Servicio diario - 15 de agosto de 2020


 

Ángelus: Una conquista infinitamente mayor que el hombre en la luna
Raquel Anillo

Ángelus: El Papa reza por Nigeria y el conflicto del Nilo
Raquel Anillo

Nuestra Señora de Loreto: El Papa prorroga un año el Jubileo
Anne Kurian-Montabone

La Asunción de la Virgen, entrada de María al cielo
José Antonio Senovilla

Las nuevas Letanías Marianas revelan el corazón de la Madre de Dios
José Antonio Varela Vidal

Beata Petra de San José, 16 de agosto
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

Ángelus: Una conquista infinitamente mayor que el hombre en la luna

Palabras antes del Ángelus

agosto 15, 2020 12:29

Angelus

(zenit – 15 agosto 2020).- “Hoy, en la fiesta de la Asunción de María al Cielo, celebramos una conquista infinitamente mayor” que el hombre en la luna, dijo el Papa Francisco en el Ángelus este 15 de agosto de 2020: “La Virgen María ha puesto sus pies en el paraíso… Este paso (…) fue el gran salto adelante de la humanidad”.

Esta fiesta, añadió en su meditación desde la plaza de San Pedro, muestra “la razón por la cual caminamos: no para conquistar las cosas de aquí abajo, que desaparecerán, sino la patria arriba, que es para siempre”.

La alegría, prosiguió el Papa, surge “no de la ausencia de problemas, que vienen tarde o temprano», sino «de la presencia de Dios que nos ayuda, que está cerca de nosotros” porque “Dios los mira y los ama”. A los pequeños”.

En su meditación, cuya traducción damos, invitaba a alabar a Dios “al menos una vez al día”: “Podemos decir: “Yo alabo al Señor”; “Bendito sea el Señor”: es una pequeña oración de alabanza”.

A continuación, sigue la traducción no oficial de las palabras del Santo Padre al introducir el Ángelus ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

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Palabras del Papa

Queridos hermanos y hermanas,

¡buenos días! Cuando el hombre puso un pie en la Luna, se dijo una frase que se hizo famosa: “Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”. De hecho, la humanidad había alcanzado un hito histórico. Pero hoy, en la Asunción de María al Cielo, celebramos una conquista infinitamente más grande. La Virgen ha puesto sus pies en el paraíso: no ha ido solo en Espíritu, sino también con el cuerpo, toda ella. Este paso de la pequeña Virgen de Nazaret ha sido el gran salto de la humanidad. De poco sirve ir a la Luna si no vivimos como hermanos en la Tierra. Pero que una de nosotros viva en el Cielo con el cuerpo nos da esperanza: entendemos que somos valiosos, destinados a resucitar. Dios no dejará desvanecer nuestro cuerpo en la nada. ¡Con Dios nada se pierde! En María se alcanza la meta y tenemos ante nuestros ojos la razón por la que caminamos: no para conquistar las cosas de aquí abajo, que se desvanecen, sino la patria allá arriba, que es para siempre. Y la Virgen es la estrella que nos orienta. Ella, como enseña el Concilio, “precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo” (Lumen gentium, 68).

¿Qué nos aconseja nuestra Madre? Hoy en el Evangelio lo primero que dice es “engrandece mi alma al Señor” (Lc 1, 46). Acostumbrados a escuchar estas palabras, quizá ya no hagamos caso a su significado. Engrandece literalmente significa “hacer grande”, engrandecer. María “engrandece al Señor”: no los problemas, que tampoco le faltaban en ese momento, sino al Señor. ¡Cuántas veces, en cambio, nos dejamos vencer por las dificultades y absorber por los miedos! La Virgen no, porque pone a Dios como primera grandeza de la vida. De aquí surge el Magnificat, de aquí nace la alegría: no de la ausencia de problemas, que antes o después llegan, sino de la presencia de Dios. Porque Dios es grande. Y mira a los pequeños.

María, de hecho, se reconoce pequeña y exalta las “maravillas” (v. 49) que el Señor ha hecho en ella. ¿Cuáles? Sobre todo el don inesperado de la vida. María es virgen y se queda embarazada; y también Isabel, que era anciana, espera un hijo. El Señor hace maravillas con sus pequeños, con quien no se cree grande sino que da gran espacio a Dios en la vida. Él extiende su misericordia sobre quien confía en Él y enaltece a los humildes. María alaba a Dios por esto.

Y nosotros – podemos preguntarnos – ¿nos acordamos de alabar a Dios? ¿Le damos las gracias por las maravillas que hace por nosotros? ¿Por cada jornada que nos regala, porque nos ama y nos perdona siempre, por su ternura? ¿Y por habernos dado a su Madre, por los hermanos y las hermanas que nos pone en el camino, porque nos ha abierto el Cielo? Si olvidamos el bien, el corazón se encoge. Pero si, como María, recordamos las maravillas que el Señor realiza, si al menos una vez al día lo magnificamos, entonces damos un gran paso adelante. El corazón se dilatará, la alegría aumentará. Pidamos a la Virgen, puerta del Cielo la gracia de iniciar cada día alzando la mirada hacia el cielo, hacia Dios, para decirle: “¡Gracias!”.

 

 

 

 

Ángelus: El Papa reza por Nigeria y el conflicto del Nilo

Palabras después del Ángelus

agosto 15, 2020 14:08

Angelus

(zenit – 15 agosto 2020).- Después de la oración del Ángelus de este sábado 15 de agosto de 2020, el Papa reza por Nigeria y pide continuar por el camino del diálogo sobre las negociaciones del conflicto del Nilo.

Saludando a continuación a los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.

A continuación, sigue la traducción oficial de las palabras del Santo Padre después del Ángelus ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

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Palabras después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas,

la Virgen María, que hoy contemplamos en la gloria celeste, es “Madre de la esperanza”. Recientemente este título se ha incluido entre las letanías lauretanas. Invocamos su intercesión por todas las situaciones en el mundo que más tienen sed de esperanza: esperanza de paz, de justicia, esperanza de una vida digna.

Hoy quisiera rezar en particular por la población de la región septentrional de Nigeria, víctima de violencia y ataques terroristas.

Sigo con particular atención la situación de las difíciles negociaciones sobre la cuestión del Nilo entre Egipto, Etiopía y Sudán. Invito a todas las partes a continuar en el camino del diálogo, para que el “Río Eterno” siga siendo una savia de vida que une y no divide, que nutre siempre amistad, prosperidad, hermandad y nunca enemistad, incomprensión o conflicto. Que sea el diálogo, queridos hermanos de Egipto, de Etiopía y de Sudán, que sea el diálogo vuestra única elección, por el bien de vuestras queridas poblaciones y del mundo entero.

Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos de varios países: familias, grupos parroquiales, asociaciones. En particular, saludo a los jóvenes de Acción Católica de San Gerolamo en Trieste.

Os deseo una buena fiesta de la Asunción a vosotros aquí presentes, a aquellos que están de vacaciones, como también a los que no tienen esta posibilidad, especialmente a los enfermos, a las personas que están solas y a quien asegura los servicios indispensables para la colectividad.

Es un bonito gesto hoy acudir a un Santuario para venerar a la Virgen. Los romanos y cuantos se encuentran en Roma podrían ir a Santa María Mayor, para rezar delante de la imagen de la Salus Populi Romani. ¡Buena fiesta a todos vosotros! Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta mañana!

 

 

 

 

Nuestra Señora de Loreto: El Papa prorroga un año el Jubileo

Hasta el 10 de diciembre de 2021

agosto 15, 2020 13:42

Papa Francisco

(zenit – 15 agosto 2020).- Hasta el 10 de diciembre de 2021: el Papa Francisco prorroga por un año el Jubileo del santuario de la “Santa Casa” de María en Loreto, inaugurado el 8 de diciembre de 2019.

El Año Jubilar del  Santuario de Nuestra Señora de Loreto fue otorgado por el Papa Francisco con motivo del centenario de la proclamación de la Virgen de Loreto como patrona de los aviadores y viajeros aéreos. La Puerta Santa fue abierta el 8 de diciembre por el cardenal secretario de Estado Pietro Parolin.

El evento debía concluir en la Basílica de San Pedro el 10 de diciembre de 2020, con la posible presencia del Papa Francisco. Pero, subraya un decreto de la Penitenciaría Apostólica, este año jubilar no pudo celebrarse en su totalidad debido a la epidemia de Covid-19.

En vísperas de la Asunción, el 14 de agosto de 2020, Mons. Fabio Dal Cin, delegado pontificio para el santuario, anunció la prórroga: “En estos tiempos difíciles para la humanidad, nuestra Santísima Madre Iglesia nos da doce meses más para emprender la marcha. de Cristo, al dejarnos acompañar por María, signo de consuelo y esperanza segura para todos”.

El logo del jubileo, que lleva las palabras latinas Regina  e  Ianua Coeli (Reina y Puerta del Cielo) representa la Santa Casa sostenida por ángeles, la corona de la Virgen y un avión que simboliza la humanidad en el viaje. Los peregrinos también pueden recibir la indulgencia plenaria en las capillas de los aeropuertos civiles y militares.

El santuario mariano de Loreto es uno de los santuarios más importantes del mundo. Tiene vistas a la ciudad desde Loreto Hill, que se encuentra a 30 km al suroeste de Ancona en la costa adriática de Italia. Alberga las tres paredes de la casa semi-troglodita de Nazaret donde, según la tradición, tuvo lugar la Anunciación y donde vivió la Sagrada Familia.

Según la leyenda, la “Santa Casa” fue transportada por los “ángeles” de Nazaret a Loreto. La investigación histórica ha establecido que cuando los sarracenos invadieron Tierra Santa, estas piedras fueron transportadas por mar por los cruzados en 1291, primero a la costa de Iliria y luego a Loreto, a salvo de los Estados Pontificios, menos objetivo de las incursiones piratas.

Originalmente, la santa reliquia se colocó al abrigo de una sencilla iglesia, pero, a partir del siglo XIV, esta casa se convirtió en un destino de peregrinación tan importante, en el camino a Roma, que comenzaron las obras de la actual basílica y las fortificaciones para protegerla, en 1469. En 1507, el Papa Julio II decidió desarrollar la obra designando oficialmente a Loreto como lugar de peregrinación y enviando al arquitecto vaticano, el Bramante, a Loreto para liderar la última fase del proyecto.

El Papa Benedicto XV proclamó a la Virgen de Loreto patrona de los aviadores el 24 de marzo de 1920. El 31 de octubre de 2019 , el Papa Francisco registró la celebración de la Santísima Virgen María de Loreto en el Calendario General Romano a partir del 10 de diciembre. “Que nuestros espíritus también se eleven en vuelo”, escribió en oración por este jubileo.

Fue en Loreto, el 25 de marzo de 2019, que el Papa argentino firmó su exhortación apostólica postsinodal sobre los jóvenes, Christus Vivit. También por voluntad suya, se insertaron tres nuevas invocaciones en las “Letanías de Loreto”, dedicadas a la Virgen María, el pasado mes de junio : “Madre de misericordia” (Mater misericordiae), Madre de la esperanza (Mater spei) y Consuelo de los migrantes (Solacium migrantium).

 

 

 

 

La Asunción de la Virgen, entrada de María al cielo

Celebrada hoy, 15 de agosto

agosto 15, 2020 09:30

Espiritualidad

(zenit – 15 agosto 2020)-. La Iglesia celebra hoy, 15 de agosto, la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, la llegada de Nuestra Señora al Cielo. Don José Antonio Senovilla, sacerdote de la prelatura del Opus Dei, ofrece a continuación un artículo sobre el sentido de esta fiesta.

María, nuestra Madre del Cielo, siempre fue una privilegiada de Dios. El hecho de estar destinada desde el Paraíso a ser la Madre del Salvador, hace que la acción de Dios en la vida de María sea especialmente apasionante, imprevisible, única: como única había de ser su vocación divina y su respuesta.

Su Concepción fue ya Purísima, su fiat nos trajo al Mesías y todo en su vida tiene el sabor de lo maravilloso: de lo que es capaz de hacer un Dios todopoderoso y lleno de amor con una criatura de corazón tan puro.

 

Ejemplo de esperanza segura

El momento final de María en esta tierra nuestra, de la que es Reina y Señora, no se queda atrás. Como nos dice el prefacio de la Misa en la solemnidad de la Asunción: “Hoy ha sido elevada a los cielos la Virgen, Madre de Dios (…)”.

Ella es ejemplo de esperanza segura y consuelo del pueblo peregrino. Con razón no quisiste, Señor, que conociera la corrupción del sepulcro la que, de modo admirable, concibió en su seno al autor de la vida, tu Hijo encarnado». Es algo divino, en una criatura humana, en María.

 

Dios se la llevó dormida

Un cuerpo inmaculado que dio la vida a su creador no podía sufrir la corrupción propia del pecado. No, en María no hay mancha alguna y su cuerpo purísimo estaba destinado a ir, junto con su alma, al encuentro con Dios, nada más terminar su misión entre nosotros. María se durmió y Dios se la llevó: así, entera, única, serena, bellísima, pura: un cielo que sube al Cielo. María se fue por el camino que nos abrió su Hijo, hacia la Casa del Padre, llena del Espíritu Santo.

Tenemos dos corazones en el Cielo: el Corazón de Jesús y el Corazón de María. El corazón del Hijo, que, en cuanto hombre, se parece al de la Madre; el corazón de la Madre, que en cuanto criatura, se parece al de su creador, su hijo. “Bienaventurado el vientre de María, la Virgen, que llevó al Hijo del eterno Padre” (antífona de comunión de la Misa vespertina).

Jesús nos prometió que, en el Cielo, nos esperaría y prepararía para nosotros un lugar donde vivir con Él eternamente (cfr. Jn 14, 3). Nos imaginamos en esa tarea también a María, en su papel de Madre. ¡Qué dulzura, ir al Cielo y ver por fin esos dos rostros amadísimos, parecidos como dos gotas de agua, sonriéndonos, llenando nuestro corazón de todo el amor divino y humano! Y esto, para siempre.

 

María nos abre el camino al Cielo

“Dios todopoderoso y eterno, que has elevado en cuerpo y alma a la gloria del cielo a la inmaculada Virgen María, Madre de tu Hijo, concédenos que, aspirando siempre a las realidades divinas, lleguemos a participar con ella de su misma gloria” (Oración colecta de la Misa en la solemnidad de la Asunción).

María nos abre el camino del Cielo. Jesús volvió a la casa del Padre distinto: volvió con su cuerpo resucitado y así quedará ya para siempre. María sigue ese mismo camino, con su cuerpo de doncella purísima y bella no corrupto.

Y Ella nos espera pidiendo constantemente a Dios por nosotros. Ella es nuestra esperanza: alguien como Ella me está esperando allí arriba. Y al mismo tiempo está siempre aquí a mi lado ayudándome a llegar con Ella allá arriba. Yo no estoy solo. Nunca estoy solo. Nunca nadie estará solo, si no quiere estarlo. Siempre hay alguien que me espera. Siempre hay para mí esperanza. Nunca estoy perdido, con Ella a mi lado.

 

Consagración al Corazón de María

Muchos aprovechamos esta fiesta grande para renovar cada año la consagración de nuestra vida al Corazón Inmaculado de María. Así lo han hecho antes muchos santos, también santos de nuestro tiempo como san Juan Pablo II o san Josemaría.

Del fundador del Opus Dei son estas palabras, precisamente en la solemnidad de la Asunción de nuestra Señora: “Cor Mariæ Dulcissimum, iter para tutum; Corazón Dulcísimo de María, da fuerza y seguridad a nuestro camino en la tierra: sé tú misma nuestro camino, porque tú conoces la senda y el atajo cierto que llevan, por tu amor, al amor de Jesucristo”. (La Virgen Santa, Causa de nuestra alegría. Es Cristo que pasa, 178). María conoce el atajo para llevarnos… y devolvernos a su Hijo. María es nuestra compañera de camino.

 

“Hágase en mí según tu palabra”

El compromiso de Dios con el hombre es radical. Dios es fiel y espléndido con quien quiere seguir los pasos de la Virgen y se atreve a pronunciar como Ella desde el fondo de su corazón un fiat personal, su propio “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).

Esa respuesta “mariana” a la invitación que Dios hace a cada uno para que de verdad nos fiemos de Él da a nuestra vida una dimensión divina que lo eleva todo: es Dios quien nos crea, es Dios quien nos envía, es Dios quien nos invita a seguirle.

 

Cambiar la historia del mundo

Y es Dios quien nos acompaña en el camino y pone junto a cada uno a la guía más dulce, para que nos acompañe y cuide de nosotros, como cuidó de Jesús. Es el triunfo de Dios en nuestra vida, el triunfo del Corazón Inmaculado de María: yo puedo decir como Ella y con Ella “hágase en mí según tu palabra”.

Así contribuiremos, con María, a adelantar los tiempos y cambiar la historia de este mundo que nos ha sido confiado (Memorias de la Hermana Lucía, Fundación Francisco y Jacinta Marto, Fátima, mayo de 2016, 228-233).

 

Entrada de María al Cielo

¿Cómo sería la entrada de María, en cuerpo y alma, en el Cielo? La fiesta más grande, el momento más feliz, con la Trinidad y toda la corte celestial esperando: los ángeles, los santos…

Lo consideramos al meditar los últimos misterios del Rosario. Toda esta historia, tan complicada, tiene para nosotros un final feliz: la Coronación de nuestra Madre como Reina y Señora de Cielos y Tierra. María ha subido al Cielo en cuerpo y alma, para enseñarnos el camino que nos abrió su Hijo y para acompañarnos a recorrerlo. Esta es nuestra gran Esperanza.

 

 

 

 

Las nuevas Letanías Marianas revelan el corazón de la Madre de Dios

Artículo publicado por la Arquidiócesis de Miami

agosto 15, 2020 10:00

Espiritualidad

(zenit – 15 agosto 2020)-. Hoy, en la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, Jose Antonio Varela ofrece un artículo sobre las nuevas Letanías Marianas incorporadas recientemente por el Papa Francisco, publicado en la página web de la arquidiócesis de Miami, Estados Unidos.

Días atrás reflexionaba con una persona muy mariana, acerca de la edad que tendría la Virgen María al momento de vivir la experiencia de la muerte y resurrección de su hijo Jesús. Si ella lo concibió a los 15 o 16 años y le sumamos la edad de Cristo que fue de 33, tendría menos de 50 años cuando vivió Pentecostés.

Después de esa mención en el cenáculo, no se supo más de María de Nazaret en el Nuevo Testamento. No fue sino hasta 1950 cuando el magisterio de la Iglesia —a través del Papa Pío XII—, nos puntualizó no su edad, sino su final terrenal. Esto fue posible, mediante el dogma de la Asunción de la Virgen en cuerpo y alma al cielo.

Otra parte de la conversación giró en que esta elevación debió haber sido muy pronto, pues Dios no tendría por qué postergar la coronación que le tenía reservada, como reina y madre de toda la creación que la invoca.

 

Rayos de luz

Por ello es natural que las Letanías Marianas hayan ido brotando desde la antigüedad, a modo de súplica, rogativa o alabanza, que no son otra cosa que los títulos y reconocimientos con que la Iglesia naciente fue reconociendo la grandeza y predilección de Dios por su madre.

Han transcurrido poco más de dos mil años y la Iglesia sigue añadiendo nuevos títulos y su gratitud a la Virgen María. En esta oportunidad, lo hace a través del Papa Francisco, quien, mediante la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, ha pedido al mundo entero que se añadan tres nuevas letanías para destacar aún más las características misericordiosas y consoladoras de su máxima patrona.

Fue así que mediante una carta firmada por el prefecto de dicho Dicasterio vaticano, el cardenal Robert Sarah, cuyos destinatarios fueron los presidentes de las conferencias episcopales del mundo entero, se establece la incorporación de las fórmulas “Madre de la Misericordia”, “Madre de la Esperanza” y “Alivio de los Migrantes”.

Según el mismo documento, fechado el 20 de junio último, la primera invocación se colocará después de “Madre de la Iglesia”, la segunda después de “Madre de la Divina Gracia” y la tercera después de “Refugio de los pecadores”.

 

Características marianas

Si bien la Iglesia contaba ya con 52 letanías, el pontificado actual ha querido plasmar en nuevas súplicas, lo que ha sido el eje del magisterio del Papa Francisco en estos siete años.

La primera, “Madre de la misericordia, refleja las enseñanzas del Santo Padre desde el inicio, esto es, de que “Dios nunca se cansa de perdonar, sino que somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón”. Por ello, tiende ese puente hacia el perdón divino que es la Virgen, quien como madre solícita movió por primera vez el corazón de su hijo, al interceder por los novios en las Bodas de Caná.

En el caso de la segunda, “Madre de la esperanza”, el papa Bergoglio confía a María todas la grandes tareas y proyectos que ha emprendido, algunos de las cuales requieren de una férrea confianza de que esperar, es creer en las promesas de Dios.

Allí están sus insistentes llamados a una cultura del encuentro, a la vivencia de un Evangelio de la alegría, a la protección del medio ambiente y hasta la misma reforma de la curia y otras estructuras eclesiales —léase parroquias, congregaciones religiosas, escuelas, medios de comunicación.

Y es la tercera, “Alivio de los migrantes”, con la que se ha completado la modificación prevista. Dicha letanía es una muestra de confianza en la intercesión de la reina del cielo, frente a un problema creciente y de mucho sufrimiento que ha demandado la intervención directa y continua del Papa. Nos referimos a esta dura realidad de desplazamiento y de falta de oportunidades, como es la migración a escala mundial.

 

Nuevas flores

Los cambios realizados por el Papa Francisco no han sido los únicos que han modificado el listado de Letanías Marianas Lauretanas, término este último que hace referencia al lugar donde se habrían escrito la mayoría de estas, es decir la Casa de Loreto (hoy convertida en santuario en Italia). Fue hasta este lugar, donde según la tradición, fue trasladada la morada de María, en la que recibió la visita del Arcángel Gabriel.

Con el fin de destacar más este reconocimiento, los diversos papas incorporaron nuevas letanías. Fue así que tenemos el caso del papa Pío V, quien introdujo en el siglo XVI la invocación “Auxilio de los Cristianos”. Aunque ya aparecía desde el siglo XVIII, después  de la definición dogmática de 1854 el Papa Pío IX le dio carácter absoluto a las letanías “Madre Inmaculada” y “Reina concebida sin pecado original”.

Algunas de las que se incorporaron en el siglo XX fueron “Reina de la Paz” (Benedicto XV), así como “Madre de la Iglesia” (Pablo VI) o “Reina de la Familia” (Juan Pablo II).

 

Alabanza y súplica

Las letanías a la Virgen María se suman a otras invocaciones que ha desarrollado la Iglesia para el Santísimo Sacramento, para los santos, al Sagrado Corazón de Jesús, a san José, entre otras de alabanza e intercesión, que forman parte de la liturgia y los sacramentales.

Es muy común que después de la bendición con la custodia, se alabe a Cristo sacramentado con letanías; también se invoca a los santos durante las ordenaciones al ministerio sagrado en sus tres grados (obispo, presbítero o diácono).

Para muchos, es usual hacerlo al final del rezo del Santo Rosario, a modo de completar los “piropos” que se han elevado a la madre de Dios en cada cuenta. Sin embargo, las letanías no tienen que formar parte de una ceremonia o de un rosario, para poder expresarlas.

Todo cristiano puede manifestar su amor a Dios, a los santos o a María, enunciándolas de modo personal o grupal, para fortalecer mejor su relación filial con lo divino.

 

 

 

 

Beata Petra de San José, 16 de agosto

Apóstol josefino del siglo XIX

agosto 15, 2020 08:30

Testimonios

 

“Apóstol josefino del siglo XIX. Fundadora de la Congregación de Hermanas Madres de Desamparados y San José de la Montaña, llevó su carisma de amor misericordioso a todos, especialmente a los ancianos, niños y enfermos”

Ana Josefa Pérez Florido nació en el magnífico Valle de Abdalajís, Málaga, España, el 7 de diciembre de 1845. Fue la última de cinco hermanos. Perdió a su madre siendo niña y se cobijó en María adoptándola como tal: “Me postré delante de la Virgen suplicándole que no dejara de ser mi Madre, que yo procuraría santificarme ayudada por su gracia”. Aunque heredó la fe de sus padres, crecía sin que nada hiciera pensar que su vida iba a dar un giro hacia la consagración. De hecho, se prometió con José Mir, un muchacho del pueblo. Rompió con él para seguir a Cristo: “la gracia me solicitaba”, explicó con posterioridad. Su padre no compartía su idea de ingresar en un convento, por lo que ese anhelo solo pudo hacerlo realidad cuando falleció. Otros habrían desistido de su empeño dejando que se enfriara el celo apostólico inicial, o juzgando que tal vez su camino era distinto. Pero ella persistió en el intento con fe, prodigando el bien a su alrededor. En ese compás de espera, hasta que la voluntad de Dios se manifestó permitiéndole seguir adelante con su vocación, oraba y atendía a las personas más débiles del pueblo, en particular a los enfermos y ancianos que vivían una situación de abandono. Pensando en ellos, en 1873 abrió la conocida “Casa de los pobres” en la calle Alameda, cuya sede fue trasladada después frente a la parroquia de San Lorenzo. Compartían su ideal Frasquita, Isabel, Josefita, y Rafaela; todas fueron conocidas entre el vecindario como “Hermanitas de los Pobres”.

En 1878, después de morir su padre, fiel al sentimiento que latía en su corazón: “Señor, Vos sobre todas las cosas”, y bien orientada por su confesor, ingresó en la Congregación de las Mercedarias de la Caridad. Siguieron sus pasos Frasquita, Isabel y Rafaela, artífices junto a ella de las obras de caridad en Abdalajís y en Álora. Josefita, con la ayuda de otras personas, continuó durante años al frente de la casa abierta en el Valle de Abdalajís. Poco duró la estancia de las cuatro mujeres en el convento, porque a los pocos meses comprendieron que no era su camino. Fueron instantes difíciles ya que, si bien querían seguir a Cristo, ignoraban la vía que debían tomar.

Ana Josefa abrió su corazón al obispo de Málaga, D. Manuel Gómez Salazar, quien le marcó su sendero: ser fundadora. Y junto a las tres compañeras erigió la Congregación de Hermanas Madres de Desamparados y San José de la Montaña con el carisma “Amor misericordioso”. Su experiencia personal de orfandad que le había hecho volver sus ojos a María tomándola como Madre, revivió con particular fuerza en esos momentos. No tenía duda de que en medio de la consagración, y teniendo su vida centrada en Cristo, las religiosas podrían llevar la ternura maternal a todas las personas que carecían de hogar y de cariño, ya fuesen niños, jóvenes o ancianos.

En 1881 profesó los votos temporales en la iglesia de San Juan Bautista, de Vélez-Málaga, y tomó el nombre religioso de Petra de San José. En 1892 en la iglesia de la casa de Ronda emitió los definitivos. Selló este instante con la siguiente determinación: “Señor, disponed de mí, a toda vuestra voluntad, a toda vuestra libertad…, y como Dueño absoluto y legítimo de todo mi ser. Haced que todo lo que haga sea acepto a vuestros purísimos ojos; de otro modo no quiero vivir”. Por fortuna, sus numerosas cualidades le sirvieron para sobrellevar todos los contratiempos que surgieron. Era una mujer de recia personalidad, carácter equilibrado, y admirable capacidad para afrontar el día a día en medio del rigor, siempre con esperanza, alegría y sencillez, sabiéndose en manos de Dios.

Las dificultades de distinto signo, calumnias y persecuciones incluidas, no hicieron más que acrecentar sus virtudes. Quienes la vituperaron no hallaron en ella más respuesta que la caridad y el perdón. De algún modo previno a sus hijas de lo que podía recaer sobre la comunidad. Así, un día, celebrando entrañablemente la festividad de la epifanía en la que cada una ofrecía al Niño lo que brotaba de su interior, la fundadora les advirtió: “Hijas, si esto que hemos ofrecido ha sido de verdad, Nuestro Señor lo ha recibido y hay que prepararse para grandes trabajos. Pronto veremos los efectos de esta oblación. Pongamos el hombro para una cruz muy grande, y de seguro que estará cerca, porque Nuestro Señor no acostumbra a dilatar esta clase de gracias, cuando se las pedimos de todo corazón. Digo gracias porque no dejan de ser los trabajos favores extraordinarios que reserva el Señor para los suyos. Más tarde, en días de tribulación, recordábamos el ofrecimiento del día de Reyes, que una ofrecía su honra por amor a Jesucristo; la otra, quedarse desnuda y vivir pobre como Él; otra, desear ser perseguida”.

 Ana Josefa fue un gran apóstol, orante y contemplativa. Supo tocar las fibras más sensibles de los que sufrían cualquiera que fuese la razón de su dolor. Su devoción a san José, en cuyo honor había tomado su nombre, le ha conferido el título de “apóstol josefino del siglo XIX”. Dio a sus hijas como modelo para su santificación el de la Sagrada Familia. Aludiendo a Cristo, confesaba humildemente: “¡Ojalá que yo pudiese aprender las lecciones que siempre me ha dado! Pero soy tan miserable que parece que vamos a porfía: Él, con tanta misericordia a regalarme, y yo, con tanta frialdad e indiferencia en su santo servicio. Él me perdone y reciba mis deseos y buena voluntad, que ésta siempre la he tenido”. Al final de su generosa vida en pro de los necesitados, y después de haber fundado 10 casas, le sorprendió una grave enfermedad que le produjo gran sufrimiento, uniéndose a los muchos que ya había padecido. Entregó su alma a Dios en Barcelona, a los 60 años, el 16 de agosto de 1906. A fuerza de amar llegaba a la cima soñada de la que habló a sus religiosas: “Hijas es el amor quien debe prestarnos alas para subir más arriba”. Juan Pablo II la beatificó el 16 de octubre de 1994.