Servicio diario - 06 de octubre de 2019


 

Misa apertura Sínodo: "Sintámonos convocados aquí para servir, poniendo en el centro el don de Dios"
Rosa Die Alcolea

Ángelus: "Nada es imposible para quién tiene fe"
Raquel Anillo

Jóvenes de la Amazonía llenan la Basílica Vaticana de alegría y color en la Misa de apertura
Rosa Die Alcolea

Sínodo sobre la Amazonía: El Papa invita a los cristianos a orar
Raquel Anillo

Los nuevos cardenales visitan a Benedicto XVI
Anne Kurian

Nuestra Señora del Rosario, 7 de octubre
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

06/10/2019-09:08
Rosa Die Alcolea

Misa apertura Sínodo: "Sintámonos convocados aquí para servir, poniendo en el centro el don de Dios"

(ZENIT — 6 oct. 2019).- "Reavivar el don; acoger la prudencia audaz del Espíritu, fieles a su novedad" es la exhortación que el Papa Francisco ha hecho en la Misa de apertura del Sínodo para la Región Amazónica, esta mañana, en la Basílica de San Pedro.

Este domingo, 6 de octubre de 2019, a las 10 horas, el Santo Padre ha celebrado la Santa Misa en la Basílica Vaticana, con ocasión de la apertura de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica, en la que han participado los 13 cardenales recientemente creados por el Santo Padre, los 185 Padres sinodales, obispos, sacerdotes y representantes de asociaciones y comunidades eclesiásticas amazónicas, procedentes del territorio amazónico.

"Sintámonos convocados aquí para servir, poniendo en el centro el don de Dios". En la homilía, Francisco ha reflexionado en torno al don recibido por Dios: "hemos recibido un don para ser dones", y ha recordado "el don que hemos recibido es un fuego, es un amor ardiente a Dios y a los hermanos".

Así, el Pontífice ha recordado a los padres sinodales, cardenales, sacerdotes y representantes del pueblo amazónico presentes en la Eucaristía, que el "fuego de Dios es calor que atrae y reúne en unidad", el fuego del Evangelio no es el fuego "aplicado por los intereses que destruyen, como el que recientemente ha devastado la Amazonia".

 

Anuncio del Evangelio

"El anuncio del Evangelio es el primer criterio para la vida de la Iglesia", ha indicado el Papa. "Muchos hermanos y hermanas en Amazonia llevan cruces pesadas y esperan la consolación liberadora del Evangelio y la caricia de amor de la Iglesia", ha señalado. "Que Él, que hace nuevas todas las cosas, nos dé su prudencia audaz, inspire nuestro Sínodo para renovar los caminos de la Iglesia en Amazonia, de modo que no se apague el fuego de la misión".

Al término de la homilía, el Papa ha aplaudido la dedicación misionera del cardenal Cláudio Hummes, arzobispo emérito de Sao Paulo (Brasil) y relator general de la Asamblea Especial del Sínodo.

Los trabajos del Sínodo sobre el tema Amazonia: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral comenzarán el lunes por la mañana en el Aula Nueva del Sínodo, donde 184 participantes debatirán y escucharán los diferentes testimonios, muchos de ellos, de representantes amazónicos del 6 al 27 de octubre de 2019.

A continuación, ofrecemos la homilía pronunciada por el Papa Francisco:

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Homilía del Papa Francisco

El apóstol Pablo, el mayor misionero de la historia de la Iglesia, nos ayuda a "hacer Sínodo", a "caminar juntos". Lo que escribe Timoteo parece referido a nosotros, pastores al servicio del Pueblo de Dios.

Ante todo dice: «Te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos» (2 Tm 1,6). Somos obispos porque hemos recibido un don de Dios. No hemos firmado un acuerdo, no nos han entregado un contrato de trabajo "en propia mano", sino la imposición de manos sobre la cabeza, para ser también nosotros manos que se alzan para interceder y se extienden hacia los hermanos. Hemos recibido un don para ser dones. Un don no se compra, no se cambia y no se vende: se recibe y se regala. Si nos aprovechamos de él, si nos ponemos nosotros en el centro y no el don, dejamos de ser pastores y nos convertimos en funcionarios: hacemos del don una función y desaparece la gratuidad, así terminamos sirviéndonos de la Iglesia para servirnos a nosotros mismos. Nuestra vida, sin embargo, por el don recibido, es para servir. Lo recuerda el Evangelio, que habla de «siervos inútiles» (Lc 17,10). Es una expresión que también puede significar «siervos sin beneficio». Significa que no nos esforzamos para conseguir algo útil para nosotros, un beneficio, sino que gratuitamente damos porque lo hemos recibido gratis (cf. Mt 10,8). Toda nuestra alegría será servir porque hemos sido servidos por Dios, que se ha hecho nuestro siervo. Queridos hermanos, sintámonos convocados aquí para servir, poniendo en el centro el don de Dios.

Para ser fieles a nuestra llamada, a nuestra misión, san Pablo nos recuerda que el don se reaviva. El verbo que usa es fascinante: reavivar literalmente, en el original, es "dar vida al fuego" [anazopurein]. El don que hemos recibido es un fuego, es un amor ardiente a Dios y a los hermanos. El fuego no se alimenta por sí solo, muere si no se mantiene vivo, se apaga si las cenizas lo cubren. Si todo permanece como está, si nuestros días están marcados por el "siempre se ha hecho así", el don desaparece, sofocado por las cenizas de los temores y por la preocupación de defender el status quo . Pero «la Iglesia no puede limitarse en modo alguno a una pastoral de "mantenimiento" para los que ya conocen el Evangelio de Cristo. El impulso misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial» (BENEDICTO XVI, Exhort. apost. postsin. Verbum Domini, 95). Porque la Iglesia siempre está en camino, siempre en salida, jamás cerrada en sí misma. Jesús no ha venido a traer la brisa de la tarde, sino el fuego sobre la tierra.

El fuego que reaviva el don es el Espíritu Santo, dador de los dones. Por eso san Pablo continúa: «Vela por el precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros (2 Tm 1,14). Y también: «Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de prudencia» (v. 7). No es un espíritu cobarde, sino de prudencia. Alguno piensa que la prudencia es una virtud "aduana", que detiene todo para no equivocarse. No, la prudencia es una virtud cristiana, es virtud de vida, más aún, la virtud del gobierno. Y Dios no ha dado este espíritu de prudencia. Pablo contrapone la prudencia a la cobardía. ¿Qué es entonces esta prudencia del Espíritu? Como enseña el Catecismo, la prudencia «no se confunde ni con la timidez o el temor», si no que «es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo» (n. 1806). La prudencia no es indecisión, no es una actitud defensiva. Es la virtud del pastor, que, para servir con sabiduría, sabe discernir, sensible a la novedad del Espíritu. Entonces, reavivar el don en el fuego del Espíritu es lo contrario a dejar que las cosas sigan su curso sin hacer nada. Y ser fieles a la novedad del Espíritu es una gracia que debemos pedir en la oración. Que Él, que hace nuevas todas las cosas, nos dé su prudencia audaz, inspire nuestro Sínodo para renovar los caminos de la Iglesia en Amazonia, de modo que no se apague el fuego de la misión.

El fuego de Dios, como en el episodio de la zarza ardiente, arde pero no se consume (cf. Ex 3,2). Es fuego de amor que ilumina, calienta y da vida, no fuego que se extiende y devora. Cuando los pueblos y las culturas se devoran sin amor y sin respeto, no es el fuego de Dios, sino del mundo. Y, sin embargo, cuántas veces el don de Dios no ha sido ofrecido sino impuesto, cuántas veces ha habido colonización en vez de evangelización. Dios nos guarde de la avidez de los nuevos colonialismos. El fuego aplicado por los intereses que destruyen, como el que recientemente ha devastado la Amazonia, no es el del Evangelio. El fuego de Dios es calor que atrae y reúne en unidad. Se alimenta con el compartir, no con los beneficios. El fuego devorador, en cambio, se extiende cuando se quieren sacar adelante solo las propias ideas, hacer el propio grupo, quemar lo diferente para uniformar todos y todo.

Reavivar el don; acoger la prudencia audaz del Espíritu, fieles a su novedad; san Pablo dirige una última exhortación: «No te avergüences del testimonio [...]; antes bien, toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios» (2 Tm 1,8). Pide testimoniar el Evangelio, sufrir por el Evangelio, en una palabra, vivir por el Evangelio. El anuncio del Evangelio es el primer criterio para la vida de la Iglesia: es su misión, su identidad. Poco después Pablo escribe: «Pues yo estoy a punto de ser derramado en libación» (4,6). Anunciar el Evangelio es vivir el ofrecimiento, es testimoniar hasta el final, es hacerse todo para todos (cf. 1 Cor 9,22), es amar hasta el martirio. Agradezco a Dios porque en el Colegio Cardenalicio hay algunos hermanos cardenales mártires, que han probado, en la vida, la cruz del martirio. De hecho, subraya el Apóstol, se sirve el Evangelio no con la potencia del mundo, sino con la sola fuerza de Dios: permaneciendo siempre en el amor humilde, creyendo que el único modo para poseer de verdad la vida es perderla por amor.

Queridos hermanos: Miremos juntos a Jesús Crucificado, su corazón traspasado por nosotros. Comencemos desde allí, porque desde allí ha brotado el don que nos ha generado; desde allí ha sido infundido el Espíritu Santo que renueva(cf. Jn 19,30). Desde allí sintámonos llamados, todos y cada uno, a dar la vida. Muchos hermanos y hermanas en Amazonia llevan cruces pesadas y esperan la consolación liberadora del Evangelio y la caricia de amor de la Iglesia. Tantos hermanos y hermanas en Amazonia han gastado su vida. Permitidme de repetir las palabras de nuestro amado Cardenal Hummes. Cuando él llega a aquellas pequeñas ciudades de Amazonia, va a los cementerios a buscar la tumba de los misioneros. Un gesto de la Iglesia para aquellos que han gastado la vida en Amazonia. Y después, un poco de astucia, dice al Papa: "No se olvide de ellos. Merecen ser canonizados". Por ellos, por estos que están dando la vida ahora, por aquellos que han gastado la propia vida, con ellos, caminemos juntos.

 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

06/10/2019-11:42
Raquel Anillo

Ángelus: "Nada es imposible para quién tiene fe"

(ZENIT — 6 octubre 2019).- "Nada es imposible para alguien que tiene fe, porque no depende de su propia fuerza sino de Dios, que puede hacer cualquier cosa", dijo el Papa Francisco en el "Ángelus" del domingo, 6 de octubre de 2019.

Al presentar la oración mariana en la Plaza de San Pedro, el Papa invitó a los cristianos a cultivar "una fe que no es orgullosa y segura de ella", que "no pretende ser la de un gran creyente", sino una fe que "siente una gran necesidad de Dios y, en su pequeñez, se entrega a él con plena confianza".

¿Cómo saber si nuestra fe es sincera? preguntó el Papa. Por "el servicio", "la actitud de disponibilidad" frente a Dios. El hombre de fe, de hecho, "se pone completamente a la voluntad de Dios, sin cálculos ni pretensiones".

AK

 

Meditación del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La página del Evangelio de hoy (cf. Lc 17,5-10) presenta el tema de la fe, presentado por la solicitud de los discípulos "¡Aumenta en nosotros la fe!" (v. 6), esta es una bella oración que nosotros deberíamos de rezar a menudo en nuestra jornada "¡Señor, aumenta la fe en mí!" Jesús responde con dos imágenes: la semilla de mostaza y el sirviente disponible. "Si tuvieras tanta fe como un grano de mostaza podrías decir a esta morera: "Ve y plántate en el mar", y te obedecerá" (v. 6). El árbol de morera es un árbol robusto, bien arraigado en el suelo y resistente a los vientos. Jesús, por lo tanto, quiere dejar en claro que la fe, aunque sea pequeña como la semilla de la mostaza, tiene la fuerza para desarraigar incluso una morera; y luego transplantarla al mar, lo cual es algo aún más improbable: pero nada es imposible para los que tienen fe, porque no confían en sus propias fuerzas sino en Dios, que lo puede todo, que puede hacer todo.

La fe comparable a la semilla de mostaza es una fe que no es soberbia ni segura de sí misma, no se hace la que es una gran creyente y después comete grandes errores, sino que en su humildad siente una gran necesidad de Dios y, en su pequeñez, se abandona con plena confianza a Él. Es la fe la que nos da la capacidad de mirar con esperanza los altibajos de la vida, que nos ayuda a aceptar incluso derrotas y sufrimientos, sabiendo que el mal nunca tiene la última palabra, nunca.

¿Cómo podemos entender si realmente tenemos fe, es decir, si nuestra fe, aunque pequeña, como la semilla de mostaza, es genuina, pura, transparente? Jesús nos lo explica indicando cuál es la medida de la fe: el servicio. Lo hace con una parábola que a primera vista es un poco desconcertante, porque presenta la figura de un maestro prepotente e indiferente. Pero sólo esta manera de hacer el maestro pone de relieve el verdadero centro de la parábola, que es la actitud de disponibilidad del siervo. Jesús quiere decir que así es el hombre de fe en Dios: se entrega por completo a su voluntad, sin cálculos ni pretensiones.

Esta actitud hacia Dios se refleja también en el modo en que nos comportamos en comunidad: sí se refleja en la alegría de estar al servicio unos de otros, encontrando ya en esto su propia recompensa y no en el reconocimiento y las ganancias que se pueden obtener de ello. Esto es lo que Jesús enseña al final de este relato: "Cuando hayas hecho todo lo que se te ha ordenado, di: "Somos siervos inútiles. Hicimos lo que teníamos que hacer". (v. 10).

Servidores inútiles, es decir, sin pretensiones de agradecimiento, sin reclamos. "Somos servidores inútiles" es una expresión de humildad y disponibilidad que hace tanto bien a la Iglesia y recuerda la actitud correcta para trabajar en ella: el servicio humilde, del que Jesús nos dio el ejemplo, lavando los pies a los discípulos (cf. Jn 13,3-17).

Que la Virgen María, mujer de fe, nos ayude a seguir por este camino. Nos dirigimos a ella en vísperas de la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, en comunión con los fieles reunidos en Pompeya para la tradicional Súplica

 

 

 

06/10/2019-11:36
Rosa Die Alcolea

Jóvenes de la Amazonía llenan la Basílica Vaticana de alegría y color en la Misa de apertura

(ZENIT — 6 oct. 2019).- La gran participación de algunos líderes y representantes de los pueblos amazónicos han llenado la Basílica de San Pedro de color, alegría y energía este domingo, 6 de octubre de 2019, en la celebración de la Misa de apertura del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica.

El Santo Padre ha entrado en procesión a la Basílica Vaticana minutos antes de las 10 horas, precedido por 65 cardenales y patriarcas, 135 obispos y 95 sacerdotes, muchos de ellos miembros de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Amazonía, que tendrá lugar en el Vaticano del 7 al 27 de octubre.

Además, 115 laicos participantes en el Sínodo, han estado presentes en la Eucaristía, entre los cuales han realizado las ofrendas un grupo de jóvenes, representantes de los pueblos amazónicos y otras zonas de origen tribal.

Las lecturas del Evangelio han sido: del libro del profeta Habacuc, la Carta de San Pablo a Timoteo 1, 6-8. 13-14, y el Evangelio según san Lucas 17, 5-10.

"Sintámonos convocados aquí para servir, poniendo en el centro el don de Dios". En la homilía, Francisco ha reflexionado en torno al don recibido por Dios: "hemos recibido un don para ser dones", y ha recordado "el don que hemos recibido es un fuego, es un amor ardiente a Dios y a los hermanos".

 

Aplausos para el Papa

Al terminar la Misa, el Pontífice ha salido entre aplausos y alegres vítores por parte de los fieles congregados en la Basílica, la mayoría procedentes de América Latina, países donde se encuentra el territorio amazónico.

Los principales concelebrantes en la Misa han sido: el cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo de los Obispos; el cardenal Cláudio Hummes, relator general y presidente de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM); el recién creado cardenal Michael Czerny, subsecretario de la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral; Mons. David Martínez de Aguirre Guinea, vicario apostólico de Puerto Maldonado (Perú), visitado por el Papa en enero de 2017; y Mons. Fabio Fabene, subsecretario del Sínodo de los Obispos.

 

 

 

06/10/2019-13:02
Raquel Anillo

Sínodo sobre la Amazonía: El Papa invita a los cristianos a orar

(ZENIT — 6 octubre 2019).- El Papa Francisco pide a los bautizados que recen por el Sínodo sobre la Amazonía, "importante evento eclesial", que se inauguró este 6 de octubre de 2019.

Durante el Ángelus en la Plaza de San Pedro, después de la misa inaugural del Sínodo, el Papa deseaba "que se viva en la comunión fraterna y en la docilidad al Espíritu Santo".

Durante tres semanas, hasta el 27 de octubre, explicó a la multitud: "Los padres sinodales reunidos alrededor del Sucesor de Pedro, reflexionarán sobre la misión de la Iglesia en la Amazonía, sobre la evangelización y sobre la promoción de una ecología integral".

Aquí está nuestra traducción de las palabras que pronunció el Papa después de la oración mariana.

AK

 

Palabras del Papa después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas!

La celebración eucarística en la Basílica de San Pedro acaba de terminar. hemos comenzado la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica.

Durante tres semanas los Padres sinodales, reunidos en torno al Sucesor de Pedro, reflexionarán sobre la misión de la Iglesia en la Amazonía, sobre la evangelización y sobre la promoción de una ecología integral. Les pido que acompañen con la oración este importante acontecimiento eclesial, para que pueda ser vivido en comunión fraterna y la docilidad al Espíritu Santo, que siempre muestra el camino para el testimonio del Evangelio.

Agradezco a todos ustedes, peregrinos que han venido en gran número de Italia y de tantas partes del mundo.

Saludo a los fieles de Heidelberg, Alemania, y de Rozlazino, Polonia; a los estudiantes de Dillingen, en Alemania también, y los del Instituto San Alfonso de la Bella Vista, Argentina. Saludo al grupo de Fara Vicentino y Zugliano, a las familias de la Alta Val Tidone, a los peregrinos.... de los castillos romanos que han hecho una marcha por la paz y a los de Camisano Vicentino llegaron a lo largo de la Vía Francigena por una iniciativa de solidaridad.

Les deseo a todos un feliz domingo. Y por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y adiós!

 

 

 

06/10/2019-08:34
Anne Kurian

Los nuevos cardenales visitan a Benedicto XVI

(ZENIT — 6 octubre 2019).- Los 13 nuevos cardenales que el Papa Francisco creó el 5 de octubre de 2019, visitaron a Benedicto XVI al final del día, comunicó el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni.

Acompañados por el Papa Francisco, fueron en autobús al Monasterio Mater Ecclesiae, su residencia en los Jardines del Vaticano, para saludar al Papa emérito, que los recibió en la capilla.

Benedicto XVI pronunció algunas palabras, recordando particularmente "el valor de la fidelidad al Papa", antes de bendecirlos con el Papa argentino a su lado.

A continuación los nuevos cardenales se unieron en la Sala Pablo VI para recibir los saludos, como es habitual en los consistorios.

 

 

 

06/10/2019-06:58
Isabel Orellana Vilches

Nuestra Señora del Rosario, 7 de octubre

«Es una de las advocaciones de María universalmente conocidas. Su difusión creció a raíz de la aparición de la Virgen a santo Domingo de Guzmán portando un rosario en sus manos. Junto a Ella, aconsejan su rezo santos y pontífices»

La tradición mariana impregna la cultura de incontables rincones del mundo. Las gentes, sin disimular su orgullo, relatan la ancestral devoción heredada y transmitida a las sucesivas generaciones por la patrona que les aglutina. Cada una de las imágenes veneradas, que fue descubierta por alguien en lugares y circunstancias diversas, así como la aparición milagrosa directa de Ella misma, tiene tras de sí la grandeza de la fe florecida en el noble corazón de personas sencillas que nunca osaron dudar de la presencia de la Reina del cielo. Todas han tenido un porqué. Con ellas María insta a la penitencia, advierte de los peligros de no vivir la conversión, media para que se restablezca la paz cuando ha sido el caso, auxilia a los que están en peligro, responde a todos los que la invocan y se encomiendan a su mediación, sea cual sea la situación en la que se hallen. Siempre es portadora de consuelo y esperanza para sus hijos; lleva consigo multitud de bendiciones.

Hay advocaciones de carácter local, de modo que la noticia de su existencia es restringida. Otras son universalmente conocidas, como sucede con la que hoy se celebra: la de Nuestra Señora del Rosario. Tras cada una de ellas se esconde una hermosísima tradición. Por lo general, radica en apariciones que han tenido como acreedores de esta gracia a personas de distinta edad y condición. Han sido escenarios de su presencia árboles, oquedades, montañas, grutas, colinas, rocas, lugares desérticos que han florecido milagrosamente bajo sus pies, riveras marinas o el océano mismo, en campo abierto o en un templo, bien en la intimidad de un convento o en una humilde celda... Todos ellos, y muchos más, han servido para enmarcar una historia de amor sellada por la Virgen en una localidad determinada, en una nación, o en una persona concreta; son «acueductos» a través de los cuales proyecta sus gracias a la Humanidad entera.

El origen del rosario, aunque no como es conocido, se remonta al s. IX. Era usual en la observancia monástica con la lectura de los 150 salmos en la Liturgia de las Horas. El vulgo se limitaba a rezar 150 avemarías (el conocido «salterio de la Virgen»). En 1208 María se apareció a santo Domingo de Guzmán en la capilla del monasterio de Prouille, Francia. Era un momento difícil para él marcado por su lucha contra los albigenses, y rogaba a la Madre de Dios que le sostuviera en esa batalla. Portaba un rosario en sus manos que le enseñó a rezar, rogándole que difundiera por doquier esta devoción, a la par que vaticinaba incontables bendiciones especialmente en la conversión de los pecadores. El santo hizo depositario de esta gracia, entre otros, a Simón de Monfort, que tenía vía libre para dirigirse a los soldados que se hallaban bajo su mando e iban a combatir en Muret. Toda la tropa rezó esta oración y obtuvo la bendición de María con el resultado de una espectacular victoria. En conmemoración de este hecho, que Simón consideró obra de Ella, erigió una capilla dedicada a Nuestra Señora del Rosario.

Domingo propagó esta devoción y fue testigo de numerosas conversiones. Después de su muerte, los dominicos tomaron el testigo continuando esta misión. Pero el ser humano muchas veces peca de inconstancia, y aunque la oración fue acogida y rezada con piedad durante un siglo, después decayó. Entonces María volvió a hacerse presente para pulsar el corazón de sus hijos. Así, en el siglo XV se apareció al beato dominico bretón Alain de la Roche reiterando las promesas —quince en total— que había hecho a Domingo. Le rogó que recuperase esta tradición que se había perdido diciendo que, si además de saludarla, añadían la meditación sobre la vida, muerte y Pasión de su Hijo, se sentiría totalmente complacida. Le aseguró que serían tantos los milagros que se producirían con su rezo, que no habría prácticamente volúmenes para recogerlos. El beato volvió a restablecer esta devoción que fue calando en las gentes sencillas y en otros estratos sociales del pueblo cristiano.

Cuando el 7 de octubre de 1571 se obtuvo la victoria de los cristianos en la batalla naval de Lepanto, el papa san Pío V, que vio en ella la intercesión de María, solicitada rezando el rosario, extendió su práctica. Instituyó la celebración de Nuestra Señora de las Victorias, y mandó incluir en las letanías el título de «Auxilio de los cristianos». A Gregorio III se debe haber reemplazado el nombre de Nuestra Señora de las Victorias por el de Nuestra Señora del Rosario, como se viene celebrando desde entonces. La historia recoge memorables batallas en las que el adalid del triunfo obtenido ha sido siempre la advocación a la Virgen del Rosario. Distintos pontífices han ido acogiendo fervorosamente su rezo, otorgándole diversas indulgencias. Entre las encíclicas de León XIII se hallan doce dedicadas a él. A este papa se debe que la Iglesia confiera al mes de octubre la dedicación al santo rosario y a la presencia en las letanías del título «Reina del Santísimo Rosario». El beato Juan Pablo II, al igual que hicieron sus predecesores así como sus sucesores Benedicto XVI y Francisco, insistió en la conveniencia de rezarlo, y en 2002 añadió los misterios luminosos. En total se recorren veinte misterios de la vida de Jesucristo y de María. Tanto en Fátima como en Lourdes, María se apareció llevando un rosario en sus manos, pidiendo a los videntes: «Rezad el rosario».

En las primeras décadas del siglo XX esta oración se hizo popular en el mundo gracias al P. Patrick Peyton, quien hallándose plenamente convencido de haber sanado de su enfermedad gracias a María, no dudó en llevar a cabo su bellísima cruzada en pro del rosario haciendo de este lema «la familia que reza unida, permanece unida» un heraldo de reconciliación, bendecido por la Virgen.