Servicio diario - 29 de abril de 2020


 

Los cristianos perseguidos “necesitan nuestra oración” y “cercanía”
Larissa I. López

La colecta del Óbolo de San Pedro se celebrará el 4 de octubre
Rosa Die Alcolea

El Papa expresa sus “más sinceras condolencias” por la muerte del soberano de la Orden de Malta
Rosa Die Alcolea

Las bienaventuranzas, “camino pascual” que lleva a “ser de Cristo”– Catequesis completa
Larissa I. López

Orden de Malta: Fallece el gran maestre, fray Giacomo Dalla Torre
Rosa Die Alcolea

San José Obrero: Oración por los desempleados a causa de la pandemia
Larissa I. López

Fiesta de Santa Catalina de Siena: El Papa pide por la “unidad de Europa”
Rosa Die Alcolea

Rosario: Francisco invita a “redescubrir la belleza” de la oración mariana
Larissa I. López

Venezuela: Venerable José Gregorio Hernández, cercano a su beatificación
Redacción

El Papa anima a los hispanohablantes a “hacer vida las bienaventuranzas”
Larissa I. López

Estados Unidos: Apoyo de los obispos a los trabajadores agrícolas migrantes
Larissa I. López

El Santo Padre invoca la protección de la patrona de Europa
Larissa I. López

Francia: Obispos lamentan “la fecha impuesta” para el regreso del culto religioso
Christian Vallejo

Píldoras de esperanza (24): “Yo soy el pan de Vida”
Ricardo Grzona

Monseñor Felipe Arizmendi: “Misas sin fieles”
Felipe Arizmendi Esquivel

San José Benito Cottolengo, 30 de abril
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

Los cristianos perseguidos “necesitan nuestra oración” y “cercanía”

Palabras del Papa en español
(zenit – 29 abril 2020).- El Papa Francisco subrayó que es preciso recordar a tantos cristianos que verdaderamente sufren persecución en distintas partes del mundo: “Ellos necesitan nuestra oración y experimentar nuestra cercanía”.

Hoy, 29 de abril de 2020, en la audiencia general celebrada en la biblioteca del Palacio Apostólico por la pandemia del coronavirus, el Santo Padre concluyó el ciclo de catequesis dedicadas a las bienaventuranzas con la octava de ellas: “Bienaventurados los perseguidos a causa de la justicia, porque de ellos será el Reino de los Cielos” (Mt 5,10).

“El cristiano está llamado a vivir el espíritu de las bienaventuranzas y que toda su vida haga gustar a los demás el buen sabor de Cristo y del Evangelio”, indicó Francisco.

En esta línea, señaló que el mundo actual “con sus ídolos y con sus estructuras de pecado” no permite un estilo de vida “según el Espíritu de la verdad, por lo que rechaza la enseñanza del Evangelio, tachándola como un problema que se debe desechar y arrinconar”.

 

Liberación interior

“Esto muestra que la persecución lleva a la liberación interior –continuó–, que rompe con las ataduras del mundo, produciendo una gran alegría, porque se ha encontrado un verdadero tesoro mucho mayor al que puede ofrecer el mundo”.

Finalmente, el Pontífice apuntó que la mencionada bienaventuranza “no debe leerse en clave victimista” porque “no todo desprecio de los hombres es sinónimo de persecución”: “Jesús nos dice que somos ‘sal de la tierra’, y llama nuestra atención ante el peligro de ‘perder el sabor’, porque no serviría más que para tirarla fuera y que la pisotee la gente”.

 

 

 

 

La colecta del Óbolo de San Pedro se celebrará el 4 de octubre

Día de San Francisco de Asís
(zenit – 29 abril 2020).- Este año la colecta para el Óbolo de San Pedro se celebrará el 4 de octubre de 2020, día dedicado a san Francisco de Asís, en vez del 29 de junio, jornada en la que tradicionalmente se celebra, cerca de la solemnidad de los santos Pedro y Pablo.

Así lo ha decidido el Papa Francisco, “considerando la situación de emergencia sanitaria actual”, que se extiende por todo el mundo a causa de la pandemia del coronavirus, tal y como ha declarado este mediodía, 29 de abril de 2020, el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni.

Esta jornada constituye un gesto comenzado por la primera comunidad de apóstoles, y que continúa repitiéndose porque la caridad es el rasgo distintivo de los discípulos de Jesús: “En esto conocerán que son mis discípulos, en que se aman los unos a los otros” (Jn 13, 35), define la Santa Sede.

Esta constituye una colecta caritativa en la que cada fiel puede entregar lo que considere que puede aportar al Papa para que él lo destine a las necesidades de toda la Iglesia, especialmente donde hay mayor dificultad.

 

 

 

 

Orden de Malta: El Papa expresa sus “sinceras condolencias” por la muerte de su soberano

Telegrama del Santo Padre
(zenit – 29 abril 2020).- El Papa Francisco, al saber la noticia del fallecimiento de fray Giacomo Dalla Torre del Tempio di Sanguinetto, gran maestre de la Orden de Malta, ha enviado un telegrama de condolencias al teniente interino de la Soberana Orden Militar de Malta, fray Ruy Gonçalo Do Valle Peixoto de Villas Boas, en la tarde del miércoles, 29 de abril de 2020.

“Deseo expresar a toda la Orden mis más sinceras condolencias”, expresa Francisco en el mensaje, publicado por la Oficina de Prensa Vaticana. Al participar en el dolor común, “elevo oraciones de sufragio e invoco para su alma, desde la bondad divina, la paz eterna”, escribe el Pontífice.

El Obispo de Roma ha recordado la “fidelidad integral a Cristo y al Evangelio” del gran maestre fallecido, “junto con su generoso compromiso de ejercer con espíritu de servicio su oficio para el bien de la Iglesia, así como su dedicación a los más sufridos”.

Con tales sentimientos, el Papa envía cordialmente a fray Ruy Gonçalo Do Valle Peixoto de Villas Boas y al Gran Magisterio, “así como a los familiares del difunto, la reconfortante bendición apostólica”.

 

 

 

 

Las bienaventuranzas, “camino pascual” que lleva a “ser de Cristo” – Catequesis completa

Fin del ciclo sobre las bienaventuranzas
(zenit – 29 abril 2020).- El Santo Padre apuntó que el sendero de las bienaventuranzas es un “camino pascual” que lleva de una “vida según el mundo” a una “vida según Dios”, de una “existencia guiada por la carne” –es decir, por el egoísmo– a una “guiada por el Espíritu”.

De este modo, “debemos ser fieles al sendero humilde de las bienaventuranzas, porque es el que lleva a ser de Cristo y no del mundo”, y porque “la exclusión y la persecución, si Dios nos concede la gracia, nos asemejan a Cristo crucificado y, asociándonos a su pasión, son la manifestación de la vida nueva”.

En la audiencia general de hoy, 29 de abril de 2020, celebrada en la biblioteca del Palacio Apostólico debido a la pandemia del coronavirus, el Papa Francisco ha completado el itinerario de catequesis sobre las bienaventuranzas.

En concreto, ha reflexionado sobre la octava y última de ellas: “Bienaventurados los que padecen persecución a causa de la justicia porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mt. 5, 10).

 

Final del itinerario

Francisco señala que esta bienaventuranza “anuncia la misma felicidad” que la primera: “el Reino de los cielos es de los perseguidos así como de los pobres de espíritu” y así se comprende “que hemos llegado al final de un itinerario unificado jalonado por los anuncios precedentes”.

Y añade que “la pobreza de espíritu, el llanto, la mansedumbre, la sed de santidad, la misericordia, la purificación del corazón y las obras de paz pueden conducir a la persecución por causa de Cristo, pero esta persecución al final es causa de alegría y de gran recompensa en el cielo”.

 

Molestia para la codicia

En contraposición, el mundo actual “con sus ídolos, sus compromisos y sus prioridades, no puede aprobar este tipo de existencia”, pues, “si el mundo vive en base al dinero, cualquiera que demuestre que la vida se puede realizar en el don y la renuncia se convierte en una molestia para el sistema de la codicia”, explica el Papa.

Y “cuando aparece la santidad y emerge la vida de los hijos de Dios, en esa belleza hay algo incómodo que llama a adoptar una postura: o dejarse cuestionar y abrirse a la bondad o rechazar esa luz y endurecer el corazón, hasta el punto de la oposición y el ensañamiento (cf. Sabiduría 2, 14-15)”.

 

Mártires perseguidos hoy

Esto último es algo que se comprueba en la persecución de los mártires, donde “la hostilidad crece hasta el ensañamiento”. No obstante, el Pontífice señala que el drama de la persecución es también “el lugar de la liberación del sometimiento al éxito, a la vanagloria y a los compromisos del mundo”, pues el rechazado por el mundo a causa de Dios se “alegra de haber encontrado algo más valioso que el mundo entero. Porque ‘¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?’ (Mc 8:36). ¿Qué ventaja hay?”.

En este sentido, el Obispo de Roma recordó “que los mártires de hoy son más que los mártires de los primeros siglos” en varias partes del mundo y que es preciso expresarles “nuestra cercanía” porque “somos un solo cuerpo, y estos cristianos son los miembros sangrantes del cuerpo de Cristo que es la Iglesia”.

 

La felicidad verdadera

Acoger el Espíritu puede llevar a tener tanto amor en el corazón “como para ofrecer nuestras vidas por el mundo”, aclara el Papa, y advierte que “los compromisos con el mundo son el peligro: el cristiano siempre está tentado de hacer compromisos con el mundo, con el espíritu del mundo”.

“Rechazar los compromisos y seguir el camino de Jesucristo es la vida del Reino de los Cielos, la alegría más grande, la felicidad verdadera”, propone.

Finalmente, Francisco indica que en las persecuciones siempre “está la presencia de Jesús que nos acompaña, la presencia de Jesús que nos consuela y la fuerza del Espíritu que nos ayuda a avanzar. No nos desanimemos cuando una vida coherente con el Evangelio atrae las persecuciones de la gente: existe el Espíritu que nos sostiene en este camino”.

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Catequesis del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, buenos días:

Con la audiencia de hoy concluimos el itinerario sobre las Bienaventuranzas del Evangelio. Como hemos escuchado, la última proclama la alegría escatológica de los perseguidos por la justicia.

Esta bienaventuranza anuncia la misma felicidad que la primera: el Reino de los cielos es de los perseguidos así como de los pobres de espíritu; así comprendemos que hemos llegado al final de un itinerario unificado jalonado por los anuncios precedentes.

La pobreza de espíritu, el llanto, la mansedumbre, la sed de santidad, la misericordia, la purificación del corazón y las obras de paz pueden conducir a la persecución por causa de Cristo, pero esta persecución al final es causa de alegría y de gran recompensa en el cielo. El sendero de las Bienaventuranzas es un camino pascual que lleva de una vida según el mundo a una vida según Dios, de una existencia guiada por la carne –es decir, por el egoísmo– a una guiada por el Espíritu.

El mundo, con sus ídolos, sus compromisos y sus prioridades, no puede aprobar este tipo de existencia. Las “estructuras de pecado”, (1) a menudo producidas por la mentalidad humana, tan ajenas al Espíritu de verdad que el mundo no puede recibir (cf. Jn 14,17), no pueden por menos que rechazar la pobreza o la mansedumbre o la pureza y declarar la vida según el Evangelio como un error y un problema, por lo tanto como algo que hay que marginar. Así piensa el mundo : “Estos son idealistas o fanáticos…”. Así es como piensan.

Si el mundo vive en base al dinero, cualquiera que demuestre que la vida se puede realizar en el don y la renuncia se convierte en una molestia para el sistema de la codicia. Esta palabra “molestia” es clave, porque el testimonio cristiano de por sí que hace tanto bien a tanta gente porque lo sigue, molesta a los que tienen una mentalidad mundana. Lo viven como un reproche. Cuando aparece la santidad y emerge la vida de los hijos de Dios, en esa belleza hay algo incómodo que llama a adoptar una postura: o dejarse cuestionar y abrirse a la bondad o rechazar esa luz y endurecer el corazón, hasta el punto de la oposición y el ensañamiento (cf. Sabiduría 2, 14-15). Es curioso ver cómo, en la persecución de los mártires, la hostilidad crece hasta el ensañamiento. Basta con ver las persecuciones del siglo pasado, de las dictaduras europeas: cómo se llega al ensañamiento contra los cristianos, contra el testimonio cristiano y contra la heroicidad de los cristianos.

Pero esto muestra que el drama de la persecución es también el lugar de la liberación del sometimiento al éxito, a la vanagloria y a los compromisos del mundo. ¿De qué se alegra el que es rechazado por el mundo a causa de Cristo? Se alegra de haber encontrado algo más valioso que el mundo entero. Porque «¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?” (Mc 8:36). ¿Qué ventaja hay?

Es doloroso recordar que, en este momento, hay muchos cristianos que sufren persecución en varias partes del mundo, y debemos esperar y rezar para que su tribulación se detenga cuanto antes. Son muchos: los mártires de hoy son más que los mártires de los primeros siglos. Expresemos a estos hermanos y hermanas nuestra cercanía: somos un solo cuerpo, y estos cristianos son los miembros sangrantes del cuerpo de Cristo que es la Iglesia.

Pero también debemos tener cuidado de no leer esta bienaventuranza en clave victimista, auto- conmiserativa. En efecto, el desprecio de los hombres no siempre es sinónimo de persecución: precisamente un poco más tarde Jesús dice que los cristianos son la “sal de la tierra”, y advierte contra la “pérdida del sabor”, de lo contrario la sal “no sirve para otra cosa que para ser tirada y pisoteada por los hombres” (Mt 5,13). Por lo tanto, también hay un desprecio que es culpa nuestra cuando perdemos el sabor de Cristo y el Evangelio.

Debemos ser fieles al sendero humilde de las Bienaventuranzas, porque es el que lleva a ser de Cristo y no del mundo. Vale la pena recordar el camino de San Pablo: cuando se creía un hombre justo, era de hecho un perseguidor, pero cuando descubrió que era un perseguidor, se convirtió en un hombre de amor, que afrontaba con alegría los sufrimientos de las persecuciones que sufría (cf. Col 1,24).

La exclusión y la persecución, si Dios nos concede la gracia, nos asemejan a Cristo crucificado y, asociándonos a su pasión, son la manifestación de la vida nueva. Esta vida es la misma que la de Cristo, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación fue “despreciado y rechazado por los hombres” (cf. Is 53,3; Hch 8,30-35). Acoger su Espíritu puede llevarnos a tener tanto amor en nuestros corazones como para ofrecer nuestras vidas por el mundo sin comprometernos con sus engaños y aceptando su rechazo. Los compromisos con el mundo son el peligro: el cristiano siempre está tentado de hacer compromisos con el mundo, con el espíritu del mundo. Esta –rechazar los compromisos y seguir el camino de Jesucristo– es la vida del Reino de los Cielos, la alegría más grande, la felicidad verdadera . Y luego, en las persecuciones siempre está la presencia de Jesús que nos acompaña, la presencia de Jesús que nos consuela y la fuerza del Espíritu que nos ayuda a avanzar. No nos desanimemos cuando una vida coherente con el Evangelio atrae las persecuciones de la gente: existe el Espíritu que nos sostiene en este camino.

(1) Cf. Discurso a los participantes en el seminario “Nuevas formas de solidaridad” organizado por la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales. – 5 de febrero de 2020 “La idolatría del dinero, la codicia y la especulación son estructuras de pecado –como las definía san Juan Pablo II– producidas por la globalización de la indiferencia”.

 

© Librería Editorial Vaticana

 

 

 

 

Fallece el gran maestre de la Orden de Malta, fray Giacomo Dalla Torre

Soberano y superior religioso
(zenit – 29 abril 2020).- El gran maestre de la Orden de Malta, fray Giacomo Dalla Torre del Tempio di Sanguinetto, ha fallecido en Roma, pocos minutos después de la medianoche del 29 de abril, “a consecuencia de una enfermedad incurable diagnosticada hace escasos meses”, indica la Orden en un comunicado.

Desde este momento, asume las funciones de lugarteniente ad interim y permanecerá a la cabeza de la Orden el gran comendador, Frey Ruy Gonçalo do Valle Peixoto de Villas Boas, hasta la elección del nuevo gran maestre, según el artículo 17 de la Constitución de la Orden, comunica el Gran Magisterio de la Orden de Malta.

El máximo representante de la Orden Militar Hospitalaria de San Juan de Jerusalén de Rodas y de Malta, natural de Roma, ha muerto a los 76 años. Fue elegido 80° gran maestre de la Orden por el Consejo Pleno de Estado del 2 de mayo de 2018.

Se trata de un cargo vitalicio entre los caballeros profesos por el Consejo Pleno de Estado. De acuerdo con la Constitución, como soberano y superior religioso, “debe dedicarse plenamente al desarrollo de las obras de la Orden y a dar a todos los miembros ejemplo de respeto a los principios cristianos”.

Giacomo Dalla Torre se encontró con el Papa Francisco el pasado 28 de junio de 2019, en el Palacio Apostólico Vaticano, tal y como marca la tradición en torno a la festividad de san Juan, 24 de junio, en conmemoración del protector de la Orden.

 

80º Príncipe y Gran Maestre

Fray Giacomo Dalla Torre del Tempio di Sanguinetto nació en Roma el 9 de diciembre de 1944. Licenciado en Letras Clásicas y Filosofía por la Universidad La Sapienza de Roma, se especializó en Arqueología Cristiana e Historia del Arte. Ostentó cargos académicos en la Pontificia Università Urbaniana, impartiendo griego clásico, y fue también bibliotecario y archivero jefe de las importantes colecciones de investigación de la Universidad. En el transcurso de su vida, publicó ensayos académicos y artículos sobre distintos aspectos de la historia del arte medieval.

Admitido en la Soberana Orden en 1985 como caballero de honor y devoción, fray Giacomo Dalla Torre del Tempio di Sanguinetto tomó los votos solemnes en 1993. De 1994 a 1999 fue gran prior de Lombardía y Venecia, y de 1999 a 2004 fue miembro del Consejo Soberano.

Fue elegido gran comendador en el Capítulo General de 2004. A la muerte del 78º gran maestre, fray Andrew Bertie, en febrero de 2008, asumió el cargo de lugarteniente ad interim. De 2008 a 2017, fray Giacomo Dalla Torre ocupó el cargo de Gran Prior de Roma.

Tras la dimisión del 79º gran Maestre, fray Matthew Festing, el Consejo Pleno de Estado del 29 de abril de 2017 lo eligió lugarteniente del Gran Maestre durante un año. En el Consejo Pleno de Estado posterior, el 2 de mayo de 2018, Dalla Torre fue elegido 80º Príncipe y gran maestre de la Soberana Orden de Malta.

 

“Gran espiritualidad” y “calor humano”

Con su gran espiritualidad y su calor humano, fray Giacomo Dalla Torre se implicó siempre personalmente en la asistencia a los necesitados, sirviendo almuerzos a los sin techo en las estaciones ferroviarias de Termini y de Tiburtina, en Roma. Participó en numerosas peregrinaciones internacionales de la Orden de Malta a Lourdes y en las peregrinaciones nacionales a Loreto y Asís.

Mostraba siempre una gran alegría en participar en los campamentos internacionales de verano de la Orden para jóvenes discapacitados y recibía un gran afecto de sus jóvenes voluntarios y de sus huéspedes.

En su condición de gran Maestre realizó numerosos viajes oficiales y de Estado. En enero pasado realizó una visita de Estado a Benín, en julio pasado a Camerún y más recientemente se desplazó hasta Alemania, Eslovenia y Bulgaria para mantener encuentros con sus respectivas autoridades. Durante sus viajes siempre manifestó el deseo de visitar las instalaciones sociosanitarias de la Orden para poder saludar personalmente tanto al personal como a los pacientes.

Con “su marcada humanidad y su profunda dedicación a la vida caritativa”, la figura del 80º Gran Maestre de la Soberana Orden de Malta “será recordada por todos aquellos que lo conocieron por sus dotes diplomáticas y su tono, siempre cordial y afectuoso”, describe la propia Orden de Malta.

 

 

 

 

San José Obrero: Oración por los desempleados a causa de la pandemia

El 1 de mayo se celebra su fiesta
(zenit – 29 abril 2020).- “Confío a la misericordia de Dios a todas las personas afectadas por el desempleo debido a la actual pandemia”, dijo el Papa Francisco al recordar que el próximo 1 de mayo se celebra la fiesta de san José Obrero.

Con esta plegaria, el Santo Padre se dirigió especialmente a los desempleados forzados en esta época de COVID-19 durante la audiencia general celebrada hoy, 29 de abril de 2020, y transmitida en directo desde la biblioteca del Palacio Apostólico.

En concreto, lo hizo durante el saludo a los hablantes de lengua francesa: “¡Que el Señor sea la Providencia de todos los necesitados y nos impulse a acudir en su ayudar! ¡Que Dios os bendiga!”, añadió Francisco antes de ser traducido al francés por un intérprete.

En su catequesis, el Papa culminó el ciclo en torno a las bienaventuranzas con la octava y última de ellas: “Bienaventurados los perseguidos por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt 5,10).

A lo largo de la misma, señaló que “la persecución lleva a la liberación interior, que rompe con las ataduras del mundo, produciendo una gran alegría, porque se ha encontrado un verdadero tesoro mucho mayor al que puede ofrecer el mundo” y recordó a los cristianos perseguidos.

 

 

 

 

Fiesta de Santa Catalina de Siena: El Papa pide por la “unidad de Europa”

Misa en la Casa de Santa Marta
(zenit – 29 abril 2020).- En la fiesta de santa Catalina de Siena, doctora de la Iglesia, patrona de Italia y de Europa, el Papa Francisco dirigió sus pensamientos a Europa, como lo ha hecho en otras ocasiones en estos días marcados por la pandemia de COVID-19.

En la Misa celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta, este miércoles, 29 de abril de 2020, el Santo Padre ha expresado su deseo de que “Recemos por Europa, por la unidad de Europa, por la unidad de la Unión Europea: para que todos juntos podamos seguir adelante como hermanos”.

En la homilía, el Pontífice ha reflexionado sobre la Primera Carta de San Juan (1 Jn 1, 5-2, 2), en la que el Apóstol afirma que Dios es luz y, si decimos que estamos en comunión con él, también estamos en comunión unos con otros y la sangre de Jesús nos purifica de todo pecado.

Así, ha señalado: “el que dice que está sin pecado se engaña a sí mismo, pero si confiesa su pecado, Dios le perdona y le limpia de toda iniquidad” y ha observado que  el apóstol “llama a la concreción, a la verdad: dice que no podemos caminar en la luz y estar en las tinieblas”.

Siguiendo la enseñanza del Evangelio de hoy, según san Mateo (11, 25-30), en el que Jesús alaba al Padre porque escondió el Evangelio a los sabios y doctos y lo reveló a los pequeños, el Papa ha señalado que “los pequeños confiesan sus pecados de forma sencilla, dicen cosas concretas porque tienen la sencillez que Dios les da”.

Por ello, “también nosotros debemos ser sencillos y concretos y confesar nuestros pecados con humildad y vergüenza concretos. Y el Señor nos perdona: debemos dar el nombre a los pecados”.

A continuación sigue el texto de la homilía (transcripción no oficial), publicada en la edición española de Vatican News.

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Homilía del Papa

En la Primera Carta del Apóstol San Juan hay muchos contrastes: entre luz y tinieblas, entre mentira y verdad, entre  pecado e inocencia. Pero el apóstol siempre llama a la concreción, a la verdad, y nos dice que no podemos estar en comunión con Jesús y caminar en las tinieblas, porque Él es la luz. O una cosa u otra: el gris es aún peor, porque el gris te hace creer que estás caminando en la luz, porque no estás en la oscuridad y esto te tranquiliza. El gris es muy traicionero. O una cosa u otra.

El apóstol continúa diciendo: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros”. Y aquí hay una cosa que puede engañarnos: decir “todos somos pecadores”, como quien dice “buenos días”, “feliz jornada”, una cosa habitual, incluso una cosa social, y así no tenemos una verdadera conciencia del pecado. No: soy un pecador por esto, esto, esto. La concreción. La concreción de la verdad: la verdad siempre es concreta; las mentiras son etéreas, son como el aire, no puedes agarrarlas. La verdad es concreta. Y no puedes ir a confesar tus pecados de forma abstracta: “Sí, yo… sí, perdí la paciencia una vez, volví a perder la paciencia…”, y cosas abstractas. “Soy un pecador”. La concreción: “Yo hice esto. Esto es lo que pensé. He dicho esto”. La concreción es lo que me hace sentir como un pecador en serio y no un pecador en el aire.

Jesús dice en el Evangelio: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños”. La concreción de los pequeños.  Es hermoso escuchar a los pequeños cuando vienen a confesarse: no dicen cosas extrañas, en el aire; dicen cosas concretas, y a veces demasiado concretas porque tienen esa simplicidad que Dios da a los pequeños. Recuerdo siempre a un niño que una vez vino a decirme que estaba triste porque se había peleado con su tía…  Luego siguió. Le dije: “¿Qué has hecho?” – “Eh, yo estaba en casa, quería ir a jugar al fútbol – un niño, ¿eh? – pero la tía, la mamá no estaba allí, ella le dijo: ‘No, no salgas: primero tienes que hacer los deberes’. Palabra más, palabra menos y al final le dije que se fuera a aquel lugar”. Era un niño de gran cultura geográfica… ¡Incluso me dijo el nombre del país al que había enviado a su tía! Son así: simples, concretos.

También nosotros debemos ser simples, concretos: la concreción te lleva a la humildad, porque la humildad es concreta. “Todos somos pecadores” es algo abstracto. No: “Yo soy un pecador por esto, por esto y por esto”, y esto me lleva a la vergüenza de mirar a Jesús: “Perdóname”. La verdadera actitud del pecador. Y si decimos que estamos sin pecado nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está con nosotros. Es una forma de decir que estamos sin pecado, es esta actitud abstracta: “Sí, somos pecadores, sí, perdí la paciencia una vez…”, pero todo en el aire. No me doy cuenta de la realidad de mis pecados. “Pero, usted sabe, todos, todos hacemos estas cosas, lo siento, lo siento… me da dolor, no quiero hacerlo más, no quiero decirlo más, no quiero pensarlo más”. Es importante que nosotros, dentro de nosotros mismos, pongamos nombre a nuestros pecados… la concreción. Porque si los mantenemos en el aire, terminaremos en las tinieblas. Somos como los pequeños, que dicen lo que sienten, lo que piensan: todavía no han aprendido el arte de decir las cosas un poco envueltas para que se entiendan, pero no se digan. Este es un arte de los grandes, que a menudo no nos hace ningún bien.

Ayer recibí una carta de un chico de Caravaggio. Se llama Andrea. Y me dijo cosas sobre él: las cartas de los chicos, de los niños, son hermosas, por su concreción. Y me decía que había escuchado la misa en la televisión y que tenía que “reprocharme” una cosa: que yo diga “Que la paz esté con ustedes”, “y no puedes decir esto porque con la pandemia no podemos tocarnos”. No ve que ustedes hacen así con la cabeza y no se tocan. Pero la libertad de decir las cosas como son.

Nosotros también, con el Señor, la libertad de decir las cosas como son: “Señor, yo estoy en pecado: ayúdame”. Como Pedro después de la primera pesca milagrosa: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador”. Tener esta sabiduría de la concreción. Porque el diablo quiere que vivamos en la tibieza, tibios, en el gris: ni bueno ni malo, ni blanco ni negro: gris. Una vida que no complace al Señor. Al Señor no le gustan los tibios. Concreción. No para ser mentirosos. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos: nos perdona cuando somos concretos. La vida espiritual es tan simple, tan sencilla; pero nosotros la complicamos con estos matices, y al final nunca llegamos…

Pidamos al Señor la gracia de la sencillez y que nos dé esta gracia que da a la gente sencilla, a los niños, a los jóvenes que dicen lo que sienten, que no ocultan lo que sienten. Incluso si es algo equivocado, pero lo dicen. También con Él, decir las cosas: transparencia. Y no vivir una vida que no es ni una cosa ni la otra. La gracia de la libertad para decir estas cosas y también la gracia de conocer bien quiénes somos ante Dios.

 

Adoración y bendición eucarística

El Papa concluyó la celebración con la adoración y la bendición eucarística, invitándonos a hacer la comunión espiritual. A continuación, la oración recitada por el Papa:

“Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de Ti. Amén”.

Antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antífona mariana del tiempo pascual Regina Coeli:

Regína caeli laetáre, allelúia.
Quia quem merúisti portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit, allelúia.
Ora pro nobis Deum, allelúia.

 

 

 

 

Rosario: Francisco invita a “redescubrir la belleza” de la oración mariana

Mayo, mes de la Virgen
(zenit – 29 abril 2020).- “Permaneciendo en los hogares a causa de la pandemia, aprovechemos este tiempo para redescubrir la belleza del rezo del Rosario y la tradición de las celebraciones marianas”.

Esta fue la invitación del Santo Padre, tras recordar que pasado mañana comienza mayo, “mes mariano” en sus palabras dirigidas a los fieles polacos durante la audiencia general celebrada hoy, 29 de abril de 2020, y emitida en streaming desde la biblioteca del Palacio Apostólico.

“En familia, o individualmente, en cada momento fijad la mirada en el rostro de Cristo y el corazón de María. Que su intercesión maternal os ayude a enfrentar este tiempo de prueba en particular”, añadió.

El pasado sábado fue difundida una Carta de Francisco en la que anima a los fieles de todo el mundo a rezar el Rosario durante el mes de mayo. En ella, el Papa indicó: “¿El secreto para rezar el rosario?”, la “sencillez”.

En su catequesis de hoy, el Pontífice finalizó la serie sobre las bienaventuranzas con la octava y última de ellas: “Bienaventurados los perseguidos por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt 5,10).

En este sentido, resaltó que “el cristiano está llamado a vivir el espíritu de las bienaventuranzas y que toda su vida haga gustar a los demás el buen sabor de Cristo y del Evangelio”.

 

 

 

 

Venezuela: Venerable José Gregorio Hernández, cercano a su beatificación

Falta la aprobación del Papa
(zenit – 29 abril 2020).- En un país sumido en una grave crisis social, económica y de salud, durante una cuarentena debido a la aparición de un grave virus, Venezuela “se llena de regocijo y esperanza” al saber que cada vez falta menos para la beatificación de su venerable siervo de Dios, José Gregorio Hernández.

Así lo expresó el cardenal Baltazar Porras, arzobispo de Mérida y administrador apostólico de la arquidiócesis de Caracas, el pasado lunes 27 de abril de 2020, cuando dio a conocer la información de que la Comisión Teológica aprobó de forma unánime el milagro del venerable José Gregorio Hernández.

Este paso le acerca más a la beatificación, ya que para culminar este tránsito solo faltaría la Plenaria de cardenales y obispos y la aprobación del Papa Francisco para la celebración de la misma.

 

Alegría en el país

El arzobispo de Mérida dijo en su comunicado que “la Comisión Teológica compuesta de siete expertos que examinó el presunto milagro en la curación de la niña Yaxury Solorzano, ha aprobado por unanimidad el estudio hecho sobre el mismo”, lo cual genera una gran alegría en el país, sobre todo durante la delicada situación de emergencia sanitaria actual.

“Recibimos esta buena nueva como una gracia de lo alto que nos anima a seguir en oración para impetrar que nuestro venerable médico sea elevado a los altares, y a continuar pidiendo por su intercesión la superación de situaciones adversas en la salud física y espiritual como la petición para que pronto cese la pandemia que azota al mundo entero”, fueron palabras del cardenal Porras.

Asimismo, el purpurado pidió al pueblo venezolano seguir en oración continua y sincera para ayudar a finalizar con bendiciones este camino de beatificación que tanto han esperado los devotos de Venezuela y el mundo.

 

Gripe española

El doctor José Gregorio Hernández fue uno de los varios médicos prominentes del país que trabajaron arduamente para combatir la gripe española que azotó a gran parte del mundo, y también al país venezolano.

En aquel momento la sociedad también se encontraba temerosa y muchos, llenos de fe, se pusieron en las manos del doctor Hernández para ser sanados. Ante ello, hoy, 102 años después de aquella circunstancia, la Iglesia pide elevar las plegarias al venerable para alcanzar el fin de la pandemia por COVID-19.

 

Venerable José Gregorio Hernández

José Gregorio Hernández Cisneros fue un médico, científico, profesor y filántropo de profunda vocación religiosa, católico franciscano seglar, reconocido por su solidaridad con los más necesitados y recordado por su caridad, generosidad, rectitud y servicio a los pobres.

Su vida fue un testimonio evidente de santidad y actualmente está en proceso de beatificación y posterior canonización, después de que en el año 1986 el papa Juan Pablo II declarara solemnemente sus virtudes heroicas, por lo cual se le otorgó el título de venerable.

 

 

 

 

El Papa anima a los hispanohablantes a “hacer vida las bienaventuranzas”

“Con quienes tienen cerca y sufren”
(zenit – 29 abril 2020).- “Los animo a seguir la senda de las bienaventuranzas, haciéndolas vida con quienes tienen cerca y sufren, de modo particular en estos momentos de adversidad y dificultad”, dijo el Papa Francisco a los fieles de lengua española.

El Santo Padre realizó esta invitación en el habitual saludo a los hispanohablantes pronunciado durante la audiencia general celebrada hoy, 29 de abril de 2020, y emitidia en streaming desde la biblioteca del Palacio Apostólico.

“El Señor les concederá experimentar, en medio de las circunstancias que les toca vivir, una gran alegría y paz interior. Que Dios los bendiga”, añadió Francisco.

En la catequesis de hoy, el Papa culminó el ciclo de catequesis en torno a las bienaventuranzas con la última de ellas: “Bienaventurados los perseguidos por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt 5,10).

A lo largo de la misma recordó que existen muchos cristianos que sufren persecución en distintas partes del mundo: “Ellos necesitan nuestra oración y experimentar nuestra cercanía”.

 

 

 

 

Estados Unidos: Apoyo de los obispos a los trabajadores agrícolas migrantes

Llamado a atender sus necesidades urgentes
(zenit – 29 abril 2020).- “Instamos a nuestros líderes políticos y legisladores a considerar las realidades y las necesidades emergentes y apremiantes de las comunidades de trabajadores agrícolas en todo el país durante este tiempo del brote de coronavirus. Para vencer al virus, nadie debe quedar excluido”.

Esta demanda ha sido realizada por cuatro obispos de Estados Unidos encargados del cuidado pastoral de las poblaciones migrantes, que emitiron una declaración en apoyo de los trabajadores agrícolas migrantes durante la pandemia causada por la COVID-19.

La Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB) difundió ayer, 28 de abril de 2020, el comunicado de los pastores.

“El coronavirus ha cambiado la vida de la mayor parte de las personas del planeta, ya que miles de millones experimentan aislamiento social y cuarentena”, pues “en Estados Unidos, se estima que cerca del 95% de los estadounidenses se han visto afectados por las regulaciones de permanecer en casa”, describe la nota.

 

Trabajadores esenciales

Los prelados expresan su “sincera gratitud y oraciones por los muchos trabajadores esenciales en todo el país, ayudándonos a recibir nuestros medicamentos, alimentos y a satisfacer otras necesidades fundamentales durante este momento difícil”.

Entre ellos, resaltan “la realidad de las comunidades de trabajadores agrícolas migrantes” y honran “su papel heroico en medio de los muchos desafíos que enfrentan durante esta crisis”.

Más de un millón de trabajadores agrícolas en los Estados Unidos son considerados trabajadores esenciales para mantener a la nación durante esta pandemia, señala el texto. El Departamento de Trabajo de los Estados Unidos, por su parte, estima que “aproximadamente la mitad de estos trabajadores agrícolas son indocumentados, mientras que otros observadores sugieren que las cifras son mucho más altas”.

 

Vulnerabilidad ante el coronavirus

“Al igual que muchas poblaciones móviles e itinerantes, los trabajadores agrícolas migrantes indocumentados son particularmente vulnerables al impacto del brote de coronavirus”, explican los pastores.

Y describen que “muchos trabajadores agrícolas migrantes carecen de acceso a seguro de salud, tratamiento médico y opciones de permisos por enfermedad o remunerados; las modalidades de vivienda de los trabajadores agrícolas a menudo están superpobladas con pocas oportunidades de distanciamiento social, incluido el transporte hacia y desde el trabajo, y el Equipo de Protección Personal no siempre está disponible”.

Además, el comunicado apunta a las consecuencias económicas de la pandemia que están teniendo efectos devastadores en estas comunidades: “Con la interrupción y los despidos debido al virus COVID-19, muchos trabajadores agrícolas se encuentran sin ingresos para proveer a sus familias en el futuro inmediato, y otros que de lo contrario se quedarían en casa por problemas de salud se arriesgan a ir a trabajar durante este tiempo como trabajadores esenciales”.

 

Niños y leyes de migración

El cuidado de niños por el cierre de escuelas es otro aspecto preocupante, “ya que las familias pueden haber perdido opciones asequibles, viables y seguras para el cuidado de sus niños” y, al mismo tiempo, “las realidades de la inestabilidad financiera, el aumento del estrés y la ansiedad durante este tiempo también pueden contribuir a un aumento en los casos de violencia doméstica y explotación laboral”.

En este colectivo migrante también impera el miedo a la aplicación de las leyes de inmigración “que puede disuadir a alguien de buscar la atención médica necesaria, o hablar sobre formas de abusos en el hogar o el lugar de trabajo recurrentes durante este tiempo”.

 

Signos de esperanza

No obstante, a pesar de todas estas inquietudes, los obispos apuntan que hay “signos de esperanza en la industria agrícola en todo el país”, ya que “muchos productores y agricultores están haciendo todo lo posible para proteger a sus trabajadores y garantizar que se comuniquen e implementen pautas y medidas de sensibilización y distanciamiento social”.

Y extienden su agradecimiento a estas empresas, implorando “que esta tendencia se ejecute en todo el país para la protección básica, la seguridad y el bienestar de todos los trabajadores agrícolas y sus familias”.

 

Recomendaciones

El comunicado incluye también las siguientes recomendaciones de los miembros del episcopado estadounidense a los líderes políticos del país: “reconocer que todos los trabajadores necesitan acceso a pruebas gratuitas y atención relacionada con el virus COVID-19; asegurarse de que todas las viviendas y el transporte para los trabajadores agrícolas cumplan con las pautas actuales de los CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, en español); proporcionar información sobre salud e higiene adecuadas que sea fácilmente accesible en múltiples idiomas e infografías para trabajadores analfabetos”.

Del mismo modo, aconsejan “asegurar el acceso a la higiene adecuada y protecciones de seguridad en los sitios de trabajo, incluidas las áreas para el lavado de manos, máscaras y otros equipos de protección personal; tener establecido un plan de salud de emergencia en el lugar para garantizar la atención y los protocolos cuando un trabajador contrae el virus COVID-19; y, por último, “honrar la dignidad del trabajo de los trabajadores agrícolas y asegurarse de que se les pague un salario digno, así como ser elegibles para otros beneficios para ayudar a proteger su salud y la salud y seguridad de sus familias en este momento”.

En concreto, los prelados firmantes del comunicado son: el arzobispo Nelson J. Pérez de Filadelfia y presidente del Comité de Diversidad Cultural en la USCCB; Mons. Joseph J. Tyson, obispo de Yakima, presidente del Subcomité de Cuidado Pastoral de Migrantes, Refugiados y Viajeros (PCMRT); Mons. Oscar Cantú, obispo de San José y enlace episcopal de PCMRT para el ministerio de trabajadores agrícolas migrantes; y Mons. Mario E. Dorsonville, obispo auxiliar de Washington y presidente del Comité de Migración.

 

 

 

 

El Santo Padre invoca la protección de la patrona de Europa

Santa Catalina de Siena
(zenit – 29 abril 2020).- “Pido a Santa Catalina que proteja a Italia durante esta pandemia; y que proteja a Europa, porque es la patrona de Europa, que proteja a toda Europa para que permanezca unida”.

Esta demanda fue realizada por el Santo Padre durante la audiencia general celebrada hoy, 29 de abril de 2020, y emitida en directo desde la biblioteca del Palacio Apostólico.

En concreto, tuvo lugar en sus palabras dirigidas a los italianos, recordando que en este día se celebra la fiesta de Santa Catalina de Siena, co-patrona de Italia.

“Esta gran figura de mujer sacó de la comunión con Jesús el coraje de la acción y esa inagotable esperanza que la sostuvo en las horas más difíciles, incluso cuando todo parecía perdido, y le permitió influir en los demás, incluso en los más altos niveles civiles y eclesiásticos, con la fuerza de su fe”, describió el Papa.

“Que su ejemplo ayude a cada uno a saber unir, con coherencia cristiana, un intenso amor a la Iglesia a una efectiva preocupación por la comunidad civil, especialmente en este tiempo de prueba”, añadió.

En la Misa de la Casa Santa Marta celebrada esta mañana, el Pontífice también se había referido a la festividad de esta santa e, igualmente, exhortó a rezar por la unidad de Europa, “para que todos juntos podamos seguir adelante como hermanos”.

En su catequesis, Francisco terminó la serie de catequesis en torno a las bienaventuranzas con la última de ellas: “Bienaventurados los perseguidos por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt 5,10).

 

 

 

 

Francia: Obispos lamentan “la fecha impuesta” para el regreso del culto religioso

Otras actividades permitidas antes
(zenit – 29 abril 2020).- Con motivo del anuncio del primer ministro francés, Edouard Philippe, acerca del inicio del desconfinamiento, el Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal Francesa (CEF) ha emitido un comunicado donde lamenta “la fecha impuesta a los católicos y a todas las religiones de nuestro país”.

Asimismo, manifiestan su desacuerdo con el Gobierno por permitir diversas actividades con público y no el regreso del culto religioso de forma pública y con asistencia de fieles. No obstante, “compartimos la preocupación del Gobierno por limitar la expansión de la epidemia en la medida de lo posible”, destacan los obispos.

Igualmente, añaden que les cuesta entender que “la práctica ordinaria de la Misa favorezca la propagación del virus y obstaculice el respeto a los gestos de protección más que muchas actividades que se reanudarán pronto”.

Haciendo referencia a la dimensión espiritual y religiosa del ser humano, aseguran que “contribuye, estamos convencidos, a la paz de los corazones, a la fortaleza en tiempos de prueba, a la fraternidad entre las personas y a toda la vida social”, afirmando que la libertad de culto es “un elemento constitutivo de la vida democrática”.

 

 

 

 

Píldoras de esperanza (24): “Yo soy el pan de Vida”

Miércoles de la III Semana de Pascua
Reflexión sobre los Evangelios diarios

Invocamos al Espíritu Santo

Ven hoy a mi vida Espíritu Santo, te invoco de todo corazón, hazme entender la Palabra de Dios para vivir con gozo. Amén.

 

Evangelio según San Juan 6, 35-40.

Jesús dijo a la gente: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen.

Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.

La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día”.

Palabra del Señor.

 

Lectura, ¿Qué dice el texto?

El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.

Ustedes me han visto y sin embargo no creen.

 

¿Qué nos dice hoy Dios a través de este texto?

El Evangelio de hoy comienza con la misma frase que terminamos el de ayer. Es un tema recurrente el de la cercanía a Jesús y la fe para creer en Él. Porque el que lo sigue a Jesús, nunca tendrá hambre y el que cree en Él nunca tendrá sed.

Es posible que en las situaciones límite en que vivimos, pareciera que estas frases son más para quienes viven aislados de las comunidades y se quieren separar del mundo (así como hacen ciertos monjes estilitas). ¿Cómo podríamos leer este texto, sabiendo que tantas personas en el mundo están perdiendo sus trabajos y se les dificulta alimentar a su familia? ¿Cómo puedo hoy entender y creer este texto? Tal vez la frase siguiente, la respuesta de Jesús, debería aportarnos algo para nuestro entendimiento, porque nosotros hemos visto los prodigios del Señor, y aún nos cuesta creer. Claro, hemos visto esos prodigios cuando tal vez no teníamos las necesidades de ahora. Y por eso pasaban a formar parte de nuestra “vida cotidiana”, esa vida que hoy anhelamos. Pero la situación ha cambiado, si bien nos resultaba difícil encontrar a Dios en las actividades de todos los días, hoy, pareciera que se hace el escurridizo. ¿Es que Dios está jugando a las escondidas?

Esta sería una hermosa oportunidad para ver cómo poder compartir con el que está más afectado que yo. Y posiblemente con nuestra reflexión y compartir podamos entender mejor esta frase de Jesús: “que no se pierda ninguno”. Aquí es donde entra nuestro sentir cristiano, nuestra vida de discípulos que siguen al Señor y creen en el contra toda adversidad. Es el momento de la prueba, es el momento de decir en medio de la noche oscura: Creo, Señor. Creo en tu promesa. Creo en Ti, anhelo la vida eterna.

Hoy, en medio de las dificultades, es el momento de hacer viva nuestra esperanza y como diría San Pedro; “Estén siempre preparados a responder a todo el que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen.”

El Profeta Jeremías dice: Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza” (Jer 29,11).  Tenemos hoy la posibilidad de poner esta frase en primera persona, y devolver en oración. Repitamos entonces muchas veces esta oración desde el fondo de nuestro corazón:

“Sabemos los planes que tú tienes para nosotros, planes para nuestro bienestar y no para nuestro mal, a fin de darnos un futuro lleno de esperanza”

Te invito a conocer más de nuestro trabajo diario sobre la Lectura Orante de la Biblia.

 

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Monseñor Felipe Arizmendi: “Misas sin fieles”

Pandemia del coronavirus
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La pandemia de la COVID-19 nos obligó a evitar concentraciones de personas, pues cualquiera de nosotros podría ser portador del virus y transmitirlo a otros, sin darnos cuenta. Por ello, tuvimos que cerrar los templos, no para alejar a la gente de Dios y de la Iglesia, sino para colaborar en la lucha contra la propagación del mal. La intención es proteger al pueblo, al que nos debemos, y cuidar su salud, que es lo que Jesús procuraba tanto.

Sin embargo, no han faltado quienes afirmen que esto es una persecución contra la Iglesia, que es obra de masones y de personajes nefastos con mucho dinero que quieren cambiar el rumbo de la historia, para sus propios fines. Son teorías que escuchamos, pero no hay fundamentos serios para sustentarlas. Los enfermos y los muertos no son teorías, sino hechos contundentes, incluso con personas muy cercanas, que nos obligan a tomar medidas extraordinarias, que esperamos sean pasajeras, si todos colaboramos.

Hay quien no acepta la celebración de Misas sin participación física de fieles, como si éstas no valieran, o no sirvieran para alimentar la fe. Argumentan textos bíblicos incluso para atacar a la jerarquía, como si fuéramos demasiado sumisos a las autoridades civiles, como si quisiéramos privar a la gente del alimento eucarístico, como si fuéramos comodinos, miedosos y cobardes para no contagiarnos, dejando desamparado al pueblo. Sostengo que lo que nos mueve es, como decía San Irineo desde el siglo IV, la gloria de Dios, que consiste en que el ser humano tenga vida; por tanto, que tenga salud, pues sin salud no hay vida. Lo más hermoso de Dios y su obra preferida es el ser humano, y hemos de cuidarlo en el cuerpo y en el espíritu. No lo hemos desamparado; al contrario, se han propagado muchos medios electrónicos para estar cerca del pueblo, que es la única forma que por ahora es posible.

Hace años, cuando yo insistía a los sacerdotes celebrar la Misa todos los días, aunque no hubiera fieles presentes, uno de ellos me argüía que él había aprendido del Concilio la importancia de la comunidad, y que no celebraba si no había gente. Le contesté que el Concilio dice lo contrario, como veremos más adelante. Con el tiempo, tuvo que dejar el ministerio; ya falleció. Otro me decía que lo importante era estar con el pueblo en sus luchas por cambiar la situación, no tanto celebrar Misa a diario. Hoy, es un sacerdote eucarístico y, por ello, cercano al pueblo en forma integral.

 

PENSAR

El Papa Pablo VI, en su Encíclica Mysterium fidei (3-IX-1965), decía: “No se puede exaltar tanto la misa llamada comunitaria, que se quite importancia a la misa privada” (No. 2). “Porque toda misa, aunque sea celebrada privadamente por un sacerdote, no es acción privada, sino acción de Cristo y de la Iglesia, la cual, en el sacrifico que ofrece, aprende a ofrecerse a sí misma como sacrificio universal, y aplica a la salvación del mundo entero la única e infinita virtud redentora del sacrificio de la cruz. De donde se sigue que, si bien a la celebración de la misa conviene en gran manera, por su misma naturaleza, que un gran número de fieles tome parte activa en ella, no hay que desaprobar, sino antes bien aprobar, la misa celebrada privadamente, porque de esta misa se deriva gran abundancia de gracias especiales para provecho ya del mismo sacerdote, ya del pueblo fiel y de toda la Iglesia, y aun de todo el mundo” (No. 4).

El Concilio Vaticano II, en su Decreto Presbyterorum ordinis, claramente dice: “En el misterio del sacrificio eucarístico, en que los sacerdotes cumplen su principal ministerio, se realiza continuamente la obra de nuestra redención y, por ende, encarecidamente se les recomienda su celebración cotidiana, la cual, aunque no pueda haber en ella presencia de fieles, es ciertamente acto de Cristo y de la Iglesia” (No. 13).

El Papa Francisco, en una de sus homilías diarias en Santa Marta, advertía: “Alguien me hizo reflexionar sobre el peligro de este momento que estamos viviendo, esta pandemia que ha hecho que todos nos comuniquemos, incluso religiosamente, a través de los medios, a través de los medios de comunicación. También esta Misa… Estamos todos comunicados, pero no juntos; sólo espiritualmente juntos. El pueblo aquí presente es pequeño (Las 6 ó 7 personas en Santa Marta). Pero hay un gran pueblo, con el que estamos juntos, pero no juntos. También el Sacramento: hoy lo tienen, la Eucaristía; pero la gente que está conectada con nosotros, sólo la comunión espiritual. Y esta no es la Iglesia: es la Iglesia en una situación difícil, que el Señor permite, pero el ideal de la Iglesia es estar siempre con el pueblo y con los sacramentos. Siempre. Cuidado de no viralizar la Iglesia, de no viralizar los sacramentos, de no viralizar al pueblo de Dios. La Iglesia, los sacramentos, el pueblo de Dios son concretos. Es cierto que en este momento debemos mantener la familiaridad con el Señor de esta manera, pero para salir del túnel, no para quedarnos. Y esta es la familiaridad de los apóstoles: no gnóstica, no viralizada, no egoísta para cada uno de ellos, sino una familiaridad concreta, en el pueblo” (17-IV-2020).

Es decir: Es muy importante que sacerdotes y obispos celebremos diariamente la Misa, aunque sin muchos fieles, para cuidar la salud y la vida del pueblo; pero la celebramos precisamente en bien de la comunidad. Por ahora, su presencia es sólo virtual; pero es muy real, visible y concreta. Es una forma transitoria; no es que así deba ser siempre. Lo normal es la presencia física de fieles y la comunión sacramental, pues Jesús es muy claro: “Les aseguro que si no comen la carne y no beben la sangre del Hijo del hombre, no tendrán vida en ustedes” (Jn 6,53). Y en la última cena: “Tomen y coman, esto es mi cuerpo” (Mt 26,26). Es lo que hacían los primeros cristianos: “Los discípulos asistían con perseverancia a la enseñanza de los apóstoles, tenían sus bienes en común, participaban en la fracción del pan y en las oraciones” (Hech 2,42). Así debe ser, con personas concretas y con comunión sacramental. Mientras estamos en esta pandemia, no dejamos al pueblo sin alimento, sino que lo alimentamos con la Palabra, que es verdadero banquete, y con la Comunión espiritual. Esperamos que pase pronto esta situación, para volver a la normalidad.

Las Misas virtuales no son lo mismo que las presenciales, pues en aquellas no hay presencia física de una asamblea que comparte la fe y la vida, no hay alimento sacramental, pero es por una situación excepcional. Lo virtual, sin embargo, también es alimento, aunque no pleno. Es peor quedarse sin nada. Y la realidad nos está diciendo que, en verdad, se forma una asamblea virtual, pues estamos conectados con cientos y miles de personas; y esto también es comunidad, es Iglesia; no es una nube, una red sin personas, sino que internet es un medio salvífico, usándolo correctamente.

No menospreciemos esta forma de vivir la fe y de alimentarla. Desde luego que no debe ser un espectáculo, como quien ve una novela o una serie, sino una vivencia real del sacramento, que se celebra a distancia, pero en el que se participa realmente. No se sigue la Misa desde la cama o desde un cómodo sillón, con botanas al lado, sino orando con la liturgia y con la gente que sigue la transmisión, enviando peticiones por las que se ofrece la Misa, adoptando las posturas que pide cada momento de la celebración, escuchando la Palabra con el corazón, ofreciendo la propia vida como víctima viva en unión al sacrificio del Señor, adorándolo de rodillas, recibiéndolo espiritualmente, recibiendo la bendición final. ¿Eso no vale? Claro que sí, y muchísimo. Incluso en forma diferida, si no se pudo seguir en vivo. Cuando pase la pandemia, volvemos a la normalidad.

 

ACTUAR

Cooperemos a regularizar la situación, guardando las debidas distancias físicas entre unos y otros, para no contagiarnos, pues ahora no sabemos por dónde nos puede llegar el virus, y procuremos la cercanía moral, virtual, espiritual, de corazón, tanto con Dios como con los demás.

 

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de San Cristóbal de Las Casas

 

 

 

 

San José Benito Cottolengo, 30 de abril

Un genio del bien
“Un genio del bien, aclamado como canónigo bueno, un ángel de caridad para los pobres y enfermos. Fundador de los Hermanos de José B. Cottolengo, de los ermitaños del Santo Rosario y los sacerdotes de la Santísima Trinidad”

Los “cottolengos” impulsados por José quizá sean más conocidos que él mismo. Nació el 3 de mayo de 1786 en localidad italiana de Bra, Cuneo. Fue el primogénito de doce vástagos nacidos en medio de los trágicos sucesos de la Revolución francesa que afectó también al Piamonte. En medio de la clandestinidad impuesta a los creyentes, cursó estudios para ordenarse. Y viendo que revestían gran dificultad para él, se encomendó a santo Tomás de Aquino a quien atribuyó haber aprobado todos los exámenes. El 8 de junio de 1811 recibió el sacramento del orden en la capilla del seminario de Turín. Allí había conocido a san Juan Bosco.

Siendo vicepárroco de Corneliano d’Alba dio muestras de su celo apostólico. Celebraba la misa a las tres de la madrugada para que los campesinos pudieran participar en ella antes de iniciar su jornada laboral. Les animaba diciéndoles: “La cosecha será mejor con la bendición de Dios”. Al doctorarse en teología en 1816 se integró en la congregación de canónigos de la iglesia del Corpus Domini en Turín, pero su camino sería otro. El testimonio de su ardiente caridad indujo a los feligreses a denominarle el “canónigo bueno”, juicio compartido por los miembros del cabildo. Uno de ellos manifestó: “Hay más fe en el canónigo Cottolengo que en todo Turín”.

El ejemplo de san Vicente de Paúl, que le impresionó al leer su biografía y enseñanzas, supuso una gran transformación para él. Y el hecho luctuoso que sucedió el 2 de septiembre de 1827 selló su vida. Una mujer francesa, Juana M. Gonnet, que viajaba desde Milán a Lyón junto a su esposo y a tres hijos, gestante en sexto mes de embarazo, requería inmediata atención por hallarse gravemente enferma. El santo la condujo a un cercano hospital, pero le negaron el auxilio. Primeramente por cuestiones burocráticas, ya que era extranjera, y después por carencia elemental de medios para costearse el tratamiento. Rápidamente la trasladó al hospicio de maternidad con los mismos resultados. Impotente y apesadumbrado, José intentó que la vieran en otros centros, pero la mujer falleció en sus brazos en medio de muchos sufrimientos. Profundamente desolado, se dijo: “Esto no puede volver a ocurrir. Debo hacer algo para que la gente desamparada tenga un sitio al que acudir”.

Se desprendió de todo lo que tenía, incluido el manto, y comenzó su acción caritativa el 17 de enero de 1828 en una habitación que alquiló ex profeso. Puso en ella cuatro camas y abrió el hospital “Volta Rossa”. En su empeño le ayudaron el Dr. Lorenzo Granetti, el farmacéutico Pablo Anglesio, y Mariana Nasi Pullini, viuda y con muchos recursos, que rigió el centro y le proporcionó los medios para ponerlo en marcha. Dio a esta obra el nombre de Damas de la Caridad. En tres años había 210 internados y 170 asistentes, aunque después fundó una congregación dedicada expresamente a la atención de personas desvalidas, designando superiora a Nasi.

En 1831 el hospital fue clausurado por las autoridades de Turín temerosas de que se propagase a través de él la epidemia de cólera que devastaba el país. Esta decisión era un contratiempo. Pero José, seguro de que la voluntad de Dios está detrás de cualquier circunstancia que rodea a la vida, pensó: “¿Por qué esta orden, que parece absurda y sin piedad no puede ser providencial?”. Y como era un santo, lejos de venirse abajo, sintiéndose fortalecido no perdió el tiempo. Al ver que nuevamente los pobres y enfermos se veían en el más absoluto desamparo, se estableció en otro barrio, en Valdocco y fundó la Pequeña Casa de la Divina Providencia. Con el tiempo se convertiría en un magnífico hospital en el que serían atendidos hasta 10.000 pacientes. Por orden suya en la puerta se esculpió: “La caridad de Cristo nos anima”. Su excelsa labor y sus grandes virtudes fueron de gran influjo para la vida de san Luís Orione.

En 1833 fundó la congregación de Hermanos de San Vicente, actuales Hermanos de José B. Cottolengo. Instituyó también los ermitaños del Santo Rosario y los sacerdotes de la Santísima Trinidad. El diablo quiso poner coto a su desmedida entrega. Pero su fe en la divina Providencia espoleaba su admirable caridad y así inauguró nuevos pabellones donde podía acoger a enfermos sumidos en extrema pobreza. No dejaba a nadie desamparado. En sus centros recibían atención y cariño enfermos mentales, huérfanos, inválidos, abandonados y sordomudos. Dios le proporcionaba lo preciso para mantenerlos, cuidando a quienes los asistían a través de hechos ciertamente prodigiosos. Sabía de sobra que entrega y confianza, en Él unidas, revertían en grandes milagros. “Si falta algo es porque confiamos poco o nos hacemos indignos”, hacía notar a los cercanos. Actuaba con sagacidad evangélica: “¡Aceptaremos más pobres!”. Era como un lance dirigido al cielo: “si la divina Providencia nos ha de dar, es necesario que la casa esté vacía”. Y su fe atraía la gracia que jamás tiene fondo: “el banco de la divina Providencia no conoce la bancarrota”. El dinero o bienes materiales surgían no se sabe de dónde en el momento preciso, hecho que se produjo hasta unos días antes de morir. Él lo atribuía a María: “No tengan miedo, nuestra Señora está con nosotros nos protege y defiende”.

En su oración no había más intenciones que el Reino de Dios y la santidad. Lo demás lo dejaba al arbitrio de Él. De hecho, un día en que más faltos de todo se hallaban, sus súplicas no eran que llegasen a la casa alimentos o medicinas, sino: “Señor: que se cumpla siempre tu santísima voluntad. Que te amemos. Que te obedezcamos. Que te hagamos amar y conocer”. Su mucho trabajo e intensa dedicación debilitaron su salud. “El asno no quiere caminar”, decía con humor al verse limitado. En 1842 el tifus se extendió sobre Turín afectando de lleno al santo, que falleció el 30 de abril de ese año. Benedicto XV lo beatificó el 29 de abril de 1917. Pío XI, que lo denominó “un genio del bien”, lo canonizó el 19 de marzo de 1934.