Servicio diario - 24 de junio de 2020


 

Audiencia general: Ciclo de catequesis del Papa sobre la oración (8)
Larissa I. López

El Papa envía ánimo al campeón paralímpico Alex Zanardi, hospitalizado
Rosa Die Alcolea

México: El Papa reza por las víctimas del terremoto en Oaxaca
Larissa I. López

Audiencia general: Octava catequesis del Papa sobre la oración
Larissa I. López

El milagro atribuido a fray Mamerto Esquiú, franciscano argentino
Redazione

San Juan Bautista: El Papa invita a dar testimonio del Evangelio “con alegría”
Larissa I. López

Papa Francisco: David enseña a convertir “alegrías y penas” en oración
Larissa I. López

Monseñor Felipe Arizmendi: “La perenne normalidad eucarística”
Redazione

San Guillermo de Vercelli, 25 de junio
Redazione


 

 

 

Audiencia general: Ciclo de catequesis del Papa sobre la oración (8)

“La oración de David”

junio 24, 2020 14:10

Audiencia General

(zenit – 24 junio 2020).- En la audiencia general, el Papa Francisco continuó con el ciclo de catequesis sobre la oración, relatando la historia de David, “figura que tiene un papel central en la historia del pueblo de Dios”.

Efectivamente, Santo Padre habló sobre “La oración de David”, en la audiencia general de hoy, 24 de junio de 2020, la última antes del receso estival en julio, celebrada en la biblioteca del Palacio Apostólico debido a la actual pandemia de COVID-19 y transmitida por los medios de comunicación social.

Sobre David, Francisco destacó que, ante todo, era un pastor que cuidaba y defendía a los animales y “así intentó comportarse posteriormente con el pueblo que le fue confiado”. Después de haber cometido un pecado grave cuando era rey y al escuchar el reproche del profeta Natán, “David comprendió que era un mal pastor, que había saqueado a otro hombre lo que más quería: se había convertido en un enfermo de poder”, relata el Papa.

 

Virtuoso y pecador

Igualmente, el Pontífice destaca que David tenía “un alma de poeta”, no era un hombre insensible, “sino que estaba atento a la belleza y se dejaba asombrar por la vida, manifestando sus sentimientos a través de la música y la poesía”, siendo compositor “de muchos de los salmos” de la Sagrada Escritura.

De este modo, David constituye un personaje contrastante “es virtuoso y pecador, perseguido y perseguidor”. No obstante, el Obispo de Roma destaca que existe “un hilo conductor que une toda su vida”: la oración.

Esta oración, ya sea con “tonos de júbilo o de lamento”, le permitió estar en diálogo constante con el Señor, que le escuchaba: “David nunca estuvo solo, aunque físicamente lo estuviera, porque —en medio de las mil dificultades de su vida— fue capaz de entablar una relación de amistad con Dios, el verdadero compañero del viaje del hombre”.

 

 

 

 

El Papa envía ánimo al campeón paralímpico Alex Zanardi, hospitalizado

Tras grave accidente en ‘handbike’

junio 24, 2020 16:19

Papa Francisco

(zenit – 24 junio 2020).- “Querido Alessandro, tu historia es un ejemplo de cómo volver a empezar de nuevo después de una parada repentina”: son las palabras que dirige el Papa Francisco al campeón paralímpico italiano Alex Zanardi, ex piloto de Fórmula 1, gravemente herido en un accidente el pasado 19 de junio.

En una carta publicada en La Gazzetta dello Sport, este 24 de junio de 2020, el Pontífice transmite su oración y cercanía al atleta paralímpico, quien se encuentra hospitalizado desde el viernes pasado en la unidad de cuidados intensivos del Policlínico Universitario Santa Maria alle Scotte de Siena, tras sufrir un gravísimo accidente de tránsito en handbike (triciclo manual) el pasado 19 de junio en la ciudad de Pienza.

“A través del deporte”, redacta el Santo Padre en su mensaje, “has enseñado a vivir la vida como protagonista, haciendo de la discapacidad una lección de humanidad. Gracias por dar fuerza a los que la habían perdido”.

“En este doloroso momento –le dice el Papa– estoy cerca de ti, rezo por ti y tu familia. Que el Señor te bendiga y la Virgen te proteja”.

 

Carrera benéfica

El atleta paralímpico se encuentra en coma farmacológico tras haber chocado de frente contra un camión el pasado viernes, cuando participaba de una competencia de ciclismo adaptado, disciplina a la que se dedicó tras sufrir la amputación de sus dos piernas en el año 2001.

Zanardi participaba como protagonista de la subasta benéfica “Corremos juntos” (We run together), promovida por el Papa con el fin de recaudar fondos para los hospitales italianos de Bérgamo y Brescia, a la vanguardia de la lucha contra la COVID-19. Para esta iniciativa benéfica, Zanardi puso a disposición la handbike (triciclo manual) con el que ganó los Juegos Paralímpicos de 2016 en Río de Janeiro.

 

 

 

 

México: El Papa reza por las víctimas del terremoto en Oaxaca

Palabras a los hispanohablantes

junio 24, 2020 14:35

Audiencia General

(zenit – 24 junio 2020).- Durante la audiencia general, en sus palabras a los fieles de lengua española, el Papa Francisco recordó a las víctimas y heridos en el terremoto de México ocurrido ayer.

Efectivamente, en el día de ayer, en la región de Oaxaca, al sur de México se produjo un temblor de magnitud 7,5 que, en plena emergencia sanitaria del coronavirus, que ha causado al menos cinco fallecidos, varios heridos leves y múltiples destrozos.

“Un violento terremoto azotó el sur de México, causando algunas víctimas, heridos y enormes daños. Rezamos por todos ellos, que la ayuda de Dios y de todos los hermanos les dé fuerza y apoyo. Hermanos y hermanas les estoy muy cercano”, dijo el Santo Padre desde la biblioteca del Palacio Apostólico, donde se ha celebrado la audiencia general de hoy, 24 de junio de 2020, transmitida en streaming por los medios de comunicación debido a la COVID-19.

 

San Juan Bautista y David

Después, dado que hoy se celebra la festividad de san Juan Bautista, en su saludo a españoles y latinoamericanos, el Papa también se refirió a este “profeta precursor del Mesías”.

“Que su ejemplo, como también el del rey David —dos hombres totalmente diferentes que vivieron la profecía y que supieron indicar dónde estaba el verdadero Dios—, sean estímulo para nuestra vida, para que busquemos la amistad de Dios a través de la oración, y nuestro ejemplo pueda ayudar a llevar a Dios a los hombres y a los hombres a Dios”, indicó.

El Pontífice continuó con la serie de catequesis sobre la oración. En concreto, reflexionó sobre “La oración de David”, un hombre “virtuoso y pecador, perseguido y perseguidor”, pero que contaba con “un hilo conductor” que unía toda su vida: la oración, que le permitió estar en diálogo constante con el Señor.

 

 

 

 

Audiencia general: Octava catequesis del Papa sobre la oración

Texto completo

junio 24, 2020 14:21

Audiencia General

(zenit – 24 junio 2020).- El Papa Francisco ha pronunciado la octava catequesis sobre la oración, titulada “La oración de David” (Sal 18,2-3.29.33), en la audiencia general celebrada hoy, miércoles 24 de junio de 2020, en la biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano.

Esta ha sido la última audiencia del Santo Padre antes del receso estivo, que durará todo el mes de julio. En el mes de agosto se reanudarán las audiencias generales de los miércoles.

Sobre David, el Santo Padre destaca que fue “predilecto de Dios” y cómo en el Evangelio se llama a Jesús “hijo de David” porque según las promesas, de la descendencia de este rey venía el Mesías.

De la historia de este rey, en primer lugar,  Francisco destaca que esta comienza en las colinas de alrededor de Belén, donde pastorea el rebaño su padre, Jesé. David, “es ante todo un pastor: un hombre que cuida de los animales, que los defiende cuando llega el peligro, que les proporciona sustento” y cuando, por voluntad de Dios deberá preocuparse del pueblo, “no llevará a cabo acciones muy diferentes respecto a estas”, aprendió mucho de su primera ocupación.

 

Alma de poeta

El Papa destacó también “el alma de poeta” de David, una persona sensible  que ama la música y el canto y para quien el mundo “no es una escena muda: su mirada capta, detrás del desarrollo de las cosas, un misterio más grande”.

Y es de ahí desde donde nace la oración, “de la convicción de que la vida no es algo que nos resbala, sino que es un misterio asombroso, que en nosotros provoca la poesía, la música, la gratitud, la alabanza o el lamento, la súplica”. Esta es la razón por la que tradición desea que David sea “el gran artífice de la composición de los salmos”.

 

Ser buen pastor

El sueño de David, continuó relatando el Pontífice, era el de ser buen pastor y alguna vez será capaz de estar a la altura de esta tarea y otras veces, menos, “pero lo que importa, en el contexto de la historia de la salvación, es que sea profecía de otro Rey (Jesús), del que él es solo anuncio y prefiguración”.

Así, invitó a mirar a David, “santo y pecador, perseguido y perseguidor, víctima y verdugo, que es una contradicción” ya que, “en la trama de la vida, todos los hombres pecan a menudo de incoherencia”.

No obstante, en la trayectoria de este rey hay un solo hilo conductor, la oración: “Esa es la voz que nunca se apaga: tanto si asume los tonos del júbilo, como los del lamento siempre es la misma oración, solo cambia la melodía”. De este modo, “David nos enseña a poner todo en el diálogo con Dios”, pues “todo puede convertirse en una palabra dirigida al ‘Tú’ que siempre nos escucha”, apuntó el Obispo de Roma.

 

La oración da nobleza

David, que conoció la soledad, en realidad nunca estuvo solo. “Y en el fondo esta es la potencia de la oración, en todos aquellos que le dan espacio en su vida. La oración te da nobleza, y David es noble porque reza”, apuntó el Papa Francisco,

“La oración nos da nobleza: es capaz de asegurar la relación con Dios, que es el verdadero Compañero de camino del hombre, en medio de los miles avatares de la vida, buenos o malos: pero siempre la oración”, añadió.

Es tanta la confianza de David, “que cuando era perseguido y debió escapar, no dejó que nadie lo defendiera: ‘Si mi Dios me humilla así, Él sabe’, porque la nobleza de la oración nos deja en las manos de Dios. Esas manos plagadas de amor: las únicas manos seguras que tenemos”, concluyó Francisco.

***

 

Catequesis del Santo Padre

En nuestro itinerario de catequesis sobre la oración, hoy encontramos al rey David. Predilecto de Dios desde que era un muchacho, fue elegido para una misión única, que jugará un papel central en la historia del pueblo de Dios y de nuestra misma fe. En los Evangelios, a Jesús se le llama varias veces “hijo de David”; de hecho, como él, nace en Belén. De la descendencia de David, según las promesas, viene el Mesías: un Rey totalmente según el corazón de Dios, en perfecta obediencia al Padre, cuya acción realiza fielmente su plan de salvación (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2579)

La historia de David comienza en las colinas entorno a Belén, donde pastorea el rebaño su padre, Jesé. Es todavía un muchacho, el último de muchos hermanos. Así que cuando el profeta Samuel, por orden de Dios, se pone a buscar el nuevo rey, parece casi que su padre se haya olvidado de aquel hijo más joven (cf. 1 Samuel 16,1-13). Trabajaba al aire libre: lo imaginamos amigo del viento, de los sonidos de la naturaleza, de los rayos del sol. Tiene una sola compañía para confortar su alma: la cítara; y en las largas jornadas en soledad le gusta tocar y cantar a su Dios. Jugaba también con la honda.

David, por lo tanto, es ante todo un pastor: un hombre que cuida de los animales, que los defiende cuando llega el peligro, que les proporciona sustento. Cuando David, por voluntad de Dios, deberá preocuparse del pueblo, no llevará a cabo acciones muy diferentes respecto a estas. Es por eso que en la Biblia la imagen del pastor es recurrente. También Jesús se define como “el buen pastor”, su comportamiento es diferente de aquel del mercenario; Él ofrece si vida a favor de las ovejas, las guía, conoce el nombre de cada una de ellas (cf. Juan 10,11-18).

David aprendió mucho de su primera ocupación. Así, cuando el profeta Natán le recrimina su grave pecado  (cf. 2 Samuel 12,1-15), David entenderá inmediatamente que ha sido un mal pastor, que ha depredado a otro hombre de la única oveja que él amaba, que ya no era un humilde servidor sino un enfermo de poder, un furtivo que mata y saquea.

Un segundo aspecto característico presente en la vocación de David es su alma de poeta. De esta pequeña observación deducimos que David no ha sido un hombre vulgar, como a menudo puede suceder a los individuos obligados a vivir durante mucho tiempo aislados de la sociedad. Es, en cambio, una persona sensible, que ama la música y el canto. La cítara lo acompañará siempre: a veces para elevar a Dios un himno de alegría (cf. 2 Samuel 6,16), otras veces para expresar un lamento o para confesar su propio pecado (cf. Salmos 51,3).

El mundo que se presenta ante sus ojos no es una escena muda: su mirada capta, detrás del desarrollo de las cosas, un misterio más grande. La oración nace precisamente de allí: de la convicción de que la vida no es algo que nos resbala, sino que es un misterio asombroso, que en nosotros provoca la poesía, la música, la gratitud, la alabanza o el lamento, la súplica. Cuando a una persona le falta esa dimensión poética, digamos que cuando le falta la poesía, su alma cojea. La tradición quiere por ello que David sea el gran artífice de la composición de los salmos. Estos llevan, a menudo, al inicio, una referencia explícita al rey de Israel, y a algunos de los sucesos más o menos nobles de su vida.

David tiene un sueño: el de ser un buen pastor. Alguna vez será capaz de estar a la altura de esta tarea, otras veces, menos; pero lo que importa, en el contexto de la historia de la salvación, es que sea profecía de otro Rey, del que él es solo anuncio y prefiguración.

Miremos a David, pensemos en David. Santo y pecador, perseguido y perseguidor, víctima y verdugo, que es una contradicción. David fue todo esto, junto. Y también nosotros registramos en nuestra vida trazos a menudo opuestos; en la trama de la vida, todos los hombres pecan a menudo de incoherencia. Hay un solo hilo conductor, en la vida de David, que da unidad a todo lo que sucede: su oración. Esa es la voz que no se apaga nunca. David santo, reza; David pecador, reza; David perseguido, reza; David perseguidor, reza; David víctima, reza. Incluso David verdugo, reza. Este es el hilo conductor de su vida. Un hombre de oración. Esa es la voz que nunca se apaga: tanto si asume los tonos del júbilo, como los del lamento siempre es la misma oración, solo cambia la melodía. Y haciendo así, David nos enseña a poner todo en el diálogo con Dios: tanto la alegría como la culpa, el amor como el sufrimiento, la amistad o una enfermedad. Todo puede convertirse en una palabra dirigida al “Tú” que siempre nos escucha.

David, que ha conocido la soledad, en realidad nunca ha estado solo. Y en el fondo esta es la potencia de la oración, en todos aquellos que le dan espacio en su vida. La oración te da nobleza, y David es noble porque reza. Pero es un verdugo que reza, se arrepiente y la nobleza vuelve gracias a la oración. La oración nos da nobleza: es capaz de asegurar la relación con Dios, que es el verdadero Compañero de camino del hombre, en medio de los miles avatares de la vida, buenos o malos: pero siempre la oración. Gracias, Señor. Tengo miedo, Señor. Ayúdame, Señor. Perdóname, Señor. Es tanta la confianza de David, que cuando era perseguido y debió escapar, no dejó que nadie lo defendiera: “Si mi Dios me humilla así, Él sabe”, porque la nobleza de la oración nos deja en las manos de Dios. Esas manos plagadas de amor: las únicas manos seguras que tenemos.

 

© Librería Editorial Vaticana

 

 

 

 

El milagro atribuido a fray Mamerto Esquiú, franciscano argentino

Predicador y político

junio 24, 2020 17:19

Testimonios

(zenit – 24 junio 2020).- Un milagro atribuido a la intercesión de Mamerto Esquiú (1826 -1883), franciscano argentino, obispo de Córdoba, predicador y político, fue reconocido por el Vaticano, allanando así el camino para su beatificación.

Durante una audiencia concedida al cardenal Angelo Becciu, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el 19 de junio de 2020, el Papa aprobó cinco decretos relativos a los milagros obtenidos por la intercesión de tres hombres venerables, el martirio de una religiosa italiana y las virtudes heroicas de una monja mexicana.

El milagro presentado para la beatificación del obispo Esquiú se produjo en la diócesis de Tucumán en Argentina en 2016 a favor de un recién nacido que sufría de osteomielitis severa del fémur, indica el sitio web de los Frailes Menores en inglés.

Nacido el 11 de mayo de 1826 en San José de Piedra Blanca, Mamerto Esquiú entró en los Frailes Menores de la Provincia de la Asunción en Argentina en 1841.

Ordenado sacerdote el 18 de octubre de 1848, se convirtió en profesor del seminario de Catamarca, en el noroeste del país. Se distinguió particularmente en la predicación, un ministerio por el que fue apreciado no sólo en la Iglesia, sino también en los círculos políticos. Sus llamamientos a la paz, la fraternidad y la cooperación civil contribuyeron a crear el clima sociocultural para el nacimiento del nuevo estado federal de la Argentina. Hizo una importante contribución a la redacción de la Constitución de 1853.

Entre 1855 y 1862, el padre Esquiú también aceptó desempeñar un papel político activo como diputado y miembro de la junta directiva de Catamarca.

Con el deseo de retomar una vida franciscana regular, en 1862 se estableció en Bolivia como misionero apostólico. En 1870 fue recomendado para la sede episcopal de Buenos Aires. Sin embargo, se consideró indigno de esto y dejó el país para hacer una peregrinación a Tierra Santa, Roma y Asís. En 1879 no pudo rechazar el nombramiento como obispo de Córdoba. Fue consagrado el 12 de diciembre de 1880.

“En su ministerio”, se lee en una nota biográfica publicada por los franciscanos, “se distinguió por su doctrina y autoridad y promovió la santidad como el corazón de la vida sacerdotal y el compromiso cristiano. El fundamento de su extraordinaria actividad pastoral fue su intensa vida de oración y unión con Cristo”.

El obispo Esquiú murió repentinamente el 10 de enero de 1883 en La Posta de El Suncho. Fue declarado venerable en 2006.

 

Marina Droujinina

 

 

 

 

San Juan Bautista: El Papa invita a dar testimonio del Evangelio “con alegría”

A jóvenes, ancianos y enfermos

junio 24, 2020 14:44

Audiencia General

(zenit – 24 junio 2020).- El Papa Francisco ha invitado a aprender de la capacidad de san Juan Bautista “de dar testimonio del Evangelio con valentía, más allá de nuestras propias diferencias, preservando la armonía y la amistad que sustentan la credibilidad de cualquier proclamación de fe”.

Estas palabras han sido pronunciadas por el Santo Padre al final de la audiencia general celebrada hoy, 24 de junio de 2020, en la biblioteca del Palacio Apostólico, durante sus palabras a los a los ancianos, los jóvenes, los enfermos y los recién casados.

Igualmente, justo antes, Francisco se dirigió a los fieles de lengua italiana, deseando que “el período de verano sea un tiempo de serenidad y una hermosa oportunidad para contemplar a Dios en la obra maestra de su creación”.

La catequesis del Papa de hoy, incluida dentro de la serie sobre la oración, ha versado sobre la historia del rey David: “santo y pecador, perseguido y perseguidor, víctima y verdugo”, que “nos enseña a poner todo en el diálogo con Dios”, en la oración, pues “todo puede convertirse en una palabra dirigida al ‘Tú’ que siempre nos escucha”, describió el Pontífice.

 

 

 

 

 

Papa Francisco: David enseña a convertir “alegrías y penas” en oración

Saludo a los fieles de lengua árabe

junio 24, 2020 15:27

Audiencia General

(zenit – 24 junio 2020).- El Papa Francisco ha propuesto el ejemplo de la oración del rey David en sus palabras a los fieles de lengua árabe durante la audiencia general celebrada hoy, 24 de junio de 2020, en la biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano, transmitida en directo por zenit.

“David nos enseña a convertir nuestras alegrías y penas, nuestras preocupaciones y esperanzas, nuestros miedos y victorias en oración, así nuestra vida se convierte en oración y nuestra oración se convierte en vida”, afirmó el Santo Padre.

Además, el Santo Padre indicó a los hablantes de lengua árabe que la oración “es la llave del cielo y la escalera para ascender a Dios”.

Efectivamente, la catequesis de hoy de Francisco estaba dedicada a “La oración de David”. Gracias a ella “David nunca estuvo solo, aunque físicamente lo estuviera, porque —en medio de las mil dificultades de su vida— fue capaz de entablar una relación de amistad con Dios, el verdadero compañero del viaje del hombre”, indicó el Pontífice.

 

 

 

 

Monseñor Felipe Arizmendi: “La perenne normalidad eucarística”

“Participa con la comunidad”

junio 24, 2020 10:27

Espiritualidad

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo emérito de San Cristóbal de las Casas

 

VER

En varias partes ya se están dando pasos para lo que llaman “la nueva normalidad”, que es volver, progresivamente, a las actividades familiares, sociales, laborales, económicas, políticas y educativas de antes, sin las restricciones que hemos padecido por la pandemia del SARS-CoV-2. Ya se están previendo también los pasos para abrir los templos y las actividades religiosas con 25%, 50% y 100% de fieles, según permitan las condiciones sanitarias. Mucho me temo que este paso se dé en forma imprudente y tengamos rebrotes que nos dañen más. Hay sacerdotes que no han respetado las normas dadas por sus obispos y han hecho celebraciones con presencia de fieles, no sé si por su gran celo pastoral, por presiones de los mayordomos, o por sus carencias económicas. Es tiempo de mucha prudencia y orden, en bien de la salud comunitaria.

Todos anhelamos volver a la perenne normalidad eucarística, que es la celebración con participación física de fieles. En esta pandemia, me admira la gran cantidad de personas que, desde sus hogares, siguen diariamente la Misa en forma virtual, la mayoría con gran devoción, y sobre todo los domingos. Son cientos y miles los que, por internet, se han alimentado de la Eucaristía.

En mi parroquia nativa, que es pequeña, en domingos sin pandemia se celebraba seis veces la Misa, tres en la cabecera parroquial y tres en comunidades, y participaban en total unas mil personas. Hoy, en la única Misa que celebramos a puertas cerradas, se conectan unas dos mil personas, muchas residentes en los Estados Unidos. Internet ha sido una gran herramienta pastoral. Pero existe el peligro de que muchos se mal acostumbren a seguir la Misa desde la comodidad del hogar, quizá encerrados en su habitación y aislados con su celular, conectándose y desconectándose a su gusto, atendiendo otras cosas al mismo tiempo, y que prefieran esta forma en vez de participar físicamente en la celebración. Eso no es correcto. Lo virtual sirve y ayuda, pero la participación presencial es definitivamente prioritaria. ¡Cuidado con el individualismo egoísta y con una religión light!

 

PENSAR

Cuando Jesús instituyó la Eucaristía, fue en una cena comunitaria, con presencia física de los comensales y nos ordenó que así lo hiciéramos siempre en memoria suya (cf Lc 22,14-20; Mt 26,26-29; Mc 14,22-25; 1 Cor 11,23-25).

Era lo que hacían los primeros cristianos: “Los discípulos asistían con perseverancia a la enseñanza de los apóstoles, tenían sus bienes en común, participaban en la fracción del pan (es la Misa) y en las oraciones”(Hech 2,42). Que algunas de estas reuniones celebrativas eran ya en domingo, lo dice san Pablo, cuando recomienda a los corintios hacer una colecta en favor de los pobres de Jerusalén precisamente en sus reuniones después de que ya pasó el sábado, es decir, en domingo (cf 1 Cor 16,1-2). Jesús resucitó pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana (cf Mt 28,1; Mc 16,1-6; Lc 24,1-6; Jn 20,1-9.19). Este día, con el tiempo, se llamó domingo, que significa día del Señor (Apoc 1,10).

El Concilio Vaticano II, en su Constitución sobre la Liturgia, Sacrosanctum Concilium, del 4 de diciembre de 1963, expresa: “Nuestro Salvador, en la última cena, la noche que le traicionaban, instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y de su sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y a confiar así a su Esposa, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección: sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete en el cual se recibe como alimento a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera” (47). Resalta la importancia del domingo: “La Iglesia, por una tradición apostólica que trae su origen del mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón día del Señor o domingo. En este día, los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la palabra de Dios y participando de la Eucaristía, recuerden la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y den gracias a Dios, que los hizo renacer a la viva esperanza por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos (1 Ped 1,3). Por eso, el domingo es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo” (106).

Y advierte: “Siempre que los ritos, cada cual según su naturaleza propia, admitan una celebración comunitaria, con asistencia y participación activa de los fieles, incúlquese que hay que preferirla, en cuanto sea posible, a una celebración individual y casi privada. Esto vale sobre todo para la celebración de la Misa, quedando siempre a salvo la naturaleza pública y social de toda Misa, y para la administración de los sacramentos” (27).

 

ACTUAR

Participa en alguna de tantas Misas que se transmiten por todas partes, sobre todo en domingo. Concéntrate en lo que estás, haz a un lado el celular, responde, canta, aclama, asume las posturas correspondientes a cada parte de la Misa y, si es posible, hazlo en familia, no cada quien con su celular. Es un gran servicio pastoral que casi todos los sacerdotes están ofreciendo a su comunidad, y que quizá conviene continuar haciéndolo después, para quienes no puedan desplazarse a un templo. Pero una vez que se pueda ya participar físicamente, no te quedes en la comodidad de tu casa, sino que participa con la comunidad, como lo hemos hecho siempre, para que la participación sea más plena, para recibir la Comunión sacramental y vivir la comunidad eclesial que somos.

 

 

 

 

San Guillermo de Vercelli, 25 de junio

Fundador de monasterios

junio 24, 2020 09:16

Testimonios

 

“Abad. Fundador de monasterios. Muy estimado por el rey normando Rogelio II de Nápoles. Un gran penitente que recibió la gracia de atraer a multitudes; realizó numerosos prodigios”

 Nació en Vercelli, Italia, en 1085. Procedía de una familia piamontesa de noble ascendencia. No pudo gozar de sus padres porque le dejaron huérfano tempranamente; entonces se hicieron cargo de él unos familiares. La vida austera con su sacrificio le llamaba invitándole a emprender esa vía cuánto antes. Tanto le urgía que, siendo un adolescente, con un rasgo de madurez inusual a esa edad, renunció a la herencia que le correspondía y se dispuso a peregrinar a Compostela; como tantos romeros quería postrarse ante la tumba del apóstol Santiago. Llegar a España en esa época era toda una hazaña, como él constató. Sin embargo, debieron parecerle una minucia las dificultades ya que, a las inclemencias meteorológicas y penalidades del camino, añadió un instrumento de penitencia que ciñó a su cuello para mortificarse: dos aros de hierro forjados por un hábil herrero con un resorte que le permitía desprenderse de ellos cuando lo deseaba.

Más de un lustro tardó en llegar a su destino. Un periodo que le permitió profundizar en el amor de Dios manteniendo su presencia constante en su mente, y compartir las delicias de la unión con Él con las numerosas personas que halló al paso. Progresaba en su vida ascética y con ella iba incrementándose su devoción y piedad, una simbiosis coronada por la oración que tenía su expresión en el más completo abandono. Los pies desnudos, pan y agua por todo alimento, o, como mucho, alguna verdura aliñada exclusivamente con vinagre, y el mínimo descanso efectuado al aire libre; esto era todo lo que se permitía. Y fue fortaleciéndose, viendo cómo se acrecentaba vertiginosamente el anhelo de darse a sí mismo por amor a Dios.

Tras un periodo de tiempo impreciso de permanencia en España, regresó a Italia. Entonces se propuso emprender nueva peregrinación para llegar a Tierra Santa. De camino recorrió diversos lugares de Italia. Solía detenerse en los templos de las ciudades compartiendo la devoción de los habitantes por los santos venerados en ellos. En Taranto sufrió un grave percance; fue atacado por unos ladrones. El hecho, que juzgó providencial, le hizo comprender que tal vez su destino era otro. Mientras se reponía del asalto tuvo ocasión de dilucidarlo. Acudió a san Juan de Matera, que había fundado en Taranto una congregación regida por la regla benedictina, y le hizo partícipe de su inquietud. Juan convino con él en la pertinencia de ese episodio que parecía esconder un signo de la voluntad divina. En unos días Guillermo determinó renunciar al viaje y permanecer en Italia. La decisión fue corroborada con una visión en la que se le hizo ver que sería artífice de una nueva congregación dedicada a la Virgen. Despejada toda duda, buscó el lugar más conveniente para dedicarse a la meditación adoptando el espíritu del yermo.

Después de haber convivido junto a san Juan de Matera, cruzó Basilicata y llegó a Irpinia. Atrás dejaba una bien ganada fama que le persiguió por algún que otro prodigio realizado en Monteserico y en el Sasso Barisano, cerca de Matera. Huía de aclamaciones populares; sería uno de los signos que iban a acompañarle. Donde llegaba, con su virtud atraía a las multitudes. Eso le sucedió en el monte Partenio, aunque lo eligió buscando la soledad, refugiándose en una de sus cimas a efecto de recluirse en oración y penitencia. Los años de permanencia en el lugar no le permitieron lograr plenamente su propósito. Era una época floreciente para la vida eremítica, y no tardaron en unirse a él nuevos aspirantes que integraron la primera comunidad. A ésta se debe la construcción de la iglesia dedicada a la Virgen, cuyas obras culminaron en 1124; a partir de entonces, el monte comenzó a denominase Montevergine.

Este hombre austero, célebre también por su forma de comparecer en público –chocante para una mayoría– aherrojado con cadenas y grilletes como un presidiario, tenía como modelo a Cristo Redentor; pensaba en los atroces suplicios que padeció por el género humano. Como no le asustaban las penitencias del grado que fueran, la regla que dio a sus discípulos para que la siguieran en su día a día, impregnada por este sentimiento, y fundamentada en la de san Benito, no contentó a todos. Y eso que había proporcionado a los suyos pautas claras, sencillas, inspiradas en el evangelio, como las siguientes: “Soy del parecer, hermanos, que trabajando con nuestras manos nos ganemos la comida y el vestido para nosotros y para los pobres. Pero ello no debe ocupar todo el día, ya que debemos encontrar tiempo suficiente para dedicarlo al cuidado de la oración con la que granjeamos nuestra salvación y la de nuestros hermanos”.

Guillermo perseguía el sosiego requerido para dialogar con Dios. Cuatro años más tarde abandonó Partenio y se dirigió a Goleto. Allí creó un monasterio para mujeres, atendidas espiritualmente por varones. Fue otra estación de paso. A partir de ahí, emprendió una constante peregrinación por Irpinia, Sannio, Lucania, Apulia, donde, junto a Juan de Matera, fundó Monte Laceno, y Sicilia. En todos los lugares quedaba marcada la huella de sus muchas virtudes. Los monasterios que erigía tenían la misma regla. Una vez que estaban en marcha los dejaba bajo custodia de un prior, y se encaminaba a realizar nueva fundación; ese fue siempre su criterio.

El rey normando Rogelio II de Nápoles, que logró unificar Sicilia, Calabria y Apulia, le tuvo en gran estima; lo nombró consejero. En todo momento gozó de su protección y generosa ayuda para sus fundaciones, y Guillermo se hizo cargo de otras que el monarca puso bajo su amparo. Murió con fama de santidad en Goleto el 25 de junio de 1142. Su culto fue aprobado por la Santa Sede en 1728 y lo difundió a la Iglesia en 1785. En 1807 sus restos fueron trasladados a Montevergine. Pío XII lo declaró patrono de Irpinia en 1942