Servicio diario - 21 de noviembre de 2020


 

PAPA FRANCISCO
Economía de Francisco: Mensaje del Papa a los jóvenes
Larissa I. López
Clausura del evento

ESPIRITUALIDAD
Fiesta de la Presentación de María en el templo
José Antonio Senovilla
Antigua y piadosa tradición

EVENTOS ESPECIALES
Economía de Francisco: Segunda y tercera sesión
Larissa I. López
Fin del encuentro

PAPA FRANCISCO
Papa Francisco: Colegio Pío Latinoamericano, experiencia de “comunión y apertura”
Larissa I. López
Discurso del Pontífice

IGLESIA LOCAL
México: El Papa nombra al obispo de Saltillo
Larissa I. López
Tras aceptar la renuncia de su predecesor

IGLESIA LOCAL
México: Mons. Mauricio Urrea, nombrado obispo de Parral
Redacción zenit
Por el Santo Padre

TESTIMONIOS
San Pedro Esqueda Ramírez, 22 de noviembre
Isabel Orellana Vilches
Mártir mexicano


 

 

 

Economía de Francisco: Mensaje del Papa a los jóvenes

Clausura del evento

noviembre 21, 2020 19:21

Papa Francisco

(zenit – 21 nov. 2020).- Durante la clausura del evento Economía de Francisco, el Papa Francisco ha enviado un videomensaje a los jóvenes participantes, conectados con la basílica de San Francisco de Asís, Italia, en el que agradeció la reflexión, calidad, seriedad y responsabilidad con la que han trabajado durante estos días.

“El Papa Francisco y los jóvenes de todo el mundo para la economía del mañana” es un evento internacional, promovido por el Pontífice, que reúne a jóvenes economistas y empresarios de todo el mundo. En él los ha invitado a adquirir un compromiso compartido, un proceso de cambio global, inspirado en el espíritu de san Francisco.

“Gracias por estar allí, por todo lo que trabajaron y se comprometieron estos meses a pesar de los cambios en el programa; lejos de desanimarse supe del nivel de reflexión, calidad, seriedad y responsabilidad con que trabajaron: no dejaron afuera nada de lo que les alegra, preocupa, indigna y moviliza a cambiar”, comienza el discurso del Santo Padre.

“La gravedad de la situación actual, que la pandemia de COVID-19 puso aún más en evidencia, exige una responsable toma de conciencia de todos los actores sociales, de todos nosotros, entre los que ustedes tienen un papel primordial: las consecuencias de nuestras acciones y decisiones los afectarán en primera persona, por tanto, no pueden quedarse afuera de la gestación no ya de vuestro futuro sino de vuestro presente. No pueden permanecer fuera de donde se gesta el presente y el futuro. O están involucrados o la historia los aventajará”, destacó Francisco.

En este sentido, Francisco recordó que “de una crisis no se sale igual: salimos mejor o peor”. “Alimentemos lo bueno, aprovechemos la oportunidad y pongámonos todos al servicio del bien común. Ojalá que al final ya no estén ‘los otros’, sino aprendamos a desarrollar un estilo de vida capaz de decir ‘nosotros’. Pero un ‘nosotros’ grande, no un ‘nosotros’ pequeño y después los demás’, no; esto no va”, indicó.

“Es hora de que se conviertan en protagonistas de su vida y de todo el tejido social. No pensemos por ellos, pensemos con ellos. Recuerden el legado de la Ilustración, de las elites iluminadas. Todo por el pueblo, nada con el pueblo. Y eso no es bueno. No pensamos por ellos, pensamos con ellos. Y desde ellos aprendamos a dar el paso a modelos económicos que nos beneficiarán a todos porque el eje estructurante y decisional será determinado por el desarrollo humano integral, tan bien desarrollado por la doctrina social de la Iglesia”, expresó el Obispo de Roma en su videomensaje.

La política y la economía, agregó, “no deben ‘someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida humana’, insiste. “Sin esta centralidad y direccionalidad quedaremos presos de una circularidad alienante que lo único que perpetuará será dinámicas de degrado, exclusión, violencia y polarización”, pues “la producción, al fin y al cabo, no tiene otra razón de ser que el servicio a la persona”.

Es tiempo, “queridos jóvenes economistas, emprendedores, trabajadores y empresarios, de arriesgarse a propiciar y estimular modelos de desarrollo, progreso y sustentabilidad donde las personas, pero especialmente los excluidos —en los que incluyo la hermana tierra— dejen de ser, en el mejor de los casos, una presencia meramente nominal, técnica o funcional para transformarse en protagonistas de sus vidas como del entero entramado social”, continuó el Sucesor de Pedro.

A continuación, sigue el mensaje completo del Papa Francisco.

***

 

Mensaje en vídeo del Santo Padre

Queridos jóvenes, buenas tardes.

Gracias por estar allí, por todo lo que trabajaron y se comprometieron estos meses a pesar de los cambios en el programa; lejos de desanimarse supe del nivel de reflexión, calidad, seriedad y responsabilidad con que trabajaron: no dejaron afuera nada de lo que les alegra, preocupa, indigna y moviliza a cambiar.

La idea original era encontrarnos en Asís para inspirarnos en las huellas de san Francisco. Desde el Crucifijo de San Damián y desde otros rostros —como el del leproso— el Señor le salió al encuentro, lo convocó y lo envió con una misión; lo despojó de los ídolos que lo aislaban, de las perplejidades que lo paralizaban y encerraban en la habitual flojera del “siempre se hizo así” —esta es una debilidad— o de la tristeza dulzona e insatisfecha de los que viven sólo para sí, para regalarle la capacidad de entonar un canto de alabanza, signo de alegría, libertad y entrega. Por eso para mí este encuentro virtual en Asís no es un punto de llegada sino el puntapié inicial de un proceso que estamos invitados a vivir como vocación, como cultura y como pacto. Como vocacióncultura y pacto.

 

La vocación de Asís

“Ve, Francisco, repara mi casa que, como ves está en ruinas”. Estas fueron las palabras que movilizaron al joven Francisco y que se vuelven un llamado especial para cada uno de nosotros. Cuando se sienten convocados, involucrados y protagonistas de la “normalidad” a construir, ustedes saben decir “sí”, y eso da esperanza. Sé que aceptaron esta convocatoria de forma inmediata porque son capaces de ver, analizar y experimentar que, así como vamos, no podemos seguir, lo mostró claramente el nivel de adhesión, inscripción y participación a este pacto, que ha ido más allá de las capacidades. Ustedes manifiestan una sensibilidad e inquietud especial para identificar los aspectos cruciales que nos reclaman. Lo hicieron desde una perspectiva particular: la economía, que es su ámbito de investigación, estudio y trabajo. Saben que apremia otra narración económica, se necesita asumir responsablemente que “el actual sistema mundial es insostenible desde diversos puntos de vista”[1] y golpea principalmente a nuestra hermana tierra, tan gravemente maltratada y expoliada, y a los más pobres y excluidos. Van unidos: tú espolias la tierra y habrá muchos pobres excluidos. Ellos son los primeros afectados… e incluso, los primeros olvidados.

Pero cuidado con dejarse convencer de que esto sea sólo un recurrente lugar común. Ustedes son mucho más que un “rumor” superficial y pasajero que se adormece y narcotiza con el tiempo. Si no queremos que esto pase, están llamados a incidir concretamente en vuestras ciudades y universidades, trabajos y sindicatos, emprendimientos y movimientos, cargos públicos y privados con inteligencia, empeño y convicción para llegar al núcleo y al corazón donde se gestan y deciden los relatos y paradigmas.[2] Esto me movilizó a invitarlos a realizar este pacto. La gravedad de la situación actual, que la pandemia de Covid puso aún más en evidencia, exige una responsable toma de conciencia de todos los actores sociales, de todos nosotros, entre los que ustedes tienen un papel primordial: las consecuencias de nuestras acciones y decisiones los afectarán en primera persona, por tanto, no pueden quedarse afuera de la gestación no ya de vuestro futuro sino de vuestro presente. No pueden permanecer fuera de donde se gesta el presente y el futuro. O están involucrados o la historia los aventajará.

 

Una nueva cultura

Necesitamos un cambio, queremos un cambio, buscamos un cambio.[3] El problema surge cuando nos damos cuenta de que para muchas de las dificultades que nos acucian no contamos con respuestas suficientes e inclusivas; es más, padecemos de una fragmentación en los diagnósticos y análisis que terminan por paralizar toda posible solución. Básicamente nos falta la cultura necesaria que posibilite y estimule la puesta en marcha de miradas distintas plasmadas en un tipo de pensamiento, de política, de programas educativos e, incluso, de una espiritualidad que no se deje encerrar por una única lógica dominante.[4] Si bien urge encontrar respuestas, es imperioso fomentar y alentar liderazgos capaces de gestar cultura, iniciar procesos —no se olviden de esta palabra: iniciar procesos—, marcar caminos, ampliar horizontes, crear pertenencias… toda búsqueda de administrar, cuidar y mejorar nuestra casa común —si quiere ser significativa— reclama cambios en “los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, en las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad”.[5] Sin realizar esto, no harán nada.

Necesitamos liderazgos comunitarios e institucionales que puedan asumir los problemas sin quedar prisioneros de estos y de las propias insatisfacciones y así desafiar el sometimiento —tantas veces inconsciente— a ciertas lógicas (ideológicas) que terminan por justificar y paralizar toda acción ante las injusticias. Recordemos, por ejemplo, como bien señaló Benedicto XVI, que el hambre “no depende tanto de la escasez material, cuanto de la insuficiencia de recursos sociales, el más importante de los cuales es de tipo institucional”.[6] Si son capaces capaz de resolver esto, tendrán el camino abierto para el futuro. Repito el pensamiento del papa Benedicto: el hambre no depende tanto de la escasez material, cuanto de la insuficiencia de recursos sociales, el más importante de los cuales es de tipo institucional.

La crisis social y económica que muchos padecen en carne propia y que está hipotecando el presente y el futuro en el abandono y la exclusión de tantos niños, adolescentes y familias enteras no tolera que privilegiemos los intereses sectoriales por encima del bien común. Debemos volver en cierta media a la mística del bien común. En ese sentido, permítanme resaltar un ejercicio que experimentaron como metodología para una sana y revolucionaria resolución de conflictos. Durante estos meses compartieron diversas reflexiones y marcos teóricos valiosos. Tuvieron la capacidad de encontrarse en doce ejes —las “aldeas”, así los llaman ustedes—: doce temáticas para debatir, discutir y encontrar caminos posibles. Vivieron la tan necesaria cultura del encuentro, que es lo opuesto a la cultura del descarte, que está de moda. Y esta cultura de encuentro propicia que muchas voces puedan sentarse en una misma mesa para dialogar, pensar, discutir y crear desde una perspectiva poliédrica, las diversas dimensiones y respuestas a los problemas globales que afectan a nuestros pueblos y democracias.[7] ¡Qué difícil es avanzar hacia soluciones reales cuando se desprestigió, calumnió y descontextualizó al interlocutor que no piensa como nosotros! Este descreditar, calumniar o descontextualizar al interlocutor que no piensa como nosotros es una forma de defenderse cobardemente de las decisiones que tendría que tomar para resolver tantos problemas. Nunca nos olvidemos de que “el todo es superior a la parte, y también es más que la mera suma de ellas”,[8] y de que “la mera suma de los intereses individuales no es capaz de generar un mundo mejor para toda la humanidad”.[9]

Este ejercicio de encontrarse más allá de todas las legítimas diferencias es el paso fundamental para cualquier transformación que ayude a la gestación de una nueva mentalidad cultural y, por tanto, económica, política y social; porque no será posible comprometerse con grandes cosas sólo desde una perspectiva teórica o individual sin una mística que los anime, sin unos móviles interiores que den sentido, sin una pertenencia y un arraigo que dé aliento a la acción personal y comunitaria.[10]

Así el futuro será un tiempo especial donde nos sintamos convocados a reconocer la urgencia y la hermosura del desafío que se presenta. Un tiempo que nos recuerda que no estamos condenados a modelos económicos que centren su interés inmediato en las ganancias como patrón de medida y en la búsqueda de políticas públicas afines que ignoran el costo humano, social y ambiental de las mismas.[11] Como si contáramos con una disponibilidad absoluta, infinita o neutra de los recursos. No, no estamos forzados a seguir admitiendo y tolerando silenciosamente con nuestras prácticas “que unos se sientan más humanos que otros, como si hubieran nacido con mayores derechos” [12] o privilegios para el goce garantido de determinados recursos y servicios fundamentales.[13] Tampoco alcanza concentrarse y buscar paliativos en el tercer sector o en modelos filantrópicos. Si bien su labor es crucial, no siempre son capaces de asumir estructuralmente los actuales desajustes que afectan a los más excluidos y perpetúan, sin querer, las injusticias que pretenden revertir. Porque no se trata solo o exclusivamente de socorrer las necesidades más básicas de nuestros hermanos. Es necesario asumir estructuralmente que los pobres tienen la dignidad suficiente para sentarse en nuestros encuentros, participar de nuestras discusiones y llevar el pan a sus mesas.  Y esto es mucho más que asistencialismo. Estamos hablando de una conversión y transformación de nuestras prioridades y del lugar del otro en nuestras políticas y en el orden social.

En pleno siglo XXI “ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está fuera”.[14] Pongan cuidado a esto: con la exclusión queda dañada, en su misma raíz, la pertenencia a la sociedad en la que se vive, desde el momento en que ya no se está en los suburbios, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera de ella. Es la cultura del descarte, que no sólo descarta, sino que obliga a vivir en el propio descarte, que deja invisibles tras el muro de la indiferencia y del confort.

Recuerdo la primera vez que vi un barrio cerrado. No sabía que existían. Fue en 1970. Tuve que ir a visitar algunos noviciados de la Compañía, y llegué a un país y, luego, pasando por la ciudad, me dijeron: “No, por ahí no se puede ir, porque es un barrio cerrado”. En el interior había muros, y dentro estaban las casas, las calles, pero cerrado: es decir, un barrio que vivía en la indiferencia. Me impresionó mucho ver esto. Pero después esto ha aumentado, aumentado…, y estaba en todas partes. Pero te pregunto: ¿Tu corazón es como un barrio cerrado?

 

El pacto de Asís

No podemos permitirnos seguir postergando algunas cuestiones. Esta enorme e inaplazable tarea exige un compromiso generoso en el ámbito cultural, en la formación académica y en la investigación científica, sin perdernos en modas intelectuales o poses ideológicas —que son islas—, que nos aíslen de la vida y del sufrimiento concreto de la gente.[15] Es tiempo, queridos jóvenes economistas, emprendedores, trabajadores y empresarios, de arriesgarse a propiciar y estimular modelos de desarrollo, progreso y sustentabilidad donde las personas, pero especialmente los excluidos —en los que incluyo la hermana tierra— dejen de ser, en el mejor de los casos, una presencia meramente nominal, técnica o funcional para transformarse en protagonistas de sus vidas como del entero entramado social.

Esto no es algo nominal: están los pobres, los excluidos… No, no: que esa presencia no sea nominal, ni técnica, ni funcional, no. Es hora de que se conviertan en protagonistas de su vida y de todo el tejido social. No pensemos por ellos, pensemos con ellos. Recuerden el legado de la Ilustración, de las elites iluminadas. Todo por el pueblo, nada con el pueblo. Y eso no es bueno. No pensamos por ellos, pensamos con ellos. Y desde ellos aprendamos a dar el paso a modelos económicos que nos beneficiarán a todos porque el eje estructurante y decisional será determinado por el desarrollo humano integral, tan bien desarrollado por la doctrina social de la Iglesia. La política y la economía no deben “someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida humana”[16]. Sin esta centralidad y direccionalidad quedaremos presos de una circularidad alienante que lo único que perpetuará será dinámicas de degrado, exclusión, violencia y polarización: “La producción, al fin y al cabo, no tiene otra razón de ser que el servicio a la persona. Si existe, es para reducir las desigualdades, combatir las discriminaciones, librar de la esclavitud. […] No basta aumentar la riqueza común para que sea repartida equitativamente —no, no es suficiente esto—, no basta promover la técnica para que la tierra sea más habitable”.[17] Tampoco esto es suficiente.

La perspectiva del desarrollo humano integral es una buena noticia a profetizar y efectivizar —y estos no son sueños: este es el camino— una buena noticia de profetizar y de efectivizar, porque nos propone reencontrarnos como humanidad en lo mejor de nosotros mismos: el sueño de Dios de aprender a hacernos cargo del hermano y del hermano más vulnerable (cf. Gn 4,9). “La grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre —la medida de la humanidad—. Esto es válido tanto para el individuo como para la sociedad”;[18] grandeza que debe encarnarse también en nuestras decisiones y modelos económicos.

Cuánto bien hace dejar resonar las palabras de san Pablo VI, cuando buscando que el mensaje evangélico permeara y guiara todas las realidades humanas escribía: “El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre —a todos los hombres y a todo el hombre—. […] Nosotros no aceptamos la separación de la economía de lo humano, el desarrollo de las civilizaciones en que está inscrito. Lo que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera”.[19]

En este sentido, muchos de ustedes tendrán la posibilidad de actuar e incidir en decisiones macroeconómicas donde se juega el destino de muchas naciones. Estos escenarios también necesitan de personas preparadas, “mansas como palomas y astutas como serpientes” (Mt 10,16), capaces de “velar por el desarrollo sustentable de los países y la no sumisión asfixiante de éstos a sistemas crediticios que, lejos de promover el progreso, someten a las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia”.[20] Los sistemas de crédito son por sí solos un camino hacia la pobreza y la dependencia. Este legítimo clamor requiere suscitar y acompañar un modelo de solidaridad internacional que reconozca y respete la interdependencia entre las naciones y favorezca los mecanismos de control capaces de evitar todo tipo de sometimiento, así como velar por la promoción especialmente de los países sumergidos y emergentes; cada pueblo está llamado a volverse artífice de su destino y del mundo entero.[21]

 

***

 

Queridos jóvenes: “Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos”.[22] Un futuro imprevisible ya está en gestación; cada uno de ustedes, desde su lugar de acción y decisión puede aportar mucho; no elijan los atajos que seducen y les impiden mezclarse para ser levadura allí donde se encuentran (cf. Lc 13,20-21). Nada de atajos, levadura, ensuciarse las manos. Pasada la crisis sanitaria en la que nos encontramos, la peor reacción sería de caer aún más en una fiebre consumista y en nuevas formas de autopreservación egoísta. No se olviden que de una crisis no se sale igual: salimos mejor o peor. Alimentemos lo bueno, aprovechemos la oportunidad y pongámonos todos al servicio del bien común. Ojalá que al final ya no estén “los otros”, sino aprendamos a desarrollar un estilo de vida capaz de decir “nosotros”.[23] Pero un “nosotros” grande, no un “nosotros” pequeño y después “los demás”, no; esto no va.

La historia nos enseña que no hay sistemas ni crisis que hayan podido anular por completo la capacidad, el ingenio y la creatividad que Dios sigue alentando en los corazones. Con dedicación y fidelidad a vuestros pueblos, a vuestro presente y a vuestro futuro, ustedes pueden unirse a otros para tejer una nueva manera de forjar la historia. No teman involucrarse y tocar el alma de las ciudades con la mirada de Jesús; no teman habitar sin miedo los conflictos y encrucijadas de la historia para ungirlos con el aroma de las bienaventuranzas. No teman, porque nadie se salva solo. Nadie se salva solo. A ustedes jóvenes provenientes de 115 países, los invito a reconocer que nos necesitamos para gestar esta cultura económica capaz de “hacer que germinen sueños, suscitar profecías y visiones, hacer florecer esperanzas, estimular la confianza, vendar heridas, entretejer relaciones, resucitar una aurora de esperanza, aprender unos de otros, a crear un imaginario positivo que ilumine las mentes, enardezca los corazones, dé fuerza a las manos, e inspire a los jóvenes —a todos los jóvenes, sin excepción— la visión de un futuro lleno de la alegría del Evangelio”.[24] Gracias.

 

 

 

__________________

[1] Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 61. En adelante LS.

[2] Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 74. En adelante EG.

[3] Cf. Discurso en el Encuentro mundial de los movimientos populares, Santa Cruz de la Sierra (9 julio 2015).

[4] Cf. LS, 111.

[5] S. Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus (1 mayo 1991), 58.

[6] Carta enc. Caritas in veritatis (29 junio 2009), 27.

[7] Cf. Discurso al Seminario “Nuevas formas de solidaridad” organizado por la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales (5 febrero 2020). Recordemos que «la verdadera sabiduría, producto de la reflexión, del diálogo y del encuentro generoso entre las personas, no se consigue con una mera acumulación de datos que termina saturando y obnubilando, en una especie de contaminación mental» (LS, 47).

[8] EG, 235.

[9] Carta. enc. Fratelli tutti (3 octubre 2020), 105. En adelante FT.

[10] Cf. LS, 216.

[11] Propiciando, si es necesario, la evasión fiscal, el no cumplimiento de los derechos de los trabajadores, así como «la posibilidad de corrupción por parte de algunas de las empresas más grandes del mundo, no pocas veces en sintonía con el sector político gobernante» (Discurso al Seminario “Nuevas formas de solidaridad”, cit.).

[12] LS, 90. Por ejemplo «culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de no enfrentar los problemas. Se pretende legitimar así el modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo» (LS, 50).

[13] Si bien todos contamos con la misma dignidad, no todos parten del mismo lugar y con las mismas posibilidades a la hora de pensar el orden social. Esto nos cuestiona y nos exige pensar en caminos para que la libertad y la igualdad no sea un dato meramente nominal propenso a promover injusticias (cf. FT, 21-23). Nos hará bien preguntarnos: «¿Qué ocurre sin la fraternidad cultivada conscientemente, sin una voluntad política de fraternidad, traducida en una educación para la fraternidad, para el diálogo, para el descubrimiento de la reciprocidad y el enriquecimiento mutuo como valores?» (FT, 103).

[14] EG, 53. En un mundo de virtualidades, cambios y fragmentación, los derechos sociales no pueden ser solamente exhortativos o apelativos nominales, sino que han de ser faro y brújula para el camino porque «la salud institucional de una sociedad tiene consecuencias en el ambiente y en la calidad de vida humana» (LS, 142).

[15] Cf. Const. ap. Veritatis gaudium (8 diciembre 2017), 3.

[16] LS, 189.

[17] S. Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio (26 marzo 1967), 34. En adelante PP.

[18] Benedicto XVI, Canta enc. Spe Salvi (30 noviembre 2007), 38.

[19] PP, 14.

[20] Discurso a la Asamblea General de la ONU (25 septiembre 2015).

[21] Cf. PP, 65.

[22] FT, 77.

[23] Cf. ibíd., 35.

[24] Discurso al inicio del Sínodo dedicado a los jóvenes (3 octubre 2018).

 

© Librería Editora Vaticana

 

 

 

 

Fiesta de la Presentación de María en el templo

Antigua y piadosa tradición

noviembre 21, 2020 09:00

Espiritualidad

(zenit – 21 nov. 2020).- La Iglesia celebra hoy la Presentación de María en el templo. D. José Antonio Senovilla, sacerdote de la prelatura del Opus Dei nos ofrece este artículo sobre esta fiesta de Nuestra Señora, antigua y piadosa tradición.

***

 

Muchos de nosotros guardamos en el corazón, como un tesoro, nuestro cariño a la Virgen María. Con frecuencia ese cariño es una preciosa herencia de nuestros padres: ¡qué bonito recordar mi primer beso a la Virgen lanzado desde los brazos de Nuestra Madre!

Querríamos saber todo sobre Ella: dónde nació, la historia de sus padres; si tuvo hermanos; cómo fue su infancia… Sin embargo, lo primero que conocemos a ciencia cierta de María, por la Revelación, es el momento de su vocación. Ahí se cumplieron las promesas más antiguas de Dios (Génesis 3, 14-15). Ahí cambió definitivamente el curso de la Historia: en el seno purísimo de María el Verbo de Dios se hizo carne (Lucas 1, 26-38).

La Revelación divina nos dice lo esencial para nuestra salvación. Pero no dice más. El Evangelio de san Lucas es llamado el Evangelio de María, porque relata hechos y situaciones que solo María podía conocer y contar a otros. Y, sin embargo, María, siempre discreta, no nos habla nunca de sí misma, no toma nunca para sí un papel de protagonista: habla siempre de la bondad de Dios y nos lleva siempre a Dios.

Nuestro cariño de hijos nos lleva a explorar terrenos desconocidos para saber más de nuestra Madre Santa María. Y la tradición, basada en un episodio narrado en los evangelios apócrifos y la Vida de María de Epifanio el Monje, nos cuenta como a los tres años, María fue llevada al templo de Jerusalén por sus padres, Joaquín y Ana, para ser consagrada a Dios. Ahí la dejaron un tiempo con un grupo de niñas para ser instruida sobre la religión y sus deberes con Dios.

Por medio de este servicio a Dios en el templo, María preparó su cuerpo y alma para recibir al Hijo de Dios. Y así nos lo propone la liturgia de la Iglesia en el día de hoy: «Concédenos, Señor, a cuantos honramos la gloriosa memoria de la santísima Virgen María, por su intercesión, participar como ella de la plenitud de tu gracia» (Oración Colecta de la Misa en la Fiesta de la Presentación de la Santísima Virgen).

María, una criatura como nosotros, pero al mismo tiempo libre de pecado desde su concepción, nacida de unos padres especialmente elegidos por Dios para la que habría de ser la Madre del Salvador, buscó a Dios de todo corazón desde su primera infancia. Podemos así imitar su ejemplo y poner a Dios en el centro de nuestra vida.

Meter a la Virgen en nuestra vida para que Ella nos lleve a Dios. Éste es el propósito al que nos puede llevar una fiesta tan entrañable como la de hoy. María, a la que invocamos como camino seguro, nos quiere acompañar, cumpliendo así el encargo recibido de su Hijo poco antes de que Él entregara su vida en rescate nuestro. Ella como nadie nos puede mostrar a Jesús fruto bendito de su vientre y puede también venir a recogernos en el momento final de nuestra vida, para acompañarnos en nuestro encuentro directo y definitivo con Dios: ¡Qué consuelo será entonces verla a nuestro lado! No estamos solos: tampoco entonces estaremos solos. María es verdaderamente nuestro consuelo, nuestra abogada, como tantas veces le cantamos en la Salve.

Si queremos ir a Jesús, nada mejor que ir con María. En la Santa Misa, renovación incruenta del sacrificio de la Cruz, allí está Ella uniéndose a su Hijo y recibiéndonos como hijos. Junto al sacerdote que nos trae a Jesús está María, que lo trajo por primera vez al mundo. En el momento de la Comunión, allí está Ella: quizá la hemos invocado con la Comunión espiritual para que nos ayude a recibir a su Hijo con la pureza, humildad y devoción con que Ella le recibió…

Queremos pedir perdón… y ahí está María, para ayudarnos a hacer nuestro examen de conciencia. “Dirígete a la Virgen, y pídele que te haga el regalo -prueba de su cariño por ti- de la contrición, de la compunción por tus pecados, y por los pecados de todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, con dolor de Amor. Y, con esa disposición, atrévete a añadir: Madre, Vida, Esperanza mía, condúceme con tu mano…, y si algo hay ahora en mí que desagrada a mi Padre-Dios, concédeme que lo vea y que, entre los dos, lo arranquemos. Continúa sin miedo: ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen Santa María!, ruega por mí, para que, cumpliendo la amabilísima Voluntad de tu Hijo, sea digno de alcanzar y gozar las promesas de Nuestro Señor Jesús”. (San Josemaría, Forja 161). Siempre que la necesitemos, junto a nosotros estará María, también para ayudarnos a confesar nuestros pecados y a sentirnos perdonados: como ocurrió con los apóstoles después de abandonar al Señor: ¿Quién aseguró a cada uno el perdón de su Hijo? ¡María!

En nuestra oración, ahí está María. Lo describe esa antigua antífona mariana que tanto gustaba al Papa Juan Pablo II y tanto gusta a Francisco: “Bajo tu protección nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!”.

O esa otra, tan consoladora, que nos enseña san Bernardo y que podemos rezar no sólo por nosotros mismos, sino por quienes más lo necesiten: “Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección, implorando tu asistencia y reclamando tu socorro, haya sido abandonado de ti. Animado con esta confianza, a ti también acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante tu presencia soberana. No deseches mis humildes súplicas, oh Madre del Verbo divino, antes bien, escúchalas y acógelas benignamente. Amén”. ¡Qué seguridad: jamás se ha oído decir que ninguno haya dejado de ser escuchado por María!

Si queremos aprender a rezar, María (que enseñó a Jesús Niño a rezar) será nuestra maestra. Si queremos, Ella nos podrá explicar cómo fue la Anunciación, y la Navidad… ¿Y la Pasión? Quién nos podría hablar de ella mejor que María, que la vivió en su Corazón bendito. Con María entenderemos el Cielo que nos espera, y arderemos en deseos de participar en la gran fiesta de su Coronación. Con María, aprenderemos a mirar a Jesús, a escucharle y entenderle, a vivir con Él y como Él…

Tener a la Virgen muy presente, cada día: ¡Qué bonita aspiración! Es como darle permiso para que ejerza de Madre y cuide siempre de nosotros. Muchas veces no nos daremos cuenta de sus cuidados, como pasó en Caná (Juan 2, 1-11), pero ahí estará Ella, pidiendo a Jesús que nos saque de apuros…

Por eso, qué bonito es recordar con Ella el momento de su vocación, con el rezo del Ángelus a mitad del día, y quizá aprovechar esa ocasión para agradecer el sí de María a su vocación divina y renovar nuestro propósito de ser muy fieles… ¡Y qué ilusión terminar cada día ofreciéndole tres Avemarías delante de esa imagen querida de nuestra habitación!

María nos lleva a su Hijo Jesús. Y, con Jesús y por Jesús, nos lleva a estar cerca de sus hijos más necesitados, a los que podemos considerar, sin temor a equivocarnos, como pobres y queridos hijos predilectos de la Virgen. A veces los tenemos muy cerca, y están muy solos: María nos llevará nos ayudará a descubrir sus necesidades y a llenarles de consuelo y esperanza.

Cada día María acompaña a muchos de sus hijos al Cielo: cumplieron su misión en la tierra y toca ya ir a la casa del Padre. Hace unos años, en una fiesta como la de hoy, se nos fue Pablo, un “santo de la puerta de al lado”, como diría el papa Francisco. Pablo eligió desde su más tierna infancia a la Virgen María como reina de su corazón: así lo aprendió en casa. Y así vivió cada día de su vida. Por eso ahora estará disfrutando, para siempre, de ese mirar sin cansancio a la Virgen. Y lo mejor de todo: cuando miramos a la Virgen Ella nos mira a nosotros: ahora Pablo estará recibiendo el mejor regalo que ya nunca perderá: la mirada sonriente y dulcísima de María.

 

 

 

 

Economía de Francisco: Segunda y tercera sesión

Fin del encuentro

noviembre 21, 2020 18:49

Eventos especiales

(zenit – 21 nov. 2020).- Ayer, viernes 20 de noviembre, se celebró la segunda de las tres jornadas de Economía de Francisco, que contó con la participación del Premio Nobel de la Paz 2006, Muhammad Yunus.

Según un comunicado de la organización, en su discurso “Finanzas y Humanidad: un camino hacia una ecología integral”, el creador del microcrédito esbozó el camino para un cambio de paradigma.

“La pandemia de COVID-19 ha revelado todas las debilidades del sistema actual. Los que estaban en los márgenes de la existencia global han terminado aún más en los márgenes”. “Ahora”, continuó Muhammad Yunus, “todos están trabajando para volver a la situación anterior a la pandemia. ¿Pero por qué queremos volver a ese sistema, que era terrible? El tren que nos llevaba a la muerte se ha detenido. Es hora de bajar y preguntarnos: ¿queremos volver, o es el momento de seguir la dirección opuesta: un mundo sin contaminación, sin concentración de la riqueza, sin desempleo masivo”.

También fue central la reunión con la activista medioambiental y miembro del Foro Internacional sobre la Globalización, Vandana Shiva: “La economía debe cuidar de nuestro hogar común. Si trabajamos en armonía con la naturaleza, creamos bienestar. Las palabras clave deberían ser: distribución local, comida sana, devolver a la Tierra lo que la Tierra nos da, compartir. Devolvamos a la Tierra lo que la Tierra nos da, tendremos mejor alimento. El espíritu es de gratitud, de servicio, de cuidado”, señaló.

 

Tercera sesión

El programa de hoy, sábado 21 de noviembre, comenzó con una sesión interactiva donde se abordó el tema “Vocación y beneficio”. Después, tuvo lugar la intervención “Todos somos países en desarrollo”, con los economistas Kate Raworth y John Perkins.

De acuerdo a Vatican News, Raworth explicó que este siglo 21 comenzó con grandes crisis, la financiera que en el 2008 destruyó la seguridad en el mundo y el sustento de millones de personas.

Asimismo, el medio ambiente sufrió incendios, inundaciones y sucedió lo que estamos viviendo actualmente, la pandemia global de la COVID-19: “Esta crisis nos dice a todos que estamos interconectados entre nosotros y con el resto del mundo.  Estas crisis nacen de los sistemas que nosotros mismos hemos creado”.

En su trabajo, “La economía de las donas”, la economista indica cómo trata de profundizar en estas desigualdades de poder y de riqueza, este dulce, debería ser como una brújula, dijo, un modelo económico que equilibre las necesidades humanas esenciales y no deje a nadie fuera del mismo.

Es urgente “garantizar las prioridades de las personas, en los límites planetarios. Estamos lejos de ese equilibrio. Hay que elaborar modelos propios, que se adecuen a estos tiempos. Hay que proteger la tierra, alcanzar un desarrollo sostenible”, para invertir el “curso de la historia, que nuestros nietos puedan beneficiarse” de lo que se construya hoy.

John Perkins, por su parte, abordó los diversos métodos para poder cuidar la casa común, en los diferentes ámbitos, la energía, la preservación de los océanos, limpiarlos de los plásticos.

En este sentido, remarcó que muchos países poco a poco están cambiando hacia la preservación del medio ambiente. Al adherirse a programas verdes se puede progresar de una manera sostenible y tener una economía diferente.

Asimismo, sostiene, nos está haciendo abrir los ojos, salir de este sueño del que estábamos antes. Las empresas tienen que dialogar con las empresas que hablan de economía verde, agrega.

 

Videomensaje del Papa y conclusiones

Después se celebró una sesión interactiva con adolescentes, tratando el tema del prophetic economy. Según la misma fuente, a través videos, varios muchachos describieron que este es un proceso que enseña a los jóvenes a escuchar a los pobres y al planeta, a observar las contradicciones, la vida, las personas.

También aportaron ideas sobre cómo proteger el medio ambiente, ahorrar el agua, no desperdiciar la comida, afirmaron que se consideran la revolución de la economía. Asimismo, comprenden la urgencia del cambio, que la economía debe ser circular, y a beneficio de todos, no solo de unos pocos y a prejuicio de otros tantos.

La jornada concluyó con el videomensaje del Papa Francisco y las conclusiones.

 

 

 

 

Papa Francisco: Colegio Pío Latinoamericano, experiencia de “comunión y apertura”

Discurso del Pontífice

noviembre 21, 2020 18:27

Papa Francisco

(zenit – 20 nov. 2020).- El Papa Francisco recibió en audiencia a la Comunidad del Pontificio Colegio Pío Latinoamericano en Roma ayer, 20 de noviembre de 2020.

El Pontificio Colegio Pio Latino Americano es una institución creada para favorecer la formación permanente de sacerdotes latinoamericanos en Roma.

En su discurso, el Santo Padre destacó que este centro de formación “nació como un compromiso que uniera todas nuestras Iglesias particulares y a la vez las abriera a la Iglesia universal en Roma y desde Roma” y que “esta experiencia de comunión y apertura es un llamado, pues el ejemplo del mestizaje que ha hecho grande América, que se vivencia en la comunidad plural que ustedes conforman, también puede ayudar a sanar el mundo”.

Por otro lado, señaló que el Evangelio y su mensaje llegó a nuestra tierra por medios humanos, no exentos de pecado”, pero “la gracia se sobrepuso a nuestra debilidad y su Palabra se extendió por todos los rincones del continente”.

Los pueblos y las culturas “lo acogieron en una rica diversidad de formas que hoy podemos contemplar y que nos enseña a no tener miedo a la diversidad, más aún, a entender que no se puede ser Iglesia sin diversidad de pueblos”. Esta raíz mestiza “nace de un corazón capaz de amar al otro con un amor que es fecundo, es decir, dispuesto a crear algo nuevo que lo supera y lo trasciende. Y esto supone rechazar la propia autorrefencialidad”, apuntó.

En esta línea, remarcó que hoy día no solo en América sino en el mundo lo que impide un encuentro fraternal entre los pueblos “son los nacionalismos autorreferenciales, cerrados en sí mismos y mirándose a sí mismos”. De este modo, “a nosotros se nos pide rechazar la propia autorreferencialidad y desde nuestra propia identidad poder difundir el don recibido. Y esta semilla del reino, no lo duden, crecerá y dará un ciento por uno, no de granos todos iguales sino de una insospechada variedad y riqueza”.

A continuación, el Papa subrayó que en este tiempo, “en este campo ustedes están llamados a sembrar la Palabra, de forma generosa, sin prejuicios”. Y en ello “debe incidir vuestra formación y ministerio, para abrir la puerta de su corazón y de los corazones de quienes los escuchen, para arrimar el hombro, convocar a los demás a hacerlo con ustedes por el bien de todos, para curar este mundo del gran mal que lo aqueja y que la pandemia puso tan crudamente en evidencia”.

A continuación, sigue el discurso completo del Papa.

***

 

Discurso del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas:

Mi saludo a toda la comunidad del Colegio. Agradezco al Padre Freire, S.J., las palabras que me ha dirigido en nombre de los presentes. En ellas, me presenta dificultades, problemas, desafíos de los tiempos presentes. Sobre todo, ustedes en este camino de mantenerse fieles a la vocación y buscar las maneras de servir mejor.

Por más que la historia separó nuestros pueblos, no ha podido destruir en ellos la raíz que los une. Sobre esta base, el Colegio Pío Latinoamericano nació como un compromiso que uniera todas nuestras Iglesias particulares y a la vez las abriera a la Iglesia universal en Roma y desde Roma.

Esta experiencia de comunión y apertura es un llamado, pues el ejemplo del mestizaje que ha hecho grande América, que se vivencia en la comunidad plural que ustedes conforman, también puede ayudar a sanar el mundo. El Evangelio y su mensaje llegó a nuestra tierra por medios humanos, no exentos de pecado, lo sabemos todos, pero la gracia se sobrepuso a nuestra debilidad y su Palabra se extendió por todos los rincones del continente. Los pueblos y las culturas lo acogieron en una rica diversidad de formas que hoy podemos contemplar y que nos enseña a no tener miedo a la diversidad, más aún, a entender que no se puede ser Iglesia sin diversidad de pueblos. Este milagro se produjo porque tanto quienes llegaban como quienes los recibían fueron capaces de abrir el corazón y no se cerraron a lo que el otro podía aportarle, ya fuese en lo humano, en lo cultural o en lo religioso. Esta raíz mestiza —les hablé de mestizaje la otra vez—, esta raíz mestiza nace de un corazón capaz de amar al otro con un amor que es fecundo, es decir, dispuesto a crear algo nuevo que lo supera y lo trasciende. Y esto supone rechazar la propia autorrefencialidad. Hoy día no sólo en América sino en el mundo lo que impide un encuentro fraternal entre los pueblos son los nacionalismos autorreferenciales, cerrados en sí mismos y mirándose a sí mismos. A nosotros se nos pide rechazar la propia autorreferencialidad y desde nuestra propia identidad poder difundir el don recibido. Y esta semilla del reino, no lo duden, crecerá y dará un ciento por uno, no de granos todos iguales sino de una insospechada variedad y riqueza.

Actualmente, hay latinoamericanos esparcidos por todo el mundo, y de esta realidad se han beneficiado tantas comunidades cristianas. Iglesias del norte y de centro Europa, incluso de oriente, que han encontrado en ellos una nueva vitalidad. Muchas ciudades, desde Madrid hasta Kobe, celebran con fervor al Cristo de los Milagros y lo mismo se puede decir de Nuestra Señora de Guadalupe. El rico mestizaje cultural que hizo posible la evangelización se reproduce hoy de nuevo. Los pueblos latinos se encuentran entre ellos y con otros pueblos gracias a la movilidad social y a las facilidades de la comunicación, y de este encuentro también ellos salen enriquecidos.

En este tiempo, en este campo ustedes están llamados a sembrar la Palabra, de forma generosa, sin prejuicios, como siembra Dios, que no mira la dureza de la tierra, ni la presencia de las piedras o de los cardos, que no arranca la cizaña, para no llevarse con ella la buena semilla del reino. Y en eso debe incidir vuestra formación y ministerio, para abrir la puerta de su corazón y de los corazones de quienes los escuchen, para arrimar el hombro, convocar a los demás a hacerlo con ustedes por el bien de todos, para curar este mundo del gran mal que lo aqueja y que la pandemia puso tan crudamente en evidencia. Como ven son tres puntos concretos de acción que tienen dos momentos: personal y comunitario, y que se completan ineludiblemente.

Abrir la puerta del corazón y de los corazones. Abrir el corazón ciertamente al Señor que no deja de llamar a nuestra puerta, para hacer morada en nosotros. Pero también abrirlo al hermano, pues no olviden que nuestra relación con Dios puede ser fácilmente testada en cómo nos proyectamos sobre el prójimo. Cuando abren el corazón a todos sin distinción por amor de Dios, crean un espacio donde Dios y el prójimo pueden encontrarse. No dejen nunca de manifestar esta disponibilidad, esta apertura: no cierren nunca la puerta a quien en el profundo de su corazón desea poder entrar y sentirse acogido. Piensen en que es el Señor quien los llama bajo el atuendo de ese pobre, para sentarse todos juntos en su banquete. Y les dejo una pregunta: ¿Dónde está el pobre en mi vida? ¿Me olvide de dónde vengo?

Segunda línea es arrimar el hombro y convocar a los demás a hacerlo. El Señor nos llama a la vocación sacerdotal, los ha enviado a esta ciudad de Roma para completar la formación, porque Él siempre presenta este proyecto de amor y de servicio para cada uno de ustedes. Pastores según el corazón de Dios, pastores que se consagren al cuidado de los fieles, que apacienten, pastores que no le tengan miedo al rebaño, que guíen, que curen, que busquen siempre hacer progresar a su pueblo, pastores que se animen a estar delante, en medio y detrás del rebaño. Delante para guiar en su momento, en medio para sentir el olor del rebaño y detrás para cuidar a los rezagados y también para dejar que en algún momento vaya solo el rebaño, porque el rebaño tiene olfato para encontrar pastos buenos, guiar desde atrás también. Seguramente, en la memoria de cada uno de ustedes hay infinidad de iniciativas y no dudo que trabajando con denuedo puedan hacer mucho bien y van a ayudar a muchas personas, pero nuestra misión no sería perfecta si nos quedáramos en eso. Nuestro esfuerzo debe ser además un reclamo, necesita convocar al rebaño, hacerle sentirse pueblo, llamado también él a ponerse en camino y a esforzarse por adelantar el reino, ya aquí en esta tierra. Y esto implica que se sientan útiles, responsables, necesarios, que hay un espacio donde ellos también pueden arrimar su hombro. Luchen contra la cultura del descarte, y por favor no la provoquen con un clericalismo que hace tanto daño y que es una enfermedad, luchen contra la segregación social, luchen contra la desconfianza y el perjuicio en razón de la raza, de la cultura o de la fe, para que el sentimiento de fraternidad se imponga sobre toda diferencia.

Y la tercera línea, cuidar al mundo del gran mal que lo aqueja. La pandemia nos ha puesto delante del gran mal que aflige a nuestra sociedad, la desnudó, la podemos palpar bien. La globalización superó las fronteras, pero no las mentes y los corazones. El virus se difunde sin freno, pero no somos capaces de dar una respuesta conjunta. El mundo sigue cerrando las puertas, rechazando el diálogo y rechazando la colaboración, se niega a abrirse con sinceridad al compromiso común por un bien que alcance a todos indistintamente, este es el espíritu del mundo, así se mueve, así trabaja. La cura de ese mal debe llegar desde abajo, desde los corazones y las almas que un día les serán encomendadas a ustedes y debe llegar con propuestas en el ámbito de la educación, la catequesis, el compromiso social, con propuestas que sean capaces de cambiar mentalidades y abrir espacios, para sanar este mal y dar a Dios un pueblo unido. Repito esta figura, globalización sí, pero no esfera, la esfera es uniformidad. Globalización sí, pero poliedro, donde cada pueblo, cada uno conserve la propia particularidad.

Y le pido a la Virgen Madre, la Guadalupana, Patrona de América Latina, que sostenga su esperanza en este curso que ahora se abre en medio de incertidumbres humanas, para que ustedes puedan secundar la llamada de Dios allá donde el Señor los llame, los envíe y que puedan ser testigos de la fraternidad humana que nace de la única fuente, ser hijos de Dios. Que el Señor los bendiga y la Virgen los cuide. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias.

 

© Librería Editora Vaticana

 

 

 

 

México: El Papa nombra al obispo de Saltillo

Tras aceptar la renuncia de su predecesor

noviembre 21, 2020 16:59

Iglesia Local

(zenit – 21 nov. 2020).- El Papa Francisco ha nombrado obispo de Saltillo, México, a Mons. Hilario González García, hasta ahora obispo de Linares.

Previamente, el Santo Padre ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Saltillo, México, presentada por Monseñor José Raúl Vera López, informó la Oficina de Prensa de la Santa Sede hoy, 21 de noviembre de 2020.

Mons. Vera López, ha presentado su renuncia por motivo de jubilación, ya que cuenta con 75 años, edad canónica en la que está estipulado que puede ser presentada al Pontífice. Según ha indicado la propia diócesis, el prelado se convierte hoy en obispo emérito de Saltillo junto con Mons. Francisco Villalobos Padilla.

En Saltillo, será nombrado un administrador hasta que el nuevo Obispo tome funciones (alrededor de 2 meses).

 

Mons. Hilario González García

Nació el 19 de junio de 1965 en Monterrey y fue ordenado sacerdote el 15 de agosto de 1995, incardinado en la archidiócesis metropolitana de Monterrey. Obtuvo su licenciatura en Teología en la Universidad Pontificia de México.

Ha ocupado los siguientes cargos: director espiritual, prefecto de estudios filosóficos, vicerrector y rector del Seminario de Monterrey.

En la curia diocesana ejerció el cargo de promotor del ecumenismo y el diálogo interreligioso y fue secretario ejecutivo de la Comisión de Ecumenismo y Diálogo de la Conferencia Episcopal Mexicana.

El 19 de noviembre de 2014 fue nombrado obispo de Linares y recibió la ordenación episcopal el 22 de enero de 2015.

 

 

 

 

México: Mons. Mauricio Urrea, nombrado obispo de Parral

Por el Santo Padre

noviembre 21, 2020 17:27

Iglesia Local

(zenit – 21 nov. 2020).- El Papa Francisco ha nombrado obispo de Parral, México, al reverendo Mauricio Urrea Carrillo, del clero de la diócesis de Nogales, párroco de la Purísima Concepción de María en Nogales.

Así ha informado hoy, 21 de noviembre de 2020, la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

 

Mons. Mauricio Urrea Carrillo

Nació el 6 de julio de 1969 en Nogales. Completó sus estudios de Filosofía y Teología en el Seminario de Hermosillo y fue ordenado sacerdote el 5 de febrero de 2004 en Nogales, entonces archidiócesis metropolitana de Hermosillo, y posteriormente incardinado en la nueva diócesis de Nogales el 19 de marzo de 2015.

Se doctoró en Filosofía en la Universidad Pontificia de México. Fue profesor durante tres años en la Facultad de Filosofía de la Universidad Pontificia de México y en diversos seminarios diocesanos.

Ha sido autor en varias obras conjuntas entre ellas: Evocación de un misionero, un filósofo. Pedro Gasparotto (Ed. UPM, México, 2000)

 

 

 

 

San Pedro Esqueda Ramírez, 22 de noviembre

Mártir mexicano

noviembre 21, 2020 09:00

Testimonios

 

“San Pedro Esqueda Ramírez fue un mártir mexicano. Un ejemplo de abandono en las manos de Dios, joven sacerdote generosamente entregado a su misión, y por ello ajusticiado con saña”

Nació en San Juan de los Lagos, Jalisco, México, el 29 de abril de 1887. Sus padres Margarito Esqueda y Nicanora Ramírez ignoraban que habían traído al mundo a una persona auténtica, valiente, que sería testigo de Cristo ante el mundo.

Con escasos recursos económicos, la familia vivía alumbrada por la fe que recibió el muchacho, y que se ocupó de acrecentar con la gracia divina. Por eso, la conocida expresión “estamos en manos de Dios” que frecuentemente se formula cuando la incertidumbre ante un futuro incierto hace acto de presencia, sean cuales sean las razones, no fue para él un comentario lacónico, una especie de comodín verbal sin más pretensiones, como tantas veces ocurre.

Este joven intrépido y valeroso sostuvo rigurosamente esta convicción, con la hondura que encierra de absoluta confianza en la voluntad divina, en el instante más álgido de su corta existencia.

Su temprana vinculación a la parroquia como niño de coro y monaguillo despertó su vocación al sacerdocio. Su expediente académico era impecable. Responsable y aplicado en sus estudios, siempre cosechando buenas notas, hicieron de él un alumno modélico para Piedad y Pedro, dos de sus profesores y directores de los centros en los que se educó.

En esa infancia enriquecida por la piedad, y saludablemente gozosa, se habituó a rezar el rosario. Erigía altares en los que simulaba estar oficiando misa, el sueño que alimentaba en su espíritu.

Tenía 15 años cuando ingresó en el seminario auxiliar de San Julián, dejando el incipiente trabajo en una zapatería, porque su padre juzgó conveniente que iniciase la carrera eclesiástica. Allí siguió mostrando sus cualidades para el estudio, que eran tan solo un matiz de las muchas que le adornaban.

En el seminario permaneció recibiendo formación hasta que las autoridades federales determinaron cerrarlo en 1914. No había podido ser ordenado, pero era ya diácono, y al regresar a su ciudad natal actuó como tal en la parroquia hasta que en 1916, después de haber completado estudios en el seminario de Guadalajara, se convirtió en sacerdote. Recibió el sacramento a finales de ese año en la capilla del hospital de la Santísima Trinidad.

A continuación fue designado vicario de la parroquia en la que trabajaba. En ella permaneció hasta su muerte; once años de intensa actividad pastoral, dando lo mejor de sí. Dinamizó la vida apostólica con una excelente labor catequética que tenía como objetivo a los niños, a la par que impulsaba la asociación Cruzada Eucarística inducido por su amor a la Eucaristía, devoción que, junto a la que profesaba a la Virgen, extendió entre los fieles. De la Eucaristía extraía su fortaleza y aliento. Fue también un ángel de bondad para los pobres.

Las fuerzas gubernamentales en una feroz campaña anticlerical habían dictado orden de persecución, y las buenas gentes del pueblo intentaron convencer a san Pedro Esqueda Ramírez para que huyese a otro lugar. Solo aceptó refugiarse de manera provisional en algunos lugares siempre cercanos a los fieles, a quienes de ese modo seguía atendiendo pastoralmente.

Los sacerdotes y religiosos que han derramado su sangre por Cristo y su Iglesia en medio de conflictos políticos fueron caritativos y se caracterizaron por la libertad evangélica. No tuvieron acepción de personas, ni militaron en bandos determinados. Arraigados en Cristo se desvivían por las necesidades de sus fieles, con independencia de sus ideologías. Así era Pedro.

Al inicio de noviembre de 1927 buscó refugio en Jalostotitlán, Jalisco. Pero regresó a San Juan llevado por su amor a los feligreses; no quiso dejarles sin asistencia. Se alojó en el hospital del Sagrado Corazón.

El pueblo quería a ese sacerdote que habían visto crecer entre ellos, pero temían a las represalias de las autoridades si le daban cobijo; por eso, a veces algunas personas no le franquearon la puerta de sus moradas. Sin embargo, la gran mayoría no ocultaba su preocupación por su destino. Y las anfitrionas de una casa en la que fue acogido, le rogaron seriamente que escapara. Pero Pedro no estaba dispuesto a ello, y dando testimonio de su gran fe, decía: “Dios me trajo, en Dios confío”.

Este sentimiento, que reiteró ante otros vecinos, en ningún modo puede ser espontáneo cuando la vida está en peligro; estaba asentado en un corazón orante firmemente clavado en el corazón del Padre, abierto a su gracia.

Fue detenido el 18 de noviembre de ese año 1927. En un mísero y oscuro cuartucho sufrió pacientemente la fiereza de los azotes y otras crueldades que le ocasionaron la fractura de uno de sus brazos; por ello los federales no pudieron verle expirar en la hoguera, como habían previsto. Pero el tormento más doloroso fue ver profanados ante sí los objetos sagrados, destruidos los ornamentos y saqueado el archivo parroquial.

Una cruel e infame tortura para un hombre de Dios, una persona inocente que lo único que perseguía era amar a Cristo y a los demás. Las incesantes vejaciones martiriales duraron hasta el 22 de noviembre.

Maniatado y lleno de heridas le obligaron a subir por sí mismo a un árbol. Allí fue tiroteado sin piedad por un alto oficial que vertió en él su torrente de ira al ver que no podía sostenerse en la pira que habían dispuesto para ajusticiarlo prendiendo fuego al árbol en cuestión. Camino de su particular calvario, envuelto en un heroico silencio, dejó su testamento de fidelidad a la catequesis y al evangelio en unos niños que se acercaron a él. Juan Pablo II canonizó a san Pedro Esqueda Ramírez el 21 de mayo del 2000.