11.11.12

 

Es cosa buena y recomendable analizar todas las intervenciones que se dieron en el último Sínodo de obispos celebrado en Roma, que buscaba reafirmar a la Iglesia en la tarea de la Nueva Evangelización. A mí lo de “nueva” no me acaba de convencer porque se supone que Iglesia y evangelización deben ir siempre de la mano y no deberíamos llamar novedad a lo que es el cumplimiento de la tarea más importante del Cuerpo de Cristo.

En todo caso, para llevar a cabo la obra de llevar el evangelio a todo el mundo, tanto a los que nunca lo han conocido como a los que alguna vez han sido iluminados por Cristo pero se han alejado de Él, es fundamental que la Iglesia esté fuerte y con sus pies asentados sobre tierra firme. Dado que está formada por seres humanos, es imposible que el pecado no esté presente. Los escándalos son inevitables. Lo que sí se puede evitar es abordarlos de manera inadecuada e incluso irresponsable.

Sin embargo, hay algo mucho más peligroso que el hecho de que haya miembros de la Iglesia, incluso curas y obispos, que hayan llevado o lleven una vida moralmente incompatible con la acción de la gracia de Dios en sus vidas. El cardenal Rouco Varela hizo la pregunta clave en el Sínodo:

“El examen de conciencia tiene que ver con el peligro de la secularización interna de la Iglesia, tal y como lo dijo alguna vez Juan Pablo II y Benedicto XVI. ¿Nos hemos dejado penetrar por el espíritu del mundo? Ese examen de conciencia tenemos que hacerlo porque, si no, no vamos a estar libres y generosamente dispuestos, o vamos a ser mucho menos capaces de evangelizar al mundo de hoy”

Creo que más que una pregunta es una afirmación. Efectivamente, nos hemos dejado penetrar por el espíritu del mundo. Abrimos las ventanas y nos entró el humo de Satanás. Y desde entonces, muchos han enfermado e incluso han muerto asfixiados por esa plaga llamada secularización interna. La misma no es un peligro que nos pueda afectar en el presente y el futuro. Es una realidad que nos ha afectado, afecta y, lo que es peor, nos seguirá afectando si no ponemos remedio.

Mas que preguntar qué areas de la Iglesia no se han visto atacadas por dicha secularización, cabe indagar cuáles no han sufrido sus consecuencias. Y, sinceramente, no encuentro ninguna. A nivel teológico, por ejemplo, baste recordar lo que los propios obispos españoles señalaron en el documento “Teología y secularización”. No hace falta que explique el papel fundamental de la teología en la vida de la Iglesia. Pues bien, si la misma ha enfermado del cáncer de la secularización, es imposible que la Iglesia entera, pero sobre todos los fieles, no se vean en grave peligro. Dicen los obispos españoles en ese documento que están “convencidos de que la nueva evangelización no podrá llevarse a cabo sin la ayuda de una sana y honda teología“. Ahora bien, que existen buenos teólogos en la Iglesia, que realizan su actividad en comunión y bajo la autoridad del Magisterio, nadie lo pone en duda. El problema está en lo que se ha hecho con los teólogos heterodoxos y cuál ha sido la influencia de estos en las conciencias de millones de católicos.

En ese sentido, lo que se puede afirmar sin temor a equivocarnos es que la diferencia fundamental de esta era respecto a otras precedentes en la Historia de la Iglesia no estriba en la presencia de herejes -palabra “maldita” pero verdadera- en la Iglesia, sino en el trato disciplinario que han recibido por parte de la autoridad eclesial. Hasta hace bien poco los heterodoxos se iban ellos solitos de la Iglesia o se les expulsaba de la misma en cumplimiento de las claras indicaciones que los propios apóstoles hicieron en el Nuevo Testamento. Hoy, por el contrario, se quedan dentro y, lo que es peor, se les permite que sigan dentro obrando destrozos en la fe de multitud de fieles. Las pocas excepciones no sirven sino para confirmar la regla.

Dice el evangelio de Juan que la luz sirve para reprender las obras malas (Jn 3,19-21) y por eso los que obran mal no quieren venir a la luz. Pero si renunciamos a aplicar la luz de la verdad sobre la labor de los teólogos, no hay manera de poder corregir sus errores. ¿Podemos decir que la secularización de la teología es fruto de la secularización de la disciplina eclesial? ¿Acaso no hemos caído en una versión mundanizada de la autoridad, pasando de un ejercicio poco caritativa de la misma en tiempos pasados, a una generalizada falta de su buen uso? No podemos pasar de quemar herejes en las hogueras a permitirles campar a sus anchas por seminarios, cátedras universitarias, púlpitos y librerías católicas.

Si hablamos de la liturgia, nos encontramos con más de lo mismo. Pero es lógico. Si la fe se debilita, si la fe se “securaliza", el culto a Dios se empobrece. Celebramos lo que creemos. Y si creemos poco o mal, celebramemos poco y mal. o, simplemente, no celebraremos nada, como de hecho ocurre con esa gran masa de bautizados que no acuden a Misa. Los escándalos litúrgicos son un mero síntoma. Pero más peligroso es la constatación en muchas iglesias locales de la pérdida de sentido de la sacralidad en los fieles que todavía practican su fe. En algunos lugares hemos llegado a la aberración de que los raros son aquellos que se arrodillan durante la consagración u osan pedir recibir la comunión en la boca y rodilla en tierra. A muchos niños se les prepara Misas especiales para, dicen, facilitarles el acercamiento a la liturgia, lo cual acaba provocando que se sientan extraños en las Misas “normales", de manera que se aburren y no van. Pasa algo parecido con nuestros jóvenes.

Una de los momentos más emocionantes de la última JMJ celebrada en Madrid fue cuando, después de una espantosa tormenta, se procedió a la adoración del Señor presente en la Custodia de Arce. Aquellos breves minutos en los que centenares de miles de jóvenes, la mayoría con la rodilla en tierra y junto al Papa, permanecieron adorando al Señor en tal silencio que no se oía casi ni el aire que todavía soplaba, fueron un testimonio único y casi irrepetible ante el mundo entero.

Debemos dejar de tratar a nuestros muchachos como si fueran espiritualmente estúpidos e incapaces de celebrar bien los diferentes actos litúrgicos. Que para divertirse y pasárselo bien ya tienen las consolas de videojuegos, los mp3, las pubs, las discotecas, etc. A los templos no va uno a entretenerse de forma mundana, sino a dar culto a Dios. Quien ama al Señor verá su alma verdaderamente “entretenida” si en verdad le adora en espíritu y en verdad.

¿Qué no diremos de la presencia de los seglares católicos en la vida pública? El P. José María Iraburu lleva escritos dos artículos (1 y 2) sobre el desastre al que nos ha llevado la desmovilización total de los católicos en la actividad específicamente política. En España salta tanto a la vista, que no hace falta ni explicar los detalles.

Como afirma el P. Iraburu:

El gran fracaso de la vida política de los católicos después del Vaticano II no ha sido hasta ahora suficientemente reconocido en la Iglesia. Ha sido un fracaso tan abismal que en muchas naciones de mayoría católica la promoción política, activa, concreta y organizada del Reino social de Dios entre los hombres ni siquiera se ha intentado; más bien se ha impedido, como si fuera contraria a las orientaciones del Concilio Vaticano II (117) –el Concilio más falsificado de la historia de la Iglesia–. Y vuelvo a decirlo: no se ha reconocido suficientemente ese fracaso, ni se han analizado y denunciado suficientemente sus causas.

Efectivamente, este párrafo de la Lumen Gentium está todavía por estrenar en muchos países que fueron o son todavía católicos:

Igualmente coordinen los laicos sus fuerzas para sanear las estructuras y los ambientes del mundo cuando inciten al pecado, de manera que todas estas cosas sean conformes a las normas de la justicia y más bien favorezcan que obstaculicen la práctica de las virtudes. Obrando de este modo, impregnarán de valor moral la cultura y las realizaciones humanas. Con este proceder simultáneamente se prepara mejor el campo del mundo para la siembra de la palabra divina, y a la Iglesia se le abren más de par en par las puertas por las que introducir en el mundo el mensaje de la paz.
LG 36

Podría señalar más aspectos en los que la Iglesia ha sufrido el tsunami de la secularización. Por ejemplo, el de la catequesis. En España hemos visto la crisis educativa que nos trajo la reforma infame de la LOGSE, invento socialista que ha destrozado, literalmente, el futuro de unas cuantas generaciones de jóvenes. Pues bien, la catequesis católica ha pasado también por sus propia LOGSE. En multitud de parroquias, durante décadas se ha aplicado en catequesis la consigna de “nada de enseñar dogmas. Nada de formación litúrgica". Como si la formación doctrinal les llegara a los niños por ósmosis. Es cierto que ahora se están poniendo remedios para corregir esa desviación, pero el daño causado a muchos es ya casi irreparable.

Ante esta realidad podemos tomar varias actitudes. Una, dejarlo todo como está, de manera que la descristianización avance en el seno de la propia Iglesia. Otra, lamernos las heridas cual perro sarnoso, reconociendo dónde han estado los errores, pero sin poner el remedio a la enfermedad. Y otra, que es la que Dios nos concede si en verdad estamos atentos a la acción de su Espíritu, trabajar en nuestra salvación, y la de nuestros coetáneos, con “temor y temblor, pues Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece” (Fl 2,12-13).

En otras palabras. O la Iglesia se reforma para ser lo que el Señor quiere que sea, o la apostasía seguirá avanzando imparablemente. Y no olvidemos que solo apostata quien antes ha creído.

Luis Fernando Pérez Bustamante

PD: Estas palabras…

Hoy vemos que no se trata de amor, cuando se toleran comportamientos indignos de la vida sacerdotal. Como tampoco se trata de amor si se deja proliferar la herejía, la tergiversación y la destrucción de la fe, como si nosotros inventáramos la fe autónomamente.

… no son mías. Son de Benedicto XVI, en una homilía pronunciada en junio del 2010.