Servicio diario - 15 de enero de 2019


 

El aborto y la eutanasia son "males gravísimos que contradicen el Espíritu de vida"
Deborah Castellano Lubov

Carta del Papa al Presidente de la Pontificia Academia para la Vida
Redacción

Beatificación de 14 Concepcionistas Franciscanas asesinadas en España
Rosa Die Alcolea

Asia: El Papa invita a explorar "nuevos medios y métodos de testimoniar el Evangelio"
Rosa Die Alcolea

Patronos de la JMJ: Óscar Arnulfo Romero
Redacción

El Sagrado Corazón de las Ermitas de Córdoba se iluminará de rojo por los cristianos perseguidos
Rosa Die Alcolea

P. Antonio Rivero: "El vino nuevo que ofrece Jesús en el sacramento del Matrimonio"
Antonio Rivero

Beata Juana María Condesa Lluch, 16 de enero
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

15/01/2019-18:40
Deborah Castellano Lubov

El aborto y la eutanasia son "males gravísimos que contradicen el Espíritu de vida"

(ZENIT — 15 enero 2019).- El aborto y de la supresión de los enfermos son "males gravísimos que contradicen el Espíritu de vida y nos hunden en la anti-cultura de la muerte".

El Papa Francisco condenó estas realidades, diciendo esto en una carta a la Academia Pontificia para la Vida para conmemorar su 25 aniversario, como se fundó el 11 de febrero de 1994. La carta del Papa fue firmada el 6 de enero de 2019 y presentada hoy en la Oficina de Prensa de la Santa Sede por el presidente de la Academia, el arzobispo Vincenzo Paglia.

El documento ha sido presentado por Mons. Vincenzo Paglia, Presidente de la Academia Pontificia para la Vida; Mons. Renzo Pegoraro, Canciller de la misma Academia Pontificia; el Prof. Padre Paolo Benanti, T.O.R., Profesor de Teología Moral y Ética de las Tecnologías en la Pontificia Universidad Gregoriana y miembro de la Academia Pontificia para la Vida; y la Prof. Laura Palazzani, Profesora de Bio-jurídica y Filosofía del Derecho en la Universidad Libre Maria Santissima Assunta (LUMSA), académica de la Academia Pontificia para la Vida.

La Academia —informaron los presentadores— tendrá su próxima Asamblea General el próximo mes, del 25 al 27 de febrero de 2019, en el Aula Nueva del Sínodo, en el Vaticano, sobre el tema Robo-ética'. Personas, máquinas y salud.

En la carta, el Papa hizo un llamamiento para "proteger y promover la vida humana", en todas sus etapas, y condenó todos los intentos de desafiarla.

También reflexionó sobre la historia de la Pontificia Academia para la Vida, con su fundación por el Papa San Juan Pablo II, a instancias del doctor Jéróme Lejeune, su historia con sus cuatro presidentes que precedieron al Arzobispo Paglia, así como su futuro.

En esta misión, nos alientan las señales de que Dios está trabajando en nuestro tiempo. Estos signos deben ser reconocidos y no eclipsados por ciertos factores negativos.

En esta línea, "San Juan Pablo II señaló los numerosos esfuerzos por acoger y defender la vida humana, la creciente oposición a la guerra y la pena de muerte, y una mayor preocupación por la calidad de vida y la ecología", escribe el Santo Padre en la carta.

El santo polaco —recuerda el Papa Francisco— indicó como un signo de esperanza el desarrollo de la bioética como "reflexión y diálogo" entre creyentes y no creyentes, así como entre creyentes de diferentes religiones, sobre problemas éticos, incluso los más fundamentales, que afectan a la vida del hombre".

El Papa señala que la comunidad científica de la Academia Pontificia para la Vida ha demostrado, durante los últimos 25 años, su capacidad para entrar en este diálogo y ofrecer su propia contribución competente y respetada.

"Prueba de ello es el compromiso con la promoción y protección de la vida humana en todo su desarrollo, la denuncia del aborto y de la supresión de los enfermos como males gravísimos que contradicen el Espíritu de vida y nos hunden en la anti-cultura de la muerte".

 

Leer la carta del Papa completa

 

 

15/01/2019-11:21
Redacción

Carta del Papa al Presidente de la Pontificia Academia para la Vida

(ZENIT — 15 enero 2019).- Con ocasión del 25° aniversario de la institución de la Pontificia Academia para la Vida (11 febrero 1994 — 11 febrero 2019), el Papa Francisco ha escrito una carta titulada Humana communitas (La comunidad humana).

El documento ha sido presentado esta mañana, martes, 15 de enero de 2019, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

En el acto de presentación han participado Mons. Vincenzo Paglia, Presidente de la Academia Pontificia para la Vida; Mons. Renzo Pegoraro, Canciller de la misma Academia Pontificia; el Prof. Padre Paolo Benanti, T.O.R., Profesor de Teología Moral y Ética de las Tecnologías en la Pontificia Universidad Gregoriana y miembro de la Academia Pontificia para la Vida; y la Prof. Laura Palazzani, Profesora de Bio-jurídica y Filosofía del Derecho en la Universidad Libre Maria Santissima Assunta (LUMSA), académica de la Academia Pontificia para la Vida.

En el marco del XXV aniversario de la Academia, se celebrará una Asamblea General del 25 al 27 de febrero de 2019, en el Aula Nueva del Sínodo, en el Vaticano, sobre el tema Robo-ética'. Personas, máquinas y salud.

***

 

Carta del Santo Padre

Humana communitas

[La comunidad humana]

 

La comunidad humana ha sido el sueño de Dios desde antes de la creación del mundo (cf. Ef 1,3-14). El Hijo eterno engendrado por Dios tomó en ella carne y sangre, corazón y afectos. La gran familia de la humanidad se reconoce a sí misma en el misterio de la generación. De hecho, entre las criaturas humanas la iniciación familiar en la fraternidad puede ser considerada como un verdadero tesoro escondido, con vistas a la reorganización comunitaria de las políticas sociales y a los derechos humanos, tan necesarios hoy en día. Para que esto pueda darse, necesitamos ser cada vez más conscientes de nuestro común origen en la creación y el amor de Dios. La fe cristiana confiesa la generación del Hijo como el misterio inefable de la unidad eterna entre el "llamar a la existencia" y la "benevolencia", que reside en lo más profundo del Dios Uno y Trino. El anuncio renovado de esta revelación, que ha sido descuidada, puede abrir un nuevo capítulo en la historia de la comunidad y de la cultura humana, que hoy implora un nuevo nacimiento en el Espíritu —gimiendo y sufriendo los dolores del parto (cf. Rm 8,22)—. En el Hijo unigénito se revela la ternura de Dios, así como su voluntad de redimir a toda la humanidad que se siente perdida, abandonada, descartada y condenada sin remisión. El misterio del Hijo eterno, que se hizo uno de nosotros, sella de una vez para siempre esta pasión de Dios. El misterio de su Cruz —«por nosotros y por nuestra salvación»— y de su Resurrección —como «el primogénito entre muchos hermanos» (Rm 8,29)— dice hasta qué punto esta pasión de Dios está dirigida a la redención y realización de la criatura humana.

Hemos de restaurar la evidencia de esta pasión de Dios por la criatura humana y su mundo. Dios la hizo a su "imagen" —"varón y mujer", los creó (cf. Gn 1,27)— como una criatura espiritual y sensible, consciente y libre. La relación entre el hombre y la mujer constituye el lugar por excelencia en el que toda la creación se convierte en interlocutora de Dios y testigo de su amor. Nuestro mundo es la morada terrena de nuestra iniciación a la vida, el lugar y el tiempo en los que ya podemos empezar a disfrutar de la morada celestial a la que estamos destinados (cf. 2 Co 5,1), donde viviremos en plenitud la comunión con Dios y con los demás. La familia humana es una comunidad de origen y de destino, cuyo cumplimiento está escondido, con Cristo, en Dios (cf. Co/ 3,1-4). En nuestro tiempo, la Iglesia está llamada a relanzar vigorosamente el humanismo de la vida que surge de esta pasión de Dios por la criatura humana. El compromiso para comprender, promover y defender la vida de todo ser humano toma su impulso de este amor incondicional de Dios. La belleza y el atractivo del Evangelio nos muestran que el amor al prójimo no se reduce a la aplicación de unos criterios de conveniencia económica y política o a «algunos acentos doctrinales o morales que proceden de determinadas opciones ideológicas» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 24 noviembre 2013, 39).

 

Una historia apasionada y fecunda

1. Esta pasión ha animado la actividad de la Pontificia Academia para la Vida desde su fundación hace veinticinco años, por san Juan Pablo II, siguiendo la recomendación del siervo de Dios y gran científico Jéróme Lejeune. Este último, claramente convencido de la profundidad y rapidez de los cambios que se producen en el ámbito biomédico, consideró oportuno sostener un compromiso más estructurado y orgánico en este frente. De este modo, la Academia ha podido desarrollar iniciativas de estudio, formación e información para que «quede de manifiesto que la ciencia y la técnica, puestas al servicio de la persona humana y de sus derechos fundamentales, contribuyen al bien integral del hombre y a la realización del proyecto divino de salvación (cf. Gaudium et spes, 35)» (Juan Pablo II, Motu proprio Vitae mysterium, 11 febrero 1994, 3). Las actividades de la Academia recibieron un renovado impulso con el nuevo Estatuto (18 octubre 2016). El propósito era el de hacer que la reflexión sobre estas cuestiones tuviera cada vez más en cuenta el contexto contemporáneo, en el que el ritmo creciente de la innovación tecnológica y científica, y la globalización, multiplican por una parte las interacciones entre las diferentes culturas, religiones y conocimientos y, por otra, entre las múltiples dimensiones de la familia humana y de la casa común en la que habita. «Por lo tanto, es urgente intensificar el estudio y la comparación de los efectos de esta evolución de la sociedad en un sentido tecnológico para articular una síntesis antropológica que esté a la altura de este desafío de época. El área de vuestra experiencia calificada no puede limitarse, pues, a resolver problemas planteados por situaciones específicas de conflicto ético, social o legal. La inspiración de una conducta consistente con la dignidad humana atañe a la teoría y a la práctica de la ciencia y la técnica en su enfoque general de la vida, de su significado y su valor» (Discurso a la Asamblea General de la Pontificia Academia para la Vida, 5 octubre 2017).

 

Degradación de lo humano y paradoja del "progreso"

2. La pasión por lo humano, por toda la humanidad encuentra en este momento de la historia serias dificultades. Las alegrías de las relaciones familiares y de la convivencia social se muestran profundamente desvaídas. La desconfianza recíproca entre los individuos y entre los pueblos se alimenta de una búsqueda desmesurada de los propios intereses y de una competencia exasperada, no exenta de violencia. La distancia entre la obsesión por el propio bienestar y la felicidad compartida de la humanidad se amplía hasta tal punto que da la impresión de que se está produciendo un verdadero cisma entre el individuo y la comunidad humana. En la Encíclica Laudato si' he resaltado el estado de emergencia en el que se encuentra nuestra relación con la tierra y los pueblos. Es una alarma causada por la falta de atención a la gran y decisiva cuestión de la unidad de la familia humana y su futuro. La erosión de esta sensibilidad, por parte de las potencias mundanas de la división y la guerra, está creciendo globalmente a una velocidad muy superior a la de la producción de bienes. Es una verdadera y propia cultura —es más, sería mejor decir anti-cultura— de indiferencia hacia la comunidad: hostil a los hombres y mujeres, y aliada con la prepotencia del dinero.

3. Esta emergencia revela una paradoja: ¿Cómo es posible que, en el mismo momento de la historia del mundo en que los recursos económicos y tecnológicos disponibles nos permitirían cuidar suficientemente de la casa común y de la familia humana —honrando así a Dios que nos los ha confiado—, sean precisamente estos recursos económicos y tecnológicos los que provoquen nuestras divisiones más agresivas y nuestras peores pesadillas? Los pueblos sienten aguda y dolorosamente, aunque a menudo confusamente, la degradación espiritual —podríamos decir el nihilismo— que subordina la vida a un mundo y a una sociedad sometidos a esta paradoja. La tendencia a anestesiar este profundo malestar, a través de una búsqueda ciega del disfrute material, produce la melancolía de una vida que no encuentra un destino a la altura de su naturaleza espiritual. Debemos reconocerlo: los hombres y mujeres de nuestro tiempo están a menudo desmoralizados y desorientados, sin ver. Todos estamos un poco replegados sobre nosotros mismos. El sistema económico y la ideología del consumo seleccionan nuestras necesidades y manipulan nuestros sueños, sin tener en cuenta la belleza de la vida compartida y la habitabilidad de la casa común.

 

Una escucha responsable

4. El pueblo cristiano, haciendo suyo el grito de sufrimiento de los pueblos, debe reaccionar ante los espíritus negativos que fomentan la división, la indiferencia y la hostilidad. Tiene que hacerlo no solo por sí mismo, sino por todos. Y tiene que hacerlo de inmediato, antes de que sea demasiado tarde. La familia eclesial de los discípulos —y de todos los que buscan en la Iglesia las razones de la esperanza (cf. 1 P 3,15)—ha sido plantada en la tierra como «sacramento [...] de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 1). La rehabilitación de la criatura de Dios en la feliz esperanza de su destino tiene que llegar a ser la pasión dominante de nuestro anuncio. Es urgente que los ancianos crean aún más en sus mejores "sueños" y que los jóvenes tengan "visiones" capaces de impulsarles a comprometerse con valentía en la historia (cf. J13,1). Una nueva
perspectiva ética universal, atenta a los temas de la creación y de la vida humana, es el objetivo que debemos perseguir a nivel cultural. No podemos continuar por el camino del error que se ha seguido en tantas décadas de deconstrucción del humanismo, identificado con toda ideología de voluntad de poder, que se sirve del firme apoyo del mercado y la tecnología, por ello hay que combatirla a favor del humanismo. La diversidad de la vida humana es un bien absoluto, digno de ser custodiado éticamente y muy valioso para la salvaguardia de toda la creación. El escándalo está en que el humanismo se contradiga a sí mismo, en lugar de inspirarse en el acto del amor de Dios. La Iglesia debe primero redescubrir la belleza de esta inspiración y empeñarse con renovado entusiasmo.

 

Una tarea difícil para la Iglesia

5. Somos conscientes de que tenemos dificultades para reabrir este horizonte humanístico, incluso dentro de la Iglesia. Ante todo, preguntémonos sinceramente: ¿Tienen las comunidades eclesiales hoy en día una visión y dan un testimonio que esté a la altura de esta emergencia de la época presente? ¿Están seriamente enfocadas en la pasión y la alegría de transmitir el amor de Dios por la vida de sus hijos en la Tierra? ¿O se pierden todavía demasiado en sus problemas y en ajustes tímidos que no van más allá de la lógica de un compromiso mundano? Debemos preguntarnos seriamente si hemos hecho lo suficiente para dar nuestra contribución específica como cristianos a una visión de lo humano que es capaz de sostener la unidad de la familia de los pueblos en las condiciones políticas y culturales actuales. O si, por el contrario, hemos perdido de vista su centralidad, anteponiendo las ambiciones de nuestra hegemonía espiritual en el gobierno de la ciudad secular, encerrada en sí misma y en sus bienes, frente al cuidado de la comunidad local abierta a la hospitalidad evangélica hacia los pobres y desesperados.

 

Construir una fraternidad universal

6. Es hora de relanzar una nueva visión de un humanismo fraterno y solidario de las personas y de los pueblos. Sabemos que la fe y el amor necesarios para esta alianza toman su impulso del misterio de la redención de la historia en Jesucristo, escondido en Dios desde antes de la creación del mundo (cf. Ef 1,7-10; 3,9-11; Col 1,13¬14). Y sabemos también que la conciencia y los afectos de la criatura humana no son de ninguna manera impermeables ni insensibles a la fe y a las obras de esta fraternidad universal, plantada por el Evangelio del Reino de Dios. Tenemos que volver a ponerla en primer plano. Porque una cosa es sentirse obligados a vivir juntos, y otra muy diferente es apreciar la riqueza y la belleza de las semillas de la vida en común que hay que buscar y cultivar juntos. Una cosa es resignarse a concebir la vida como una lucha contra antagonismos interminables, y otra cosa muy distinta es reconocer la familia humana como signo de la vitalidad de Dios Padre y promesa de un destino común para la redención de todo el amor que, ya desde ahora, la mantiene viva.

 

7. Todos los caminos de la Iglesia conducen al hombre, como proclamó solemnemente el santo Papa Juan Pablo II en su Encíclica inaugural (Redemptor hominis, 4 marzo 1979). Antes que él, san Pablo VI también recordó en su Encíclica programática, y según la enseñanza del Concilio, que la familiaridad de la Iglesia se extiende por círculos concéntricos a todos los hombres, incluso a quienes se consideran ajenos a la fe y a la adoración de Dios (cf. Ecclesiam suam, 6 agosto 1964). La Iglesia acoge y custodia los signos de bendición y misericordia destinados por Dios a todo ser humano que viene a este mundo.

 

Reconocer los signos de esperanza

8. En esta misión nos son de consuelo los signos de la acción de Dios en el tiempo presente. Hay que reconocerlos, para que el horizonte no se vea ensombrecido por los aspectos negativos. Desde este punto de vista, san Juan Pablo II señaló los gestos de acogida y defensa de la vida humana, la difusión de una sensibilidad contraria a la guerra y a la pena de muerte, así como un interés creciente por la calidad de la vida y la ecología. Indicaba también la difusión de la bioética como uno de los signos de esperanza, es decir, como «la reflexión y el diálogo —entre creyentes y no creyentes, así como entre creyentes de diversas religiones— sobre problemas éticos, incluso fundamentales, que afectan a la vida del hombre» (Carta enc. Evangelium vitae, 25 marzo 1995, 27). La comunidad científica de la Pontificia Academia para la Vida ha demostrado, en sus veinticinco años de historia, cómo precisamente desde esta perspectiva puede ofrecer su alta y calificada contribución. Prueba de ello es el compromiso con la promoción y protección de la vida humana en todo su desarrollo, la denuncia del aborto y de la supresión de los enfermos como males gravísimos que contradicen el Espíritu de vida y nos hunden en la anti-cultura de la muerte. Ciertamente hay que continuar en esta línea, prestando atención a otros desafíos que la coyuntura contemporánea presenta para la maduración de la fe, para una comprensión más profunda de la misma y para una comunicación más adecuada a los hombres de hoy.

 

El futuro de la Academia

9. Debemos, ante todo, hacer nuestro el lenguaje y la historia de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, incorporando el anuncio del Evangelio en la experiencia concreta, como el Concilio Vaticano II ya nos indicó con determinación. Para captar el sentido de la vida humana, la experiencia a la que se hace referencia es aquella que puede reconocerse en la dinámica de la generación. De esta manera, se evitará reducir la vida a un concepto puramente biológico o a una idea universal abstraída de las relaciones y de la historia. La pertenencia originaria a la carne precede y hace posible cualquier otro conocimiento y reflexión, evitando la pretensión del sujeto de ser origen de sí mismo. Solo podemos darnos cuenta de que estamos vivos cuando ya hemos recibido la vida, antes de cualquier intención y decisión nuestras. Vivir significa necesariamente ser hijos, acogidos y cuidados, aunque a veces de manera inadecuada.

«Parece, pues, razonable unir el cuidado que se ha recibido desde el comienzo de la vida y que le ha permitido desplegarse en todo el arco de su desarrollo, y el cuidado que se debe prestar responsablemente a los demás [...]. Este precioso vínculo defiende una dignidad, humana y teologal, que no cesa de vivir, ni siquiera con la pérdida de la salud, del papel social y del control del propio cuerpo» (Carta del Cardenal Secretario de Estado con ocasión de la Conferencia sobre cuidados paliativos, 27 febrero 2018).

 

10. Somos plenamente conscientes de que el umbral del respeto fundamental de la vida humana está siendo transgredido hoy en día de manera brutal, no solo por el comportamiento individual, sino también por los efectos de las opciones y de los acuerdos estructurales. La organización de las ganancias económicas y el ritmo de desarrollo de las tecnologías ofrecen posibilidades nuevas para condicionar la investigación biomédica, la orientación educativa, la selección de necesidades y la calidad humana de los vínculos. La posibilidad de orientar el desarrollo económico y el progreso científico hacia la alianza del hombre y de la mujer, para el cuidado de la humanidad que nos es común, y hacia la dignidad de la persona humana, se basa ciertamente en un amor por la creación que la fe nos ayuda a profundizar e iluminar. La perspectiva de la bioética global, con su amplia visión y su atención a las repercusiones del medio ambiente en la vida y la salud, constituye una notable oportunidad para profundizar la nueva alianza del Evangelio y de la creación.

 

11. Ser miembros del único género humano exige un enfoque global y nos pide a todos que abordemos las cuestiones que surgen en el diálogo entre las diferentes culturas y sociedades, que están cada vez más estrechamente relacionadas en el mundo de hoy. Ojalá la Academia para la Vida sea un lugar lleno de valentía de esta interacción y este diálogo al servicio del bien de todos. No tengan miedo de elaborar argumentos y lenguajes que puedan ser utilizados en un diálogo intercultural e interreligioso, así como interdisciplinar. Participen en la reflexión sobre los derechos humanos, que son un punto central en la búsqueda de criterios universalmente compartidos. Está en juego la comprensión y la práctica de una justicia que muestre el rol irrenunciable de la responsabilidad en el tema de los derechos humanos y su estrecha correlación con los deberes, a partir de la solidaridad con quien está más herido y sufre. El Papa Benedicto XVI ha insistido mucho en la importancia de «urgir una nueva reflexión sobre los deberes que los derechos presuponen, y sin los cuales éstos se convierten en algo arbitrario. Hoy se da una profunda contradicción. Mientras, por un lado, se reivindican presuntos derechos, de carácter arbitrario y superfluo, con la pretensión de que las estructuras públicas los reconozcan y promuevan, por otro, hay derechos elementales y fundamentales que se ignoran y violan en gran parte de la humanidad», entre los que el Papa emérito menciona «la carencia de comida, agua potable, instrucción básica o cuidados sanitarios elementales» (Carta enc. Caritas in veritate, 29 junio 2009, 43).

 

12. Otro frente en el que hay que profundizar la reflexión es el de las nuevas tecnologías hoy definidas como "emergentes y convergentes". Se trata de las tecnologías de la información y de la comunicación, las biotecnologías, las nanotecnologías y la robótica. Hoy es posible intervenir con mucha profundidad en la materia viva utilizando los resultados obtenidos por la física, la genética y la neurociencia, así como por la capacidad de cálculo de máquinas cada vez más potentes. También el cuerpo humano es susceptible de intervenciones tales que pueden modificar no solo sus funciones y prestaciones, sino también sus modos de relación, a nivel personal y social, exponiéndolo cada vez más a la lógica del mercado. Ante todo, es necesario comprender los cambios profundos que se anuncian en estas nuevas fronteras, con el fin de identificar cómo orientarlas hacia el servicio de la persona humana, respetando y promoviendo su dignidad intrínseca. Una tarea muy exigente, que requiere un discernimiento aún más atento de lo habitual, a causa de la complejidad e incertidumbre de los posibles desarrollos. Un discernimiento que podemos definir como «la labor sincera de la conciencia, en su empeño por conocer el bien posible, sobre el que decidir responsablemente el ejercicio correcto de la razón práctica» (Sínodo de los Obispos dedicado a los Jóvenes, Documento final, 27 octubre 2018, 109). Se trata de un proceso de investigación y evaluación que se lleva a cabo a través de la dinámica de la conciencia moral y que, para el creyente, tiene lugar dentro y a la luz de la relación con el Señor Jesús, asumiendo su intencionalidad y sus criterios de elección en la acción (cf. Flp 2,5).

 

13. La medicina y la economía, la tecnología y la política que se elaboran en el centro de la ciudad moderna del hombre, deben quedar expuestas también y, sobre todo, al juicio que se pronuncia desde las periferias de la tierra. De hecho, los numerosos y extraordinarios recursos puestos a disposición de la criatura humana por la investigación científica y tecnológica corren el riesgo de oscurecer la alegría que procede del compartir fraterno y de la belleza de las iniciativas comunes, que les dan realmente su auténtico significado. Debemos reconocer que la fraternidad sigue siendo la promesa incumplida de la modernidad. El aliento universal de la fraternidad que crece en la confianza recíproca parece muy debilitada —dentro de la ciudadanía moderna, como entre pueblos y naciones—. La fuerza de la fraternidad, que la adoración a Dios en espíritu y verdad genera entre los humanos, es la nueva frontera del cristianismo. Cada detalle de la vida del cuerpo y del alma en los que centellea el amor y la redención de la nueva criatura que se está formando en nosotros, nos sorprende como el verdadero y propio milagro de una resurrección ya en acto (cf. Co/ 3,1-2). ¡Que el Señor nos conceda multiplicar estos milagros!

Que el testimonio de san Francisco de Asís, con su capacidad de reconocerse como hermano de todas las criaturas terrenas y celestiales, nos inspire en su perenne actualidad. Que el Señor les conceda estar preparados para esta nueva fase de la misión, con las lámparas llenas del aceite del Espíritu, para iluminar el camino y guiar sus pasos. Son hermosos los pies de aquellos que llevan el anuncio gozoso del amor de Dios por la vida de cada uno y de todos los habitantes de la tierra (cf. Is52,7; Rm 10,15).

Vaticano, 6 de enero de 2019

FRANCISCO

 

 

15/01/2019-20:08
Rosa Die Alcolea

Beatificación de 14 Concepcionistas Franciscanas asesinadas en España

(ZENIT — 15 de enero de 2019).- El Papa Francisco ha autorizado la canonización de la suiza Marguerite Bays, de la Tercera Orden de San Francisco de Asís, y la beatificación de las Siervas de Dios María del Carmen y 13 religiosas de la Orden de las Concepcionistas Franciscanas; asesinadas por odio a la fe, en España en 1936.

Esta mañana, 15 de enero de 2019, el Santo Padre recibió en audiencia al cardenal Giovanni Angelo Becciu, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, y durante la audiencia, el Papa autorizó a dicha Congregación a promulgar cuatro decretos, ha informado la Oficina de Prensa de la Santa Sede, este martes, 15 de enero de 2019.

Del este modo, el Pontífice ha concedido la promulgación de los decretos que reconocen las virtudes heroicas de la puertorriqueña María Soledad Sanjurjo Santos, religiosa profesa de la Congregación de los Siervas de María Ministras de los Enfermos y de la polaca Anna Kaworek, Cofundadora de la Congregación de las Hermanas de San Miguel Arcángel.

 

Milagro de Marguerite Bays

Uno de los decretos aprobados por el Pontífice es el relativo al milagro atribuido a la intercesión de la beata Marguerite Bays, virgen, de la Tercera Orden de San Francisco de Asís; nacida en La Pierraz (Suiza) el 8 de septiembre de 1815 y fallecida en Siviriez (Suiza) el 27 de junio de 1879.

 

Beatificación de 14 religiosas españolas

La causa de beatificación hace referencia a lsabel Lacaba Andia y a otras 13 compañeras. A este grupo de mujeres está dedicada una calle de Madrid llamada `Mártires Concepcionistas', cerca de la plaza de Manuel Becerra.

Diez de las futuras beatas fueron asesinadas por el bando republicano en Madrid, cuando estaban en el convento de clausura, y otras cuatro en otras circunstancias diferentes.

En el caso de que se reconozca "el martirio" no es necesario un milagro para ser declarados beatos, ya que con haber dado su vida a causa de la fe, ya pueden obtener el título de la santidad. Que no es otro, al fin al cabo, que el ser reconocido como ejemplo para todo católico.

 

Virtudes heroicas

Asimismo, el Vaticano, a través de la Congregación de las Causas de los Santos, reconoce las virtudes heroicas de la Sierva de Dios puertorriqueña María Soledad Sanjurjo Santos, religiosa profesa de la Congregación de los Siervas de María Ministras de los Enfermos.

María Soledad nació en Arecibo (Puerto Rico) el 15 de noviembre de 1892 y fallecida en San Juan de Puerto Rico (Puerto Rico) el 23 de abril de 1973.

También será venerable la polaca Anna Kaworek, Cofundadora de la Congregación de las Hermanas de San Miguel Arcángel; nació en Biedrzychowice el 18 de junio de 1872 y falleció en Miejsce Piastowe (Polonia) el 30 de diciembre de 1936.

El camino hacia la santidad comienza con la promulgación de las "virtudes heroicas",lo que supone que a partir de ahora se les otorgará el título de "venerables" y se comenzará el proceso para continuar su beatificación. Así que el primer paso para proclamarlas definitivamente 'santas' ya ha sido dada por el Santo Padre.

 

 

15/01/2019-12:16
Rosa Die Alcolea

Asia: El Papa invita a explorar "nuevos medios y métodos de testimoniar el Evangelio"

(ZENIT — 15 enero 2019).- Francisco ha expresado su deseo de "estar cerca" de los Presidentes de las Comisiones doctrinales de las Conferencias episcopales de Asia, reunidos con una delegación de la Congregación Pontificia para la Doctrina de la Fe en Bangkok, Tailandia, del 15 al 18 de enero de 2019.

El Papa recuerda en su carta que los obispos se congregan en Asia, un "continente vasto y múltiple" marcado por la diversidad religiosa, lingüística y cultural, con el propósito de "reafirmar nuestra responsabilidad común en la unidad y la integridad de la fe católica", así como para explorar "nuevos medios y métodos de testimoniar el Evangelio" en medio de los desafíos de nuestro mundo contemporáneo.

En este marco, Francisco ha aludido a su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, en la que invita a toda la Iglesia a "seguir adelante", ha señalado.

Así, el Santo Padre manifiesta su alegría al saber que la Congregación para la Doctrina de la Fe "se acerca a los pastores" de la Iglesia en Asia para fomentar "la cooperación efectiva y el intercambio fraternal", teniendo en cuenta la importancia de las Conferencias Episcopales y especialmente de sus Comisiones Doctrinales.

El Pontífice asegura su oración para que esta reunión "ofrezca la oportunidad de abordar algunas cuestiones relacionadas con el Evangelio de Jesucristo" que son "específicas" y "relevantes" para Asia, y transmite "de buen grado" su bendición a todos los participantes.

 

 

15/01/2019-20:39
Redacción

Patronos de la JMJ: Óscar Arnulfo Romero

Óscar Arnulfo Romero nació en Ciudad Barrios (El Salvador) el 15 de agosto de 1917. Sus padres, Santos y Guadalupe tuvieron una hija y seis hijos, el segundo de los cuales fue él. A los doce años ingresó en el Seminario Menor de San Miguel, gracias a la ayuda espiritual y económica del Obispo Monseñor Juan Antonio Dueñas. Posteriormente fue enviado a estudiar a Roma, donde recibió la ordenación sacerdotal el 4 de abril de 1942.

De regreso a El Salvador fue Canciller y Secretario de la Diócesis de San Miguel, Vicario General, Párroco de la Cátedra, Director de Asociaciones y Movimientos Apostólicos y Rector del Seminario. Colaboró como Secretario Ejecutivo con el SEDAC (Secretariado Episcopal de América Central). Fue Obispo Auxiliar de San Salvador y finalmente nombrado Arzobispo, el 22 de febrero de 1977.

Su trabajo pastoral se centró en la atención al clero y al pueblo, la celebración de la liturgia, la atención a los enfermos y a los pobres, de acuerdo a los lineamientos del Concilio, Medellín y Puebla. Anunció la Buena Noticia, denunció el pecado e iluminó desde el Evangelio la realidad del país sumido en una grave situación de violencia y división. Llamó al diálogo y a la paz, y acompañó a las víctimas, reclamando continuamente la conversión de quienes actuaban con violencia, injusticia, impunidad y corrupción, especialmente los ricos y poderosos, los guerrilleros y el ejército.

Su actitud profética le hizo vivir un auténtico calvario: intentos de manipulación, insultos y amenazas. El 24 de marzo de 1980 fue asesinado de un disparo mientras celebraba la Eucaristía en la Capilla del Hospital de la Divina Providencia. Fue beatificado el 23 de marzo de 2015.

 

ESPIRITUALIDAD

Como buen pastor dio la vida por sus ovejas, siempre preocupado por el pueblo Salvadoreño, especialmente los más pobres y las víctimas de la violencia. Atendió paternalmente a los sacerdotes y agentes de pastoral, afrontando con valor y sufrimiento los numerosos casos de persecución, cárcel y asesinatos de miembros del clero y catequistas.

Defendió incansablemente la paz, llamando a todos a la conversión, defendiendo la Doctrina Social de la Iglesia y denunciando todas las violaciones a los Derechos Humanos.

Sus homilías y declaraciones, iluminaron la conflictiva situación de El Salvador y orientaron, no sin dificultades, el cumplimiento de la misión liberadora de la Iglesia al servicio del Reino de Dios: «La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres, así la Iglesia encuentra su salvación» (11 de noviembre de 1977). "La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre.

En nombre de Dios pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión". (23 de marzo de 1980).

Su muerte martirial coronó una vida de seguimiento de Cristo, opción decidi- da por el Reino de Dios y su justicia, escucha de la Palabra, fidelidad, valentía, sentido de Iglesia y servicio al pueblo.

 

MODELO PARA LA JUVENTUD

· Seguimiento de Cristo
· Opción por los pobres
· Fidelidad y valentía
· Compromiso por la justicia social
· Llamado al diálogo, la paz y la conversión

 

PRIMER ARZOBISPO MÁRTIR DE AMÉRICA

Defensor de la dignidad humana.

Consagrado al servicio del Reino en la Iglesia

 

 

15/01/2019-12:43
Rosa Die Alcolea

El Sagrado Corazón de las Ermitas de Córdoba se iluminará de rojo por los cristianos perseguidos

(ZENIT — 15 enero 2019).- El monumento del Sagrado Corazón de Jesús de las ermitas de Córdoba (España) se iluminará de color rojo los días 23, 24 y 25 de enero, en recuerdo de los cristianos perseguidos del mundo.

De esta manera, el secretariado para los cristianos perseguidos de Córdoba a través ACN (Ayuda a la Iglesia Necesitada) quiere expresar la cercanía de la diócesis de Córdoba al sufrimiento de los cristianos perseguidos del mundo, al modo en que se ha hecho en otros monumentos emblemáticos como la Sagrada Familia de Barcelona, el Coliseo Romano o el Cristo Redentor del Corcovado de Brasil.

El 61% de la población mundial vive en países donde no hay libertad religiosa. Sigue habiendo personas discriminadas y perseguidas hasta la muerte por su fe en muchos lugares del mundo en pleno siglo )00. Ayuda a la Iglesia Necesitada, con su Informe de Libertad Religiosa en el Mundo 2018, pide su protección y su defensa en todos los países del mundo.

El Informe 2018 sobre Libertad Religiosa en el Mundo será presentado en Córdoba el jueves 24 de enero a las 19 horas en el Palacio Episcopal en un acto presidido por el Obispo de Córdoba.

 

Año Jubilar del Sagrado Corazón de Jesús

Hace 90 años que Córdoba se consagró al amor de Cristo. Ocurría un 24 de octubre de 1929, entonces como hoy, miles de cordobeses siguen en esta advocación los pasos para la amistad con Cristo

La Diócesis de Córdoba celebra el Año Jubilar con motivo del 90° aniversario de esta consagración, que se inició el pasado 24 de octubre de 2018, y terminará el mismo día del año que viene.

Durante todo el año se llevarán a cabo actividades de diversa índole, relacionadas con la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Así podrán lucrar la indulgencia aquellos fieles que participen en los actos jubilares o que recen ante imágenes del Sagrado Corazón expuestas a la pública veneración; también podrán hacerlo aquellas personas mayores o enfermas que no puedan desplazarse a dichos lugares, uniéndose espiritualmente a dichas celebraciones a través de televisión, radio o internet. La indulgencia plenaria podrán los fieles ganarla para sí mismos o en sufragio por las almas del purgatorio.

 

 

15/01/2019-13:11
Antonio Rivero

P. Antonio Rivero: "El vino nuevo que ofrece Jesús en el sacramento del Matrimonio"

 

SEGUNDO DOMINGO TIEMPO COMÚN

Ciclo C

Textos: Is 62, 1-5; 1 Co 12, 4-11; Jn 2, 1-11

Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.

Idea principal: El vino nuevo traído por Cristo a nuestro mundo y a cada hogar, por mediación de María.

Síntesis del mensaje: Dios nos sorprende en este domingo con el evangelio de las Bodas de Caná. Sabemos que es uno de los "signos" de san Juan que nos revelan un profundo significado. Este evangelio trae mucha cristología, mariología y mesianismo. Evangelio difícil y codificado. Intentemos descodificar. Tanto Isaías en la primera lectura como san Juan en el evangelio insisten en ese signo: Dios nos ama con un amor comparable al del esposo para con la esposa. Cristo aparece como el Novio o el Esposo, el Vino nuevo que Dios ha preparado para los últimos tiempos. Ha llegado la hora del Esposo que cumple las promesas del Antiguo Testamento.

 

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, Jesús ocupa el centro del relato de las bodas. El "vino" que Jesús trae es excepcional, abundante (más de quinientos litros) y superior al agua incolora, inodora e insípida de las tinajas de "piedra" del judaísmo; alusión a la ley, escrita en tablas de piedra. Cristo no trae un sistema doctrinal, sino la manifestación de su misterio. Por eso elige unas bodas. La alianza mesiánica fue anunciada por los profetas bajo el simbolismo de unas bodas (cf. Os 2,16-25; Jr 2,1s; 3,1-6; Ez 16; Is 54,4-8). El vino era una característica sobresaliente de los tiempos y bienes mesiánicos. Si el agua de los judíos purificaba los cuerpos; el vino de Cristo purificará las almas, porque lo convertirá después en su Sangre bendita. El cuarto evangelio da inicio a la actividad de Jesús con la alegría de las bodas mesiánicas. El esposo es Jesús y la esposa, la pequeña comunidad que se le une por la fe. La gloria que los discípulos contemplan en Jesús es su manifestación como el nuevo esposo mesiánico. Y la presencia de María ahí representa al Antiguo Testamento y a la humanidad entera. Constata la falta de algo que era esencial en los tiempos mesiánicos: la abundancia y exquisitez del vino. Así lo afirma después el organizador de la fiesta. Y Ella, con amor misericordioso y materno, intercede por nosotros delante de Jesús. Y consigue el milagro, adelantando la Hora de su Hijo y también su propia hora como madre de la humanidad redimida. Al llamarla de "Mujer", Jesús está afirmando que los lazos de la familia de Dios son más fuertes que los de la sangre. Jesús actúa porque se lo pide su madre, ¡cuánto más cuando haya llegado su Hora!

En segundo lugar, las bodas de Caná son la primera boda cristiana que nos consta, leyendo los evangelios, donde Jesús en persona entró y compartió el vino de su bendición, elevando esa unión natural matrimonial a sacramento, fuente de gracia divina y reflejo del amor que Él tiene por la Iglesia. Sin Cristo en el matrimonio, y en la vida, nos faltará el mejor vino del amor divino, de la alegría y del sentido pleno de la existencia; y nuestro vino humano se avinagrará fácilmente. Con Cristo, tendremos siempre el vino de primera calidad y cualidad que nunca se agriará. Vino que alegrará un hogar y la convivencia matrimonial. Vino que compartiremos con los hijos, parientes y amigos, con manifestaciones de interés, de ternura, generosidad, consejo. Vino que con el paso de los años —si continua Jesús en el centro de la familia- tendrá un buqué especial que regocijará los ojos, el olfato y el paladar del alma, y nos ayudará a vencer las dificultades normales de la convivencia. Basta sentarnos y saborear una copa de ese vino nuevo divino traído por Cristo para que las penas se aminoren, la sonrisa florezca en los labios y los abrazos se estrechen una vez más. Por eso, el signo milagroso de Caná expresa el "sí" de Cristo al amor, a la fiesta, a la alegría de todos los matrimonios y familias.

Finalmente, y cuando nos falte el vino divino, ¿qué hacer? ¿Cuál es el vino que nos falta en nuestro mundo? ¿El vino de la paz, el de la ternura en tantas familias; el vino de la fe, de la esperanza y del amor en tantos corazones; el vino de la verdad en tantas mentes...? Cuando faltan estos vinos, la vida se "avinagra". Surgen las peleas, las separaciones, los divorcios, los intereses partidistas, los chanchullos económicos, las frivolidades vacuas, la mentira como herramienta de comunicación, el relativismo moral, la violencia y el terror. ¿Qué hacer? Invocar a María; Ella es la omnipotencia suplicante, como dirá san Bernardo. María vio la carencia en la boda, la hizo suya solidariamente, y puso manos a la obra. No se quedó en relatar lo que sucede y lamentarse por lo que falta o va mal. Darse cuenta del "vino" que nos falta, arrimar el hombro en lo que de nosotros depende, teniendo en la Palabra de Jesús nuestra fuerza y nuestra luz. Esto fue Caná. Esta fue María. Termina el Evangelio diciendo que "los discípulos creyeron en Ef' (Jn 2,11). El final es que habiendo vino, hubo fiesta, y los discípulos viendo el signo, el milagro, creyeron en Jesús. Necesitamos milagros de "vino"; el mundo necesita ver que los vinagres del absurdo se transforman en vino bueno y generoso, el del amor y la esperanza, el que germina en fe. Hay un brindis pendiente siempre. Que sea con vino como el de María en Caná.

Para reflexionar: ¿cómo está la tinaja de mi corazón: vacía, medio llena o llena hasta el borde? ¿Tiene vino de alegría y entusiasmo, o agua incolora, inodora e insípida? ¿Qué cosas me avinagran el vino que Cristo me dio en mi casamiento, el día de mi ordenación sacerdotal, el día de mi consagración religiosa? ¿Suelo invocar a María Santísima para que interceda por mí delante de su Hijo Jesús?

Para rezar: María di a tu Hijo que se nos está acabando el vino de la alegría, del amor, de la fe y de la confianza. Dile a tu Hijo que hay muchas familias sólo con agua o peor, con vino avinagrado; que se apiade de ellas. Gracias, María, por tu intercesión. Sácanos de apuro, como lo hiciste en Caná.

Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, arivero@legionaries.org

 

 

15/01/2019-07:00
Isabel Orellana Vilches

Beata Juana María Condesa Lluch, 16 de enero

«Esta valenciana, ardiente defensora de la mujer trabajadora, fue un remanso de paz y de consuelo para ellas; les devolvió la dignidad. Fundó el Asilo Protector de Obreras y un centro de enseñanza gratuito para las hijas de éstas»

De familia acomodada, nació en Valencia, España, el 30 de marzo de 1862. Fue bautizada en la misma pila en la que recibieron este sacramento san Vicente Ferrer y san Luís Bertrán. Su padre, un médico profundamente comprometido con la fe, era tan ejemplar en la práctica de su profesión que su abnegación le costó la vida al contagiarse del cólera cuando Juana María tenía 3 años. Su madre se ocupó de que ella y su hermana fuesen educadas humana y espiritualmente.

Su infancia, como la de muchas niñas, mostraba las aristas de la contradicción; una etapa proclive a las travesuras, y también al anhelo de torcer la voluntad ajena en bien propio. Cuando su carácter se atemperó, vislumbró en Dios el fin de su vida. A ello le ayudó el vínculo que estableció con la Esclavitud Mariana de Grignion de Montfort y con la Archicofradía de las Hijas de María y Santa Teresa de Jesús a las que se afilió en 1875, y de las que fue su administradora. Además, formó parte de la Tercera Orden del Carmen.

Tempranamente se manifestó su amor a la Eucaristía, a la Inmaculada y a san José. Las prácticas de piedad y la oración, además del compromiso que estableció con los necesitados, fueron las armas con las que se enfrentó a la crisis religiosa de su tiempo. La convicción de ser de Cristo para siempre le instó a consagrarle su virginidad privadamente. Poco antes de cumplir los 18 años determinó dejarse guiar por la voluntad de Dios.

El paisaje que contemplaba cuando solía ir a la propiedad que su familia tenía en la costa, era un reguero de mujeres trabajadoras que se dirigían a las diversas fábricas para ganar el sustento de los suyos. Ella había gozado del privilegio de una existencia acomodada y recibido una sólida educación. Pero se le partía el corazón al ver a sus compatriotas desprovistas de esos bienes, expuestas a otros avatares preñados de peligros por esos caminos desnudos de protección por los que transita la pobreza de vida a todos los niveles. Y pensó cobijarlas en una casa con objeto de paliar tan graves carencias.

Su juventud parecía más que un acicate una dificultad para llevar adelante la misión a la que se sintió llamada: fundar una congregación religiosa. «Yo y todo lo mío para las obreras»,sentimiento que albergaba en su corazón, obtuvo respuesta del cardenal Monescillo: «Grande es tu fe y tu constancia. Ve y abre un asilo a esas obreras por las que con tanta solicitud te interesas y tanto cariño siente tu corazón».Mucho había tenido que insistir Juana María, y convencerse aquél de la autenticidad del proyecto, para poder materializar su sueño.

Por fin, comenzó a cumplirse tras estas palabras que le dirigió el cardenal. Y en 1884 abrió el Asilo Protector de Obreras así como un centro de enseñanza gratuita para las hijas de éstas. «Señor, mantenme firme junto a tu cruz», repetía ante las pruebas, mientras la fundación se extendía por las zonas industriales. A las religiosas les recordaba constantemente que debían «ser santas en el cielo, sin levantar polvo en la tierra».

Devolvió la dignidad a las trabajadoras, consideradas hasta entonces como meros instrumentos de trabajo, y con su caridad y espíritu de sacrificio les enseñó a convertir lo ordinario en extraordinario. Hasta 1911 ni ella ni las religiosas que la acompañaban en este empeño pudieron emitir votos perpetuos. «Aceptar y no pedir es el más santo sufrir». «Excelente disciplina es hacer con alegría lo que más nos costaría», había dicho.

Los signos de su vida: obediencia, alegría, humildad, constancia, dominio de sí, paz, bondad, entrega, laboriosidad, solidaridad, fe, esperanza y amor atestiguaron su sí incondicional a Cristo. No quiso dar cuenta de la mayoría de las lesiones que poco a poco fueron minando su organismo, y falleció el 16 de enero de 1916. Tenía 54 años. Fue beatificada el 23 de marzo de 2003 por Juan Pablo II.