Servicio diario - 05 de abril de 2020


 

El Papa invita a “redescubrir que la vida no sirve si no se sirve”
Redacción

Jóvenes: “Mirad a los verdaderos héroes”, insta el Papa
Anne Kurian

Jornada del deporte: Frutos en tiempo de pandémia
Raquel Anillo

Semana Santa: El Papa invita a las personas confinadas a recogerse en sus casas
Anne Kurian

Ramos: Un pensamiento para los tiempos actuales
Redacción

¡Camino de esperanza en tiempos de confinamiento! (11)
Redacción

8 de abril, estreno online de ‘Renacidos: El padre Pío cambió sus vidas’
Redacción

San Pedro de Verona, 6 de abril
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

El Papa invita a “redescubrir que la vida no sirve si no se sirve”

Homilía en el Domingo de Ramos
(zenit – 5 abril 2020).- A las 11 de la mañana, el Papa Francisco preside el Altar de la Cátedra en la Basílica de San Pedro, la solemne celebración litúrgica del Domingo de Ramos y de La pasión del Señor.

Hoy se celebra la XXXV Jornada Mundial de la Juventud, este año a nivel diocesano, con el tema: “!Joven, te digo, levántate!” (cf. Lc 7:14).

Publicamos a continuación la homilía que el Papa Francisco pronunció después de la proclamación de La pasión del Señor según Mateo:

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Homilía del Papa

Jesús «se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo» (Flp 2,7). Con estas palabras del apóstol Pablo, dejémonos introducir en los días santos, donde la Palabra de Dios, como un estribillo, nos muestra a Jesús como siervo: el siervo que lava los pies a los discípulos el Jueves santo; el siervo que sufre y que triunfa el Viernes santo (cf. Is 52,13); y mañana, Isaías profetiza sobre Él: «Mirad a mi Siervo, a quien sostengo» (Is 42,1). Dios nos salvó sirviéndonos. Normalmente pensamos que somos nosotros los que servimos a Dios. No, es Él quien nos sirvió gratuitamente, porque nos amó primero. Es difícil amar sin ser amados, y es aún más difícil servir si no dejamos que Dios nos sirva.

Pero, ¿cómo nos sirvió el Señor? Dando su vida por nosotros. Él nos ama, puesto que pagó por nosotros un gran precio. Santa Ángela de Foligno aseguró haber escuchado de Jesús estas palabras: «No te he amado en broma». Su amor lo llevó a sacrificarse por nosotros, a cargar sobre sí todo nuestro mal. Esto nos deja con la boca abierta: Dios nos salvó dejando que nuestro mal se ensañase con Él. Sin defenderse, sólo con la humildad, la paciencia y la obediencia del siervo, simplemente con la fuerza del amor. Y el Padre sostuvo el servicio de Jesús, no destruyó el mal que se abatía sobre Él, sino que lo sostuvo en su sufrimiento, para que sólo el bien venciera nuestro mal, para que fuese superado completamente por el amor. Hasta el final.

El Señor nos sirvió hasta el punto de experimentar las situaciones más dolorosas de quien ama: la traición y el abandono.

La traición. Jesús sufrió la traición del discípulo que lo vendió y del discípulo que lo negó. Fue traicionado por la gente que lo aclamaba y que después gritó: «Sea crucificado» (Mt 27,22). Fue traicionado por la institución religiosa que lo condenó injustamente y por la institución política que se lavó las manos. Pensemos en las traiciones pequeñas o grandes que hemos sufrido en la vida. Es terrible cuando se descubre que la confianza depositada ha sido defraudada. Nace tal desilusión en lo profundo del corazón que parece que la vida ya no tuviera sentido. Esto sucede porque nacimos para amar y ser amados, y lo más doloroso es la traición de quién nos prometió ser fiel y estar a nuestro lado. No podemos ni siquiera imaginar cuán doloroso haya sido para Dios, que es amor.

Examinémonos interiormente. Si somos sinceros con nosotros mismos, nos daremos cuenta de nuestra infidelidad. Cuánta falsedad, hipocresía y doblez. Cuántas buenas intenciones traicionadas. Cuántas promesas no mantenidas. Cuántos propósitos desvanecidos. El Señor conoce nuestro corazón mejor que nosotros mismos, sabe que somos muy débiles e inconstantes, que caemos muchas veces, que nos cuesta levantarnos de nuevo y que nos resulta muy difícil curar ciertas heridas. ¿Y qué hizo para venir a nuestro encuentro, para servirnos? Lo que había dicho por medio del profeta: «Curaré su deslealtad, los amaré generosamente» (Os 14,5). Nos curó cargando sobre sí nuestra infidelidad, borrando nuestra traición. Para que nosotros, en vez de desanimarnos por el miedo al fracaso, seamos capaces de levantar la mirada hacia el Crucificado, recibir su abrazo y decir: “Mira, mi infidelidad está ahí, Tú la cargaste, Jesús. Me abres tus brazos, me sirves con tu amor, continúas sosteniéndome… Por eso, ¡sigo adelante!”.

El abandono. En el Evangelio de hoy, Jesús en la cruz dice una frase, sólo una: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,46). Es una frase dura. Jesús sufrió el abandono de los suyos, que habían huido. Pero le quedaba el Padre. Ahora, en el abismo de la soledad, por primera vez lo llama con el nombre genérico de “Dios”. Y le grita «con voz potente» el “¿por qué?” más lacerante: “¿Por qué, también Tú, me has abandonado?”. En realidad, son las palabras de un salmo (cf. 22,2) que nos dicen que Jesús llevó a la oración incluso la desolación extrema, pero el hecho es que en verdad la experimentó. Comprobó el abandono más grande, que los Evangelios testimonian recogiendo sus palabras originales: Elí, Elí, lemá sabaqtaní.

¿Y todo esto para qué? Una vez más por nosotros, para servirnos. Para que cuando nos sintamos entre la espada y la pared, cuando nos encontremos en un callejón sin salida, sin luz y sin escapatoria, cuando parezca que ni siquiera Dios responde, recordemos que no estamos solos. Jesús experimentó el abandono total, la situación más ajena a Él, para ser solidario con nosotros en todo. Lo hizo por mí, por ti, para decirte: “No temas, no estás solo. Experimenté toda tu desolación para estar siempre a tu lado”. He aquí hasta dónde Jesús fue capaz de servirnos: descendiendo hasta el abismo de nuestros sufrimientos más atroces, hasta la traición y el abandono. Hoy, en el drama de la pandemia, ante tantas certezas que se desmoronan, frente a tantas expectativas traicionadas, con el sentimiento de abandono que nos oprime el corazón, Jesús nos dice a cada uno: “Ánimo, abre el corazón a mi amor. Sentirás el consuelo de Dios, que te sostiene”.

Queridos hermanos y hermanas: ¿Qué podemos hacer ante Dios que nos sirvió hasta experimentar la traición y el abandono? Podemos no traicionar aquello para lo que hemos sido creados, no abandonar lo que de verdad importa. Estamos en el mundo para amarlo a Él y a los demás. El resto pasa, el amor permanece. El drama que estamos atravesando nos obliga a tomar en serio lo que cuenta, a no perdernos en cosas insignificantes, a redescubrir que la vida no sirve, si no se sirve. Porque la vida se mide desde el amor. De este modo, en casa, en estos días santos pongámonos ante el Crucificado, que es la medida del amor que Dios nos tiene. Y, ante Dios que nos sirve hasta dar la vida, pidamos la gracia de vivir para servir. Procuremos contactar al que sufre, al que está solo y necesitado. No pensemos tanto en lo que nos falta, sino en el bien que podemos hacer.

Mirad a mi Siervo, a quien sostengo. El Padre, que sostuvo a Jesús en la Pasión, también a nosotros nos anima en el servicio. Es cierto que puede costarnos amar, rezar, perdonar, cuidar a los demás, tanto en la familia como en la sociedad; puede parecer un vía crucis. Pero el camino del servicio es el que triunfa, el que nos salvó y nos salva la vida. Quisiera decirlo de modo particular a los jóvenes, en esta Jornada que desde hace 35 años está dedicada a ellos. Queridos amigos: Mirad a los verdaderos héroes que salen a la luz en estos días. No son los que tienen fama, dinero y éxito, sino son los que se dan a sí mismos para servir a los demás. Sentíos llamados a jugaros la vida. No tengáis miedo de gastarla por Dios y por los demás: ¡La ganaréis! Porque la vida es un don que se recibe entregándose. Y porque la alegría más grande es decir, sin condiciones, sí al amor. Como lo hizo Jesús por nosotros.

 

© Librería Editorial Vaticana

 

 

 

 

Jóvenes: “Mirad a los verdaderos héroes”, insta el Papa

La Cruz de la JMJ, aplazada hasta el 22 de noviembre
(zenit – 5 abril 2020).- En esta XXXV Jornada Mundial de la Juventud, el Papa Francisco piensa particularmente en los jóvenes, invitándolos a mirar a “los verdaderos héroes” y mostrar solidaridad, en tiempos de crisis pandémica.

Al final de la misa que acababa de celebrar el 5 de abril de 2020 en la Basílica de San Pedro para el Domingo de Ramos, sin los fieles pero en vivo, el Papa habló de este día que tiene lugar este año a nivel diocesano el tema “¡Joven, a tí te digo, levántate!” (cf. Lc 7,14).

“Hoy estaba prevista la entrega de la Cruz de los jóvenes de Panamá a los de Lisboa”, dijo el Papa. Pero debido a las medidas de contención, “este gesto tan significativo se pospone al domingo de Cristo Rey, el próximo 22 de noviembre. En espera de este momento, les insto a los jóvenes a cultivar y dar testimonio de la esperanza, la generosidad, la solidaridad que todos necesitamos en este momento difícil”.

En su homilía un poco antes, también se dirigió a los jóvenes: “El camino del servicio es el camino victorioso, que nos salvó y que salva nuestras vidas. Me gustaría decir esto especialmente a los jóvenes en este Día que se les ha dedicado durante treinta y cinco años”.

“Queridos amigos”, agregó, “miren a los verdaderos héroes que salen a la luz en estos días: no son aquellos que tienen fama, dinero y éxito, sino aquellos que se entregan para servir a otros. Siéntanse llamados a jugaros la vida”

“No tengáis miedo de gastarlo por Dios y por los demás, ¡la ganaréis! dijo el Papa. Porque la vida es un don que se recibe entregándose. Y porque la mayor alegría es decir sí al amor. Como lo hizo Jesús por nosotros.”.

 

 

 

 

Jornada del deporte: Frutos en tiempo de pandémia

Palabras del Papa antes de la oración mariana
(zenit – 5 abril 2020).- Con motivo del Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz, celebrado el 6 de abril, el Papa Francisco destaca los frutos del deporte, beneficiosos en tiempos de pandemia.

Al rezar el Ángelus al final de la Misa del Domingo de Ramos, transmitida en vivo desde la Basílica de San Pedro el 5 de abril de 2020, el Papa habló de este día lanzado por las Naciones Unidas.

Estas son las palabras del Papa al introducir la oración mariana:

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Palabras del Papa antes de la oración mariana

Queridos hermanos y hermanas,

antes de concluir esta celebración, deseo saludar a todos los que han paticipado a través de los medios de comunicación social. En particular, mis pensamientos van a los jóvenes de todo el mundo que viven de una manera sin precedentes, a nivel diocesano, el Día Mundial de La juventud. Hoy se planeó pasar la Cruz de los jóvenes de Panamá a los de Lisboa.

Este gesto tan sugerente se pospone al domingo de Cristo Rey, el 22 de noviembre. En espera de ese momento, les insto a ustedes, jóvenes, a cultivar y dar testimonio de esperanza, generosidad y solidaridad que todos necesitamos en estos tiempos difíciles.

Mañana, 6 de abril, se celebra el Día Mundial del Deporte para el Desarrollo y la Paz, proclamado por las Naciones Unidas. En este período, muchos eventos están suspendidos, pero salen a la luz los mejores frutos del deporte: la resistencia, el espíritu de equipo, la hermandad, el dar lo mejor de uno mismo… Por lo tanto, relancemos el deporte para la paz y el desarrollo.

Queridos hermanos, comencemos con fe la Semana Santa, en la que Jesús sufre, muere y resucita. Las personas y las  familias que no podrán participar en las celebraciones litúrgicas están invitadas a recogerse en oración en casa, ayudados también por los medios de comunicación tecnológicos. Unámonos espiritualmente a los enfermos, a sus familias y a los que los cuidan con tal abnegación; recemos por los enfermos, a sus familias y los que los cuidan con tanta abnegación. Recemos por los difuntos en la luz de la fe Pascual. Cada uno está presente en nuestros corazones, en nuestro recuerdo, en nuestra oración.

De María aprendemos el silencio interior, la mirada del corazón, la fe amorosa para seguir Jesús en el camino de la cruz, que conduce a la gloria de la Resurrección. Ella camina con nosotros y sostiene nuestra esperanza.

 

 

 

 

Semana Santa: El Papa invita a las personas confinadas a recogerse en sus casas

María camina con nosotros
(zenit – 5 abril 2020).- “Las personas y familias que no podrán participar en las celebraciones litúrgicas están invitadas a rezar en sus hogares, a través de los medios de comunicación”: esta es la invitación del Papa Francisco al inicio de la Semana Santa, este 5 de abril de 2020.

“Comencemos con fe en la Semana Santa, durante la cual Jesús sufre, muere y resucita”, alentó al introducir la oración del Ángelus, al final de la Misa de Ramos que acababa de celebrar en transmisión en vivo desde la Basílica de San Pedro.

“Acerquémonos espiritualmente a los enfermos, de sus seres queridos y de aquellos que los cuidan con tanta abnegación; oremos por los difuntos, a la luz de la fe pascual. Todos están presentes en nuestro corazón, en nuestra memoria, en nuestra oración”, aseguró el Papa.

También nos invita a vivir esta Semana con la Virgen María: “De María, aprendamos el silencio interior, la mirada del corazón, la fe amorosa para seguir a Jesús en el camino de la cruz, que conduce a la gloria de la Resurrección. Ella camina con nosotros y sostiene nuestra esperanza”.

 

 

 

 

Ramos: Un pensamiento para los tiempos actuales

“Mirar a Jesús, en su gran amor por nosotros”
El Evangelio de la Pasión que leemos este Domingo de Ramos está tomado de San Mateo, capítulos 26 a 27: desde el principio, Jesús nos dice: “Es contigo que quiero celebrar la Pascua con mis discípulos. ¡Jesús quiere venir a ti! Si no puedes ir a la iglesia, incluso si las iglesias están cerradas, solo tienes que acoger al Maestro que quiere venir a tu casa. Y viene a celebrar la Pascua, la fiesta judía que se transforma en Cena, porque ahora es la ofrenda que Jesús hace de su propia vida, por amor a ti y a mí, por nuestra salvación y la del mundo entero.

Sabemos que Jesús pasó haciendo el bien durante su vida terrenal. Los evangelios cuentan fielmente sus palabras, sus milagros, todas las señales de su amor que nos dejó, luego “todavía hay muchas otras cosas que Jesús hizo” (Juan 21:25) que no han sido puestas por escrito. Ahora, en el momento de la cruz, Jesús ya no puede hacer nada, humanamente hablando: clavado en un pedazo de madera, ya no puede moverse, ya no puede bendecir, apenas puede hablar, él mismo es la Palabra de Dios. Sin embargo, es precisamente en este momento, cuando aparentemente no puede hacer nada más, ¡que Jesús realiza la Redención de cada ser humano!

Entonces, si uno está confinado en el hogar, quizás sintiéndose inútil o ansioso, es suficiente mirar a Jesús, en su gran amor por nosotros. Para él, nada es inútil o perdido, una vez que buscamos ofrecer nuestra “nada” con Él y en Él. Los límites de nuestra situación actual pueden convertirse en una oportunidad para sentirnos aún más cerca del Crucificado, si lo recibimos con todo nuestro corazón. S. Pedro Chrysologue escribió en el siglo V: “¿Por qué eres tan vil en tus ojos, tú que eres tan precioso a los ojos de Dios?” El que sabe lo que necesitas no te dejará ir,  “dado que eres precioso para mí, eres valioso y te amo” (Isaías 43: 4).

 

Padre Nigel Woollen

El p. Nigel Woolen es vicario parroquial en Stevenage, Inglaterra (diócesis de Westminster) y autor de varios libros, incluido “Love at the Rosary School – Little Stories and Big Mysteries”, que saldrá en 2020 (Ediciones Emmanuel) .

 

 

 

 

¡Camino de esperanza en tiempos de confinamiento! (11)

¿cómo voy a hacer de esta semana una Semana Santa?
¡El Señor es nuestro socorro!

En este día el Hijo del Hombre entró en Jerusalén para cumplir su Misterio Pascual. Son los hijos de los hebreos los que lo aclaman. Son los inocentes que aclama al Inocente que camina hacia el don de su vida y lo aclaman: “¡Hosanna en las alturas!”

Estamos decepcionados por no tener ramas. Recordamos profundamente que el árbol verde es Cristo, el Resucitado. Que vivamos esta semana con la mirada puesta en esta Cruz que lleva y que quita el pecado del mundo. Depende de cada uno unirse a la Ofrenda del Señor.

Desde el lugar de mi confinamiento, ¿cómo voy a hacer de esta semana una Semana Santa?

 

Canónigo Denis METZINGER

-05 de abril de 2020.

 

 

 

 

8 de abril, estreno online de ‘Renacidos: El padre Pío cambió sus vidas’

Dirigida por José María Zavala
(zenit – 5 abril 2020).- En estos momentos difíciles de confinamiento por la pandemia del coronavirus, con motivo de esta Semana Santa, European Dreams Factory ofrece, sin precedentes, el estreno online en 11 países de una película para toda la familia, una puerta abierta a la esperanza, que os ayudará a vivir mejor estos días: el documental Renacidos: El padre Pío cambió sus vidas

Dirigida por el escritor José María Zavala, esta película se convirtió en el documental español más visto de 2019, y se produjo con el único objetivo de ayudar a las almas a acercarse a Dios a través de testimonios de intercesión del Padre Pío.

La cinta podrá verse en alquiler a través de la web de European Dreams Factory a partir del Miércoles Santo, 8 de abril en España, México, Perú, Colombia, Nicaragua, El Salvador, Costa Rica, Honduras, Panamá, Guatemala y Venezuela.

 

Sinopsis

Fumaba marihuana, practicaba yoga, tenía muchas relaciones con mujeres y era antisistema. Hoy, con diecinueve años cumplidos, Alfredo Pío se ha bautizado y frecuenta los sacramentos. Igual que Alan Pío McLeod. Carlos fue oficial de las SS de Hitler, pero su vida también cambió. Lo mismo que la de Ángela, a quien con veintidós años le diagnosticaron un tumor cerebral.

Con sólo tres añitos, Javier llevaba un año entero ingresado en el hospital en espera de un corazón que le permitiese seguir vivo con su familia… A todos ellos el Padre Pío les cambió la vida. Veinticinco “renacidos” en total brindan ahora sus testimonios estremecedores por primera vez en esta película, que a buen seguro provocará en el espectador un seísmo interior de ocho puntos en la escala de Richter.

 

 

 

 

San Pedro de Verona, 6 de abril

Protomártir de la orden dominicana
“Defensor de la fe frente a la herejía maniquea. Un excelso predicador que convirtió a incontables personas en Italia, donde evangelizó. Fue agraciado, entre otros dones, con el de milagros. Es protomártir de la orden dominicana”

Nació en 1205 en Verona, Italia, cuando los cátaros propagaban el maniqueísmo. En su propia familia tenía a los enemigos de la fe ya que había quedado atrapada por las consignas de la herejía. Pero sus padres, respetuosos, abiertos y generosos, posibilitaron sus estudios en un centro católico. De allí salió pertrechado con una gran preparación que le permitiría hacer frente a los opositores con el rigor debido. Un tío suyo, cátaro convencido, tuvo ocasión de constatar de primera mano lo consolidados que estaban los principios en el ánimo del adolescente, que recitó con fervor el símbolo de la fe nicena. Este pariente al escucharle quedó impresionado por la contundencia de los argumentos esgrimidos, y no ocultó su inquietud.

Más tarde, siendo Pedro estudiante universitario en Bolonia, compañías poco aconsejables le jugaron malas pasadas y se vio asaltado por distintas tentaciones. Pero ese tiempo no se dilató. Dios tenía para él grandes misiones. La Orden de Predicadores estaba en su apogeo en el momento en que el joven, que tenía 16 años, conoció a Domingo de Guzmán. Seducido por sus palabras se hizo dominico y recibió el hábito que le impuso personalmente el santo. Si de niño había destacado por su inteligencia, sinceridad y firmeza en sus decisiones, como religioso cumplió con estricta fidelidad su compromiso. Tomó el evangelio, se aplicó en el estudio y mantuvo vivo un estado de oración. Además, buscando una penitencia radical se abrazó a las austeridades, como había hecho su fundador.

De manera concienzuda preparaba ante Cristo su predicación, para lo cual se recogía durante la noche meditando y orando. Mientras evangelizaba en Lombardía, en estas cotidianas vigilias que tenían lugar en su celda, hallándose en estado de contemplación se le presentaron tres santas que fueron martirizadas: Inés, Cecilia y Catalina de Alejandría, con las cuales mantuvo un diálogo. Informado el prior por otros frailes, que habían escuchado voces tras los muros, fue severamente reprendido en el capítulo. Le recriminaron por haber violado la clausura amén de introducir a mujeres en su humilde aposento. Se juzgó con severidad esta supuesta imprudencia que revestía innegable gravedad para un consagrado. Él guardó escrupuloso silencio y acogió obedientemente su traslado al convento de la Marca Ancona.

Le habían prohibido predicar, de modo que se dedicó a estudiar con más ahínco. Suplicaba a Dios con insistencia: el peso del apego a la fama era importante. Él conocía su inocencia, pero, ¿qué pensarían los demás? Un día se dirigió al crucifijo y mostró su desconsuelo: “Señor, Tú sabes que no soy culpable. ¿Por qué permites que me calumnien?”. Jesús respondió: “¿Y qué hice yo, Pedro, para merecer la pasión y la muerte?”. Impactado por estas palabras se sintió avergonzado y afligido. También salió fortalecido para afrontar la pena. Poco tiempo después quedó al descubierto su inocencia. Volvió a la predicación y cosechó mayores frutos apostólicos.

Ordenado sacerdote, y siendo hombre de diálogo, comenzó a difundir el evangelio por la Toscana, Milanesado y la Romaña. Su objetivo primordial eran los cátaros. Fueron incontables los herejes que volvieron a la Iglesia tras escuchar sus palabras. Uno de ellos Rainiero de Piacenza. Las multitudes buscaban su curación espiritual y física tratando de acceder a él aunque para ello tenían que abrirse paso a empujones. Él mismo tenía que ser izado porque de otro modo habrían podido arrollarle. Las iglesias y espacios al aire libre servían a los fieles para acoger jubilosos a este gran confesor. Tenía para cada uno de los penitentes el juicio justo, sabio, encarnado en el amor misericordioso de Dios. En la intensa labor evangelizadora que llevaba a cabo su virtud le precedía. Creó las “Asociaciones de la fe” y la “Cofradía para la alabanza de la Virgen María”.

A lo largo de su vida experimentó muy diversas pruebas, menosprecios y ataques. Pero amaba a Cristo y nada trocó su voluntad. Llegó a ser superior de los conventos de Piacenza, Como y Génova. Predicó por Roma, Florencia, Milán… Por todos los lugares iba dejando una estela de milagros, don con el que fue agraciado. Alguna vez personas maliciosas intentaron tentarle fingiendo una enfermedad. Es lo que hizo un hereje en Milán que gozaba de buena salud. Si lograba confundir al santo, lo dejaría en evidencia. Pedro le dijo: “Ruego al Señor de todo lo creado, que si tu enfermedad no es verdadera, te trate como lo mereces”. Inmediatamente sufrió el mentiroso los síntomas de la lesión que simuló, y rogó la curación que en ese momento precisaba para huir de tan punzantes dolores. Compadecido el santo de su arrepentimiento, trazó la señal de la cruz y le liberó del mal. Además, logró su conversión.

A Pedro siempre le acompañó la sed de martirio que no dudaba en suplicar le fuera concedida. En 1232 Gregorio IX, que lo conocía, le nombró inquisidor general (como luego hizo Inocencio IV), lo que suscitó muchas enemistades. Incluso hubo una conjura para asesinarle. Veinte años más tarde, mientras predicaba en Como fue informado de que se conspiraba contra su vida tasada en 40 libras milanesas. Respondió sin inmutarse: “Dejadles tranquilos; después de muerto seré todavía más poderoso”. Transcurridos quince días, concretamente el 6 de abril de 1252, cuando regresaba a Milán desde Como, convento del que era prior, cerca de la localidad de Barlassina recibió dos hachazos en la cabeza que le profirieron los enemigos de la fe. Sangrando, pero aún con vida, recitaba el Credo y, según narran las crónicas, a punto de expirar con su propia sangre escribió con un dedo en el suelo: “Credo in Deum”. Tenía 46 años.

El 25 de marzo del 1253, al año siguiente de su muerte, fue canonizado por Inocencio IV. Es protomártir de la Orden dominicana. Carino, ejecutor del santo, se arrepintió después, y se hizo dominico. Sus signos visibles de virtud hicieron que fuese venerado por parte del pueblo.