesús quiere rescatar a sus discípulos, a su Iglesia, de triunfalismos vacíos: vacíos de amor, vacíos de servicio, vacíos de compasión, vacíos de pueblo. La quiere rescatar de una imaginación sin límites que no sabe poner raíces en la vida del Pueblo fiel o, lo que sería peor, cree que el servicio a su Señor le pide desembarazarse de los caminos polvorientos de la historia. Contemplar y seguir a Cristo exige dejar que el corazón se abra al Padre y a todos aquellos con los que él mismo se quiso identificar (Cf. S. Juan Pablo II, Novo millennio ineunte, 49), y esto con la certeza de saber que no abandona a su pueblo. 

Queridos hermanos, sigue latiendo en millones de rostros la pregunta: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?» (Mt 11,3). Confesemos con nuestros labios y con nuestro corazón: «Jesucristo es Señor» (Flp 2,11). Este es nuestro cantus firmus que todos los días estamos invitados a entonar. Con la sencillez, la certeza y la alegría de saber que «la Iglesia resplandece no con luz propia, sino con la de Cristo. Recibe su esplendor del Sol de justicia, para poder decir luego: “Vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí” (Ga 2,20)» (S. Ambosio, Hexaemeron, IV, 8,32). 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

29/06/2018-11:22
Rosa Die Alcolea

Visita a Benedicto XVI del Papa Francisco y los 14 nuevos cardenales

(ZENIT – 29 junio 2018).- Ayer, jueves 28 de junio de 2018, al final del Consistorio Ordinario de Creación de Cardenales, el Santo Padre Francisco y los nuevos cardenales fueron al Monasterio “Mater Ecclesiae” para encontrarse con el Papa Emérito, Benedicto XVI, a bordo de dos autobuses.

En la capilla del Monasterio, rezaron todos juntos el Ave María. Después de un breve saludo y la bendición del Papa Benedicto, los 14 nuevos cardenales volvieron al Aula Pablo VI y al Palacio Apostólico para la Visita de cortesía.

Es una costumbre que Francisco ha adoptado con los años: visitar al Papa emérito tras la Creación de nuevos cardenales. Desde el año 2015, el papa alemán Benedicto XVI, por motivos de salud, no participa en la celebración del Consistorio Ordinario de Creación de cardenales.

El 22 de febrero de 2014, Benedicto XVI participó en la Creación de 19 nuevos cardenales, que presidió el Papa Francisco, el día que Iglesia celebra la Cátedra de San Pedro.

 

 

 

29/06/2018-15:16
Redacción

Federación Italiana de Natación: El deporte es una "experiencia de equipo"

(ZENIT – 29 junio 2018).- “Sed un buen ejemplo para vuestros compañeros, un ejemplo que pueda ayudarlos a construir su futuro”, dijo el Papa Francisco a los miembros de la Federación Italiana de Natación. “El lenguaje del deporte es universal y llega fácilmente a las nuevas generaciones”.

Este jueves, 28 de junio de 2018, el Santo Padre recibió en audiencia, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, a una representación de directivos y atletas de la Federación Italiana de Natación.

Durante el encuentro, el Pontífice se dirigió a los presentes con un discurso, en el que destacó el aspecto de “hacer equipo”: Ciertamente –dijo el Papa– la natación es un deporte predominantemente individual, pero en cualquier caso practicarlo en una sociedad deportiva e incluso a nivel nacional se convierte en una experiencia de equipo, en la que la colaboración y la ayuda mutua son muy importantes.

El Papa ha recordado a la nadadora Noemi, desaparecida trágicamente hace unos días en Roma: “He rezado por ella y por su familia, y hoy la recuerdo junto con vosotros”, les ha dicho a sus compañeras el Santo Padre.

Publicamos a continuación el discurso que el Papa ha dirigido a los presentes en el acto.

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Discurso del Papa Francisco

¡Queridos amigos!

Os doy mi cordial bienvenida, con un especial “gracias” al Presidente de la Federación por sus palabras.

En estos días de competiciones deportivas, -el Trofeo “Sette Colli”- además de los resultados técnicos, también dais un testimonio de disciplina, competición saludable y juego en equipo. Demostráis qué metas se pueden alcanzar a través de  la fatiga del entrenamiento, que implica un gran esfuerzo e incluso renuncias. Todo esto constituye una lección de vida, sobre todo para vuestros coetáneos. Nadar, como cualquier actividad deportiva, si se practica con lealtad, se convierte en una oportunidad de formación en los  valores humanos y sociales, para fortalecer junto con el cuerpo también el carácter y la voluntad, y para aprender a conocerse y aceptarse mutuamente.

Me gustaría insistir un poco en este aspecto de “hacer equipo”. Ciertamente, la natación es un deporte predominantemente individual, pero en cualquier caso practicarlo en una sociedad deportiva e incluso a nivel nacional se convierte en una experiencia de equipo, en la que la colaboración y la ayuda mutua son muy importantes. Y luego están los relevos, y el “waterpolo”, que es un clásico juego de equipo. Sobre todo está la “natación sincronizada”, que es realmente la exaltación del hacer equipo: es todo armonía, y la excelencia se alcanza cuando los atletas se mueven de tal manera que forman un solo movimiento. Es realmente fascinante, y para nosotros, los espectadores, parece casi imposible; pero también allí, el secreto es, además de la habilidad individual, la ayuda mutua.

Hablando de natación sincronizada, no puedo por menos que pensar en Noemi, vuestra compañera trágicamente desaparecida hace unos días, aquí en Roma. He rezado por ella y por su familia, y hoy la recuerdo junto con vosotros.

Estimados directivos y atletas, sed un buen ejemplo para vuestros compañeros, un ejemplo que pueda ayudarlos a construir su futuro. El lenguaje del deporte es universal y llega fácilmente a las nuevas generaciones. Por eso, os aliento a transmitir mensajes positivos a través de vuestra actividad, contribuyendo también así a mejorar la sociedad en la que vivimos.

Que el Señor os bendiga y os dé siempre la alegría de hacer deporte juntos, en un espíritu de fraternidad. Gracias.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

29/06/2018-15:30
Felipe Arizmendi Esquivel

México: XIX Taller de Cultura Náhuatl, por Mons. Felipe Arizmendi

(ZENIT — 29 junio 2018).- En la parroquia de San Juan Bautista, Cuautlancingo, arquidiócesis de Puebla, del 19 al 22 de junio de 2018, se llevó a cabo el XIX Taller de traductores litúrgicos al náhuatl.

Participaron 30 personas, sacerdotes, laicos y tres religiosas, todos hablantes de este idioma, delegados de las arquidiócesis de Puebla y Tulancingo, de las diócesis de Orizaba, Tehuacán, Cuernavaca, San Andrés Tuxtla y de la Prelatura de Huautla.

Se hizo presente Mons. Víctor Sánchez, arzobispo de Puebla y Responsable en la CEM de la Dimensión de Pastoral Litúrgica, además de Mons. Juan Pedro Juárez, obispo de Tula, de raíces náhuatl y totonaco.

Este taller es promovido por la Conferencia del Episcopado Mexicano, por medio de sus Dimensiones de Pastoral Litúrgica, Animación Bíblica de la Pastoral, Doctrina de la Fe, Pastoral Indígena y Pastoral de la Cultura. Es un servicio de la Iglesia destinado a fortalecer las culturas originarias, para lograr que los pueblos indígenas escuchen la Palabra de Dios y celebren la liturgia en su propio idioma.

Es muy importante la traducción náhuatl, porque, según el censo de 2010, hay 1.544,968 mexicanos que hablan este idioma, en 16 diócesis del país. La Virgen de Guadalupe habló esta lengua, lo cual es una razón más para resaltar su dignidad e importancia.

Después de que, en el primer taller, realizado en la Basílica de Guadalupe, del 6 al 9 de agosto de 2012, se tomó el acuerdo de hacer una sola versión al náhuatl, que fuera consensuada para las distintas variantes que hay en el país, se ha logrado ya la traducción de las oraciones más comunes, del Ordinario de la Misa y de la Plegaria Eucarística II.

Esto ya fue aprobado por una asamblea plenaria del episcopado mexicano, y están en proceso de recibir la recognitio, que es la aprobación final de parte de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, según la legislación anterior. Allá han retrasado esa aprobación, porque tenían dudas sobre alguna palabra náhuatl, pero ya se les respondió con argumentos sólidos, y esperamos su respuesta definitiva.

El Papa Francisco ya cambió la legislación al respecto, para que sean las propias conferencias episcopales de cada país las que den la aprobación más importante, y sólo Roma dará una confirmación, como señal de comunión eclesial y de que el proceso seguido es el adecuado.

En esta ocasión, se concluyó la traducción del rito del Bautismo y se seguirá con los demás sacramentos y otras plegarias eucarísticas. El texto consensuado por los traductores se lleva a las comunidades, para escuchar sus reacciones y ver si lo aceptan, o proponen modificaciones. Es un trabajo lento, pero seguro y con mucha participación de las comunidades.

El siguiente taller será en la Ciudad de México, del 10 al 13 de octubre, en los locales de CENAMI, con la celebración de la cuarta Misa en náhuatl en la Basílica de Guadalupe el 11 de octubre, como se va haciendo ya tradición, con participación de nahuas de varias diócesis.

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de San Cristóbal de Las Casas
Responsable de la Dimensión de Doctrina de la Fe en la CEM
Coordinador del Taller

 

 

29/06/2018-15:25
Isabel Orellana Vilches

Beato Gennaro María Sarnelli, 30 de junio

«El misionero santo. Apóstol de Nápoles, defensor de las mujeres prostituidas. Era miembro de las Misiones Apostólicas, y al conocer a san Alfonso María de Ligorio compartió con él sus afanes apostólicos convirtiéndose en redentorista»

Esta alma gemela de san Alfonso María de Ligorio, desde que se encontraron en el camino persiguiendo juntos el mismo ideal, cuando aguardaba ser liberado de este mundo para volar al cielo prometido, manifestó: «La criatura vuelve ya al Creador, el hijo al Padre. Si te place, deseo ir a verte cara a cara; pero no quiero ni morir ni vivir, quiero sólo lo que tú quieres. Tú sabes que cuanto he hecho, cuanto he pensado, todo ha sido para tu gloria». Vivió tan desembarazado de sí, volcado incansablemente en remediar las turbias jornadas de los oprimidos, dedicando especial atención a las mujeres inmersas en la sordidez de los bajos fondos, tan ajeno a los riesgos que corría, y con tal afán por llegar a tiempo, que su salud se desplomó irremisiblemente cuando tenía 42 años.

Nació en Nápoles, Italia, el 12 de septiembre de 1702. Su padre Angelo Sarnelli era un prestigioso jurista napolitano, sagaz para los negocios con los que obtuvo el título nobiliario de barón de Ciorani, localidad en la que Gennaro pasó algunas temporadas. Era el cuarto de ocho hermanos. En su adolescencia un hecho marcó el ritmo que iba a seguir su vida: la beatificación de Francisco de Regis ya que, impactado por ella, decidió hacerse jesuita. Dos circunstancias indujeron a su padre a negarle el permiso: su endeble organismo y la edad. Tenía 14 años y su padre juzgaba que debía centrarse en los estudios; después, podría reconsiderar su decisión. Aceptó su consejo y, siguiendo la tradición familiar, cursó leyes.

Después de doctorarse en 1722, ejerció la abogacía durante unos años. Sin relegar al olvido la fe, meditaba y seguía yendo a misa en la que diariamente recibía la Eucaristía, de la que era devoto. Se integró en una congregación formada por abogados y médicos regida por los Píos Operarios, una de cuyas acciones apostólicas se desarrollaban en el hospital de Incurables. Otro ilustre jurista, que iba a ser una de las glorias de la Iglesia y fundador suyo, Alfonso María de Ligorio, había tenido la misma idea. Y en este centro se conocieron entablando una entrañable amistad que se iría consolidando a su tiempo con nuevos y profundos lazos. La llamada al sacerdocio se tomó apremiante para Gennaro. Tan perentoria llegó a sentirla, que en 1728 ingresó en el seminario. El arzobispo de Nápoles, cardenal Pignatelli, lo destinó a la parroquia de Sant'Anna di Palazzo.

No hallaba el sosiego necesario para el estudio en su domicilio, y se trasladó al colegio de la Santa Familia (denominado también de los Chinos), donde permaneció hasta abril de 1729. Alfonso, residente del mismo, lo había dejado antes que él para instituir su fundación. En junio de ese año el beato ingresó en la sociedad de las Misiones Apostólicas, asociación de sacerdotes napolitanos que estaban bajo la autoridad del arzobispo; tenían como objetivo primordial atender las zonas marginales de la diócesis. Empleó gran parte de su tiempo en esta tarea misionera y solidaria. Visitaba a los que se hallaban ingresados en el hospital, a los ancianos del geriátrico de san Gennaro y a los marineros enfermos en el hospital del puerto. También impartía catequesis a los niños obligados a ganarse el sustento como obreros.

Alfonso había fundado su Orden en Scala el año 1732, el mismo en el que Gennaro se ordenó sacerdote. El cardenal Pignatelli puso al beato al frente de la formación religiosa en la parroquia de los santos Francisco y Mateo. El lugar en el que estaba ubicada era un auténtico lupanar donde muchas jóvenes eran vilmente explotadas en malsanos tugurios. Y se dedicó a luchar contra esta antigua lacra social. Cuando en 1733 las críticas se cebaron en el fundador de los redentoristas, Gennaro se unió a él y le ayudó en Ravello. Así inició su colaboración. La forma de apostolado que impulsaba Alfonso despertó su interés. Ambos unieron sus fuerzas catequizando a laicos y promoviendo acciones apostólicas realizadas al caer la tarde en las denominadas «capillas del atardecer». Poco después Gennaro se convirtió en redentorista, pero nunca dejó de ser miembro de las Misiones Apostólicas.

Idealista, soñador, altamente creativo, llegó con un sinfín de proyectos y trabajó junto al fundador sin desfallecer, mostrando la urgencia apostólica que le animaba. Predicó misiones por la provincias de Calabria y de los Abruzzos. Vivía en un constante estado de oración, por eso pudo escribir por experiencia: «Dios está más cerca de nosotros que nosotros mismos». Seguía preocupado por el destino de las prostitutas y escribió Ragioni cattolichepensando en el peligro que corrían numerosas jóvenes.

Extenuado por tanto esfuerzo, hubo un momento en que su salud decayó seriamente, y autorizado por Alfonso regresó a Nápoles a fin de restablecerse. Se trasladó a Scala. Luego volvió nuevamente a Nápoles. Allí siguió luchando para devolver la dignidad a las mujeres descarriadas, al punto de suscitar la atención de las autoridades. Paralelamente escribía con exclusiva finalidad espiritual, evangelizadora. Su legado se compone de una treintena de obras dedicadas a la meditación, dirección espiritual, teología mística, derecho, pedagogía, moral y temas pastorales. Hasta su muerte solía viajar periódicamente desde Roma a Nápoles, donde seguía ejerciendo la labor catequética misionera, sin descuidar su apostolado en pro de la mujer; ello le impuso permanecer en la ciudad para atenderlas convenientemente. Lo denominaban «el misionero santo».

La intensidad de su entrega consumió sus escasas fuerzas. En junio de 1744 se hallaba muy enfermo, y se alojó en la casa de su hermano Domenico, en Nápoles. Cuando Alfonso tuvo noticias de su gravedad, inmediatamente le envió dos redentoristas para que le asistieran. Y el 30 de junio de ese año entregó su alma a Dios. Humilde y desprendido hasta el final, había pedido al religioso que le acompañaba:«Hermano, prepare los vestidos más viejos para amortajarme, a fin de que no se pierdan los mejores conmigo». Juan Pablo II lo beatificó el 12 de mayo de 1996.