Servicio diario - 27 de septiembre de 2020


 

ANGELUS
Ángelus: Jesús espera ansiosamente nuestro “sí”
Raquel Anillo
Palabras del Papa antes de la oración mariana

ANGELUS
Ángelus: Saludos del Papa a los peregrinos
Raquel Anillo
Palabras después del Ángelus

PAPAS
Mensaje del Papa para la 106ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado
Larissa I. López
Dedicado a los desplazados internos

ANGELUS
Ángelus: Llamada a resolver los conflictos en el Cáucaso
Anita Bourdin
“Rezo por la paz en el Cáucaso”

DICASTERIOS
41ª Jornada Mundial del Turismo: Mensaje del cardenal Tukson
Larissa I. López
Se celebrará el 27 de septiembre

IGLESIA Y MUNDO
Día Mundial del Turismo: Apuesta por el desarrollo rural
Larissa I. López
Impulsar la recuperación

TESTIMONIOS
San Simón de Rojas, 28 de septiembre
Isabel Orellana Vilches
Conocido como el padre Avemaría


 

 

 

Ángelus: Jesús espera ansiosamente nuestro “sí”

Palabras del Papa antes de la oración mariana

septiembre 27, 2020 12:31

Angelus

(zenit – 27 sept. 2020).- A las 12 del mediodía de hoy, 27 de septiembre de 2020, el Santo Padre Francisco se asoma a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.

A continuación, siguen las palabras del Papa, según la tradición oficial ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

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Palabras antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, en mi tierra se dice: “Al mal tiempo buena cara”. Con esta “buena cara” os digo: ¡buenos días!

Con su predicación sobre el Reino de Dios, Jesús se opone a una religiosidad que no involucra la vida humana, que no interpela la conciencia y su responsabilidad frente al bien y al mal. Lo demuestra también con la parábola de los dos hijos, que es propuesta en el Evangelio de Mateo (cfr. 21, 28-32). A la invitación del padre de ir a trabajar a la viña, el primer hijo responde impulsivamente “no, no voy”, pero después se arrepiente y va; sin embargo el segundo hijo, que enseguida responde “sí, sí papá”, en realidad no lo hace, no va. La obediencia no consiste en decir “sí” o “no”, sino siempre en actuar, en cultivar la viña, en realizar el Reino de Dios, en hacer el bien. Con este sencillo ejemplo, Jesús quiere superar una religión entendida solo como práctica exterior y rutinaria, que no incide en la vida y en las actitudes de las personas, una religiosidad superficial, solamente “ritual”, en el mal sentido de la palabra.

Los exponentes de esta religiosidad “de fachada”, que Jesús desaprueba, eran en aquella época «los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo» (Mt 21, 23), los cuales, según la admonición del Señor, en el Reino de Dios serán superados por los publicanos y las rameras (cfr. v. 31). Jesús les dice: “Los publicanos, es decir los pecadores, y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios”. Esta afirmación no debe inducir a pensar que hacen bien los que no siguen los mandamientos de Dios, los que no siguen la moral, y dicen: “Al fin y al cabo, ¡los que van a la Iglesia son peor que nosotros!”. No, esta no es la enseñanza de Jesús. Jesús no señala a los publicanos y las prostitutas como modelos de vida, sino como “privilegiados de la Gracia”. Y quisiera subrayar esta palabra “gracia”, la gracia, porque la conversión siempre es una gracia. Una gracia que Dios ofrece a todo aquel que se abre y se convierte a Él. De hecho, estas personas, escuchando su predicación, se arrepintieron y cambiaron de vida. Pensemos en Mateo, por ejemplo, San Mateo, que era un publicano, un traidor a su patria.

En el Evangelio de hoy, quien queda mejor es el primer hermano, no porque ha dicho «no» a su padre, sino porque después el “no” se ha convertido en un “sí”, se ha arrepentido. Dios es paciente con cada uno de nosotros: no se cansa, no desiste después de nuestro “no”; nos deja libres también de alejarnos de Él y de equivocarnos. ¡Pensar en la paciencia de Dios es maravilloso! Cómo el Señor nos espera siempre; siempre junto a nosotros para ayudarnos; pero respeta nuestra libertad. Y espera ansiosamente nuestro “sí”, para acogernos nuevamente entre sus brazos paternos y colmarnos de su misericordia sin límites. La fe en Dios pide renovar cada día la elección del bien respecto al mal, la elección de la verdad respecto a la mentira, la elección del amor del prójimo respecto al egoísmo. Quien se convierte a esta elección, después de haber experimentado el pecado, encontrará los primeros lugares en el Reino de los cielos, donde hay más alegría por un solo pecador que se convierte que por noventa y nueve justos (cfr. Lc 15, 7).

Pero la conversión, cambiar el corazón, es un proceso, un proceso que nos purifica de las incrustaciones morales. Y a veces es un proceso doloroso, porque no existe el camino de la santidad sin alguna renuncia y sin el combate espiritual. Combatir por el bien, combatir para no caer en la tentación, hacer por nuestra parte lo que podemos, para llegar a vivir en la paz y en la alegría de las Bienaventuranzas. El Evangelio de hoy cuestiona la forma de vivir la vida cristiana, que no está hecha de sueños y bonitas aspiraciones, sino de compromisos concretos, para abrirnos siempre a la voluntad de Dios y al amor hacia los hermanos. Pero esto, también el compromiso concreto más pequeño, no se puede hacer sin la gracia. La conversión es una gracia que debemos pedir siempre: “Señor dame la gracia de mejorar. Dame la gracia de ser un buen cristiano”.

Que María Santísima nos ayude a ser dóciles en la acción del Espíritu Santo. Él es quien derrite la dureza de los corazones y los dispone al arrepentimiento, para obtener la vida y la salvación prometidas por Jesús.

 

 

 

 

Ángelus: Saludos del Papa a los peregrinos

Palabras después del Ángelus

septiembre 27, 2020 14:52

Angelus

(zenit – 27 septiembre 2020) .- Después del Ángelus de este domingo, 27 de septiembre de 2020, el Papa ha orado por la paz en el Cáucaso. Ha recordado que hoy la Iglesia celebra el Día Mundial del Migrante y el Refugiado, saludando a los refugiados y migrantes presentes en la plaza  alrededor del monumento titulado “Ángeles sin saberlo”.

Lo mismo que el Día Mundial del Turismo que se celebra hoy a quién la pandemia ha golpeado duramente.

Por último, Francisco saludó a la gente de Roma y a los peregrinos de varios países presentes en la plaza de San Pedro.

A continuación, siguen las palabras del Papa, según la tradición oficial ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

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Palabras del Papa después del Ángelus

¡Queridos hermanos y hermanas!

Llegan noticias preocupantes de enfrentamientos en la zona del Cáucaso. Rezo por la paz en el Cáucaso y pido a las partes en conflicto cumplir gestos concretos de buena voluntad y de hermandad, que puedan  llevar a resolver los problemas no con el uso de la fuerza y de las armas, sino por medio del diálogo y de la negociación. Rezamos juntos, en silencio, por la paz en el Cáucaso.

Ayer, en Nápoles, fue proclamada beata María Luisa del Santísimo Sacramento, en el siglo María Velotti, fundadora de la Congregación de las Hermanas Franciscanas Adoradoras de la Santa Cruz. Damos gracias a Dios por esta nueva beata, ejemplo de contemplación del misterio del Calvario e incansable en el ejercicio de la caridad.

Hoy la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. Saludo a los refugiados y a los migrantes presentes en la plaza en torno al monumento titulado: “Ángeles sin saberlo” (cfr. Hb 13, 2), que bendije hace un año. Este año he querido dedicar mi mensaje a los desplazados internos, los cuales están obligados a huir, como les sucedió también a Jesús y a su familia.  «Como Jesús obligados a huir», así los desplazados, los migrantes. A ellos, de forma particular, y a quien les asiste va nuestro recuerdo y nuestra oración.

Hoy se celebra también la Jornada Mundial del Turismo. La pandemia ha golpeado durante este sector, tan importante para tantos países. Dirijo mi aliento a quienes trabajan en el turismo, en particular a las pequeñas empresas familiares y a los jóvenes. Deseo que todos puedan pronto recuperarse de las dificultades actuales.

Y saludo ahora a todos vosotros, queridos fieles romanos y peregrinos de distintas partes de Italia y del mundo. ¡Hay muchas banderas diferentes! Un pensamiento especial a las mujeres y a todas las personas comprometidas en la lucha contra los tumores de seno. ¡El Señor sostenga vuestro compromiso! Y saludo a los peregrinos de Siena que han venido a pie hasta Roma.

Y a todos os deseo un buen domingo, un domingo en paz. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

 

 

 

 

Mensaje del Papa para la 106ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado

Dedicado a los desplazados internos

septiembre 27, 2020 09:00

Papas

(zenit – 15 mayo 2020).- La Oficina de Prensa de la Santa Sede ha difundido hoy el mensaje del Santo Padre para la 106ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que se celebrará el 27 de septiembre de 2020.

El documento, titulado “Como Jesucristo, obligados a huir. Acoger, proteger, promover e integrar a los desplazados internos” ha sido presentado también en este día en una rueda de prensa.

Francisco remite en su mensaje a las “Orientaciones Pastorales sobre Desplazados Internos”, recientemente publicadas por la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral: “Un documento que desea inspirar y animar las acciones pastorales de la Iglesia en este ámbito concreto”.

 

Drama de los desplazados internos

Es por ello que decidió dedicar este Mensaje “al drama de los desplazados internos, un drama a menudo invisible, que la crisis mundial causada por la pandemia del COVID-19 ha agravado” y lo extiende “a todos los que han experimentado y siguen aún hoy viviendo situaciones de precariedad, de abandono, de marginación y de rechazo a causa del COVID-19”.

El Papa recuerda la escena de la huida de Egipto en la que la Sagrada Familia experimentó “la trágica condición de desplazado y refugiado”, “marcada por el miedo, la incertidumbre, las incomodidades”, trasladándola a la realidad actual de las familias de migrantes y refugiados: “Estamos llamados a reconocer en sus rostros el rostro de Cristo, hambriento, sediento, desnudo, enfermo, forastero y encarcelado, que nos interpela (cf. Mt 25,31-46). Si lo reconocemos, seremos nosotros quienes le agradeceremos el haberlo conocido, amado y servido”.

Así, considera que los desplazados internos ofrecen “esta oportunidad de encuentro con el Señor” y se trata “de un reto pastoral al que estamos llamados a responder con los cuatro verbos que señalé en el mensaje para esta misma Jornada en 2018: acoger, proteger, promover e integrar”. De este modo, el Pontífice añade “otras seis parejas de verbos, que se corresponden a acciones muy concretas, vinculadas entre sí en una relación de causa-efecto”.

 

Conocer y comprender, hacerse prójimo para servir

En primer lugar, es necesario “conocer para comprender”, pues “cuando hablamos de migrantes y desplazados, nos limitamos con demasiada frecuencia a números. ¡Pero no son números, sino personas! Si las encontramos, podremos conocerlas. Y si conocemos sus historias, lograremos comprender”.

Después, “hay que hacerse prójimo para servir”, explica el Obispo de Roma: “Los miedos y los prejuicios —tantos prejuicios—, nos hacen mantener las distancias con otras personas y a menudo nos impiden ‘acercarnos como prójimos’ y servirles con amor”. Pero, acercarse al prójimo “significa, a menudo, estar dispuestos a correr riesgos, como nos han enseñado tantos médicos y personal sanitario en los últimos meses” y el ejemplo más grande “nos lo dejó Jesús cuando lavó los pies de sus discípulos: se quitó el manto, se arrodilló y se ensució las manos (cf. Jn 13,1-15)”.

 

Escuchar para reconciliarse, compartir para crecer

“Para reconciliarse se requiere escuchar”, continúa. En la actualidad “se multiplican los mensajes, pero se está perdiendo la capacidad de escuchar” y “solo a través de una escucha humilde y atenta podremos llegar a reconciliarnos de verdad”. Gracias a esta escucha, “tenemos la oportunidad de reconciliarnos con el prójimo, con tantos descartados, con nosotros mismos y con Dios, que nunca se cansa de ofrecernos su misericordia”.

En cuarto lugar, el Santo Padre remarca que “para crecer hay que compartir”, pues, es preciso “aprender a compartir para crecer juntos, sin dejar fuera a nadie. La pandemia nos ha recordado que todos estamos en el mismo barco”. “Darnos cuenta que tenemos las mismas preocupaciones y temores comunes, nos ha demostrado, una vez más, que nadie se salva solo” y que para crecer realmente, “debemos crecer juntos, compartiendo lo que tenemos”.

 

Involucrar para promover, colaborar para construir

El Papa sostiene también que “se necesita involucrar para promover”. A veces, “el impulso de servir a los demás nos impide ver sus riquezas”, no obstante, si queremos realmente promover a las personas a quienes ofrecemos asistencia, “tenemos que involucrarlas y hacerlas protagonistas de su propio rescate”.

De este modo, remarca que de deben “motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad” (Meditación en la Plaza de San Pedro, 27 marzo 2020).

Por último, Francisco subraya que es “indispensable colaborar para construir. La construcción del Reino de Dios, compromiso común de todos los cristianos, “requiere que aprendamos a colaborar, sin dejarnos tentar por los celos, las discordias y las divisiones”.

Y en el actual contexto, “es necesario reiterar que: ‘Este no es el tiempo del egoísmo (…)’, (Mensaje Urbi et Orbi, 12 abril 2020)” y para preservar la casa común y que esta se parezca, cada vez más, al plan original de Dios, “debemos comprometernos a garantizar la cooperación internacional, la solidaridad global y el compromiso local, sin dejar fuera a nadie”.

A continuación, sigue el mensaje completo del Papa Francisco.

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Mensaje del Santo Padre

A principios de año, en mi discurso a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, señalé entre los retos del mundo contemporáneo el drama de los desplazados internos: “Las fricciones y las emergencias humanitarias, agravadas por las perturbaciones del clima, aumentan el número de desplazados y repercuten sobre personas que ya viven en un estado de pobreza extrema. Muchos países golpeados por estas situaciones carecen de estructuras adecuadas que permitan hacer frente a las necesidades de los desplazados” (9 enero 2020).

La Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral ha publicado las “Orientaciones Pastorales sobre Desplazados Internos” (Ciudad del Vaticano, 5 mayo 2020) un documento que desea inspirar y animar las acciones pastorales de la Iglesia en este ámbito concreto.

Por ello, decidí dedicar este Mensaje al drama de los desplazados internos, un drama a menudo invisible, que la crisis mundial causada por la pandemia del COVID-19 ha agravado. De hecho, esta crisis, debido a su intensidad, gravedad y extensión geográfica, ha empañado muchas otras emergencias humanitarias que afligen a millones de personas, relegando iniciativas y ayudas internacionales, esenciales y urgentes para salvar vidas, a un segundo plano en las agendas políticas nacionales. Pero “este no es tiempo del olvido. Que la crisis que estamos afrontando no nos haga dejar de lado a tantas otras situaciones de emergencia que llevan consigo el sufrimiento de muchas personas” (Mensaje Urbi et Orbi, 12 abril 2020).

A la luz de los trágicos acontecimientos que han caracterizado el año 2020, extiendo este Mensaje, dedicado a los desplazados internos, a todos los que han experimentado y siguen aún hoy viviendo situaciones de precariedad, de abandono, de marginación y de rechazo a causa del COVID-19.

Quisiera comenzar refiriéndome a la escena que inspiró al papa Pío XII en la redacción de la Constitución Apostólica Exsul Familia (1 agosto 1952). En la huida a Egipto, el niño Jesús experimentó, junto con sus padres, la trágica condición de desplazado y refugiado, “marcada por el miedo, la incertidumbre, las incomodidades (cf. Mt 2,13-15.19-23). Lamentablemente, en nuestros días, millones de familias pueden reconocerse en esta triste realidad. Casi cada día la televisión y los periódicos dan noticias de refugiados que huyen del hambre, de la guerra, de otros peligros graves, en busca de seguridad y de una vida digna para sí mismos y para sus familias” (Ángelus, 29 diciembre 2013). Jesús está presente en cada uno de ellos, obligado —como en tiempos de Herodes— a huir para salvarse. Estamos llamados a reconocer en sus rostros el rostro de Cristo, hambriento, sediento, desnudo, enfermo, forastero y encarcelado, que nos interpela (cf. Mt 25,31-46). Si lo reconocemos, seremos nosotros quienes le agradeceremos el haberlo conocido, amado y servido.

Los desplazados internos nos ofrecen esta oportunidad de encuentro con el Señor, “incluso si a nuestros ojos les cuesta trabajo reconocerlo: con la ropa rota, con los pies sucios, con el rostro deformado, con el cuerpo llagado, incapaz de hablar nuestra lengua” (Homilía, 15 febrero 2019). Se trata de un reto pastoral al que estamos llamados a responder con los cuatro verbos que señalé en el Mensaje para esta misma Jornada en 2018: acoger, proteger, promover e integrar. A estos cuatro, quisiera añadir ahora otras seis parejas de verbos, que se corresponden a acciones muy concretas, vinculadas entre sí en una relación de causa-efecto.

Es necesario conocer para comprender. El conocimiento es un paso necesario hacia la comprensión del otro. Lo enseña Jesús mismo en el episodio de los discípulos de Emaús: “Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo” (Lc 24,15-16). Cuando hablamos de migrantes y desplazados, nos limitamos con demasiada frecuencia a números. ¡Pero no son números, sino personas! Si las encontramos, podremos conocerlas. Y si conocemos sus historias, lograremos comprender. Podremos comprender, por ejemplo, que la precariedad que hemos experimentado con sufrimiento, a causa de la pandemia, es un elemento constante en la vida de los desplazados.

Hay que hacerse prójimo para servir. Parece algo obvio, pero a menudo no lo es. “Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó” (Lc 10,33-34). Los miedos y los prejuicios —tantos prejuicios—, nos hacen mantener las distancias con otras personas y a menudo nos impiden “acercarnos como prójimos” y servirles con amor. Acercarse al prójimo significa, a menudo, estar dispuestos a correr riesgos, como nos han enseñado tantos médicos y personal sanitario en los últimos meses. Este estar cerca para servir, va más allá del estricto sentido del deber. El ejemplo más grande nos lo dejó Jesús cuando lavó los pies de sus discípulos: se quitó el manto, se arrodilló y se ensució las manos (cf. Jn 13,1-15).

Para reconciliarse se requiere escuchar. Nos lo enseña Dios mismo, que quiso escuchar el gemido de la humanidad con oídos humanos, enviando a su Hijo al mundo: “Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él […] tenga vida eterna” (Jn 3,16-17). El amor, el que reconcilia y salva, empieza por una escucha activa. En el mundo de hoy se multiplican los mensajes, pero se está perdiendo la capacidad de escuchar. Sólo a través de una escucha humilde y atenta podremos llegar a reconciliarnos de verdad. Durante el 2020, el silencio se apoderó por semanas enteras de nuestras calles. Un silencio dramático e inquietante, que, sin embargo, nos dio la oportunidad de escuchar el grito de los más vulnerables, de los desplazados y de nuestro planeta gravemente enfermo. Y, gracias a esta escucha, tenemos la oportunidad de reconciliarnos con el prójimo, con tantos descartados, con nosotros mismos y con Dios, que nunca se cansa de ofrecernos su misericordia.

Para crecer hay que compartir. Para la primera comunidad cristiana, la acción de compartir era uno de sus pilares fundamentales: “El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común” (Hch 4,32). Dios no quiso que los recursos de nuestro planeta beneficiaran únicamente a unos pocos. ¡No, el Señor no quiso esto! Tenemos que aprender a compartir para crecer juntos, sin dejar fuera a nadie. La pandemia nos ha recordado que todos estamos en el mismo barco. Darnos cuenta que tenemos las mismas preocupaciones y temores comunes, nos ha demostrado, una vez más, que nadie se salva solo. Para crecer realmente, debemos crecer juntos, compartiendo lo que tenemos, como ese muchacho que le ofreció a Jesús cinco panes de cebada y dos peces… ¡Y fueron suficientes para cinco mil personas! (cf. Jn 6,1-15).

Se necesita involucrar para promover. Así hizo Jesús con la mujer samaritana (cf. Jn 4,1-30). El Señor se acercó, la escuchó, habló a su corazón, para después guiarla hacia la verdad y transformarla en anunciadora de la buena nueva: “Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será este el Mesías?” (v. 29). A veces, el impulso de servir a los demás nos impide ver sus riquezas. Si queremos realmente promover a las personas a quienes ofrecemos asistencia, tenemos que involucrarlas y hacerlas protagonistas de su propio rescate. La pandemia nos ha recordado cuán esencial es la corresponsabilidad y que sólo con la colaboración de todos —incluso de las categorías a menudo subestimadas— es posible encarar la crisis. Debemos “motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad” (Meditación en la Plaza de San Pedro, 27 marzo 2020).

Es indispensable colaborar para construir. Esto es lo que el apóstol san Pablo recomienda a la comunidad de Corinto: “Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que digáis todos lo mismo y que no haya divisiones entre vosotros. Estad bien unidos con un mismo pensar y un mismo Sentir” (1 Co 1,10). La construcción del Reino de Dios es un compromiso común de todos los cristianos y por eso se requiere que aprendamos a colaborar, sin dejarnos tentar por los celos, las discordias y las divisiones. Y en el actual contexto, es necesario reiterar que: “Este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace acepción de personas” (Mensaje Urbi et Orbi, 12 abril 2020). Para preservar la casa común y hacer todo lo posible para que se parezca, cada vez más, al plan original de Dios, debemos comprometernos a garantizar la cooperación internacional, la solidaridad global y el compromiso local, sin dejar fuera a nadie.

Quisiera concluir con una oración sugerida por el ejemplo de san José, de manera especial cuando se vio obligado a huir a Egipto para salvar al Niño.

Padre, Tú encomendaste a san José lo más valioso que tenías: el Niño Jesús y su madre, para protegerlos de los peligros y de las amenazas de los malvados.

Concédenos, también a nosotros, experimentar su protección y su ayuda. Él, que padeció el sufrimiento de quien huye a causa del odio de los poderosos, haz que pueda consolar y proteger a todos los hermanos y hermanas que, empujados por las guerras, la pobreza y las necesidades, abandonan su hogar y su tierra, para ponerse en camino, como refugiados, hacia lugares más seguros.

Ayúdalos, por su intercesión, a tener la fuerza para seguir adelante, el consuelo en la tristeza, el valor en la prueba.

Da a quienes los acogen un poco de la ternura de este padre justo y sabio, que amó a Jesús como un verdadero hijo y sostuvo a María a lo largo del camino.

Él, que se ganaba el pan con el trabajo de sus manos, pueda proveer de lo necesario a quienes la vida les ha quitado todo, y darles la dignidad de un trabajo y la serenidad de un hogar.

Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo, que san José salvó al huir a Egipto, y por intercesión de la Virgen María, a quien amó como esposo fiel según tu voluntad. Amén.

Roma, San Juan de Letrán, 13 de mayo de 2020, Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Fátima.

 

FRANCISCO

 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

 

Ángelus: Llamada a resolver los conflictos en el Cáucaso

“Rezo por la paz en el Cáucaso”

septiembre 27, 2020 15:58

Angelus

(zenit – 27 septiembre 2020).- El Papa Francisco pide a las partes que no están presentes en el Cáucaso que resuelvan las tensiones a través del “diálogo” y la “negociación”.

Después de la oración del Ángelus de este domingo 27 de septiembre de 2020 en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco dijo en italiano: “Se han informado enfrentamientos preocupantes en la región del Cáucaso. Rezo por la paz en el Cáucaso y pido a las partes en el conflicto que hagan gestos concretos de buena voluntad y hermandad, que puedan llevar a la solución de los problemas no mediante el uso de la fuerza y ​​las armas, sino diálogo y negociación”.

El Papa pidió a la multitud y a quienes siguieron el Ángelus a través de los medios de comunicación que rezaran con él en silencio por esta intención: “Oremos juntos, en silencio, por la paz en el Cáucaso”.

Armenia y Azerbaiyán estaban al borde de la guerra el domingo cuando estalló una lucha mortal entre las fuerzas azerbaiyanas y la región separatista de Nagorno Karabaj, respaldada por Ereván. Los beligerantes han informado de bajas militares y civiles”.

Los combates ya se habían producido en julio pasado, en la frontera de los dos países, matando al menos a 17 personas y reavivando un conflicto que data de la disolución de la ex URSS, sobre la base de controvertidas fronteras.

La región de Nagorno-Karabaj permanece bajo tensión después de la guerra de 1994 y más enfrentamientos en 2016.

El Papa visitó Armenia en junio de 2016 y Azerbaiyán en octubre de 2016 ya no era posible ir de un país a otro durante el mismo viaje.

 

 

 

 

41ª Jornada Mundial del Turismo: Mensaje del cardenal Tukson

Se celebrará el 27 de septiembre

septiembre 27, 2020 09:30

Dicasterios

(zenit – 7 agosto 2020).- El cardenal Peter Turkson, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, envía hoy, 7 de agosto de 2020, un mensaje con ocasión de la 41ª Jornada Mundial del Turismo 2020, que se celebrará el próximo 27 de septiembre y que este año lleva como título: “Turismo y desarrollo rural”.

En él, el cardenal realiza en un llamamiento “a los gobernantes y a los responsables de las políticas económicas nacionales, para que promuevan y fomenten un turismo responsable, actuando según los principios de justicia social y económica y con pleno respeto del medio ambiente y de las culturas”.

 

Escenario preocupante

En este texto, el prefecto remarca que la 41ª Jornada Mundial del Turismo este año se celebra en un contexto precario, marcado por la evolución de la pandemia del coronavirus que ha generado “una drástica reducción de la movilidad humana y del turismo, tanto internacional como nacional, colocándose en un mínimo histórico”.

Igualmente, apunta que la suspensión de vuelos internacionales, el cierre de aeropuertos y fronteras, la adopción de estrictas restricciones de viajes, incluso internos, está provocando “una crisis sin precedentes en muchos sectores relacionados con la industria del turismo”.

Se teme, en la peor de las hipótesis, que la disminución de cerca de un billón de turistas provoque “una pérdida económica mundial de alrededor de 1.200 millones de dólares” y de muchos puestos de trabajo en este sector.

No obstante, el cardenal sostiene que “este preocupante escenario, no debe paralizarnos y privarnos de una visión positiva del futuro tampoco no debemos caer en el pesimismo de decir que nada regresará a ser como antes”.

 

Turismo y desarrollo rural

Para el prelado, el título de esta Jornada, “Turismo y desarrollo rural”, constituye una invitación a “tomar en serio y a poner en práctica el desarrollo sostenible que, en el ámbito del turismo, significa un mayor interés por los destinos turísticos extraurbanos, las pequeñas poblaciones, las aldeas, las carreteras y los lugares menos conocidos y menos frecuentados: esos lugares más escondidos que hay que descubrir o redescubrir precisamente porque son más encantadores y no están contaminados”.

La ruralidad “vive en estos lugares”, lejos de las multitudes del turismo en las ciudades. Se trata, por tanto, de la promoción de un turismo “sostenible y responsable que, aplicado según principios de justicia social y económica y en pleno respeto del medio ambiente y de las culturas, reconoce la centralidad de la comunidad local anfitriona y su derecho a ser protagonista del desarrollo sostenible y socialmente responsable de su territorio”.

Un turismo, en consecuencia, que favorece “la interacción positiva entre la industria turística, la comunidad local y los viajeros”.

 

Turismo y agricultura

Según el prefecto, este tipo de turismo puede convertirse en una fuerza motriz para apoyar la economía rural, que se compone de la agricultura y, a menudo, de las explotaciones agrícolas familiares, de pequeño tamaño, de zonas marginales y de los bajos ingresos percibidos por la cadena alimentaria: “El turismo y la agricultura rural pueden convertirse así en dos componentes esenciales de un nuevo mundo que esperamos construir. Un turismo hecho por y a través de la gente”.

Los pequeños agricultores son “los primeros guardianes de la creación a través de su paciente y duro trabajo de la tierra”, mientras que los turistas pueden convertirse en “defensores de un ecosistema si viajan de forma consciente y sobria”. De este modo, “un viaje puede tener el sabor de la historia y abrir el corazón al amplio horizonte de la fraternidad y la solidaridad”.

 

Instrumento de proximidad

El “turismo rural”, señala el Cardenal Turkson, se transforma también en el lugar en el que se aprende una nueva forma de relacionarse con el otro y la naturaleza: “El turismo se encuentra con el desarrollo si se realiza de forma cuidadosa y tranquila, de forma sostenible; esto significa respetar las prácticas agrícolas, los ritmos de vida de las poblaciones rurales, apreciar la autenticidad todavía conservada de zonas enteras del interior, sorprenderse por las mil pequeñas cosas que se pueden ver, elegir productos agrícolas locales”.

“El turismo puede convertirse, precisamente en este momento, en un instrumento de proximidad. Sí, nuestro mundo postmoderno necesita proximidad, es decir, cercanía en las relaciones y, por lo tanto, en los corazones”, añade.

 

Apoyar a los trabajadores

Por otro lado, el purpurado considera que, en un momento como el actual, de incertidumbre en la movilidad de personas y en el que el turismo sufre las mayores consecuencias de forma inmediata y directa, “se deben tomar medidas para apoyar los ingresos de los trabajadores de este sector, así como el cuidado y la defensa de las comunidades rurales más frágiles de cada territorio”.

Así, la economía del turismo podrá retomar su curso, “aunque en niveles de circulación más bajos, la circulación de personas, bienes y moneda será el signo tangible de una proximidad que ha comenzado en el corazón”.

 

Turismo responsable y sostenible

El mensaje recalca que el turismo responsable y sostenible, aprovechando al máximo los recursos y actividades locales, “es deseable como uno de los puntos de inflexión en la lucha contra la pobreza, que la pandemia de Covid-19 ha aumentado exponencialmente”.

En definitiva, “queremos asegurar nuestra proximidad y apoyo a todos los que participan en la lucha contra el impacto de la pandemia en la vida de las personas y sociedades que viven del turismo”, expone el cardenal.

 

Llamamientos y agradecimiento

Después, el mensaje incluye un llamado a los movimientos ecologistas y a todos aquellos que se comprometen en la defensa del medio ambiente “para que contribuyan con su trabajo a la conversión de los corazones hacia una ecología integral sana y correcta”.

Además, demanda a los obispos y a los responsables de la pastoral del turismo que adquieran conjuntamente el compromiso, “para que cada uno, en su propio territorio, tome iniciativas concretas en favor de las actividades turísticas”.

Finalmente, el cardenal Turkson expresa su sincero agradecimiento a todos aquellos que, “durante este período de prueba, han mostrado su solidaridad y apoyo a los que viven del turismo, en particular en las zonas rurales”.

 

 

 

 

Día Mundial del Turismo: Apuesta por el desarrollo rural

Impulsar la recuperación

septiembre 27, 2020 11:00

Iglesia y Mundo

(zenit – 27 sept. 2020).- En la jornada de hoy se celebra la 41 ª edición del Día Mundial del Turismo, bajo el tema “Turismo y desarrollo rural”.

Tal y como señala la Organización Mundial del Turismo (OMT), organismo especializado de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la celebración de este año llega en un momento crítico, “cuando los países de todo el mundo miran al turismo para impulsar la recuperación, y lo hacen también las comunidades rurales, donde el sector es un empleador importante y un pilar económico”.

En este sentido, en un documento de políticas dedicado al turismo del secretario general de las Naciones, Antonio Guterres, se describe que para las comunidades rurales, los pueblos indígenas y otras muchas poblaciones históricamente marginadas,  el turismo ha sido un vehículo de integración, empoderamiento y generación de ingresos.

 

Datos y estimaciones

La OMT estima que, ante la crisis ocasionada por la pandemia de COVID-19, entre 100 y 120 millones de empleos turísticos directos están actualmente en riesgo. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) prevé una pérdida del 1,5% al 2,8% del PIB mundial.

Al mismo tiempo, la OMT prevé que el turismo nacional se reactivará antes que el turismo internacional, lo que, con una buena gestión, podría beneficiar a las comunidades rurales.

Los jóvenes de las comunidades rurales tienen tres veces más posibilidades de estar desempleados y el turismo se presenta como un salvavidas que puede ofrecerles empleo en sus pueblos.

Por otra parte, se estima que, para 2050, el 68% de la población mundial vivirá en zonas urbanas, mientras que el 80% de quienes se encuentran actualmente en una situación de “pobreza extrema” viven fuera de las ciudades.

 

Crear oportunidades fuera de la ciudad

En la edición de 2020 del Día Mundial del Turismo, con el lema “Turismo y desarrollo rural”, se celebrará “la capacidad excepcional del sector para crear oportunidades fuera de las grandes ciudades y preservar en todo el mundo el patrimonio cultural y natural”, apunta el organismo internacional.

Por primera vez en los cuarenta años de historia del Día Mundial del Turismo, la celebración oficial no estará auspiciada por un único Estado Miembro del organismo especializado de las Naciones Unidas, sino por las naciones del bloque de Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, con Chile como observador), que actuarán como anfitriones conjuntos.

Este acuerdo de celebración conjunta “ejemplifica el espíritu de solidaridad internacional que recorre el turismo y que la OMT ha reconocido como esencial para la recuperación”, describe la OMT.

 

Mensaje del cardenal Turkson

Con motivo de esta 41ª Jornada Mundial del Turismo, El cardenal Peter Turkson, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, envió, el pasado 7 de agosto de 2020, un mensaje.

Para el prelado, el título de esta Jornada, “Turismo y desarrollo rural”, constituye una invitación a “tomar en serio y a poner en práctica el desarrollo sostenible que, en el ámbito del turismo, significa un mayor interés por los destinos turísticos extraurbanos, las pequeñas poblaciones, las aldeas, las carreteras y los lugares menos conocidos y menos frecuentados: esos lugares más escondidos que hay que descubrir o redescubrir precisamente porque son más encantadores y no están contaminados”.

Se trata, pues, de un turismo que favorece “la interacción positiva entre la industria turística, la comunidad local y los viajeros”.

 

Instrumento de proximidad

Además, el mensaje sostiene que esta actividad económica  puede convertirse, precisamente en este momento de pandemia, “en un instrumento de proximidad. Sí, nuestro mundo postmoderno necesita proximidad, es decir, cercanía en las relaciones y, por lo tanto, en los corazones”.

Además, el cardenal realiza un llamamiento “a los gobernantes y a los responsables de las políticas económicas nacionales, para que promuevan y fomenten un turismo responsable, actuando según los principios de justicia social y económica y con pleno respeto del medio ambiente y de las culturas”.

 

 

 

 

San Simón de Rojas, 28 de septiembre

Conocido como el padre Avemaría

septiembre 27, 2020 09:00

Testimonios

 

“Religioso trinitario. Excelso apóstol del rosario, conocido como el padre Avemaría, fundador de la Congregación de Esclavos del Dulce Nombre de María. Una figura notable en el Madrid de los Austrias”

Nació en Valladolid, España, el 28 de octubre de 1552. Sus padres se habían afincado allí y regentaban una carnicería. Era el tercero de cinco hermanos. Heredó de Constanza, su madre, el amor a la Virgen. Tanto es así que los cronistas aseguran que “Ave María” fueron las primeras palabras que pronunció cuando tenía catorce meses. Fueron también las que escoltaron su entrada en el cielo, puesto que ellas sellaron sus labios al final de su vida. Siendo un adolescente, y obviando la oposición familiar, solicitó el ingreso en la Orden trinitaria. Cumplió este sueño en 1566. Más adelante, tras cuatro años de noviciado, profesó en 1572.

Fue tartamudo hasta esta época de su vida, ya que antes de llegar a Salamanca para continuar su formación se detuvo en Paradinas de San Juan y en el desaparecido santuario-convento se veneraba a la Virgen de las Virtudes; le dedicó una novena y se curó de manera instantánea. Fue el lugar que eligió para oficiar su primera misa. Después partió a Toledo porque el capítulo provincial le había encomendado impartir las materias de filosofía y teología como lector de artes del convento. Ejerció la docencia hasta 1587, simultaneando esta actividad con la de formador; uno de los novicios era san Juan Bautista de la Concepción. También desempeñó el oficio de visitador apostólico en Castilla y en Andalucía de manera edificante, aceptando por obediencia estas misiones ya que por tendencia natural hubiera declinado las que revestían alta responsabilidad.

La inocencia evangélica del santo, figura señera en la corte de los Austrias, conmovió al monarca español Felipe III –quien lo escogió como consejero y preceptor de sus hijos–, y a su esposa Margarita de Austria. Ambos tomaron contacto con él a través de la condesa de Altamira que conoció a Simón cuando pasó por el convento trinitario madrileño en 1601. El juicio personal del rey, después de haberlo observado en las distancias cortas, era sin duda esclarecedor; sintetizaba la admirable virtud que había apreciado en él: “No he visto hombre que menos sepa a mundo”. Que su devoción a la Virgen fue proverbial lo prueban las numerosas obras que emprendió en su honor. Entre otras cosas, logró que el “Ave María” fuese esculpida en el frontispicio del Palacio Real de Madrid. Por esta jaculatoria que continuamente brotaba de sus labios fue denominado “Padre Avemaría”. Este saludo lo plasmó en la multitud de estampas que repartió dentro y fuera de España. Fiel observante del santo rosario, tuvo a la Virgen como modelo para su vida, y transmitió por doquier su anhelo de ser esclavo suyo considerando que todos los que se abrazasen a Ella podrían unirse más estrechamente con la Santísima Trinidad.

En 1612, con el beneplácito del rey Felipe III, fundó la Congregación de Esclavos del Dulcísimo Nombre de María que aglutinaba personas de todas condiciones, incluidos los miembros de la realeza y nobleza; éstos, que fueron los primeros afiliados, en nombre de la Virgen asistían a los pobres. “Si a Dios, que pide en el pobre, no le das, no recibirás”, decía. En este afán de transmitir su devoción por la Madre de Dios, escribió un oficio para la festividad del Santo Nombre de María destinado a su Orden, que fue aprobado por la Santa Sede. Inocencio XI lo hizo extensivo después a toda la Iglesia. A Simón se debe también el rosario de 72 cuentas blancas y cordón azul en honor de la Inmaculada Concepción que realizaba con sus propias manos y repartía a diestro y siniestro. Con el número de cuentas significaba los años que pudo vivir la Virgen.

Además de su incansable tarea de difundir el amor a María y a la confesión, se ocupó de los cautivos a los que enviaba las cantidades que recaudaba para ellos. Se sentía profundamente conmovido por la muerte a manos de violentos berberiscos de tres hermanos religiosos que habían emprendido viaje para la redención de estos prisioneros. Los enfermos, los pobres, los presos de la cárcel de Madrid, los condenados, los niños abandonados para los que fundó una casa de acogida y, en general, los marginados por cualquier causa, estaban en su orden de preferencia; ejercitaba con todos su acción caritativa y misericordiosa. Fue un gran confesor y maestro de la oración. A ella le dedicaba expresamente varias horas diarias, aunque vivía en una constante presencia de Dios. Por eso se ha dicho que “todo cuanto predicaba, todo lo alcanzaba en la oración”. Ensambló maravillosamente contemplación y acción apostólica.

Felipe IV, que subió al trono en 1621, lo nombró confesor de su esposa, la reina Isabel de Borbón, y de su hermana Ana María Mauricia; ésta contraería matrimonio más tarde con Luís XIII de Francia. Simón se comprometió con el monarca a cumplir el compromiso, siempre y cuando no contraviniese los que conllevaba su condición religiosa, ni cercenar su acción apostólica con los pobres y esclavos. Además, no quiso ser tratado con deferencias, ni ser remunerado por ello.

En julio de 1624 fue testigo de un hecho deleznable, sacrílego, que sucedió en un templo donde se profanó una Sagrada Forma. El inmenso dolor que le produjo pudo ser el detonante de su imparable declive. Hasta que se produjo su deceso, acaecido el 29 de septiembre de ese año, mantuvo una intensa actividad. Dos días antes de quedar postrado con carácter irreversible, los religiosos le vieron en el coro orando unos instantes ante un cuadro de la Virgen de los Desamparados. Ya se había despedido de todos ellos. Clemente XIII lo beatificó el 19 de mayo de 1766. Juan Pablo II lo canonizó el 3 de julio de 1988, Año Mariano.