Servicio diario - 28 de octubre de 2018


 

Carta a los jóvenes de los padres sinodales: "Sois el presente, sed el futuro más luminoso"
Rosa Die Alcolea

Misa de clausura del Sínodo: "Escuchar, hacerse prójimo y testimoniar"
Rosa Die Alcolea

Ángelus: "El Sínodo de los jóvenes fue una buena cosecha y promete un buen vino"
Rosa Die Alcolea

Ángelus: Cercanía del Papa con la comunidad judía de Pittsburgh, tras el atentado
Rosa Die Alcolea

Padre sinodal de Perú: "A las personas no se les debe bajar las exigencias de la fe cristiana"
José Antonio Varela Vidal

San Gaetano Errico, 29 de octubre
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

28/10/2018-13:30
Rosa Die Alcolea

Carta a los jóvenes de los padres sinodales: "Sois el presente, sed el futuro más luminoso"

(ZENIT – 28 oct. 2018).- “La Iglesia y el mundo tienen necesidad urgente de vuestro entusiasmo” ha dicho a los jóvenes el Cardenal Baldisseri, quien ha leído la carta a los jóvenes al término de la Misa de clausura del Sínodo, celebrada esta mañana, 28 de octubre de 2018, en la Basílica de San Pedro.

El Santo Padre ha abrazado y ha agradecido la participación a varios jóvenes que han subido el altar, en representación de los 34 jóvenes que han trabajado en esta XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, presentes en la Eucaristía.

En la carta, los padres sinodales y participantes en el Sínodo, dicen a los jóvenes: “Queremos ayudaros en vuestras alegrías para que vuestras esperanzas se transformen en ideales” y alientan: “La Iglesia es vuestra madre, no os abandona y está dispuesta a acompañaros por caminos nuevos, por las alturas donde el viento del Espíritu sopla con más fuerza”.

El Cardenal Lorenzo Baldisseri es el Secretario General de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, celebrado del 3 al 28 de octubre en el Vaticano.

Este XXX Domingo del Tiempo Ordinario se ha clausurado el tercer Sínodo convocado por el Papa Francisco, y fruto de ellos, se ha elaborado un documento final para seguir trabajando y rezando por los jóvenes, explicó el Santo Padre.

Sin embargo, el Santo Padre advirtió de que “el resultado del Sínodo no es un documento”. Francisco aseguró que “ahora el Espíritu nos entrega a nosotros el documento para que trabaje en nuestros corazones, somos nosotros los destinatarios del documento”.

La carta ha sido escrita por 8 participantes en el Sínodo: 4 padres sinodales (procedentes de distintos continentes), 2 jóvenes auditoras, un invitado especial y un experto.

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Carta de los padres sinodales a los jóvenes

Nos dirigimos a vosotros, jóvenes del mundo, nosotros como padres sinodales, con una palabra de esperanza, de confianza, de consuelo. En estos días hemos estado reunidos para escuchar la voz de Jesús, “el Cristo eternamente joven” y reconocer en Él vuestras muchas voces, vuestros gritos de alegría, los lamentos, los silencios.

Conocemos vuestras búsquedas interiores, vuestras alegrías y esperanzas, los dolores y las angustias que os inquietan. Deseamos que ahora podáis escuchar una palabra nuestra: queremos ayudaros en vuestras alegrías para que vuestras esperanzas se transformen en ideales. Estamos seguro que estáis dispuestos a entregaros con vuestras ganas de vivir para que vuestros sueños se hagan realidad en vuestra existencia y en la historia humana.

Que nuestras debilidades no os desanimen, que la fragilidad y los pecados no sean la causa de perder vuestra confianza. La Iglesia es vuestra madre, no os abandona y está dispuesta a acompañaros por caminos nuevos, por las alturas donde el viento del Espíritu sopla con más fuerza, haciendo desaparecer las nieblas de la indiferencia, de la superficialidad, del desánimo.

Cuando el mundo, que Dios ha amado tanto hasta darle a su Hijo Jesús, se fija en las cosas, en el éxito inmediato, en el placer y aplasta a los más débiles, vosotros debéis ayudarle a levantar la mirada hacia el amor, la belleza, la verdad, la justicia.

Durante un mes hemos caminado juntamente con algunos de vosotros y con muchos otros unidos por la oración y el afecto. Deseamos continuar ahora el camino en cada lugar de la tierra donde el Señor Jesús nos envía como discípulos misioneros.

La Iglesia y el mundo tienen necesidad urgente de vuestro entusiasmo. Haceos compañeros de camino de los más débiles, de los pobres, de los heridos por la vida.

Sois el presente, sed el futuro más luminoso.

 

 

 

28/10/2018-10:02
Rosa Die Alcolea

Misa de clausura del Sínodo: "Escuchar, hacerse prójimo y testimoniar"

(ZENIT – 28 oct. 2018).- El Santo Padre Francisco ha expuesto 3 pasos fundamentales para el camino de la fe: “escuchar, hacerse prójimo y testimoniar”, en la homilía de la Misa de clausura del Sínodo de los Obispos, sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional.

Así, el Santo Padre ha comentado el pasaje de San Marcos sobre el ministerio itinerante de Jesús, quien poco después entrará en Jerusalén para morir y resucitar, siendo Bartimeo el último que sigue a Jesús en el camino. “Nosotros también hemos caminado juntos, hemos ‘hecho sínodo’ “, ha señalado el Papa.

 

Escuchar

El primer paso para facilitar el camino de la fe es escuchar, ha indicado Francisco:¡Qué importante es para nosotros escuchar la vida! Los hijos del Padre celestial escuchan a sus hermanos: no las murmuraciones inútiles, sino las necesidades del prójimo. Escuchar con amor, con paciencia, como hace Dios con nosotros”.

En este contexto, el Papa ha dicho a los jóvenes, “en nombre de todos nosotros, adultos: disculpadnos si a menudo no os hemos escuchado; si, en lugar de abrir vuestro corazón, os hemos llenado los oídos”.

 

Hacerse prójimo

El hacerse prójimo es el segundo aspecto que propone el Pontífice para acompañar en el camino de la fe. “Miramos a Jesús –ha predicado– que no delega en alguien de la «multitud» que lo seguía, sino que se encuentra con Bartimeo en persona. Le dice: «¿Qué quieres que haga por ti?»”.

“Estamos llamados a realizar la obra de Dios al modo de Dios, en la proximidad: unidos a él, en comunión entre nosotros, cercanos a nuestros hermanos”, ha exhortado el Santo Padre. “Proximidad: aquí está el secreto para transmitir el corazón de la fe, no un aspecto secundario”.

Hacerse prójimos es “llevar la novedad de Dios a la vida del hermano, es el antídoto contra la tentación de las recetas preparadas”. Así, “cuando por amor a él también nosotros nos hacemos prójimos, nos convertimos en portadores de nueva vida“, sin ser “maestros de todos ni expertos de lo sagrado”, sino en “testigos del amor que salva”.

 

Testimoniar

“No es cristiano esperar que los hermanos que están en busca llamen a nuestras puertas”, advierte Francisco; “tendremos que ir donde están ellos, no llevándonos a nosotros mismos, sino a Jesús”.

El Santo Padre hace un llamamiento: Él nos envía a decirles a todos: “Dios te pide que te dejes amar por él”. “Él nos envía, como a aquellos discípulos, para animar y levantar en su nombre”.

RD

Aquí pueden leer la homilía completa del Papa Francisco:

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Homilía del Papa Francisco

El episodio que hemos escuchado es el último que narra el evangelista Marcos sobre el ministerio itinerante de Jesús, quien poco después entrará en Jerusalén para morir y resucitar. Bartimeo es, por lo tanto, el último que sigue a Jesús en el camino: de ser un mendigo al borde de la vía en Jericó, se convierte en un discípulo que va con los demás a Jerusalén. Nosotros también hemos caminado juntos, hemos “hecho sínodo” y ahora este evangelio sella tres pasos fundamentales para el camino de la fe.

En primer lugar, nos fijamos en Bartimeo: su nombre significa “hijo de Timeo”. Y el texto lo especifica: «El hijo de Timeo, Bartimeo» (Mc 10,46). Pero, mientras el Evangelio lo reafirma, surge una paradoja: el padre está ausente. Bartimeo yace solo junto al camino, lejos de casa y sin un padre: no es alguien amado sino abandonado. Es ciego y no tiene quien lo escuche. Cuando quería hablar, le hacen callar. Jesús escucha su grito. Y cuando lo encuentra le deja hablar. No era difícil adivinar lo que Bartimeo le habría pedido: es evidente que un ciego lo que quiere es tener o recuperar su vista. Pero Jesús no es expeditivo, da tiempo a la escucha. Este es el primer paso para facilitar el camino de la fe: escuchar. Es el apostolado del oído: escuchar, antes de hablar.

Por el contrario, muchos de los que estaban con Jesús imprecaban a Bartimeo para que se callara (cf. v. 48). Para estos discípulos, el necesitado era una molestia en el camino, un imprevisto en el programa. Preferían sus tiempos a los del Maestro, sus palabras en lugar de escuchar a los demás: seguían a Jesús, pero lo que tenían en mente eran sus propios planes. Es un peligro del que tenemos que prevenirnos siempre. Para Jesús, en cambio, el grito del que pide ayuda no es algo molesto que dificulta el camino, sino una pregunta vital. ¡Qué importante es para nosotros escuchar la vida! Los hijos del Padre celestial escuchan a sus hermanos: no las murmuraciones inútiles, sino las necesidades del prójimo. Escuchar con amor, con paciencia, como hace Dios con nosotros, con nuestras oraciones a menudo repetitivas. Dios nunca se cansa, siempre se alegra cuando lo buscamos. Pidamos también nosotros la gracia de un corazón dócil para escuchar. Me gustaría decirles a los jóvenes, en nombre de todos nosotros, adultos: disculpadnos si a menudo no os hemos escuchado; si, en lugar de abrir vuestro corazón, os hemos llenado los oídos. Como Iglesia de Jesús deseamos escucharos con amor, seguros de dos cosas: que vuestra vida es preciosa ante Dios, porque Dios es joven y ama a los jóvenes; y que vuestra vida también es preciosa para nosotros, más aún, es necesaria para seguir adelante.

Después de la escucha, un segundo paso para acompañar el camino de fe: hacerse prójimos. Miramos a Jesús, que no delega en alguien de la «multitud» que lo seguía, sino que se encuentra con Bartimeo en persona. Le dice: «¿Qué quieres que haga por ti?» (v. 51). Qué quieres: Jesús se identifica con Bartimeo, no prescinde de sus expectativas; que yo haga: hacer, no solo hablar; por ti: no de acuerdo con ideas preestablecidas para cualquiera, sino para ti, en tu situación. Así lo hace Dios, implicándose en primera persona con un amor de predilección por cada uno. Ya en su modo de actuar transmite su mensaje: así la fe brota en la vida.

La fe pasa por la vida. Cuando la fe se concentra exclusivamente en las formulaciones doctrinales, se corre el riesgo de hablar solo a la cabeza, sin tocar el corazón. Y cuando se concentra solo en el hacer, corre el riesgo de convertirse en moralismo y de reducirse a lo social. La fe, en cambio, es vida: es vivir el amor de Dios que ha cambiado nuestra existencia. No podemos ser doctrinalistas o activistas; estamos llamados a realizar la obra de Dios al modo de Dios, en la proximidad: unidos a él, en comunión entre nosotros, cercanos a nuestros hermanos. Proximidad: aquí está el secreto para transmitir el corazón de la fe, no un aspecto secundario.

Hacerse prójimos es llevar la novedad de Dios a la vida del hermano, es el antídoto contra la tentación de las recetas preparadas. Preguntémonos si somos cristianos capaces de ser prójimos, de salir de nuestros círculos para abrazar a los que “no son de los nuestros” y que Dios busca ardientemente. Siempre existe esa tentación que se repite tantas veces en las Escrituras: lavarse las manos. Es lo que hace la multitud en el Evangelio de hoy, es lo que hizo Caín con Abel, es lo que hará Pilato con Jesús: lavarse las manos. Nosotros, en cambio, queremos imitar a Jesús, e igual que él ensuciarnos las manos. Él, el camino (cf. Jn 14,6), por Bartimeo se ha detenido en el camino. Él, la luz del mundo (cf. Jn 9,5), se ha inclinado sobre un ciego. Reconozcamos que el Señor se ha ensuciado las manos por cada uno de nosotros, y miremos la cruz y recomencemos desde allí, del recordarnos que Dios se hizo mi prójimo en el pecado y la muerte. Se hizo mi prójimo: todo viene de allí. Y cuando por amor a él también nosotros nos hacemos prójimos, nos convertimos en portadores de nueva vida: no en maestros de todos, no en expertos de lo sagrado, sino en testigos del amor que salva.

Testimoniar es el tercer paso. Fijémonos en los discípulos que llaman a Bartimeo: no van a él, que mendigaba, con una moneda tranquilizadora o a dispensar consejos; van en el nombre de Jesús. De hecho, le dirigen solo tres palabras, todas de Jesús: «Ánimo, levántate, que te llama» (v. 49). En el resto del Evangelio, solo Jesús dice ánimo, porque solo él resucita el corazón. Solo Jesús dice en el Evangelio levántate, para sanar el espíritu y el cuerpo. Solo Jesús llama, cambiando la vida del que lo sigue, levantando al que está por el suelo, llevando la luz de Dios en la oscuridad de la vida. Muchos hijos, muchos jóvenes, como Bartimeo, buscan una luz en la vida. Buscan un amor verdadero. Y al igual que Bartimeo que, a pesar de la multitud, invoca solo a Jesús, también ellos invocan la vida, pero a menudo solo encuentran promesas falsas y unos pocos que se interesan de verdad por ellos.

No es cristiano esperar que los hermanos que están en busca llamen a nuestras puertas; tendremos que ir donde están ellos, no llevándonos a nosotros mismos, sino a Jesús. Él nos envía, como a aquellos discípulos, para animar y levantar en su nombre. Él nos envía a decirles a todos: “Dios te pide que te dejes amar por él”. Cuántas veces, en lugar de este mensaje liberador de salvación, nos hemos llevado a nosotros mismos, nuestras “recetas”, nuestras “etiquetas” en la Iglesia. Cuántas veces, en vez de hacer nuestras las palabras del Señor, hemos hecho pasar nuestras ideas por palabra suya. Cuántas veces la gente siente más el peso de nuestras instituciones que la presencia amiga de Jesús. Entonces pasamos por una ONG, por una organización paraestatal, no por la comunidad de los salvados que viven la alegría del Señor.

Escuchar, hacerse prójimos, testimoniar. El camino de fe termina en el Evangelio de una manera hermosa y sorprendente, con Jesús que dice: «Anda, tu fe te ha salvado» (v. 52). Y, sin embargo, Bartimeo no hizo profesiones de fe, no hizo ninguna obra; solo pidió compasión. Sentirse necesitados de salvación es el comienzo de la fe. Es el camino más directo para encontrar a Jesús. La fe que salvó a Bartimeo no estaba en la claridad de sus ideas sobre Dios, sino en buscarlo, en querer encontrarlo. La fe es una cuestión de encuentro, no de teoría. En el encuentro Jesús pasa, en el encuentro palpita el corazón de la Iglesia. Entonces, lo que será eficaz es nuestro testimonio de vida, no nuestros sermones.

Y a todos vosotros que habéis participado en este “caminar juntos”, os agradezco vuestro testimonio. Hemos trabajado en comunión y con franqueza, con el deseo de servir a Dios y a su pueblo. Que el Señor bendiga nuestros pasos, para que podamos escuchar a los jóvenes, hacernos prójimos suyos y testimoniarles la alegría de nuestra vida: Jesús.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

28/10/2018-14:40
Rosa Die Alcolea

Ángelus: "El Sínodo de los jóvenes fue una buena cosecha y promete un buen vino"

(ZENIT – 28 oct. 2018).- “El Sínodo de los jóvenes fue una buena cosecha y promete un buen vino”, ha anunciado el Papa antes del rezo del Ángelus. “Los frutos de este trabajo ya están fermentando, al igual que el jugo de la uva, en las barricas después de la vendimia”.

El Pontífice ha apuntado que el primer fruto de esta Asamblea Sinodal “debería ser precisamente el ejemplo de un método que he intentado seguir desde la fase preparatoria” y ha añadido que más importante que el documento “es la difusión de una forma de ser y de trabajar juntos, jóvenes y ancianos, en la escucha y en el discernimiento, para llegar a opciones pastorales que respondan a la realidad”.

Después de la Misa de clausura del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, el Papa rezó la oración mariana del Ángelus ante 25.000 fieles, en la plaza de San Pedro.

Así, el Obispo de Roma ha contado a los fieles cómo ha sido el trabajo del Sínodo: Sobre como caminar a través de muchos desafíos, como el mundo digital, el fenómeno de la migración, el sentido del cuerpo y de la sexualidad, el drama de la guerra y la violencia.

"La escucha requiere tiempo, atención, apertura de la mente y del corazón", ha asegurado el Santo Padre, y ha expresado, agradecido que el Sínodo "ha sido un tiempo de consuelo y de esperanza, precisamente a través del trabajo exigente y también agotador, fue ante todo un momento de escucha".

RD

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Palabras antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

¡Buenos días! No parece tan bueno, ¿no? Esta mañana, en la Basílica de San Pedro, hemos celebrado la Misa de clausura de la Asamblea del Sínodo de los Obispos, dedicada a los jóvenes. La Primera Lectura del profeta Jeremías fue particularmente adecuada para este momento porque es una palabra de esperanza que Dios da a su pueblo, una palabra de consuelo basada en el hecho de que Dios es padre de su pueblo. Lo ama y lo cuida como a un hijo, abre un horizonte de futuro, un camino viable y transitable, por el cual pueden caminar los ciegos, los cojos, la embarazada y la mujer que da a luz. Es decir, las personas en dificultad.

Porque la esperanza de Dios no es un espejismo, como en ciertos anuncios publicitarios en los que todo el mundo es sano y bello, sino una promesa a personas reales, con buenas y malas partes, potenciales y fragilidades. La promesa de Dios es para gente como nosotros.

Esta Palabra de Dios expresa bien la experiencia que hemos vivido durante la experiencia del Sínodo. Ha sido un tiempo de consuelo y de esperanza, precisamente a través del trabajo exigente y también agotador, fue ante todo un momento de escucha. La escucha requiere tiempo, atención, apertura de la mente y del corazón, pero este compromiso se convertía cada día en consuelo, sobre todo porque teníamos en medio de nosotros la presencia viva y estimulante de los jóvenes con sus historias y contribuciones.

A través de los testimonios de los padres sinodales, la realidad multiforme de las nuevas generaciones ha entrado en el Sínodo, por así decirlo, desde todos los puntos de vista, desde todos los continentes, y desde muchas situaciones humanas y sociales diferentes.

Con esta actitud de escucha hemos tratado de leer la realidad, de captar los signos de nuestro tiempo. Un discernimiento comunitario, hecho a la luz de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo.

Este es uno de los dones más hermosos que el Señor hace a la Iglesia Católica, es decir, reunir voces y rostros de las realidades más variadas y así poder intentar una interpretación que tenga en cuenta la riqueza y complejidad de los fenómenos siempre a la luz del Evangelio.

Así, estos días, hemos discutido sobre como caminar a través de muchos desafíos, como el mundo digital, el fenómeno de la migración, el sentido del cuerpo y de la sexualidad, el drama de la guerra y la violencia. Los frutos de este trabajo ya están fermentando, al igual que el jugo de la uva, en las barricas después de la vendimia. El Sínodo de los jóvenes fue una buena cosecha y promete un buen vino, pero quisiera decir que el primer fruto de esta Asamblea Sinodal debería ser precisamente el ejemplo de un método que he intentado seguir desde la fase preparatoria. Un estilo sinodal que no tiene como objetivo principal la redacción de un documento que también es valioso y útil.

Más importante que el documento, sin embargo, es la difusión de una forma de ser y de trabajar juntos, jóvenes y ancianos, en la escucha y en el discernimiento, para llegar a opciones pastorales que respondan a la realidad. Por ello, invocamos la intercesión de la Virgen María, a ella que es la Madre de la Iglesia, confiamos la acción de gracias a Dios por el don de esta Asamblea Sinodal, para que Ella nos ayude a llevar adelante todo esto que hemos experimentado, sin miedo, en la vida ordinaria de las comunidades. Que el Espíritu Santo, con su sabia imaginación haga crecer los frutos de nuestro trabajo, para que podamos seguir caminando juntos con los jóvenes de todo el mundo.

 

 

28/10/2018-15:25
Rosa Die Alcolea

Ángelus: Cercanía del Papa con la comunidad judía de Pittsburgh, tras el atentado

(ZENIT — 28 oct. 2018).- Al finalizar la oración mariana del Ángelus, el Pontífice ha expresado su cercanía con la comunidad judía de la ciudad americana de Pittsburgh, golpeada ayer, 27 de octubre de 2018, por un terrible atentado en una sinagoga.

"El Señor les ayude a alejar cualquier maldad de odio de la sociedad, reforzando siempre el censo de la humanidad, y el respeto a la vida", ha indicado el Papa esta mañana, 28 de octubre de 2018, al rezar el Ángelus en la plaza de San Pedro, tras la Misa de clausura del Sínodo de los Obispos, celebrada en la Basílica de San Pedro.

 

2 nuevos beatos en Guatemala

Por otro lado, el Papa ha recordado que ayer fueron beatificados José Tullio Maruzzo, religioso de los Frailes Menores, y Luis Obdulio Arroyo Navarro en Morales, Guatemala, asesinados por odio a la fe en el siglo pasado, durante la persecución contra la Iglesia, comprometida en promover la justicia y la paz. El Santo Padre ha pedido a todos un aplauso por los nuevos beatos.

 

Perú y Venezuela

Asimismo, el Papa ha enviado un felicitado cariñosamente a los peruanos presentes en la plaza de San Pedro, con motivo de la festividad del Cristo de los Milagros, y ha saludado a la comunidad venezolana de Roma, que llevaban la imagen de la Virgen de Chiquinquirá, "la Chinita".

Ofrecemos la transcripción de las palabras del Papa después de rezar el Ángelus, a las 12 horas, en la plaza de San Pedro.

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Palabras del Papa después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Quiero hacer cercano mi deseo a la ciudad de Pittsburgh, en particular a la comunidad judía, que se ha reunido ayer en la sinagoga. Que el Todopoderoso acoja a sus familias y sostenga a los fieles. El Señor les ayude a alejar cualquier maldad de odio de la sociedad, reforzando siempre el censo de la humanidad, y el respeto a la vida, y el valor moral y civil, que es el temor de Dios como padre de todos.

Ayer, en Morales, Guatemala, fueron proclamados el beato José Tullio Maruzzo, religioso de los frailes menores, de Luis Obdulio Arroyo Navarro, asesinados en el odio de la fe en el siglo pasado. Durante la persecución contra la Iglesia, comprometidos con la promoción de la justicia y la paz. Alabemos al Señor y confiemos a su intercesión la Iglesia de Guatemala y a todos los hermanos y hermanas que desgraciadamente hoy, en varias partes del mundo, son perseguidos al ser testigos del Evangelio. Tienen 2 beatos, un aplauso a todos, por favor.

Saludo con afecto a todos los peregrinos venidos de Italia y en particular a los jóvenes, que vienen de Eslovenia, la Fundación Española Centro Académico Romano, y los parroquianos de San Siro Obispo en Canobbio, Suiza. Saludo a los voluntarios del santuario de San Juan XXIII bajo el monte, 60 años después del querido Papa bueno, de Bérgamo, así como los fieles de Cesena y de Thiene y a los ministros hijos en la Acción Católica, de la Diócesis de Padua.

Hoy, 28 de octubre, se celebra la solemnidad del Señor de los Milagros, muy sentida en Lima y todo el Perú. Dirijo un pensamiento especial de agradecimiento a todo el pueblo peruano y a la comunidad peruana que habita en Roma. El domingo pasado estuvieron aquí con la imagen del Cristo de los Milagros, ¡no me había acordado! ¡Muchas felicidades en el día de su fiesta a la comunidad peruana!

Saludo también con afecto a la comunidad venezolana en Italia, reunida con la imagen de la Virgen de Chiquinquirá, “la Chinita”, a todos ustedes les deseo un feliz domingo, y por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

 

 

 

28/10/2018-15:47
José Antonio Varela Vidal

Padre sinodal de Perú: "A las personas no se les debe bajar las exigencias de la fe cristiana"

(ZENIT — 28 oct. 2018).- Terminado el Sínodo de los Obispos sobre la juventud, no solo queda un documento final, una carta a los jóvenes del mundo y vivos recuerdos... Lo más valioso es que quedará como modelo unas semanas de diálogo, de interpelación mutua entre fieles y pastores y sobre todo, la convicción de que en la Iglesia hay aún muchísimo por hacer.

Zenit ofrece a sus lectores una entrevista con el padre sinodal, monseñor Ricardo García García, obispo prelado de Yauyos (Perú). Él llevó a la asamblea su vasta experiencia como presidente de la comisión de pastoral juvenil en su país, y los desafíos en este sector para el país inca.

 

ZENIT: ¿Qué le pareció este Sínodo, donde los jóvenes san participado de lo que se ha llamado la `sinodalidad' de la Iglesia?

Mons. Ricardo García: Ha sido interesante escuchar a los jóvenes que han participado, no solamente ahora en la asamblea, sino cuando se hicieron las preguntas en su momento. Ahora uno se pregunta ¿a qué jóvenes queremos llegar? Yo creo que este Sínodo tiene que plantear una apertura hacia la gran mayoría de muchachos, que lamentablemente no están cerca de la Iglesia. Hay que plantearse temas para recuperar esa fuerza de la juventud, porque la verdad de Dios es la verdad de todo el mundo.

 

ZENIT: Se habló mucho de la `sinodalidad'...

Mons. Ricardo García: La (sinodalidad' me parece importante, porque ha permitido estar, escuchar, no solo desde estos días sino desde atrás. Escuchar, para luego quien tiene que tomar las decisiones, las tome. Recordemos que nuestra Iglesia es jerárquica, y que los sucesores de los apóstoles han estado presentes en este sínodo, asimismo ha habido oyentes que han tenido también la palabra, pero es evidente que la decisión la toman los sucesores de los apóstoles.

 

ZENIT: De los temas que se han tratado, ¿cuál le llamó más la atención?

Mons. Ricardo García: Yo creo que fue el cómo llegar a la juventud, el llegar a los jóvenes para recuperarlos, digamos así. Ha sido constante el tema del acompañamiento a los jóvenes de distintas maneras, sean los sacerdotes, religiosas y también se habló de laicos que estén bien formados. Porque un joven que tiene un poco más de formación que sus amigos cercanos, influye en sus vidas. Otro tema que me atañe particularmente desde América Latina, es la importancia de las escuelas y las universidades, porque así como en nuestro continente, y en África y en Europa, hay muchas escuelas de orientación católica. Por ello, hay un llamado a recuperar ese canal de acompañamiento a los jóvenes, pues los colegios religiosos no siempre han dejado una huella, con todo el fruto que podría ser.

 

ZENIT: Muchos dirigentes, sean políticos como empresariales, salen de los colegios de la Iglesia... ¿Cómo se debería enfocar hoy esa formación del futuro ciudadano?

Mons. Ricardo García: Habría que ahondar primero a través de la doctrina, con un conocimiento más serio, más estructurado sobre la doctrina de la Iglesia católica, y que responda a los temas morales, familiares, asuntos de la vida cotidiana y también aquellos éticos que tengan que ver con la vida social. Un asunto que ha salido en el sínodo, es la importancia de que los muchachos no se queden en un cuarto cerrado que es la Iglesia, o en la parroquia y los movimientos. No, hay que salir, hay que estar en el mundo y ahí ser sal, ser fermento que mueve y que va canalizando, va orientando a la sociedad. Por ello no solamente se debe llenar la cabeza, también hay que llenar el corazón, dar una imagen de cercanía a Jesucristo. Hay que transmitir con entusiasmo lo que hizo nuestro Señor Jesucristo, para enamorarse de Él y estar dispuesto a comprometer su vida. Si uno se entusiasma con eso, también es mucho mayor la posibilidad de que surjan vocaciones, porque encuentras sentido a la existencia.

 

ZENIT: De hecho durante las últimas décadas en América Latina, se ha trabajado mucho con la juventud, Usted mismo ha sido presidente de la comisión de pastoral juvenil en el Perú. ¿Cuál fue el aporte de Latinoamérica para un trabajo práctico con los jóvenes?

Mons. Ricardo García: Yo creo que en América Latina en general, hay como una mayor organización de trabajo con la juventud en ciertas instancias, sea a nivel episcopal, diócesis, movimientos, grupos juveniles. Veo que hay una praxis en el ponerse de acuerdo. Creo que otro aporte es que nuestros jóvenes todavía tienen una reserva importante, que es toda la piedad popular que hay en nuestra tierra. En el Perú, el Papa nos dio un piropo muy hermoso, de que éramos una tierra 'ensantada'. Hay una piedad en la gente, y si digo Perú también digo Ecuador, Bolivia, México, Colombia, en fin, América Latina tiene esta riqueza que con naturalidad uno puede aún expresar su fe sin complejos, sin asustarse ante el qué dirán.

 

ZENIT: Aunque con una formación que la complemente ¿no?

Mons. Ricardo García: La piedad popular es una opción muy válida, pero creo que hay que enriquecerla con mayor formación doctrinal y con un compromiso continuo. Que no sea válido solo la fiesta del santo, con mucho entusiasmo, mucha piedad en ese día, pero al día siguiente me olvido.

 

ZENIT: También se habló en los medios sobre la posibilidad de que la Iglesia pudiera aceptar la homosexualidad. ¿Esto ha sido así? ¿Acaso se puede cambiar algo en este punto?

Mons. Ricardo García: Ha sido un tema que se ha tocado en la asamblea, y el consenso casi general ha sido recordar la educación y las enseñanzas habituales de la Iglesia. La moral no cambia. Lo que sí hace falta es explicar bien las cosas, el ¿por qué? de los asuntos. No basta quedarse en señalar el sexto mandamiento o decir que el noveno dice esto, y se acabó. Ha sido un pedido de la asamblea, para que se mencione expresamente el porqué de las exigencias morales que tiene la fe cristiana. Sobre el tema de la homosexualidad, se ha dicho que hay que acompañar a las personas que tienen esa situación; acompañarlas, no rechazarlas. No es que se esté aceptando una situación moralmente incorrecta. A las personas hay que darles una luz, pues no se trata de bajarles las exigencias de la fe cristiana, sino hacerles ver el porqué de las cosas, y darles fuerza para que salgan adelante.

 

ZENIT: También vemos que se habló de los abusos, y uno de los temas del sínodo era el discernimiento vocacional ¿Cómo mejorar el discernimiento vocacional y la selección de los candidatos al sacerdocio para evitar problemas?

Mons. Ricardo García: En el tema de los abusos, es evidente que el sentir no es igual en todas las partes del mundo. Yo creo que si se pone un termómetro y se va a Estados Unidos, se va a otros sitios de Europa o a Chile, la temperatura es más alta. Pero si nos vamos a otros lugares del mundo, no es un tema que se convierta en "el tema", ni mucho menos. Tampoco generalicemos un asunto que puede ser propio de cada país. Pero junto con eso, diríamos que el discernimiento vocacional no solamente es para ser sacerdote o ser religioso o religiosa, sino que la vocación es más amplia, parte de algo común para todos que es el bautismo. Se habla bastante de las vocaciones laicales, algunos con consagración otros sin consagración, pero hay una vocación laical.

 

ZENIT: ¿Y cómo seleccionar mejor a los candidatos al sacerdocio?

Mons. Ricardo García: Para la selección de los candidatos al sacerdocio, no basta que sea un chico piadoso y punto. Tiene que tener unas condiciones y virtudes humanas que permitan construir lo sobrenatural sobre lo humano. Así se puede construir las virtudes para el trabajo, el orden, la sinceridad, la lealtad, la audacia, la castidad, que es una virtud importante. El desprendimiento también de los bienes, en el sentido de que para muchos jóvenes su ideal es ser un profesional. Me parece muy bien, pero a veces se centra en eso el éxito, pero muchos no se han planteado la posibilidad de entregar su vida a otros asuntos, diríamos así, más trascendentes, y si Dios llama, hay que ir entonces por allí. A algunos Dios les pide más, y uno tiene que estar dispuesto a lo que Dios pida. Pero para llegar a esa situación hay que tener un poco de vida espiritual, un trato con Dios, la gracia de Dios, la acción del Espíritu Santo sobre nosotros.

 

ZENIT: De los temas tratados se ha hablado de algunos descuidos, casi un mea culpaen el trabajo con los jóvenes... ¿Qué se podría corregir a corto plazo?

Mons. Ricardo García: Un tema que ha salido es la falta de disponibilidad de los sacerdotes para atender a los jóvenes, pues a veces tienen muchas cosas, mucho trabajo. No creo que se pueda resolver a corto plazo, pero por lo menos sí es una llamada a la actitud de intentar algo en ese tema. Luego también hubo una llamada a los obispos a que apostemos por la juventud, aunque no solamente pensando en una forma teórica, sino destinando medios, incluso de tipo económicos. Hay que apoyar los encuentros, las actividades, las publicaciones, aunque esto suponga gasto. Luego debemos contar más con los jóvenes en ciertas tareas, decisiones, organización...

 

ZENIT: Y la necesidad de la formación...

Mons. Ricardo García: Hay que formar a los jóvenes para que actúen con libertad, esto es, formarse bien en la mente y el corazón para que ellos tomen sus decisiones a nivel político, laboral o lo que sea, pero con conocimiento de causa. Creo que es muy importante también lo que dije antes, los jóvenes están más allá, están en la universidad, en el café, en el deporte y tantos otros lugares. Y esos también son un sitio para el encuentro con Dios, esto es lo que hay que rescatar.

 

ZENIT: En el Perú ahora mismo hay una problemática fuerte sobre la corrupción que ha llegado a muchos sectores, incluso el Papa lo advirtió al hablar sobre los presidentes con denuncias o presos... ¿Qué se puede hacer para evitar que esto se institucionalice y llegue a ser como una mafia organizada?

Mons. Ricardo García: Creo que los obispos del Perú tienen que hacer un llamado a la responsabilidad, pero con la prudencia de no ponerse en uno u otro partido, o un color u otro color, porque aquí lamentablemente todos tienen rabo de paja, y me refiero a casi todos los políticos. Entonces hay que andar con mucha precaución, porque lo que es una realidad es que hay un enfrentamiento, una venganza de uno a otro, una situación muy desagradable que está desuniendo al país. A corto plazo, hay que llamar a una pacificación, tender puentes, intentar que haya un poco de concordancia en las cosas. Luego a mediano y largo plazo, llamar a la juventud a que se comprometa con las acciones políticas, que son parte del laicado, pues hay una ausencia de políticos que inspiren confianza y transparencia de vida. Una fe que no se manifiesta en lo social, es una fe que está limitada. Debemos animar a los jóvenes para que se involucren en la vida política, bien preparados y muy calificados.

 

 

28/10/2018-15:58
Isabel Orellana Vilches

San Gaetano Errico, 29 de octubre

«Fundador los Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Hombre de la caridad, apóstol de la Palabra y de la confesión. Entre otras obras, erigió una iglesia en su localidad natal dedicada a la Virgen Dolorosa»

Nació en Secondigliano, Italia, el 19 de octubre de 1791. Fue el tercero de los nueve hijos de Pasquale, un modesto industrial de pastas alimenticias, y de la tejedora María Marseglia. Ambos lo educaron en la fe, pero María, mujer de gran caridad, se dedicó a ello de forma singular. La asistencia a misa, las oraciones y piedad por Jesús y María formaban parte de su catequesis. Y surtió efecto. El pequeño Gaetano oraba con devoción ante el Santísimo; le agradaba colaborar en la parroquia. Un día contempló asombrado el brío de aquél virtuoso redentorista que impartía la misión en el pueblo, el padre Rispoli. María lo había conducido ante su presencia para que lo bendijese, como hacían otras madres con sus hijos. El religioso, fijando sus ojos en él, vaticinó:
«Este niño será sacerdote, un gran predicador, se distinguirá por su santidad y realizará una obra en Secondigliano». Ahí quedó la profecía que se cumpliría de forma cabal.

Cuando el muchacho tenía 14 años, aspirando a la consagración, probó suerte con los capuchinos, pero no le acogieron. En el pueblo era conocido y estimado por su diligencia, generosidad, la aplicación que mostraba como estudiante y su capacidad de sacrificio. Tenía 16 años cuando, siguiendo el consejo de su confesor, padre Michelangelo Vitagliano, que nunca dejó de dirigirle espiritualmente, ingresó en el seminario diocesano. Pero no se había olvidado de los redentoristas, y unos meses más tarde, cuando volvieron para realizar otra misión, intentó vincularse a ellos, aunque tampoco lo logró. Dios tenía para él otros planes. Así que siguió adelante, formándose. Tuvo que hacer un esfuerzo ímprobo para cursar estudios, ya que su familia no tenía recursos para costearlos en régimen de internado. Debía caminar 8 km. diarios, que muchas veces a causa de las inclemencias meteorológicas revestían especial dureza. Esa proeza no pasaba desapercibida para los vecinos que veían admirados el ejemplar tesón del muchacho.

Junto a su interés por aprender, afán que saldó con formidable provecho, era solícito en las labores domésticas, solía asistir a misa y recibir la comunión. Además, visitaba a los enfermos del hospital de Incurables de Nápoles llevándoles obsequios que adquiría con sus pequeños ahorros. Ya entonces iba por las calles de la ciudad, crucifijo en mano, animando a los niños a participar en la catequesis. Fue ordenado sacerdote en 1815 en la catedral de Nápoles por el cardenal Ruffo Stilla. Enseguida le encomendaron la misión de maestro comunal que desempeñó en su localidad natal (en la que siempre permaneció) durante casi veinte años de su vida. La simultaneó con el ejercicio pastoral en la parroquia de San Cosme y San Damián donde había sido bautizado, confesando, predicando y asistiendo material y espiritualmente a los enfermos. Era un hombre de intensa oración. Cumplía la máxima de «consumir las rodillas en la oración y... también en el suelo». Hasta se han señalado en el pavimento de su habitación dos huellas —«pocitos»— generados por sus rodillas. Severo en sus penitencias, incluía ayunos, cilicios y disciplinas varias; frecuentemente solía dormir en el suelo. Las gentes le veían desvivirse por ellas, y al verle pasar le aclamaban como santo.

Uno de los lugares que frecuentaba a menudo era la casa de los redentoristas, en Pagani (Salerno). Cada año reservaba unos días para hacer ejercicios allí. Y en 1818, rezando en el coro del convento, se le apareció san Alfonso comunicándole en nombre de Dios que debía fundar una Congregación religiosa. La prueba sería la construcción de una iglesia en su pueblo, dedicada a la Virgen Dolorosa. La noticia tuvo repercusiones opuestas en Secondigliano. Aunque fue acogida con agrado por la mayoría de la población, hubo también ciudadanos que mostraron su intransigencia. Gaetano zanjaba la controversia, diciendo: «La Iglesia se hará, porque es Dios quien la quiere». Y efectivamente, después de haber sufrido por las férreas oposiciones que recibió, y superadas virtuosamente las pruebas que tuvo que afrontar para convencer a las autoridades eclesiásticas de la autenticidad de la misión que le había sido encomendada, el templo fue bendecido el 9 de diciembre de 1830. La talla de madera de la Virgen Dolorosa, obra del escultor napolitano Francesco Verzella, a quien el padre Errico se la encargó, finalmente y después de mucho trabajo (diez u once intentos previos) reflejó el rostro de María que el santo había contemplado en una visión: «¡Así era, Ella es, Ella es!», exclamó al verla.

En otro momento de oración ante el Santísimo, también en Pagani, se le manifestó que la Congregación que había de fundar sería «en honor de los Sagrados Corazones de Jesús y de María». El primer postulante fue el beato Nunzio Sulprizio, que, como se recordó en esta sección de ZENIT al narrar su desgraciada vida, llegó a la Orden con el sueño de consagrarse, aspiración que una muerte prematura le vetó. El santo lo acogió diciendo que no le importaba que estuviese tan enfermo; solamente quería que el primero en entrar en la fundación fuese un santo, como así sucedió. Gaetano fue unánimemente elegido superior general de su obra.

Creó la «Pía Unión de los Santísimos Corazones» y el «Culto Perpetuo al Santísimo Corazón». Defendió la fe luchando contra el jansenismo y las sectas, aunque por ello fue agredido, y amenazado de prisión y de muerte. Siempre atendiendo a los más débiles, se desgastó por Cristo como insigne apóstol de los que nada poseen: ni techo, ni cultura, ni consuelo. Trabajadores, presos, enfermos, etc., fueron el objeto de su misericordia y piedad; a todos condujo al amor del Padre. Fue un predicador excepcional. A lo largo de su vida recibió numerosos dones, entre otros: bilocación, éxtasis y escrutinio del corazón. Murió el 29 de octubre de 1860, dejando este legado: «Ámense mutuamente y sean observantísimos de las Reglas». Juan Pablo II lo beatificó el 14 de abril de 2002. Benedicto XVI lo canonizó el 12 de octubre de 2008.