Servicio diario - 21 de septiembre de 2017


Francisco: contra los abusos “hemos llegado atrasados”. Y pide “tolerancia cero”
Sergio Mora

El Santo Padre reitera: “Tolerancia cero a todos los niveles contra los abusos a menores”
Staff Reporter

Terremoto en México: el Santo Padre envia 150.000 dólares para los afectados
Rosa Die Alcolea

El Papa en Santa Marta indica cuál es “la puerta para encontrar a Jesús”
Redacción

Combatir las mafias y la corrupción es una prioridad, indica el Santo Padre
Redacción

Vaticano y Liga Musulmana Mundial contra el fundamentalismo
Rosa Die Alcolea

La Santa Sede firma el Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares
Redacción

Bolivia: entronizan a la Virgen de Copacabana en los Jardines Vaticanos
Sergio Mora

Mons. Arizmendi: Traducciones bíblicas y litúrgicas a los idiomas indígenas
Felipe Arizmendi Esquivel

San Ignacio de Santhià Belvisotti, 22 de septiembre
Isabel Orellana Vilches


 

21 septiembre 2017
Sergio Mora

Francisco: contra los abusos “hemos llegado atrasados”. Y pide “tolerancia cero”

Deja de lado su discurso y explica que los casos quedan en “Doctrina de la Fe”

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 21 Sept. 2017).- El papa Francisco recibió hoy en audiencia en el Vaticano a los miembros de la Comisión Pontificia para la Tutela de los Menores, en ocasión de su asamblea plenaria, presidida por su presidente, el cardenal Sean Patrick O’Malley.

Junto a ellos, el Santo Padre dejó de lado el discurso preparado, si bien pidió que sea publicado. Un discurso en el que reitera que “la Iglesia irrevocablemente y a todos los niveles pretende aplicar contra el abuso sexual de menores el principio de “tolerancia cero”.

En sus palabras improvisadas, el Santo Padre lamentó que con la Comisión “Hemos llegado tarde”, y consideró ineficiente la “vieja práctica de cambiar a la gente de lugar”. Y dirigiéndose al cardenal O’Malley, el Pontífice señaló que la providencia “suscitó hombres proféticos en la iglesia, como el cardenal que inició este trabajo de traer el problema a la superficie y verlo en la cara”.

“¿Cuál es el camino para proseguir con nuestro trabajo?”, se interrogó Francisco, “porque no es solo la Comisión, es la Santa Sede y el Papa” quienes están involucrados.

Y señaló: “Por ahora es competencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe”. Precisó que se trata de “una cosa práctica que la Iglesia siempre ha hecho”, ante estas “problemáticas nuevas”. La Doctrina de la Fe las toma como en los casos de reducción laical después del Concilio.

“Después cuando se sistematizó bien”, el caso de las reducciones laicales, esta materia “pasó a la Congregación del Clero”. Precisó que explica esto porque “algunos piden que los casos de abusos vayan directamente a la Rota o tribunales del Vaticano”.

“El problema –aseguró el Papa– es grave porque hay algunos que no han tomado conciencia del problema” y por ello los casos “deben permanecer en la Doctrina de la Fe”.

“Es verdad que hay muchos casos allí que no avanzan”, reconoció el Pontífice, si bien aseguró que “con el nuevo secretario, se está tratando de volver más rápidos los trabajos para los procesos”. Y aseguró que “este es el primer problema” que se está enfrentando.

 

Segundo paso

Indicó un Segundo paso: “Sobre las quejas porque los procesos no avanzaban”. Señaló que “se creo una comisión para los recursos, la que tienen que ser mejorada con la ayuda de algún obispo diocesano que conozca los problemas en el lugar”.

Es una comisión presidida por el arzobispo de Malta, Mons. Charles Scicluna, “quien tiene una conciencia muy clara del problema de la pedofilia”. Si bien indicó que “esta comisión tiene un problema, porque la mayoría son canonistas y examinan si todo el proceso está bien” y porque además “existe la tentación del bajar la pena”.

Por lo tanto, indicó el Sucesor de Pedro, “he decidido balancear un poco esta comisión y decir que un abuso probado es suficiente para no poder hacer apelo. Si están las pruebas, es definitivo”. Reiteró que “quien hace esto, hombre o mujer, está enfermo, es una enfermedad. Hoy se arrepiente y después de dos años recae”.

“El tercer paso es el pedido de gracia al Papa”, dijo. Cuando el tribunal llamado ‘Feria cuarta’ da su sentencia, está la Comisión para el apelo. “Quien es condenado en los dos, puede pedir la gracia al Papa” dijo, si bien aseguró: “Yo no la firmaré jamás”.

Señaló que apenas fue elevado a Pontífice, le llegó una solicitud de gracia, en la que se podía “perder de las funciones pero no el estado clerical”. Indicó que “Yo era nuevo, no sabía mucho y di la más benévola. Pero recayó”. Y subrayó: “Yo he aprendido de esto: es una fea enfermedad”.

Añadió que es una vieja enfermedad, “como se puede ver en una carta de san Francisco Javier a unos monjes budistas, en los que condenaba este vicio”.

El Papa concluyó que es necesario “ir adelante con confianza”y les agradeció por el trabajo que hacen y por traer a flote este problema.

 

 

21/09/2017-10:21
Staff Reporter

El Santo Padre reitera: “Tolerancia cero a todos los niveles contra los abusos a menores”

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 21 Sept. 2017).- “El abuso sexual es un pecado horrible, completamente opuesto y en contradicción con lo que Cristo y la Iglesia nos enseñan”. “Reitero hoy una vez más que la Iglesia, en todos los niveles, responderá con la aplicación de las más firmes medidas a todos aquellos que han traicionado su llamado”. “La Iglesia irrevocablemente y a todos los niveles pretende aplicar contra el abuso sexual de menores el principio de “tolerancia cero”.

Estas fueron algunas de las frases del discurso que el papa Francisco preparó al recibir en audiencia en el Vaticano a los miembros de la Comisión Pontificia para la Tutela de los Menores, en ocasión de su asamblea plenaria.

A continuación el discurso que el Santo Padre había preparado y pidió que sea publicado. Si bien quiso hablar improvisando.

 

Discurso del Santo Padre:

“Queridos Hermanos y Hermanas: Les doy una cálida bienvenida al comienzo de esta Asamblea Plenaria. En particular, quisiera agradecer al Cardenal O’Malley por su amable saludo al mismo tiempo que les manifiesto mi más sincero aprecio por las reflexiones que en nombre de ustedes han presentado el Sr. Hermenegild Makoro y el Sr. Bill Kilgallon.

Han expresado muy bien el papel que pensé para la Comisión cuando la formé hace tres años, un servicio que confío en que seguirá siendo de gran ayuda en los próximos años para el Papa, la Santa Sede, los obispos y los superiores mayores de todo el mundo.

Reunidos hoy aquí, deseo compartir con ustedes el profundo dolor que siento en el alma por la situación de los niños abusados, como ya he tenido ocasión de hacer recientemente en varias ocasiones.

El escándalo del abuso sexual es verdaderamente una ruina terrible para toda la humanidad, y que afecta a tantos niños, jóvenes y adultos vulnerables en todos los países y en todas las sociedades.

También para la Iglesia ha sido una experiencia muy dolorosa. Sentimos vergüenza por los abusos cometidos por ministros sagrados, que deberían ser los más dignos de confianza. Pero también hemos experimentado un llamado, que estamos seguros de que viene directamente de nuestro Señor Jesucristo: acoger la misión del Evangelio para la protección de todos los menores y adultos vulnerables.

Permítanme decir con toda claridad que el abuso sexual es un pecado horrible, completamente opuesto y en contradicción con lo que Cristo y la Iglesia nos enseñan. Aquí en Roma, he tenido el privilegio de escuchar las historias que las víctimas y los supervivientes de abusos han querido compartir.

En esos encuentros, ellos han compartido abiertamente los efectos que el abuso sexual ha provocado en sus vidas y en las de sus familias. Sé que también ustedes han tenido la bendita ocasión de participar en iguales reuniones, y que ellas siguen alimentando su compromiso personal de hacer todo lo posible para combatir este mal y eliminar esta ruina de entre nosotros.

Por eso, reitero hoy una vez más que la Iglesia, en todos los niveles, responderá con la aplicación de las más firmes medidas a todos aquellos que han traicionado su llamado y han abusado de los hijos de Dios. Las medidas disciplinarias que las Iglesias particulares han adoptado deben aplicarse a todos los que trabajan en las instituciones de la Iglesia.

Sin embargo, la responsabilidad primordial es de los obispos, sacerdotes y religiosos, de aquellos que han recibido del Señor la vocación de ofrecer sus vidas al servicio, incluyendo la protección vigilante de todos los niños, jóvenes y adultos vulnerables. Por esta razón, la Iglesia irrevocablemente y a todos los niveles pretende aplicar contra el abuso sexual de menores el principio de “tolerancia cero”.

El motu proprio ‘Como una madre amorosa’, promulgado en base a una propuesta de vuestra Comisión y en referencia al principio de responsabilidad en la Iglesia, afronta los casos de los obispos diocesanos, eparcas y superiores mayores de los institutos religiosos que, por negligencia, han realizado u omitido actos que hayan podido provocar un daño grave a otros, bien se trate de personas físicas o de una comunidad en su conjunto (cf. art. 1).

Durante los últimos tres años, la Comisión ha enfatizado continuamente los principios más importantes que guían los esfuerzos de la Iglesia para proteger a todos los menores y adultos vulnerables. De esta manera, ha cumplido la misión que le confié como «función consultiva al servicio del Santo Padre», ofreciendo su experiencia «con el fin de promover la responsabilidad de las Iglesias particulares en la protección de todos los menores y los adultos vulnerables» (Estatuto, art. 1).

Me llenó de alegría saber que muchas Iglesias particulares han adoptado vuestra recomendación para una Jornada de Oración, y para un diálogo con las víctimas y supervivientes de abusos, así como con los representantes de las organizaciones de víctimas. Ellos compartieron con nosotros cómo estas reuniones han sido una experiencia profunda de gracia en todo el mundo, y sinceramente espero que todas las Iglesias particulares se beneficien de ellas.

También es alentador saber cuántas Conferencias Episcopales y Conferencias de superiores mayores han buscado vuestro consejo con relación a las directrices para la protección de menores y adultos vulnerables.

Vuestra colaboración para compartir las mejores prácticas es verdaderamente valiosa, especialmente para aquellas Iglesias que tienen menos recursos para este trabajo crucial de protección. Me gustaría animarles a que sigan su colaboración en este trabajo con la Congregación para la Doctrina de la Fe y la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, para que estas prácticas sean inculturadas en las distintas Iglesias de todo el mundo.

Por último, me gustaría alabar con especial énfasis las numerosas oportunidades de aprendizaje, educación y formación que han ofrecido en tantas Iglesias particulares de todo el mundo e igualmente aquí en Roma, en los diversos dicasterios de la Santa Sede, en el curso para los nuevos Obispos y en varios congresos internacionales.

Me complace la noticia de que la presentación que el cardenal O’Malley y la Sra. Marie Collins, uno de sus miembros fundadores, realizaron la semana pasada a los nuevos obispos haya sido acogida tan favorablemente.

Estos programas educativos ofrecen el tipo de recursos que permitirán a las diócesis, institutos religiosos y a todas las instituciones católicas, adoptar e implementar los materiales más efectivos para este trabajo. La Iglesia está llamada a ser un lugar de piedad y compasión, especialmente para los que han sufrido.

Para todos nosotros, la Iglesia católica sigue siendo un hospital de campo que nos acompaña en nuestro itinerario espiritual. Es el lugar donde podemos sentarnos con otros, escucharlos y compartir con ellos nuestras luchas y nuestra fe en la buena nueva de Jesucristo.

Confío plenamente en que la Comisión seguirá siendo un lugar donde podamos escuchar con interés las voces de las víctimas y de los supervivientes. Porque tenemos mucho que aprender de ellos y de sus historias personales de coraje y perseverancia. Permítanme agradecerles una vez más sus esfuerzos y consejos en estos tres años.

Los encomiendo a la Santísima Virgen María, la Madre que permanece cerca de nosotros a lo largo de nuestras vidas. Les doy la Bendición Apostólica a todos ustedes y a sus seres queridos, y les pido que continúen rezando por mí”.

 

 

21/09/2017-12:56
Rosa Die Alcolea

Terremoto en México: el Santo Padre envía 150.000 dólares para los afectados

(ZENIT – 21 Sept. 2017).- El papa Francisco dona 150.000 dólares para ayudar a las poblaciones en emergencia tras el terremoto en México, que ha causado – según los datos verificados, pero no definitivos – por lo menos 250 víctimas, así como ingentes daños materiales.

El Papa ha hecho la donación a través del Dicasterio para el Servicio de Desarrollo Humano Integral, con una primera contribución.

Esta cantidad será distribuida, en colaboración con la Nunciatura Apostólica, entre las diócesis más afectadas por el seísmo para obras de asistencia a las víctimas del terremoto. El gesto quiere ser una expresión inmediata del sentimiento de cercanía espiritual y aliento paterno hacia las personas y los territorios afectados, manifestado por el Santo Padre durante la audiencia general del miércoles 20 de septiembre de 2017.

Dicha contribución, que acompaña la oración, especialmente dirigida a la Virgen de Guadalupe, en apoyo de la población mexicana amada, es parte de las ayudas que se están activando en toda la Iglesia Católica y en las que están involucradas, además de diversas conferencias episcopales, numerosas organizaciones de caridad.

La Arquidiócesis de Puebla informa de que se han dispuestos centros de apoyo para los afectados, y cuentas bancarias para realizar donativos.

 

 

21/09/2017-14:14
Redacción

El Papa en Santa Marta indica cuál es “la puerta para encontrar a Jesús”

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 21 Sept. 2017).- El Papa Francisco en la misa celebrada este jueves en la capilla de la Casa Santa Marta, día de la fiesta de la conversión de San Mateo, recordó el episodio del Evangelio retratado en una pantalla famosa por el pintor italiano Caravaggio.

Explicó así que son tres las etapas de la conversión del evangelista: el encuentro, la fiesta y el escándalo. Jesús había curado a un paralítico en seguida encontró a Mateo, sentado en el banco de los impuestos. Él hacía pagar al pueblo de Israel los impuestos para después darlos a los romanos y por eso era despreciado, considerado un traidor de la patria. Jesús le miró y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió.

Por un lado, la mirada de xan Mateo, una mirada desconfiada, miraba a un lado. “Con un ojo, Dios” y “con el otro el dinero” y como lo pintó Caravaggio: “agarrado al dinero”, y también con una mirada impertinente. Por otro lado, la mirada misericordiosa de Jesús que lo miró con tanto amor”.

“Cae” así la resistencia de aquel hombre que amaba el dinero: se levantó y lo siguió. “Es la lucha entre la misericordia y el pecado”, indicó el Papa.

El amor de Jesús puede entrar en el corazón de aquel hombre porque “sabía ser pecador”, sabía “que nadie lo quería”, se sentía despreciado. Justamente “la conciencia de pecador le abrió la puerta a la misericordia de Jesús”. Así, “lo dejó todo y lo siguió”. Este es el encuentro entre el pecador y Jesús.

“La primera condición para ser salvado es sentirse en peligro; la primera condición para ser curado es sentirse enfermo. Y sentirse pecador, es la primera condición para recibir esta mirada de misericordia. Pero pensemos en la mirada de Jesús, tan hermosa, tan buena, tan misericordiosa. Y también nosotros, cuando rezamos, sentimos esta mirada sobre nosotros; es la mirada de amor, la mirada de la misericordia, la mirada que nos salva. Y no hay que tener miedo “.

La segunda etapa es justamente “la fiesta”: como Zaqueo, también Mateo, sintiéndose feliz invitó a Jesús a comer en su casa.

Mateo invitó a todos los amigos, “aquellos del mismo sindicato”, pecadores y publicanos y ellos a la mesa, hacían preguntas al Señor y Jesús respondía.

El Papa recuerda lo que dijo Jesús en el capítulo 15 de Lucas: “Habrá más fiesta en el cielo por un pecador que se convierta que por cien que permanecen justos”. Se trata de la fiesta del encuentro del Padre, la fiesta de la misericordia. Jesús, de hecho, trata a todos con misericordia sin límite.

El tercer momento es el del “escándalo”: los fariseos viendo que publicanos y pecadores se sentaron a la mesa con Jesús, le preguntaban a sus discípulos: “¿Por qué vuestro maestro come con los cobradores de impuestos y pecadores?”.

“Un escándalo siempre empieza con esta frase: ¿Por qué?”, subrayó el Papa. “Cuando oyen esta frase, huele” y “por detrás viene el escándalo”.

Se trataba, en sustancia, de la “impureza de no seguir la ley”. Conocían muy bien “la doctrina”, sabían cómo seguir “por el camino del Reino de Dios”, conocían “mejor que nadie como se debía hacer”, pero “habían olvidado el primer mandamiento del amor”.

Y así, “se cerraron en la jaula de los sacrificios, quien sabe pensando: hagamos un sacrificio a Dios , hagamos todo lo que se debe hacer, así, nos salvamos. En síntesis, creían que la salvación venía de ellos mismos, se sentían seguros”.

“¡No! Es Dios que nos salva, nos salva a Jesucristo”, indicó el Papa. “Aquel ‘¿por qué?’ que tantas veces oímos entre los fieles católicos cuando veían obras de misericordia. ¿Por qué? Y Jesús, por supuesto, es muy claro: “Vayan y aprendan lo que quiere decir misericordia, lo que quiero y no sacrificios, porque yo no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores. Si tú quieres ser llamado por Jesús, te reconocerá pecador.

Así el Papa invitó a reconocerse pecador, no de forma abstracta, sino “con pecados concretos” y “todos tenemos, tantos” dijo.

“Hay tantos, tantos, siempre y también en la Iglesia hoy. Dicen: “No, no se puede, es todo claro, es todo, no, no ... ellos son pecadores, debemos alejarlos”. También tantos santos son perseguidos o se levanta sospechosos sobre ellos. Pensemos en Santa Juana de Arco, mandada a la hoguera porque pensaban que era una bruja, piensen en el beato Rosmini. ‘Misericordia quiero, y no sacrificios’. Y la puerta para encontrar a Jesús es reconocerse como somos, la verdad. Pecadores. Y él viene, y nos encontramos. ¡Es tan hermoso encontrar a Jesús! “.

 

 

21/09/2017-16:01
Redacción

Combatir las mafias y la corrupción es una prioridad, indica el Santo Padre

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 21 Sept. 2017).- El papa Francisco elogió el trabajo en Italia contra las mafias o criminalidad organizada, señalando que “Nunca vigilaremos lo suficiente” ante “las tentaciones del oportunismo, el engaño y el fraude” lo que puede crear “una política desviada, doblegada a intereses partidarios y acuerdos poco claros”.

Lo hizo este jueves al recibir en audiencia en el Vaticano a los miembros de la Comisión Parlamentaria Antimafia con su familiares.

Precisó que “la política auténtica, esa que reconocemos como una forma eminente de caridad” y por esto “siente la lucha contra las mafias como una prioridad, puesto que ellas roban el bien común, arrebatando esperanza y dignidad a las personas”.

Una lucha que “no significa solamente reprimir” sino un compromiso en dos niveles: político, a través de una mayor justicia social, porque para las mafias es fácil proponerse como sistema alternativo en un territorio donde faltan los derechos y las oportunidades: el trabajo, la vivienda, la educación y la asistencia sanitaria.

El segundo nivel de compromiso es el económico, a través de la corrección o supresión de aquellos mecanismos que generan en todas partes la desigualdad y la pobreza.

 

A continuación el texto completo de las palabras del Santo Padre:

«Me complace recibirles y doy las gracias al Presidente de la Comisión, la senadora Bindi, por sus amables palabras.

En primer lugar, quiero pensar en todas las personas que en Italia han pagado con la vida su lucha contra las mafias. Recuerdo, en particular, a tres magistrados: el siervo de Dios Rosario Livatino, asesinado el 21 de septiembre de 1990; Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, asesinados hace 25 años junto con sus escoltas.

Mientras preparaba este encuentro, me venían en mente algunas escenas evangélicas en las que no nos costaría trabajo reconocer los signos de la crisis moral que atraviesan hoy personas e instituciones. Es siempre actual la verdad de las palabras de Jesús: “Lo que sale del hombre es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen las intenciones malas pensamientos: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricia, maldades, fraudes, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre “(Mc 7, 20-23).

El punto de partida sigue siendo siempre el corazón del hombre, sus relaciones, sus apegos. Nunca vigilaremos lo suficiente ese abismo donde la persona está expuesta a las tentaciones del oportunismo, el engaño y el fraude, que se vuelven más peligrosas por el rechazo de ponerse en discusión. Cuando uno se encierra en la autosuficiencia se llega fácilmente a la autocomplacencia, a la pretensión de convertirte en la norma de todo y de todos. Prueba de ello es una política desviada, doblegada a intereses partidarios y acuerdos poco claros. Se llega entonces a sofocar la llamada de la conciencia, a banalizar el mal, a confundir la verdad con el engaño y a aprovecharse del papel de responsabilidad pública que se desempeña.

La política auténtica, esa que reconocemos como una forma eminente de caridad, obra en cambio para asegurar un futuro de esperanza y promover la dignidad de cada uno. Precisamente por esto siente la lucha contra las mafias como una prioridad, puesto que ellas roban el bien común, arrebatando esperanza y dignidad a las personas.

Para ese fin, se hace decisivo oponerse absolutamente al grave problema de la corrupción, que despreciando el interés general, representa el terreno fértil en el que las mafias se arraigan y desarrollan. La corrupción siempre encuentra la manera de justificarse, presentándose como la condición “normal”, la solución del que es “listo”, el camino que se puede recorrer para lograr los objetivos propios. Tiene una naturaleza contagiosa y parasitaria, porque no se nutre de lo que bueno que se produce, sino de lo que se substrae y se roba. Es una raíz venenosa que altera la competencia sana y aleja las inversiones. En el fondo, la corrupción es un habitus construido sobre la idolatría del dinero y la mercantilización de la dignidad humana por lo que se debe combatir con medidas no menos incisivas de los previstos en la lucha contra las mafias.

Luchar contra las mafias no significa solamente reprimir. También significa sanear, transformar, construir, y esto comporta un compromiso en dos niveles. El primero es el político, a través de una mayor justicia social, porque para las mafias es fácil proponerse como sistema alternativo en un territorio donde faltan los derechos y las oportunidades: el trabajo, la vivienda, la educación y la asistencia sanitaria.

El segundo nivel de compromiso es el económico, a través de la corrección o supresión de aquellos mecanismos que generan en todas partes la desigualdad y la pobreza. Hoy ya no podemos hablar de luchar contra las mafias sin plantear el enorme problema de una finanza que soberanea sobre las reglas democráticas a través de la cual las organizaciones criminales invierten y multiplican los ya ingentes beneficios obtenidos con sus tráficos: drogas, armas, trata de personas, eliminación de residuos tóxicos, condicionamiento de las contratas para las grandes obras, juego de azar, racket.

Este doble nivel, político y económico, presupone otro no menos esencial, es decir, la construcción de una nueva conciencia civil, la única que puede conducir a una verdadera liberación de las mafias. Realmente es necesario educar y educarse en una vigilancia constante sobre uno mismo y el contexto en que se vive, mejorando la percepción más precisa de los fenómenos de corrupción y trabajando para un nuevo modo de ser ciudadanos, que comprenda el cuidado y la responsabilidad de los demás y del bien común.

Italia debe estar orgullosa de haber puesto en marcha contra la mafia una legislación que involucra al Estado y a los ciudadanos, a las administraciones y a las asociaciones, al mundo secular y al católico y religioso en el sentido más amplio. Los bienes confiscados de las mafias y reconvertidos para un uso social representan, en este sentido, verdaderas escuelas de vida. En tales contextos, los jóvenes estudian, aprenden saberes y responsabilidades, encuentran un trabajo y una realización. En ellos tantas personas ancianas, pobres o desventajadas encuentran acogida, servicio y dignidad.

Por último, no se puede olvidar que la lucha contra las mafias pasa a través de la protección y valorización de los testigos de justicia, personas que se exponen a riesgos graves cuando eligen denunciar la violencia de la que fueron testigos. Se debe encontrar una manera que permite a una persona limpia, pero que pertenece a familias o contextos de la mafia, salir de ellos sin ser objeto de venganzas y represalias. Muchas son las mujeres, especialmente las madres, que tratan de hacerlo, rechazando la lógica criminal y con el deseo de asegurar a sus hijos un futuro mejor. Debemos ser capaces de ayudarlas respetando, indudablemente, los caminos de la justicia, pero también su dignidad de personas que eligen el bien y la vida.

Exhortándoos, queridos hermanos y hermanas, a proseguir con entrega y sentido del deber la tarea que se les ha confiado por el bien de todos, invoco sobre vosotros la bendición de Dios . Que los conforte la certeza de estar acompañados por aquel que es rico en misericordia.; y la certidumbre de que Él no soporta ni violencias ni abusos los haga incansables operadores de justicia. Gracias.»

 

 

21/09/2017-17:04
Rosa Die Alcolea

Vaticano y Liga Musulmana Mundial contra el fundamentalismo

(ZENIT – 21 Sept. 2017).- El papa Francisco recibió ayer en el Vaticano al Dr. Muhammad al-Issa, Secretario General de la Liga Musulmana Mundial (WML), acompañado por una delegación.

Hoy se celebró una reunión informal en las oficinas del Pontificio Consejo de Diálogo Interreligioso entre el Cardenal Jean-Louis Tauran, Presidente del Dicasterio y los mencionados invitados, durante la cual se reiteró que: la religión y la violencia son incompatibles; las religiones tienen recursos morales capaces de contribuir a la fraternidad y a la paz; el fenómeno del fundamentalismo, en particular cuando es violento, es preocupante y se requieren esfuerzos conjuntos para contrarrestarlo.

Además, existen situaciones en las que la libertad de conciencia y de religión no se respetan plenamente ni se protegen, por lo que es urgente remediar esto, renovando el “discurso religioso” y revisando libros escolares.

En esta línea habló el papa Francisco en su discurso pronunciado en la Universidad de Al-Azhar, en El Cairo, Egipto, en abril de este año: “La violencia, de hecho, es la negación de toda auténtica religiosidad” y también señaló que “Juntos afirmamos la incompatibilidad entre la fe y la violencia, entre creer y odiar”.

Las partes acordaron volver a encontrarse próximamente en un comité mixto permanente.

 

 

21/09/2017-11:40
Redacción

La Santa Sede firma el Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares

(ZENIT – 21 Sept. 2017).- Mons. Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados, ha firmado por la Santa Sede, también en nombre y por cuenta del Estado de la Ciudad del Vaticano, el Tratado sobre la prohibición de las armas nucleares.

La firma tuvo lugar ayer, 20 de septiembre de 2017, en Nueva York, en el curso de la ceremonia de alto nivel para la apertura de la firma del Tratado. Contextualmente, Mons. Gallagher ha entregado el instrumento de ratificación.

Este tratado fue adoptado el 7 de julio de 2017, al final de la Conferencia de las Naciones Unidas para negociar un instrumento legalmente vinculante para prohibir las armas nucleares.

Según el artículo 15, párrafo 1, del Tratado, el mismo entrará en vigor para la Santa Sede y para el Estado de la Ciudad del Vaticano 90 días después del depósito del quincuagésimo instrumento de ratificación, aceptación, aprobación o adhesión.

 

 

21/09/2017-15:39
Sergio Mora

Bolivia: entronizan a la Virgen de Copacabana en los Jardines Vaticanos

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 21 Sept. 2017).- El cardenal Giuseppe Bertello, gobernador del Vaticano, con la presencia de la Conferencia Episcopal de Bolivia y del cuerpo diplomático ante la Santa Sede, entroniza este viernes una imagen de la patrona de Bolivia, la Virgen de Copacabana, en los Jardines del Vaticano.

El embajador de Bolivia ante la Santa Sede, Julio Cesar Caballero, le indicó a ZENIT, su satisfacción por la profunda significación espiritual que tiene la “mamita de Copacabana” para su país, “que la venera con diversas expresiones de fe” lo que además “demuestra la riqueza cultural del sincretismo religioso”.

Una iniciativa de la representación diplomática ante el Vaticano que se realiza con la participación de los obispos en visita ‘ad limina’ a Roma y el Vaticano.

El embajador Caballero explicó que “la imagen de la Virgen de Copacabana es una hermosa obra de arte sacro que estará en los jardines vaticanos, primorosamente elaborada en la antigua técnica del mosaico italiano, enmarcada en mármol con detalles que evocan a su santuario en la población de Copacabana-Bolivia a las orillas del lago Titicaca, el más alto del mundo”.

Su historia –dijo el embajador– se remonta a los tiempos de la colonia española cuando en territorios del Alto Perú, los monjes dominicos encargaron el tallado en madera de la virgen de la Candelaria”.

“Fue así que Francisco Tito Yupanqui, el indígena aimara que luego sería reconocido como siervo de Dios en proceso de beatificación, talló en madera la imagen de la Virgen María, con rostro moreno y ornamentos que realzan su origen”.

“Esta imagen con la advocación mariana fue nombrada como Virgen de Copacabana cuyo altar se encuentra en el municipio del mismo nombre en el departamento de La Paz. Es una expresión de fe del pueblo boliviano que la reconoce como patrona de Bolivia”.

 

 

21/09/2017-08:00
Felipe Arizmendi Esquivel

Mons. Arizmendi: Traducciones bíblicas y litúrgicas a los idiomas indígenas

NUEVA LEY SOBRE TRADUCCIONES LITÚRGICAS

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas

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Hace más de diez años, las comisiones episcopales de Liturgia, Biblia, Doctrina de la Fe, Cultura y Pastoral Indígena, de nuestra Conferencia Episcopal, revisaron las traducciones de la Misa a los idiomas indígenas tseltal y tsotsil de nuestra diócesis. Estuvieron con nosotros en dos ocasiones, tres días cada vez, para analizar los textos, juntamente con nuestros traductores, sacerdotes, diáconos, religiosas, catequistas y otros fieles laicos, que por años las habían realizado, consultándolas siempre con las comunidades. Preguntaban el por qué de una palabra, de un giro, de una circunlocución, de un símbolo. Hicieron las observaciones y correcciones que consideraban oportunas. Después, se presentaron las traducciones al pleno de la Conferencia Episcopal, que en forma unánime les dio su aprobación. Se mandaron a Roma, a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, para solicitar el respectivo reconocimiento, la recognitio, que en la práctica era la aprobación final y decisiva, como si lo hecho por la Conferencia Episcopal no fuera digno de confianza. Allá nos han presentado dudas y objeciones, que hemos tratado de explicar, conforme a la cultura local. Desconociendo lo propio de la cultura indígena local, es muy difícil que se comprendan otros lenguajes, algunas palabras y ciertos giros, que dicen lo mismo, pero con otras formas y expresiones. Desde luego que hemos procurado ser siempre fieles a la fe católica y a la liturgia universal de la Iglesia.

Ante tanta tardanza y resistencia en concedernos la recognitio, a pesar de visitas y diálogos que hemos tenido, acudimos directamente al Papa Francisco. Nos dijo que esta práctica debía cambiar, pues es imposible que en Roma se conozcan todas las culturas; no pueden definir allá lo que no se conoce. Desde hace más de tres años, nos dijo que serían las Conferencias Episcopales de cada país las que deberían aprobar estos textos, siempre en comunión con la Sede Apostólica, pues no se puede tener una auténtica liturgia católica sin esta comunión eclesial.

Lo mismo nos pasó con la traducción náhuatl de la Misa. Se hizo la traducción con el trabajo arduo de más de cuarenta traductores de las casi 20 diócesis del país donde se habla este idioma. El proceso fue acompañado por las mismas cinco comisiones de la Conferencia Episcopal, para cuidar la fidelidad litúrgica, bíblica, teológica y cultural. Fue aprobada por la asamblea episcopal y enviada a Roma. Desde allá, han objetado unas palabras en náhuatl que, fuera del contexto cultural, no se comprenden rectamente; pero aquí, no presentan ningún problema doctrinal o pastoral.

Este largo proceso y la tardanza en aprobar estas traducciones, llegó a causarnos desalientos, cansancios, resistencias. Sin embargo, la promesa del Papa y su visita a Chiapas nos alentó mucho.

 

PENSAR

Por fin, el 3 de septiembre de este año, se publicó el cambio esperado, por orden precisa del Papa Francisco. Se modificaron dos parágrafos del canon 838 del Código de Derecho Canónico.

El parágrafo 2 indica que a la Sede Apostólica corresponde, entre otras cosas, dar la recognitio, que es como la aprobación final, a las adaptaciones que hayan aprobado las Conferencias Episcopales, para cuidar la fidelidad a la fe y a la sana tradición de la Iglesia. Esto es correcto y adecuado, pues se trata no de traducciones, sino de adapataciones, como cambiar unos símbolos por otros, unos ritos por otros, y esto es muy delicado. De todos modos, son las Conferencias Episcopales las que aprueban estas adaptaciones; pero su aprobación no es la definitiva, sino la de Roma.

El cambio más importante está en el parágrafo 3. Lo transcribo en latín: § 3. Ad Episcoporum Conferentias spectat versiones librorum liturgicorum in linguas vernaculas fideliter et convenienter intra limites definitos accommodatas parare et approbare atque libros liturgicos, pro regionibus ad quas pertinent, post confirmationem Apostolicae Sedis, edere.

En lo esencial, dice que a las Conferencias Episcopales corresponde no solo preparar las traducciones y luego enviarlas a Roma para su reconocimiento o aprobación final, como se decía antes en el mismo canon, sino que les compete aprobar dichas traducciones. A Roma, por tanto, solo le toca confirmar lo aprobado por los obispos de un país, y esto solo para la edición de los libros litúrgicos. ¿Qué es confirmar? No es la recognitio de antes; no es revisar texto por texto, como lo hacían hasta ahora. Es, a mi entender, comprobar que el proceso seguido por los obispos es correcto, pues no todas las Conferencias tienen los recursos humanos para hacer una aprobación confiable. Sería absurdo que allá quisieran volver a hacer la revision palabra por palabra. Entiendo que les toca solo confirmar que lo hecho por obispos ha sido conforme a la fe y a las normas de la Iglesia. Este es un cambio muy notable, que los pueblos originarios agradecen de corazón.

 

ACTUAR

Animamos a los obispos y demás agentes de pastoral de otras regiones del país, y de otras naciones, para que dediquen tiempo, personal y recursos, que hagan las traducciones bíblicas y litúrgicas a los idiomas indígenas, pues es un derecho que ellos tienen de escuchar la Palabra de Dios y de celebrar la liturgia en su propio idioma.

 

 

21/09/2017-07:13
Isabel Orellana Vilches

San Ignacio de Santhià Belvisotti, 22 de septiembre

“Este humilde capuchino que tuvo la gracia de atraer a incontables personas a la fe, ha sido considerado el padre de los pecadores y de los desesperados, cazador y refugio de pillos y truhanes”

Cuando a sus 30 años llamó a las puertas del convento de los capuchinos en Turín ya se había consagrado como excelente predicador de ejercicios y misiones con los jesuitas de Vercelli. Siendo párroco de Casanova Elvo, y preceptor de la insigne familia de los Avogadro de Vercelli, hasta había renunciado a una canonjía en Santhià, y no quería seguir cumpliendo su voluntad, sino la de Dios. Por eso, ante el provincial se postró de rodillas diciendo: «Padre, en todo aquello que he hecho hasta ahora tengo la sensación de haber practicado siempre mi voluntad. Una voz interior me está repitiendo que para servir de verdad al Señor debo cumplir su voluntad, debo estar sujeto a la obediencia». Esa era la clave, y puso todo su empeño en cumplirla con total fidelidad y alegría durante cincuenta y cuatro años, llevando su vivencia más allá de lo que se le encomendó explícitamente.

Lorenzo Maurizio, que era su nombre de pila, nació en Santhià, Italia, el 5 de junio de 1686. Pertenecía a una acomodada familia y era el cuarto de siete hermanos. Al morir su padre cuando tenía 7 años, recibió instrucción de manos de un sacerdote que influyó en su vocación sacerdotal. Fue seminarista en su ciudad natal, y completó estudios en Vercelli. Recibió la ordenación en 1710. Tras cinco años de ejercicio pastoral, ingresó con los capuchinos de Chieri, Turín, en medio de la incomprensión de parientes y feligreses. Allí tomo el nombre de Ignacio de Santhià. Lo destinaron sucesivamente a distintos lugares, entre otros, Saluzzo, Chieri, Mondoví, Ivrea, Turín... desempeñando diferentes misiones. Fue prefecto de sacristía, director de acólitos, vicario y maestro de novicios, capellán militar y confesor. Siempre se le vio centrado en la oración, a la que dedicaba muchas horas diarias adorando al Santísimo Sacramento, con un espíritu de servicio y disponibilidad admirables; constituía un auténtico descanso para sus superiores.

Los religiosos de las comunidades por las que pasó, y las gentes de las localidades en las que vivió y sus aledaños, reconocían en él al auténtico discípulo de Cristo: sereno, prudente, acogiendo con gozo toda misión, incluida la limosna, abierto a escuchar las cuitas ajenas dentro y fuera del convento, tanto en confesión como en otras circunstancias elegidas por las personas que acudían a él. Se le ha llamado «el padre de los pecadores y de los desesperados» porque abría sus brazos a cualquiera sin distinción, con piedad, caridad y misericordia, sin juzgar la gravedad de sus acciones: todo lo que había aprendido orando ante el crucifijo. Como maestro de novicios y director espiritual no tenía precio. Con ternura, comprensión y rigor, sabiamente dosificado, guiaba a los aspirantes por el auténtico sendero de la santidad, incidiendo en la necesidad de la obediencia: «¡Obediencia! ¡Obediencia! ¿Qué cosa más grata podemos ofrecer a Dios que nuestra obediencia?». Podían acudir a él siempre que lo necesitaran; todos sabían que él les estaría esperando fuese de día o de noche. « El paraíso –afirmaba– no ha sido creado para los apoltronados; por tanto, empeñémonos. Desdice de quien ha optado por una regla austera, una excesiva preocupación por huir de los padecimientos, siendo así que el sufrimiento es propio del seguimiento de Jesús. Si el Sumo Pontífice de Roma nos obsequiara con un pedacito de la Santa Cruz, nos sentiríamos muy honrados por semejante deferencia, y la recibiríamos con suma reverencia y devoción. Pues bien, Cristo Jesús, Sumo Pontífice, nos envía desde el cielo una parte de su cruz mediante los sufrimientos. Llevémosla con amor y soportémosla con paciencia, agradecidos por semejante favor».

Tenía la firme convicción de que la autoridad moral es la que verdaderamente conmueve, y siempre iba delante en la vivencia de las virtudes que proponía para ser ejercitadas. Humildemente rogó a los novicios que no tuvieran reparos en hacerle ver las faltas que pudiera cometer. Si en su aclamada predicación, al hablar con rigor evangélico, alguien pudo interpretar que aludía a sus superiores, enseguida dejaba bien claro quien alumbraba sus intenciones: «Yo hablo de todos y de ninguno, y cuanto digo lo he leído previamente en el crucifijo». Recibió diversos dones, entre otros, el de milagros; uno de ellos fue «rescatar» de la ceguera física al novicio Bernardino da Vezza, habiéndose ofrecido a Dios para asumir la enfermedad que, tal como rogó, le afectó a él. Mejoró con tratamientos, pero nunca recuperó la visión al cien por cien. Abnegado, heroico en su quehacer, a tenor de esta entrega a la que no dio importancia, con gran humildad y sencillez solía decir: «alguien tiene que llevar la cruz». Después, el agraciado por su generosa donación fue misionero en el Congo.

En 1744 durante la guerra contra los ejércitos franco-españoles actuó como capellán de las tropas del rey Carlos Emanuel III, en el Piamonte, dando ejemplo durante dos años de caridad con los enfermos, heridos y presos de enfermedades contagiosas. Al finalizar la contienda, volvió a Turín, al convento del Monte, donde pasó los últimos veinticinco años de su vida predicando, impartiendo ejercicios espirituales, explicando la doctrina, animando y confesando. Hacía décadas que se había convertido en un afamado director espiritual, al que lo mismo acudía la nobleza (miembros de la casa de Saboya), destacados prelados y sacerdotes, como el pueblo llano en el cual prevalecía su fama de santidad. Todos le tenían en alta estima. Un marqués que conocía bien la gracia que le acompañaba para atraer a la Iglesia a los alejados de ella aludía a él entrañablemente considerándole «cazador y refugio de pillos y truhanes». Murió el 22 de septiembre de 1770. Pablo VI lo beatificó el 17 de abril de 1966. Juan Pablo II lo canonizó el 19 de mayo de 2002.