Servicio diario - 15 de abril de 2020


 

Papa Francisco: La paz, “manifestación de la gracia de Cristo”
Larissa I. López

Coronavirus: La Iglesia crea una Comisión para abordar los desafíos de la crisis
Larissa I. López

Nuevo director de la Autoridad de Información Financiera: Giuseppe Schlitzer
Rosa Die Alcolea

Catequesis del Papa: Los santos, constructores de la verdadera paz de Cristo
Larissa I. López

D. Juan José Segarra: Tras administrar la Unción de los enfermos, “muchos de ellos sanan”
Rosa Die Alcolea

Cardenal Turkson: Pensar en el post COVID-19 “para no estar desprevenidos”
Redacción

Divina Misericordia: Orar para reavivar la esperanza en “este tiempo difícil”
Larissa I. López

Santa Marta: “Recemos hoy por los ancianos”, en especial por los aislados o en asilos
Rosa Die Alcolea

Arzobispado de Santiago de Chile: Guía de información práctica ante la COVID-19
Christian Vallejo

España y Latinoamérica: Francisco anima a colaborar en la construcción de la paz
Larissa I. López

España: Obispos de la Comisión para las Comunicaciones agradecen la labor de los periodistas
Christian Vallejo

Perú: El Papa nombra administrador apostólico para la diócesis del Callao
Christian Vallejo

El Papa invita a los fieles de lengua árabe a convertirse en “instrumento de paz”
Larissa I. López

Píldoras de esperanza (14): “¿Qué van conversando por el camino?”
Ricardo Grzona

Monseñor Felipe Arizmendi: “Ante la pandemia, ¿sirve rezar?”
Felipe Arizmendi Esquivel

Santa Bernadette Soubirous, 16 de abril
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

Papa Francisco: La paz, “manifestación de la gracia de Cristo”

Palabras del Santo Padre en español
(zenit – 15 abril 2020).- Para el Papa Francisco, los que trabajan por la paz “asumen el arte de la paz y la ejercen, sabiendo que no hay reconciliación sin donación de la propia vida y que la paz no es fruto de las propias capacidades, sino que es la manifestación de la gracia de Cristo, que nos ha hecho hijos de Dios”.

Hoy, 15 de abril de 2020, en la audiencia general, celebrada en la biblioteca del Palacio Apostólico y transmitida en streaming como medida de protección adoptada por el Vaticano para evitar aglomeraciones en la plaza de San Pedro y frenar los contagios de la COVID-19, el Santo Padre retomó la serie de catequesis sobre las bienaventuranzas.

En concreto, esta versó sobre la séptima beatitud: “Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.

 

Significado de la palabra “paz”

En esta línea, Francisco reflexionó sobre el significado de la palabra “paz”. El término bíblico shalom “quiere decir abundancia, bienestar, en una vida conducida bajo la verdad y la justicia, que se cumplen en la espera del Mesías, Príncipe de la paz”.

El otro sentido, muy extendido en nuestra sociedad, “es el de tranquilidad y equilibrio personal, que en ocasiones no corresponde a un crecimiento interior”. De hecho, subraya el Papa, “la paz del Señor es diferente a la que da el mundo, con sus guerras y con sus múltiples tratados de paz rotos. La paz que viene del Señor es la que ‘hace de dos pueblos uno solo’; es la paz que aniquila la enemistad y que reconcilia con la sangre de su cruz”.

Finalmente, el Pontífice indicó que los que trabajan por la paz “son llamados hijos de Dios porque actúan de forma activa y artesanal, colaborando en la obra de la creación”.

 

 

 

 

Coronavirus: La Iglesia crea una Comisión para abordar los desafíos de la crisis

Organizada en 5 grupos de trabajo
(zenit – 15 abril 2020).- El 20 de marzo de 2020, el Papa Francisco pidió al Dicasterio para el Servicio de Desarrollo Humano Integral (DSDHI) que creara una Comisión “para expresar la preocupación y el amor de la Iglesia por toda la familia humana ante la pandemia de Covid-19”.

Así ha informado hoy, 15 de abril de 2020. el propio dicasterio a través de un comunicado difundido por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

El trabajo de esta comisión se desarrollará, en colaboración con otros Dicasterios de la Curia Romana, “especialmente mediante el análisis y la reflexión sobre los desafíos socioeconómicos y culturales del futuro y la propuesta de directrices para abordarlos”.

Por lo tanto, el DSDHI ha establecido una Comisión con cinco grupos de trabajo, presentados de la siguiente forma en la citada nota.

 

Grupos de trabajo

El Grupo de trabajo 1, coordinado por el DSDHI, “se dedica a escuchar y apoyar a las Iglesias locales, en un servicio que las convierte en protagonistas de las situaciones que viven, en cooperación con Caritas Internationalis”. Además, el grupo “tiene la tarea de colaborar positivamente con las iniciativas caritativas promovidas por otras realidades de la Santa Sede, como la Limosnería Apostólica, la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y la Farmacia Vaticana”.

El Grupo de trabajo 2, coordinado por el mismo dicasterio se ocupará “de la investigación y el estudio de la pandemia, para reflexionar sobre la sociedad y el mundo post-COVID-19, en particular en los campos del medio ambiente, la economía, el trabajo, la sanidad, la política, la comunicación y la seguridad”. Los socios del Grupo serán las Academias Pontificias para la Vida y las Ciencias, junto con varias organizaciones que ya colaboran con el DSDHI.

El Grupo de trabajo 3, coordinado por el Dicasterio de Comunicación, informará sobre la labor de los Grupos y promoverá la comunicación con las Iglesias locales, “ayudándolas a responder de manera auténtica y creíble al mundo posterior a la COVID-19”.

El Grupo de trabajo 4, coordinado por la Sección de Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado, “apoyará a la Santa Sede en sus actividades y en sus relaciones con los países y los organismos internacionales, comunicándoles los frutos de las investigaciones, el diálogo y la reflexión que se produzcan”.

El Grupo de trabajo 5, coordinado por el DSDHU, se encarga de la financiación para apoyar “la asistencia de la Comisión para el COVID- 19 a las iglesias locales y las organizaciones católicas, y su actividad de investigación, análisis y comunicación”.

Finalmente, el comunicado indica que los objetivos de los cinco grupos de trabajo, presentados al Papa el 27 de marzo de 2020, serán coordinados por una Dirección que dependerá directamente del Santo Padre y compuesta por el cardenal Peter K. A. Turkson, prefecto del DSDHU, Mons. Bruno-Marie Duffé, secretario y el padre Augusto Zampini, el secretario adjunto.

 

 

 

 

Nuevo director de la Autoridad de Información Financiera: Giuseppe Schlitzer

Y subdirector, Federico Antellini Russo
(zenit – 15 abril 2020).- El cardenal secretario de Estado del Vaticano, monseñor Pietro Parolin, ha nombrado director de la Autoridad de Información Financiera al doctor Giuseppe Schlitzer, tomando el relevo del doctor Tommaso Di Ruzza, ha informado la Oficina de Prensa Vaticana este miércoles, 15 de abril de 2020.

Del mismo modo, el doctor Federico Antellini Russo ha sido designado vicedirector de la Autoridad de Información Financiera por el secretario de Estado del Vaticano.

 

Giuseppe Schlitzer

El graduado en Economía por la Universidad Federico II de Nápoles ha ocupado cargos en el Banco de Italia, el Fondo Monetario Internacional en Washington D.C., Confindustria y la Federación Abi-ANIA. Por último, fue Director General de AITEC, la histórica asociación de Confindustria que representa a la industria del cemento.

Es vicepresidente Adjunto del Instituto Internacional Jacques Maritain, y en 2014 se le concedió el honor de Caballero del Mérito de la República Italiana.

 

Di Ruzza, objeto de investigación

Tomasso Di Ruzza terminó su mandato de cinco años el pasado 20 de enero de 2020. El Consejo directivo de la Autoridad de Información Financiera (AIF) reafirmó su “plena confianza” en la competencia profesional y honorabilidad de Tommaso Di Ruzza, que junto con otros cuatro empleados fueron objeto de investigación.

El pasado 23 de enero de 2020, la Santa Sede comunicó que la Autoridad de Información Financiera fue readmitida dentro del circuito internacional de información del Grupo Egmont, organismo internacional que agrupa a unidades de Inteligencia Financiera de todo el mundo, sobre todo contra el lavado de dinero.

De este modo, se reanudó la colaboración de la AIF con las Unidades de Inteligencia Financiera de los demás países con “plena transparencia” y con “un espíritu totalmente cooperativo”, detalló el Vaticano.

 

 

 

 

Catequesis del Papa: Los santos, constructores de la verdadera paz de Cristo

Ciclo sobre las bienaventuranzas
(zenit – 15 abril 2020).- La verdadera paz y el verdadero equilibrio interior “brotan de la paz de Cristo, que viene de su Cruz y genera una humanidad nueva, encarnada en una multitud infinita de santos y santas, inventivos, creativos, que han ideado formas siempre nuevas de amar. Los santos, las santas que construyen la paz”, indicó el Santo Padre.

Y añadió: “Esta vida como hijos de Dios, que por la sangre de Cristo buscan y encuentran a sus hermanos y hermanas, es la verdadera felicidad. Bienaventurados los que van por este camino”.

En la audiencia general de hoy, 15 de abril de 2020, celebrada en la biblioteca del Palacio Apostólico debido a la pandemia del coronavirus, el Papa Francisco ha reanudado la serie de catequesis sobre las bienaventuranzas.

En concreto, esta vez reflexionó sobre la séptima de ellas: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt. 5, 8), y que Francisco denomina “la de los ‘trabajadores de la paz’, que son proclamados hijos de Dios”.

 

Inquietud para lograr la paz

El Papa se refirió al significado de la palabra paz, que en sentido bíblico “expresa abundancia, prosperidad, bienestar” y en la sociedad actual se entiende como una “especie de tranquilidad”, de “equilibrio interior”.

No obstante, matizó que esta última acepción es incompleta y no debe ser absolutizada, pues: “Muchas veces es el Señor mismo el que siembra en nosotros la inquietud para que salgamos en su búsqueda, para encontrarlo. En este sentido es un momento de crecimiento importante, mientras que puede suceder que la tranquilidad interior corresponda a una conciencia domesticada y no a una verdadera redención espiritual”.

En muchas ocasiones, Dios “debe ser ‘señal de contradicción’ (cf. Lc 2,34-35), sacudiendo nuestras falsas certezas para llevarnos a la salvación. Y en ese momento parece que no tengamos paz, pero es el Señor el que nos pone en este camino para llegar a la paz que él mismo nos dará”.

 

Aprender y practicar “el arte de la paz”

Y es que, recuerda el Pontífice, la paz de Jesús es “diferente de la mundana”, no tiene que ver con derrotas de bandos o tratados de paz. Asimismo, lleva a considerar que “en el contexto de una globalización compuesta principalmente por intereses económicos o financieros, la ‘paz’ de unos corresponde a la ‘guerra’ de otros. ¡Y ésta no es la paz de Cristo!”.

En cambio, la paz del Señor es “la que hace dos pueblos uno”, la que anula la enemistad y reconcilia. Así, en este sentido, para el Obispo de Roma, “son llamados hijos de Dios aquellos que han aprendido el arte de la paz y lo practican, saben que no hay reconciliación sin la donación de su vida, y que hay que buscar la paz siempre y en cualquier caso”.

A continuación, sigue la catequesis completa del Papa Francisco.

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Catequesis del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La catequesis de hoy está dedicada a la séptima bienaventuranza, la de los «trabajadores de la paz», que son proclamados hijos de Dios. Me alegro de que caiga inmediatamente después de la Pascua, porque la paz de Cristo es el fruto de su muerte y resurrección, como escuchamos en la lectura de San Pablo. Para entender esta bienaventuranza debemos explicar el significado de la palabra «paz», que puede entenderse mal o, a veces, trivializarse.

Debemos orientarnos entre dos ideas de paz: la primera es la bíblica, donde aparece la hermosa palabra shalom, que expresa abundancia, prosperidad, bienestar. Cuando en hebreo se desea shalom, se desea una vida bella, plena y próspera, pero también según la verdad y la justicia, que se cumplirán en el Mesías, Príncipe de la paz (cf. Is 9,6; Mic 5,4-5).

Luego está el otro sentido, más difundido, en el que la palabra «paz» se entiende como una especie de tranquilidad interior: estoy tranquilo, estoy en paz. Se trata de una idea moderna, psicológica y más subjetiva. Comúnmente se piensa que la paz sea la tranquilidad, la armonía, el equilibrio interior. Esta acepción de la palabra “paz”es incompleta y no debe ser absolutizada, porque en la vida la inquietud puede ser un momento importante de crecimiento. Muchas veces es el Señor mismo el que siembra en nosotros la inquietud para que salgamos en su búsqueda, para encontrarlo. En este sentido es un momento de crecimiento importante, mientras que puede suceder que la tranquilidad interior corresponda a una conciencia domesticada y no a una verdadera redención espiritual. Tantas veces el Señor debe ser «señal de contradicción» (cf. Lc 2,34-35), sacudiendo nuestras falsas certezas para llevarnos a la salvación. Y en ese momento parece que no tengamos paz, pero es el Señor el que nos pone en este camino para llegar a la paz que él mismo nos dará.

En este punto debemos recordar que el Señor entiende su paz como diferente de la paz humana, la del mundo, cuando dice: «»Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo» (Juan 14:27). La de Jesús es otra paz, diferente de la mundana.

Preguntémonos: ¿cómo da el mundo la paz? Si pensamos en los conflictos bélicos, las guerras normalmente terminan de dos maneras: o bien con la derrota de uno de los dos bandos, o bien con tratados de paz. No podemos por menos que esperar y rezar para que siempre se tome este segundo camino; pero debemos considerar que la historia es una serie infinita de tratados de paz desmentidos por guerras sucesivas, o por la metamorfosis de esas mismas guerras en otras formas o en otros lugares. Incluso en nuestra época, se combate una guerra «en pedazos» en varios escenarios y de diferentes maneras (1) . Debemos, al menos, sospechar que en el contexto de una globalización compuesta principalmente por intereses económicos o financieros, la «paz» de unos corresponde a la «guerra» de otros. ¡Y ésta no es la paz de Cristo!

En cambio, ¿cómo «da» su paz el Señor Jesús ? Hemos escuchado a San Pablo decir que la paz de Cristo es «la que hace de dos pueblos, uno» (cf. Ef 2:14), anular la enemistad y reconciliar. Y el camino para alcanzar esta obra de paz es su cuerpo. Porque él reconcilia todas las cosas y hace la paz con la sangre de su cruz, como dice el mismo Apóstol en otro sitio (cf. Col 1, 20).

Y aquí, yo me pregunto, podemos preguntarnos todos:¿Quiénes son, pues, los «trabajadores de la paz»? La séptima bienaventuranza es la más activa, explícitamente operativa; la expresión verbal es análoga a la utilizada en el primer versículo de la Biblia para la creación e indica iniciativa y laboriosidad. El amor, por su naturaleza, es creativo – el amor es siempre creativo- y busca la reconciliación a cualquier costo. Son llamados hijos de Dios aquellos que han aprendido el arte de la paz y lo practican, saben que no hay reconciliación sin la donación de su vida, y que hay que buscar la paz siempre y en cualquier caso. ¡Siempre y en cualquier caso, no lo olvidéis! Hay que buscarla así. No es una obra autónoma fruto de las capacidades propias, es una manifestación de la gracia recibida de Cristo, que es nuestra paz, que nos hizo hijos de Dios.

El verdadero shalom y el verdadero equilibrio interior brotan de la paz de Cristo, que viene de su Cruz y genera una humanidad nueva, encarnada en una multitud infinita de santos y santas, inventivos, creativos, que han ideado formas siempre nuevas de amar. Los santos, las santas que construyen la paz. Esta vida como hijos de Dios, que por la sangre de Cristo buscan y encuentran a sus hermanos y hermanas, es la verdadera felicidad. Bienaventurados los que van por este camino.

Y una vez más, ¡Feliz Pascua a todos, en la paz de Cristo!

 

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1 Cf. Homilía en el Sacrario Militar de Redipuglia, 13 de septiembre de 2014; Homilía en Sarajevo, 6 de junio de 2015Discurso ante el Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, 21 de febrero de 2020.

 

© Librería Editorial Vaticana

 

 

 

 

D. Juan José Segarra: Tras administrar la Unción de los enfermos, “muchos de ellos sanan”

Entrevista al capellán del Hospital Clínico de Valencia
(zenit – 15 abril 2020).- “Con mucha intensidad emocional y espiritual”, así vive el sacerdote español Juan José Segarra esta situación desgarradora que deja día tras día la pandemia en los hospitales. En su caso, como capellán del Hospital Clínico de Valencia, acompaña a los enfermos, la mayoría de COVID-19, y administra el sacramento del descanso eterno.

“Cada vez que administro la Unción a los enfermos, bien sean los más graves, a personas mayores o enfermos en general, siento la presencia de Cristo conmigo en la habitación”, expresa el párroco de la Santísima Cruz de Alaquàs. “Siento que estoy haciendo algo valioso por esa persona y me siento confirmado en mi fe y en mi sacerdocio”.

Don Juan José fue cooperador de una bellísima historia vivida por un padre y un hijo, ambos enfermos de coronavirus pero ingresados en diferentes hospitales. En el cementerio de Benimaclet se celebró un responso íntimo por el eterno descanso de Salvador padre, presenciado por su hermano, su hija y sus nietas.

 

El amor de Dios es creativo y ocurrente

Juan José Segarra, amigo de la familia, participó en dicha celebración y la grabó en vídeo. Al día siguiente, 28 de marzo, el sacerdote visitó a Salvador, hijo del fallecido, para atender a su cuidado espiritual y humano, durante su estancia en el hospital.

El capellán le habló de la grabación del entierro, le preguntó si quería verla y Salvador no dudó un instante y dijo: “Sí, quiero despedirme de mi padre”. Durante algo menos de 10 minutos visionó la celebración de despedida de su padre entre lágrimas. “Había silencio y tristeza”, recoge en un artículo la Archidiócesis de Valencia.

El capellán señala con humildad que esta idea “fue una moción del Espíritu Santo. Es una luz que viene a tu alma de forma súbita y se te ocurre la idea”. Y aclara: “No es mérito mío sino de Dios. El amor de Dios es creativo y ocurrente”.

A continuación, reproducimos la entrevista completa que el capellán valenciano respondió en exclusiva a zenit.

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zenit: ¿Cómo está acompañando espiritualmente a los enfermos COVID-19? ¿Qué necesidades ve en los afectados por la enfermedad? ¿Puede acceder a sus habitaciones sin problema?

D. Juan José Segarra: Estamos acompañando a los enfermos COVID-19 en la medida de las posibilidades que las circunstancias actuales permiten. Las directrices de los hospitales han cambiado y son restrictivas, como es lógico. En estos momentos acudimos a las habitaciones de pacientes COVID-19 cuando nos llaman los familiares o ellos mismos. Tratamos también de prestar toda la atención posible estando presentes de forma permanente en la Capellanía. No faltan nunca nuestras oraciones y la Santa Misa del sacerdote que, celebrada en privado, se ofrece por todos los enfermos, sus familiares, por el personal sanitario y por las almas de los que fallecen.

La necesidad más grande que veo en los afectados por la enfermedad sería la del acompañamiento con presencia física, la del consuelo espiritual directo de forma más asidua. Al estar aislados, sólo tienen contacto con el personal sanitario, que les animan mucho también. Gracias a Dios, la mayoría de ellos pueden conversar por el móvil con sus familiares. Naturalmente, entro en las habitaciones, aunque no tanto como se desearía.

Hasta ahora, la dirección del Hospital Clínico de la ciudad de Valencia, no ha puesto ningún impedimento para acceder a las habitaciones. Lo contrario, la relación es muy buena. Eso sí, nos recuerda siempre que extrememos precauciones. Por otra parte, el personal sanitario, en general, suele ser comprensivo con nuestra labor. No obstante, algo debiéramos hacer para mejorar y crecer en la interrelación del trabajo y comprensión entre la labor de los capellanes de hospital y el personal sanitario en su conjunto.

 

zenit: ¿Cuántos enfermos de COVID-19 hay en su hospital? ¿Cuántos sacerdotes están ahora allí?

D. Juan José Segarra: No podría determinar la cifra. En estos momentos se nota un poco más de desahogo. Hay menos cantidad de enfermos que padecen COVID-19 y hay un buen número que se va recuperando.

El equipo lo formamos tres sacerdotes y dos religiosas Siervas del Hogar de la Madre, fundadas por el sacerdote Rafael Alonso. En estos momentos, las hermanas no están visitando. Lo hacen los sacerdotes para administrar los sacramentos dado que las visitas son restrictivas. Ellas se encargan de mantener la capilla en perfectas condiciones para que, las personas que se acercan –normalmente el personal sanitario-, puedan tener la tranquilidad de que se cuida su desinfección. Los sacerdotes, una vez realizado y aprendido el protocolo en el Gabinete de Riesgos Laborales para memorizar cómo colocarnos y quitarnos correctamente los EPIS (equipos de protección individual), atendemos el hospital las veinticuatro horas y siete días a la semana. Las hermanas también quedan en la capilla orando por todos y atendiendo a las personas que se acercan administrando la Comunión a los familiares de los enfermos y a todo el personal del Hospital.

 

zenit: Desgraciadamente, muchas personas están falleciendo por el coronavirus. ¿Cómo procede usted cuando un paciente fallece en su hospital?

D. Juan José Segarra: Cuando tenemos constancia de un enfermo moribundo, le administramos el sacramento de la Unción de los enfermos, junto con la Indulgencia plenaria del Papa concedida para esta situación, y la Recomendación del alma. Ante el fallecimiento de un enfermo, sea o no a causa del coronavirus, ofrecemos la Santa Misa por sus almas, hayamos tenido constancia o no de su fallecimiento. Hayan sido atendidos o no por nosotros, en el memento de los difuntos, durante la Santa Misa, siempre presentamos a todas las personas fallecidas orando por la salvación de sus almas.

 

zenit: En el marco de la Indulgencia plenaria que el Papa ha concedido a los enfermos de coronavirus y a los asistentes sanitarios y cuidadores que los asisten, se contempla la posibilidad de dar absoluciones colectivas, ¿lo ha hecho en alguna ocasión? En el caso de Valencia, ¿tienen el permiso pertinente del obispo?

D. Juan José Segarra: Efectivamente, las absoluciones colectivas están contempladas por la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. Sin perder de vista el Concilio de Trento, en donde se declara de modo solemne los tres actos necesarios para una remisión íntegra y perfecta de los pecados, a saber: la contrición, la confesión auricular y la satisfacción; desde la Instrucción de la Sagrada Penitenciaria apostólica el Ordinario del lugar juzga si se dan las condiciones señaladas en dicha Instrucción para impartirlas. Supuesto lo anterior, y dado que el Papa Francisco, el Domingo de Resurrección impartió la Bendición Urbi et Orbi, en la que se concede la Indulgencia, –junto con la propia indulgencia a los enfermos de COVID-19–, hasta el momento en Valencia no hemos recibo ninguna instrucción más.

 

zenit: Estos días, ¿cómo está viviendo la administración de la Unción de los enfermos? ¿Ha tenido alguna experiencia especial?

D. Juan José Segarra: Con mucha intensidad emocional y espiritual. Emocionalmente, a veces, y de forma espontánea, te pones a llorar sin saber la razón concreta. Un poco por todo, por el sufrimiento de las personas enfermas, de emoción por ver el coraje y gran esfuerzo del personal sanitario, por la frustración que causa no poder hacer más. Espiritualmente también. Cada vez que administro la Unción a los enfermos, bien sean los más graves, a personas mayores o enfermos en general, siento la presencia de Cristo conmigo en la habitación. Siento que estoy haciendo algo valioso por esa persona y me siento confirmado en mi fe y en mi sacerdocio.

Como experiencia especial diría que, además de notar la presencia de Cristo intensamente, también he visto como, después de administrar la Unción de los enfermos, muchos de ellos sanan. Ya sabemos que el sacramento no es un rito de magia, pero es verdaderamente eficaz respecto de la sanación del cuerpo, junto con el perdón de los pecados de toda la vida pasada de la persona que lo recibe. Tanto es así, que me gustaría que alguien haga lo mismo por mí, llegado el caso. De hecho, así lo he dejado por escrito a mis superiores, en caso de que yo no pudiese solicitarlo y para que no dependa nunca, ni siquiera puntualmente, de la persona responsable de mi asistencia médica del hospital en la que estuviere ingresado y pudiese poner algún impedimento a la hora de que entrasen en mi habitación para administrarme el Sacramento.

 

zenit: En esta situación, ¿se ha encontrado con personas que previamente no se identificaran con la fe cristiana o fueran no creyentes, y al verlo a usted allí, se hayan querido acercar a Dios a través de usted?

D. Juan José Segarra: Efectivamente, así ha sido. Tampoco ha salido a colación en ese momento si la persona se identificaba o no con la fe cristiana o fuera no creyente. Pero la muerte da miedo, asusta. Esta enfermedad nos pone delante nuestra fragilidad y contingencia. Ante esto, muchas personas se abren a Dios. Y Dios, a través de sus sacerdotes que administran los Sacramentos, está siempre esperando para dar ese abrazo a sus hijos como la parábola del Padre Misericordioso. Desde luego que, si te ven, te solicitan. De ahí la absoluta necesidad de la presencia permanente de un sacerdote en la capellanía.

 

zenit: A finales de marzo, varios medios de comunicación publicaron la historia de Salvador padre y Salvador hijo, de la que usted fue cooperador. Al participar en el entierro de Salvador padre, al que asistieron varios familiares, excepto Salvador hijo, usted grabó la ceremonia que luego ofreció verla a Salvador hijo. ¿Cómo se le ocurrió la idea?

D. Juan José Segarra: Fue una moción del Espíritu Santo. Es una luz que viene a tu alma de forma súbita y se te ocurre la idea. No es mérito mío sino de Dios. El amor de Dios es creativo y ocurrente.

La muerte de un padre, sin una despedida, sin un último beso o abrazo, es tremendamente dura. De repente, tu padre o tu madre, un día desaparecen de tu vida sin más. Por eso, y bajo esa moción del Espíritu, entendí que el visionado del responso que se realizó por el papá de Salvador sería una manera de decir adiós a la persona amada. Ante la muerte de un ser querido, la despedida es muy importante para poder cerrar la etapa del duelo. Salvador estaba muy agradecido y se sintió confortado. Le dije también que, en su momento, celebraríamos el funeral convenientemente junto con toda la familia.

 

zenit: En estas situaciones, el sentimiento de tristeza que sienten los familiares es mayor al no poder despedirse de sus allegados difuntos, ¿cómo consuela usted a estas personas? ¿les propone alguna oración en concreto?

D. Juan José Segarra: Consolar a alguien a quien un familiar, de repente, desaparece de su vida, no es fácil. Aun así, es muy importante el testimonio del mensajero, es decir, del sacerdote o creyente que está consolando al familiar. Somos hombres y mujeres de fe, y ese trasfondo de esperanza que albergamos en nuestra alma se nota.

La oración por antonomasia que les propongo es la Santa Misa, que es lo más grande que un sacerdote puede ofrecer. Además de llevar el consuelo de Dios con nuestro testimonio, también lo hacemos con los sacramentos de la Iglesia, que son eficaces en el alma y en el cuerpo. No somos una especie de “psicólogos espirituales”, sino que, además, administramos los sacramentos que tienen un verdadero efecto en el alma para consolarla como ninguna otra palabra que un ser humano podría pronunciar para animar a alguien.

 

 

 

 

Cardenal Turkson: Pensar en el post COVID-19 “para no estar desprevenidos”

Entrevista en ‘Vatican News’
(zenit – 15 abril 2020).- El pasado 20 de marzo el Papa Francisco pidió al Dicasterio para el Servicio de Desarrollo Humano Integral (DSDHI) que creara una Comisión para enfrentar la emergencia y pensar en el futuro tras la crisis de la COVID-19. Para ello, ya han sido creados 5 grupos de trabajo.

Tras comunicarse hoy, 15 de abril de 2020, esta información, el cardenal Peter K.A., Turkson, prefecto del citado dicasterio ha concedido una entrevista a Vatican News.

En ella, el purpurado hace hincapié en el compromiso en favor de “las iglesias locales para salvar vidas humanas, para ayudar a los más pobres”.

A continuación se reproduce la entrevista integra realizada por Massimiliano Menichetti y publicada por el consabido medio vaticano.

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La Iglesia está en primera línea en todo el mundo para hacer frente a las consecuencias del coronavirus. Hay necesidades no solo de salud, sino también económicas y sociales proyectadas a corto y largo plazo. Mientras siguen siendo probados vacunas y tratamientos para erradicar el COVID-19, las previsiones del Fondo Monetario Internacional para 2020 hablan de una caída del 3% del producto interior bruto mundial. El declive sería peor que la “Gran Depresión” de los años treinta. En este escenario, el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, subraya que “una crisis corre el riesgo de ser seguida por otra y luego por otras, en un proceso en el que nos veremos obligados a aprender lenta y dolorosamente a cuidar de nuestra Casa común, como el Papa Francisco enseña tan proféticamente en la encíclica Laudato si’”.

 

Su Eminencia, el Papa lo ha recibido en audiencia varias veces para discutir la emergencia del coronavirus. ¿Qué preocupación le ha expresado?

El Papa expresó su preocupación por el momento actual, la crisis mundial generada por el COVID-19 y por los dramáticos escenarios en el horizonte. Nos dijo que no perdiéramos el tiempo, que nos pusiéramos a trabajar inmediatamente, porque somos el dicasterio de referencia. Debemos actuar ahora. Y debemos pensar inmediatamente en lo que pasa después.

 

¿Cuál es el mandato confiado a su Dicasterio y cuál es su misión?

El Santo Padre nos ha confiado dos tareas principales. La primera se refiere al hoy: la necesidad de ofrecer con prontitud, con solicitud, con inmediatez la señal concreta del apoyo del Santo Padre y de la Iglesia. Debemos ofrecer nuestra contribución en este momento de emergencia. Se trata de poner en marcha acciones de apoyo a las iglesias locales para salvar vidas humanas, para ayudar a los más pobres. La segunda se refiere al después, al futuro, se trata del cambio. El Papa está convencido de que nos encontramos en un momento de cambio de época y reflexiona sobre lo que vendrá después de la emergencia, sobre las consecuencias económicas y sociales de la pandemia, sobre lo que tendremos que afrontar y, sobre todo, sobre cómo la Iglesia puede ofrecerse como punto de referencia seguro al mundo perdido ante un acontecimiento inesperado. Contribuir a la elaboración de un pensamiento sobre esto es nuestra segunda tarea. El Papa nos ha pedido concreción y creatividad, enfoque científico e imaginación, pensamiento universal y la capacidad de entender las exigencias locales.

 

¿Cómo están organizando esta actividad?

Hemos creado cinco grupos de trabajo que ya están operativos. Ya hemos tenido dos reuniones de trabajo con el Santo Padre. Hemos creado una unidad de dirección, de coordinación, para organizar las iniciativas que conciernen a la acción de hoy y las que conciernen a la preparación del mañana. El nuestro es un servicio en términos de acción y pensamiento. Necesitamos acciones concretas ahora, y las estamos haciendo. Y sirve mirar más allá de hoy, para trazar el curso de la difícil navegación que nos espera. Si no pensamos en el mañana nos encontraremos de nuevo sin preparación. Actuar hoy y pensar en el mañana no son una alternativa. No estamos ante un “aut aut” sino ante un “et et”. Nuestro equipo ya ha comenzado una colaboración con la Secretaría de Estado, el Dicasterio para las Comunicaciones, Caritas Internationalis, las Pontificias Academias para las Ciencias y para la Vida, la Limosnería Apostólica, la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y la Farmacia Vaticana. Con nuestro equipo hemos creado un nuevo modo de colaboración entre los diversos dicasterios y oficinas de la Santa Sede. Una modalidad de task force. Una modalidad ágil que testimonia la unidad y la capacidad de reacción de la Iglesia.

 

¿Quiénes componen la Comisión dentro del Dicasterio y cuáles son sus áreas de intervención? ¿Están involucradas personalidades o estructuras fuera de la Santa Sede?

La Comisión está compuesta por cinco grupos de trabajo.

El primer grupo ya está trabajando en la emergencia. Trabaja con Caritas Internacional. Ha establecido mecanismos para escuchar a las iglesias locales para identificar las necesidades reales y ayudar en el desarrollo de respuestas eficaces y adecuadas. Ha pedido a los nuncios y a las conferencias episcopales que informen de los problemas sanitarios y humanitarios que requieren una acción inmediata. Se necesita una mirada amplia. No hay que olvidar a nadie: prisioneros, grupos vulnerables. Necesitamos compartir las buenas prácticas.

El segundo grupo tiene la tarea de vigilar la noche, como el centinela, para ver el amanecer. Y para ello necesitamos conectar las mejores inteligencias en las áreas de ecología, economía, salud, seguridad social. Necesitamos la concreción de la ciencia y necesitamos la profecía, la creatividad. Tenemos que ir más lejos. Este grupo trabajará en estrecha colaboración con la Pontificia Academia para la Vida, la Pontificia Academia de Ciencias y la Pontificia Academia de Ciencias Sociales.

El tercer grupo tiene la tarea de comunicar nuestro trabajo y de construir – a través de la comunicación – una nueva conciencia, de llamar a través de la comunicación a un compromiso renovado. Una sección del sitio web del Desarrollo Humano estará dedicada a la comunicación de nuestro equipo.

El cuarto grupo, coordinado por la Secretaría de Estado, se ocupará de todas las iniciativas posibles en lo que respecta a las relaciones con los Estados o multilaterales. Aquí también se necesita una acción concreta y una profecía.

El quinto grupo se encargará de encontrar los fondos necesarios de manera transparente, promoviendo una circularidad virtuosa de la riqueza.

Estamos dando los primeros pasos. Sabemos que hay mucho que hacer. Nos comprometeremos con toda la energía que podamos. También estamos involucrando a instituciones que tradicionalmente han colaborado -y aún lo hacen- con el Dicasterio, como la Universidad de Georgetown, la Universidad de Potsdam, la Universidad del Sacro Cuore de Milán, el World Resources Institute y muchas otras.

 

Toda la Iglesia está muy ocupada en esta emergencia: están las oficinas de Cáritas, las congregaciones religiosas, las comunidades, las organizaciones y movimientos católicos… Se ha movilizado toda la red de caridad y solidaridad del mundo eclesial. ¿Qué relación tendrán con estas realidades?

La red de la Iglesia en los países individuales es esencial. El trabajo que hace Cáritas es extraordinario. Todo lo que hagamos se hará en comunión entre nosotros en Roma y las iglesias locales. El equipo está al servicio del Papa y de las iglesias. Nuestra misión no es reemplazar la acción de las iglesias locales, sino ayudarlas y ser ayudadas por ellas. Los unos estamos al servicio de los otros. No entenderíamos el tiempo en que vivimos si no lo hiciéramos así. Pero es de esta manera sobre todo que se manifiesta la universalidad de la Iglesia.

 

¿Por qué es importante ya hoy en día pensar en las perspectivas de futuro?

Pensar en lo que viene después es importante para no estar desprevenidos. La crisis sanitaria ya ha desencadenado una crisis económica. Y si no se aborda la crisis económica inmediatamente, se corre el riesgo de causar una crisis social. Una crisis corre el riesgo de ser seguida por otra y luego por otras, en un proceso en el que nos veremos obligados a aprender lenta y dolorosamente a cuidar de nuestra Casa común, como el Papa Francisco enseña tan proféticamente en la encíclica Laudato si’.

Hay una necesidad de coraje, de profecía. El Papa lo dijo claro en su mensaje Urbi et Orbi. No es el momento de la indiferencia, el egoísmo, las divisiones; porque el mundo entero está sufriendo y debe encontrarse unido para hacer frente a la pandemia. En cambio, es hora de aflojar las sanciones internacionales que inhiben la posibilidad de que los países receptores presten un apoyo adecuado a sus ciudadanos. Es hora de permitir que todos los estados satisfagan las mayores necesidades del momento. Es hora de reducir, si no de perdonar, la carga de la deuda en los presupuestos de los Estados más pobres. Es hora de recurrir a soluciones innovadoras. Es hora de encontrar el coraje para unirse al llamado a un cese al fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo. No es el momento de seguir fabricando y traficando con armas, gastando enormes cantidades de capital que deberían utilizarse para curar a la gente y salvar vidas.

 

¿Cómo está llamado el hombre de hoy a vivir esta prueba?

El hombre redescubre hoy toda su fragilidad. Redescubre, en primer lugar, que habitar la Tierra como una Casa común requiere mucho más: requiere solidaridad para acceder al bien de la creación como “bien común”, y solidaridad para aplicar los frutos de la investigación y la tecnología para hacer nuestra “Casa” más saludable y habitable para todos. En esto el hombre redescubre a Dios, que ha confiado al hombre esta vocación de solidaridad. Redescubre cuán ligado está el destino de cada uno al de los demás. Redescubre el valor de las cosas que importan y la carencia de valor de tantas cosas que consideramos importantes. Como dijo el Papa el 27 de marzo: “La tormenta desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que hemos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, nuestros hábitos y prioridades”.

 

 

 

 

Divina Misericordia: Orar para reavivar la esperanza en “este tiempo difícil”

Próximo domingo, celebración de esta festividad
(zenit – 15 abril 2020).- “Con confianza rezamos a Jesús Misericordioso por la Iglesia y por toda la humanidad, especialmente por aquellos que sufren en este tiempo difícil. Que Cristo Resucitado reavive en nosotros la esperanza y el espíritu de fe”.

Esta súplica fue realizada por el Santo Padre durante la audiencia general de hoy, 15 de abril de 2020, en sus palabras dirigidas a los polacos, recordando que el próximo domingo se celebra la fiesta de la Divina Misericordia.

Del mismo modo, Francisco se refirió a que san Juan Pablo II instituyó esta festividad “en respuesta a la petición de Jesús transmitida a santa Faustina: ‘Deseo que la fiesta de la misericordia sea un refugio para todas las almas. La humanidad no encontrará la paz hasta que no se dirija a la fuente de mi misericordia’ (Diario 699)”.

 

La paz del Señor

La reflexión del Papa Francisco en la catequesis de hoy ha versado sobre la séptima bienaventuranza: “Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.

En este sentido, el Obispo de Roma matizó que la verdadera paz y equilibrio interior “brotan de la paz de Cristo, que viene de su Cruz y genera una humanidad nueva, encarnada en una multitud infinita de santos y santas, inventivos, creativos, que han ideado formas siempre nuevas de amar. Los santos, las santas que construyen la paz”.

 

 

 

 

Santa Marta: “Recemos hoy por los ancianos”, en especial por los aislados o en asilos

Evangelio: Encuentro de Emaús
(zenit – 15 abril 2020).- “Recemos hoy por los ancianos, especialmente por quienes están aislados o en los asilos de ancianos”, con esta intención ha comenzado el Santo Padre la celebración de la Eucaristía esta mañana, miércoles, 15 de abril de 2020, en la capilla de la Casa de Santa Marta.

“Ellos tienen miedo, miedo de morir solos. Sienten esta pandemia como algo agresivo para ellos. Ellos son nuestras raíces, nuestra historia. Ellos nos han dado la fe, la tradición, el sentido de pertenencia a una patria. Oremos por ellos para que el Señor esté cerca de ellos en este momento”.

Hoy se recuerda en el Evangelio (Lc 24, 13-35) el pasaje del encuentro de Emaús, en el que Jesús resucitado camina con los discípulos de Emaús explicándoles el misterio de su muerte. En este marco, el Obispo de Roma recordó en su homilía: “Los dos discípulos lo invitan a quedarse con ellos, y reconocen al Señor sólo cuando parte el pan en la mesa”.

Francisco ha matizado que “Dios es fiel a su promesa, está cerca de su pueblo, se hace sentir como el salvador del pueblo: la fidelidad de Dios es una fiesta y una alegría para todos nosotros, como lo hizo con el paralítico curado, es una fidelidad paciente y enardece el corazón como sucedió con los discípulos de Emaús. Y nuestro ser fiel es una respuesta a esta fidelidad”.

Del mismo modo, las lecturas de la Biblia elegidas para hoy fueron tomadas de los Hechos de los Apóstoles (3, 1-10), en las que un hombre, paralítico de nacimiento, es curado, a través de la oración de Pedro, “en nombre de Jesucristo”, y del Salmo 104,1-2.3-4.6-7.8-9, en el que se proclama: “Que se alegren los que buscan al Señor”.

Ofrecemos a continuación la homilía completa del Papa Francisco y la oración ante el Santísimo Sacramento expuesto al término de la celebración, texto publicado en Vatican News español.

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Homilía del Papa

Ayer reflexionamos sobre María Magdalena como un icono de la fidelidad: la fidelidad a Dios. ¿Pero cómo es esta fidelidad a Dios? ¿A qué Dios? Precisamente al Dios fiel.

Nuestra fidelidad no es más que una respuesta a la fidelidad de Dios. Dios que es fiel a su palabra, que es fiel a su promesa, que camina con su pueblo llevando a cabo la promesa cerca de su pueblo. Fiel a la promesa: Dios, que continuamente se hace sentir como el Salvador del pueblo porque es fiel a la promesa. Dios, que es capaz de rehacer las cosas, de recrear, como lo hizo con este paralítico de nacimiento que re-creó sus pies, lo sanó, el Dios que cura, el Dios que siempre trae consuelo a su pueblo. El Dios que recrea. Una nueva re-creación: esta es su fidelidad con nosotros. Una re-creación que es más maravillosa que la creación.

Un Dios que va adelante y que no se cansa de trabajar – digamos «trabajar», «ad instar laborantis», como dicen los teólogos – para llevar al pueblo adelante, y no tiene miedo de «cansarse», digámoslo así… Como aquel pastor que cuando llega a casa se da cuenta de que le falta una oveja y va, vuelve a buscar la oveja que se perdió allí. El pastor que trabaja horas extras, pero por amor, por fidelidad… Y nuestro Dios es un Dios que trabaja horas extras, pero no a cambio de un pago: gratuitamente. Es la fidelidad de la gratuidad, de la abundancia. Y la fidelidad es ese padre que puede subir muchas veces a la terraza para ver si su hijo regresa y no se cansa de subir: lo espera para celebrarlo. La fidelidad de Dios es una fiesta, es una alegría, es una alegría tal que nos hace hacer como hizo este paralítico: entró en el templo caminando, saltando, alabando a Dios. La fidelidad de Dios es una fiesta, es una fiesta gratuita. Y una fiesta para todos nosotros.

La fidelidad de Dios es una fidelidad paciente: tiene paciencia con su pueblo, lo escucha, lo guía, le explica lentamente y enardece su corazón, como lo hizo con estos dos discípulos que se alejaban de Jerusalén: les enardece el corazón para volver a casa. La fidelidad de Dios es lo que no sabemos qué pasó en ese diálogo, pero fue el Dios generoso que buscó a Pedro, el que lo negó. Sólo sabemos que el Señor ha resucitado y se le ha aparecido a Simón: lo que pasó en ese diálogo no lo sabemos. Pero sí, sabemos que fue la fidelidad de Dios la que buscó a Pedro. La fidelidad de Dios siempre nos precede y nuestra fidelidad es siempre la respuesta a esa fidelidad que nos precede. Es el Dios que siempre nos precede. Y la flor del almendro, en primavera: florece primero.

Ser fiel es alabar esta fidelidad, ser fiel a esta fidelidad. Es una respuesta a esta fidelidad.

Finalmente, el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición Eucarística, invitando a todos a realizar la comunión espiritual.

“Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de Ti. Amén”.

 

Antífona pascual

Antes de salir de la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona mariana que se canta en el tiempo pascual, el Regina Coeli.

Regína caeli laetáre, allelúia.
Quia quem merúisti portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit, allelúia.
Ora pro nobis Deum, allelúia.

 

 

 

 

Arzobispado de Santiago de Chile: Guía de información práctica ante la COVID-19

Medidas frente a la emergencia sanitaria
(zenit – 15 abril 2020).- El arzobispado de Santiago ha elaborado una guía de información práctica frente a la emergencia sanitaria por coronavirus, en la que incluye información sobre las “misas y oración”, “acompañamiento”, “solidaridad” y “medidas COVID-19”.

La Santa Misa diaria podrá seguirse a través de la radio, portales web y redes sociales de diferentes parroquias de la arquidiócesis de Santiago. Asimismo, estarán disponibles subsidios pastorales, meditaciones, reflexiones y retiros para poder orar en comunidad desde casa.

También disponen de una infraestructura para enfermos, por lo que en la guía práctica se puede obtener información acerca de casas de retiro, parroquias y edificios institucionales dispuestos a acoger ancianos enfermos de la calle. Igualmente, han creado una campaña de alimentos, “Contigo Hermano”, para los más pobres, y están entregando miles de raciones diarias de alimentos a personas vulnerables de sus comedores sociales.

Los enfermos reciben visitas de más de cien sacerdotes que se capacitaron en Red UC Christus para poder atenderles en sus casas y en hospitales. También disponen de un número de teléfono gratuito para ser acompañados por psicólogos y acompañantes espirituales si están pasando momentos difíciles a raíz de esta emergencia. Asimismo, ofrecen otro número de teléfono para asesorarse jurídicamente de manera gratuita con abogados, sobre temas de continuidad laboral y ley de protección de empleo, entre otros.

Por último, el arzobispado de Santiago ofrece en su guía práctica información acerca de las medidas, disposiciones, protocolos y decretos de la Iglesia frente a la emergencia sanitaria por coronavirus.

 

Llamamiento del arzobispo

“Debemos rezar por los enfermos”, el arzobispo de Santiago hizo un llamamiento en su homilía el Domingo de Resurrección. “Debemos ofrecer nuestra ayuda a los enfermos, la ayuda que cada uno pueda. La Pascua nos obliga abrir el corazón a los demás, aunque sean pecadores. La sangre de Jesús se derramó por nuestros pecados”.

El pasado domingo 12 de abril de 2020, se produjo la última celebración de Semana Santa, la misa del Domingo de Resurrección, en la capilla de la comuna Ñuñoa. No obstante, no se hizo de forma pública ni con asistencia de fieles, solamente estuvo Mons. Aós acompañado por un coro de dos jóvenes, siguiendo las disposiciones de la emergencia sanitaria por COVID-19.

En su homilía, el arzobispo expresó que “la Pascua es tiempo de encuentro. Este año bien lo sabemos, tenemos que ofrecer a Dios y a los hermanos nuestro sacrificio de estar en nuestras casas, pero tenemos que encontrarnos espiritualmente”.

Asimismo, añadió el pastor de la Iglesia de Santiago: “La Pascua nos invita a revisar nuestras relaciones. Qué terrible estar compartiendo y sacarificarse sin amor ni esperanza. Es hermosa una familia cristiana, una Iglesia doméstica. Es hermosa una comunidad parroquial. Es hermosa nuestra Iglesia chilena”.

 

 

 

 

España y Latinoamérica: Francisco anima a colaborar en la construcción de la paz

Llevar la ternura, alegría y paz del Resucitado
(zenit – 15 abril 2020).- “Los animo a colaborar con Dios en la tarea de construir la paz, en cada momento y lugar, comenzando por aquellas situaciones que viven y con las personas que tienen alrededor”.

Esta es la invitación realizada por el Papa Francisco durante sus palabras a los hispanohablantes en la audiencia general celebrada hoy, 15 de abril de 2020, en la biblioteca del Palacio Apostólico.

El Santo Padre aludió a la necesidad de la citada colaboración “de manera particular, en estos momentos que estamos viviendo a causa de la pandemia, para que, con un gesto concreto de bien, puedan llevar la ternura, la alegría y la paz de Cristo Resucitado”.

Francisco también saludó a los fieles de lengua española que seguían la audiencia general en streaming, a través de los medios de comunicación, debido a la situación de emergencia sanitaria por la COVID-19.

 

El arte de la paz

La catequesis del Papa versó sobre la séptima bienaventuranza: “Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.

En ella resaltó que los que trabajan por la paz “asumen el arte de la paz y la ejercen, sabiendo que no hay reconciliación sin donación de la propia vida y que la paz no es fruto de las propias capacidades, sino que es la manifestación de la gracia de Cristo, que nos ha hecho hijos de Dios”.

 

 

 

 

España: Obispos de la Comisión para las Comunicaciones agradecen la labor de los periodistas

“Garantes de esperanza” ante la COVID-19
(zenit – 15 abril 2020).- “Los comunicadores sois garantes de esperanza ante la COVID-19” es el título del mensaje de apoyo y agradecimiento que los obispos de la Comisión para las Comunicaciones Sociales  de la Conferencia Episcopal Española (CEE) han enviado a los periodistas por la labor que están desempeñando ante esta situación de pandemia por el coronavirus.

“En medio de esta situación, vosotros comunicadores y periodistas tenéis que narrar el drama mortal de esta pandemia y a la vez los ejemplos esperanzadores de entrega y solidaridad que se dan en abundancia en nuestra sociedad”, comienza el texto de los obispos, queriendo reconocer el trabajo de los profesionales de la comunicación.

Asimismo, recuerdan a “profesionales sanitarios y sus servicios auxiliares, laboratorios y farmacias. Todos los que nos facilitan nuestra vida cotidiana, repartidores y distribuidores, comerciantes y supermercados, servicios de limpieza, de transporte, de mantenimiento, funerarias, junto con las ejemplares actuaciones de los militares, guardias civiles y policías”.

 

Ventana a la esperanza y al futuro

Los obispos destacan el papel de las empresas de comunicación y la labor social que realizan los periodistas, corresponsales o comunicadores durante la epidemia: “acortando las distancias geográficas y sociales, abrís una ventana a la esperanza y al futuro, dais a conocer iniciativas solidarias y ofrecéis a los que están confinados en casa múltiples posibilidades para estar conectados con el mundo y para desarrollar sus cualidades. Sin olvidar, la capacidad de entretener con programas de humor, con el cine o la música”.

La esperanza de los obispos está puesta en que el virus sea vencido “no solo por el trabajo individual de algunos, sino por el esfuerzo colectivo de cada uno que cumple con su deber, que en el caso de muchos de nosotros es el de quedarnos en casa”.

Asimismo, concluyen el mensaje animando a los profesionales de la comunicación en España que no se cansen, ya que “cuando mueren las esperanzas de los pueblos, desaparecen las culturas”.

 

 

 

 

Perú: El Papa nombra administrador apostólico para la diócesis del Callao

Monseñor Robert Francis Prevost
(zenit – 15 abril 2020).- El Santo Padre ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis del Callao (Perú), presentada por Mons. José Luis del Palacio y Pérez-Medel. Así lo ha comunicado hoy, 15 de abril de 2020, la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

Igualmente, el Papa Francisco ha nombrado como administrador apostólico “sede vacante” de la diócesis del Callao a monseñor Robert Francis Prevost, obispo de Chiclayo (Perú).

 

Monseñor Robert Francis Prevost

Nació el 14 de septiembre de 1955 en Chicago (Estados Unidos). Presbítero de la Orden de San Agustín, de la Provincia agustina de Nuestra Señora del Buen Consejo. Realizó sus estudios de filosofía en la Universidad de Villanova, en Pensilvania y de teología en la Catholic Theological Union, de Chicago. En 1985 se graduó como doctor en Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino, en Roma.

Después de su ministerio en Roma, regresó a Chicago, donde se desempeñaba como maestro de profesos y vicario provincial, cuando el papa Francisco, le nombró administrador apostólico de la Diócesis de Chiclayo (Perú), y obispo titular de la Diócesis de Sufar, el 3 de noviembre de 2014, en la solemnidad de San Martín de Porres.

El 7 de noviembre tomó posesión canónica de la Diócesis. Y fue ordenado obispo el 12 de diciembre, en la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. Fue nombrado obispo de la Diócesis, por el Papa Francisco, el día 26 de septiembre de 2015.

 

 

 

 

El Papa invita a los fieles de lengua árabe a convertirse en “instrumento de paz”

Con los hermanos
(zenit – 15 abril 2020).- “La paz es un don de Dios y es el fruto de una incesante lucha espiritual para llevar la cruz cada día detrás de Cristo, porque el que cree en Dios deben traducir su fe en el amor a todas sus criaturas. Debe transformarse en un instrumento de paz con todos sus hermanos y hermanas”.

Estas fueron las palabras del Papa Francisco dirigidas a los fieles de lengua árabe durante la audiencia general de hoy, 15 de febrero de 2020, celebrada en la biblioteca del Palacio Apostólico ante la situación de pandemia por coronavirus.

El Santo Padre retomó la serie de catequesis sobre las bienaventuranzas, reflexionando sobre la séptima de ellas: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.

En este sentido, Francisco subrayó que “son llamados hijos de Dios aquellos que han aprendido el arte de la paz y lo practican, saben que no hay reconciliación sin la donación de su vida, y que hay que buscar la paz siempre y en cualquier caso”.

 

 

 

 

Píldoras de esperanza (14): “¿Qué van conversando por el camino?”

Miércoles de la Primera Semana de Pascua
Reflexión sobre los Evangelios diarios

Invocamos al Espíritu Santo

Ven Espíritu Santo, hoy te necesito para que llenes de alegría y paz mi corazón que está inquieto y dale sabiduría a mi mente para poder comprender la Palabra de Dios. Amén.

 

Evangelio según San Lucas 24, 13-35

Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén.  En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. Él les dijo: “¿Qué van conversando por el camino?”. Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!”.

“¿Qué cosa?”, les preguntó. Ellos respondieron: “Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo.

Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron”. Jesús les dijo: “¡Hombres duros de entendimiento, ¡cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?” Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.  Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba”. El entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio.

Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista. Y se decían: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”. En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: “Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!”. Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor

 

¿Qué dice el texto?

“¿Qué van conversando por el camino?”

“¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”

 

¿Qué nos dice Dios hoy en este texto?

Es curioso darse cuenta que ese día primero de la semana en el calendario hebreo, mientras las mujeres van al sepulcro, como vimos ayer, dos de los discípulos están huyendo de la ciudad de Jerusalén. Ellos tienen miedo, esperaron que pasara el sábado donde debían permanecer en sus casas y salieron hacia otra ciudad. Jesús resucitado se aparece en el camino y conversa con ellos. Ha sido tanto el dolor y el sufrimiento que ellos no lo reconocen.

La pregunta de Jesús sigue vigente hoy: “¿Qué vas conversando por el camino de tu vida?” Si tuvieras que hacer un porcentaje de las conversaciones más trágicas estos días, ¿cuánto es lo que le dedicas?.  Seamos honestos y digamos que nos gusta hablar de tragedias y a veces pareciera que “nos damos cuerda” para poner más de lo que sucede.

Jesús reprendió a los dos que caminaban y explicándoles las Escrituras les hace arder el corazón. Jesús hablaba con pasión y entusiasmaba. Les hacía caer en la cuenta su falta de memoria en las profecías. Es que ellos conocían bien la Biblia, pero a la hora definitiva decidieron irse antes de que terminara la obra. Por eso también la reprimenda de Jesús.

¿Qué nos diría Jesús hoy? Estoy seguro que nos reprendería si no estamos llenos de esperanza y nuestras palabras no son para dar ánimo y recordar la fidelidad del Señor.

Te animo a que puedas usar estos días tu tiempo para llamar por teléfono a tus amigos y familiares dando ánimo, recordando siempre la alianza del Señor, y ayuda a aquellos que están sintiéndose solos a que con tus palabras también pueda arderles el corazón.

Anímate a repetir durante el día varias veces para que entre en nuestra vida, un versículo del Salmo 147, 3:

“El Señor sana a los de corazón herido y venda sus heridas”

Te invito a conocer más de nuestro trabajo diario sobre la Lectura Orante de la Biblia

 

www.fundacionpane.com www.cristonautas.com – Facebook: Fundación Ramón Pané

 

 

 

 

Monseñor Felipe Arizmendi: “Ante la pandemia, ¿sirve rezar?”

“La COVID-19 sigue arrasando todo a su paso”
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El Papa Francisco hizo una oración extraordinaria, en la vacía Plaza de San Pedro, el pasado 27 de marzo, con participación de millones de televidentes, para pedir el fin de la pandemia, con bendición del Santísimo e indulgencia plenaria. Sin embargo, la COVID-19 sigue arrasando todo a su paso. En Italia, donde reside el Papa, los contagios y las muertes no se detienen. Entonces, ¿para qué sirvió esa oración?

Se han llevado a cabo muchas celebraciones, Misas, Horas Santas, sacrificios, vuelos en helicóptero y avioneta sobre poblaciones, o recorridos a pie o en vehículos, con la Custodia y Jesús Sacramentado, con imágenes de la Virgen y reliquias de santos, para pedir que se detenga esta plaga. Sin embargo, entre nosotros sigue avanzando. ¿Sirvieron de algo esas creativas manifestaciones de fe?

Muchísimas familias cristianas, encerradas en su hogar, han multiplicado súplicas, rosarios y cadenas de oración, para que no siga el contagio. Sin embargo, éste cobra más y más víctimas en todo el mundo, aunque de momento, gracias a Dios, no tenemos familiares enfermos de este mal. ¿Tienen un efecto real nuestras plegarias?

Claro que sirven. No somos capaces de advertir toda su eficacia, porque su efecto es espiritual, invisible. Sólo Dios sabe cuánto bien hemos hecho al mundo unidos en la plegaria. Si no fuera por tantas oraciones, la pandemia ya habría causado muchos más destrozos.

Pero, como no vemos resultados palpables e inmediatos, nos puede llegar la duda de si en verdad ayudan en algo nuestras oraciones. Aún más, nos podemos preguntar si Dios nos escucha. Y todavía más, algunos pueden dudar de la existencia de Dios. Ateos convencidos o prácticos pueden echarnos en cara la inutilidad de lo que hacemos, e incluso de nuestra religión. Nos dirán que lo importante es inventar la vacuna adecuada, aplicar las medicinas oportunas, curar a los enfermos y evitar más muertes y sufrimientos. Para ellos, lo que vale es lo cuantificable, lo visible e inmediato, los enfermos recuperados, la economía rescatada. No tienen ojos para ver más allá. Son ciegos del alma.

No faltan Judas de ayer y de siempre, que repiten que vendamos los bienes de la Iglesia y los destinemos a remediar económicamente esta pandemia, sobre todo en favor de los pobres. Es cierto que éstos tienen prioridad, y son ejemplares el Papa y muchos otros que apoyan con su dinero a los que hoy se están quedando sin recursos; pero nuestros críticos ni un peso ponen de sus bolsillos para remediar la pobreza. Algunos viven de los pobres, pues son miembros de alguna ONG con magníficos sueldos y no están dispuestos a que se los reduzcan, o a compartirlos con los más necesitados. Estas críticas nos resbalan, pues la Iglesia destina mucho dinero a los pobres y, en la mayoría de los casos, sin publicidad; casi nadie se entera.

Pero, volviendo a la oración por la pandemia; ¿de algo sirve? ¡Claro que sí! De mucho y, en la mayoría de las circunstancias, no sólo es lo único que podemos hacer, sino que es nuestra aportación más valiosa, sólo apreciada por el corazón de Dios, que ve lo más profundo de nuestro ser. No podremos comprobar físicamente su efecto, porque es algo espiritual. La vida no es sólo dinero y medicinas, sino también fortaleza espiritual, ánimo y esperanza, lucha por la vida propia y de los demás. Dios puede hacer milagros inmediatos, físicos, corporales, y la historia los consigna; pero su fuerza es sobre todo espiritual, invisible, aunque real y efectiva. No cuenta sólo el dinero. Como ser papá, no es sólo llevar recursos económicos a la familia, sino también dar ternura, cariño, seguridad y fortaleza, y eso no se mide materialmente.

Claro que no basta rezar; también hay que hacer cuanto podamos para ayudar en lo material; pero lo horizontal, sin lo vertical, se cae; no se sostiene. El mundo necesita no sólo dinero, sino también espiritualidad, fe, amor y esperanza. Necesitamos volver a Dios.

 

PENSAR

El Papa Francisco, en la audiencia general del miércoles pasado, dijo: “En estas semanas de preocupación por la pandemia que está haciendo sufrir tanto al mundo, entre las muchas preguntas que nos hacemos, también puede haber preguntas sobre Dios: ¿Qué hace ante nuestro dolor? ¿Dónde está cuando todo se tuerce? ¿Por qué no resuelve nuestros problemas rápidamente? Son preguntas que nos hacemos sobre Dios.

¿Cuál es el verdadero rostro de Dios? Habitualmente proyectamos en Él lo que somos, a toda potencia: nuestro éxito, nuestro sentido de la justicia, e incluso nuestra indignación. Pero el Evangelio nos dice que Dios no es así. Es diferente y no podíamos conocerlo con nuestras fuerzas. Por eso se acercó a nosotros, vino a nuestro encuentro y precisamente en la Pascua se reveló completamente. ¿Y dónde se reveló completamente? En la cruz. Allí aprendemos los rasgos del rostro de Dios. No olvidemos que la cruz es la cátedra de Dios.

Nos hará bien mirar al Crucificado en silencio y ver quién es nuestro Señor. Él es omnipotente en el amor, y no de otra manera. Es su naturaleza, porque está hecho así. Él es el Amor. El poder de este mundo pasa, mientras el amor permanece. Sólo el amor guarda la vida que tenemos, porque abraza nuestras fragilidades y las transforma. Jesús cambió la historia acercándose a nosotros y la convirtió, aunque todavía marcada por el mal, en historia de salvación. Ofreciendo su vida en la Cruz, Jesús también derrotó a la muerte. Desde el corazón abierto del Crucificado, el amor de Dios llega a cada uno de nosotros. Podemos cambiar nuestras historias acercándonos a Él, acogiendo la salvación que nos ofrece.

Abrámosle todo el corazón en la oración. Dejemos que su mirada se pose sobre nosotros y comprenderemos que no estamos solos, sino que somos amados, porque el Señor no nos abandona y nunca se olvida de nosotros” (8-IV-2020).

Dijo el P. Raniero Cantalamessa, en su homilía del Viernes Santo en la Basílica de San Pedro: “¿Acaso a Dios le gusta que se le rece para conceder sus beneficios? ¿Acaso nuestra oración puede hacer cambiar sus planes a Dios? No, pero hay cosas que Dios ha decidido concedernos como fruto conjunto de su gracia y de nuestra oración, casi para compartir con sus criaturas el mérito del beneficio recibido. Es él quien nos impulsa a hacerlo: ‘Pedid y recibiréis, ha dicho Jesús, llamad y se os abrirá’ (Mt 7,7). ¡Dios es aliado nuestro, no del virus! El que lloró un día por la muerte de Lázaro llora hoy por el flagelo que ha caído sobre la humanidad. Sí, Dios ‘sufre’, como cada padre y cada madre. Dios participa en nuestro dolor para vencerlo. ‘Dios —escribe san Agustín—, siendo supremamente bueno, no permitiría jamás que cualquier mal existiera en sus obras, si no fuera lo suficientemente poderoso y bueno, para sacar del mal mismo el mismo bien’”.

 

ACTUAR

Intensifiquemos la oración, y ojalá la acompañemos con ayunos y sacrificios, pues estos demonios sólo así salen, como dijo Jesús. Y confiemos en el corazón de nuestro Padre Dios: El decide, con su amor, cuándo y cómo interviene. A nosotros sólo nos toca decirle: “Señor, si quieres, puedes curarnos de esta pandemia… Ten misericordia de nosotros”.

 

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de SCLC

 

 

 

 

Santa Bernadette Soubirous, 16 de abril

Acogió con paciencia todos sus sufrimientos
“Humildad y sencillez a los pies de María fueron rasgos de esta pequeña agraciada por la aparición de la Virgen que se presentó ante ella como la Inmaculada Concepción. Acogió con edificante paciencia todos sus sufrimientos”

Nació el 7 de enero 1844 en Lourdes. Era la primogénita de nueve hermanos; algunos murieron en los primeros años de vida. Con una complexión débil y, por tanto, propensa a las enfermedades, las precarias condiciones en las que vivían en el húmedo sótano de un molino –su padre era molinero– en medio de una extrema pobreza rayana en la miseria no eran las más aptas para alguien tan frágil como ella. Era asmática y contrajo el cólera cuando tenía 10 años. Colaboraba en el cuidado de sus hermanos y trabajaba como pastora por cuenta ajena. Su madre le inculcó el amor a Dios y a María, y solía rezar el rosario todos los días con gran devoción. Hasta los 16 años fue analfabeta porque no tuvo los medios para haber podido estudiar; suplía las carencias con su esfuerzo. El maestro reconocía: “Le cuesta retener de memoria el catecismo, porque no sabe leer; pero pone mucho empeño: es muy atenta y piadosa”.

Como las gracias sobrenaturales no están sujetas a parámetros humanos, a sus 14 años la Virgen se había fijado en ella para infundir a la Humanidad la esperanza de la vida eterna mediante la oración y la conversión. Quizá menos mermada intelectual y emocionalmente de lo que la gente pensaba, iba creciendo humana y espiritualmente, forjando la talla espiritual que conmovería a todos por su alegría, bondad e inocencia evangélica. Ese año memorable de 1858 la Madre del cielo señaló a la santa que es en la oración donde radica la auténtica felicidad: “No te prometo hacerte feliz en este mundo, pero sí en el otro”. Bernadette conoció el dolor físico tempranamente. Con el ánimo de ofrecerlo humilde y generosamente como rescate de los pecadores, respondiendo a la invitación de María suplicaba su ayuda: “No, no busco alivio, sino solo la fuerza y la paciencia”. Con ella esperaba domar los sufrimientos que le provocaron el asma y luego la tuberculosis.

Las apariciones de María, en total 18, se iniciaron el 11 de febrero de ese año en la gruta conocida como Massabielle. Bernadette se hallaba en el entorno buscando leña, acompañada de una hermana y de otra niña, cuando la Virgen se hizo presente. En esa ocasión compartió los rezos con Ella silenciosamente. Fue en la tercera aparición cuando oyó la voz de la “Señora”; así la denominó. El 24 de febrero María insistió en la necesidad de la oración y de la penitencia. En otra ocasión le instó a beber agua en la reseca superficie en la que introdujo sus manos hasta que comenzó a manar el líquido. Igualmente tuvo que ingerir alguna hierba del entorno, todo ello a petición de la Virgen y siempre después de haber rezado el rosario juntas. Algunos testigos que presenciaron estos gestos no ocultaban su escepticismo. El 2 de marzo María rogó que erigieran allí una capilla en su honor y el 25 de ese mes, en la decimosexta aparición, le reveló: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.

Bernadette había dado cuenta de los hechos al párroco, padre Dominique Peyramale, una persona que guardaba distancia con esta clase de manifestaciones. Cuando la noticia se extendió a otros niveles, la adolescente constató que ni las autoridades civiles ni las eclesiásticas aceptaban su narración. Aquello atrajo multitud de contrariedades a su vida. Por una parte, se ponía en tela de juicio la veracidad de su testimonio. Y, por otra, se sentía acosada por la curiosidad de la gente que, a toda costa, quería obtener de ella remedios para sanar sus enfermedades. Reclamaban esta gracia de forma inoportuna y con procedimientos dudosos –muchas veces le ofrecieron dinero– acrecentando la asfixia que le provocaba el asma.

Aunque comparecer ante la gente que la hostigaba de ese modo le producía íntima angustia y temor, transmitía una serenidad y delicadeza admirables. Heroica fue su paciencia en la entrevista que en 1860 mantuvo con un sacerdote que la trató sin miramiento alguno. Fue escalando los peldaños de la vida eterna a fuerza de purificaciones. Nunca se envaneció de haber sido la dilecta criatura a la que se dirigió la Virgen. Y no estuvo presente en actos multitudinarios como el de la colocación de la primera piedra del santuario que iba a erigirse. Una vez le mostraron la imagen de la Inmaculada, esculpida en mármol de Carrara, para que diese su juicio; trataron de plasmar en ella los rasgos que Bernadette dio. Era un imposible. Al verla, dijo: “Sí, ésta es hermosa… pero no es Ella”.

En julio de 1860 se retiró en el instituto de las Hermanas de la Caridad de Nevers. Hubiera ingresado antes, pero su mala salud lo impidió. Fue novicia durante cuatro años a los que siguieron otros dos en calidad de enferma en el hospicio, y en 1864 decidió integrarse plenamente en la comunidad religiosa. Inició el noviciado en 1866; ese año murió su madre. Y la lesión que ella padecía se agravó. Parecía abocada a la muerte, pero en octubre de 1867 se recuperó y pudo efectuar la profesión. Los años de vida conventual tuvieron el sello de la amarga acritud. En lugar de paz y sosiego halló indiferencia, muchos sufrimientos. Actuó como enfermera en el convento hasta que la grave dolencia la recluyó en su lecho.

Discreta, modesta, sencilla, pasó por este mundo alumbrada por la inmensidad de María. Su deceso se produjo el 16 de abril de 1879. Sus últimas palabras fueron: “Yo vi la Virgen. Sí, la vi, la vi ¡Que hermosa era!”. Y después de unos momentos de silencio, exclamó emocionada: “Ruega Señora por esta pobre pecadora”. Apretando el crucifijo sobre su pecho entregó su alma a Dios. Tenía 35 años. Muchos recordarían las palabras que tantas veces había pronunciado: “María es tan bella que quienes la ven querrían morir para volver a verla”. Iba a contemplarla, desde luego, y esta vez ya para siempre. Pío XI la beatificó el 14 de junio de 1925, y la canonizó el 8 de diciembre de 1933. Su cuerpo permanece incorrupto. Su festividad se conmemora en Francia el 18 de febrero; en el resto del mundo su fecha se celebra el 16 de abril.