Servicio diario - 23 de febrero de 2019


 

Tercer día del Encuentro: "Como el hijo pródigo, debemos volver limpios y comenzar de nuevo"
Deborah Castellano Lubov

Víctima del abuso en Chile: "Los intentos de volver al yo más verdadero son tan dolorosos como el abuso mismo"
Rosa Die Alcolea

Liturgia penitencial: "Tenemos un largo camino por delante para aplicar todo"
Rosa Die Alcolea

Cardenal Marx: "Es necesario redefinir la confidencialidad y el secreto pontificio"
Rosa Die Alcolea

Valentina Alazraki: "Cuanto más encubran, cuanto menos informen a los medios, más grande será el escándalo"
Rosa Die Alcolea

Testimonio de una mujer abusada: "¡La víctima no es culpable de su silencio!"
Raquel Anillo

Veronica Openibo: Nuevos sistemas que promuevan la acción sin miedo de cometer errores
Rosa Die Alcolea

El Cardenal Marx se reunió con 16 víctimas de abusos sexuales en la Iglesia
Rosa Die Alcolea

Testimonio de un sobreviviente de abuso: "¡Hay un camino!, ¡hay una oportunidad!, ¡hay una esperanza!"
Rosa Die Alcolea

Cardenal Oswald Gracias: Por "una cultura de corrección fraterna"
Raquel Anillo

Cardenal Blase Cupich: "No a la soledad, no al aislamiento"
Anita Bourdin

Beata Josefa Naval Girbés, 24 de febrero
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

23/02/2019-22:15
Deborah Castellano Lubov

Tercer día del Encuentro: "Como el hijo pródigo, debemos volver limpios y comenzar de nuevo"

(ZENIT — 24 febrero 2019).- El tercer día de la Cumbre sobre la Protección de los Menores en la Iglesia, del 21 al 24 de febrero de 2019, se centró en la transparencia, con llamamientos de los obispos africanos que dijeron, como el Hijo Pródigo, que los obispos debemos venir limpios y comenzar de nuevo, Mujeres, laicas y religiosas, que decían no más hipocresía.

El arzobispo de Tamale, Philip Naameh, presidente de la Conferencia Episcopal de Ghana, pronunció la homilía en la Celebración Penitencial que tuvo lugar a las 17:30 horas, en la Sala Regia del Palacio Apostólico del Vaticano.

El obispo africano reflexionó sobre el Evangelio del Hijo Pródigo y observó que, como obispos, "se olvidan fácilmente de aplicar esta escritura a nosotros mismos, de vernos como somos, a saber, como hijos pródigos".

"Al igual que el hijo pródigo en el Evangelio, también exigimos nuestra herencia, la obtuvimos y ahora estamos ocupados en derrocharla", dijo, y señaló que la actual crisis de abuso es una expresión de esto.

"El Señor nos ha confiado el manejo de los bienes de salvación, confía en que cumpliremos su misión, proclamaremos la Buena Nueva y ayudaremos a establecer el reino de Dios. ¿Pero qué hacemos? ¿Hacemos justicia a lo que se nos confía?", Preguntó, lamentándose: "No podremos responder a esta pregunta con un sincero sí, más allá de todas las dudas".

 

"Demasiado a menudo hemos guardado silencio"

"Con demasiada frecuencia nos hemos mantenido en silencio, hemos mirado para otro lado, hemos evitado los conflictos, estábamos demasiado presumidos para enfrentarnos con los lados oscuros de nuestra Iglesia. De este modo, hemos desperdiciado la confianza depositada en nosotros, especialmente con respecto al abuso dentro del área de responsabilidad de la Iglesia, que es principalmente nuestra responsabilidad. "No le hemos otorgado a las personas la protección a la que tienen derecho, han destruido las esperanzas y las personas fueron violadas masivamente en cuerpo y alma".

El Arzobispo recordó que el hijo pródigo en el Evangelio lo pierde todo, no solo su herencia, sino también su estatus social, su buena reputación, su reputación. "No deberíamos sorprendernos si sufrimos un destino similar, si la gente habla mal de nosotros, si hay desconfianza hacia nosotros, si algunos amenazan con retirar su apoyo material".

El arzobispo Naameh dijo que no deberíamos quejamos por esto, sino que preguntamos qué deberíamos hacer de manera diferente. "Nadie puede eximirse, nadie puede decir: pero yo personalmente no he hecho nada malo. Somos una hermandad, somos responsables no solo de nosotros mismos, sino también de todos los demás miembros de nuestra hermandad y de la hermandad en su conjunto ".

 

Aceptar las consecuencias

¿Qué debemos hacer de manera diferente y por dónde empezar? Miremos nuevamente al hijo pródigo en el Evangelio. "Para él, la situación comienza a mejorar cuando él decide ser muy humilde, realizar tareas muy simples y no exigir privilegios.

"Su situación cambia cuando se reconoce a sí mismo, y admite haber cometido un error, se lo confiesa a su padre, habla abiertamente de ello y está listo para aceptar las consecuencias", y como resultado, observó, el Padre experimenta una gran alegría. al regreso de su hijo pródigo, y facilita la aceptación mutua de los hermanos.

"¿Podemos también hacer esto? ¿Estamos dispuestos a hacerlo? La reunión actual revelará esto, debe revelar esto, si queremos mostrar que somos hijos dignos del Señor, nuestro Padre Celestial".

 

Reunión es un paso de muchos

Si bien "nos queda un largo camino por recorrer, implementar realmente todo esto de manera sostenible", y hemos avanzado, incluso si "alcanzamos [a] velocidades diferentes", el obispo señaló que esta reunión actual fue " Sólo un paso de muchos ".

El prelado africano observó que solo porque hemos empezado a cambiar algo juntos, eso no significa que todas las dificultades hayan sido eliminadas.

"Al igual que con el hijo que regresa a casa en el Evangelio, todo aún no se ha cumplido, por lo menos, todavía debe ganarse a su hermano nuevamente. También deberíamos hacer lo mismo: conquistar a nuestros hermanos y hermanas en las congregaciones y comunidades, recuperar su confianza y restablecer su disposición a cooperar con nosotros, a contribuir al establecimiento del reino de Dios ".

 

Coraje para cambiar tu mente, no restes importancia

La primera fue dada por la hermana Veronica Openibo, quien condenó el abuso y el encubrimiento, y destacó que: "En algunas partes del mundo, como África y Asia, decir que nada es un error terrible". También destacó que incluso si los países y ciertas áreas Estamos viviendo situaciones de guerra y conflicto, que esto, aunque terrible, no es una razón para "minimizar el abuso sexual en esos lugares.

Refiriéndose a cuando el papa Francisco inicialmente defendió a un obispo chileno culpable de encubrir a Karadima, pero luego se corrigió a sí mismo y aceptó su renuncia, ella dijo: lo suficientemente humilde para cambiar de opinión, pedir disculpas y actuar, un ejemplo para todos nosotros ".

 

Redefinir la confidencialidad y el secreto

El Cardenal Reinhard Marx, en su discurso que siguió se refirió a la trazabilidad y la transparencia, observó que "los pensamientos de algunas víctimas de abuso se pueden resumir de la siguiente manera: 'Si la Iglesia dice actuar en nombre de Jesús, sin embargo, soy muy mal tratado por el Iglesia o su administración, entonces también me gustaría no tener nada que ver con este Jesús ".

Al pedir concreción, subrayó: "es necesario redefinir la confidencialidad y el secreto y distinguirlos de la protección de datos. "Si no tenemos éxito, o bien desperdiciamos la oportunidad de mantener un nivel de autodeterminación con respecto a la información, o nos exponemos a la sospecha de encubrirnos".

El cardenal alemán, uno de los asesores del Papa, también hizo las siguientes recomendaciones:

"Dada la urgencia del tema, las medidas más importantes deben iniciarse inmediatamente", ha solicitado el arzobispo de Múnich y Frisinga, Presidente de la Conferencia episcopal alemana.

Estas medidas son: 1. Definición del objetivo y de los límites del secreto pontificio; 2. Normas de procedimiento transparentes y reglas para los procesos eclesiásticos; 3. Comunicación al público del número de los casos y de los detalles relativos en la medida de lo posible; 4. Publicación de los sumarios judiciales.

El discurso de esta tarde, antes de la Liturgia Penitencial, fue impartido por la periodista mexicana Valentina Alazraki, que ha estado cubriendo el Vaticano durante 40 años y cubrió no menos de 150 viajes papales. Ella dijo que les estaba hablando como a una madre.

Ella le dijo a los prelados: "Informa cosas cuando las conozcas. Por supuesto, no será agradable, pero es la única manera, si quiere que lo creamos cuando dice: "a partir de ahora ya no toleraremos los encubrimientos".

Alazraki también les dio una fuerte advertencia: "Si no decides de manera radical estar del lado de los niños, las madres, las familias, la sociedad civil, tienes razón al tememos, porque los periodistas, que buscamos el El bien común, serán tus peores enemigos ".

Hoy, también hubo una conferencia de prensa en la tarde, durante la cual el presidente de la Conferencia de Obispos de Malta, el arzobispo Charles Scicluna, el investigador de confianza del abuso sexual clerical del Papa, pareció sugerir que el secreto pontificio en los casos de abuso se está reconsiderando: "Hay un movimiento, [para] no vincular estos procedimientos con un alto nivel de confidencialidad".

 

 

 

23/02/2019-22:35
Rosa Die Alcolea

Víctima del abuso en Chile: "Los intentos de volver al yo más verdadero son tan dolorosos como el abuso mismo"

(ZENIT – 23 febrero 2019).- “Los intentos de volver al yo más verdadero, y participar en el mundo “precedente”, como antes del abuso, son tan dolorosos como el abuso mismo. Se vive siempre en dos mundos al mismo tiempo”: duras palabras en primera persona que reflejan la realidad que vivió este chico chileno, hoy sobreviviente del abuso sexual en la Iglesia.

El joven, visiblemente emocionado, ha compartido en directo su testimonio esta tarde, sábado 23 de febrero de 2019, con el Papa Francisco y los obispos, sacerdotes y religiosos que han trabajado estos días en el Vaticano por mejorar la prevención de los abusos en la Iglesia, un total de 190 representantes de la Iglesia Católica de todos los continentes.

Esta tercera jornada del Encuentro sobre 'La Protección de los Menores en la Iglesia' ha culminado con la celebración de una liturgia penitencial, en la que el Papa Francisco y los representantes de las conferencias episcopales de todo el mundo, junto a los líderes de las Iglesias Católicas Orientales, los superiores y superioras y otros sacerdotes de la Curia Romana, han pedido perdón a las víctimas de estos abusos sexuales, de poder y de conciencia por parte de algunos miembros de la Iglesia.

El Pontífice se ha reunido con este chico –que actualmente vive en Alemania– en la Casa de Santa Marta, residencia habitual del Papa, donde han dialogado durante un momento, ha informado Alessandro Gisotti, director ad interim de la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

 

"Yo puedo y debo estar aquí"

"Ahora puedo manejar mejor esta situación, aprendiendo a convivir con estas dos vidas. Trato de concentrarme sobre mi derecho divino de estar vivo. Yo puedo y debo estar aquí", ha concluido el violinista, que ha interpretado varias piezas de Sebastian Bach durante la ceremonia.

"Cuanto más a menudo sucede, tanto menos regresas a ti mismo. Eres otra persona, y siempre seguirás siendo otra persona. Lo que llevas dentro es como un fantasma, que los demás no pueden ver. Nunca te verán ni te conocerán completamente", ha explicado. "No hay sueño sin recuerdos de lo que ha sucedido, ningún día sin recuerdos (flashbacks)".

Sigue el testimonio completo que ha expuesto el joven chileno, víctima de abuso en la Iglesia:

***

 

Testimonio ofrecido en la liturgia penitencial

El abuso, de cualquier tipo, es la mayor humillación que un individuo puede sufrir. Uno debe enfrentarse al hecho de tener conciencia de no poder defenderse de la fuerza superior del agresor. No se puede escapar de lo que sucede, pero se debe soportar, no importa lo feo que sea.

Cuando se experimenta el abuso, se querría poner fin a todo. Pero no es posible. Se querría escapar, así sucede que uno deja de ser uno mismo. Se querría huir tratando de escapar de uno mismo. Así es que, con el tiempo, uno se queda completamente solo. Estás solo, porque te has retirado a otra parte y no puedes, o no quieres, volver a ti mismo.

Cuanto más a menudo sucede, tanto menos regresas a ti mismo. Eres otra persona, y siempre seguirás siendo otra persona. Lo que llevas dentro es como un fantasma, que los demás no pueden ver. Nunca te verán ni te conocerán completamente. Lo que más duele es la certeza de que nadie te comprenderá. Esa certeza permanece contigo por el resto de tu vida.

Los intentos de volver al yo más verdadero, y participar en el mundo "precedente", como antes del abuso, son tan dolorosos como el abuso mismo. Se vive siempre en dos mundos al mismo tiempo. Desearía que los agresores pudieran entender que son capaces de crear esta división en las víctimas. Por el resto de nuestras vidas.

Cuanto mayor es tu deseo y tus intentos de reconciliar estos dos mundos, más dolorosa es la certeza de que no es posible. No hay sueño sin recuerdos de lo que ha sucedido, ningún día sin recuerdos (flashbacks).

Ahora puedo manejar mejor esta situación, aprendiendo a convivir con estas dos vidas. Trato de concentrarme sobre mi derecho divino de estar vivo. Yo puedo y debo estar aquí. Esto me da valor. Ahora se ha acabado. Puedo seguir adelante. Debo seguir adelante. Si me rindiera ahora o me detuviese, dejaría que esta injusticia interfiera en mi vida. Puedo impedir que esto suceda aprendiendo a controlarlo y aprendiendo a hablar de ello.

 

 

 

23/02/2019-18:16
Rosa Die Alcolea

Liturgia penitencial: "Tenemos un largo camino por delante para aplicar todo"

(ZENIT — 23 febrero 2019).- "¿Qué debemos hacer de forma diferente y por dónde empezar? Miremos de nuevo al hijo pródigo en el Evangelio": Mons. Philip Naameh, Arzobispo de Tamale, Presidente de la Conferencia Episcopal de Ghana, ha pronunciado la homilía en la celebración penitencial, celebrada por el Papa Francisco con los participantes en el Encuentro sobre 'La Protección de los Menores en la Iglesia'.

La liturgia penitencial ha tenido lugar a las 17:30 horas del sábado, 23 de febrero de 2019, tercera jornada de trabajo de la reunión mundial, que del 21 al 24 de febrero de 2019 congrega en el Vaticano  a los representantes de todas las Conferencias Episcopales de la Iglesia Católica en el mundo, y a otros líderes y pastores de la Iglesia.

El obispo africano ha propuesto la parábola del hijo pródigo para reflexionar sobre el trabajo que realizan los obispos, sacerdotes y religiosos estos días sobre la salvaguarda de los menores: "Para él la situación empieza a mejorar cuando decide ser muy humilde, realizar tareas muy sencillas, y no exigir ningún privilegio. Su situación cambia a medida que se reconoce a sí mismo, admite haber cometido un error, se lo confiesa a su padre, habla abiertamente de ello y está dispuesto a aceptar las consecuencias".

"De este modo, el Padre experimenta una gran alegría por el regreso de su hijo pródigo y facilita la aceptación mutua de los hermanos", ha aclarado Mons. Naameh.

 

Largo camino por delante

"Tenemos un largo camino por delante para aplicar todo esto de forma sostenible y adecuada. Hemos hecho diferentes progresos, y hemos alcanzado diferentes velocidades. La reunión actual fue solo un paso entre muchos", ha señalado el obispo.

"No debemos creer que solo porque hayamos empezado a cambiar algo juntos, todas las dificultades han sido eliminadas. Como el hijo que regresa a casa en el Evangelio, todavía no se ha logrado todo, al menos, todavía tiene que ganarse a su hermano de nuevo".

A continuación sigue la homilía de Mons. Philip Naameh, Arzobispo de Tamale, Presidente de la Conferencia Episcopal de Ghana.

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Homilía de Mons. Philip Naameh

Queridos hermanos, queridas hermanas:

El Evangelio del Hijo Pródigo es bien conocido por nosotros. A menudo lo hemos relatado, y a menudo hemos predicado sobre ello. Casi se da por sentado en nuestras asambleas y comunidades, para dirigirse a los pecadores y animarlos a arrepentirse. Tal vez ya lo hacemos tan rutinariamente que olvidamos algo importante. Nos olvidamos fácilmente de aplicar esta escritura a nosotros mismos, para vernos como somos, es decir, como hijos pródigos.

Al igual que el hijo pródigo del Evangelio, también nosotros hemos exigido nuestra herencia, la hemos recibido, y ahora estamos ocupados desperdiciándola. La actual crisis de abusos es una expresión de ello. El Señor nos ha confiado la gestión de los bienes de la salvación, confía en que cumpliremos su misión, proclamaremos la Buena Nueva y ayudaremos a establecer el reino de Dios. Pero, ¿qué hacemos? ¿Hacemos justicia a lo que se nos ha confiado? Sin duda, no podremos responder a esta pregunta con un sí sincero. Con demasiada frecuencia hemos callado, hemos mirado para otro lado, hemos evitado los conflictos, hemos sido demasiado petulantes para enfrentarnos a los lados oscuros de nuestra Iglesia. De este modo, hemos derrochado la confianza depositada en nosotros, especialmente en lo que se refiere a los abusos en el ámbito de la responsabilidad de la Iglesia, que es ante todo nuestra responsabilidad. No hemos brindado a las personas la protección a la que tienen derecho, hemos destruido las esperanzas y las personas han sido vejadas masivamente tanto en cuerpo como en alma.

El hijo pródigo en el Evangelio lo pierde todo, no solo su herencia, sino también su estatus social, su buena posición, su reputación. No debemos sorprendernos si sufrimos un destino similar, si la gente habla mal de nosotros, si hay desconfianza hacia nosotros, si algunos amenazan con retirar su apoyo material. No debemos quejamos de ello, sino preguntarnos qué debemos hacer de forma diferente. Nadie puede eximirse, nadie puede decir: pero yo personalmente no he hecho nada malo. Somos una fraternidad, somos responsables no solo de nosotros mismos, sino también de todos los demás miembros de nuestra fraternidad, y de la fraternidad en su conjunto.

¿Qué debemos hacer de forma diferente y por dónde empezar? Miremos de nuevo al hijo pródigo en el Evangelio. Para él la situación empieza a mejorar cuando decide ser muy humilde, realizar tareas muy sencillas, y no exigir ningún privilegio. Su situación cambia a medida que se reconoce a sí mismo, admite haber cometido un error, se lo confiesa a su padre, habla abiertamente de ello y está dispuesto a aceptar las consecuencias. De este modo, el Padre experimenta una gran alegría por el regreso de su hijo pródigo y facilita la aceptación mutua de los hermanos.

¿Podemos nosotros también hacer esto? ¿Estamos dispuestos a hacerlo? La reunión actual revelará esto, debe revelar esto, si queremos mostrar que somos hijos dignos del Señor, nuestro Padre Celestial. Como hemos escuchado y debatido hoy y en los dos días anteriores, esto incluye asumir responsabilidades, demostrar que rendimos cuentas y establecer transparencia.

Tenemos un largo camino por delante para aplicar todo esto de forma sostenible y adecuada. Hemos hecho diferentes progresos, y hemos alcanzado diferentes velocidades. La reunión actual fue solo un paso entre muchos. No debemos creer que solo porque hayamos empezado a cambiar algo juntos, todas las dificultades han sido eliminadas. Como el hijo que regresa a casa en el Evangelio, todavía no se ha logrado todo, al menos, todavía tiene que ganarse a su hermano de nuevo. También debemos hacer lo mismo: ganarnos a nuestros hermanos y hermanas en las asambleas y comunidades, recuperar su confianza y restablecer su voluntad de cooperar con nosotros, para contribuir a establecer el reino de Dios.

 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

23/02/2019-14:41
Rosa Die Alcolea

Cardenal Marx: "Es necesario redefinir la confidencialidad y el secreto pontificio"

(ZENIT — 23 febrero 2019).- "Es necesario redefinir la confidencialidad y el secreto pontificio, y hacer una distinción con respecto a la protección de los datos", es una de las 4 medidas sobre 'transparencia' propuestas por el Cardenal Reinhard Marx, en su Relación, ofrecida esta mañana, 23 de febrero de 2019, tercer día el Encuentro sobre 'La Protección de los Menores en la Iglesia'. confirmó.

"Dada la urgencia del tema, las medidas más importantes deben iniciarse inmediatamente", ha solicitado el arzobispo de Múnich y Frisinga, Presidente de la Conferencia episcopal alemana.

Estas medidas son: 1. Definición del objetivo y de los límites del secreto pontificio; 2. Normas de procedimiento transparentes y reglas para los procesos eclesiásticos; 3. Comunicación al público del número de los casos y de los detalles relativos en la medida de lo posible; 4. Publicación de los sumarios judiciales.

Cuando hoy os hablo de transparencia, lo hago con dos premisas. La primera es la de una "comprensión específica del concepto de transparencia", la segunda es "aclarar cuánta administración necesita la Iglesia", ha explicado el cardenal alemán.

Para mí la transparencia significa que las acciones, las decisiones, los procesos, los procedimientos y así sucesivamente son comprensibles y rastreables. Considero que la rastreabilidad y la transparencia están inextricablemente vinculadas entre ellas.

 

La fe "no puede ser administrada"

La segunda: Es importante aclarar cuánta administración necesita la Iglesia. Y, de un primer vistazo, parece que necesita mucha menos.

La fe no puede ser administrada. El Espíritu de Dios no puede ser capturado en un archivo o en una carpeta. El amor de Dios se refleja en actos específicos de cuidado por las personas más que en procedimientos administrativos. Los sacramentos transmiten verdadera misericordia, mientras que la administración forma parte de las minutiae de este mundo.

 

Acciones específicas de la Iglesia

El Presidente de la Conferencia Episcopal Alemana ha plateando "¿Qué constituye la Iglesia; qué papel debería desempeñar la administración?"

La administración en el seno de la Iglesia está estrechamente ligada a elementos teológicos, tiene motivaciones teológico-espirituales y está estrechamente ligada a las acciones específicas de la Iglesia. Una administración de la Iglesia plenamente funcional es un ladrillo en la lucha contra los abusos y en la tarea de afrontar los abusos.

 

Abuso de poder en la administración

El abuso sexual de niños y jóvenes se debe, en gran medida, al abuso de poder en el ámbito de la administración. En este sentido, la administración no ha ayudado a cumplir la misión de la Iglesia, sino que, por el contrario, la ha oscurecido, la ha desacreditado y la ha hecho imposible.

 

Necesidad de rastreabilidad

"Necesitamos de forma urgente una administración que no solo contribuya a llevar a cabo la misión de la Iglesia, sino que en alguna medida encarne lo que se quiere realizar con esta misión", ha anunciado Mons. Marx. Debe ser -exactamente como la Iglesia en su conjunto- "no solo un instrumento", sino también un "símbolo de la unificación de la humanidad y de la unidad de los hombres con Dios".

***

 

Transparencia como comunidad de creyentes

Santo Padre, Eminencias, Excelencias,
queridas hermanas y queridos hermanos:

Cuando hoy os hablo de transparencia, lo hago con dos premisas. La primera es la de una comprensión específica del concepto de transparencia. Entiendo esta última no como el mayor número posible de informaciones reveladas diversas, descoordinadas. Para mí la transparencia significa que las acciones, las decisiones, los procesos, los procedimientos y así sucesivamente son comprensibles y rastreables. Considero que la rastreabilidad y la transparencia están inextricablemente vinculadas entre ellas.

La segunda es que os hablo de transparencia en relación con la rastreabilidad como cardenal alemán que soy. Tal vez, alguno de vosotros ahora pensará inmediatamente: es típico, de hecho no se puede esperar otra cosa. A nosotros los alemanes se nos conoce por tener una cierta tendencia a la administración, que incluye los ya citados aspectos de la rastreabilidad y de la transparencia. Carpetas, documentos, módulos, direcciones, párrafos, elencos, normas de procedimiento y así sucesivamente: parece que estas cosas les son transmitidas a los alemanes en el momento de nacer y parece que cualquiera que se relacione de cualquier manera con nosotros deba enfrentarse con todo esto que acabo de decir. Alguno podría considerarlo una peculiaridad y no prestarle mayor atención. Otros -tal vez la mayoría- podrían oponerse a todo ello. Se preguntan seriamente: ¿Esta administración no es contraria a la dinámica de la vida? ¿No entienden que la administración pone en el centro los archivos en vez de a las personas y sus necesidades? ¿No es tal vez cierto que la administración crea solo trabajo adicional y distrae de las verdaderas tareas?

Quisiera afrontar estas preguntas junto a vosotros. Y no os preocupeis: no es un problema solo de alemanes, suizos o americanos. Es un problema fundamental que debemos afrontar juntos como Iglesia, de manera especial y específica en lo que respecta a la gestión apropiada del tema de los abusos. Es importante aclarar cuánta administración necesita la Iglesia. Y, de un primer vistazo, parece que necesita mucha menos. Este asunto puede basarse en diversos aspectos. La fe no puede ser administrada. El Espíritu de Dios no puede ser capturado en un archivo o en una carpeta. El amor de Dios se refleja en actos específicos de cuidado por las personas más que en procedimientos administrativos. Los sacramentos transmiten verdadera misericordia, mientras que la administración forma parte de las minutiae de este mundo. Se podrían enumerar otras argumentaciones para demostrar que la administración en realidad no tiene mucho que ver con la Iglesia y puede descuidarse más o menos. Pero, ¿es realmente así? Intentemos aclararlo siguiendo juntos los siguientes procesos mentales y tomando conciencia de: ¿qué constituye la Iglesia; qué papel debería desempeñar la administración; de qué modo la administración cumple con su objetivo; qué se debe hacer para que se cumplan las condiciones necesarias y cuáles son las tareas que se derivan de ellas?

Pero tampoco aquí puedo ocultar aquello de lo que estoy firmemente convencido y que considero esencial: la administración en el área de responsabilidad de la Iglesia no es solo una cuestión técnica, especialista o funcional. La administración en el seno de la Iglesia está estrechamente ligada a elementos teológicos, tiene motivaciones teológico-espirituales y está estrechamente ligada a las acciones específicas de la Iglesia. Una administración de la Iglesia plenamente funcional es un ladrillo en la lucha contra los abusos y en la tarea de afrontar los abusos. El motivo por el que pienso que esto emergerá en las siguientes secciones.

 

La comprensión de sí misma de la Iglesia

La Iglesia tiene una misión en este mundo. Como afirma la Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium al inicio: "La Iglesia es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (n.1). Esta misión la desarrollan personas específicas en lugares específicos en condiciones muy específicas, lo que también requiere medios terrenales adecuados y tangibles. Por lo tanto, por una justa razón, un poco más adelante, en el texto Lumen gentium se afirma: "Cristo, el único Mediador, instituyó y mantiene continuamente en la tierra a su Iglesia santa, comunidad de fe, esperanza y caridad, como un todo visible [...] Mas la sociedad provista de sus órganos jerárquicos y el Cuerpo místico de Cristo, la asamblea visible y la comunidad espiritual, la Iglesia terrestre y la Iglesia enriquecida con los bienes celestiales, no deben ser consideradas como dos cosas distintas, sino que más bien forman una realidad compleja que está integrada de un elemento humano y otro divino" (n.8) Y después continúa: "Por eso se la compara, por una notable analogía, al misterio del Verbo encarnado, pues así como la naturaleza asumida sirve al Verbo divino como de instrumento vivo de salvación unido indisolublemente a Él, de modo semejante la articulación social de la Iglesia sirve al Espíritu Santo, que la vivifica, para el acrecentamiento de su cuerpo [...]".

De forma resumida, esto significa: las acciones de la Iglesia en este mundo no pueden ser rigurosa y meramente espirituales. Descuidar los aspectos mundanos de la Iglesia y de las leyes no hace justicia a la realidad de la Iglesia. De manera análoga, el cuerpo de Cristo y la organización humana de la Iglesia deben ser vistos "sin separación y sin mezclas". Por lo tanto, todos los principios fundamentales para una buena sociedad y una organización que sirva a las personas en la vida de la Iglesia no pueden ser ignoradas.

 

El propósito de la administración

Los aspectos terrenales de la Iglesia comprenden esencialmente el hecho de que muchas personas diversas trabajan juntas para llevar a cabo la misión de la Iglesia y que necesitan también recursos materiales adecuados para sus respectivas actividades. Es necesario pagar salarios, mantener los edificios eclesiales, construir salas parroquiales, coordinar la cooperación, respetar los contratos, imprimir el material catequético: la lista es infinita, pero al final del día, todos estos ejemplos conciernen solo una realidad: para desempeñar todas las tareas que nacen de la misión de la iglesia -y por lo tanto, también la misión de la Iglesia misma- se necesita una administración plenamente funcional, que debe orientarse al objetivo de la Iglesia y estar basada en el principio de justicia.

La administración estandariza procesos y procedimientos, de modo que no sea necesario buscar, pedir y probar cada vez cómo funciona algo, incluso si es necesario hacer las mismas cosas de repetidamente. Ello permite ahorrar recursos y utilizarlos con moderación y eficacia para la misión. La administración documenta lo que se ha discutido, acordado y realizado; previene olvidos y conserva las cuestiones mucho más allá del momento, de modo que hace posibles la confiabilidad y la fidelidad a la propia palabras. La administración objetiviza, creando e implementando normas y leyes, y de esa forma ayuda a evitar la arbitrariedad. Es una contribución activa a la justicia, puesto que normas y leyes vinculantes aseguran que las decisiones y los juicios no estén basados solamente en el capricho de quien los lleva a cabo o de los superiores. La administración, además, orienta y ordena, manteniendo así una visión general de lo que sucede, registrándolo y haciéndolo disponible. Por lo tanto, crea el orden en el que el individuo puede encontrar su propio camino y comprender o reencontrar la ratio de sus propias acciones. La administración reglamenta y sanciona las violaciones del interés común, las normas y las leyes, actuando así como contrapeso a aquello que puede ser descrito, de forma genérica como corrupción de la humanidad. En general, la administración estabiliza la cooperación entre diversas personas en las instituciones.

Todo lo mencionado hasta ahora, incluyendo la estandarización, documentación, objetivación, orientación y clasificación, así como la regulación, es de importancia decisiva para el éxito de las acciones conjuntas, también de las de la Iglesia.

 

Dificultades y problemas

Por todo lo que realiza, la administración es potente. Lo que hace o lo que no hace tiene un impacto significativo sobre todo lo que puede ser realizado -o no- a través de acciones conjuntas. Este poder de la administración puede ser también mal usado. Es este el caso, por ejemplo, cuando la administración olvida su función de servir a las diferentes personas que viven juntas y cooperan para alcanzar objetivos más elevados; cuando la administración se preocupa solo de sí misma; cuando las normas y los reglamentos se usan solamente para sostener a la administración o el poder de las personas. En este caso, se trata de abuso de poder por parte de la administración. Lo que esto puede significar es bastante evidente en este momento.

El abuso sexual de niños y jóvenes se debe, en gran medida, al abuso de poder en el ámbito de la administración. En este sentido, la administración no ha ayudado a cumplir la misión de la Iglesia, sino que, por el contrario, la ha oscurecido, la ha desacreditado y la ha hecho imposible. Los archivos que podrían documentar los hechos terribles e indicar los nombres de los responsables han sido destruidos o ni siquiera se han creado. En vez de los culpables, fueron amonestadas las víctimas y se les impuso el silencio. Los procesos y procedimientos establecidos para procesar los delitos fueron deliberadamente ignorados, e incluso cancelados o anulados. Los derechos de las víctimas han sido pisoteados y dejados a merced de cada individuo. Son todos eventos que contradicen claramente lo que la Iglesia debería representar. El modo en el que se ha estructurado y desarrollado la administración de la Iglesia no ha contribuido a unir a todo el género humano y a acercar más a los hombres a Dios, sino que, al contrario, ha violado esos objetivos.

A más tardar, ahora, esto resalta un problema difícil: por un lado, la administración es necesaria para cumplir la misión de la Iglesia, por otro lado, puede directamente estar en contra de esta misión. ¿Cómo lidiar con eso, entonces?

¿Qué debemos cambiar, o a qué debemos prestar mayor atención?

 

Necesidad de rastreabilidad y transparencia

Necesitamos de forma urgente una administración que no solo contribuya a llevar a cabo la misión de la Iglesia, sino que en alguna medida encarne lo que se quiere realizar con esta misión. Debe ser -exactamente como la Iglesia en su conjunto- no solo un instrumento, sino también un símbolo de la unificación de la humanidad y de la unidad de los hombres con Dios. no se trata solamente del funcionamiento de la administración para un objetivo cualquiera sino sobre todo del hecho que la administración debe darse de tal modo que las personas se sientan aceptadas en los procedimientos administrativos, que se sientan apreciadas, que puedan fiarse del sistema, que se sientan seguras y tratadas de forma justa y que sean aceptadas y que se escuchen sus críticas legítimas. Se daría así un buen paso adelante para alcanzar lo que significa realmente unir a las personas y, en última instancia, acercar a las personas más a Dios; y es esta, por decirlo así, la misión teológica de la administración de la Iglesia.

Lo importante que es que la administración de la Iglesia funcione de este modo está claramente demostrado por las experiencias negativas de los casos de abuso. El pensamiento de algunas víctimas de abusos puede resumirse así: si la Iglesia pretende actuar en nombre de jesús y yo soy tratado tan mal por la Iglesia o por su administración, entonces preferiría no tener nada que ver con Jesús.

Para que la administración actúe de conformidad con la misión de la Iglesia y con la naturaleza de la Iglesia como "símbolo e instrumento" se necesita transparencia y rastreabilidad de los procedimientos administrativos. Los procedimientos administrativos se vuelven transparentes si es comprensible y rastreable quién ha hecho qué, cuándo, por qué y con qué fin y qué se ha decidido, rechazado o asignado. Así, las personas que experimentan una administración transparente pueden llevar a la luz errores y equivocaciones en las acciones administrativas y defenderse contra tales acciones. Pueden dejar conocer de manera vinculante su punto de vista, que se tomará en cuenta. La gente que se encuentran con la administración no se se debe enfrentar a una estructura de poder anónima, incomprensible pero puede ejercer un control autodeterminado en los procedimientos administrativos. Las personas no son meros objetos de la administración sino que pueden percibirse como sujetos. Por eso, la introducción de una jurisdicción administrativa en la Iglesia es tan oportuna y necesaria.

 

Objeciones y temores

No existen alternativas a la rastreabilidad y a la transparencia. Sin embargo, hay objeciones que hay que tener en cuenta. Se refieren principalmente a la violación del secreto pontificio, así como a la ruina de la reputación de los sacerdotes inocentes o del sacerdocio y de la Iglesia en su conjunto a través de falsas acusaciones, si se hacen públicas.

Estas objeciones a la rastreabilidad y transparencia no son particularmente convincentes. Cualquier objeción basada en el secreto pontificio sería relevante solo si es posible indicar razones convincentes por las que el secreto pontificio debería aplicarse al enjuiciamiento de delitos relacionados con el abuso de menores. Tal y como están las cosas, no conozco estas razones.

Los principios de presunción de inocencia y protección de los derechos personales y la necesidad de transparencia no se excluyen mutuamente. De hecho, es precisamente lo contrario. Por un lado, un procedimiento transparente, regulado de manera clara y definida, garantiza que se den los pasos correctos antes de que aquellos que deben pronunciar la sentencia lo hagan. Es el mejor mecanismo de seguridad contra los prejuicios o juicios falsos sobre la cuestión. Por otro lado, un procedimiento público y claramente definido establece un grado de credibilidad que permite rehabilitar la reputación de una persona acusada falsamente, que de lo contrario estaría expuesta a rumores si las investigaciones no fueran adecuadas, transparentes o concluyentes.

Transparencia no significa aceptación acrítica y difusión no regulada de noticias de acusaciones de abuso. El fin es un proceso transparente que aclare y especifique las acusaciones, y que siga los estándares generalmente aceptados con respecto a cuándo y cómo el público, las autoridades y la Curia romana deben ser informados. Estos procedimientos estándar harán entender con claridad que no es la transparencia lo que daña a la Iglesia, sino los actos de abuso cometidos, la falta de transparencia o el encubrimiento consiguiente.

 

Tareas y desafíos

La rastreabilidad y la transparencia no llegan de la nada. Son un compromiso constante, que se puede llevar a cabo también con el apoyo de expertos externos a la Iglesia. Siempre es decisivo el comportamiento personal de aquellos que trabajan en la administración y de aquellos que son responsables. En esencia, se trata de la pregunta de hasta qué punto uno está dispuesto a justificar sus propias acciones con los demás y en qué medida también a ser controlado por los demás. Desarrollar tal comportamiento positivo y hacerlo de modo que de fruto en manera oportuna exige tiempo y espacio para discutir, diferenciar y aclarar, practicar y aprender. Sin embargo, dada la urgencia del tema, las medidas más importantes deben iniciarse inmediatamente. Entre estas se podríanincluir:

 

1. Definición del objetivo y de los límites del secreto pontificio:

Los cambios sociales de nuestro tiempo se caracterizan cada vez más por los cambios en los patrones de comunicación. En la era de las redes sociales, donde es posible que todos y cada uno establezcan contacto casi inmediatamente e intercambien información a través de Facebook, Twitter, etc., es necesario redefinir la confidencialidad y el secreto, y hacer una distinción con respecto a la protección de los datos. Si fracasamos, perderemos la oportunidad de mantener un nivel de autodeterminación sobre la información o nos expondremos a la sospecha del encubrimiento.

 

2. Normas de procedimiento transparentes y reglas para los procesos eclesiásticos:

Los procedimientos procesales, como los recursos legales, no tienen sentido sin las normas legales y procesales adecuadas, ya que esto equivaldría a arbitrariedad cuando se emiten las sentencias. Representaría una falta de transparencia en las acciones específicas. Establecer normas procesales o transparentes y reglas para los procesos eclesiásticos es esencial. La Iglesia no debe operar por debajo de los estándares de calidad de la administración pública de la justicia si no quiere ser criticada por tener un sistema legal inferior, que es perjudicial para las personas.

 

3. La comunicación al público del número de los casos y de los detalles relativos en la medida de lo posible:

La desconfianza institucional conduce a teorías de conspiración sobre una organización y la creación de mitos sobre ella. Se puede evitar si los hechos se exponen de forma transparente.

 

4. Publicación de los sumarios judiciales:

Los procedimientos legales correctos sirven para establecer la verdad y constituyen la base de un castigo proporcional al delito. Además, establecen confianza en la organización y en su liderazgo. La persistencia de las dudas sobre la correcta conducción de los procedimientos procesales no hace otra cosa más que dañar la reputación y el funcionamiento de una institución. Este principio también se aplica a la Iglesia.

Al observar las cuestiones que se abordarán en nuestra reunión, es evidente que la rastreabilidad y la transparencia son solo uno de los muchos temas sobre los cuales se debe reflexionar en relación con la prevención del abuso y la confrontación de los abusos. Sin embargo, siempre debemos ser conscientes de que la rastreabilidad y la transparencia son extremadamente importantes, incluso más allá del contexto de los abusos, por ejemplo en el sector financiero. También son un factor decisivo para la confiabilidad y credibilidad de la Iglesia. Demos un paso valiente en esta dirección.

 

 

 

23/02/2019-21:37
Rosa Die Alcolea

Valentina Alazraki: "Cuanto más encubran, cuanto menos informen a los medios, más grande será el escándalo"

(ZENIT — 23 febrero 2019).- "Las víctimas no son números, no son partes de una estadísticas, son personas a las que se les ha arruinado la vida, la sexualidad, la afectividad, la confianza en otro ser humano, quizás hasta en Dios, así como la capacidad de amar": es uno de los contundentes mensajes que la vaticanista mexicana Valentina Alazraki ha dirigido a los obispos, sacerdotes y religiosos presentes en la cumbre del Vaticano sobre abusos sexuales, esta tarde, sábado 23 de febrero de 2109.

"Los abusos contra menores no son ni chismorreos ni habladurías, son crímenes" asegura la periodista, experta en la información del Vaticano desde el pontificado de Pablo VI, y que cuenta con 150 viajes papales a sus espaldas, aniversario celebrado precisamente por Francisco en el último viaje apostólico a Emiratos Árabes.

 

Encubrimiento, otro abuso

"Como periodista, como mujer y madre quisiera decirles que pensamos que tan indignante es el abuso sobre un menor como su encubrimiento. Y ustedes saben mejor que yo que esos abusos han sido encubiertos de forma sistemática, de abajo hasta arriba", ha indicado Alazraki.

"Creo que deberían tomar conciencia que cuanto más encubran, cuanto más sean como avestruces, cuanto menos informen a los medios y, por lo tanto, a los fieles y a la opinión pública, más grande será el escándalo".

 

Mujer, madre y periodista

En un discurso inclusivo, integral, directo, y sencillo, la comunicadora habló en primera persona como mujer, madre y periodista: "no me siento solo representante de los periodistas, sino también de las madres, de las familias, de la sociedad civil". Así, Valentina aludió a la maternidad de la Iglesia: "Dudo de que alguien en esta aula no piense que la Iglesia es, ante todo, madre"; "Para una madre no hay hijos de primera o segunda división: hay hijos más fuertes e hijos más vulnerables".

"Tampoco para la Iglesia hay hijos de primera o segunda división. Sus hijos aparentemente más importantes como lo son ustedes, obispos y cardenales (no me atrevo a decir el Papa), no son más importantes que cualquier niño, niña o joven que haya vivido la tragedia de ser víctima de abuso por parte de un clérigo", ha recordado la periodista.

 

Tomar la iniciativa

Pienso que sería mucho "más sano, más positivo y más útil" que la Iglesia fuera la primera en dar la información, de "manera proactiva y no de forma reactiva", como es lo habitual, ha aconsejado la vaticanista mexicana. "No deberían ustedes esperar a que una investigación periodística lo descubra, para responder a preguntas legítimas de la prensa (es decir, de la gente, de su gente)".

 

Estructuras que proporcionen información

"Es necesario que comuniquen mejor" aconsejado la experta en comunicación del Vaticano a los 190 participantes en el Encuentro sobre Protección de Menores en la Iglesia. "Es fundamental que haya estructuras, a todos los niveles, quizás estandarizadas pero muy ágiles y flexibles que proporcionen información certera con rapidez".

Creo que es fundamental que a todos los niveles, desde una parroquia hasta aquí, en el Vaticano, haya estructuras quizás estandarizadas, pero muy ágiles y flexibles que proporcionen información certera con rapidez.

Pueden ser incompletas a falta de una mayor investigación, pero la respuesta no puede ser el silencio o el no comment porque, entonces, buscaremos las respuestas preguntando a otros, y también serán terceros los que informarán a la gente de la manera en la que querrán hacerlo.

 

Información basada en la verdad

"Me gustaría que salieran de esta aula con la convicción de que los Periodistas no somos ni los abusadores ni los encubridores", ha declarado. "Nuestra misión es la de ejercer un derecho, el derecho a una información basada en la verdad para hacer justicia".

"Ojalá vuelvan a sus diócesis pensando que no somos nosotros los lobos feroces, sino que, al contrario, podemos unir nuestras fuerzas en contra de los verdaderos lobos", ha explicado la informadora. "Les ayudaremos a encontrar las manzanas podridas y a vencer las resistencias para apartarlas de las sanas".

 

Monjas y religiosas, víctimas

"Estamos en el umbral de otro escándalo", ha advertido Alazraki, el de las monjas y religiosas víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes y obispos. Lo ha denunciado el Osservatore Romano, y el Papa Francisco, ha confirmado. "Me gustaría que, en esta ocasión, la Iglesia jugara a la ofensiva y no a la defensiva, como ha sido en el caso de los abusos a menores".

RD

A continuación, ofrecemos el discurso completo de la periodista Valentina Alazraki, pronunciado el sábado, 23 de febrero de 2019, en el aula nueva del Sínodo, a las 16 horas.

***

 

Comunicación para todas las personas

Ante todo, quisiera presentarme. Soy corresponsal en Roma y el Vaticano de Televisa, la televisión mexicana. He cubierto el final del pontificado del Papa San Pablo VI, los 33 días del pontificado de Juan Pablo I, todo el pontificado de San Juan Pablo II, el del Papa Benedicto )(VI y ahora el del Papa Francisco. Con estos tres últimos papas he realizado 150 viajes.

Me han invitado a platicarles de comunicación y, en concreto, de cómo una comunicación transparente es indispensable para combatir los abusos sexuales sobre menores por parte de hombres de la Iglesia.

A primera vista hay poco en común entre ustedes, obispos y cardenales, y yo, católica laica, sin cargos en la Iglesia, y además periodista. Sin embargo, compartimos algo muy fuerte: todos tenemos una madre, estamos aquí hoy porque una mujer nos engendró. Frente a ustedes, yo tengo quizás un privilegio más: soy ante todo una mamá.

Por tanto, no me siento solo representante de los periodistas, sino también de las madres, de las familias, de la sociedad civil. Quiero compartirles mis experiencias y vivencias, y —si me lo permiten— añadir algunos consejos prácticos.

 

Mi punto de partida, la maternidad

Me gustaría partir justamente de la maternidad para desarrollar el tema que me han encomendado, es decir: cómo la Iglesia debería comunicar sobre este tema de los abusos.

Dudo de que alguien en esta aula no piense que la Iglesia es, ante todo, madre. Muchos de los que estamos aquí tenemos o hemos tenido un hermano o una hermana.

Recordamos que nuestras madres, si bien nos querían a todos de la misma manera, se dedicaban más a los hijos más frágiles, más débiles, a los que a lo mejor no podían avanzar con sus propios pies en la vida y necesitaban un empujoncito.

Para una madre no hay hijos de primera o segunda división: hay hijos más fuertes e hijos más vulnerables.

Tampoco para la Iglesia hay hijos de primera o segunda división. Sus hijos aparentemente más importantes como lo son ustedes, obispos y cardenales (no me atrevo a decir el Papa), no son más importantes que cualquier niño, niña o joven que haya vivido la tragedia de ser víctima de abuso por parte de un clérigo.

¿Cuál es la misión de la Iglesia? Predicar el Evangelio, pero para eso necesita liderazgo moral, la coherencia entre lo que predica y lo que vive, representan la base para resultar una institución creíble, digna de confianza y respeto.

Por eso, ante conductas delictivas como los abusos a menores, una institución como la Iglesia, ¿creen que tiene otro camino para ser fiel a sí misma que no sea el de denunciar ese crimen?

¿Tiene otro camino que no sea el de ponerse del lado de la víctima y no del victimario? ¿Quién es el hijo más débil, más vulnerable? ¿El sacerdote abusador, el obispo abusador o encubridor o la víctima?

Tengan por seguro que para los periodistas, las madres, las familias, toda la sociedad, los abusos a menores son una de nuestras primeras angustias. Nos preocupa el abuso de menores, la destrucción de sus vidas y de sus familiares. Consideramos estos abusos uno de los crímenes más abominables.

Háganse una pregunta. ¿Son ustedes enemigos de los abusadores y de los encubridores tanto como lo somos nosotros? Nosotros hemos elegido de qué lado estar. ¿Ustedes, lo han hecho de verdad, o solo de palabra?

 

Aliados o enemigos

Si ustedes están en contra de los abusadores y de los encubridores, estamos del mismo lado. Podemos ser aliados, no enemigos. Les ayudaremos a encontrar las manzanas podridas y a vencer las resistencias para apartarlas de las sanas.

Pero si ustedes no se deciden de manera radical a estar del lado de los niños, de las mamás, de las familias, de la sociedad civil, tienen razón a tenernos miedo, porque los periodistas, que queremos el bien común, seremos sus peores enemigos.

Llevo cubriendo el Vaticano desde hace casi 45 años. Cinco pontificados diferentes, importantísimos para la vida de la Iglesia y del mundo, con luces y sombras. En estos cuatro decenios he visto absolutamente de todo.

¡Cuántas veces me ha tocado escuchar que el escándalo de los abusos es "culpa de la prensa, que es un complot de ciertos medios para desacreditar a la Iglesia, que detrás hay poderes ocultos, para acabar con esta institución"!

Nosotros los periodistas sabemos que hay informadores más rigurosos que otros, y que hay medios más o menos dependientes de intereses políticos, ideológicos o económicos. Pero creo que en ningún caso se puede culpabilizar a los medios por destapar o informar sobre abusos.

Los abusos contra menores no son ni chismorreos ni habladurías, son crímenes. Recuerdo las palabras del papa Benedicto XVI, en el vuelo hacia Lisboa cuando nos dijo que la mayor persecución a la iglesia no viene de los enemigos de afuera sino nace del pecado de la Iglesia.

Me gustaría que salieran de esta aula con la convicción de que los periodistas no somos ni los abusadores ni los encubridores. Nuestra misión es la de ejercer y defender un derecho, que es el derecho a una información basada en la verdad para hacer justicia.

Los periodistas sabemos que los abusos no están circunscritos a la Iglesia católica, pero tienen que entender que con ustedes tenemos que ser más rigurosos que con los demás, por su propio rol moral. Robar, por ejemplo, está mal, pero si el que roba es la policía, nos parece más grave, porque es lo contrario de lo que debería hacer, es decir, proteger a la comunidad de los ladrones. Si médicos o enfermeras envenenan a sus pacientes en lugar de curarlos, nos llama más la atención porque va en contra de su ética, de su código deontológico.

 

La falta de comunicación, otro abuso

Como periodista, como mujer y madre quisiera decirles que pensamos que tan indignante es el abuso sobre un menor como su encubrimiento. Y ustedes saben mejor que yo que esos abusos han sido encubiertos de forma sistemática, de abajo hasta arriba.

Creo que deberían tomar conciencia que cuanto más encubran, cuanto más sean como avestruces, cuanto menos informen a los medios y, por lo tanto, a los fieles y a la opinión pública, más grande será el escándalo. Si alguien tiene un cáncer, no se curará escondiendo el cáncer a sus familiares o amigos, no será el silencio el que lo haga sanar, serán los tratamientos más indicados los que eventualmente evitarán las metástasis y lograrán la curación.

Comunicar es un deber fundamental, porque de no hacerlo ustedes se vuelven automáticamente cómplices de los abusadores. Al no dar la información que podría prevenir que estas personas cometan otros abusos, no le están dando a los niños, a los jóvenes, a sus familias las herramientas para defenderse de nuevos crímenes.

Los fieles no perdonan la falta de transparencia, porque es una nueva violencia a las víctimas. Quien no informa, alienta un clima de sospecha y desconfianza, y provoca la rabia y el odio hacia la institución.

Lo he visto con mis propios ojos en el viaje del Papa Francisco a Chile de 2018. No fue indiferencia: fue indignación y rabia por el encubrimiento sistemático, por el silencio, por el engaño a los fieles y el dolor de las víctimas que durante decenios no fueron escuchadas, no fueron creídas.

Las víctimas, en primer lugar, tienen derecho a saber qué ha pasado, qué han hecho ustedes para alejar y castigar al abusador. Aunque el culpable pueda estar muerto, el dolor de la víctima no prescribe. Ya no se puede castigar al culpable, pero al menos se puede consolar a la víctima, que quizá haya vivido muchos años con esa herida escondida. Además, otras víctimas que permanecen en silencio, se atreverán a salir, y facilitarán ustedes su consuelo y su curación.

 

Tomen la iniciativa

En español nosotros decimos quien golpea primero golpea tres veces. No se trata de golpear, obviamente, sino de informar.

Pienso que sería mucho más sano, más positivo y más útil que la Iglesia fuera la primera en dar la información, de manera proactiva y no de forma reactiva, como es lo habitual. No deberían ustedes esperar a que una investigación periodística lo descubra, para responder a preguntas legítimas de la prensa (es decir, de la gente, de su gente).

En la época en la que vivimos esconder un secreto es muy difícil. Con el auge de las redes sociales, la facilidad en grabar fotos, audios y videos, y los cambios sociales y culturales acelerados, la Iglesia tiene sólo un camino: apostarle a la rendición de cuentas y a la transparencia, que van de la mano.

Cuenten las cosas cuando las sepan. No será agradable, ciertamente, pero es el único camino, si quieren que les creamos cuando dicen que "en adelante, los ocultamientos no serán tolerados". El primer beneficiado de la transparencia es la institución, porque pone el foco en el culpable.

 

Aprender de los errores del pasado

Yo soy mexicana y no puedo dejar de mencionar quizás el caso más terrible que haya ocurrido dentro de la Iglesia, el de Marcial Maciel, el fundador mexicano de la Legión de Cristo. Yo fui testigo de ese triste caso desde el inicio hasta el final. Más allá del juicio moral sobre los crímenes cometidos por este hombre, que para algunos fue un enfermo, y para otros un genio del mal, yo les aseguro que en la base de este escándalo, que tanto daño ha hecho a miles de personas, hasta salpicar la memoria de quien ahora es un santo, se debió a una comunicación enferma.

No hay que olvidar que en la Legión había un cuarto voto por el que, si un legionario veía algo que no le pareciera de un superior, no podía ni criticarlo y mucho menos comentarlo.

Sin esa censura, sin ese encubrimiento total, si hubiese habido transparencia, Marcial Maciel, no habría podido durante décadas abusar de seminaristas o tener tres o cuatro vidas, esposas e hijos, que llegaron incluso a acusarlo de haber abusado de su propia descendencia.

Para mí este es el caso más emblemático de una comunicación enferma, corrupta, del que se puede y se debe aprender varias lecciones.

El Papa Francisco le dijo a la Curia de que, en otras épocas, al tratar estos temas, había habido ignorancia, falta de preparación, incredulidad. Yo me atrevo a decir que también había corrupción.

Detrás del silencio, de la falta de una comunicación sana, transparente, hay muchas veces no sólo miedo al escándalo, la preocupación por el buen nombre de la institución, hay también dinero, cheques, regalos, permisos para construir colegios y universidades en zonas donde a lo mejor no se podía construir. Hablo de lo que yo he visto y he investigado a fondo.

El Papa Francisco nos recuerda siempre que el diablo entra por el bolsillo, y tiene toda la razón. La transparencia les ayudará a luchar contra la corrupción económica.

En el proceso de información interna, desde abajo hasta arriba, también hemos sabido de varios nuncios y yo lo puedo atestiguar, que hubo casos de encubrimiento, de obstáculos a acceder al papa de turno, a la subestimación de la gravedad de las informaciones o a su descalificación como si fueran fruto de obsesiones o fantasias.

La transparencia les ayudará a luchar también contra la corrupción en el gobierno.

Fue gracias a algunas víctimas valientes, a algunos periodistas valientes y, pienso que debo decirlo, a un Papa valiente como Benedicto XVI, que ese escándalo fue dado a conocer y extirpado el cáncer.

Es preciso aprender esa lección y no volver a tropezar en la misma piedra. La transparencia les ayudará a ser coherentes con el mensaje del evangelio, y a poner en práctica el principio de que en la Iglesia no debería haber intocables: que todos somos responsables ante Dios y ante los demás.

 

Eviten el secretismo, abracen la transparencia

El secretismo, entendido como tendencia excesiva al secreto, está muy relacionado con el abuso de poder: es como la red de seguridad de quien abusa del poder. Hoy, nuestras sociedades han asumido como regla general la transparencia, y los públicos consideran que el único motivo para no ser transparentes es el deseo de ocultar algo negativo o corrupto.

Mi sensación es que dentro de la Iglesia hay aún mucha resistencia a reconocer que el problema de los abusos existe y que hay que enfrentarlo con todas las herramientas posibles. Algunos creen que sucede sólo en algunos países, yo creo que podríamos hablar de una situación generalizada, quien más, quien menos, que de todas formas hay que enfrentar y remediar.

Quien oculta algo, no es forzosamente corrupto, pero todos los corruptos ocultan algo.

No todo el que guarda un secreto hace un abuso de poder, pero todos los abusos de poder suelen esconderse.

 

Ciertamente, la transparencia tiene sus límites.

Por eso, no pretendemos que nos informen de cualquier acusación a un sacerdote. Entendemos que pueda y deba haber una investigación previa, pero hágala con celeridad, ajústense a la ley del país en el que viven, y si está previsto, presenten el caso ante la justicia civil.

Si la acusación se demuestra creíble, deben informar de lo que procede, de lo que están haciendo, deben decir que han alejado al abusador de su parroquia o de donde ejercía, tienen que decirlo ustedes, tanto en las diócesis como en el Vaticano. A veces, el boletín de la Oficina de prensa de la Santa Sede informa acerca de una renuncia sin explicar las razones. Hay sacerdotes que han salido corriendo a informarle a los fieles que estaban enfermos y no se iban por abusadores. Creo que la noticia de la renuncia de un abusador, debería ser dada con claridad, de una forma explícita.

In Camera Caritatis solo se pueden tratar, creo, temas cuyo silencio no perjudique a nadie, nunca cuando el silencio pueda hacer daño.

 

Tres consejos prácticos para vivir la transparencia

Ya les dije antes que pienso que la comunicación es indispensable para resolver este problema. Permítanme ahora sugerirles tres puntos, para poner en práctica la
transparencia a la hora de comunicar sobre abusos sexuales a menores.

 

1) Pongan a las víctimas en primer plano

Si la Iglesia quiere aprender a comunicar sobre abusos, su primer punto de referencia debe ser la víctima.

El Papa Francisco pidió a los participantes de esta reunión que antes de venir a Roma se reunieran con víctimas, les escucharan y se pusieran a su disposición.

No les voy a pedir que levanten la mano para ver quién lo ha hecho, pero dense una respuesta en silencio.

Las víctimas no son números, no son parte de una estadística, son personas a las que se les ha arruinado la vida, la sexualidad, la afectividad, la confianza en otro ser humano, quizás hasta en Dios, así como la capacidad de amar.

¿Y por qué esto es importante? Porque es difícil informar y comunicar algo de lo que no se tiene un conocimiento directo.

En el caso de los abusos es aún más evidente. No se puede hablar de este tema si no se han escuchado a las víctimas, si no se ha compartido su dolor con ellas, si no se han tocado con la mano las heridas que los abusos han provocado no sólo en su cuerpo, sino también en su mente, en su corazón, en su fe. Si las conocen, tendrán un nombre, tendrán un rostro y la experiencia mantenida con ellas quedará reflejada en la forma en la que ustedes no sólo enfrenten el problema, sino en la manera en la que lo comuniquen y lo intenten resolver.

El Papa nos ha dicho que las ve de forma habitual, en Santa Marta, considérenla como una de sus prioridades, ustedes también háganlo, no creo que tengan menos tiempo del Papa.

Recuerden, la transparencia es mostrar lo que hacen. Solo si ponen a las víctimas en primer lugar, serán creíbles cuando digan que están decididos a erradicar la plaga de los abusos.

 

2) Déjense aconsejar

El segundo es dejarse asesorar. Antes de tomar decisiones, pidan consejo a personas con criterio que les pueden ayudar.

Entre esos asesores debería haber siempre comunicadores. Yo creo que la Iglesia debería tener a todos los niveles expertos en comunicación, y escucharles cuando les digan que siempre sale más barato informar que callar o, incluso, mentir. Es una quimera pensar que hoy se pueda esconder un escándalo. Es como tapar el cielo con un dedo. No se puede, ya no es ni aceptable ni admisible. Por eso, todos ustedes tienen que entender que el silencio cuesta mucho más caro que enfrentar la realidad y hacerla pública.

Creo que es indispensable que en todas sus estructuras eclesiásticas inviertan en la comunicación, con personas altamente calificadas y preparadas para hacer frente a las exigencias de transparencia del mundo actual.

La figura del portavoz es clave. No sólo debe ser una persona muy preparada, sino que debe contar con la absoluta confianza del obispo, tener un acceso directo a él las 24 horas del día. Este no es un trabajo de 9 de la mañana a las cinco de la tarde. Todo puede suceder en cualquier momento y en cualquier momento puede haber necesidad de reaccionar, aunque, lo repito, sería mejor que ustedes fueran los primeros en dar la noticia.

Los periodistas preferimos hablar directamente con el jefe. Pero aceptamos hablar con un portavoz, si sabemos que tiene acceso al jefe y transmite lo que piensa con conocimiento de causa.

 

3) Profesionalicen la comunicación

En tercer lugar, es necesario que comuniquen mejor.

¿Qué tipo de transparencia esperamos los periodistas, las madres, las familias, los fieles, la opinión pública, de una institución como la Iglesia?

Creo que es fundamental que a todos los niveles, desde una parroquia hasta aquí, en el Vaticano, haya estructuras quizás estandarizadas, pero muy ágiles y flexibles que proporcionen información certera con rapidez.

Pueden ser incompletas a falta de una mayor investigación, pero la respuesta no puede ser el silencio o el no comment porque, entonces, buscaremos las respuestas preguntando a otros, y también serán terceros los que informarán a la gente de la manera en la que querrán hacerlo.

Si no cuentan con toda la información necesaria, si hay dudas, si hay ya una investigación, es mejor explicarlo de la mejor manera posible para que no se tenga la sensación de que no quieren responder porque están queriendo esconder algo. Hay que darle seguimiento a la información en todo momento y sobre todo hay que reaccionar con rapidez.

Si no se informa con tempestividad, la respuesta ya no interesará, será demasiado tarde y otros lo harán, a lo mejor de una manera incorrecta.

El riesgo es alto y el precio de este tipo de conducta es aún más alto. El silencio da la sensación de que las acusaciones, independientemente de que sean verdaderas o falsas, o en parte verdaderas y en parte falsas, son seguramente verdaderas y que se teme dar una respuesta que pueda ser inmediatamente desmentida.

He sido testigo de cómo la mala información o la escasa información han hecho verdaderos estragos, el daño que le ha hecho a las víctimas y a sus familias, el no haber permitido que se haga justicia, el haber hecho tambalear la fe de mucha gente.

Les aseguro que invertir en la comunicación es un negocio muy rentable y no es una inversión a corto plazo, es una inversión a largo plazo.

 

Conclusión

Quisiera acabar esta presentación mencionando un tema distinto a los abusos de menores, pero importante para una mujer periodista como yo.

Estamos en el umbral de otro escándalo, el de las monjas y religiosas víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes y obispos. Lo ha denunciado la revista femenina del Osservatore Romano, y el Papa Francisco, en el vuelo de regreso desde Abu Dabi, ha reconocido que desde hace tiempo se está trabajando sobre tema, que sí hay que hacer más y que sí existe la voluntad de hacer más.

Me gustaría que, en esta ocasión, la Iglesia jugara a la ofensiva y no a la defensiva, como ha sido en el caso de los abusos a menores. Podría ser una gran oportunidad para que la Iglesia tomara la iniciativa y estuviera en primera línea, en la denuncia de estos abusos que no son solo sexuales sino también abusos de poder.

Me despido dándole las gracias al Papa Francisco por haber agradecido frente a la Curia, el pasado mes de diciembre, el trabajo de los periodistas que han sido honestos y objetivos al descubrir a los sacerdotes depredadores y han hecho oír las voces de las víctimas.

Espero que después de esta reunión vuelvan a casa y no nos eviten, sino que nos busquen. Ojalá vuelvan a sus diócesis pensando que no somos nosotros los lobos feroces, sino que, al contrario, podemos unir nuestras fuerzas en contra de los verdaderos lobos. Muchas gracias.

 

 

 

23/02/2019-21:53
Raquel Anillo

Testimonio de una mujer abusada: "¡La víctima no es culpable de su silencio!"

(ZENIT — 23 febrero 2019).- Al comienzo de cada jornada de trabajo en este Encuentro sobre 'La Protección de los Menores en la Iglesia', el padre Hans Zollner, uno de los 6 miembros del comité organizador del Encuentro, ha leído el testimonio de una víctima de abuso sexual en la Iglesia.

El tercer día del de la reunión para combatir los abusos, el padre Zollner leyó estas palabras:

"Dios, ¿dónde estabas...? ¡Cuánto he llorado haciéndome esta pregunta! No tenía más confianza ni en el Hombre ni en Dios, en el Padre-bueno que protege a los pequeños y a los débiles. Yo, niña, ¡estaba segura que nada malo podría venir de un hombre que "perfumaba" a Dios! ¿Cómo podían las mismas manos, que a tanto habían llegado sobre mí, bendecir y ofrecer la Eucaristía?

Él adulto y yo niña... se había aprovechado de su poder además que de su rol: ¡un verdadero abuso de fe!".

El Encuentro comienza cada día con la oración, que preside el Papa Francisco en la cual participan los 190 miembros de esta cumbre, que se celebra en el Vaticano, del 21 al 24 de febrero del 2019.

RA

***

 

Buenas tardes, quería contarles de cuando era una niña. Pero es inútil hacerlo porque cuando tenía 11 años un sacerdote de mi parroquia destruyó mi vida. Desde ese momento yo, que adoraba los colores y hacia piruetas en los campos, sin preocupaciones, no he existido más.

En cambio quedan marcadas en mis ojos, en los oídos, en la nariz, en el cuerpo, en el alma todas las veces en las que él me bloqueaba a mí, niña, con una fuerza sobrenatural: yo me paralizaba, me quedaba sin respirar, salía de mi cuerpo, buscaba desesperadamente con los ojos una ventana para mirar hacia afuera, esperando que todo terminara. Pensaba: "si no me muevo, de repente no sentiré nada; si no respiro, de repente podría morir."

Cuando terminaba, yo me volvía a apropiar de aquello que era mi cuerpo, herido y humillado y hasta me iba creyendo haberme imaginado todo. Pero ¿cómo podía yo, niña, entender aquello que había ocurrido? Pensaba: "¡seguramente habrá sido culpa mía!" o "¿me habré merecido este mal?"

Estos pensamientos son las más grandes laceraciones que el abuso y el abusador te insinúan en el corazón, más que las mismas heridas que te marcan el cuerpo. Sentía que ya no valía nada, ni siquiera que existía. Solo quería morir: lo he intentado... no lo he logrado.

Los abusos continuaron por 5 años. Nadie se dio cuenta. Yo no hablaba, pero mi cuerpo comenzó a hacerlo: problemas alimenticios, varias hospitalizaciones: todo gritaba mi malestar, pero yo, completamente sola, callaba mi dolor. Todo esto era atribuido al ansia por la escuela en donde de improviso, me iba muy mal.

Luego, vino el primer enamoramiento... mi corazón que late y se emociona en lucha con el mismo corazón que se detiene por el terror vivido; gestos de ternura contra actos de fuerza: un paragón insostenible. La consciencia: ¡una realidad insoportable! Para no hacerme sentir el dolor, el asco, la confusión, el miedo, la vergüenza, la impotencia, el no ser adecuada, mi mente ha removido los hechos ocurridos, ha anestesiado mi cuerpo colocando distancias emotivas con respecto a todo aquello que vivía causando en mí enormes daños.

A los 26 años tuve mi primer alumbramiento: flash back e imágenes me han vuelto a traer todo a la mente. El parto bloqueado; mi hijo en peligro; el lactar convertido en algo imposible por los recuerdos terribles que afloraban. Creía enloquecer. Entonces me confié con mi marido, confianza después usada en mi contra durante la separación, cuando, a causa del abuso sufrido, él pedía que me fuese quitada la patria potestad por ser una madre indigna. Luego la escucha paciente de una querida persona y el coraje de escribir una carta a aquel sacerdote finalizada con la promesa de no dejarle nunca más, el poder de mi silencio.

Desde entonces, hasta hoy, continúo un durísimo recorrido de reelaboración que no tiene atajos, que requiere una enorme constancia para reconstruir en mí identidad, dignidad y fe. Un camino que se hace mayormente en soledad y si es posible, con la ayuda de algún especialista. El abuso crea un daño inmediato, pero no solamente eso: es más difícil hacer las cuentas cada día, con aquello vivido que te invade y se presenta en los momentos más improbables. Deberás convivir con eso... ¡siempre! Solo puedes aprender, si lo logras, a hacerte herir menos.

Dentro de ti conviven una infinidad de preguntas a las que no encontrarás respuesta, ¡porque el abuso no tiene un sentido! "¿Por qué a mí?", me preguntaba, y no seguramente porque habría preferido que le pase a otro, porque lo que yo he sufrido ¡es mucho para cualquier otro!

O sino: "Dios, ¿dónde estabas?" ... ¡Cuánto he llorado haciéndome esta pregunta! No tenía más confianza ni en el Hombre ni en Dios, en el Padre-bueno que protege a los pequeños y a los débiles. Yo, niña, ¡estaba segura que nada malo podría venir de un hombre que "perfumaba" a Dios! ¿Cómo podían las mismas manos, que a tanto habían llegado sobre mí, bendecir y ofrecer la Eucaristía? Él adulto y yo niña... se había aprovechado de su poder además que de su rol: ¡un verdadero abuso de fe!

Y no por ultimo: "¿Cómo hacer para superar la rabia y no alejarse de la Iglesia después de tal experiencia sobre todo frente a la gravísima incoherencia de todo lo predicado y cuanto actuado por mi abusador, pero también de aquel que, de frente a estos crímenes, ha minimizado, escondido, silenciado, o peor aún no ha defendido a los pequeños, limitándose mezquinamente a mover a los sacerdotes para que hagan daño en otras partes?" Frente a esto, nosotros víctimas inocentes, sentimos más grande el dolor que nos ha matado: ¡también esto es un abuso a nuestra dignidad humana, a nuestra consciencia, así como a nuestra fe!

Nosotros víctimas, si logramos tener la fuerza de hablar o de denunciar, tenemos que encontrar el valor de hacerlo sabiendo que arriesgamos el no ser creídos o de tener que ver que el abusador se libra al final con una pequeña pena canónica. ¡Esto no puede y no debe más ser así!

He necesitado 40 años para encontrar la fuerza de la denuncia. Quería romper el silencio del que se nutre toda forma de abuso; quería volver a partir de un acto de verdad, descubriendo después que este acto ofrecía también una oportunidad a quien había abusado de mí.

He vivido el proceder de la denuncia con un costo emotivo muy alto: hablar con seis personas de gran sensibilidad, pero solo hombres y por lo demás, sacerdotes, ha sido difícil. Creo que una presencia femenina sería una atención necesaria e indispensable para acoger, escuchar y acompañar a nosotros víctimas. El que se me crea y la sentencia, en todo caso, me ha dado un dato real: aquella parte de mí que siempre ha esperado que el abuso no hubiese jamás ocurrido, se ha tenido que rendir, pero al mismo tiempo ha recibido una caricia: yo ahora sé que soy otra cosa, a parte del abuso que he sufrido y las cicatrices que tengo.

La Iglesia puede estar orgullosa de la posibilidad del proceder en derogación a los tiempos de la prescripción (derecho negado por la justicia italiana), pero no del hecho de reconocer como atenuante, para quien abusa, de la entidad del tiempo transcurrido entre los hechos y la denuncia (como en mi caso). ¡La víctima no es culpable de su silencio! El trauma y los daños sufridos son así de mayores cuando más largo es el tiempo del silencio, que la víctima transcurre entre el miedo, la vergüenza, la remoción y el sentimiento de impotencia. Las heridas jamás prescriben, ¡es más! Hoy yo estoy aquí, y conmigo están todos los niños y las niñas abusados y abusadas, las mujeres y los hombres que intentan renacer de sus heridas pero, sobre todo, también está quien lo ha intentado y no lo ha conseguido, y desde aquí, y con ellos en el corazón, tenemos que volver a partir juntos.

 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

23/02/2019-18:24
Rosa Die Alcolea

Veronica Openibo: Nuevos sistemas que promuevan la acción sin miedo de cometer errores

(ZENIT — 23 febrero 2019).- "No escondamos más semejantes hechos por miedo a equivocarse. A menudo queremos estar tranquilos hasta que la tempestad se haya calmado. Esa tempestad no pasará. Está en juego nuestra credibilidad", ha reflexionado Sor Veronica Openibo, superiora de la Sociedad del Santo Niño Jesús, en el Encuentro sobre 'La Protección de los Menores en la Iglesia'.

Verónica ha compartido su Relación en el tercer día de la cumbre en el Vaticano, este sábado, 23 de febrero de 2019, a las 9 horas, en el aula nueva del Sínodo, ante los 190 participantes en el Encuentro.

Nacida en Nigeria, la hermana Verónica ingresó en la Sociedad en 1973. Ha trabajado como educadora y en trabajo pastoral y social. Forma parte de la Junta Ejecutiva de la Unión Internacional de Superiores Generales (UISG) y se desempeña como Vicepresidenta de la Junta de Servicio de Documentación y Estudio sobre la Misión Global (SEDOS).

 

¿Por qué nos hemos callado?

"¿Por qué nos hemos quedado callados tanto tiempo? ¿En qué modo podemos dar un vuelco a todo esto transformándolo en un tiempo para evangelizar, catequizar y educar a todos los miembros de la Iglesia, incluidos el clero y los religiosos?, ha preguntado la nigeriana a los obispos, sacerdotes y religiosos.

"¿Es verdad que la mayor parte de los obispos no ha hecho nada en relación con los abusos sexuales sobre los menores? Algunos lo han hecho, otros no lo han hecho por miedo o para encubrir".

"Con el corazón apesadumbrado y triste, pienso en todas las atrocidades que hemos cometido como miembros de la Iglesia", ha expresado la religiosa.

***

 

Apertura al mundo como consecuencia de la misión eclesial

"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado para proclamar la liberación a los cautivos y devolver la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor" (Lucas 4, 18-19).

 

Síntesis

Como resultado de la autocomprensión de su misión en el mundo actual, la Iglesia debe actualizar y crear nuevos sistemas y prácticas que promuevan la acción sin miedo de cometer errores. Los abusos sexuales por parte de los clérigos son una crisis que ha reducido la credibilidad de la Iglesia allí donde la transparencia debería ser la marca de fábrica de la misión como seguidores de Jesucristo. El hecho de que hoy muchos acusen a la Iglesia católica de negligencia es inquietante. La Iglesia debe hacer todo lo posible para proteger a sus miembros jóvenes y vulnerables. Es necesario concentrarse no sobre el miedo o la vergüenza, sino, sobre todo, sobre la misión de la Iglesia de servir con integridad y justicia.

 

Introducción

La misión de la Iglesia nace directamente de nuestra comprensión más profunda de la Encarnación. El cristianismo católico se funda sobre la fe en un Dios que ha elegido ser una única cosa con el mundo humano.

La autocomprensión de la misión de la Iglesia debe ser una manifestación del Cristo que sabemos que es humano y divino. La entera misión de Cristo consistió en revelar quién es Dios y quién podemos llegar a ser nosotros. Ello implica una aceptación total de todo lo que es humano y de todo lo que hace el poder de la gracia de Dios para transformarnos en testimonios del divino. Nuestra visión del mundo, si es cristiana, se debe basar en el respeto y la dignidad de todo ser humano.

Al momento presente vivimos un estado de crisis y de vergüenza. Hemos ofuscado gravemente la gracia de la misión de Cristo. ¿Es posible para nosotros pasar del miedo, del escándalo a la verdad? ¿Cómo quitamos las máscaras que nacen de nuestra escandalosa negligencia? ¿Qué políticas, programas y procedimientos nos conducirán a un punto de partida nuevo, revitalizado, caracterizado por una transparencia que ilumine al mundo con la esperanza de Dios en nosotros para edificar el Reino de Dios?

Durante todo el tiempo en el que he estado preparado esta ponencia, mis ojos se nublaron y me he estado preguntado qué significado podría tener esto. Después me acordé de la primera vez que vi la película Spotlight, un drama biográfico americano del 2015 sobre las investigaciones del Boston Globe sobre los casos de abusos difundidos y organizados en relación con los niños en el área de Boston por parte de numerosos sacerdotes y sobre el presunto encubrimiento de las autoridades eclesiásticas.

Al final de la película aparece una larga lista de los casos y de las diócesis en las que tuvieron lugar, y leyendo el número de los niños implicados (y viendo también las grandes sumas de dinero gastados en los acuerdos), derramé lágrimas de dolor. ¿Cómo pudo callar la Iglesia clerical, cubriendo tales atrocidades? El silencio, los secretos llevados en el corazón de cuantos habían cometido los abusos, el tiempo que duraron los abusos y los diversos traslados de los autores de los mismos son inimaginables. Se supone que en el confesionario y en la dirección espiritual existían señales importantes. Con el corazón apesadumbrado y triste, pienso en todas las atrocidades que hemos cometido como miembros de la Iglesia. Las Constituciones de mi congregación me recuerdan que: "En Cristo nos unimos a la entera humanidad, especialmente a los pobres y a quienes sufren. Aceptamos nuestra parte de responsabilidad por el pecado del mundo y, por lo tanto, vivimos para que el amor pueda prevalecer (SHCJ, Constituciones, n. 6). Tenemos que reconocer que son nuestra mediocridad, hipocresía y condescendencia las que nos han conducido a este lugar vergonzoso y escandaloso en el que nos encontramos como Iglesia. Nos detenemos para rezar: Señor, ten misericordia de nosotros.

En Gaudete et exsultate (n. 164) leemos que "quienes sienten que no cometen faltas graves contra la Ley de Dios, pueden descuidarse en una especie de atontamiento o adormecimiento. Como no encuentran algo grave que reprocharse, no advierten esa tibieza que poco a poco se va apoderando de su vida espiritual y terminan desgastándose y corrompiéndose".

Por lo tanto, a mi parecer, muchos aspectos de esta afirmación del Papa Francisco destacan respecto al tema de los abusos hacia los menores, como también las siguientes frases del documento preparatorio de la PCB: "Una Iglesia cerrada/apagada no es más Iglesia. Su misión sería inútil. No se trata de renunciar a los principios y secularizar a la Iglesia, se trata de vivir en modo visible y perceptible lo que uno afirma ser, o lo que se es y cómo se es verdaderamente".

Proclamamos los Diez Mandamientos y "nos jactamos" de ser guardianes de los estándares/valores morales y del buen comportamiento en la sociedad. ¿A veces hipócritas? Sí. ¿Por qué nos hemos quedado callados tanto tiempo? ¿En qué modo podemos dar un vuelco a todo esto transformándolo en un tiempo para evangelizar, catequizar y educar a todos los miembros de la Iglesia, incluidos el clero y los religiosos? ¿Es verdad que la mayor parte de los obispos no ha hecho nada en relación con los abusos sexuales sobre los menores? Algunos lo han hecho, otros no lo han hecho por miedo o para encubrir.

Podemos decir que la Iglesia ahora está adoptando medidas para detener la situación, y también para ser más transparente respecto a todo lo realizado privadamente por más de dos decenios, como encontrar a las víctimas de abusos sexuales, denunciar los casos a las autoridades civiles competentes e instituir comisiones. La pregunta hoy tiene que ver más con cómo afrontar la cuestión de los abusos sexuales sobre los menores en modo más directo, transparente yvalientecomo Iglesia. La estructura y los sistemas jerárquicos en la Iglesia deberían ser una bendición para permitirnos llegar al mundo entero con mecanismos muy claros para afrontar esta y tantas otras cuestiones. ¿Por qué esto no se ha realizado suficientemente? ¿Tenemos otros problemas sobre la sexualidad que no son afrontados en manera suficiente, por ejemplo el abuso del poder, el dinero, el clericalismo, la discriminación de género, el papel de la mujer y de los laicos en general? ¿Quizá las estructuras jerárquicas y los largos protocolos que han influido negativamente sobre la rapidez de las acciones se preocuparon más de las reacciones de los medios de comunicación?

 

Reflexión

Quiero proponer algunas reflexiones basadas en mi experiencia de religiosa africana. He vivido en Roma durante quince años y en América estudié tres años. Conozco, por lo tanto, estos problemas del Norte del mundo. Probablemente, como muchos de vosotros, he escuchado a algunos africanos y asiáticos decir "no es una cuestión que nos toca, en los países de África y de Asia, es un problema de Europa, de las Américas, de Canadá y de Australia". Sin embargo, durante nueve años he trabajado en todo Nigeria en el campo de la educación sexual y escuché las historias y aconsejé a muchas personas. Me di cuenta de cuántos fueron — y hoy aún lo son — los graves problemas, y quisiera contar algunas de mis experiencias personales para evidenciar este hecho. Al inicio de los años noventa un sacerdote me dijo que había abusos sexuales en los conventos y en las casas de formación y que, como presidente de la Conferencia de las religiosas nigerianas debía, por favor, hacer algo para afrontar el problema. Un segundo sacerdote, al inicio del año 2000, dijo que un particular grupo étnico practicaba mucho el incesto, pero yo añadí que según mi experiencia personal el incesto es un problema mundial. Un anciano moribundo me reveló que se comportaba en modo extraño a causa de los abusos sexuales padecidos desde la adolescencia por parte de un sacerdote en su escuela. Una chica agredida por un sacerdote a la edad de trece años, después de veinticinco años la encontró de nuevo y él no la había ni siquiera reconocido...

 

Transparencia

No escondamos más semejantes hechos por miedo a equivocarse. A menudo queremos estar tranquilos hasta que la tempestad se haya calmado. Esa tempestad no pasará. Está en juego nuestra credibilidad. Jesús nos ha dicho:

"Quien escandaliza a uno de estos pequeños que creen, es mejor para él que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar" ( Marcos9, 42). Debemos afrontar el problema y buscar la curación de las víctimas de los abusos. La praxis común del clero — en el pasado y en algunas áreas aún el presente —era/es el de apoyar "a uno de nosotros" para evitar traer a la luz un escándalo y arrojar descrédito a toda la Iglesia. Todos los responsables, prescindiendo de su estatus clerical, que son juzgados culpables deben recibir la misma pena por abusos sobre menores.

Es mejor tener conversaciones valientes antes que no decir nada para evitar cometer un error. Podemos cometer un error, pero no hemos sido creados para ser un error y los que vendrán nos juzgarán por no haber actuado. El primer paso hacia la transparencia es admitir las violaciones y después hacer público lo que se ha hecho desde los tiempos del Papa Juan Pablo II para sanar la situación. Quizás a los ojos de muchos no bastará, pero demostrará que la Iglesia no se ha quedado en total silencio.

Debemos construir procesos más eficaces y eficientes, basados en la búsqueda del desarrollo humano como también del derecho civil y canónico, para la Tutela de los Menores. Después en toda diócesis, políticas y líneas guía para la tutela clara y comprensiva deben estar expuestas en modo visible en las diversas oficinas parroquiales y publicados en red. Debe existir una gestión mejor de los casos a través de conversaciones cara a cara, transparentes y valientes tanto con las víctimas como con los culpables, como también con los grupos de investigación. En algunas partes del mundo, también en países de África y de Asia, no decir nada es un error terrible como hemos visto en muchos países. El hecho que allí existan grandes problemas de pobreza, enfermedad, guerra y violencia en algunos países del Sur del mundo no significa que al tema de los abusos sexuales se le tenga que quitar importancia o ignorar. La Iglesia debe ser proactiva en afrontarlo.

La excusas que se deba respecto a algunos sacerdotes en virtud de su edad avanzada y de su posición jerárquica es inaceptable. Según este razonamiento, muchos de aquellos que han perpetrado tales crímenes son ancianos, algunos no están vivos y, por lo tanto, no tenemos que perjudicarles a ellos y a su reputación quitándoles el sacerdocio en edad avanzada. Podemos sentir lástima por aquellos que en edad más joven, cometieron ofensas que ahora salen a la luz. Pero mi corazón sangra por las víctimas que han vivido por años con el inmerecido sentido de vergüenza y de culpa a causa de las repetidas violencias. En algunos de estos casos, los autores de las ofensas no han visto siquiera a las víctimas como personas, sino como objetos.

Es verdad que, como Iglesia, creemos en el arrepentimiento del pecador, en la conversión de los corazones y en la gracia de la transformación: "Ve, y de ahora en adelante no peques más" (Juan8, 1-11). En algunos esto puede crear un fuerte dilema, especialmente cuando sabemos que quien ha perpetrado los abusos, a menudo ha sido a su vez víctima. ¿Debemos explorar más en profundidad lo que significa para nosotros justicia con compasión? ¿Cómo podemos ayudar a crear el ambiente para la oración y el discernimiento para que la gracia de Dios nos ilumine sobre la justicia, de tal manera que pueda existir transformación y curación tanto para las víctimas como para los culpables? Tenemos que descubrir dónde en el mundo (no solo en los países más ricos) se desarrollan las mejores prácticas para que esto se realice, y si podemos ponerlas en práctica. Muchas de ellas se pueden encontrar en la Iglesia.

Haciendo públicos los nombres de los culpables, ¿podemos hacer pública una entera serie de informaciones relativas a estas situaciones?

 

Un camino estratégico para seguir adelante

Está emergiendo claramente que para muchas víctimas ser escuchadas y ayudadas psicológica y espiritualmente ha sido el inicio del proceso de curación. ¿Podemos formar tantas personas sensibles y compasivas para ofrecer este servicio en todos los países, incluidos los lugares en los que es difícil poner sobre la mesa algo para comer? ¿Existen modos para ayudar a las parroquias a curar a las víctimas usando su sabiduría tradicional?

¿Recurrimos a la predicación y a otros medios para afrontar las cuestiones sexuales en la sociedad? ¿En qué modo las diócesis pueden colaborar estratégicamente para ofrecer programas educativos y kits formativos que tomen en cuenta la cultura? Este material respetuoso de la dignidad de la persona humana, y que evidencie comportamientos inaceptables, podrían ser utilizados en parroquias y escuelas, hospitales y otros lugares en los que se desempeña el ministerio pastoral.

¿Cómo podemos seguir afrontando en modo muy concreto las cuestiones de la prostitución y la promiscuidad en el mundo? Se necesitan católicos, junto con otras personas con principios símiles, en puestos influyentes, por ejemplo en la industria cinematográfica, en la televisión y en la publicidad. Se les podría animar a reunirse y a reflexionar sobre su papel para promover una mejor visión de la persona humana. Es necesario concentrarse en el deservicio para con los hombres en toda cultura patriarcal en el ámbito de la sexualidad. Examinando cómo utilizar mejor los medios de comunicación social para educar a las personas en todo el ámbito de la sexualidad y de las relaciones humanas.

Es, sin duda, esencial, una educación y una formación clara y equilibrada sobre la sexualidad y los confines en los seminarios y en las casas de formación; en la formación permanente de los sacerdotes, religiosos y religiosas y obispos. Me preocupa cuando en Roma y en otros lugares veo a los seminaristas más jóvenes tratados como si fueran más especiales que cualquiera, animándoles de ese modo a asumir desde el inicio de su formación, ideas exaltadas respecto a su estatus. El estudio del desarrollo humano tiene que suscitar un serio interrogante sobre la
existencia de los seminarios menores. También la formación de las jóvenes religiosas puede, a menudo, llevar a un falso sentido de superioridad respecto a las hermanas y a los hermanos laicos, a pensar que su llamado es "superior". ¿Qué daño ha hecho este modo de pensar a la misión de la Iglesia? Hemos olvidado la referencia del Vaticano II en Gaudium et Spes a la llamada universal a la santidad? Además, debemos pedir a los laicos responsables y sensibles y alas religiosas, realizar una valoración verdadera y honesta de los candidatos al nombramiento episcopal.

¿Sería posible lanzar el desafío a cualquier diócesis para reunir hombres y mujeres de integridad: laicos junto con religiosos y clero, para formar una comisión conjunta que comparta la experiencia sobre los procedimientos y los protocolos, las implicaciones legales y financieras de las denuncias y los necesarios canales de responsabilidad e imputabilidad? Una persona cualificada — laico, religioso o sacerdote — podría ser el presidente ideal de un tal grupo. Además, debería buscar entender cómo afrontar mejor las graves cuestiones de los abusos sexuales que están estallando en algunos países asiáticos y africanos como ya ha sucedido en otros lugares. Muchas personas que han padecido abusos sexuales por parte de sacerdotes y otros con alguna función pastoral, sufrirán mientras resurgirán recuerdos traumáticos. A algunos se les recordará que podrán ser desenmascarados como autores antiguos o actuales de abusos, o ser acusados de haber encubierto símiles hechos. Muchos, en las diversas formas del ministerio, encontrarán personas, familiares, adultos y/o niños, que han padecido o que padecen abusos y deben saber cómo responder en modo adecuado. Algunas acusaciones resultarán ser falsas, lo que causará sufrimientos de otro tipo. El impacto de la fe perjudicada en la Iglesia no será jamás evidenciado, ya que muchos católicos están o estarán enojados o confundidos. También las personas que ocupan alguna posición de autoridad deben saber qué decir o hacer en términos de respuesta cuando las cuestiones llegan a los medios de comunicación.

 

Conclusión

Sabemos que el aspecto más importante es la proclamación del Evangelio en tal modo que toque el corazón de los jóvenes y de los ancianos. Estamos llamados a proclamar la buena nueva pero debemos SER buena nueva para las personas que servimos hoy en día. No hay por qué asombrarse, por lo tanto, si el Papa Francisco ha declarado octubre 2019 el Mes Misionero Extraordinario.

La Iglesia, en la misión que ha recibido de Jesucristo, debe estar abierta a una mayor transparencia, ya que nos mandan en el mundo local y globalmente. Todo nuestro ser no consiste solo en custodiar la fe, sino también vivir en modo visible y claro lo que afirmamos ser. Estamos llamados como Jesús en su declaración de misión:

"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado para proclamar la liberación a los cautivos y devolver la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor" (Lucas 4, 18-19).

Como orientación o apéndice quisiera destacar lo siguiente: El Espíritu del Señor está sobre cada uno de nosotros aquí; ha consagrado con la unción a todos nosotros; para anunciar a los pobres un alegre mensaje, a los vulnerables, protegiendo especialmente a los niños indefensos, buscando justicia para las víctimas de abuso y adoptando medidas para evitar que se repitan tales abusos; para proclamar a los prisioneros la liberación: los que han cometido abusos tienen necesidad de redención, conversión y transformación; y a los ciegos la vista: a aquellos que no ven los problemas o que se concentran en proteger "lo nuestro", o que callan o encubren, tienen necesidad de recuperar la vista; para poner en libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor, tomando las medidas necesarias y manteniendo la tolerancia cero hacia los abusos sexuales liberaremos a los oprimidos. Este es nuestro año de gracia, asumamos con valentía la responsabilidad de ser verdaderamente transparentes y responsables.

Regresando al tema de esta ponencia, otro pasaje para la autocomprensión se toma de Mateo (5, 14-16): "Vosotros sois la luz del mundo; no se puede esconder una ciudad colocada en la cima de una montaña, ni se enciende una lámpara para ponerla bajo el celemín, sino en el candelabro para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos".

He leído con gran interés muchos artículos sobre las reacciones del Papa en el caso de los obispos chilenos, desde la negación de las acusaciones a la rabia por el engaño y el encubrimiento, a la aceptación de las dimisiones de los tres obispos. Le admiro Hermano Francisco, por haberse tomado el tiempo, como buen jesuita, para discernir y para ser tan humilde al cambiar de idea, pedir perdón y actuar: un ejemplo para todos nosotros.

Gracias Papa Francisco, por haber ofrecido a todos nosotros esta oportunidad de controlar y verificar dónde hemos actuado en modo extraño, con ignorancia, en secreto y complacencia. Creo que modificaremos, con gran determinación, nuestro completo acercamiento ante la denuncia de abusos, sosteniendo a las víctimas, buscando a las personas adecuadas para acompañar y ofrecer apoyo a las víctimas y, sobre todo, al hacer todo lo posible para proteger a los menores y a los adultos vulnerables de cualquier forma de abuso. Gracias también por haber ofrecido a las religiosas, a través del ejecutivo de la Unión de las Superioras Generales (UISG), la oportunidad de participar en esta conferencia. Las mujeres han adquirido mucha experiencia útil que pueden poner a disposición en este campo, y ya han hecho mucho para sostener a las víctimas y también para trabajar en modo creativo sobre su uso del poder y de la autoridad.

Espero y rezo para que al final de esta conferencia elijamos deliberadamente romper con cualquier cultura del silencio de los secretos entre nosotros, para hacer entrar más la luz en nuestra Iglesia. Reconocemos nuestra vulnerabilidad; seamos proactivos y no reactivos al afrontar los desafíos que se presentan al mundo de los jóvenes y de las personas vulnerables, y profundicemos sin miedo en las demás cuestiones de los abusos en la Iglesia y en la sociedad.

Quisiera que recordáramos las palabras del mismo Papa Francisco: Un cristiano que no sigue adelante tiene una identidad que no "está bien"... El Evangelio habla claro: El Señor los envió diciendo: "Id" El cristiano camina, supera las dificultades y anuncia que el Reino de Dios está cerca.

Gracias.

 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

23/02/2019-17:10
Rosa Die Alcolea

El Cardenal Marx se reunió con 16 víctimas de abusos sexuales en la Iglesia

(ZENIT — 23 febrero 2019).- El Cardenal Reinhard Marx, Presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, se reunió ayer, viernes, 22 de febrero de 2019, con 16 víctimas de abusos del grupo Ending Clerical Abuse (ECA), según informa Vatican News en español.

El encuentro fue al mediodía, en privado, y tuvo lugar durante la segunda jornada de trabajos del Encuentro sobre 'La Protección de los menores en la Iglesia', que congrega al Papa Francisco y a 190 representantes católicos (114 presidentes de las conferencias episcopales católicas, religiosos, sacerdotes y otros miembros) en el Vaticano para reflexionar y trabajar en la erradicación de los abusos sexuales en el seno de la Iglesia.

El encuentro con las víctimas duró 90 minutos, informa el medio de comunicación vaticano. Asimismo, el Card. Marx informó al Santo Padre sobre los contenidos del encuentro.

 

 

 

23/02/2019-12:42
Rosa Die Alcolea

Testimonio de un sobreviviente de abuso: "¡Hay un camino!, ¡hay una oportunidad!, ¡hay una esperanza!"

(ZENIT — 23 febrero 2019).- "¡Hay un camino!, ¡hay una oportunidad!, ¡hay una esperanza!, ¡hay vida!, ¡devuelve lo perdido!, ¡muestra que te preocupas! Porque todo lo que hagas redimirá los muchos gritos silenciosos que esperan el día salvador", el padre Hans Zollner leyó estas palabras al comienzo de las sesiones del segundo día del Encuentro sobre 'La Protección de los Menores en la Iglesia', el viernes, 22 de febrero de 2019.

Cada día, el Encuentro sobre 'La Protección de los Menores en la Iglesia' comienza con la oración, que preside el Papa Francisco y participan los 190 miembros de esta cumbre, celebrada en el Vaticano del 21 de febrero hasta el 24 de febrero de 2019.

El padre Zollner, uno de 6 miembros del comité organizador del Encuentro, lee al comienzo de cada jornada el testimonio de una víctima de abuso —sexual, de poder, de conciencia— en la Iglesia.

El sacerdote alemán es miembro de la Pontificia Comisión para la Protección de Menores, Presidente del 'Centro de Protección Infantil' de la Pontificia Universidad Gregoriana y Director y Profesor del Instituto de Psicología.

Sigue el texto escrito por la víctima de abusos en la Iglesia, leído el viernes, 22 de febrero de 2019, por el P. Hans Zollner, en el Encuentro con los presidentes de las conferencias episcopales y demás representantes católicos.

***

 

EL PUENTE QUE MARCÓ LA DIFERENCIA

Se presentó un chico y entró
a un mundo que era nuevo;
era un desafío
como el de cualquier recién nacido.
¡Quién hubiera pensado que este mundo
Le traería sorpresas y peligros no buscados!

La búsqueda de una buena formación católica
lo hizo partir
de un ambiente —feliz y sano;
era por una motivación justa,
y así con dolor se despidió
de todo lo que conocía:
padres, hermanos, amor, solicitud,
protección y todo.

Tan joven como de cinco años,
a un mundo desconocido,
lleno de inocencia y de temores
entró a las aulas que eran nuevas.
Le hacía falta el hogar,
aquí buscó en los amigos
y custodios que fueran sus padres.
Fatal fue éste reemplazo
porque los deseos de éstos eran extraños
para él que era joven.

Despojado de su inocencia una y otra vez,
abandonado a la propia suerte
en este mundo adulto,
no encontró esperanza
y se convirtió en un solitario.
Lo hizo pedazos,
con el pasar de los años.
Pero no podía decirlo a nadie,
por miedo a la desgracia y la vergüenza.

Del aprender más sobre "valores cristianos"
se retiró del mundo
a la seguridad de quedarse en silencio, escondido dentro;
pues el secreto era la única salida.

Muchas veces se preguntó:
¿Qué es este mundo?
No tenía sentido ni le daba esperanza.
Una vez miró desde un puente,
y se preguntó
"¿Cómo podría cambiar su camino que iba a cuesta abajo,
cambiar el orden de las cosas?"
Nunca hubo respuesta.

¿Quién podrá saber
lo que estaba pasando?
¿Quién se atreverá a preguntar?
¿Quién asumirá la responsabilidad
por esta vida que parecía perdida?

Nada en su vida quedó sin ser tocado.
Todo quedó manchado.
¿Acaso estuvo Dios ahí?
Pues Él sería el único que lo sabría todo.

El puente que contempló
le mostró un camino,
un camino que era distinto
y que tuvo fruto, cuando
extrañamente escuchó en su rumoroso
y angustiado corazón,
una voz que llamaba a un cambio.

Un proceso comenzó
para realizar lo que la voz le decía.
Un proceso de perdón,
un proceso de reconciliación,
un proceso de aceptar la vida
como era llena de heridas, de dolor y desolación.

El nuevo camino descendiendo del puente
era largo y difícil.
Tocaba la misma esencia de la vida.
Pero, había un camino, uno diferente;
un camino que sana, sanación que toma tiempo.
Ablandó su corazón endurecido
y trasformó la vida que vivía.

Quebró la caparazón en la que vivía, para caminar libre
y decirle al mundo, "Hay un camino".
Esta es su historia.

Pero ahora, ¿quién asumirá la responsabilidad
de vidas rotas?
¡Hay un camino!
¡Hay una oportunidad!
¡Hay una esperanza!
¡Hay vida!
¡Devuelve lo perdido!
¡Muestra que te preocupas!
Porque todo lo que hagas
redimirá los muchos gritos silenciosos
que esperan el día salvador.

 

 

 

23/02/2019-18:53
Raquel Anillo

Cardenal Oswald Gracias: Por "una cultura de corrección fraterna"

(ZENIT — 23 febrero 2019).- Para el cardenal Gracias, "Toda la Iglesia debe considerar honestamente [el fenómeno del abuso], emprender un discernimiento riguroso y luego actuar de manera decisiva para evitar que ocurran futuros abusos y hacer todo lo posible para Promover la curación de las víctimas ". Prevención y sanación que involucra, entre otras cosas, una "cultura de corrección fraterna".

El cardenal Oswald Gracias (Bombay, India) habló el viernes 22 de febrero de 2019, a las 10:00 h, en el segundo día de la Reunión Mundial de Obispos reunidos por el papa Francisco en el Vaticano sobre el tema de la protección de menores (21-24 de febrero).

El testimonio de una víctima fue leído por el padre. Hans Zollner SJ, durante la oración de la mañana. Reveló la soledad de la víctima: "Cuando Jesús estaba a punto de morir, su madre estaba con él. Cuando fui abusada por un sacerdote, la Iglesia mi madre me abandonó. Cuando necesitaba a alguien con quien hablar en la Iglesia sobre mi herida y mi soledad, todos se escondían, por lo que me sentía aún más sola porque no tenía a nadie a quien acudir".

Este segundo día está dedicado a la "colegialidad" y a la responsabilidad "conjunta" de todo el cuerpo eclesial. Y el título de la intervención del cardenal Oswald Gracias es: "Responsabilidad en una Iglesia colegial y sinodal".

Invita a rechazar y a la soledad de las víctimas y al aislamiento de los obispos: "Ningún obispo debería decirse a sí mismo:" Me enfrento a estos problemas y solo ante estos desafíos. Como pertenecemos al colegio de obispos en unión con el Santo Padre, todos compartimos el deber de dar cuenta y la responsabilidad. La colegialidad es un contexto esencial para tratar las heridas por los abuso infringidos a las víctimas y a la Iglesia en general. "

Habló de la práctica de la corrección fraterna evangélica: "¿Realmente entablamos una conversación abierta y lo hacemos de manera honesta y señalada a nuestros hermanos obispos o sacerdotes cuando notamos una conducta problemática? Debemos cultivar una cultura de corrección fraterna (correctio fraterna, en el texto, ed) , que permita esto sin ofenderse mutuamente, y al mismo tiempo que reconozca la crítica de un hermano como una oportunidad para cumplir mejor nuestras tareas".

También implica, observó, "admitir errores personalmente y pedir ayuda, sin sentir la necesidad de mantener el pretexto de nuestra perfección": "¿Realmente tenemos este tipo de relación? Fraternal, ¿gracias a lo cual en tales casos no tenemos que preocuparnos por hacernos daño, simplemente porque mostramos nuestra debilidad? "

Y en este día de la fiesta de la Cátedra de San Pedro, preguntó por el vínculo vivo con "Pierre" y los otros obispos: "Para un obispo, la relación con el Santo Padre es de un valor constitutivo. Todo obispo está obligado a obedecer directamente y seguir al Santo Padre. Debemos preguntarnos honestamente si, sobre esta base, a veces no pensamos que nuestra relación con otros obispos no es tan importante, especialmente si nuestros hermanos tienen una opinión diferente y / o si sienten la necesidad de corregimos. Podemos ignorar la contribución de nuestros hermanos, porque al final solo el Papa puede darnos órdenes de todos modos, por lo que es fácil ignorar la colegialidad, o en tales casos no lo ha hecho. no hay peso relevante? "

Para el proceso de curación, el cardenal Gracias no escatima palabras: "Ignorar o restar importancia a lo que las víctimas han experimentado exacerba su dolor y retrasa la curación".

También abordó el tema del informe a las autoridades civiles, ya no más aislamiento: "El abuso sexual de menores y otras personas vulnerables no solo viola el derecho divino y eclesiástico, sino que también se trata de 'comportamiento criminal público. La Iglesia no vive solitariamente en un mundo aislado de su propia creación. La Iglesia vive en el mundo y con el mundo. Aquellos que son culpables de comportamiento criminal son justificadamente responsables ante la autoridad civil por este comportamiento. Aunque la Iglesia no es un agente del estado, la Iglesia reconoce la autoridad legítima de la ley civil y del estado. Por lo tanto, la Iglesia coopera con las autoridades civiles en estas áreas para llevar la justicia a los sobrevivientes y al orden civil. No ignoró los casos de malas relaciones entre la Iglesia y el Estado.

Aquí está la traducción, de esta intervención pronunciada en inglés.

AB

 

La obligación de rendir cuentas en una Iglesia colegial y sinodal Cardenal Oswald Gracias

El abuso sexual en la Iglesia Católica y la consiguiente incapacidad de abordarlo de una manera abierta, efectiva y rindiendo cuentas respecto a ello, ha causado una crisis multifacética que ha asediado y herido a la Iglesia, por no hablar de aquellos que han sido abusados. Aunque la experiencia del abuso parece estar dramáticamente presente en ciertas partes del mundo, no es un fenómeno limitado. En efecto, toda la Iglesia debe mirar con honestidad, hacer un discernimiento riguroso y actuar con decisión para evitar que se produzcan abusos en el futuro y hacer todo lo posible para fomentar la curación de las víctimas.

La importancia y el alcance universal de este desafío ha llevado al Papa Francisco a convocarnos a este encuentro, subrayando su compromiso y el compromiso de la Iglesia para afrontar esta crisis. Más aún, al invitar a los presidentes de las conferencias episcopales nacionales, está señalando cómo la Iglesia debe abordar esta crisis. Para él y para los que nos reunimos con él, será el camino de la colegialidad y de la sinodalidad. Esa manera de ser Iglesia, con la ayuda de Dios, formará y definirá cómo toda la Iglesia a nivel regional, nacional, local-diocesano, e incluso parroquial, asumirá la tarea de abordar el abuso sexual en la Iglesia. Así, la sinodalidad puede ser vivida verdaderamente, incorporando todas las decisiones y las medidas resultantes en todos estos diferentes niveles —sobre una base vinculante. Esto incluye la participación de laicos, tanto hombres como mujeres. Al hacerlo, debemos seguir siendo honestos y preguntarnos: ¿Realmente queremos esto? ¿Qué estamos haciendo realmente para conseguirlo? ¿Estamos solo tomando medidas de coartada para una iglesia sinodal y, en realidad, queremos permanecer entre nosotros como obispos— en "nuestras" conferencias, en "nuestras" comisiones, en "nuestras" reuniones, en las que los no obispos y los no clérigos solo juegan un papel insignificante? Ahora no es el momento y el lugar para entrar en detalles, pero si no solo hablamos de una iglesia sinodal sino que también queremos vivirla, entonces también debemos aprender a practicar otras formas de gestión, y aprender cómo podemos llevar a cabo procesos sinodales. Si no hacemos todo esto, entonces el discurso de la sinodalidad en el contexto del tema del abuso solo sirve para ocultar comportamientos inconsistentes. Un ejemplo, en el campo crítico y difícil del abuso, sería desviar la responsabilidad hacia los laicos (hombres y mujeres), pero negándoles por el contrario la oportunidad de asumir la responsabilidad.

Permítanme enmarcar esto en una perspectiva personal. Ningún obispo debería decirse a sí mismo: "Me enfrento a estos problemas y desafíos solo". Por pertenecer al colegio de los obispos en unión con el Santo Padre, todos compartimos la responsabilidad y la obligación de rendir cuentas. La colegialidad es un contexto esencial para tratar las heridas de los abusos infligidos a las víctimas y a la Iglesia en general. Nosotros, los obispos, tenemos que volver a menudo a las enseñanzas del Concilio Vaticano II, para encontrarnos en la misión y en el ministerio más amplio de la Iglesia. Consideren estas palabras de Lumen gentium: "Cada uno de los Obispos que es puesto al frente de una Iglesia particular, ejerce su poder pastoral sobre la porción del Pueblo de Dios a él encomendada [...] Pero en cuanto miembros del Colegio episcopal y como legítimos sucesores de los Apóstoles, todos y cada uno, en virtud de la institución y precepto de Cristo, están obligados a tener por la Iglesia universal aquella solicitud" (n.23).

El punto es claro. Ningún obispo puede decirse a sí mismo: "Este problema de abuso en la Iglesia no me concierne, porque las cosas son diferentes en mi parte del mundo". Cada uno de nosotros es responsable de toda la iglesia. Juntos, tenemos responsabilidad y obligación de rendir cuentas. Extendemos nuestra preocupación más allá de nuestra Iglesia local para abarcar a todas las iglesias con las que estamos en comunión.

A medida que asumamos nuestro sentido colegiado y colectivo de responsabilidad y la obligación de rendir cuentas, inevitablemente nos encontraremos con cierta dialéctica. Porque nuestra colegialidad efectivamente expresa la variedad y universalidad del Pueblo de Dios, pero también la unidad del rebaño de Cristo. En otras palabras, hay una necesidad permanente de apreciar la gran diversidad en la experiencia vivida por las iglesias esparcidas por todo el mundo debido a su historia, cultura y costumbres. Al mismo tiempo, debemos también apreciar y fomentar nuestra unidad, nuestra única misión y propósito que es ser "como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (LG n.1). En nuestra Iglesia, necesitamos urgentemente un mayor desarrollo de las competencias interculturales, que en última instancia deben demostrar su valía mediante una comunicación intercultural exitosa, y una correspondiente toma de decisiones bien fundamentada.

En la práctica, esto significa que al abordar juntos el flagelo del abuso sexual, es decir, de manera colegiada, debemos hacerlo con una visión singular y unificada, así como con la flexibilidad y la capacidad de adaptación que se derivan de la diversidad de las personas y las situaciones bajo nuestra atención universal.

En este contexto, también debemos preguntarnos fundamentalmente si vivimos de manera adecuada lo que significan los conceptos de colegialidad y sinodalidad. La colegialidad y la sinodalidad no deben permanecer como conceptos teóricos, que se describen ampliamente pero que no se ponen en práctica. En este sentido, todavía veo mucho margen para nuevos desarrollos. Tal vez podamos avanzar, si podemos aclarar los siguientes puntos.

No se puede ignorar que tratar el tema del abuso de la manera correcta ha sido difícil para nosotros en la Iglesia por varias razones. Nosotros, como obispos, también somos responsables de esto. Para mí, esto plantea la pregunta: ¿Realmente entablamos una conversación abierta y señalamos honestamente a nuestros hermanos obispos o sacerdotes cuando notamos un comportamiento problemático en ellos? Debemos cultivar una cultura de correctio fraterna, que nos permita hacerlo sin ofendernos mutuamente y, al mismo tiempo, reconocer la crítica de un hermano como una oportunidad para cumplir mejor nuestras tareas.

Estrechamente relacionado con este punto está la voluntad de admitir personalmente los errores unos a otros, y de pedir ayuda, sin sentir la necesidad de mantener la pretensión de la propia perfección. ¿Realmente tenemos el tipo de relación fraternal, en la que en tales casos no tenemos que preocuparnos por dañarnos a nosotros mismos, simplemente porque mostramos debilidad?
Para un obispo, la relación con el Santo Padre tiene un significado constitutivo. Todo obispo está obligado a obedecer y seguir directamente al Santo Padre. Debemos preguntarnos honestamente, si sobre esta base a veces no pensamos que nuestra relación con los otros obispos no es tan importante, especialmente si los hermanos tienen una opinión diferente, y/o si sienten la necesidad de corregimos. ¿Acaso ignoramos los aportes de nuestros hermanos, porque en última instancia solo el Papa puede darnos órdenes en cualquier caso, y por lo tanto la colegialidad es fácil de ignorar, o en tales casos no tiene ninguna influencia relevante?

Si en tales contextos nosotros mismos terminamos refiriéndonos siempre a Roma, no deberíamos preguntarnos por qué un cierto centralismo romano no tiene suficientemente en cuenta la diversidad de nuestra fraternidad, y nuestras competencias eclesiásticas locales y nuestras habilidades como pastores responsables de nuestras iglesias locales no se utilizan adecuadamente, y por lo tanto se resiente la colegialidad vivida de modo práctico. Si queremos y debemos revitalizar nuestra colegialidad, entonces también necesitamos una discusión entre la Curia Romana y nuestras conferencias episcopales. Siempre podemos asumir la responsabilidad de algo solo en la medida en que se nos permita hacerlo, y cuanta más responsabilidad se nos conceda, mejor podremos servir a nuestro propio rebaño.

Ya sea la relación entre nosotros los obispos locales y Roma, o la relación de los obispos entre sí, un aspecto importante debe ser claro. La colegialidad solo se puede vivir y practicar sobre la base de la comunicación. Debemos preguntarnos si realmente utilizamos todas las formas de comunicación modernas, regulares y sostenibles, o si todavía estamos rezagados. Sinceramente, creo que podríamos mejorar en este sentido, por ejemplo, tanto en lo que respecta a la rapidez del intercambio de información como a los modos de participación para la formación de la opinión y a los modos de debate.

Estoy firmemente convencido de que no hay alternativas reales a la colegialidad y la sinodalidad en nuestra interacción. Pero antes de notar algunas consecuencias prácticas para abordar el abuso sexual en la Iglesia desde una perspectiva colegial, permítanme resumir el desafío al que nos enfrentamos juntos.

 

El desafío del abuso sexual en la Iglesia

El abuso sexual de menores y adultos vulnerables en la Iglesia revela una compleja red de factores interconectados que incluyen: psicopatología, decisiones morales pecaminosas, ambientes sociales que permiten que ocurra el abuso, y a menudo respuestas institucionales y pastorales inadecuadas o claramente dañinas, o una falta de respuesta. Los abusos cometidos por clérigos (obispos, sacerdotes, diáconos) y otras personas que sirven en la Iglesia (por ejemplo, maestros, catequistas, entrenadores) derivan en daños incalculables, tanto directos como indirectos. Lo más importante es que el abuso inflige daño a los sobrevivientes. Este daño directo puede ser físico.

Inevitablemente, es psicológico con todas las consecuencias a largo plazo de cualquier trauma emocional grave relacionado con una profunda traición a la confianza. Muy a menudo, es una forma de daño espiritual directo que remece la fe y perturba severamente el itinerario espiritual de aquellos que sufren abuso, a veces llevándolos a la desesperación.

El daño indirecto del abuso a menudo resulta de una respuesta institucional fallida o inadecuada al abuso sexual. Este tipo de respuesta indirecta y perjudicial podría incluir: no escuchar a las víctimas ni tomar en serio sus reclamaciones, no ampliar la atención y el apoyo a las víctimas y sus familias, dar prioridad a la protección de los asuntos institucionales y financieras (por ejemplo, "ocultando" los abusos y a los abusadores) por encima de la atención a las víctimas, no retirar a los abusadores de situaciones que les permitirían abusar de otras víctimas, y no ofrecer programas de formación y detección para los que trabajan con niños y adultos vulnerables. Por muy grave que sea el abuso directo de niños y adultos vulnerables, el daño indirecto infligido por aquellos con responsabilidad directiva dentro de la Iglesia puede ser peor al revictimizar a aquellos que ya han sufrido abuso.

Abordar el abuso sexual en la Iglesia representa un desafío complejo y multifacético, quizás sin precedentes en la historia de la Iglesia debido a las comunicaciones de hoy y a las conexiones globales. Esto hace que la colegialidad sea aún más decisiva en nuestra situación actual. Pero, ¿cómo debe responder una Iglesia colegial a ese desafío? Si utilizamos los elementos de la colegialidad como un lente para ver y abordar la crisis, quizás podamos empezar a hacer algún progreso. Sin duda, abordar la crisis no significa una solución rápida o definitiva. Tendremos que empezar con valentía y perseverar resueltamente en el camino juntos.

Por ahora, quiero señalar tres temas que considero especialmente importantes para nuestra reflexión: la justicia, la sanación y la peregrinación.

 

Justicia

El abuso sexual de otros, especialmente de menores, tiene sus raíces en un injusto sentido de derecho: "Puedo requerir a esta persona para mi uso y abuso". Aunque el abuso sexual es muchas cosas, como una violación y una traición a la confianza, en su raíz es un acto de grave injusticia. Las víctimas-sobrevivientes hablan de su sentido de haber sido violadas injustamente. Una tarea fundamental que nos incumbe a todos, individual y colegialmente, es la de restablecer la justicia a quienes han sido violados. Existen múltiples niveles en este proceso de restauración. Por supuesto, debemos defender y promover la justicia de Dios e implementar las normas de justicia que pertenecen a nuestra comunidad eclesial. La ley y el proceso eclesiástico deben ser implementados de manera justa y efectiva. Sin embargo, hay más en la historia.

El abuso sexual de menores y otras personas vulnerables no solo viola la ley divina y eclesiástica, sino que también es un comportamiento criminal público. La Iglesia no vive solo en un mundo aislado creado por ella. La Iglesia vive en el mundo y con el mundo. Aquellos que son culpables de un comportamiento criminal, en justicia tienen la obligación de rendir cuentas ante las autoridades civiles por dicho comportamiento. Aunque la Iglesia no es un agente del Estado, reconoce la autoridad legítima de la ley civil y del Estado. Por lo tanto, la Iglesia coopera con las autoridades civiles en estos asuntos para hacer justicia a los sobrevivientes y al orden civil.

Las complicaciones surgen cuando hay relaciones antagónicas entre la Iglesia y el Estado o, aún más dramáticamente, cuando el Estado persigue o está dispuesto a perseguir a la Iglesia. Este tipo de circunstancias subrayan la importancia de la colegialidad. Solo en una red de fuertes relaciones entre los obispos y las Iglesias locales que trabajan juntos, la Iglesia puede navegar por las turbulentas aguas del conflicto Iglesia-Estado y, al mismo tiempo, abordar adecuadamente el delito de abuso sexual. Hay una doble necesidad que solo la colegialidad puede abordar: la necesidad de una sabiduría compartida y la necesidad de un estímulo de apoyo.

 

Sanación

Además de defender la justicia, una Iglesia colegial defiende la sanación. Ciertamente, esa sanación debe llegar a las víctimas de los abusos. También debe extenderse a otras personas afectadas, incluidas las comunidades cuya confianza ha sido traicionada o puesta a prueba.

Para que la sanación sea efectiva, debe haber una comunicación clara, transparente y consistente de una Iglesia colegial con las víctimas, los miembros de la Iglesia y la sociedad en general. En esa comunicación, la Iglesia ofrece varios mensajes.

El primer mensaje, dirigido especialmente a las víctimas, es un acercamiento respetuoso y un reconocimiento honesto de su dolor y sufrimiento. Aunque esto parece obvio, no siempre se ha comunicado. Ignorar o minimizar lo que las víctimas han experimentado solo exacerba su dolor y retrasa su sanación. Dentro de una Iglesia colegial, podemos convocarnos unos a otros a la atención y a la compasión que nos permitan hacer este acercamiento y reconocimiento.

El segundo mensaje debe ser un ofrecimiento orientado a la sanación. Hay muchos caminos hacia la sanación, desde el asesoramiento profesional hasta los grupos de apoyo y otros medios. En una Iglesia colegial, podemos ejercitar nuestra imaginación y desarrollar estos diversos caminos de sanación que, a su vez, podemos comunicar a aquellos que están sufriendo.

Un tercer mensaje importante es identificar y aplicar medidas para proteger a los jóvenes y a las personas vulnerables de futuros abusos. Una vez más, se necesita una sabiduría colectiva y una imaginación compartida para desarrollar las formas de proteger a los jóvenes y evitar la tragedia del abuso. Esto puede suceder en una Iglesia colegial que asume la responsabilidad del futuro.

Un cuarto y último mensaje se dirige a la sociedad en general. Nuestro Santo Padre ha dicho sabia y correctamente que el abuso es un problema humano. No se limita, por supuesto, a la Iglesia. De hecho, es una realidad omnipresente y triste en todos los sectores de la vida. A partir de este momento particularmente difícil en la vida de la Iglesia, podemos -de nuevo en un contexto colegial- aprovechar y desarrollar recursos que pueden ser de gran utilidad para un mundo más amplio. La gracia de este momento puede ser nuestra capacidad de servir a una gran necesidad en el mundo desde nuestra experiencia en la Iglesia.

 

Peregrinación

Al enfrentarnos a la tragedia del abuso sexual en la Iglesia, al encontrarnos con el sufrimiento de las víctimas, como nunca somos conscientes de nuestra condición de pueblo peregrino de Dios. Sabemos que aun no hemos llegado a nuestro destino. Somos conscientes de que nuestro viaje no ha sido por un camino recto. El Concilio Vaticano II captó esto muy bien en Lumen gentium: "La plenitud de los tiempos ha llegado, pues, a nosotros, y la renovación del mundo está irrevocablemente decretada y en cierta manera se anticipa realmente en este siglo, pues la Iglesia, ya aquí en la tierra, está adornada de verdadera santidad, aunque todavía imperfecta. Pero mientras no lleguen los cielos nuevos y la tierra nueva, donde mora la justicia, la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, pertenecientes a este tiempo, la imagen de este siglo que pasa, y ella misma vive entre las criaturas, que gimen con dolores de parto al presente en espera de la manifestación de los hijos de Dios" (n. 48).

Ser el pueblo peregrino de Dios no significa simplemente que tengamos un cierto estado inacabado, aunque efectivamente ese es el caso. Ser el pueblo peregrino de Dios significa que somos una comunidad llamada al continuo arrepentimiento y al continuo discernimiento. Debemos arrepentimos —y hacerlo juntos, colegialmente— porque en el camino hemos fracasado. Necesitamos buscar el perdón. También debemos estar en un proceso de discernimiento continuo. En otras palabras, juntos o colegialmente, necesitamos mirar, esperar, observar y descubrir la dirección que Dios nos está dando en las circunstancias de nuestras vidas. Hay más por delante. A medida que se ha ido desarrollando la crisis de los abusos, nos hemos dado cuenta de que no existe una solución fácil ni rápida. Estamos llamados a avanzar paso a paso y juntos. Eso requiere discernimiento.

 

Conclusión

Recientemente, en un contexto muy diferente, los obispos del Congo se reunieron y actuaron colegiadamente. Con gran coraje y determinación, abordaron los desafíos sociales y políticos de su nación. Lo hicieron, no uno por uno, sino juntos, colegialmente. En su apoyo mutuo y compartido, dieron testimonio de lo que la colegialidad vivida puede significar y de lo eficaz que puede ser. Al reflexionar sobre la crisis de abuso que ha afligido a la Iglesia, hacemos bien en tomar su ejemplo y reconocer el poder de la colegialidad para abordar las cuestiones más difíciles que se nos plantean.

Para que podamos avanzar con un claro sentido de responsabilidad y rendición de cuentas en un contexto de colegialidad, a mi juicio, hay al menos cuatro requisitos que ofrezco para su consideración.

Para asumir la colegialidad con el fin de abordar nuestra responsabilidad y la obligación de rendir de cuentas, debemos: declarar, o mejor, reivindicar nuestra identidad en el colegio apostólico unido al sucesor de Pedro, y debemos hacerlo con humildad y apertura; armarnos de coraje y fortaleza, porque el camino a seguir no está trazado con gran detalle ni precisión; abrazar el camino del discernimiento práctico, porque queremos cumplir lo que Dios quiere de nosotros en las circunstancias concretas de nuestras vidas; estar dispuestos a pagar el precio de seguir la voluntad de Dios en circunstancias inciertas y dolorosas. Si hacemos estas cosas, podremos avanzar colegialmente por un camino de responsabilidad y del deber de rendir de cuentas. Pero noten que todas estas acciones no son simplemente nuestras acciones, son obra del Espíritu Santo: reivindicar la identidad o saber quiénes somos, vivir con valor y fortaleza, discernir y ser generosos en el servicio. Así que, que la última palabra sea Veni, Sancte Spiritus, veni.

 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

23/02/2019-19:17
Anita Bourdin

Cardenal Blase Cupich: "No a la soledad, no al aislamiento"

(ZENIT — 23 febero 2019).- La escucha, el testimonio de los laicos, la colegialidad y el acompañamiento constituyen "cuatro principios sinodales" para una "reforma estructural", dijo el cardenal Blase Cupich, arzobispo de Chicago (Estados Unidos), este viernes 22 de febrero de 2019, a 10 horas, segundo día de la reunión mundial de los obispos reunidos por el Papa Francisco en el Vaticano sobre el tema de la protección de menores (21-24 de febrero).

Él dice "no" al aislamiento del obispo en casos de abuso sexual de menores, no a la soledad de las víctimas y sus familias.

El testimonio de una víctima fue leído por el padre Hans Zollner SJ, durante la oración de la mañana, como ayer, 21 de febrero. Él reveló esta soledad: "Cuando Jesús estaba a punto de morir, su madre estaba con él. Cuando fui abusada por un sacerdote, la Iglesia mi madre me abandonó. Cuando necesitaba a alguien con quien hablar en la Iglesia sobre mi herida y mi soledad, todos se escondían, por lo que me sentía aún más sola porque no tenía a nadie a quien acudir".

Este segundo día está dedicado a la "colegialidad" y a la responsabilidad "total" de todo el cuerpo eclesial. Y el título de la intervención del cardenal estadounidense fue: "Sinodalidad: conjuntamente responsables".

"Sé que a veces el tema del abuso sexual puede dejarnos este sentimiento de estar aislados o a la defensiva para entender cómo debemos avanzar. Precisamente por esta razón, nuestros esfuerzos para la reforma estructural y legal en la Iglesia deben estar arraigados en una visión profundamente colegial ", observa el cardenal.

El Cardenal Cupich también hizo propuestas para la reforma de las "Estructuras institucionales y legales para la responsabilización", que incluyen "la investigación de los obispos", "alegaciones de denuncia" y "pasos procesales concretos".

En este sentido, el Arzobispo de Chicago indicó 12 "principios" que deben observarse, a saber, que "las víctimas y sus familiares, así como aquellos que informan sobre la acusación, deben ser tratados con dignidad y respeto, y con una atención pastoral adecuada ":" Se deben hacer esfuerzos para asegurar que las víctimas reciban asesoramiento psicológico y otros apoyos".

La primera intervención de la mañana fue la del Card. Oswald Gracias (India) sobre "colegialidad" y la misión "conjunta". La tercera intervención del día fue dada a las 16:00 h, por la Sra. Linda Ghisoni, una laica, subsecretaria, "número 3", del Dicasterio Romano para los laicos, la familia y la vida, en "Comunión: actuando juntos".

Aquí está la traducción, de la intervención pronunciada en inglés.

AB/ Traducción de Raquel Anillo

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Introducción: De la Colegialidad a la Sinodalidad

Por lo que acabamos de escuchar del Cardenal Gracias, debemos entender nuestra reunión de estos días como un ejercicio de colegialidad. Estamos aquí, como episcopado universal en unión afectiva y sustantiva con el sucesor de Pedro, para discernir a través de un diálogo animado hacia dónde nos llama nuestro ministerio como sucesores de los apóstoles para enfrentar eficazmente el escándalo del abuso sexual del clero que ha herido a tantos pequeños.

Aunque compartimos una responsabilidad única en este sentido como colegio de obispos, también es imperativo que consideremos el desafío que enfrentamos a la luz de la sinodalidad, especialmente cuando exploramos con toda la Iglesia los aspectos estructurales, legales e institucionales de la obligación de rendir cuentas. Porque la sinodalidad representa la participación de todos los bautizados a todos los niveles -en parroquias, diócesis, organismos eclesiales nacionales y regionales- en un discernimiento y una reforma que penetra en toda la Iglesia. Es precisamente un discernimiento tan penetrante, tan vital para la Iglesia en este momento, que dará lugar a los elementos de verdad, penitencia y renovación de las culturas que son esenciales para cumplir el mandato de proteger a los jóvenes dentro de la Iglesia y, a su vez, dentro de la sociedad en general. Un proceso que se limita a cambiar las políticas, aunque sea fruto de los mejores actos de colegialidad, no es suficiente. Lo que debemos buscar es la conversión de hombres y mujeres en toda la Iglesia -padres y sacerdotes, catequistas y religiosos, líderes parroquiales y obispos- y la conversión de las culturas eclesiales en todos los continentes. Solo una visión sinodal, enraizada en el discernimiento, la conversión y la reforma a todo nivel, puede llevar a la Iglesia a aquella acción integral, a la que nos llama la gracia de Dios, en defensa de los más vulnerables en medio nuestro.

 

Un vínculo sagrado

Con esto en mente, quiero empezar con una historia. Hace sesenta años, el pasado diciembre, un incendio se desató en la escuela primaria católica Nuestra Señora de los Ángeles en Chicago, y cobró la vida de 92 niños y tres religiosas. Para recordar ese triste aniversario, presidí una Misa Conmemorativa, a la que asistieron muchos de los antiguos alumnos que sobrevivieron al incendio y familiares de los que habían muerto. Una de las personas a las que saludé antes de la misa era una madre de noventa y cinco años de edad, cuya hija murió en el incendio. Era una inmigrante italiana, que me dijo en su lengua materna, pero también por la mirada triste de sus ojos llorosos, que el aguijón de su pérdida seguía siendo tan agudo como el día en que murió su hija de nueve años. Me mostró la estampa con la foto de su hija. Ella la estrechó en su mano como algo muy precioso. Había guardado este santino (estampa) durante seis décadas desde el día del funeral de su hija pequeña.

Esta conmovedora historia de una madre en duelo, una Pietá moderna, que perdió a su hija hace muchos años, nos pone en contacto a un nivel profundamente humano con el vínculo sagrado que un progenitor tiene con su hijo. Creo que este espacio sagrado de la vida familiar debe ser el punto de referencia y donde encontramos nuestra motivación al comprometernos en estos días a construir una cultura sobre la obligación de rendir cuentas con estructuras adecuadas para modificar radicalmente nuestro enfoque de la protección de la infancia. Tristemente, mucha de nuestra gente, no solo los abusados o los padres de los abusados, sino también los fieles en general se preguntan si nosotros, los líderes de la Iglesia, comprendemos plenamente esta realidad, particularmente cuando ven que se da poco cuidado a los niños abusados, o peor aún, cuando se encubre para proteger al abusador o a la institución. Se preguntan: "Si los líderes de la Iglesia pueden actuar con tan poco cuidado al prestar atención pastoral en casos tan obvios de abuso sexual de un niño, ¿no revela eso cuán distantes están de nosotros como padres que atesoramos a nuestros hijos como la luz de nuestras vidas? ¿Podemos realmente esperar que nuestros líderes se preocupen por nosotros y por nuestros hijos en las circunstancias ordinarias de la vida, si ellos respondieron tan insensiblemente en casos que alarmarían a cualquier persona razonable?". Esta es la fuente de la creciente desconfianza en nuestro liderazgo, sin mencionar la indignación de nuestro pueblo.

Mi punto es simple. Ninguno de los elementos estructurales que promulgamos como Iglesia sinodal, por importantes que sean, pueden guiamos fielmente en Cristo a menos que anclemos todas nuestras deliberaciones en el dolor punzante de aquellos que han sido abusados y de las familias que han sufrido con ellos. La Iglesia debe llegar a ser como la madre afligida que encontré en Chicago; la Iglesia debe ser verdaderamente una Pietá, destrozada por el sufrimiento, consoladora en el amor envolvente, constante en señalar la ternura divina de Dios en medio de los dolores de la desolación en aquellos que han sido aplastados por el abuso del clero.

 

Cuatro principios sinodales para enfocar la reforma estructural, legal e institucional

Para una Iglesia que busca ser una madre amorosa frente al abuso sexual del clero, hay cuatro orientaciones enraizadas en la sinodalidad que deben conformar toda reforma estructural, legal e institucional, diseñada para enfrentar el enorme desafío que representa en este momento la realidad del abuso sexual por parte del clero.

 

Uno: Escucha radical

La primera orientación es una postura perpetua de escucha radical para comprender la experiencia aniquiladora de aquellos que han sido abusados sexualmente por el clero. Así es como debemos entender la petición del Santo Padre de que nos preparásemos para esta reunión entrando personalmente en las experiencias de los sobrevivientes yéndolos a visitar. La Iglesia, como madre amorosa, debe abrirse continuamente a la realidad desgarradora de los niños cuyas heridas nunca sanarán. Tal postura de escucha nos llama a dejar de lado la distancia institucional y las anteojeras relacionales que nos aíslan de enfrentarnos cara a cara con la cruda destrucción de las vidas de los niños y las personas vulnerables que el abuso sexual del clero trae consigo. Nuestra escucha no puede ser pasiva, esperando que aquellos que han sido abusados encuentren un camino hacia nosotros. Más bien, nuestra escucha debe ser activa, buscando a quienes han sido heridos y tratando de servirlos. Nuestra escucha debe estar dispuesta a aceptar el desafío, la confrontación e incluso la condena de los fracasos pasados y presentes de la Iglesia en mantener a salvo lo más precioso del rebaño del Señor. Nuestra escucha debe ser vigilante, entendiendo que solo mediante la indagación, la perseverancia y la acción frente a los signos de abuso sexual podemos cumplir el mandato de Dios. Finalmente, nuestra escucha debe traer consigo la voluntad de confrontar los graves y crueles errores cometidos en el pasado por algunos obispos y superiores religiosos al abordar casos de abuso sexual por parte del clero, y el discernimiento para entender cómo establecer una justa obligación de rendir cuentas por estas faltas enormes.

 

Dos: Testimonio laico

El segundo fundamento que debe orientar toda reforma estructural para abordar el abuso sexual del clero en una Iglesia sinodal es la afirmación de que cada miembro de la Iglesia tiene un papel esencial en ayudar a la Iglesia a eliminar la horrible realidad del abuso sexual del clero. En gran parte es el testimonio de los laicos, especialmente de madres y padres con gran amor a la Iglesia, quienes han señalado conmovedora y enérgicamente cuán gravemente incompatible es la comisión, el encubrimiento y la tolerancia del abuso sexual del clero respecto del sentido y la esencia misma de la Iglesia. Este testimonio de fe y justicia por parte de los laicos no representa un reto de confrontación a la Iglesia, sino un testimonio de fe y acción, continuo y lleno de gracia, que es esencial para que el pueblo peregrino de Dios cumpla su misión salvífica en este momento de la historia. Las madres y los padres nos han llamado a rendir cuentas, porque simplemente no pueden comprender cómo nosotros, como obispos y superiores religiosos, a menudo nos hemos cegado ante el alcance y el daño del abuso sexual de menores. Ellos están dando testimonio de las realidades duales que deben ser perseguidas en nuestra Iglesia hoy en día: un esfuerzo incesante para erradicar el abuso sexual del clero en la Iglesia, y un rechazo de la cultura clericalista que tan a menudo engendró tal abuso.

La verdadera sinodalidad en la Iglesia nos llama a ver este amplio testimonio laico como una forma de fortalecer y acelerar la misión para la cual nos hemos reunido de todas las naciones en busca de la seguridad de los hijos de Dios. Debemos incorporar sin cesar una amplia participación de laicos en cada esfuerzo para identificar y construir estructuras favorables a la obligación de rendir cuentas para prevenir el abuso sexual del clero. La historia de las últimas décadas demuestra que la perspectiva única y llena de gracia de los laicos, hombres y mujeres, madres y padres, conforma a nuestra Iglesia de una manera tan profunda sobre esta tragedia que cualquier camino que la excluya o la disminuya inevitablemente deformará a la Iglesia y deshonrará a nuestro Dios.

 

Tres: La colegialidad

La tercera orientación para nuestro trabajo de reforma y renovación fue señalada por el Cardenal Gracias esta mañana: la postura de colegialidad permanente que es necesaria para cualquier rendición de cuentas genuina con respecto al abuso sexual del clero. Sé que a veces el tema del abuso sexual puede dejarnos a cada uno de nosotros sintiéndonos aislados o a la defensiva para entender cómo debemos seguir adelante. Es precisamente por esta razón que nuestros esfuerzos hacia la reforma estructural y legal en la Iglesia deben estar arraigados en una visión profundamente colegial. Estamos aquí reunidos en este momento histórico porque el Santo Padre ha cristalizado poderosamente el impulso de reforma de una manera que posiciona a la Iglesia para que cumpla con sus responsabilidades en la protección de los jóvenes, y para que ejerza su papel como Pietá en un mundo que conoce tan trágicamente la realidad del abuso sexual.

Un enfoque sinodal y colegial está marcado por el intercambio recíproco de conocimiento mutuo, en la Curia Romana, las Conferencias Episcopales y los metropolitanos, y entre todos ellos con fines de discernimiento. En vez de actuar aisladamente, necesitamos comunicarnos unos con otros en un espíritu de confianza, reconociendo todo el tiempo que somos fieles a los deseos de Cristo que nos ha unido como sucesores de los apóstoles en el don del mismo Espíritu. Este último año nos ha enseñado que los fracasos sistemáticos en atribuir responsabilidad a clérigos de todo rango, se deben en gran medida a fallas en la forma en que interactuamos y nos comunicamos unos con otros en el colegio de obispos en unión con el sucesor de Pedro. Pero también revelan en demasiados casos una comprensión y aplicación inadecuadas de realidades teológicas clave tales como la relación entre el Papa y los obispos, los obispos entre sí, los obispos y los superiores religiosos, los obispos con su pueblo y el rol de las conferencias episcopales.

El Papa Francisco nos lo recordó en un discurso a la Congregación de Obispos: "Nadie puede tener todo en sus manos, cada uno pone con humildad y honradez la propia tesela de un mosaico que pertenece a Dios"1. En otras palabras, la obligación de rendir cuentas dentro del colegio episcopal, marcada por la sinodalidad, puede configurarse de manera que se convierta en una sólida red de guía, gracia y apoyo que no deje solo al líder individual en situaciones difíciles ni se base en la falsa impresión de que la Santa Sede debe dar todas las respuestas.

 

Cuatro: Acompañamiento

El principio orientador final que es esencial para que las estructuras de rendición de cuentas por el abuso sexual del clero sean efectivas es el llamado al acompañamiento. Si la Iglesia ha de acoger verdaderamente a las víctimas/sobrevivientes del abuso clerical en sus brazos como una madre amorosa, entonces toda estructura de rendición de cuentas debe incluir un compromiso y un acompañamiento que sean verdaderamente compasivos. Acompañar implica intentar genuinamente comprender la experiencia y el camino espiritual del otro. Por lo tanto, las estructuras de denuncia, investigación y evaluación de las demandas de abuso siempre deben ser diseñadas y evaluadas con una comprensión acerca de lo que las sobrevivientes experimentan cuando se acercan a la Iglesia y buscan justicia. Cada vez que un superviviente se acerca a la Iglesia, ya sea en busca de consuelo o de justicia, de retribución o de paz, es una invitación a la Iglesia a ser genuinamente Pietá, marcada por la ternura y la empatía.

Estas estructuras de rendición de cuentas también deben ser justas y seguras, produciendo sanciones para proteger a los vulnerables cuando el acusado es culpable, y declaraciones de inocencia cuando el acusado no tiene culpa. El llamado de la Iglesia a acompañar a las víctimas exige una mentalidad que rechaza categóricamente los encubrimientos o el consejo de distanciarnos de los sobrevivientes de abusos por razones legales o por miedo al escándalo, lo que bloquea el verdadero acompañamiento de quienes han sido victimizados. También exige que establezcamos estructuras y disposiciones jurídicas que, como primer principio general, consagren claramente el deber de proteger a los jóvenes y a los vulnerables. Tal vez lo más importante es que el llamado al acompañamiento exige que los obispos y los superiores religiosos rechacen una cosmovisión clerical que hace ver las acusaciones de abuso sexual del clero con un telón de fondo de estatus e inmunidades para quienes pertenecen en el estado clerical. El acompañamiento auténtico al estilo de Cristo ve a todos como iguales ante el Señor, y las estructuras basadas en el acompañamiento hacen que todos se sientan y aparezcan iguales ante el Señor.

Estos cuatro principios sinodales de escucha, testimonio laical, colegialidad y acompañamiento son constitutivos de la llamada del Santo Padre a prepararnos y a abrir nuestro corazón a la inmensidad y a la importancia de la tarea que emprendemos en estos días.

 

Estructuras institucionales y jurídicas para la rendición de cuentas: Un marco

La tarea que tenemos ante nosotros es centrar estos principios en el diseño de estructuras institucionales y legales específicas con el fin de crear una obligación de rendir cuentas genuina en los casos relacionados con la mala conducta de los obispos y superiores religiosos, y el mal manejo de los casos de abuso infantil. Pero esto exigirá que nos llamemos unos a otros a una rendición de cuentas evangélica, anclada en la justicia y en la sensibilidad de Jesús que cuando "se compadecía ante el sufrimiento de la gente [...] mostraban hasta qué punto su corazón humano estaba abierto a los demás"2. Con todo esto en mente, ahora nos referimos a cómo podría ser la aplicación específica de la rendición de cuentas a través de las estructuras institucionales y legales en los casos relacionados con la mala conducta de los obispos y el mal manejo de los casos de abuso infantil.

 

Come Una Madre Amorevole

Ya tenemos, por supuesto, una guía en la Carta Apostólica Come una madre amorevole 3, que establece procedimientos que tratan, entre otras cosas, de los obispos que manejan mal los casos de abuso. Dicho brevemente, un obispo, eparca o superior mayor de institutos religiosos y sociedades de vida apostólica de derecho pontificio puede ser removido si su falta de diligencia a este respecto es grave, aunque no haya una falta intencional seria por su parte. La congregación competente de Roma abre una investigación de acuerdo con la ley de la Iglesia para determinar si existe una prueba fundamental. Se informará al acusado y se le dará la posibilidad de defenderse. Otros obispos o eparcas de la respectiva conferencia episcopal o sínodo pueden ser consultados antes de que la congregación tome una decisión. Si el juicio conduce a la remoción, se somete al Santo Padre para su aprobación, y si se mantiene, la
congregación puede emitir un decreto o pedir al obispo que renuncie en un plazo de quince días. De lo contrario, la congregación puede proceder con la remoción4. Necesitamos leer y releer esta carta.

 

La tarea por delante

Lo que queda por promulgar son procedimientos claros en los casos en que, por "razones graves", podría justificarse la destitución de un obispo, de un eparca o de un superior religioso, tal como se define en el motu proprio Sacramentorum sanctitatis tutela 5 y en el motu proprio Come una madre amorevole.

Lo que ofrezco aquí son factores relevantes que deben ser considerados en la medida que cada conferencia episcopal adopte procedimientos que habiliten a una iglesia sinodal para hacer que los obispos involucrados en una mala conducta y un mal manejo rindan cuentas. Mi objetivo es ofrecer un marco que se ajuste a nuestras tradiciones eclesiológicas y canónicas con el fin de suscitar una conversación entre nosotros, sabiendo que existen diferencias de cultura, leyes civiles y canónicas, y otros factores que deben tenerse en cuenta, pero conscientes de la urgencia de tomar medidas decisivas sin demora.

Agruparé mis observaciones bajo tres epígrafes: 1. Establecer normas para la investigación de obispos, 2. Informar las acusaciones y 3. Pasos procesales concretos.

 

1. Establecer normas

Cuando las Conferencias Episcopales, las Provincias o las Diócesis establezcan colegialmente normas para llevar a cabo las investigaciones de los obispos, deben involucrar y consultar a expertos laicos de acuerdo con el Derecho Canónico y explorar el uso del Metropolitano, dado su papel tradicional en el ordenamiento de la vida eclesial. Todo ello debe hacerse sin perjuicio de la autoridad de la Santa Sede. Siempre que el derecho civil exija que se denuncie el abuso de menores, esa ley debe seguirse y las políticas deben ser claras respecto a esos requisitos.

 

2. Informar de las acusaciones

Todos los mecanismos para reportar acusaciones de abuso o mal manejo de casos de abuso contra un obispo deben ser transparentes y bien conocidos por los fieles. Se debe prestar atención al establecimiento de mecanismos independientes de información en forma de una línea telefónica específica y/o un servicio de portal web para recibir y transmitir las acusaciones directamente al Nuncio Apostólico, al Metropolitano6 del Obispo acusado o, según sea necesario, a su suplente y a cualquier experto laico previsto en las normas establecidas por las Conferencias Episcopales. La participación de expertos laicos para ayudar desde este punto en adelante es por el bien del proceso y el valor de la transparencia. También se deben establecer otros requisitos y procedimientos para informar a las autoridades eclesiásticas apropiadas por parte de los miembros del clero que tengan conocimiento de la mala conducta de un obispo.

 

3. Pasos concretos de procedimiento

En mi opinión, será útil adoptar medidas de procedimiento claras que estén arraigadas en las tradiciones y estructuras de la Iglesia, pero que al mismo tiempo satisfagan las necesidades modernas de identificar e investigar conductas potencialmente ilícitas de los obispos. Si bien las leyes universales pueden ser emitidas por la Santa Sede con respecto a este tema — y el Motu Proprio Come una madre amorevole es el ejemplo perfecto -, las Conferencias Episcopales, después de las consultas apropiadas, deberían considerar la adopción de normas especiales para abordar las necesidades particulares de cada Conferencia. Creo que nuestra Iglesia está mejor servida si los siguientes principios encuentran su lugar en cualquier legislación propuesta en esta área:

a. Las víctimas y sus familias, así como las personas que presentan la acusación, necesitan ser tratadas con dignidad y respeto, y deben recibir una atención pastoral adecuada. Se deben hacer esfuerzos para asegurar que las víctimas reciban consejería psicológica y otro tipo de apoyo, que creo que debe ser financiado por la diócesis del obispo acusado.

b. La denuncia de un delito no debe verse obstaculizada por el secreto oficial o por normas de confidencialidad.

c. Ninguna persona debe ser discriminada o sufrir represalias sobre la base de la denuncia de una acusación contra un obispo a las autoridades eclesiásticas.

d. Se debe prestar la debida atención a la inclusión de mujeres y hombres laicos competentes y con experiencia en el proceso de principio a fin, por respeto a los principios de obligación de rendir cuentas y de transparencia que he señalado anteriormente7.

e. Siempre que esté justificado, y en cualquier momento durante la investigación, el Metropolitano debe poder recomendar a la congregación romana competente que se adopten las medidas cautelares apropiadas, incluido el alejamiento temporal y público del acusado de su cargo.

f. Si la alegación tiene incluso la apariencia de verdad, que el Metropolitano debe ser libre de determinar con la ayuda de expertos laicos, el Metropolitano puede solicitar a la Santa Sede autorización para investigar. La naturaleza exacta de la investigación, ya sea penal o administrativa, dependerá de las acusaciones8. Esta petición debe ser enviada sin demora y la congregación debe responder sin demora.

g. Después de que el Metropolitano reciba la autorización, debe reunir toda la información relevante de manera expedita, en colaboración con expertos profesionales, para asegurar la ejecución profesional y veloz de la investigación y concluirla rápidamente.

h. Toda investigación debe llevarse a cabo con el debido respeto a la privacidad y el buen nombre de todas las personas involucradas. Esto no impide, sin embargo, que la Conferencia Episcopal adopte normas para informar a los fieles de la acusación contra el obispo en cualquier etapa del proceso. Al mismo tiempo, es importante que se conceda al acusado la presunción de inocencia durante la investigación9.

i. Una vez finalizada la investigación, el Metropolitano remitirá el acta, incluyendo toda la información recopilada con la ayuda de expertos laicos, junto con su votum, si así se solicita, a la Santa Sede.

j. Se puede establecer un fondo común a nivel nacional, regional o provincial para cubrir los gastos de las investigaciones a los obispos10, teniendo debidamente en cuenta las normas de derecho canónico para su administración11.

k. La competencia del Metropolitano normalmente cesaría una vez que la investigación se haya completado12, pero podría extenderse para asegurar un cuidado pastoral continuo, o por otras razones específicas. La tramitación del caso de un obispo procede a partir de este punto de acuerdo con las normas del derecho universa113. De acuerdo con el derecho canónico, la Santa Sede llevará el caso de un obispo a sí misma para su resolución mediante un proceso administrativo o penal u otra disposición, o bien la Santa Sede podrá devolver el caso al Metropolitano con instrucciones adicionales sobre cómo proceder14.
I. Por supuesto, a menos que la ley especial establezca lo contrario, corresponde al Romano Pontífice tomar una decisión final15.

 

Observaciones finales

Lo que presento aquí es un marco para construir nuevas estructuras legales para rendir cuentas en la Iglesia. Este esfuerzo requerirá una firme confianza y apertura para identificar con la ayuda de todos en la Iglesia, y con el debido respeto por las diversas culturas y la universalidad de nuestra Iglesia, los caminos legales e institucionales para salvaguardar a los jóvenes de una manera justa, compasiva y firme.

San Juan Pablo II se refirió a esta realidad en su innovadora Carta apostólica Novo millennio ineunte, al observar que necesitamos la sabiduría de la ley para proporcionar reglas precisas que garanticen la participación de todos los bautizados, que rechacen toda arbitrariedad y que se ajusten a nuestra tradición de ordenar la vida de la Iglesia. Al mismo tiempo, enfatizó, hay una espiritualidad correlativa de comunión que "provee de alma a la realidad institucional".

Debemos movernos para establecer leyes y estructuras sólidas con respecto a la obligación de rendir cuentas de los obispos precisamente para proveer con un alma nueva la realidad institucional de la disciplina de la Iglesia sobre el abuso sexual.

Para terminar, quiero llevarlos de regreso a aquella Misa Conmemorativa que celebré en Chicago para los niños y religiosos que habían muerto en el incendio de la escuela de Nuestra Señora de los Ángeles. Durante el himno final, la anciana madre inmigrante que me había hablado antes, todavía sosteniendo firmemente el santino en su mano, me detuvo para decirme cuán consolada estaba por la celebración, consolada de que la Iglesia no hubiese olvidado a su hija. Entonces hizo algo extraordinario. Ella puso el santino en mis manos, confiando a su hija a la Iglesia a la que reconoció como Pietá, como una madre amorosa. Hermanas y hermanos, debemos trabajar incansablemente en estos días para justificar esa confianza y honrar esa gran fe.

Gracias por escuchar.

 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

23/02/2019-08:00
Isabel Orellana Vilches

Beata Josefa Naval Girbés, 24 de febrero

«Su vida fue una sencilla ofrenda por amor a Dios, a la parroquia y al pueblo. Desde su condición de terciaria carmelita supo ganarse a todos con sus muchas virtudes, llevándoles a la fe. Fue devota de la Eucaristía y de María»

Josefa, la popular y entrañable señora Pepa, estimada por sus vecinos, era una de esas mujeres entregadas a las necesidades ajenas que pasan por el mundo con exquisita caridad. Y cuando ésta se ejerce de forma tan cercana y natural, cuajada de sencillez evangélica, como hizo ella, los gestos de ternura inmersos en el paisaje cotidiano parecen entrar dentro de lo ordinario, de lo previsible; es el fruto de la costumbre. Como es tan fácil habituarse a recibir las dádivas de una persona generosa, a veces, aunque sea de manera inconsciente, puede terminarse por no valorar su quehacer.

Desde que nació en Algemesí, Valencia, España, el 11 de diciembre de 1820, esta beata fue acogida con la alegría que comporta ver cómo florece la vida trayendo consigo el aroma del Creador. Además, el gozo era especialmente visible en el hogar de Francisco y Josefa María que sería bendecido con cinco hijos, prole que ella inauguraba. Poco a poco, con sus virtudes se convirtió en una especie de talismán para los habitantes de su ciudad natal. La pérdida de su madre, cuando tenía 13 años, le instó a depositar su desolación en el regazo de la suprema maestra del dolor: María. En la capilla de los dominicos, postrada de hinojos ante la imagen de la Virgen del Rosario, anegada en llanto se puso bajo su amparo pidiéndole que fuese su madre. A partir de ese momento, Ella sería su punto de referencia. Y seguramente influyó en su decisión de consagrarse a Dios por completo a sus 18 años con voto perpetuo de castidad.

El párroco de San Jaime, Gaspar Silvestre, durante casi tres décadas la condujo firmemente por el sendero de la virtud. Pero ella correspondía con inestimable ayuda atendiendo la parroquia, ocupándose de los ornamentos litúrgicos y del cuidado de los altares. Se había formado en la Enseñanza, escuela que dependía del cabildo catedralicio, y paralelamente, mientras contribuía con su trabajo a las tareas domésticas, aprendió el arte del bordado que ejecutaba con maestría. De esta cualidad se beneficiaba la parroquia en la que se podían apreciar las primorosas labores que salían de sus manos. Y fue además un instrumento fecundo para su apostolado, ya que puso a merced de jóvenes y niñas su buen hacer transmitiéndoles gratuitamente sus conocimientos en un espacio habilitado al efecto en su propio domicilio. Era una ocasión única, que no desperdició, para compartir la fe con ellas y con las madres que las acompañaban mientras les daba clases de lectura o las adiestraba en la costura y bordado. Pero también amas de casa y niños salieron fortalecidos de la «escuela dominical» desde la que catequizaba.

Sin otro anhelo que ofrendarse a sí misma en el entorno que la vio nacer, se hizo terciaria carmelita. Su afán era llevar a todos a Dios. «¡Almas, almas para Dios! ¡No quiero que se condenen! ¡Señor, ayúdame a conseguirlo!», era su ferviente súplica. Por eso aprovechaba cualquier situación en las que se veía inmersa para evangelizar. Era bien conocida por su generosidad ilimitada. Atendía y socorría a huérfanos y toda clase de desfavorecidos, consolaba a los enfermos, a quienes visitaba asiduamente, y siempre disponía de sus recursos económicos para ayudar a quien lo precisaba. Supo ganarse a la gente con su talante clarividente, conciliador, lleno de prudencia, puesto de relieve en los acertados consejos que proporcionaba a unos y a otros.

Además de participar diariamente en la misa, dedicaba muchas horas diarias a la oración, clave en toda consagración que culmina en los altares. El ejercicio de las virtudes de la humildad, paciencia, abnegación, silencio y fidelidad en la obediencia eran características en su vida. Siempre mostró su devoción a la Eucaristía y a María. Entre los santos, tenía predilección por Juan de la Cruz. Con su autoridad moral contribuyó a que muchos alejados se integraran en la parroquia. De la multitud de actos de caridad que se podrían referir de ella, el brillo de esta virtud principal se hizo particularmente ostensible durante la epidemia de cólera de 1885.

Su existencia prosiguió sin mayor notoriedad, guiada por el afán de hacer el bien a todos, hasta que la sencilla y fecunda ofrenda de amor que había trazado con su vida esta admirable laica, culminó el 24 de febrero de 1893 cuando tenía 73 años. Juan Pablo II la beatificó el 25 de septiembre de 1988.