Servicio diario - 22 de febrero de 2019


 

Reportaje: Exigencia de "rendir cuentas" y llamamiento del Papa a valorar a las mujeres como "la Iglesia"
Deborah Castellano Lubov

Papa Francisco: "Integrar a la mujer como una figura de la Iglesia en nuestro pensamiento"
Rosa Die Alcolea

Protección de menores: La escucha, motivación para actuar
Anita Bourdin

Linda Ghisoni, Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida: "Communio Actuar juntos"
Anita Bourdin

Mons. Salazar Gómez: El clericalismo, la "raíz más profunda" de la crisis actual
Héléne Ginabat

Mons. Scicluna: "Asumir la responsabilidad de procesar los casos de crisis de abusos sexuales y de prevenir los abusos"
Anita Bourdin

Superiores y Superioras Mayores de Religiosos: "Nos sentimos necesitados de conversión"
Rosa Die Alcolea

Víctima de abuso sexual en la Iglesia: "Miramos a nuestros obispos en busca de liderazgo"
Rosa Die Alcolea

"Que los obispos aprendan a escuchar" pide un sacerdote que sufrió abuso
Ana Paula Morales

"La amistad no debería prevalecer aquí, sino la acción" reclama una víctima de abusos
Ana Paula Morales

"Estuve embarazada tres veces, él me hizo abortar tres veces" relata una víctima de abusos
Rosa Die Alcolea

Mons. Solórzano, de Nicaragua: "No solamente la Iglesia, también la comunidad cree que la salida debe ser el diálogo"
Rosa Die Alcolea

Más datos sobre el proceso de fertilización humana
Justo Aznar

Beata Rafaela Ybarra de Villalonga, 23 de febrero
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

22/02/2019-22:30
Deborah Castellano Lubov

Reportaje: Exigencia de "rendir cuentas" y llamamiento del Papa a valorar a las mujeres como "la Iglesia"

(ZENIT – 22 febrero 2019).- En el segundo día del encuentro sin precedentes sobre ‘La Protección de los Menores en la Iglesia’, del 21 al 24 de febrero de 2019, convocado por el Papa Francisco para abordar y combatir la crisis de los abusos sexuales durante décadas en la Iglesia, la rendición de cuentas ha estado a la vanguardia.

Como se esperaba, unos 190 participantes, en su mayoría presidentes de las conferencias nacionales de obispos, debatieron durante la primera jornada sobre el tema de la “responsabilidad”, hoy y mañana el tema de la “transparencia”.

Sin embargo, mientras el día parecía haber concluido con las palabras de los participantes, uno de esos participantes, el Papa Francisco, hizo breves e inesperados comentarios importantes sobre el significado de las mujeres tras el discurso de la laica y abogada canónica que consulta a la Congregación para la Doctrina De la Fe, Dra. Linda Ghisoni. También se desempeña como subsecretaria del Dicasterio del Vaticano para Laicos, Familia y Vida.

 

Una mujer es la “Iglesia”

El Papa subrayó que una mujer no habla a la Iglesia, sino que “es” la Iglesia. El Santo Padre sugirió que hacer que las mujeres participen y hablen no se trata de tener cuidado de mantener a las mujeres involucradas en la Iglesia. También señaló que si bien las mujeres aumentan su participaciónes en la Iglesia es algo bueno, él no estaba hablando sobre eso.

Esencialmente, su punto era: “es el genio femenino que se refleja en la Iglesia, que es mujer”. Los miembros de la Iglesia nacen de la Iglesia, es decir, la madre. Cuando las mujeres hablan, hablan como si la Iglesia misma hablara como una madre.

Este segundo día completo del enuentro comenzó esta mañana con la oración de la mañana. Los dos cardenales que formaban parte del comité organizador del evento, el Cardenal Blase Cupich de Chicago y el Cardenal Oswald Gracias de Mumbai, India, hablaron y sugirieron que cuando haya una conducta cuestionable de los obispos, los mismos obispos deberían vigilarse mutuamente.

Esta tarde, la Dra. Linda Ghisoni habló, marcando la primera de las tres mujeres que intervinieron. En estos días, hay nueve oradores en total, dos que dan homilías y dos discursos del Papa, uno de los cuales fue una breve introducción ayer por la mañana, donde pidió “acciones concretas” y “purificación” mientras distribuía una lista de 21 pasos de acción, que están lejos de ser considerados finales, pero proporcionan un punto de partida concreto, y su discurso de clausura el domingo después de la misa, considerado el momento más esperado del encuentro.

 

Seguimiento de las propuestas

El lunes, los miembros del comité organizador se reunirán con dicasterios del Vaticano donde comenzarán a ver cómo avanzar y poner en acción algunos de los resultados de este encuentro de tres días y medio.

En el discurso de Cardenal Cupich el día de hoy, el prelado subrayó que acompañar las víctimas significa “rechazar categóricamente todo encubrimiento” y rechazar no acercarse a los sobrevivientes de abuso sexual clerical, por temor a acciones legales o por escándalo.

También proporcionó 12 “pasos procesales concretos” para responsabilizar a los obispos por el maltrato o mal manejo de los casos de abuso.

 

Cardenal Gracias: Colegialidad

Cardenal Gracias pidió a sus compañeros obispos que consideren lo siguiente: “¿Realmente entablamos una conversación abierta y señalamos honestamente a nuestros hermanos obispos cuando notamos una conducta problemática en ellos?”.

Le dijo a los obispos que la era de los obispos que piensan que “este no es mi problema” debe terminar porque, por medio la colegialidad, el problema afecta a todos. “Nadie puede pensar ‘este no es mi problema'”, dijo. También admitió que “el encubrimiento puede ser peor que el abuso en sí mismo, re-victimizando a aquellos que ya han sufrido abuso”.

Linda Ghisoni exhortó a la Iglesia a reexaminar, en casos de abuso, “el secreto pontificio”. Si bien reconoce que el buen nombre de los involucrados debería ser protegido, a menudo, observó, el secreto parece “esconder los problemas en lugar de protegerlos”.

También señaló que si los obispos piensan que están trabajando para la Iglesia, pero actúan solos, sin laicos, no lo están haciendo. Sin embargo, advirtió, la participación de los laicos no significa soluciones mágicas.

 

O’Malley, jefe de la Comisión de Protección de Menores

Durante la conferencia de prensa de hoy, que precedió al discurso de la Dr. Ghisoni, el Cardenal Sean O’Malley, Arzobispo de Boston y jefe de la Comisión de Protección de Menores del Vaticano, dio sus impresiones sobre el encuentro.

“En mi forma de pensar”, dijo, “no hay nada más urgente que hacer para la Iglesia que se unirse para encontrar una manera de abordar cuál es el punto más importante de nuestra misión en este punto en nuestros tiempos: la protección de los niños”.

A lo largo de esta conferencia, se observó que este encuentro no pretende crear directrices que no existen, sino revisar lo que ya existe y asegurarse de que todas las conferencias de obispos de todo el mundo, sin excepción, implementen las directrices necesarias y estén en la misma pagina.

 

Como una Madre amorosa

Por ejemplo, una de las áreas más importantes donde los observadores dicen que se debe trabajar es castigar a los obispos negligentes, aquellos que se han cubierto. Sin embargo, existe una guía dentro del motu proprio del Papa Francisco Come una Madre amorevole, (Como una Madre amorosa) sobre los obispos negligentes.

Aún que existe, es ampliamente conocido que el documento no ha sido implementado. El Cardenal O’Malley mencionó una reforma en curso: “La Santa Sede está proporcionando una aclaración sobre la aplicación de Como una Madre amorosa“, señalando que esto debería darse a conocer pronto.

 

Involucrar a los laicos

Todos los que hablaron hoy hicieron hincapié en la necesidad de involucrar a los laicos y la propuesta de Cardenal Cupich también mencionó que cuando se necesita la asistencia para las víctimas como resultado de la mala conducta del obispo, que la diócesis del obispo debe financiar los servicios que la víctima necesita.

Esta mañana, el Papa Francisco distribuyó a los participantes del encuentro, el informe de la ONU de la oficina de Marta Santos Pais, Representante Especial del Secretario General de la ONU sobre “Violencia Contra los Niños”, una entidad con la que colabora la Santa Sede. El informe presentó estadísticas y detalles sobre los propios esfuerzos de protección de menores de la oficina de la ONU.

Durante el encuentro, un periodista preguntó sobre el progreso de las investigaciones internas en los Estados Unidos y en el Vaticano sobre cómo Theodore McCarrick pudo llegar al poder. Se señaló que la Santa Sede, en un futuro no muy lejano, debería publicar los resultados.

 

Traducción de Richard Maher

 

 

 

22/02/2019-19:10
Rosa Die Alcolea

Papa Francisco: "Integrar a la mujer como una figura de la Iglesia en nuestro pensamiento"

(ZENIT — 22 febrero 2019).- "La mujer es la imagen de la Iglesia, que es mujer, es esposa, es madre. Un estilo. Sin este estilo, hablaríamos del pueblo de Dios, pero como una organización, quizás un sindicato, pero no como una familia nacida de la Iglesia Madre", ha aclarado el Papa.

"Al escuchar a Linda Ghisoni, escuché a la Iglesia hablar de sí misma", ha comentado el Papa Francisco esta tarde, viernes, 22 de febrero de 2019, en la 2a jornada del Encuentro sobre 'La Protección de los Menores en la Iglesia', después de escuchar la Relación pronunciada por la Subsecretaria para los Laicos en el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, y su respuesta a una de las preguntas recibidas por la Asamblea.

"Es decir —ha matizado— todos hablamos de la Iglesia. En todas las intervenciones. Pero esta vez fue la propia Iglesia la que habló. No es solo una cuestión de estilo: el genio femenino que se refleja en la Iglesia, que es mujer". "Creo que este es el paso que debemos hacer con mucha fuerza", ha propuesto el Obispo de Roma.

Este mediodía, durante la sesión de la tarde, a partir de las 16 horas, el Pontífice intervino de manera voluntaria (podía intervenir en cualquier momento) en la reunión que se celebra en el Vaticano con 190 representantes católicos, entre ellos los presidentes de las conferencias episcopales, superiores y superioras generales de órdenes religiosas, líderes de las Iglesias Orientales Católicas y otros sacerdotes.

 

Heridas de una madre

“Invitar a una mujer a hablar no es entrar en el modo de un feminismo eclesiástico, porque al final todo feminismo termina siendo machismo con falda. No. Invitar a una mujer a hablar sobre las heridas de la Iglesia es invitar a la Iglesia a hablar sobre sí misma, sobre las heridas que tiene”, ha aclarado el Santo Padre en la sesión de hoy, segundo día de la cumbre mundial.

“La lógica del pensamiento de la Dra. Ghisoni era solo la de una madre, y terminó con la historia de lo que sucede cuando una mujer da a luz a un niño. Es el misterio femenino de la Iglesia, que es esposa y madre”, ha explicado el Papa.

“No se trata de otorgar más funciones a la mujer en la Iglesia –ha anunciado– sí, esto es bueno, pero esto no resuelve el problema, se trata de integrar a la mujer como una figura de la Iglesia en nuestro pensamiento. Y pensar también en la Iglesia con las categorías de mujer”.

“Gracias por tu testimonio”, se ha dirigido a Linda Ghisoni.

 

Experta en Derecho Canónico

Linda Ghisoni ha ofrecido una ponencia sobre Comunión: Trabajar juntos, con la que esta experta en Derecho Canónico ha explicado que escuchar duros testimonios de víctimas de abusos en la Iglesia “no es un ejercicio de conmiseración; es un encuentro con la carne de Cristo en la que se han provocado heridas incurables, heridas que, como decía Usted, Santo Padre, no prescriben”.

Actualmente, Ghisoni es jueza del Tribunal de Primera Instancia del Vicariato de Roma, docente con cargo en la Facultad de Derecho Canónico de la Pontificia Universidad Gregoriana, profesora contratada en el Departamento de Derecho de la Universidad de Roma Tres. Es autora de publicaciones científicas en el ámbito del Derecho Canónico.

 

 

 

22/02/2019-20:12
Anita Bourdin

Protección de menores: La escucha, motivación para actuar

(ZENIT- 22 de febrero 2019).- Encontrar al escuchar a las víctimas, a los "sobrevivientes" de los abusos sexuales, la motivación para actuar: es la pedagogía promovida por el Encuentro mundial para la Protección de Menores que se inauguró en el Vaticano este jueves, 21 de febrero de 2019, durante un momento de oración durante el cual se leyó este interrogatorio de una víctima: "Nadie me escuchó; Ni mis padres ni mis amigos, ni más tarde las autoridades de la Iglesia. Ellos no escucharon".

El encuentro con la prensa internacional tuvo lugar en el instituto patrístico Augustinianum, cercano al Vaticano, a las 13:30 horas, con Mons. Mark Benedict Coleridge, Arzobispo de Brisbane (Australia); Mons. Charles J. Scicluna, Arzobispo de Malta y Subsecretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, miembro del comité organizador de la reunión; Paolo Ruffini, Prefecto del Dicasterio para la Comunicación; P. Federico Lombardi, S.J, Presidente de la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger—Benedicto XVI, y moderador de la reunión; y P. Hans Zollner, S.J, Presidente del Centro para la Protección de Menores de la Pontificia Universidad Gregoriana, miembro de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores, referente del comité organizador de la reunión. Alessandro Gisotti, Director ad interim de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, moderó esta "sesión informativa" y subrayó que la reunión es ante todo un "ejercicio de escucha".

 

"Escuchar el grito"

El Papa ha invitado a "escuchar el grito" de los que piden "justicia". Y se escucharon cinco testimonios.

El Padre Zollner quería "saludar a las víctimas". Señala que durante el testimonio de la mañana no fue fácil escuchar "voces de todos los continentes" de "sobrevivientes", "víctimas", pero que es "esencial" dejar claro que el problema no es solo un continente.

Percibió entonces que la asamblea "estaba en sintonía con lo que se había dicho", lo cual es fundamental para motivar y "comprometerse" porque el Papa Francisco invita a la "acción".

Observó que esta escucha "abre la mente, abre el corazón" y "transforma". Y recordó que la preparación de la Cumbre de Roma incluía una invitación a los obispos para que se reunieran con las víctimas en sus países: esto tiene un impacto significativo no solo en la "actitud" hacia ellos sino en la situación. Adopción de "normas" y "obligaciones".

 

Escucha a las víctimas, a Dios, ya los demás participantes

El padre Lombardi dijo que se sintió "conmovido" por estos testimonios de las víctimas de "diferentes continentes", cuyas voces se escucharon solo porque no querían ser reconocidas, y sus textos fueron comunicados a la prensa.

Elogió un "clima muy positivo", "intenso", donde uno percibe el "deseo de hacer un camino con decisión, serenidad y conciencia de la importancia de la reunión".

Mons. Coleridge, por su parte, percibió una fuerte "energía", pero también enfatiza que la "clave" de todo, y "absolutamente", es "escuchar. "Escuchando a Dios" también: el día comienza y termina con la oración.

Recuerden que también habrá una liturgia penitencial en la noche del sábado 23 de febrero a las 17:30 horas y la Misa que presidirá el Papa Francisco a las 9:30 horas del domingo 24 de febrero.

Para el arzobispo australiano, "un viaje comenzó esta mañana" a partir de "escuchar a los sobrevivientes": admite que aunque ya ha escuchado muchos testimonios, fue "muy conmovido" por ellos, y también debido al "contexto de esta reunión" en la Iglesia y "con el Papa.

También subrayó la escucha necesaria de la "visión" del cardenal Luis Antonio Tagle (Filipinas), quien propuso una meditación sobre Santo Tomás que toca las heridas de Cristo e invitó a la asamblea a saber cómo abordar las heridas de las víctimas, y las "tácticas" contra el abuso presentadas por el Obispo Scicluna: "visión y táctica, necesitamos las dos".

Y luego, escuchándose "unos a otros" con las "preguntas muy importantes" de los diferentes contextos, especialmente durante el trabajo en grupo, con una veintena de personas que representan "diferentes culturas y contextos".

 

Escuchar a las víctimas también "después"

Por su parte, Mons. Scicluna también notó la fuerte "emoción" al escuchar los testimonios de las víctimas: "para comprender la gravedad de las situaciones, debemos escuchar y conocer a las víctimas".

Espera que escuchar a las víctimas también se vea reflejado "en el futuro" por un "mayor papel para las víctimas", tanto en el "discernimiento" de los casos como en la
implementación de la prevención.

Menciona la posibilidad de decir "sí" a ciertas preguntas sobre los sacerdotes que han sido condenados, que tenemos "acceso a esta información en las diócesis".

Ayer, durante la reunión con el comité organizador de la reunión de las víctimas pidió acceso a los nombres: "No podemos ignorar esta voz", concluye el Obispo Scicluna.

La escucha de Maos no significa "publicación" de nombres, al principio: Mons. Scicluna cuestionó el caso de la diócesis de Newark en los Estados Unidos. Expresó preocupación porque los "nombres de los acusados" se publicaron desde el principio. Recordó que en los Estados Unidos hay tres etapas: la simple "alegación", luego la "reclamación creíble" y la "reclamación sustancial". Para la prevención, considera "legítimo" publicar el nombre de aquellos que están convencidos, después de la investigación, al nivel de una "denuncia sustancial" o incluso "creíble". Pero no al nivel de meros "alegatos".

Y al final de las pruebas, la Doctrina de la Fe pide a los obispos que se pongan en contacto con las víctimas: "No podemos dejar a las víctimas sin información e informar el resultado de una prueba". Lamentó que las víctimas no tuvieran acceso, por ejemplo, a un documento que indicara la decisión de la corte eclesiástica. Quiere poner en su lugar a una persona para defender "los intereses de las víctimas".

Insiste en el hecho de que es necesario un seguimiento, "después de la denuncia, con textos para la protección de menores, a través de contactos y comunicación".

 

Traducción por Ana Paula Morales (Texto original: francés)

 

 

22/02/2019-21:34
Anita Bourdin

Linda Ghisoni, Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida: "Communio. Actuar juntos"

(ZENIT — 22 febrero 2019).- "Actuar juntos", es lo que aboga Linda Ghisoni, Subsecretaria del dicasterio romano para los laicos, la familia y la vida, que habló el viernes, 22 de febrero de 2019, a las 16 horas, durante el segundo día del Encuentro para 'La Protección de los Menores en la Iglesia', en curso del 21 al 24 de febrero.

Especialista en Derecho Canónico, enfatiza esta vida de la Iglesia como "comunión" que implica: "No hay una clase de negocios en algunas Iglesias particulares y una clase económica en otras, sino la única Iglesia de Cristo se expresa en todas partes, garantizando a todos, herramientas, procedimientos, criterios que, más allá de las particularidades locales necesarias, protegen a los menores buscando la verdad, la justicia, promoviendo la reparación y la prevención del abuso sexual".

Como consultora de la Congregación para la Doctrina de la Fe, también enfatiza la importancia de la "verificación", de la evaluación de la acción del obispo también: "Para decir que incluso el obispo siempre debe dar cuenta de su trabajo a alguien no significa someterlo a un control o cubrirlo con desconfianza a priori, sino involucrarlo en la dinámica de la comunión eclesial donde todos los miembros actúan de manera coordinada, de acuerdo con sus propios carismas y ministerios. Si un sacerdote informa a la comunidad, el presbiterio y su obispo sobre su actividad, ¿un obispo a quien reporta? ¿A qué responsabilidad está sujeto?".

 

Consejos diocesanos

Es por esto que propone el establecimiento de "consejos diocesanos" que "operen de manera corresponsable con los obispos y los superiores religiosos, apoyándolos en esta tarea con competencia y actuando como un lugar de verificación y discernimiento con respecto a las iniciativas que se deben emprender sin sustituirlas por ellas mismas" o "interferir con las decisiones que caen dentro de la responsabilidad jurisdiccional directa del obispo o del superior, pueden ser un ejemplo y un modelo de una colaboración saludable de laicos, religiosos y eclesiásticos. En la vida de la Iglesia".

También considera "deseable" que, "dentro del territorio de cada Conferencia Episcopal, se establezcan comisiones consultivas independientes para asesorar y asistir a obispos y superiores religiosos y para promover un nivel uniforme de responsabilidad en las diversas diócesis".

La Sra. Ghisoni también señala, entre otros temas de reflexión, la comunicación que debe evitar tanto la "confidencialidad injustificable", como la "divulgación no controlada" de que "puede crear una mala comunicación y no servir la verdad": "La responsabilidad también es saber comunicar. Si, de hecho, no nos comunicamos, ¿cómo podemos ser responsables ante los demás? Y entonces, ¿qué comunión puede haber entre nosotros?".

AB (Traducción de Ana Paula Morales)

***

 

Communio: actuar juntos

Introducción

«Es una nueva traición que viene del interior de la Iglesia. Estas personas son, desde mi punto de vista, lobos que entran aullando en el redil para asustar aún más al rebaño y dispersarlo, cuando deberían ser precisamente ellos, los Pastores de la Iglesia, quienes tendrían que cuidar y proteger a los más pequeños».

En este testimonio de una mujer víctima de abusos de conciencia, de poder y sexuales por parte de sacerdotes, los "lobos que aullan" son los pastores que han negado a priori y que, una vez probados los hechos criminales, la han hecho objeto de intimidaciones y han aniquilado su dignidad, definiéndola como «una persona que, todo lo más, puede pasar entre un cuadro y la pared» (sin espesor, sin fundamento).

Escuchar testimonios como éste no es un ejercicio de conmiseración; es un encuentro con la carne de Cristo en la que se han provocado heridas incurables, heridas que, como decía Usted, Santo Padre, no prescriben.

De rodillas: esta sería la posición adecuada para tratar los temas de estos días. De rodillas ante las víctimas y sus familias, ante los abusadores, los cómplices, los negacionistas, delante de todos los que han sido acusados injustamente, ante los negligentes, los encubridores, ante los que han intentado hablar y actuar pero han sido silenciados, ante los indiferentes. De rodillas ante el Padre misericordioso que ve desgarrado el Cuerpo de Cristo, su Iglesia, y nos envía a hacernos cargo de las heridas como Pueblo suyo, y a curarlas con el bálsamo de su amor.

No tengo nada que enseñarle a Usted, Santidad, a ustedes, Eminencias, Excelencias Reverendísimas, a las Reverendas Madres y a los Reverendos Padres convocados aquí; creo más bien que juntos, en la escucha recíproca y activa, nos esforzamos por trabajar para que en el futuro no levante tanto clamor un evento como este encuentro y la Iglesia, Pueblo de Dios, cuide de manera competente, responsable y amorosa a las personas implicadas y se haga cargo de lo que ha sucedido, para que la prevención no se agote en un bonito programa, sino que se convierta en actitud pastoral ordinaria.

 

1. Situar y fundar oportunamente la rendición de cuentas

Ante la anormalidad inherente a cualquier tipo de abuso perpetrado contra menores se impone, en primer lugar, el deber de conocer todo lo que ha sucedido, junto a una toma de conciencia de lo que significa; y el deber de verdad, de justicia, de reparación y prevención para que no se reiteren tales abominaciones.

El conocimiento de los abusos y de su entidad es, evidentemente, el punto de partida fundamental; por lo demás, no es posible elaborar un plan de prevención si no se conoce aquello que se debe evitar. Sin embargo, el conocimiento de los hechos y la definición de la entidad del fenómeno, aunque es necesario, "en sí mismo no basta" (Francisco, Carta al Pueblo de Dios, 20 de agosto de 2018, n.2).

Para satisfacer las exigencias enumeradas más arriba de verdad, justicia, reparación y prevención, se necesita que quien está investido de la debida responsabilidad la asuma, con el consiguiente deber de dar cuenta de ella, el deber de rendir cuentas.

Dicho deber impone una operación de evaluación y rendición de cuentas por lo que se refiere a decisiones tomadas y objetivos fijados y realizados en mayor o menor medida. Responde a exigencias de carácter social, y coloca a la persona investida de responsabilidad ante una rendición de cuentas tanto a sí misma como a la sociedad en la que vive y a beneficio de la cual está llamada a desempeñar un determinado cargo.

Pero la rendición de cuentas en la Iglesia, contrariamente a lo que puede parecer, no responde en primer lugar a exigencias de carácter social y organizativo.

Y ni siquiera —siempre en primer lugar— a la necesidad de transparencia, a la que todos hemos de prestar especial atención en razón de la verdad.

Tales exigencias, que no hay que descuidar ni minimizar, son justas; por lo demás, la Iglesia no puede distanciarse de lo que exige su dimensión institucional.

Sin embargo, no son estas exigencias sociales las que constituyen el fundamento de la rendición de cuentas; éste se encuentra más bien en la naturaleza propia de la Iglesia como misterio de comunión.

Sabemos que la naturaleza de comunión de la Iglesia emerge especialmente gracias al Concilio Vaticano II, si bien, en realidad, ni la Constitución Dogmática Lumen Gentium ni los demás documentos de carácter eclesiológico parecen poner expresamente el acento sobre la eclesiología de comunión.

Habrá que esperar al Sínodo extraordinario de los Obispos del año 1985 — convocado para «meditar, profundizar y promover las enseñanzas del Vaticano II a los 20 años de su conclusión» (Juan Pablo II, Discurso final de la II Asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos, 7 de diciembre de 1985) — para que se elabore la categoría de
comunión como clave interpretativa de la Iglesia a la luz de la Revelación. Esta surge de la referencia primera, directa, fundante, a la dimensión sacramental de la Iglesia, es decir, a ese misterio trinitario en el cual la Iglesia reconoce su propio rostro, si bien en forma sacramental y, por tanto, analógica: «veluti sacramentum», «o sea, signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (LG 1).

Solamente apoyándose en este fundamento adquiere pleno significado cada acción de la Iglesia: incluso una acción que connota claramente exigencias de carácter social, como puede parecer la rendición de cuentas, es preciso que sea reconducida a la naturaleza propia de la Iglesia misma, es decir, a su dimensión de comunión.

¿Qué puede significar esto en nuestro ámbito específico?

No pocas veces advierto intranquilidad en la Iglesia por la atención que se dedica a la cuestión de los abusos sexuales de menores. Un sacerdote, hace unos días, exclamó: "¿Otra vez? ¡Se sigue hablando de abusos! La atención que la Iglesia presta a este tema es exagerada".

También una señora practicante me ha dicho inocentemente: "Mejor no hablar de estos temas, porque de lo contrario crecerá la desconfianza hacia la Iglesia. Hablar de esto oscurece todo el bien que se hace en las parroquias. Que lo resuelvan el Papa, los obispos y los sacerdotes entre ellos".

¿Es el hablar lo que ofusca lo bueno que se hace en las parroquias, o más bien son los abusos de conciencia, de poder, sexuales?

A estas personas —y en primer lugar a mí misma— les digo que tomar conciencia del fenómeno y dar cuenta de la propia responsabilidad no es una obsesión, no es una acción inquisitoria accesoria para satisfacer meras exigencias sociales, sino una exigencia que brota de la naturaleza misma de la Iglesia como misterio de comunión fundado en la Trinidad, como Pueblo de Dios en camino que no evita sino que afronta, con conciencia de comunión siempre renovada, incluso los desafíos ligados a los abusos sucedidos en su interior en perjuicio de los más pequeños que minan y rompen esta comunión.

 

2. Algunas cuestiones eclesiológicas consiguientes

Solamente a partir de la visión de la Iglesia como sacramento que significa y realiza el misterio de comunión trinitaria es posible comprender correctamente la variedad de los carismas, dones y ministerios de la Iglesia, la diversidad de los papeles y las funciones en el Pueblo de Dios.

2.1 Una primera cuestión crucial que se deduce de lo dicho hasta ahora es la siguiente: en Iglesia, los fieles no se atribuyen papeles y cargos según una distribución social de acuerdo con exigencias de funcionamiento institucional: sabemos bien que el sacerdocio común de los fieles, fundado en el bautismo, hace partícipes a todos los cristianos —precisamente en virtud del bautismo— del triple munus de Cristo sacerdote, rey y profeta (cf. LG 10).

Por tanto, una referencia honesta a la Iglesia como comunión, como Pueblo de Dios en camino, exige que todos los componentes de este Pueblo, cada uno en el modo que le es propio, vivan consecuentemente los derechos-deberes que han adquirido con el bautismo. No se trata de acaparar puestos o funciones, o de repartirse el poder: la llamada a ser Pueblo de Dios nos entrega una misión que cada uno ha de vivir según los dones recibidos, y no él solo, sino como parte del Pueblo.

2.2 Una segunda cuestión importante en el contexto de nuestro discurso se refiere a la correcta comprensión del ministerio ordenado, especialmente de la relación entre obispo y presbíteros.
Si por una parte se requiere a los presbíteros que estén unidos a su Obispo con sincera caridad y obediencia, reconociendo en él la autoridad de Cristo como Pastor supremo, por otra los Obispos deben preocuparse «cordialmente, en la medida de sus posibilidades, de su bien material (de los presbíteros) y, sobre todo, espiritual, como está escrito en el n. 7 del Decreto Presbyterorum Ordinis. Efectivamente, sobre los obispos recae principalmente la grave responsabilidad de la santidad de sus sacerdotes: por consiguiente, tengan un cuidado exquisito en la continua formación de su presbiterio (CD 15-16)».

Una correcta relación entre Obispo y presbíteros conduce a que éste se haga cargo realmente, desde el punto de vista material y espiritual, de los sacerdotes, pues sobre él recae en primer lugar la responsabilidad de la santidad de los presbíteros.

Es preciso que el ministerio sacerdotal, basándose en una sólida formación, sea vivido en todos los niveles como lo que es: dedicación y servicio a Cristo y a la Iglesia lavando los pies, según lo que Jesús hizo a los apóstoles a pesar de desilusionar a muchos de sus contemporáneos porque no ejercitó el poder como se esperaban. El ministerio sacerdotal vivido como tal preserva de cualquier tentación de acariciar el poder, de autorreferencialidad y autocomplacencia, de principado y explotación de los demás para cultivar el propio placer a cualquier nivel, también sexual.
¡Cuántos sacerdotes, cuántos obispos nos edifican con su ministerio, con su vida de oración, de dedicación y de servicio, estableciendo relaciones sanas y libres dentro del Pueblo de Dios! Damos las gracias a estos sacerdotes, animándolos y sosteniéndolos en la vida de santidad, de servicio en la viña del Señor, a la que han sido llamados.

2.3 Otra nota a destacar, que deriva de la visión de la "Iglesia comunión", Pueblo de Dios en camino, es la exigencia de interacción entre los varios carismas y ministerios. La Iglesia se hace visible y actúa en su naturaleza de comunión si cada bautizado vive y cumple lo que le es propio, si la diversidad de carismas y ministerios se expresa en la necesaria participación de cada uno, respetando las diferencias.

El citado documento conciliar de 1965 dedicado a los presbíteros les pide no solo que "reconozcan y promuevan sinceramente la dignidad de los seglares y el papel que desempeñan en la misión de la Iglesia", sino también que "escuchen con gusto a los seglares, considerando fraternalmente sus deseos y aceptando su experiencia y competencia en los diversos campos de la actividad humana, a fin de poder reconocer juntamente con ellos los signos de los tiempos". Y añade: "Encomienden también confiadamente a los seglares trabajos en servicio de la Iglesia, dejándoles libertad y radio de acción, invitándolos incluso oportunamente a que emprendan sus obras por propia iniciativa" (PO 9).

Se subraya aquí, a partir de la communio que constituye la Iglesia, la necesidad de la contribución diversificada de todos, no para reclamar el protagonismo de algunos, sino para hacer visible la multiforme riqueza de la Iglesia dentro del respeto del proprium de cada uno, contra la pretensión de que el carisma de la síntesis sea la síntesis de los carismas.

2.4 Finalmente, es preciso que la participación de todo el Pueblo de Dios sea necesariamente dinámica: los laicos, los consagrados no están llamados a ser simples ejecutores de las disposiciones de los clérigos, sino que todos somos servidores de una única viña en la que cada uno aporta su propia contribución y participa en el discernimiento que el Espíritu sugiere a la Iglesia.

Indudablemente, el ministerio ordenado, en su grado más alto, el episcopal, lleva sobre sí la responsabilidad de tomar la decisión última, en virtud de la potestad que se le reconoce; sin embargo, no puede actuar solo o limitando a unos pocos su acción de discernimiento.

Es vital para los Obispos valerse de la contribución, del consejo y del discernimiento de los que todos son capaces en su Iglesia, incluidos los laicos, no solamente para sí mismos y en lo referente a las elecciones personales, sino también como Iglesia y para el bien de la Iglesia en el hic et nunc en el que están llamados a vivir.

El fundamento de comunión de la Iglesia es siempre el que nos indica la vía y el método, en este caso un dinamismo de participación de todo el Pueblo de Dios que comporta vivir la sinodalidad, caminando juntos, como un proceso compartido en el que cada uno tiene una parte distinta, responsabilidades diversas, pero todos constituyen la única Iglesia. De hecho —como leemos en la constitución apostólica Episcopalis Communio del 15 de septiembre de 2018— «la totalidad de los fieles, que tienen la unción del Santo (cf. 1 Jn 2, 20 y 27), no puede equivocarse cuando cree, y esta prerrogativa peculiar suya la manifiesta mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo cuando "desde los Obispos hasta los últimos fieles laicos" presta su consentimiento universal en las cosas de fe y costumbres (LG 12). [...] Un obispo que vive en medio de sus fieles tiene los oídos abiertos para escuchar "lo que el Espíritu dice a las Iglesias" (Ap 2, 7) y la "voz de las ovejas", también a través de los organismos diocesanos que tienen la tarea de aconsejar al Obispo, promoviendo un diálogo leal y constructivo» (EC 5).

Estas reflexiones nos invitan a huir de dos posiciones erróneas. Un obispo no puede resolver las cuestiones referentes a la Iglesia actuando él solo o exclusivamente con otros obispos, según la idea de que "solo un obispo puede saber lo que es bueno para los obispos"; de manera análoga, se podría decir que "solo un sacerdote sabe lo que es bueno para los sacerdotes, solo un laico para los laicos, solo una mujer para las mujeres", y así sucesivamente.

Del mismo modo, podemos afirmar que es erróneo, desde mi punto de vista, sostener que la participación de los laicos en cuanto tales en cuestiones que se refieren a los ministros ordenados garantiza una mayor corrección ya que son "terceros" respecto a los eventos. Algunos piden: "Constituyamos una comisión de laicos porque resulta más creíble que una comisión de sacerdotes, que tienden a ser menos objetivos, a tapar y defender a priori".

Como mujer laica, debo constatar honestamente que tanto entre los sacerdotes y los religiosos como entre los laicos puede haber y hay personas no libres, dispuestas a encubrir a priori, supeditadas a alguien en vez de ser fieles a la propia vocación y de estar al servicio de la Iglesia de manera amorosa, inteligente y libre.

Volver a la naturaleza de comunión de la Iglesia, donde se realizan los diversos carismas y ministerios, no significa nivelación, sino que comporta riqueza y fuerza, ayuda a encontrar las razones para evitar estos eslóganes extremos e improductivos.

 

3. Sugerencias para algunas actuaciones prácticas

Teniendo presentes los fundamentos y las cuestiones brevemente indicadas, este encuentro nos ofrece la oportunidad de conocer lo que se está realizando en la Iglesia y lo que hay que implementar, conscientes de que esta reunión convocada por el Papa no constituye la meta de un recorrido terminado, validado y perfecto; pero tampoco es el punto de partida: no se pueden ignorar las intervenciones magisteriales, normativas y pastorales promovidas hasta ahora, ni las numerosas acciones derivadas de ellas.

3.1 La primera sugerencia es, por tanto, conocer y estudiar las prácticas ya experimentadas que se han demostrado eficaces en otros contextos eclesiales, en otros episcopados. Me refiero a prácticas que contemplen la participación de personas competentes que representen a todo el Pueblo de Dios, puesto que todos los bautizados, animados por el Espíritu, son idóneos para expresar un sensus fidei del que la Iglesia no puede prescindir.

En este contexto, es bueno reconocer el trabajo de quienes, en años recientes, han dedicado inteligencia, corazón y manos a esta causa escuchando a las víctimas, elaborando protocolos, directrices, revisiones etc., valiéndose de competencias específicas procedentes de todo el Pueblo de Dios.

Teniendo en cuenta la diversidad que deriva de los diferentes contextos culturales y sociales en los que está presente la Iglesia, no debe haber una business class en algunas iglesias particulares y una economy class en otras, sino que la única Iglesia de Cristo ha de expresarse en todas partes garantizando a todos, en cualquier lugar, instrumentos, procedimientos y criterios que, más allá de las necesarias peculiaridades locales, tutelen a los menores buscando la verdad y la justicia, y promuevan la reparación y la prevención en materia de abusos sexuales.

3.2 En las directrices nacionales se debe inserir un capítulo específico que determine los motivos y los procedimientos de rendición de cuentas, para que los obispos y los superiores religiosos establezcan un sistema de verificación ordinaria del cumplimiento de lo que está previsto, y una motivación de las acciones emprendidas o no, de modo que no haya que justificar posteriormente las razones de un determinado comportamiento sometiéndolo a las exigencias del momento, ligado quizá a una acción defensiva.

El hecho de prever un procedimiento ordinario de verificación no se debe entender como desconfianza hacia el Superior o el Obispo; más bien ha de considerarse como una ayuda que le permite conocer —ante todo a él mismo- las razones de una determinada acción realizada u omitida cuando todos los elementos están claros y presentes, o sea, en el mejor momento. Decir que también el obispo debe siempre dar cuenta a alguien de su actuar no significa someterlo a un control o desconfiar de él a priori, sino insertarlo en la dinámica de la comunión eclesial, en la que todos los miembros actúan de modo coordinado, según sus propios carismas y ministerios. Si un sacerdote debe rendir cuentas de su actuación a la comunidad, al presbiterio y a su obispo, ¿a quién debe rendir cuentas un obispo? ¿A qué rendición de cuentas está sujeto?

Identificar una realidad de responsabilización no solo no debilita su autoridad, sino que lo valoriza en su función propia como pastor de un rebaño, que no está separado del pueblo por el cual está llamado a dar la vida. Podrá suceder, como para cada uno de nosotros, que de la rendición de cuentas surja la conciencia de un error, se haga evidente que un camino emprendido es equivocado, quizá porque en aquel momento se pensaba —erróneamente— que se estaba obrando por el bien. Ello no constituirá un juicio del que defenderse para recuperar credibilidad, una mancha en la propia honorabilidad, una insidia a la potestad ordinaria, propia e inmediata (cf CD 8a). Por el contrario, será el testimonio de un camino recorrido junto a los demás, pues solo juntos se puede encontrar el discernimiento de una verdad, de una justicia, de una caridad. La lógica de la comunión no soporta una acusación y una defensa, sino un cooperar ("cooperar, precisamente, por tanto solo en comunión) por el bien de todos. Por consiguiente, también la rendición de cuentas es una forma, más necesaria hoy que nunca, de esta lógica de comunión.

La puesta en marcha, en la sede local, con base diocesana o regional, de consejos que operen de manera corresponsable con los Obispos y los Superiores religiosos, sosteniéndolos en esta tarea con competencia y actuando como lugar de verificación y discernimiento de las iniciativas a realizar, sin sustituirse a ellos ni interferir en las decisiones que caen bajo la directa responsabilidad jurisdiccional del Obispo o del Superior, puede constituir un ejemplo y un modelo de una sana colaboración entre laicos, religiosos y clérigos en la vida de la Iglesia.

3.3 Es aconsejable que en el territorio de cada Conferencia episcopal se creen Comisiones consultivas independientes para aconsejar y asistir a los Obispos y a los Superiores religiosos, y para promover un nivel uniforme de responsabilidad en las diversas diócesis. Tales comisiones consultivas pueden estar formadas por laicos, sin que se excluya a los religiosos y los clérigos. No se trataría de personas que juzgan a los Obispos, sino de fieles que ofrecen su consejo y asistencia a los Pastores valorando su actuación con criterios evangélicos; y que informan a todos los fieles del territorio sobre los procedimientos apropiados.

Dichas Comisiones consultivas, mediante relaciones y reuniones periódicas entre ellas, podrían contribuir a asegurar una mayor uniformidad en las prácticas y una interacción cada vez más eficaz, de modo que las Iglesias particulares aprendiesen las unas de las otras, en espíritu de confianza recíproca y de comunión, con el fin de asumir y compartir activamente la preocupación por los más pequeños y vulnerables.

3.4 Habrá que considerar si es oportuno establecer una oficina central —no de rendición de cuentas, que se ha de considerar en la sede local- que promueva la formación de una identidad propiamente eclesial en estos organismos; y solicite y verifique a intervalos regulares el correcto funcionamiento de lo que se ha emprendido a nivel local, con una atención especial a la corrección desde el punto de vista eclesiológico, de modo que los carismas y ministerios estén todos representados adecuadamente y puedan contribuir con su propia aportación específica preservando la libertad de cada uno.

3.5 Será preciso revisar la normativa actual sobre el secreto pontificio de modo que éste tutele los valores que quiere proteger -la dignidad de las personas implicadas, la buena fama de cada uno, el bien de la Iglesia- y, al mismo tiempo, consienta el desarrollo de un clima de mayor transparencia y confianza, evitando la idea de que el secreto se utiliza para esconder los problemas en vez de para proteger los bienes en juego.

3.6. Asimismo, habrá que afinar los criterios para una comunicación correcta en un tiempo como el nuestro, en el que la exigencia de transparencia debe equilibrarse con la confidencialidad. De hecho, una confidencialidad injustificada, al igual que una divulgación incontrolada, puede generar mala comunicación y no servir a la verdad. Rendir cuentas es también saber comunicar. De hecho, si no se comunica, ¿cómo se puede rendir cuentas a los demás? ¿Y qué comunión puede haber entre nosotros?

 

Conclusión

Las consideraciones apenas indicadas sobre posibles actuaciones como Iglesia, como Pueblo de Dios en comunión y con corresponsabilidad, constituyen una invitación a la reflexión y al diálogo transversal, sobre todo durante los trabajos en grupo, con el fin de profundizar y suscitar aplicaciones concretas. De hecho, como nos recuerda la Carta al Pueblo de Dios, «hoy nos vemos desafiados como Pueblo de Dios a asumir el dolor de nuestros hermanos vulnerados en su carne y en su espíritu. Si en el pasado la omisión pudo convertirse en una forma de respuesta, hoy queremos que la solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierta en nuestro modo de hacer la historia presente y futura».

 

 

 

22/02/2019-20:55
Héléne Ginabat

Mons. Salazar Gómez: El clericalismo, la "raíz más profunda" de la crisis actual

(ZENIT — 21 febrero 2019) "No se trata solo de desviaciones o patologías sexuales en los abusadores, sino que hay una raíz más honda que es la tergiversación del sentido del ministerio convertido en medio para imponer la fuerza, para violar la conciencia y los cuerpos de los más débiles. Esto tiene un nombre: "clericalismo", afirmó el Cardenal Rubén Salazar Gomez, arzobispo de Bogotá, Colombia.

El clericalismo, es la "raíz más profunda de la crisis que actualmente atraviesa la Iglesia, es una mentalidad que ha calado en nuestra Iglesia a lo largo de los tiempos y que, casi siempre, no somos conscientes de que subyace a nuestra manera de concebir el ministerio y de actuar en los momentos decisivos. Esta constatación significa que se hace necesario desenmascarar el clericalismo subyacente y lograr un cambio de mentalidad; lo cual, expresado en términos más precisos, se llama conversión."

El purpurado colombiano, habló en la tarde de este primer día de reunión para la protección de menores en la Iglesia, este jueves 21 de febrero de 2019, en la Sala del Sínodo del Vaticano, sobre el tema "La Iglesia en tiempos de crisis". Responsabilidad del obispo. Para enfrentar conflictos y tensiones y actuar con determinación ".

Para enfrentar la crisis y entrar en un proceso de conversión, "el obispo no está solo", "su ministerio es un ministerio colegiado", subraya el arzobispo de Bogotá, quien invita a los obispos a reforzar sus "vínculos fraternales", para "entrar en un verdadero discernimiento comunitario", para "actuar siempre con los mismos criterios" y apoyarse mutuamente "en la toma de decisiones". El cardenal también menciona la necesidad de un "código de conducta" que "muestre claramente cómo debe proceder el obispo en el contexto de esta crisis".

Responsable de "la santificación de sacerdotes y personas consagradas", se invita al obispo a estar cerca de ellos "como amigo, hermano o padre". Estar cerca de los fieles, quienes deben ser ayudados a "crecer cada día en la conciencia de pertenecer a la Iglesia y sentirse corresponsables de ella". Y en esta proximidad, dice el cardenal, si el "primer deber" hacia las víctimas es "escucharlas", también es esencial "tomar conciencia de la grave y seria responsabilidad que tenemos con respecto a Reparaciones debidas a las víctimas".

A continuación se ofrece el texto completo.

HG (Traducción Ana Paula Morales)

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LA IGLESIA EN UN MOMENTO DE CRISIS RESPONSABILIDAD DEL OBISPO ENFRENTAR LOS CONFLICTOS Y LAS TENSIONES Y ACTUAR DECIDIDAMENTE

Relación del Cardenal Rubén Salazar Gómez

 

Introducción/contextualización

A lo largo del día estamos respondiendo a una pregunta muy concreta frente a la crisis que estamos viviendo en la Iglesia. ¿Cuál es la responsabilidad del obispo? Para poder comprender esta responsabilidad y asumirla es indispensable tratar de categorizar, en la medida de lo posible, la naturaleza de la crisis.

Un análisis somero de lo que ha sucedido nos permite constatar que no se trata solo de desviaciones o patologías sexuales en los abusadores, sino que hay una raíz más honda que es la tergiversación del sentido del ministerio convertido en medio para imponer la fuerza, para violar la conciencia y los cuerpos de los más débiles. Esto tiene un nombre: clericalismo.

También al analizar la forma como en general se ha respondido a esta crisis descubrimos que hemos manejado una comprensión equivocada de cómo ejercer el ministerio que ha llevado a cometer serios errores de autoridad que han agigantado la gravedad de la crisis. Esto tiene un nombre: clericalismo.

Es esta realidad la que el santo Padre Francisco describe en su carta al pueblo de Dios en agosto del año pasado: "Esto se manifiesta con claridad en una manera anómala de entender la autoridad en la Iglesia —tan común en muchas comunidades en las que se han dado las conductas de abuso sexual, de poder y de conciencia— como es el clericalismo... Decir no al abuso, es decir enérgicamente no a cualquier forma de clericalismo".

Palabras claras que nos urgen a ir a la raíz del problema para poder enfrentarlo. Pero no es fácil "decir enérgicamente no a cualquier forma de clericalismo" porque es una mentalidad que ha calado en nuestra Iglesia a lo largo de los tiempos y que, casi siempre, no somos conscientes de que subyace a nuestra manera de concebir el ministerio y de actuar en los momentos decisivos. Esta constatación significa que se hace necesario desenmascarar el clericalismo subyacente y lograr un cambio de mentalidad; lo cual, expresado en términos más precisos, se llama conversión.
Nuestra responsabilidad se expresa fundamentalmente en una coherencia minuciosa entre nuestras palabras y nuestras acciones. Es necesaria una revisión a fondo de la mentalidad que está detrás de las palabras para que nuestras palabras y acciones sean aquellas que correspondan a la voluntad de Dios en este momento de la Iglesia.

Esta invitación a la conversión se dirige a toda la Iglesia, pero, en primer lugar, a nosotros que somos sus pastores.

 

1. LA RESPONSABILIDAD DEL OBISPO A LA LUZ DEL OFICIO RECIBIDO Y SU CORRESPONSABILIDAD COMO MIEMBRO DEL COLEGIO EPISCOPAL BAJO LA SUPREMA AUTORIDAD DE LA IGLESIA

 

1.1. La responsabilidad del obispo como pastor

Como Obispos, Nuestra responsabilidad empieza, por lo tanto, en acrecentar permanentemente la conciencia de que, por nuestra propia cuenta, no somos nada, no podemos nada, ya que no somos nosotros los que hemos elegido el ministerio sino que es el Señor quien nos ha elegido (cf. Jn 15,16'18) para hacer presente su salvación por la fuerza de la acción eclesial, sin empañar su presencia con la oscuridad de nuestro contra testimonio.

Conscientes de esta tarea, tenemos que admitir que muchas veces la Iglesia —en las personas de sus obispos— no supo y todavía, en ocasiones, no sabe comportarse como debe para afrontar con rapidez y decisión la crisis provocada por los abusos. Muchas veces se procede como los asalariados que al ver venir el lobo huyen dejando desprotegido el rebaño. Y se huye de muchas maneras: tratando de negar la dimensión de las denuncias presentadas, no escuchando a las víctimas, ignorando el daño causado en los que sufren los abusos, trasladando a los acusados a otros sitios donde estos siguen abusando o tratando de llegar a compromisos monetarios para comprar el silencio. Actuando de esa manera, manifestamos claramente una mentalidad clerical que nos lleva a poner el mal entendido bien de la institución eclesial sobre el dolor de las víctimas y las exigencias de la justicia; a poner por encima del testimonio de los afectados las justificaciones de los victimarios; a guardar un silencio que acalla el grito de dolor de los victimizados con tal de no enfrentar el ruido público que puede suscitar una denuncia ante la autoridad civil o un juicio; a tomar medidas contraproducentes que no tienen en cuenta el bien de las comunidades y de los más vulnerables; a confiar exclusivamente en la asesoría de abogados, siquiatras y especialistas de todo tipo descuidando el sentido profundo de la compasión y la misericordia; a llegar incluso a la mentira o a tergiversar los hechos para no confesar la horrible realidad que se presenta.

Una manifestación de esa mentalidad aparece también en la tendencia a afirmar que la Iglesia no está ni tiene por qué estar sometida al poder de la autoridad civil, como los demás ciudadanos, sino que podemos y debemos manejar todos nuestros asuntos dentro de la Iglesia regidos únicamente por el derecho canónico, e incluso llegar a considerar la intervención de la autoridad civil como una intromisión indebida que, en estos tiempos de creciente secularismo, se ve con tintes de persecución contra la fe.

Tenemos que reconocer esta crisis a profundidad, a reconocer que el daño no lo hacen los de fuera sino que los primeros enemigos están dentro de nosotros, entre los obispos y los sacerdotes y los consagrados que no hemos estado a la altura de nuestra vocación. Tenemos que reconocer que el enemigo está dentro.

Reconocer y enfrentar la crisis —superando nuestra mentalidad clerical- significa también no minimizarla afirmando que en otras instituciones suceden abusos a mayor escala. El hecho de que se presenten abusos en otras instituciones y grupos y no justifica nunca la presencia de abusos en la Iglesia porque contradice la esencia misma de la comunidad eclesial y constituye una tergiversación monstruosa del ministerio sacerdotal que, por su propia naturaleza, debe buscar el bien de las almas como su supremo fin. No hay ninguna justificación posible para no denunciar, para no desenmascarar, para no enfrentar con valor y contundencia cualquier abuso que se presente al interior de nuestra Iglesia.

También tenemos que reconocer que el papel desempeñado por la prensa y los medios de comunicación y las redes sociales ha sido muy importante en el ayudarnos a no soslayar sino a afrontar la crisis. Los medios de comunicación hacen en este sentido un trabajo de gran valor que es necesario apoyar. "Hablando de esta herida —dijo claramente el papa Francisco en su discurso de Navidad a la curia—, algunos dentro de la Iglesia, se alzan contra ciertos agentes de la comunicación, acusándolos de ignorar la gran mayoría de los casos de abusos, que no son cometidos por ministros de la Iglesia —las estadísticas hablan de más del 95%—, y acusándolos de querer dar de forma intencional una imagen falsa, como si este mal golpeara solo a la Iglesia Católica. En cambio, me gustaría agradecer sinceramente a los trabajadores de los medios que han sido honestos y objetivos y que han tratado de desenmascarar a estos lobos y de dar voz a las víctimas. Incluso si se tratase solo de un caso de abuso ?que ya es una monstruosidad por sí mismo? la Iglesia pide que no se guarde silencio y salga a la luz de forma objetiva, porque el mayor escándalo en esta materia es encubrir la verdad".

Sin duda, es mucho lo que hemos hecho para enfrentar la crisis de los abusos. Sin embargo, si no hubiera sido por la insistencia valiosa de las víctimas y la presión ejercida por los medios de comunicación, tal vez no nos hubiéramos decidido a enfrentar como se ha hecho esta crisis vergonzosa. Es tan hondo el daño causado, es tan profundo el dolor infligido, son tan inmensas las consecuencias de los abusos que han sucedido en la Iglesia que nunca podremos decir que hemos hecho todo lo que es posible hacer y nuestra responsabilidad nos lleva a trabajar todos los días para que nunca más en la Iglesia se presenten abusos y para que los que eventualmente se presenten reciban el castigo y la reparación que exigen.

 

1.2. La responsabilidad del obispo como miembro del colegio episcopal bajo la suprema autoridad de la Iglesia

En el tratamiento de la crisis y en el proceso de conversión que debe emprender para poder enfrentarla, el obispo no está solo. Su ministerio es un ministerio colegial. Por su ordenación episcopal, el obispo entra a formar parte del colegio formado por todos los sucesores de los apóstoles bajo la guía y autoridad del sucesor del apóstol Pedro. Más que nunca tenemos que sentirnos llamados a fortalecer nuestros vínculos fraternos, a entrar en un verdadero discernimiento comunitario, a actuar siempre con los mismos criterios y apoyarnos mutuamente en la toma de decisiones. Nuestra fortaleza depende, sin duda, de la unidad profunda que marque nuestro ser y actuar.

Para ayudarnos en esta tarea los papas nos han iluminado con sus palabras y los diferentes dicasterios de la Curia Romana han emitido disposiciones que nos muestran el camino que tenemos que recorrer. Ya sabemos cómo hay que proceder, pero parece deseable que se ofrezca al obispo un "Código de Conducta" que, en armonía con el "Directorio para los Obispos", muestre claramente cómo debe ser el proceder del obispo en el contexto de esta crisis. El papa Francisco con su carta apostólica en forma de motu proprio "Como una madre amorosa" nos presenta la exigencia de la actuación del obispo y de su remoción en caso de una negligencia grave comprobada en estos casos. El "Código de Conducta" vendrá a clarificar y a exigirnos la conducta que es la propia del obispo. Su obligatoriedad será una garantía de que todos actuemos al unísono y en la dirección correcta, ya que nos permite tener un control claro sobre nuestra conducta y nos da las indicaciones concretas para los correctivos que sean necesarios. Será, además, una guía para la Iglesia y la sociedad que permitirá a todos mirar adecuadamente el proceder del obispo en los casos específicos y podrá darnos a todos la confianza de que se está actuando bien. Será, además, una forma concreta de fortalecer la comunión que nace de la colegialidad episcopal.

La formación permanente del obispo ha sido una preocupación constante de la Iglesia. Los tiempos cambiantes plantean desafíos nuevos a los cuales el obispo debe responder y para ello es necesaria una actualización permanente. En nuestro actuar frente a esta crisis necesitamos también estar en proceso permanente de ser actualizados, formados, instruidos, para que nuestra respuesta sea siempre la indicada y esto con carácter obligatorio ya que tenemos que mostrar ante el mundo una perfecta unidad en la respuesta.

Una vez más la crisis se hace un llamado a una conversión que llegue hasta lo profundo de nuestro actuar eclesial. El encuentro que estamos viviendo es un signo claro y una oportunidad real para crecer en este espíritu de comunión.

 

2. LA RESPONSABILIDAD DEL OBISPO PARA CON SUS SACERDOTES Y CONSAGRADOS

La responsabilidad del obispo se prolonga en la responsabilidad por la santificación de los presbíteros y consagrados. Esta responsabilidad abarca un amplio radio de acción porque debe ser entendida en el contexto de un proceso que empieza con el discernimiento de la vocación en los futuros presbíteros y consagrados, continúa en la formación inicial y debe acompañar toda la existencia de los que han sido llamados a una vida de total dedicación al servicio de la Iglesia. A la luz de la crisis desatada por las denuncias de abusos sexuales por parte de los clérigos, esta responsabilidad ha adquirido dimensiones especiales, en las que, la cercanía del obispo se hace imprescindible. El diálogo permanente —de amigo, de hermano, de padre— que permite al obispo conocer a sus sacerdotes y acompañarlos en sus alegrías y tristezas, en sus logros y fracasos, en sus dificultades y éxitos, es el camino permanente que el obispo debe recorrer en la relación con sus sacerdotes.

¿Y cuál es nuestra responsabilidad frente a los sacerdotes abusadores? Como obispos, debemos cumplir con nuestro deber de enfrentar enseguida la situación que se presenta a partir de una denuncia. Toda denuncia debe desencadenar enseguida los procedimientos que están indicados tanto en el derecho canónico como en el derecho civil de cada nación, según las líneas-guía marcadas por cada conferencia episcopal. Nos ayudará distinguir siempre entre pecado sometido a la misericordia divina, crimen eclesial sometido a la legislación canónica y crimen civil sometido a la legislación civil correspondiente. Son campos que no se deben confundir y que, cuando se distinguen y separan convenientemente, nos permiten actuar con plena justicia. Hoy tenemos claro que cualquier negligencia de nuestra parte nos puede acarrear penas canónicas, incluso la remoción del ministerio, y penas civiles que pueden llegar hasta ser condenados a prisión por encubrimiento o complicidad.

A lo largo del proceso canónico, es fundamental que el acusado sea escuchado. La cercanía bondadosa del obispo es un primer paso hacia la recuperación del culpable. El seguimiento concienzudo de las líneas-guía trazadas por la propia conferencia episcopal permite al obispo trazar para su diócesis la ruta que se debe seguir en los diferentes casos de acusación de abuso por parte de un clérigo. Del cuidado especial que se tenga en esta implementación dependerá en buena parte que los procesos se puedan desarrollar con plena justicia. Pero no basta enjuiciar y condenar al denunciado, cuando se compruebe la falta, sino que es necesario mirar también hacia su tratamiento para que no reincida.

La forma concreta como se implemente la justicia en los diferentes procesos para enfrentar a los clérigos abusadores es una de las llaves maestras para poder superar la crisis en lo que respecta a la salud de los presbiterios, ya que con frecuencia se oye decir, "¿Dónde están los derechos de los sacerdotes?" El hecho de que haya casos de sacerdotes y consagrados acusados no puede llevarnos, bajo ninguna razón, a justificar la actuación indebida de aquellos que los han cometido. En las investigaciones previas, en los procesos canónicos y civiles que se han abierto, ha sido y debe ser siempre una preocupación el salvaguardar los derechos inalienables de los posibles victimarios. Aún más, muchas veces ha sido el temor a violar esos derechos lo que ha llevado a
actuaciones que más tarde han podido ser calificadas como encubrimientos y complicidades. Sin embargo, tenemos que tener claro que los derechos de los victimarios —por ejemplo, a su buena fama, al ejercicio de su ministerio, a seguir llevando una vida normal al interior de la sociedad— no pueden nunca primar sobre los derechos de las víctimas, de los más débiles, de los más vulnerables.

 

3. LA RESPONSABILIDAD DEL OBISPO PARA CON EL SANTO PUEBLO FIEL DE DIOS

¿Cuál ha sido la reacción de los católicos frente al escándalo de los abusos por parte del clero y de los consagrados? La respuesta no puede ser unívoca, pero una vez más se ha constatado que para la inmensa mayoría de las personas católicas o no católicas la Iglesia se identifica con los sacerdotes y consagrados. Es a la Iglesia a la que se le responsabiliza de lo acaecido. Esta realidad nos debe mover a lograr una cercanía creciente con el pueblo de Dios que está llamado a crecer cada día en su conciencia de pertenencia a la Iglesia y de sentirse corresponsable de ella.

En el contexto de esta cercanía al pueblo de Dios, hay que situar nuestro proceder para con las víctimas del abuso. Y nuestro primer deber es escucharlas. Uno de los pecados originales cometidos al inicio de la crisis fue precisamente no haber escuchado con apertura de corazón a aquellos que denunciaban haber sido abusados por clérigos.

Escuchar a las víctimas empieza por no minimizar el daño causado y el dolor producido. En muchos casos se llegó a pensar que el único motivo que impulsaba a las denuncias era el buscar compensaciones económicas. "Lo único que buscan es el dinero", se solía repetir. No hay duda de que a veces se orquestan acusaciones. No hay duda tampoco que en muchas ocasiones se ha tratado de reducir la reparación de las víctimas a una indemnización monetaria sin tener en cuenta el verdadero alcance de esa reparación. Y no hay duda de que también en muchas ocasiones, hemos cedido a la tentación de tratar de arreglar con dinero situaciones insostenibles para acallar el posible escándalo. Esta nefasta realidad no nos puede impedir, sin embargo, tomar conciencia de la responsabilidad seria y grave que nos corresponde en la reparación de las víctimas. El dinero no puede nunca reparar el daño causado, pero se hace necesario en muchos casos para que las víctimas puedan seguir los tratamientos psicoterapéuticos que necesitan y que generalmente son muy costosos, algunos no han logrado reponerse al daño causado y no son capaces de trabajar y necesitan del apoyo económico para sobrevivir y para algunos el reconocimiento pecuniario se hace parte de un reconocimiento del año causado. Es claro que estamos obligados a ofrecerles todos los medios necesarios —espirituales, sicológicos, siquiátricos, sociales— para la recuperación exigida.

La responsabilidad del obispo es muy amplia, abarca muchos campos, pero siempre es insoslayable.

 

Conclusión

San Juan Pablo II en el discurso a los cardenales americanos en el 2002 daba la dirección esencial que deben tener todos nuestros esfuerzos para superar la crisis actual: "Tanto dolor y tanto disgusto deben llevar a un sacerdocio más santo, a un episcopado más santo y a una Iglesia más santa". Con la ayuda del Señor y con nuestra docilidad a su gracia vamos a lograr que esta crisis lleve a una profunda renovación de toda la Iglesia con obispos más santos, más conscientes de su misión de pastores y padres de la grey; con sacerdotes y consagrados más santos, más conscientes de su servicio ejemplar para con el pueblo de Dios; con un pueblo de Dios más santo, más consciente de su corresponsabilidad de edificar permanentemente una Iglesia de comunión y participación, en donde los niños y adolescentes, y todas las personas, encuentren siempre un lugar seguro que propicien su crecimiento humano y la vivencia de la fe. Así contribuiremos a erradicar la cultura del abuso en el mundo en que vivimos.

 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

22/02/2019-19:47
Anita Bourdin

Mons. Scicluna: "Asumir la responsabilidad de procesar los casos de crisis de abusos sexuales y de prevenir los abusos"

(ZENIT — 22 febrero 2019).- La meditación del cardenal Luis Antonio Tagle, arzobispo de Manila (Filipinas), precedió la intervención del arzobispo de Malta y experto de la Doctrina de la Fe, Charles Jude Scicluna, el jueves, 21 de febrero de 2019, por la mañana, primera jornada de la cumbre sobre la Protección de Menores en Roma (21-24 de febrero de 2019).

El Obispo Scicluna mostró a los obispos la hoja de ruta canónica para la lucha contra los abusos: denuncia de conducta sexual inapropiada, investigación de casos de conducta sexual inapropiada, procedimientos penales canónicos, colaboración con la jurisdicción civil, implementación de decisiones canónicas, que terminan con "la prevención del abuso sexual".

Se trata de ayudar a los obispos a "asumir la responsabilidad de manejar los casos de crisis de abuso sexual y prevenir el abuso".

Afirma "las fases principales de los procedimientos de jurisprudencia individuales de abuso sexual de menores por parte del clero, con algunas sugerencias prácticas dictadas por la prudencia, las mejores prácticas y la preocupación fundamental para salvaguardar la inocencia de nuestros niños y jóvenes".

Monseñor Scicluna, canonista de formación, a menudo citó la Carta del Papa Francisco al Pueblo de Dios en Irlanda (2010, 20 de agosto). "La conciencia del pecado nos ayuda a reconocer los errores, las malas acciones y las lesiones que han ocurrido en el pasado y nos da una mayor apertura y compromiso con el presente en el camino de la conversión renovada".

Como se indica en la p. Federico Lombardi SJ, la lucha contra el abuso implementada "hace 15 años" y aún debe extenderse para trabajar en todos los continentes.

Aquí está la traducción oficial de la comunicación del obispo Scicluna, entregada en inglés y revisada por Zenit (Héléne Ginabat).

AB

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Charles J. Scicluna Arzobispo de Malta
Secretario Adjunto de la Congregación para la Doctrina de la Fe

 

Asumir la responsabilidad de procesar los casos de crisis de abusos sexuales y de prevenir los abusos

 

Introducción

El modo en que los Obispos ejercemos nuestro ministerio al servicio de la justicia en nuestras comunidades es una de las pruebas fundamentales de nuestra misión y, de hecho, de nuestra fidelidad. Citando al Señor en Lucas 12,48: "A todo aquel a quien se le dé mucho, se le exigirá mucho; y a aquel a quien se le encomiende mucho, se le exigirá más". Se nos ha confiado el cuidado de nuestro pueblo. Es nuestro deber sagrado proteger a nuestro pueblo y garantizar la justicia cuando se ha abusado de él. En su carta al Pueblo de Dios en Irlanda, emitida el 19 de marzo de 2010, el Papa Benedicto XVI dijo lo siguiente: " Sólo examinando cuidadosamente los numerosos elementos que dieron lugar a la crisis actual es posible efectuar un diagnóstico claro de sus causas y encontrar remedios eficaces.

Ciertamente, entre los factores que contribuyeron a ella, podemos enumerar: procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa; insuficiente formación humana, moral, intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados; una tendencia en la sociedad a favorecer al clero y otras figuras de autoridad y una preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia y por evitar escándalos, cuyo resultado fue la falta de aplicación de las penas canónicas en vigor y la falta de tutela de la dignidad de cada persona. Hay que actuar con urgencia para contrarrestar estos factores, que han tenido consecuencias tan trágicas para la vida de las víctimas y sus familias y han obscurecido la luz del Evangelio como no lo habían logrado ni siquiera siglos de persecución". (n. 4b)

Mi intervención esta mañana pretende recorrer las principales fases de los procesos de casos individuales de abuso sexual de menores por parte de miembros del clero con algunas sugerencias prácticas dictadas por la prudencia, las mejores prácticas y la preocupación primordial por la salvaguarda de la inocencia de nuestros niños y jóvenes.

 

Cómo denunciar una conducta sexual inapropiada

La primera fase es la Denuncia de la mala conducta sexual. Es esencial que se informe a la comunidad que tienen el deber y el derecho de reportar la mala conducta sexual a una persona de referencia en la diócesis o en la orden religiosa. Estos datos de contacto deben ser de dominio público. Es aconsejable que si y cuando un caso de mala conducta es referido directamente al Obispo o al Superior Religioso, ellos refieran la información a la persona de referencia designada. En todos los casos y para todas las fases del tratamiento de los casos se deben seguir en todo momento estos dos puntos: i) se deben respetar los protocolos establecidos. ii) se deben respetar las leyes civiles o nacionales. Es importante que todas las denuncias se investiguen con la ayuda de expertos y que la investigación se concluya sin demoras innecesarias. El discernimiento de la autoridad eclesiástica debe ser colegiado.

En varias iglesias locales se han establecido juntas de revisión o comisiones de salvaguardia y esta experiencia ha demostrado ser beneficiosa. Es un gran alivio para nosotros, los obispos, el poder compartir nuestro dolor, nuestro dolor y frustración al enfrentar los terribles efectos de la mala conducta de algunos de nuestros sacerdotes. El asesoramiento experto aporta luz y comodidad y nos ayuda a tomar decisiones basadas en la competencia científica y profesional. Abordar los casos a medida que surjan en un contexto sinodal o colegial dará la energía necesaria a los obispos para llegar de manera pastoral a las víctimas, a los sacerdotes acusados, a la comunidad de los fieles y, de hecho, a la sociedad en general. Todas estas personas requieren una atención especial y el Obispo y el Superior Religioso necesitan extender su solicitud pastoral a ellas, ya sea en persona o a través de sus delegados.

Como pastores del rebaño del Señor no debemos subestimar la necesidad de confrontarnos con las profundas heridas infligidas a las víctimas de abuso sexual por miembros del clero. Son heridas de naturaleza psicológica y espiritual que deben ser atendidas con cuidado. En mis numerosos encuentros con las víctimas de todo el mundo me he dado cuenta de que este es un lugar sagrado donde encontramos a Jesús en la Cruz. Este es un Vía Crucis que los obispos y otros líderes de la Iglesia no podemos perdernos. Necesitamos ser Simón de Cirene ayudando a las víctimas, con quienes Jesús se identifica (Mateo 25), a llevar su pesada cruz.

 

Investigación de Casos de Conducta Sexual Inapropiada

Según el Motu Propio Sacramentorum Sanctitatis tutela, el resultado de la investigación de la mala conducta sexual del clero a menores de 18 años debe ser remitido a la Congregación para la Doctrina de la Fe. En estos casos el Ordinario está autorizado por el Derecho Canónico a aplicar medidas cautelares (CIC 1722) que limitan o prohíben el ejercicio del ministerio. El Ordinario debe consultar a sus expertos canónicos en todos los casos de conducta sexual inapropiada, de modo que la remisión se haga cuando sea necesario y se adopten los procedimientos adecuados a nivel local cuando el caso no esté reservado a la Santa Sede (por ejemplo, cuando la conducta inapropiada ocurra entre adultos que consientan). Además, los expertos ayudarán al Obispo o al Superior Religioso a compartir toda la información necesaria con la CDF y le ayudarán a expresar sus consejos sobre los méritos de las acusaciones y los procedimientos a seguir. Es aconsejable que el Ordinario haga un seguimiento del caso con la CDF. El Obispo o el Superior Religioso es el más indicado para discernir el impacto potencial del resultado del caso en su comunidad. La CDF toma en serio el consejo del Obispo y está siempre disponible para discutir casos individuales con las autoridades eclesiásticas competentes.

 

Procesos Penales Canónicos

En la mayoría de los casos referidos a la CDF, un proceso penal canónico es autorizado por la Santa Sede. La mayoría de los procesos penales canónicos son de tipo extrajudicial o administrativo (CIC 1720). En un menor número de casos se autorizan procesos penales judiciales. En ambos tipos de procesos el Ordinario tiene el deber de nombrar Delegados y Evaluadores o Jueces y Promotores de Justicia que sean prudentes, académicamente calificados y reconocidos por su sentido de la equidad. En nuestro sistema, tal como se da en la actualidad, el papel de la víctima de abuso sexual en los procesos canónicos es limitado. La solicitud pastoral del Ordinario ayudará a colmar esta laguna. La persona responsable de la protección en la Diócesis o en la Orden Religiosa debe poder compartir información sobre el progreso del proceso con la víctima o las víctimas del caso. En el proceso penal judicial, la víctima tiene derecho a presentar una demanda por daños y perjuicios ante el juez eclesiástico de primera instancia. En el caso de un proceso penal administrativo, esta iniciativa debe ser tomada por el Ordinario en nombre de la víctima, solicitando al Delegado que conceda daños y perjuicios a favor de la víctima como consecuencia subordinada de una eventual decisión de culpabilidad.

La esencia de un proceso justo requiere que se presenten al acusado todos los argumentos y pruebas en su contra; que se conceda al acusado todo el derecho a presentar su defensa; que la sentencia se dicte sobre la base de los hechos y del derecho aplicable a la causa; que se comunique por escrito al acusado una sentencia o decisión razonada y que el acusado disponga de un recurso contra una sentencia o decisión que le perjudique. Una vez que el Ordinario, siguiendo las instrucciones de la CDF, designe a un Delegado y sus Evaluadores en un proceso administrativo, o designe a los miembros del tribunal en un proceso penal judicial, deberá dejar que las personas nominadas hagan su trabajo y abstenerse de interferir en el proceso. Sigue siendo su deber, sin embargo, asegurar que el proceso se haga de manera oportuna y de acuerdo con el derecho canónico. Un proceso penal canónico, ya sea judicial o administrativo, termina con uno de tres posibles resultados: una decisio condemnatoria (donde la reus es declarada culpable de un delito canónico); una decisio dimissoria (donde las acusaciones no han sido probadas); o una decisio absolutoria (donde el acusado es declarado inocente). Una decisio dimissoria puede crear un dilema. El Obispo o el Superior Religioso puede todavía sentirse incómodo al reasignar al acusado al ministerio en un caso donde las acusaciones son creíbles pero el caso no ha sido probado. En estos casos es esencial el asesoramiento de expertos y el Ordinario debe usar su autoridad para garantizar el bien común y asegurar la protección efectiva de los niños y jóvenes.

 

La interface con la jurisdicción civil

Un aspecto esencial del ejercicio pastoral en estos casos es la interface adecuada con la jurisdicción civil. Estamos hablando de mala conducta que también es un delito en todas las jurisdicciones civiles. Debe respetarse la competencia de las autoridades estatales. Las leyes de información deben ser seguidas cuidadosamente y un espíritu de colaboración beneficiará tanto a la Iglesia como a la sociedad en general. Los tribunales civiles tienen jurisdicción para castigar los delitos y otra jurisdicción para conceder indemnizaciones por daños y perjuicios en virtud de las leyes relativas a asuntos civiles. Los umbrales civiles o los criterios de prueba pueden ser diferentes de los que se aplican en los procedimientos canónicos. La diferencia de resultados para el mismo caso no es una ocurrencia rara.

En varios procedimientos canónicos los actos presentados o producidos durante los procedimientos civiles se presentan como un elemento de prueba. Esto ocurre con bastante frecuencia en los casos de adquisición, posesión o divulgación de pornografía con menores en los que las autoridades del Estado disponen de mejores medios de detección, vigilancia y acceso a las pruebas. La diferencia en las leyes relativas a la prescripción o la prescripción es otro motivo para una diversidad de resultados en el mismo caso decidido en diferentes jurisdicciones. El poder de la CDF para derogar la prescripción de veinte años se sigue invocando en varios casos históricos, pero es cierto que esto no debería ser la norma, sino más bien la excepción.

La ratio legis aquí es que el establecimiento de la verdad y la garantía de la justicia requieren la posibilidad del ejercicio de la jurisdicción judicial en favor del bien común, incluso en los casos en que el delito se haya cometido hace mucho tiempo.

 

Implementación de las decisiones canónicas

El Obispo y el Superior Religioso tienen el deber de supervisar la implementación y ejecución de los resultados legítimos de los procedimientos penales. Se debe tener en cuenta el derecho del acusado a recurrir a los recursos permitidos por la ley contra una decisión de la Corte, decisión que lo agravia. Una vez agotada la fase de apelación, es deber del Ordinario informar a la Comunidad del resultado definitivo del proceso. Las decisiones que declaran la culpabilidad del acusado y la pena impuesta deben aplicarse sin demora. Las decisiones que declaran la inocencia del acusado también deben ser objeto de la debida publicidad. Todos sabemos que es muy difícil restaurar el buen nombre de un sacerdote que puede haber sido acusado injustamente. La cuestión de la asistencia posterior en estos casos implica también la asistencia a las víctimas que han sido traicionadas en los aspectos más
fundamentales y espirituales de su personalidad y de su ser. Sus familias también se ven profundamente afectadas y toda la comunidad debe compartir la carga de sus vidas y se mueven junto con ellos hacia la curación.

Las palabras de Benedicto XVI a los obispos de Irlanda el 28 de octubre de 2006 suenan más proféticas hoy: "En el ejercicio de vuestro ministerio pastoral, durante los últimos años habéis tenido que responder a muchos casos dolorosos de abuso sexual de menores. Son mucho más trágicos cuando el pederasta es un clérigo. Las heridas causadas por estos actos son profundas, y es urgente reconstruir la confianza donde ha sido dañada. En vuestros continuos esfuerzos por afrontar de modo eficaz este problema, es importante establecer la verdad de lo sucedido en el pasado, dar todos los pasos necesarios para evitar que se repita, garantizar que se respeten plenamente los principios de justicia y, sobre todo, curar a las víctimas y a todos los afectados por esos crímenes abominables. De este modo, la Iglesia en Irlanda se fortalecerá y podrá dar un testimonio más eficaz de la fuerza redentora de la cruz de Cristo. Ruego para que, por la gracia del Espíritu Santo, este tiempo de purificación permita a todo el pueblo de Dios en Irlanda "conservar y llevar a plenitud en su vida la santidad que recibieron" (Lumen gentium, 40).

La excelente labor y la entrega desinteresada de la gran mayoría de los sacerdotes y los religiosos en Irlanda no deben quedar oscurecidas por las transgresiones de algunos de sus hermanos. Estoy seguro de que la gente lo entiende, y sigue sintiendo afecto y estima por su clero. Animad a vuestros sacerdotes a buscar siempre la renovación espiritual y a redescubrir la alegría de apacentar su grey dentro de la gran familia de la Iglesia".

 

La prevención del abuso sexual

Nuestra gestión también debería abarcar la cuestión urgente y a largo plazo de la prevención de la conducta sexual indebida en general y del abuso sexual de menores en particular. A pesar de la falta de candidatos al sacerdocio en algunas partes del mundo, pero también en el contexto de un florecimiento de las vocaciones en otras, la cuestión de la selección de los futuros candidatos sigue siendo esencial. Los documentos más recientes de la Congregación para el Clero sobre los programas de formación humana deben ser estudiados y aplicados a fondo. Citando la más reciente Ratio Fundamentalis (8 de diciembre de 2016):

"Se deberá prestar la máxima atención al tema de la tutela de los menores y de los adultos vulnerables 308, vigilando cuidadosamente que quienes solicitan la admisión a un Seminario o a una casa de formación, o quienes presentan la solicitud para recibir las Órdenes, no incurran de alguna manera en delitos o situaciones problemáticas en este ámbito. Los formadores deben garantizar un especial y pertinente acompañamiento personal a quienes hayan sufrido experiencias dolorosas en este ámbito.

En el programa, tanto de la formación inicial como de la formación permanente, se deben insertar lecciones específicas, seminarios o cursos sobre la protección de los menores. Debe impartirse de manera adecuada una información oportuna, dando relevancia a los puntos de posible abuso o violencia, como, por ejemplo, la trata o el trabajo de los menores y los abusos sexuales a menores o a adultos vulnerables" (n. 202).

Una comprensión justa y equilibrada de las exigencias del celibato y la castidad sacerdotales debe estar respaldada por una formación profunda y sana en la libertad humana y en la sana doctrina moral. Los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa deben cultivar y crecer en esa paternidad espiritual que debe seguir siendo la motivación básica para la entrega generosa a la comunidad de fe a ejemplo de Jesús Buen Pastor.

El Obispo y el Superior religioso deben ejercer su paternidad espiritual frente a los sacerdotes confiados a su cuidado. Esta paternidad se realiza a través del acompañamiento con la ayuda de sacerdotes prudentes y santos. La prevención se sirve mejor cuando los Protocolos son claros y los Códigos de Conducta bien conocidos. La respuesta a la mala conducta debe ser justa y equitativa. Los resultados deben ser claros desde el principio. Sobre todo, el Ordinario es responsable de garantizar y promover el bienestar personal, físico, mental y espiritual de sus sacerdotes. Los documentos del magisterio sobre este tema subrayan la necesidad de una formación permanente y de acontecimientos y estructuras de fraternidad en el presbiterio.

Un buen administrador dará poder a su comunidad a través de la información y la formación. Ya existen ejemplos de buenas prácticas en varios países en los que comunidades parroquiales enteras han recibido formación específica en materia de prevención. Esta experiencia válida y positiva necesita crecer en accesibilidad y extensión en todo el mundo. Otro servicio para la comunidad es la disponibilidad de un acceso fácil para el usuario a los mecanismos de información, de modo que la cultura de la divulgación no sólo se promueva con palabras, sino que también se fomente con hechos. Los protocolos de salvaguardia deben ser fácilmente accesibles en un lenguaje claro y directo. La comunidad de fe bajo nuestro cuidado debe saber que hablamos en serio. Deberían conocernos como amigos de su seguridad y la de sus niños y jóvenes. Nos comprometeremos con ellos con franqueza y humildad. Los protegeremos a toda costa. Daremos nuestras vidas por los rebaños que nos han sido confiados.

Otro aspecto de gestión de la prevención es la selección y presentación de candidatos para la misión de Obispo. Muchos exigen que el proceso sea más abierto a las aportaciones de los laicos de la comunidad. Los Obispos y Superiores Religiosos tenemos el deber sagrado de ayudar al Santo Padre a llegar a un discernimiento adecuado sobre los posibles candidatos para el liderazgo como Obispos. Es un grave pecado contra la integridad del ministerio episcopal ocultar o subestimar hechos que pueden indicar deficiencias en el estilo de vida o en la paternidad espiritual de los sacerdotes sujetos a una investigación pontificia sobre su idoneidad para el oficio de obispo.

En este punto me gustaría ofrecer otra cita de la Carta del Papa Benedicto XVI al Pueblo de Dios en Irlanda, del 19 de marzo de 2010, esta vez expresamente dirigida a los Obispos: "No se puede negar que algunos de vosotros y de vuestros predecesores habéis fallado, a veces gravemente, a la hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del derecho canónico sobre los delitos de abusos de niños. Se han cometido graves errores en la respuesta a las acusaciones. Reconozco que era muy difícil captar la magnitud y la complejidad del problema, obtener información fiable y tomar decisiones adecuadas a la luz de los pareceres divergentes de los expertos. No obstante, hay que reconocer que se cometieron graves errores de juicio y hubo fallos de gobierno. Todo esto ha socavado gravemente vuestra credibilidad y eficacia. Aprecio los esfuerzos que habéis llevado a cabo para remediar los errores del pasado y para garantizar que no vuelvan a ocurrir. Además de aplicar plenamente las normas del derecho canónico concernientes a los casos de abusos de niños, seguid cooperando con las autoridades civiles en el ámbito de su competencia. Está claro que los superiores religiosos deben hacer lo mismo. También ellos participaron en las recientes reuniones en Roma con el propósito de establecer un enfoque claro y coherente de estas cuestiones. Es necesario revisar y actualizar constantemente las normas de la Iglesia en Irlanda para la protección de los niños y aplicarlas plena e imparcialmente, en conformidad con el derecho canónico.

Sólo una acción decidida llevada a cabo con total honradez y transparencia restablecerá el respeto y el aprecio del pueblo irlandés por la Iglesia a la que hemos consagrado nuestra vida. Debe brotar, en primer lugar, de vuestro examen de conciencia personal, de la purificación interna y de la renovación espiritual. El pueblo de Irlanda, con razón, espera que seáis hombres de Dios, que seáis santos, que viváis con sencillez y busquéis día tras día la conversión personal. Para ellos, en palabras de san Agustín, sois obispos, y sin embargo, con ellos estáis llamados a ser discípulos de Cristo (cf. Sermón 340, 1). Os exhorto, por tanto, a renovar vuestro sentido de responsabilidad ante Dios, para crecer en solidaridad con vuestro pueblo y profundizar vuestra solicitud pastoral por todos los miembros de vuestro rebaño. En particular, preocupaos por la vida espiritual y moral de cada uno de vuestros sacerdotes. Servidles de ejemplo con vuestra propia vida, estad cerca de ellos, escuchad sus preocupaciones, ofrecedles aliento en este momento de dificultad y alimentad la llama de su amor a Cristo y su compromiso al servicio de sus hermanos y hermanas.

Asimismo, hay que alentar a los laicos a que desempeñen el papel que les corresponde en la vida de la Iglesia. Asegurad su formación para que puedan dar razón del Evangelio, de modo articulado y convincente, en medio de la sociedad moderna (cf. 1 P 3, 15), y cooperen más plenamente en la vida y en la misión de la Iglesia. Esto, a su vez, os ayudará a volver a ser guías y testigos creíbles de la verdad redentora de Cristo". (n.11)

 

Conclusión

Como escribió el Papa Francisco en su Carta al Pueblo de Dios (20 de agosto de 2018): " Es imprescindible que como Iglesia podamos reconocer y condenar con dolor y vergüenza las atrocidades cometidas por personas consagradas, clérigos e incluso por todos aquellos que tenían la misión de velar y cuidar a los más vulnerables. Pidamos perdón por los pecados propios y ajenos. La conciencia de pecado nos ayuda a reconocer los errores, los delitos y las heridas generadas en el pasado y nos permite abrirnos y comprometernos más con el presente en un camino de renovada conversión".

 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

22/02/2019-10:41
Rosa Die Alcolea

Superiores y Superioras Mayores de Religiosos: "Nos sentimos necesitados de conversión"

(ZENIT — 20 febrero 2019).- Las Uniones de Superiores y Superioras Mayores de Órdenes y Congregaciones religiosas del mundo han publicado una declaración conjunta, previa al Encuentro sobre 'La protección de los menores en la Iglesia' —del 21 al 24 de febrero de 2019— en el que expresan su apoyo a la iniciativa del Papa Francisco.

"En nuestra labor como religiosos y religiosas —testimonian— nos encontramos con muchas situaciones donde los niños no son deseados y son víctima de abuso, de olvido y de maltrato". Lo común a todas estas situaciones es la "vulnerabilidad". Los niños son "los sujetos más vulnerables" en nuestras sociedades, informan los superiores religiosos católicos.

Los religiosos y religiosas anuncian que "necesitamos una cultura diversa en la Iglesia y en nuestra sociedad en sentido amplio" y proponen "promover una cultura donde los niños sean considerados como un tesoro que hay que salvaguardar y proteger.

 

"Necesitados de conversión"

"Nos sentimos necesitados de conversión y queremos cambiar. Queremos actuar con humildad. Queremos identificar nuestros puntos ciegos". El Papa Francisco —explican—"condena justamente la cultura del clericalismo" que ha obstaculizado nuestra lucha contra los abusos y que, de hecho, forma parte de sus raíces. El "fuerte sentido de familia" en nuestras Órdenes y Congregaciones —algo por lo general muy positivo—"puede hacer difícil condenar o denunciar el abuso".

 

Selección de los candidatos

La UISG y la USG pondrán "los medios para que las Congregaciones trabajen juntas y poder llegar así, de la manera más eficaz, a los supervivientes en su camino hacia la sanación". La formación inicial y continua "podrían ser, quizás, los mejores ámbitos en los que trabajar juntos", suscriben.

"La selección de los candidatos que entran en la vida religiosa es también algo en lo que podemos colaborar, identificando las mejores prácticas". Dicha selección ha de ser obligatoria y de la mejor calidad, señalan los religiosos y religiosas católicos.

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Declaración de los Superiores y Superioras Mayores

 

"El abuso de niños es un mal en todo tiempo y lugar: este punto no es negociable"

Al inicio del encuentro sobre prevención y protección de menores, nosotros, Superiores y Superioras Mayores de Órdenes y Congregaciones religiosas del mundo entero, queremos expresar nuestro apoyo a esta iniciativa del Papa Francisco.

En nuestra labor como religiosos y religiosas, nos encontramos con muchas situaciones donde los niños no son deseados y son víctima de abuso, de olvido y de maltrato. Vemos a niños soldados; la trata de menores; el abuso sexual a menores; el abuso físico y emocional a menores. Son voces que claman. Como personas adultas, cristianas y como religiosos y religiosas, queremos trabajar para que sus vidas cambien y mejoren las situaciones en las que se encuentran.

Lo común a todas estas situaciones es la vulnerabilidad. Los niños son los sujetos más vulnerables en nuestras sociedades. Los niños pobres, discapacitados o indigentes, los que viven en los márgenes, que pertenecen a las clases sociales o castas más bajas pueden ser particularmente vulnerables. Son considerados ‘no esenciales’, ‘objeto’ de uso y abuso.

 

Abuso sexual en la Iglesia

Esta reunión se centra en particular en el abuso sexual a niños y en el abuso de poder y conciencia de parte de quienes ostentan autoridad en la Iglesia, especialmente obispos, sacerdotes y religiosos/as. Es una historia que se ha ido prolongando durante décadas; una historia de inmenso dolor para quienes sufrieron este abuso.

Inclinamos nuestras cabezas con vergüenza al darnos cuenta de que este abuso ha tenido lugar en nuestras Congregaciones y Órdenes, y en nuestra Iglesia. Hemos aprendido que quienes abusan ocultan deliberadamente sus acciones y son manipuladores. Por definición, es difícil descubrir estos abusos. Nuestra vergüenza aumenta al constatar que no nos hemos dado cuenta de lo que estaba ocurriendo. Al mirar las Provincias y Regiones de nuestras Órdenes y Congregaciones en el mundo entero, nos damos cuenta de que la respuesta de las personas en autoridad no ha sido la que debía haber sido. No han sabido ver las señales de alarma o no se las tomaron en serio.

 

Nuestras esperanzas de cara a este encuentro

Con relación a este encuentro, esperamos que el Espíritu Santo actúe poderosamente durante esos tres días. Un encuentro de tres días es un tiempo breve. Sin embargo, creemos que con los vientos de cambio que soplan en nuestra Iglesia y con la buena voluntad de todas las partes implicadas, es posible iniciar importantes procesos y crear estructuras de rendición de cuentas, así como sostener los procesos y estructuras que ya existen. Es posible imaginar nuevos pasos hacia adelante, es posible tomar decisiones para que la implementación pueda ser rápida y universal, con el debido respeto a las diversas culturas. El abuso de niños es un mal en cualquier tiempo y lugar: este punto no es negociable.

 

El Santo Padre

El liderazgo del Santo Padre es clave. Él nos ha mostrado el camino en muchos de estos ámbitos; ha reconocido el dolor y la culpa; se ha encontrado con supervivientes; ha reconocido sus propios errores y la necesidad de aprender de esas personas supervivientes. Nos unimos a su misión de reconocer humildemente y confesar el mal que se ha hecho; de acoger a los supervivientes, de aprender de ellos cómo acompañar a quienes han sido objeto de abusos y cómo desean que escuchemos sus historias.

Por nuestra parte, prometemos hacer todo lo que está en nuestras manos para escuchar mejor a los supervivientes, reconociendo humildemente que no siempre lo hemos hecho. Implementaremos todo lo que durante el encuentro se decida respecto a la rendición de cuentas exigida a las personas en autoridad.

 

Una cultura de protección

Necesitamos una cultura diversa en la Iglesia y en nuestra sociedad en sentido amplio. Necesitamos promover una cultura donde los niños sean considerados como un tesoro que hay que salvaguardar y proteger.

– Educación y Salud: A través de las escuelas y hospitales que muchos de nosotros regentamos, podemos hacer la diferencia. Estas instituciones tienen ahora una mayor conciencia del problema de abuso, así como mejores protocolos y niveles de protección. Los niños que acuden a estos lugares están más seguros que nunca.

Aunque hay que admitir que esto no ocurre en todos los casos; nuestras prácticas pueden ser un ejemplo para otros.

– Formación: Vamos a integrar la protección de menores y adultos vulnerables en nuestros programas de formación, asegurando que en cada etapa se proporcione una adecuada instrucción y educación tanto a los formadores como a los formandos. Hay que desafiar los prejuicios culturales. Como dicho anteriormente, debe ser claro que el abuso de niños no debe ser permitido o tolerado en ninguna cultura o contexto.

– Espiritualidad: Pediremos a nuestros Centros de Espiritualidad que desarrollen programas especiales para acompañar a cualquier persona, víctima de abusos, que desea encontrar ayuda en sus dificultades respecto a la fe y al sentido de la vida. El encuentro personal con Jesús es algo que puede sanarnos a todos. Pero también entendemos que las personas que han sido víctimas de abuso de parte de sacerdotes o religiosos/as puedan querer estar lejos de la Iglesia y de quienes la representan. Sabemos que hay algunos supervivientes que quieren recorrer este camino de sanación, y trataremos humildemente de caminar con ellos. Una espiritualidad que hace hincapié en el crecimiento personal y en la sanación es para muchos supervivientes un don y una gracia especiales. Es preciso prestar una atención particular a la manera tradicional de hablar del pecado. Quienes han sido abusados a menudo soportan una sensación de culpabilidad, vergüenza y hasta de pecado, cuando en realidad se ha pecado contra ellos.

Estos y otros pasos son medios con los que los religiosos y las religiosas podemos ayudar a la Iglesia en sus esfuerzos en este campo.

 

Conversión

El Papa Francisco condena justamente la cultura del clericalismo que ha obstaculizado nuestra lucha contra los abusos y que, de hecho, forma parte de sus raíces. Además, el fuerte sentido de familia en nuestras Órdenes y Congregaciones – algo por lo general muy positivo – puede hacer difícil condenar o denunciar el abuso. Esto dio lugar a una lealtad injustificada, a errores en el juicio, a lentitud en el actuar, a negar los hechos y a veces a encubrirlos. Nos sentimos necesitados de conversión y queremos cambiar. Queremos actuar con humildad. Queremos identificar nuestros puntos ciegos.

Queremos denunciar cualquier abuso de poder. Nos comprometemos a caminar con aquellos a quienes servimos, avanzando con transparencia y confianza, honestidad y sincero arrepentimiento.

 

Recursos

Los recursos constituyen siempre un problema. Una rápida mirada a las sociedades que están llevando a cabo prácticas de protección de menores, muestra que también los servicios de salud pública encuentran dificultades a la hora de proporcionar los debidos recursos. Esto exige que colaboremos para que los recursos se utilicen con eficacia y eficiencia. La UISG y la USG pondrán los medios para que las Congregaciones trabajen juntas y poder llegar así, de la manera más eficaz, a los supervivientes en su camino hacia la sanación. La formación inicial y continua podrían ser, quizás, los mejores ámbitos en los que trabajar juntos. La selección de los candidatos que entran en la vida religiosa es también algo en lo que podemos colaborar, identificando las mejores prácticas. Dicha selección ha de ser obligatoria y de la mejor calidad.

 

Llamamiento para la implicación de padres y mujeres

Pedimos la ayuda de los padres en nuestra lucha contra el abuso. Ellos tienen un instinto natural para la protección de los niños, instinto que es indispensable. Estamos especialmente abiertos/as a recibir su consejo, su competencia, su apoyo y sus desafíos. En particular, queremos hacer hincapié en el papel de las madres. Es justo decir que, si se hubiera pedido consejo y asistencia a las mujeres en la evaluación de los casos, se hubieran adoptado medidas más enérgicas, rápidas y eficaces. Nuestras maneras de abordar las acusaciones hubieran sido muy diferentes y se habría evitado mucho sufrimiento tanto a las víctimas como a sus familias.

 

Un mensaje a los supervivientes

Por último, y lo más importante, queremos enviar un mensaje a los supervivientes, y hacerlo directamente: reconocemos que hubo maneras inadecuadas de tratar este tema y una vergonzosa incapacidad de comprender vuestro dolor. Ofrecemos nuestras más sinceras disculpas y nuestro pesar. Os pedimos que creáis en nuestra buena voluntad y sinceridad. Y os invitamos a trabajar con nosotros para crear nuevas estructuras que aseguren la minimización de los riesgos.

El encuentro se centrará en la protección de menores. Sin embargo, la atención de los medios de comunicación se ha centrado recientemente en el abuso y explotación de religiosas, seminaristas y candidatos/as en las casas de formación. Esto es motivo de grave y alarmante preocupación. Nos comprometemos a hacer todo lo que está en nuestro poder para responder eficazmente. Queremos asegurar que quienes piden generosamente unirse a las órdenes religiosas o que son formados en los seminarios vivan en lugares seguros, donde se alimenta su vocación y donde reciban ayuda para crecer en madurez en su deseo de amar a Dios y al prójimo.

Al comienzo del encuentro sobre Protección, pedimos perdón a todos por nuestros fallos, y repetimos nuestro apoyo al Santo Padre. Nos comprometernos a intensificar nuestros esfuerzos para trabajar con él, para que la Iglesia pueda avanzar de manera coherente, creíble y unida; de manera verdaderamente sanadora, sinceramente renovada, con nuevos ojos para ver y nuevos oídos para oír.

 

 

 

22/02/2019-01:55
Rosa Die Alcolea

Víctima de abuso sexual en la Iglesia: "Miramos a nuestros obispos en busca de liderazgo"

(ZENIT — 22 febrero 2019).- La cuarta persona, víctima de abuso sexual en la Iglesia, que ha compartido su testimonio con los participantes en el Encuentro sobre la protección de los menores en la Iglesia ha recalcado: "Yo pediría a los obispos liderazgo. Liderazgo, visión y coraje" y ha matizado: "Eso es a lo que respondo, eso es lo que espero ver".

Los 190 representantes católicos que participan en el Encuentro mundial que tiene lugar en el Vaticano estos días para combatir el problema de los abusos sexuales en la Iglesia, han escuchado los testimonios de 5 personas abusadas por parte de sacerdotes de la Iglesia Católica.

"Creo que otros sobrevivientes y otros católicos y personas de fe pueden salir ponerse a trabajar para lograr una resolución, y trabajar para sanar, y trabajar por una Iglesia mejor", solicita esta víctima.

A continuación siguen las palabras de esta persona, víctima de abuso sexual eclesial.

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Cuarto testimonio

Hola. Aprecio este acercamiento a los sobrevivientes del abuso sexual del clero y estoy feliz de participar en este proyecto.

¿Qué es lo que más me ha herido? Al reflexionar sobre esta cuestión, pienso en la totalidad... en la plena realización de la pérdida total de la inocencia de mi juventud y en cómo eso me ha afectado hoy en día.

Todavía hay dolor en mis relaciones familiares. Todavía hay dolor con mis hermanos. Todavía tengo dolor. Mis padres todavía llevan el dolor por la disfunción, la traición, la manipulación que este hombre malo, que era nuestro sacerdote católico en ese entonces, nos hizo a mi familia y a mí. Así que eso es lo que más me ha herido y lo que llevo conmigo hoy.

Ahora estoy bien porque he encontrado esperanza y sanación al contar mi historia, al compartir mi historia con mi familia, mi esposa y mis hijos — mi familia extendida- mis amigos, y porque puedo hacer eso, me siento más cómodo conmigo mismo y por cómo puedo ser yo mismo.

Y finalmente lo que quiero decir a los obispos — creo que es una excelente pregunta: Yo pediría a los obispos liderazgo. Liderazgo, visión y coraje.

Eso es a lo que respondo, eso es lo que espero ver. Tengo una experiencia personal de liderazgo y cómo me ha afectado personalmente. Uno de mis mejores recuerdos del Cardenal Francis George es cuando él habló de las dificultades de sus compañeros sacerdotes que habían abusado. Y consideré que esas palabras, viniendo de un hombre en su posición, aunque debe haber sido muy difícil para él decirlas, eran lo correcto y apropiado para decir. Pensé que eso era liderazgo en ese momento, y creo que es liderazgo ahora.

Y pensé que si él podía ponerse a sí mismo ahí fuera, y liderar con el ejemplo, entonces yo podría ponerme a mí mismo ahí fuera, y creo que otros sobrevivientes y otros católicos y personas de fe pueden salir ponerse a trabajar para lograr una resolución, y trabajar para sanar, y trabajar por una Iglesia mejor.

Así es que respondemos al liderazgo, miramos a nuestros obispos en busca de liderazgo, les pediría a los obispos que muestren liderazgo.

Gracias.

 

 

 

22/02/2019-01:45
Ana Paula Morales

"Que los obispos aprendan a escuchar" pide un sacerdote que sufrió abuso

(ZENIT — 22 febrero 2019).- Un sacerdote de Europa del Este, víctima de abuso sexual por parte de un sacerdote en el momento de su adolescencia, invita a los obispos: "Que escuchen a estas personas, que aprendan a escuchar a las personas que hablan".

Este testimonio estaba grabado y ha sido difundido este jueves 21 de febrero en la mañana, después de la apertura del Encuentro sobre "La protección de menores dentro de la Iglesia" (21-24 de febrero) en el aula nueva del Sínodo, en el Vaticano. Un total de cinco testimonios fueron previamente grabados, provenientes de los cinco continentes fueron escuchados por los obispos en el comienzo de este encuentro.

Herido por un sacerdote, este hombre también fue herido por la actitud de un obispo: "Entonces me encontré con el obispo y me atacó sin tratar de entenderme, y eso me hirió". Al final de su testimonio afirma que ha perdonado: "Perdono de todo corazón a ese sacerdote y al obispo".

Reproducimos las palabras de este tercer testimonio escuchado en el Encuentro sobre protección de menores en la Iglesia.

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Tercer testimonio

Tengo 53 años, soy un sacerdote religioso. Este año es el 25° aniversario de mi ordenación. Estoy agradecido a Dios. ¿Qué me ha herido? Me hirió conocer a un sacerdote. Cuando era adolescente, después de la conversión, iba donde el sacerdote para que me enseñara a leer las Escrituras durante la Misa, y él tocaba mis partes íntimas. Pasé una noche en su cama. Esto me hirió profundamente. La otra cosa que me hirió fue el obispo a quien, después de muchos años como adulto, le hablé de lo que había pasado. Fui con él junto con mi provincial. Primero le escribí una carta al obispo, seis meses después de una entrevista con el sacerdote. El obispo no me respondió y después de seis meses escribí al nuncio. El nuncio reaccionó mostrando comprensión. Entonces me encontré con el obispo y me atacó sin tratar de entenderme, y eso me hirió. Por un lado el sacerdote y por otro este obispo que...

¿Qué siento? Me siento mal, porque ni ese sacerdote ni el obispo respondieron a mi carta, y ya han pasado ocho años y tampoco él ha respondido. ¿Qué me gustaría decir a los obispos? Que escuchen a estas personas, que aprendan a escuchar a las personas que hablan. Yo quería que alguien me escuchara, que se supiera quién es ese hombre, ese sacerdote y lo que hace. Perdono de todo corazón a ese sacerdote y al obispo. Doy gracias a Dios por la Iglesia, estoy agradecido de estar en la Iglesia. Tengo muchos amigos sacerdotes que me han ayudado.

 

 

 

22/02/2019-02:03
Ana Paula Morales

"La amistad no debería prevalecer aquí, sino la acción" reclama una víctima de abusos

(ZENIT — 22 febrero 2019).- "Pido a los Provinciales, a los Superiores Mayores y a los Obispos que participan en esta audiencia que lleven a cabo actos firmes que realmente pongan en su lugar al perpetrador", afirmó el quinto testimonio, ofrecido por una personas abusada por parte de un sacerdote católico.

Un hombre de Asia que ha sido víctima de un abuso sexual, este testimonio ha sido dado en la mañana de este jueves 21 de febrero de 2019, después de la oración de apertura al Encuentro sobre 'La protección de menores' del 21 al 24 de febrero de 2019. Han sido un total de cinco testimonios provenientes de los cinco continentes.

"Si quieren salvar a la Iglesia, tenemos que actuar juntos y hacer que los perpetradores se den por vencidos", pidió la víctima.

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Quinto testimonio

He sido acosado sexualmente durante mucho tiempo, más de cien veces, y este acoso sexual me ha creado traumas y recuerdos a lo largo de mi vida. Es difícil vivir la vida, es difícil estar con gente, conectarse con la gente. He cargado con esta actitud en mi familia, con mis amigos, e incluso con Dios.

Cada vez que he hablado con los Provinciales y con los Superiores Mayores, todos han encubierto prácticamente cada asunto, han encubierto a los autores y eso a veces me mata. Hace mucho tiempo que doy esta batalla... y la mayoría de los Superiores, por razones de amistad, son incapaces de detenerlo.

Pido a los Provinciales, a los Superiores Mayores y a los Obispos que participan en esta audiencia que lleven a cabo actos firmes que realmente pongan en su lugar al perpetrador. Si queremos salvar a la Iglesia, los perpetradores deben ser castigados. Pediré a los Obispos que sean claros en esta materia, porque esta es una de las bombas de tiempo que están ocurriendo en la Iglesia de Asia. Si quieren salvar a la Iglesia, tenemos que actuar juntos y hacer que los perpetradores se den por vencidos. La amistad no debería prevalecer aquí, sino la acción, porque esto destruirá a todas nuestras generaciones de niños. Como Jesús siempre dijo, necesitamos ser como niños, no ser abusadores sexuales de niños.

 

 

 

22/02/2019-00:58
Rosa Die Alcolea

"Estuve embarazada tres veces, él me hizo abortar tres veces" relata una víctima de abusos

(ZENIT — 22 febrero 2019).- "Los sacerdotes, los religiosos, tienen los medios para ayudar y también tienen los medios para destruir. Deben comportarse con responsabilidad, como personas sensatas", es el mensaje que lanza una de las personas abusadas por sacerdotes que han compartido su experiencia con los participantes del Encuentro sobre la protección de los menores en la Iglesia, que tiene lugar del 21 al 24 de febrero de 2019 en el Vaticano.

Durante la mañana del primer día del Encuentro, los 190 representantes católicos han escuchado un visto un video con el testimonio de 5 víctimas de abuso sexual en la Iglesia.

El segundo testimonio lo ha narrado una mujer, que sufrió el abuso por parte de un sacerdote desde que tenía quince años, llegando a quedarse embarazada por tres veces, "simplemente porque él no quería un preservativo ni un método anticonceptivo", relata.

"Siento que tengo una vida arruinada. He sufrido tales humillaciones en esta relación, que no sé qué me depara el futuro. Esto me hace ser muy prudente en mis relaciones en la actualidad", confiesa esta persona.

A continuación, reproducimos sus palabras, recogidas en el video proyectado en el Encuentro 'La protección de los menores en la Iglesia'.

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Segundo testimonio

D. — ¿Qué es lo que más te ha herido en tu vida?

R. — Desde que tenía quince años mantenía relaciones sexuales con un sacerdote. Esto duró trece años seguidos. Estuve embarazada tres veces, él me hizo abortar tres veces. Simplemente porque él no quería un preservativo ni un método anticonceptivo. Al principio tenía tanta confianza en él, que no sabía que podía abusar de mí. Tenía miedo de él. Y cada vez que me negaba a tener relaciones con él, me pegaba. Él me golpeaba. Y como yo dependía totalmente de él económicamente, sufrí todas sus humillaciones. Y teníamos estas relaciones tanto en su casa del pueblo como en el centro de acogida diocesano. Y en esa relación, yo no tenía derecho a tener un novio. Cada vez que lo tenía y que él lo sabía, me golpeaba. Y esa era la condición para que él pudiera ayudarme económicamente. Él me daba todo lo que yo quería cuando yo aceptaba las relaciones sexuales. De lo contrario, me golpeaba.

D. — ¿Cómo ha asumido todas estas heridas y cómo se siente en este momento?

R. — Siento que tengo una vida arruinada. He sufrido tales humillaciones en esta relación, que no sé qué me depara el futuro. Esto me hace ser muy prudente en mis relaciones en la actualidad.

D. — ¿Qué mensaje le gustaría enviar a los obispos?

R. — Hay que decir que amar sinceramente es amar gratuitamente. Cuando se ama a alguien, se piensa en su futuro, se piensa en su bienestar. No se abusa de la persona de esa manera. Y hay que decir que los sacerdotes, los religiosos, tienen los medios para ayudar y también tienen los medios para destruir. Deben comportarse con responsabilidad, como personas sensatas.

Muchas gracias, su contribución será muy, muy significativa para el encuentro de los Obispos. Una vez más, gracias.

 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

22/02/2019-09:48
Rosa Die Alcolea

Mons. Solórzano, de Nicaragua: "No solamente la Iglesia, también la comunidad cree que la salida debe ser el diálogo"

(ZENIT — 22 febrero 2019).- El obispo nicaragüense visitó México del 12 al 16 de febrero de 2019 para compartir su testimonio en la 2a Noche de los Testigos de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN). En ese marco, concedió a Zenit una entrevista en exclusiva.

Ante la fuerte crisis que ha vivido el país, especialmente en el último año, el obispo asegura que siguen llamando al 'Diálogo Nacional': "Seguimos llamando, yo sigo llamando al diálogo, porque si no hay diálogo, lo que queda es más violencia, más represión, más muerte".

En Nicaragua, “la Iglesia, por su dimensión –digamos– profética, humanitaria, pastoral, muchas veces es criticada y ofendida”, relata el Obispo de Granada.

Jorge Solórzano Pérez nació el 23 de marzo de 1961 en el Municipio de Ciudad Sandino, Managua, capital de Nicaragua. Ingresó a los 16 años al Seminario Diocesano y fue ordenado sacerdote en 1985. Primero fue nombrado Obispo Auxiliar de Managua, en el año 2000; luego Obispo de Matagalpa, en el año 2005 y para el 2010, es nombrado por el Papa Benedicto XVI Obispo de Granada, cargo que desempeña hasta la fecha.

Mons. Solórzano se opuso a la Teología de la Liberación que se propagó y cobró fuerza en los años 80 y puso en riesgo su vida por defender la fe católica de esta corriente durante el régimen sandinista, en su país natal.

 

1.600 misiones en comunidades rurales

Luego de su toma de posesión como Obispo de Matagalpa, al norte del país, realizó más de 1.600 misiones en comunidades rurales, viajando a pie, en mula y vehículo, defendiendo la fe católica junto al campesino. Además, construyó parroquias, capillas, restauró la Catedral de San Pedro, en Matagalpa y la Curia Episcopal.

Ha fundado más de 20 parroquias en su actual diócesis y ha logrado reconstruir el Seminario Mayor de San Pedro Apóstol y gracias a su empeño se han logrado construir centros pastorales para la formación de laicos y asambleas diocesanas.

Ana Paula Morales

 

A continuación, ofrecemos la entrevista concedida en exclusiva a la agencia Zenit por el Obispo Jorge Solórzano.

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ZENIT: ¿Por qué son perseguidos los cristianos en Nicaragua?

Mons. Solórzano: Porque la Iglesia vive como Iglesia, por ser Iglesia, porque nos invitaron al Diálogo Nacional' en la crisis que se está viviendo y nosotros pusimos como puntos (condiciones) la justicia y la democratización y, a veces, eso no les gusta.

También la Iglesia utilizó en los momentos de conflictos, de enfrentamientos armados, donde había heridos, las iglesias como hospitales de campaña, donde se atendían heridos de ambos bandos y esa actitud —que nosotros no lo hicimos por estar apoyando ningún grupo de los que se estaban enfrentando, sino como algo humanitario de ayudar al herido— no les gusta a una parte, que la Iglesia haga eso. O refugiar, como por ejemplo, en la parroquia de la Divina Misericordia, a estudiantes que estaban siendo atacados, refugiarlos ahí y protegerlos, eso no les gusta. Entonces, por su dimensión, digamos, profética, humanitaria, pastoral de la Iglesia, muchas veces es criticada y ofendida.

 

Z: Usted hablaba bien sobre que la Iglesia ha sido mediadora, no estaba de ninguna parte. Los obispos de la Conferencia Episcopal han pedido al gobierno de Daniel Ortega emprender el diálogo en reiteradas ocasiones tras el fracaso de la mesa de diálogo nacional. ¿Tratan, buscan, que todavía se arme un diálogo?

M. S: Creemos que es el camino para la salida de la crisis tan profunda: crisis política, crisis económica, crisis social... Creemos que el diálogo es el camino civilizado, el camino pacífico para salir de esa crisis, y la gente también. Ni el pueblo, ni la comunidad, ni el país quiere la guerra. No quieren más violencia, no quieren más muertes, sino que quieren una salida pacífica al conflicto, a la crisis, y la comunidad también, no solamente la Iglesia como jerarquía, también la comunidad cree que la salida debe ser el diálogo.

 

Z: ¿En qué punto se encuentra este diálogo si las demás partes están dispuestas?

M. S: Yo creo que todos estamos dispuestos y la gente está esperando eso, falta un poco de voluntad política de las autoridades porque si mañana llaman por ejemplo al diálogo o hoy mismo llaman al diálogo nacional, todas las partes estarían dispuestas a buscar una salida pacífica al conflicto. Seguimos llamando, yo sigo llamando al diálogo, porque si no hay diálogo, lo que queda es más violencia, más represión, más muerte.

 

Z: ¿Qué esperanza tiene el pueblo nicaragüense de vivir con más libertad religiosa?

M. S: Bueno, hay que entender que se puede reunir el pueblo a sus actividades religiosas, no han sido prohibidas, no todas las manifestaciones religiosas. Lo que pasa es que hay cierto miedo de agresión, como han habido amenazas de agresión. Pero el pueblo tiene una gran fe, por ejemplo, en el Santísimo y en la Virgen María y eso nadie lo detiene, nadie le va a quitar el jueves eucarístico al pueblo, por ejemplo, que se reúne; eso es bien fuerte en el pueblo, y aunque haya peligro, haya amenazas, se siguen igual las celebraciones de la Purísima; ahora en diciembre, que las tuvimos, fueron apoteósicas, la gente se desbordó porque tienen una gran amor a la Virgen Santísima y eso nadie lo ha podido detener.

 

Z: Según Ayuda a la Iglesia Necesitada, usted realizó más de 1.600 misiones en comunidades rurales siendo obispo de Mategalpa, "viajando a pie, en mula y vehículo defendiendo la fe católica junto al campesino". ¿Qué dificultades diría que encuentran los cristianos del campo en su día a día?

M. S: La pobreza, la falta de educación.

 

Z: ¿Qué podemos hacer para mantenernos unidos a los cristianos en Nicaragua? ¿Cuáles son nuestras posibilidades para ayudar al pueblo nicaragüense?

M. S: Primero tienen que seguir orando y acompañándonos con su oración, porque eso es muy importante: el poder de la oración, para que podamos mantenernos fieles. Y después, una ayuda también concreta es que nos ayuden a formar en la identidad cristiana católica, a seguir formándolos, porque hay muchos ataques y la gente se puede confundir, entonces necesitamos formar identidad católica desde los niños, las familias, los jóvenes, darles formación con identidad católica, entonces ahí nos pueden ayudar mucho con materiales, ayudas, cursos para escuelas, para que nuestros católicos, desde los niños, desde los pequeñitos, se formen con una mayor identidad católica.

 

Con Raquel Anillo y Janet Pedraza

 

 

 

22/02/2019-08:00
Justo Aznar

Más datos sobre el proceso de fertilización humana

Conocer cómo se genera el embrión humano es un tema con profundas implicaciones bioéticas que deben ser desarrolladas sobre la realidad biológica del proceso y dentro del mismo una parte importante es el proceso de fertilización.

En el proceso de fertilización se dan una serie de interacciones entre el esperma y el ovocito, siendo la adhesión de los espermatozoides a la membrana del ovocito y la posterior fusión de ambas células el punto inicial del proceso, proceso que implica mecanismos moleculares que han sido ampliamente estudiados.

Entre las proteínas que desempeñan algún papel en la fertilización está el CD9, que fue la primera proteína esencial identificada en la superficie del ovocito. Más recientemente se han identificado otros dos: IZUMO I y JUNO, que juegan un papel fundamental en la unión de esperma y ovocito, demostrado en ratones (ver AQUÍ) Estas tres proteínas están involucradas en el reconocimiento de los gametos y en su adhesión, pero no inducen la fusión de las membranas.

El papel de la proteína CD9 en el proceso de fertilización se ha demostrado porque si se producen ratones en los que esta proteína se ha suprimido su fertilidad se reduce significativamente debido a que la membrana de los ovocitos pierde en gran medida su capacidad de fusionarse. En efecto CD9 facilita la adhesión de los espermatozoides a los ovocitos uniendo estos a receptores espermáticos que los unen de forma constante con los ovocitos.

También el IZUMO I, es importante para este proceso, pues ratones carentes de esta proteína son infértiles, porque su esperma es incapaz de fusionarse con los ovocitos.

Igualmente, el JUNO juega un importante papel en la fertilización, habiéndose demostrado que ratones hembras carentes del mismo, son sanas pero infértiles, que producen ovocitos maduros, pero que son incapaces de unirse a los espermatozoides para ser fecundados.

También en los gametos humanos están presenten las proteínas CD9, IZUMO I y JUNO. Sin embargo, saber si JUNO se expresa en los ovocitos humanos y juega un papel importante en la fertilización humana no ha sido todavía determinado.

Ahora se publican experiencias en las que se comprueba que JUNO se expresa en la membrana plasmática de los ovocitos humanos y que su inhibición, utilizando anticuerpos monoclonales, bloquea completamente el proceso de fusión con los espermatozoides.

Estos resultados sugieren que lo ya conocido sobre el papel de JUNO en el papel en la fertilización de ratones, también se da en humanos.

 

¿Existen dificultades éticas?

Desde un punto de vista bioético un aspecto importante a considerar es si estos experimentos se han llevado a cabo en embriones humanos que posteriormente son manipulados, e incluso destruidos, lo cual no sería aceptable. Sin embargo, los autores especifican que, como las leyes bioéticas francesas prohíben crear embriones humanos con fines experimentales, las experiencias de fertilización fueron realizadas de forma tal que se favorece la fertilización poliespérmica y que así se previene el desarrollo de embriones viables.

Si esto es así, las dificultades éticas de estas experiencias podrían ser solventadas. Sin embargo, en el propio trabajo se constata que en algún caso la fertilización no fue poliespérmica, e incluso que se pudo conseguir con un solo embrión, lo que abrirá la puerta a que en ese caso el embrión producido fuera viable.

Como siempre, un dilema bioético difícil de solventar al tratar de armonizar experiencias que indudablemente son positivas para el avance de la ciencia, pero que presentan dudas bioéticas objetivas.

 

 

 

22/02/2019-08:00
Isabel Orellana Vilches

Beata Rafaela Ybarra de Villalonga, 23 de febrero

«Esta protectora de la infancia y de la juventud, fundadora del Instituto de las Hermanas de los Ángeles Custodios, siempre contó con el decisivo y generoso apoyo de su esposo que no puso impedimento a su profesión religiosa»

No hay confín que se interponga en la vida de un apóstol, ni siquiera cuando el llamamiento de Cristo le sorprende en el estado civil de casado. Además de ejercer admirablemente su responsabilidad atendiendo a su familia, no se escuda en ella para minimizar la entrega debida a Dios le falte o no su respaldo. Si fuese éste el caso, entonces se dispone a vivir una ofrenda martirial, y con ella atrae bendiciones diversas a los más cercanos que son extensivas a todo el que se halla a su alrededor; con tanto sacrificio se labra esa selecta morada en el cielo de la que habla el evangelio.

A Rafaela su esposo nunca le puso impedimentos para ejercer un vibrante apostolado, que secundó generosamente, culminando con su aprobación para que profesase y fundase un Instituto religioso, máxima prueba de un amor humano que se inspira en el divino. Esta excelente esposa y madre de familia nació en Bilbao, España, el 16 de enero de 1843. También en ella se cumple, como en la mayoría de los casos, que su fe nació y quedó profundamente arraigada con el testimonio y aliento de su familia, que le inculcó la base virtuosa sobre la que estuvo erigida su existencia. Pertenecía a la alta sociedad bilbaína. Los signos del amor divino en ella fueron precoces. Vivió la experiencia de su primera comunión gozosamente: «Comulgué con gran fervor.
Recuerdo muy bien haber experimentado grandes consuelos espirituales y haber llorado pensando en la Pasión de Jesús». No obstante, en medio de su piedad también hubo un hueco para ciertas vanidades que, por lo general, resultan particularmente atractivas en la juventud. Ella misma confesó sus buenos hábitos y debilidades: «Me gustaba ser vista y obsequiada. El lujo no era exagerado para mi posición. Sin embargo, gastaba bastante en todo. Me gustaban mucho las joyas. Pero conservaba un fondo de piedad natural. Rezaba el Rosario todos los días con los criados; leía mis libros de piedad y era compasiva con los necesitados».

A los 18 años contrajo matrimonio con José de Villalonga, ingeniero industrial de procedencia catalana, hombre virtuoso, sin cuya generosidad y respeto no hubiera podido llevar a cabo la obra que emprendió. La súplica de Rafaela era esta: «Que sea cada día mejor esposa, mejor madre, mejor hija. Haz, Señor, que yo sea una mansión de paz dentro de la familia». Lo consiguió. Compaginó admirablemente la vida de oración y de caridad con el cuidado de su extensa familia, compuesta por los siete hijos que alumbró más cinco sobrinos que quedaron a su cargo cuando su hermana, y madre de los pequeños, falleció. Ella también tuvo que desprenderse tempranamente de dos de sus hijos, y el benjamín quedó apresado por una terrible y dolorosa parálisis infantil. Aunque san Juan Bosco se lo vaticinó al encontrarla en Barcelona: «Señora, este niño será su crucecita», la madre tuvo que afrontar ese dolor y gozarse de la grandeza del pequeño que un día le dijo: «Mamá, tú eres por lo menos 'Sierva de Dios'».

Rafaela llevaba ya una vida de oración y tenía tal devoción al Santísimo Sacramento que cada vez se sentía más empujada a la unión con Él, y a realizar el mayor bien que le fuera posible. Ese momento llegó cuando a raíz de la profesión de su marido —promotor de la empresa Altos Hornos, que tenía un capital humano de tres mil personas—, tomó contacto con esa realidad del mundo obrero. Se sentía inclinada a cuidar de las niñas y de las jóvenes expuestas a los riesgos que van unidos a la pobreza y la ignorancia frecuentes en su época. Veía los males que acechaban a las jóvenes obreras y para acogerlas creó la casa Asilo de la Sagrada Familia. Las recogía por las calles y no dudaba en ponerse en aprietos con tal de rescatarlas del peligro. Quería proporcionarles todo lo que precisaban humana y espiritualmente, sembrando sus vidas de esperanza. Además, a los enfermos y pobres nunca les faltó su caridad. «Las personas pasan, pero las obras permanecen», solía decir.

Creó en Bilbao numerosas instituciones de protección a la mujer. La ayudaron en este empeño voluntarias que trabajaban siguiendo la consigna que les dio: «dulzura en los medios y firmeza en los fines». Tenía claro, y así lo transmitió, que «lo que no alcance el amor, no lo conseguirá el temor». Lo decía por experiencia, puesto que un día que fue a buscar a una reclusa, ésta la abofeteó. Y ella, respondiendo con mansedumbre, le dijo: « No me has hecho daño, hija mía; desde hoy te quiero más», palabras tan sentidas y auténticas, que la joven se vino abajo y se arrepintió llorando amargamente. El propósito de toda la obra de Rafaela fue este: vivir «unidas a Dios por la oración y el apostolado» para llevar «el anuncio del amor de Dios, al mundo de la niñez y de la juventud». Así surgieron pisos y talleres con los que pudo dar sustento y formación a estos colectivos. Contó con el consentimiento de su esposo D. José Villalonga para hacer profesión religiosa y fundar el Instituto de las Hermanas de los Ángeles Custodios en 1894. Falleció el 23 de febrero de 1900. Había hecho vida el lema que inculcó a todos: «nunca os canséis de hacer el bien». Fue beatificada el 30 de septiembre de 1984 por Juan Pablo II.