Servicio diario - 03 de mayo de 2017


El Papa explica su viaje a Egipto: fomentar el diálogo entre cristianos y musulmanes para promover la paz
Sergio Mora

Francisco exhorta: ‘En el Mes de María recemos el Santo Rosario’
Redacción

Yazidíes: Nadia Mourad, sobreviviente del Isis saluda al papa Francisco
Anita Bourdin

La Conferencia Episcopal de Chile expresó su solidaridad con el pueblo de Venezuela
Redacción

Venezuela: Fides señala que “para una intervención de la Santa Sede son necesarias garantías”
Sergio Mora

Beato Juan Martín Moyë – 4 de mayo
Isabel Orellana Vilches

Beata Marie Leonie Paradis – 3 de mayo
Isabel Orellana Vilches

Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del 3 de mayo de 2017
Redacción


 

3 mayo 2017
Sergio Mora

El Papa explica su viaje a Egipto: fomentar el diálogo entre cristianos y musulmanes para promover la paz

En la audiencia general de este miércoles

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 3 Mayo 2017).- El papa Francisco realizó este miércoles la audiencia general en la plaza de San Pedro, donde entró en el jeep abierto, saludando a los fieles y peregrinos que le esperaban con cantos, coros y agitando banderas y pañuelos. Después de haber dedicado un tiempo a estos saludos, bendiciendo a niños y ancianos, inició su catequesis.

Como es habitual después de las visitas apostólicas, centró sus palabras explicando el reciente viaje de dos días a Egipto realizado el 28 y 29 de abril de la semana pasada.

“Deseo hablarles hoy sobre mi reciente Viaje apostólico en Egipto. El lema del viaje era: «El Papa de la paz en un Egipto de paz»”, explicó Francisco en el resumen que hizo en idioma español. Recordó que “el primer día tuve varios encuentros encaminados a fomentar el diálogo entre cristianos y musulmanes, y a promover la paz. Egipto es tierra de civilización y de cultura, y esto nos enseña que la paz se construye mediante una educación integral que comprende la dimensión religiosa y la relación con Dios”.

“Viví además –prosiguió el sucesor de Pedro– un signo de comunión con el querido hermano Papa Tawadros II, Patriarca de los Coptos ortodoxos. Renovamos nuestro compromiso de caminar juntos y firmamos una Declaración conjunta, en la que nos comprometemos a no repetir el Bautismo administrado en nuestras respectivas Iglesias. Acompañados también por el Patriarca de Constantinopla, rezamos por los mártires de los recientes atentados; su sangre fecunda el diálogo ecuménico y a toda la Iglesia”.

Recordó también que “el segundo día estuvo dedicado a los fieles católicos. Los animé a que reavivaran en ellos la experiencia de los discípulos de Emaús. Después me reuní con sacerdotes, religiosos y religiosas y seminaristas. En ellos he visto la belleza de la Iglesia en Egipto y recé con ellos por todos los cristianos de Oriente Medio”.

El Papa concluyó sus palabras saludando “a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica”. Y añadió: “Que la Sagrada Familia de Nazaret, que emigró a la tierra del Nilo para huir de la violencia de Herodes, bendiga y proteja al pueblo de Egipto; y a todos ustedes les conceda paz y bien en sus vidas”.

Leer también: El Papa en Al-Azhar

 

03/05/2017-10:54
Redacción

Francisco exhorta: ‘En el Mes de María recemos el Santo Rosario’

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 3 mayo 2017).- Para el mes de mayo tradicionalmente dedicado a la Virgen María, el papa Francisco recomendo rezar la oración “simple y eficaz” del santo rosario
“Al inicio de este mes de mayo, invoquemos la intercesión celeste de María, la Madre de Jesús”, dijo el Papa durante la audiencia genera de este miércoles en la Plaza de San
Pedro, durante el saludo a los jóvenes, a las personas enfermas y a los nuevos esposos.
“Queridos jóvenes –explicó el Papa– aprendan a rezar con la oración simple y eficaz del santo rosario. Queridos enfermos, que la Virgen Santísima sea vuestro apoyo durante la prueba y el sufrimiento”.
Francisco ha escrito a mano en el 2014 como introducción del pequeño libro “El Rosario. Oración del corazón” de la edición Shalom: El Rosario es la oración que acompaña siempre la vida, es también la oración de los sencillos y de los santos... es la oración de mi corazón”.
En octubre de 2006, Benedicto XVI hablando del Rosario dijo: “Es como si, cada año, Nuestra Señora nos invitara a redescubrir la belleza de esta oración, tan sencilla y profunda”. Añadió que el Rosario es una “oración contemplativa y cristocéntrica, inseparable de la meditación de la Sagrada Escritura”, es “la oración del cristiano que avanza en la peregrinación de la fe, en el seguimiento de Jesús, precedido por María”.

 

03/05/2017-17:11
Anita Bourdin

Yazidíes: Nadia Mourad, sobreviviente del Isis saluda al papa Francisco

(ZENIT – Roma, 3 Mayo 2017).- Nadia Mourad Basee Taha, una joven mujer yazidíe, que sobrevivió en Irak y pudo escaparse de la trata de personas del Estado Islámico (Isis), saludó este miércoles al papa Francisco al finalizar la audiencia general.
Los Yazidíes pertenecen a una de las religiones monoteístas más antiguas de la humanidad, que se remontaría a 2.000 años antes de Cristo. Ellos Irak son una minoría.
Ella fue nombrada el año pasado Premio Nobel de la Paz y Embajadora de buena voluntad de las Naciones Unidas contra la droga y el crimen (ONUDC). Es la primera vez que una sobreviviente a estas atrocidades es nombrada para esta función.
Nadia Mourat, 23 años, describió delante del Consejo de seguridad de la ONU, en la primera sesión dedicada el 16 de diciembre de 2016 al tema del tráfico de personas, de que manera ella y otras personas pertenecientes a la minoría religiosa Yazidíes, fueron secuestradas en el 2014. Ella contó del asesinato a sangre fría de hombres y jóvenes cometidos por el Isis y que ella fue objeto de violaciones, comprada y vendida varias veces.
El anterior secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon solicitó con vehemencia a las naciones de “firmar y aplicar plenamente la Convención de las Naciones Unidas contra la criminalidad transnacional organizada y de su protocolo sobre la trata de personas”.
En el diario del Vaticano, L’Osservatore Romano, declararon que ellas no tienen dudas de que el Isis ha cometido un genocidio y recordaron que aún “tres mil jóvenes Yazidíes están reducidos a la esclavitud”. Indicó que ellos esperan que la comunidad internacional “cree zonas protegidas para medio millón de Yazidíes que contrariamente van a morir o escapar hacia Europa”.

 

03/05/2017-15:59
Redacción

La Conferencia Episcopal de Chile expresó su solidaridad con el pueblo de Venezuela

(ZENIT – Roma, 3 Mayo 2017).- En el marco de la 113º Asamblea Plenaria de Obispos de la Conferencia Episcopal de Chile, los pastores dedicaron la misa del jueves 27 para pedir por la paz en el país hermano de Venezuela, respondiendo al llamado realizado por el obispo de San Cristóbal de Venezuela, Mons. Mario Moronta.
El obispo venezolano llamó a los fieles y religiosos a unirse el 27 de abril en una “intensa jornada de oración” y exponer desde tempranas horas el Santísimo Sacramento, para pedir a Dios por la paz del país y para que quienes toman las decisiones “lo hagan con la sabiduría que viene de lo alto”.
Los obispos chilenos expresaron su cercanía con el pueblo venezolano en el mensaje conclusivo de la Asamblea Plenaria, y dieron a conocer la existencia de una carta dirigida a todos los obispos de ese país, en la que señalaron: “hemos querido unánimemente enviarles este saludo de cercanía y apoyo fraterno a ustedes, pastores, y por su intermedio a todo el querido pueblo venezolano, considerando las dolorosas circunstancias que están viviendo. Las noticias e imágenes que nos llegan de Venezuela nos muestran las penurias, los conflictos sociales y falta de soluciones institucionales que permitan el reencuentro, desarrollo social y político que se merece toda nación”.
Al finalizar dicha carta manifestaron su unión con el papa Francisco “en las oraciones y en el llamado para que autoridades y pueblo de Venezuela se reencuentren y logren el desarrollo que anhelan”.

Leer también el comunicado de la Conferencia Episcopal Venezolana

 

03/05/2017-16:24
Sergio Mora

Venezuela: Fides señala que “para una intervención de la Santa Sede son necesarias garantías”

(ZENIT – Roma, 3 Mayo 2017).- La Agencia de noticias Fides, perteneciente a la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe, señaló que en Venezuela continúan los enfrentamientos mientras que el Presidente Nicolas Maduro ha anunciado que convocará una “Asamblea Constituyente del pueblo”, para reformar la estructura jurídica del Estado y “llevar la paz a nuestro país”.
Precisó que “Esto es considerado como una estrategia golpista por la oposición, que pide elecciones libres para acabar con el régimen político de Maduro”.
La agencia indica que “para una intervención de la Santa Sede son necesarias garantías” y recordó que “internacionalmente ocho países de la región (Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Perú, Paraguay, Uruguay y Brasil) han pedido que se devuelvan los poderes al Parlamento y que se libere a los presos políticos que se manifestaron contra el gobierno de Maduro. “Es esencial contar con condiciones claras para una solución negociada a la crisis política, económica y humanitaria en ese país hermano”, se lee en el comunicado conjunto de estos países”.
La Agencia de Noticias Fides recuerda también que este domingo pasado, el Santo Padre después de la oración del Regina Coeli dijo: “No dejan de llegar dramáticas noticias sobre la situación en Venezuela y el agravamiento de los enfrentamientos, con numerosos muertos, heridos y detenidos. Mientras me uno al dolor de las familias de las víctimas, a quienes aseguro mis oraciones de sufragio, dirijo un fuerte llamamiento al Gobierno y a todos los miembros de la sociedad venezolana para que se evite cualquier ulterior forma de violencia, se respeten los derechos humanos y se busquen soluciones negociadas a la grave crisis humanitaria, social, política y económica que extenúa a la población”.
Y citó las palabras del papa Francisco en el avión cuando regresaba de Egipto: “Yo creo que tiene que ser con condiciones; condiciones muy claras. Todo lo que se pueda hacer por Venezuela hay que hacerlo. Con las garantías necesarias”.
En otra noticia de Fides, menciona un comunicado que les ha llegado desde Venezuela en el que indican: “Tanto el Papa como los obispos consideran útil el diálogo siempre y cuando se cumplan las condiciones que lo hagan eficaz”.

 

03/05/2017-04:11
Isabel Orellana Vilches

Beato Juan Martín Moyë – 4 de mayo

(ZENIT – Madrid).- Indudablemente, la vida apostólica no es para los que sueñan con un mullido sofá. El seguidor de Cristo tiene alas en los pies. Trazado sobre su frente, junto a la cruz, exhibe el sello característico de la perseverancia, de la tenacidad. Infatigable, audaz, lejos de discursos estériles ante una carencia, actúa, le da inmediata respuesta. La hermana Marie Agnès Kernel, biógrafa de Juan, afirmó: «El santo es el verdadero amo de la historia, pues es él quien cambia el corazón de quienes hacen la historia». Este beato modificó –al menos en uno de sus aspectos cruciales, el de la educación– una porción de la misma.
Nació el 27 de enero de 1730 en Cutting, Francia. Fue el sexto de trece hermanos. Sus padres eran agricultores con ciertos recursos, personas sensibilizadas y comprometidas con la fe. Antes de nacer, su madre supo por un sueño que sería santo. La tendencia que mostró en su infancia así lo ratificaba. Era un niño en el que calaron hondamente las enseñanzas y el testimonio de su ejemplar familia. Junto a ella comenzó a experimentar una irresistible devoción por la Pasión, se enamoró de todo gesto caritativo, y se abrazó a la penitencia. Amaba la oración, rezaba piadosamente con los brazos en cruz, y tenía arte para conmover el corazón de otros chicos a los que narraba la vida de san Martín y les instruía explicando el catecismo encaramado en un peral. De su madre heredó la generosidad con los necesitados, y si veía a un pobre no dudaba en desprenderse de lo que tenía, incluidos sus zapatos. Fue alumno aventajado en la universidad de Pont-a-Mousson regida por los jesuitas. Estaba dotado para los idiomas, cualidad que le iba a servir, y mucho, en su labor misionera. Fue brillante en los estudios filosófico-teológicos, un gran especialista experto en la historia de la Iglesia.
Se ordenó en 1754 y dada su trayectoria académica pensaron que era idóneo para ocupar la cátedra de letras del seminario mayor. Pero él eligió la misión pastoral y fue designado coadjutor de la parroquia de san Víctor de Metz. Como era un hombre que amaba la virtud, se rodeó expresamente de buenas compañías, sacerdotes íntegros que sabía iban a ayudarle en el alto ideal que se había propuesto. Entre los santos, el de su mayor devoción fue san Francisco de Sales, a quien eligió como patrono. Siendo director espiritual del seminario mayor, halló entre los presbíteros un alma gemela, Luis Jobal, que moriría prematuramente, y del que fue su biógrafo. Ambos compartieron similares anhelos. Tuvieron como objetivo la infancia desamparada y falta de instrucción.
Para Juan fue prioritario remediar tantas carencias detectadas en sus constantes incursiones por las calles, en las que veía a prostitutas, jóvenes vagabundos, ancianos y enfermos. Se propuso no dejar desasistidos a los niños que podían morir sin recibir el bautismo. Observó la bondad de las manifestaciones populares de fe, como los desfiles procesionales, pero vio que no sirven para erradicar problemas a los que conduce la falta de cultura. En cambio, una adecuada formación va penetrando en el estrato social por influjo de la acción individualizada. El problema era que el acceso a ella estaba vedado para los pobres. Y en resolver este vacío puso sus miras. Luego verbalizó este sentimiento: «No hay nada más importante que la educación de la niñez y la juventud puesto que de ella depende toda la vida».
Había ejercido su ministerio en las parroquias de San Livier, de San Víctor y de Santa Cruz. Y cuando se hallaba en Dieuze se produjo una curación prodigiosa por su mediación en un niño moribundo que había sido víctima de un incendio. A la madre, que había acudido a él angustiada buscando su consuelo y a la que aseguró que el niño sanaría, le rogó que fuese prudente ante el hecho. Pero ella proclamó el milagro a los cuatro vientos, lo cual supuso para Juan un cúmulo de problemas e incomprensiones de gran alcance. Otro tanto sucedió cuando emprendió la tarea de instruir a las niñas indigentes de los pueblos a través de la Congregación de Hermanas de la Providencia, fundada por él.
La creación de «miniescuelas» en barrios apartados, proyecto que había acariciado y para el que contó con la generosidad de Marguerite Lecomte, fue considerada un golpe bajo por los altos estamentos de la sociedad y suscitó recelos dentro del clero. El obispo vetó la apertura de nuevos centros, y Juan pasó por un trance espiritual doloroso. Luis Jobal le ayudó y compartió con él la convicción de que la obra era fruto de la Providencia. El beato siguió confiando en Dios. Además, Marguerite ya había sembrado la semilla de la Congregación nacida bajo el sello de una fe inalterable en las previsiones divinas; no había vuelta atrás. Al tiempo, el prelado levantó la prohibición.
En 1772 recaló en Macao, China. Nunca se había apagado su deseo de ser misionero. «No me prometí convertir primero muchas almas sino hacer y sufrir en China lo que Dios quisiera», dijo después. Durante diez años se integró de tal modo en el país que hasta adoptó la forma externa de vestir de los ciudadanos chinos. Con astucia evangélica, en un lugar que prohibía la presencia de misioneros, recorrió montañas y ríos, ocultándose en los frondosos campos de maíz. Fue descubierto en distintas ocasiones y castigado: «A veces tenía tanto miedo que no sentía el dolor». Jamás dejó de animar, consolar y difundir la fe.
Compuso oraciones en chino, lengua que llegó a dominar, bautizó a millares de niños, muchos en trance de morir, ayudó a las mujeres y a los jóvenes, proporcionó formación a los sacerdotes, auxilió a los pobres... Fue un apóstol valeroso y perseverante; un gran confesor que vivió amparado siempre en la oración. Regresó a Francia en 1783 y se dedicó a fortalecer la fe de sus hijas, algunas vacilantes y tendentes a una cierta relajación. Cuidando a soldados enfermos en Tréveris, Alemania, contrajo el tifus. Murió el 4 de mayo de 1793. Pío XII lo beatificó el 21 de noviembre de 1954.

 

03/05/2017-06:01
Isabel Orellana Vilches

Beata Marie Leonie Paradis – 3 de mayo

(ZENIT – Madrid).- Su amor a la Sagrada Familia, que denominó «Trinidad de la tierra», junto con la Eucaristía, fue el pedestal sobre el que se alzó la virtud de esta mujer que quiso sostener la vida sacerdotal acompañando en silencio y entregando lo mejor de sí en una cotidiana asistencia a los presbíteros, sin más satisfacción que la de saber que con ello estaba alentándolos en su misión pastoral. Un rasgo, podríamos decir maternal, que no siempre ha sido comprendido por sus congéneres. Ya Juan Pablo II cuando la beatificó en Canadá tuvo que salir al paso de quienes consideraban que con esta acción Marie Leonie empequeñecía a la mujer. No la entendieron. Tal vez no estuvieron al tanto de que ésta fue una decisión emprendida por ella con plena libertad, teniendo claro el objetivo que se proponía. Vino envuelto en un cariz espiritual, lo que significa que no podía ser contestado por nadie. Forma parte de la conciencia y de la voluntad de cada cual responder a Dios en los términos exactos que Él inspira. Pero aquél brillante día 11 de septiembre de 1984, en la ceremonia de beatificación el pontífice aplacó las críticas haciendo notar que el papel desempeñado por Marie Leonie no es el único reservado a una mujer canadiense. La bautizaron con el nombre de Virginie-Alodie. Nació en el seno de una humilde y creyente familia de L’Acadie, Quebec, Canadá, el 12 de mayo 1840. Persiguiendo un futuro mejor para la familia, su padre, que había intentado sostenerla inútilmente trabajando en un molino, partió a California, como otros hicieron, seducido por la fiebre del oro. Al regresar se encontró con que su pequeña, que había dejado interna con 9 años en el convento de las Hermanas de Notre-Dame en Laprairie, ya formaba parte de la comunidad de las Marianitas de San Lorenzo fundadas por el padre Basile Moreau. Era una adolescente de 14 años. De los seis hijos tenidos por Joseph Paradis y Émilie Grégoire, dos habían fallecido, el resto eran varones, por tanto, ella era la única niña. Joseph, hombre afable y bondadoso, pensó que podría disuadirla. Pero no logró hacerla desistir; tampoco la forzó a hacerlo. Muy segura de lo que quería para su vida, Marie Leonie profesó en 1857 amparada por el fundador a pesar de su frágil salud, y se dedicó a la docencia. Interiormente se sentía llamada a sostener la vida de los sacerdotes. Durante unos años impartió clases en Montreal y en el orfanato San Vicente de Paul de Nueva York.
En 1874 llevó a cabo su misión en el colegio de San José, en Memramcook, New Brunswick, Indiana, al frente del cual se hallaba el padre Camille Lefebvre, de la Santa Cruz. Muchas jóvenes de L’Acadie sin recursos y con dificultades para expresarse en inglés, que desempeñaban labores domésticas, albergaban el deseo de establecer un compromiso religioso. Marie Leonie que había comenzado enseñando francés estaba en condiciones de dar clases de inglés porque ya dominaba la lengua. Pero juzgó conveniente propiciar la apertura de un noviciado francófono en L’Acadie para evitar que las jóvenes tuvieran que ir a Indiana a realizar el noviciado. Su propuesta no fue acogida. Y en 1880 impulsó el Instituto de las Pequeñas Hermanas de la Sagrada Familia, aún siendo ella todavía religiosa de la Santa Cruz. El objetivo no era otro que colaborar y apoyar a los religiosos de la misma Orden en su labor educativa. Ellos fueron los que ese año de 1880, en su capítulo general, autorizaron a que las integrantes de este nuevo movimiento hiciesen votos privados y bajo el amparo de Marie Leonie actuasen con autonomía. Su labor sería ocuparse de los trabajos domésticos de los colegios de Santa Cruz extendidos por Canadá.
María y José estaban tan fuertemente anclados en su corazón que no se cansaba de decir: «Mi confianza es ilimitada en nuestra buena Madre. Conoce nuestras necesidades y tiene un poder tan grande sobre el corazón de su divino Hijo». Dentro de las advocaciones conferidas a la Virgen ella se inclinaba por Nuestra Señora de los Siete Dolores y Nuestra Señora del Rosario. Respecto al Santo Patriarca igualmente se dejaba llevar por esa devoción sin cota alguna, recurriendo a él en cualquier situación. Para ello peregrinó en distintas ocasiones al santuario de santa Ana. Sencilla, de gran corazón, extrajo su peculiar forma de consagrar su vida a la atención de los sacerdotes de su contemplación de la Eucaristía y de la Sagrada Familia de Nazaret. Humilde, orante, activa, siempre dispuesta a colaborar con generosidad, al igual que María había hecho, fueron claves de su quehacer y fundación. Su lema era: «piedad y dedicación». No dejó de trabajar en ningún instante. Fue una de las características de su vida. Siempre animosa, decía a las suyas: «¡Trabajemos, mis hijas, descansaremos en el cielo!».
Monseñor Paul LaRocque, prelado de Sherbrooke, Québec, precisaba personas de confianza para su seminario y el obispado. Y la beata, que tuvo noticias de ello en 1895, vio la ocasión de trasladar allí la comunidad, siendo acogidas por él en su diócesis. Ese año falleció el padre Lefebvre que había sido sostén de la comunidad. En 1896 obtuvieron la aprobación diocesana. Pero fue pasando el tiempo y Marie Leonie, que continuaba vistiendo el hábito de la Santa Cruz, veía aumentar su anhelo de convertirse en otro miembro más de la Sagrada Familia. En 1905 Pío X le concedió la autorización que precisaba liberándola del compromiso que había contraído con la anterior Congregación. Quedó al frente de la Orden fundada por ella como superiora general dedicándose todas a servir como «auxiliares» y «cooperadoras» domésticas a comunidades de religiosos y de sacerdotes. Fue la artífice de las constituciones, y justamente cuando se disponía a imprimirlas, el 3 de mayo de 1912, murió repentinamente tras la cena. Poco antes había dicho a una enferma: «¡Adiós hasta el cielo!».

 

03/05/2017-09:49
Redacción

Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del 3 de mayo de 2017

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 3 Mayo 2017).- El papa Francisco realizó este miércoles la audiencia general en la Plaza de San Pedro, ante miles de fieles y peregrinos. A continuación el texto de la catequesis.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy deseo hablarles del Viaje Apostólico que, con la ayuda de Dios, he realizado en los días pasados en Egipto. He ido a este país después de una cuádruple invitación: del presidente de la República, de su santidad el patriarca Copto ortodoxo, del gran imán de Al-Azhar y el patriarca copto católico. Agradezco a cada uno de ellos por la acogida que me han reservado, verdaderamente calurosa. Y agradezco al entero pueblo egipcio por la participación y por el afecto con el cual han vivido esta visita del Sucesor de San Pedro.
El Presidente y las Autoridades civiles han puesto un empeño extraordinario para que este evento pudiera desarrollarse en los mejores modos; para que pudiera ser un signo de paz, un signo de paz para Egipto y para toda aquella región, que lamentablemente sufre por los conflictos y el terrorismo. De hecho, el lema del Viaje era: “El Papa de la paz en un Egipto de paz”.
Mi visita a la Universidad de Al-Azhar, la más antigua universidad islámica y máxima institución académica del Islam sunita, ha tenido un doble horizonte: aquel del diálogo entre cristianos y musulmanes y, al mismo tiempo, aquel de la promoción de la paz en el mundo. En Al-Azhar se realizó el encuentro con el Gran Imán, encuentro que después se amplió en la Conferencia Internacional por la Paz. En este contexto he ofrecido una reflexión que ha valorizado la historia de Egipto como tierra de civilización y tierra de alianzas. Para toda la humanidad Egipto es sinónimo de antigua civilización, de tesoros de arte y de conocimiento; y esto nos recuerda que la paz se construye mediante la educación, la formación de la sabiduría, de un humanismo que comprende como parte integrante la dimensión religiosa, la relación con Dios, como lo ha recordado el Gran Imán en su discurso. La paz se construye también partiendo de la alianza entre Dios y el hombre, fundamento de la alianza entre todos los hombres, basado en el Decálogo escrito en las tablas de piedra del Sinaí, pero más profundamente en el corazón de todo hombre de todo tiempo y lugar, ley que se resume en los dos mandamientos del amor a Dios y al prójimo.
Este mismo fundamento esta también a la base de la construcción del orden social y civil, al cual están llamados a colaborar todos los ciudadanos, de todo origen, cultura y religión. Esta visión de sana laicidad ha aparecido en el intercambio de discursos con el Presidente de la República de Egipto, con la presencia de las Autoridades del país y del Cuerpo Diplomático. El gran patrimonio histórico y religioso de Egipto y su rol en la región medio oriental le confiere una tarea peculiar en el camino hacia una paz estable y duradera, que se basa no en el derecho de la fuerza, sino en la fuerza del derecho.
Los cristianos, en Egipto como en toda nación de la tierra, están llamados a ser levadura de fraternidad. Y esto es posible si viven en sí mismos la comunión con Cristo. Un fuerte signo de comunión, gracias a Dios, hemos podido darlo junto con mí querido hermano el Papa Tawadros II, Patriarca de los Coptos ortodoxos. Hemos renovado el compromiso, también firmando una Declaración Conjunta, de caminar juntos y de comprometernos para no repetir el Bautismo administrado en las respectivas Iglesias. Juntos hemos orado por los mártires de los recientes atentados que han golpeado trágicamente aquella venerable Iglesia; y su sangre ha fecundado este encuentro ecuménico, en el cual ha participado también el Patriarca de Constantinopla Bartolomé. El Patriarca ecuménico, mí querido hermano.
El segundo día del viaje ha sido dedicado a los fieles católicos. La Santa Misa celebrada en el Estadio puesto a disposición por las Autoridades egipcias ha sido una fiesta de fe y de fraternidad, en la cual hemos sentido la presencia viva del Señor Resucitado. Comentando el Evangelio, he exhortado a la pequeña comunidad católica en Egipto a revivir la experiencia de los discípulos de Emaús: a encontrar siempre en Cristo, Palabra y Pan de vida, la alegría de la fe, el ardor de la esperanza y la fuerza de testimoniar en el amor que “hemos encontrado al Señor”.
Y el último momento lo he vivido junto con los sacerdotes, los religiosos y las religiosas y los seminaristas, en el Seminario Mayor. Hay tantos seminaristas... Y esta es una
consolación. Ha sido una liturgia de la Palabra, en la cual se han renovado las promesas de la vida consagrada. En esta comunidad de hombres y mujeres que han elegido donar la vida a Cristo por el Reino de Dios, he visto la belleza de la Iglesia en Egipto, y he orado por todos los cristianos de Oriente Medio, para que, guiados por sus pastores y acompañados por los consagrados, sean sal y luz en estas tierras, en medio a estos pueblos. Egipto, para nosotros, ha sido un signo de esperanza, de refugio, de ayuda. Cuando aquella parte del mundo estaba hambrienta, Jacob, con sus hijos, se fue allá; luego cuando Jesús fue perseguido, se fue allá. Por esto, narrarles este viaje, entra en el camino de hablar de la esperanza: para nosotros Egipto tiene este signo de esperanza sea para la historia, sea para hoy, para esta fraternidad que acabo de contarles.
Agradezco nuevamente a quienes han hecho posible este Viaje y a cuantos de diversos modos han dado su aporte, especialmente a tantas personas que han ofrecido sus oraciones y sus sufrimientos. La Santa Familia de Nazaret, que emigró a las orillas del Nilo para huir de la violencia de Herodes, bendiga y proteja siempre al pueblo egipcio y lo guie en la vía de la prosperidad, de la fraternidad y de la paz. Gracias.

(Fuente, Radio Vaticano)