Servicio diario - 07 de octubre de 2020


 

AUDIENCIA GENERAL
Audiencia general: La oración y la caridad “van de la mano”
Larissa I. López
Resumen en español

PAPA FRANCISCO
Pontificia Academia de las Ciencias: Mensaje del Papa por la sesión plenaria
Larissa I. López
La ciencia al servicio de las personas

AUDIENCIA GENERAL
Audiencia general: Catequesis completa, “La oración de Elías”
Larissa I. López
Ciclo sobre la oración

ESPIRITUALIDAD
Nuestra Señora del Rosario: La Virgen y la oración mariana
José Antonio Senovilla
Cercanía y protección de nuestra Madre

PAPA FRANCISCO
Papa Francisco: Temas clave en tiempos de pandemia
Larissa I. López
Entrevista de Carmen Magallón

AUDIENCIA GENERAL
El Papa invita a crecer en el “camino de oración”
Larissa I. López
Saludo a fieles de lengua española

AUDIENCIA GENERAL
Nuestra Señora del Rosario: “Redescubrir” la oración mariana
Larissa I. López
Saludos del Papa en la audiencia general

TESTIMONIOS
Causas de los santos: María Dolores Segarra Gestoso, religiosa española
Marina Droujinina
Fundadora de las Misioneras de Cristo Sacerdote

CIUDAD DEL VATICANO
Tercera Jornada de las Catacumbas: “¡Qué paraíso!”
Marina Droujinina
El próximo 10 de octubre

ANÁLISIS
Monseñor Felipe Arizmendi: “Vacunas con fetos abortados”
Felipe Arizmendi Esquivel
Contra la COVID-19

CIUDAD DEL VATICANO
Oficina de las Celebraciones Litúrgicas: El Papa nombra dos nuevos consultores
Redacción zenit
Un sacerdote y una religiosa

TESTIMONIOS
San Hugo de Génova, 8 de octubre
Isabel Orellana Vilches
Miembro destacado de la Orden de Malta


 

 

 

Audiencia general: La oración y la caridad “van de la mano”

Resumen en español

octubre 07, 2020 10:17

Audiencia General

(zenit – 7 oct. 2020).- En la audiencia general de este miércoles el Papa Francisco ha señalado que la oración y la caridad hacia el prójimo “van de la mano”.

Hoy, 7 de octubre de 2020, el Santo Padre se ha reunido con los fieles en Aula Pablo VI, y ha retomado la serie de catequesis sobre la oración, bajo el título “La oración de Elías”. En ella ha reflexionado sobre la figura de este profeta.

Francisco recordó que el Antiguo Testamento presenta a Elías como alguien sin un origen preciso y sin un final, “pues su historia se cierra cuando es arrebatado, en un carro de fuego, al cielo”. Y también aparece en el Evangelio, en el momento de la Transfiguración, “hablando con Jesús, junto a Moisés”, e incluso el propio Mesías se refiere a él “para confirmar la misión y el testimonio de Juan el Bautista”.

 

Oración, fuerza vital

La Sagrada Escritura describe a Elías como “un hombre íntegro, de fe cristalina, incapaz de compromisos mezquinos” que, ante las pruebas difíciles que tuvo que afrontar, “permaneció siempre fiel a Dios”, explicó el Papa.

“La oración era su fuerza vital: ésta le permitió defender el primado de Dios ante los falsos profetas de Baal, en el Monte Carmelo; y lo hizo también consciente de sus propias fragilidades. Elías era un contemplativo, pero sin desentenderse de las situaciones concretas de su tiempo”, subrayó.

 

Encuentro personal con Dios

Según el Pontífice, Elías enseña que “el fruto de la intimidad con el Señor en la oración, no puede ser otro que el amor concreto a los hermanos y hermanas, a los que Jesús nos envía”.

Además, la experiencia de este profeta revela que la oración “pasa por un camino de crecimiento, que a él lo condujo a la experiencia de un encuentro personal con Dios, que se le manifestó en el signo humilde del ‘murmullo de una brisa suave’, y le devolvió “la calma y la paz a su corazón cansado”.

 

 

 

 

Pontificia Academia de las Ciencias: Mensaje del Papa por la sesión plenaria

La ciencia al servicio de las personas

octubre 07, 2020 17:20

Papa Francisco

(zenit – 7 oct. 2020).- El Papa Francisco ha enviado un mensaje a los participantes en la sesión plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias, en curso del 7 al 9 de octubre de 2020.

En él, el Santo Padre destacó como en dicha sesión “os estáis centrando en la noción de la ciencia al servicio de las personas para la supervivencia de la humanidad a la luz de la pandemia del SARS-CoV-2/COVID-19 y otros problemas mundiales”.

Al mismo tiempo, Francisco recordó que nadie “puede dejar de preocuparse por el impacto de la crisis en los pobres del mundo”, pues “para muchos de ellos, la cuestión es, en efecto, la supervivencia misma”.

“Junto con la contribución de las ciencias, las necesidades de los miembros más pobres de nuestra familia humana claman por soluciones equitativas por parte de los gobiernos y de todos los responsables de la toma de decisiones”, de manera que, por ejemplo,  los sistemas sanitarios, “deben ser mucho más inclusivos y accesibles para los desfavorecidos y los que viven en países de bajos ingresos”.

Del mismo modo, cuando se disponga de vacunas, “debe garantizarse un acceso equitativo a ellas, independientemente de los ingresos, empezando siempre por los que menos tienen.”

Por otro lado, el Papa remarcó que el estallido de la pandemia, “en el contexto más amplio del calentamiento global, la crisis ecológica y la dramática pérdida de la biodiversidad, representa una llamada a nuestra familia humana para que se replantee su curso, se arrepienta y emprenda una conversión ecológica (cf. Laudato si’, 216-221)”.

Una conversión “que aproveche todos los dones y talentos que Dios nos ha dado para promover una ‘ecología humana’ digna de nuestra dignidad innata y nuestro destino común”, esperanza que expresó “en mi reciente encíclica Fratelli tutti sobre la fraternidad y la amistad social. ‘Qué bonito sería si al crecimiento de las innovaciones científicas y tecnológicas correspondiera también una equidad y una inclusión social cada vez mayores! ¡Qué bonito sería que a medida que descubrimos nuevos planetas lejanos, volviéramos a descubrir las necesidades del hermano o de la hermana en órbita alrededor de mí!’” (No. 31).

Finalmente, el Pontífice remarcó que, por muy grande que sea la responsabilidad de los políticos, “no exime a los científicos de reconocer sus propias responsabilidades éticas en el esfuerzo por detener no sólo la fabricación, la posesión y el uso de armas nucleares, sino también el desarrollo de armas biológicas, con su potencial de devastación de civiles inocentes y, de hecho, de pueblos enteros”.

A continuación, sigue el mensaje completo del Papa.

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Mensaje del Santo Padre

A los distinguidos miembros de la Pontificia Academia de las Ciencias

Reunión en sesión plenaria

Os saludo cordialmente y expreso mi gratitud a la Pontificia Academia de las Ciencias por dedicar la sesión plenaria de este año a la tarea de poner la investigación científica básica al servicio de la salud de nuestro planeta y de sus habitantes, especialmente los más pobres y desfavorecidos.  Asimismo, saludo a los expertos y dirigentes invitados, todos ellos con importantes responsabilidades internacionales, y espero con interés su contribución.

En primer lugar, expreso mi apoyo a la labor de la Academia, promovida activamente por su presidente, el profesor Joachim von Braun, y por el Consejo.  En estos días, mi interés en vuestro trabajo es aún más intenso, porque habéis dedicado esta sesión plenaria a lo que es, con razón, un tema de profunda preocupación para toda la humanidad. Os estáis centrando en la noción de la ciencia al servicio de las personas para la supervivencia de la humanidad a la luz de la pandemia del SARS-CoV-2/COVID-19 y otros problemas mundiales.

En efecto, la pandemia ha revelado no sólo nuestras falsas seguridades, sino también la incapacidad de los países del mundo para trabajar juntos. A pesar de nuestra hiperconectividad, hemos sido testigos de una fragmentación que volvía más difícil resolver los problemas que nos afectan a todos (cf. Fratelli tutti, 7). Es significativo, por lo tanto, que esta sesión plenaria virtual de la Academia agrupe varias disciplinas científicas diferentes; en este sentido, ofrece un ejemplo de cómo los desafíos de la crisis de COVID-19 deberían abordarse a través de esfuerzos coordinados al servicio de toda la familia humana.

Vuestros esfuerzos se concentran en gran medida en el estudio de nuevas vías inmunológicas e inmunoquímicas para activar los mecanismos de defensa propios del organismo o detener la proliferación de células infectadas.  También estáis estudiando otros tratamientos específicos, incluyendo vacunas que están siendo probadas en ensayos clínicos.  Como sabemos, el virus, al afectar a la salud de las personas, también ha afectado a todo el tejido social, económico y espiritual de la sociedad, paralizando las relaciones humanas, el trabajo, la manufactura, el comercio e incluso muchas actividades espirituales.  Tiene una enorme repercusión en la educación.  En muchas partes del mundo, un gran número de niños no pueden volver a la escuela, y esta situación hace que se corra el riesgo de que aumente el trabajo, la explotación, el abuso y la malnutrición infantil.  En resumen, el hecho de no poder ver el rostro de una persona y de considerar a otras personas como posibles portadoras del virus es una terrible metáfora de una crisis social mundial que debe interesar a todos a quienes les importa el futuro de la humanidad.

A este respecto, ninguno de nosotros puede dejar de preocuparse por el impacto de la crisis en los pobres del mundo. Para muchos de ellos, la cuestión es, en efecto, la supervivencia misma. Junto con la contribución de las ciencias, las necesidades de los miembros más pobres de nuestra familia humana claman por soluciones equitativas por parte de los gobiernos y de todos los responsables de la toma de decisiones.  Los sistemas sanitarios, por ejemplo, deben ser mucho más inclusivos y accesibles para los desfavorecidos y los que viven en países de bajos ingresos.  Si hay que dar preferencia a alguien, que sea el más necesitado y vulnerable de todos nosotros.  Del mismo modo, cuando se disponga de vacunas, debe garantizarse un acceso equitativo a ellas, independientemente de los ingresos, empezando siempre por los que menos tienen.  Los problemas mundiales a los que nos enfrentamos exigen respuestas cooperativas y multilaterales.  Las organizaciones internacionales como las Naciones Unidas, la OMS, la FAO y otras, instituidas para fomentar la cooperación y la coordinación mundiales, deben ser respetadas y sostenidas para que alcancen sus objetivos en pro del bien común universal.

El estallido de la pandemia, en el contexto más amplio del calentamiento global, la crisis ecológica y la dramática pérdida de la biodiversidad, representa una llamada a nuestra familia humana para que se replantee su curso, se arrepienta y emprenda una conversión ecológica (cf. Laudato si’, 216-221).  Una conversión que aproveche todos los dones y talentos que Dios nos ha dado para promover una «ecología humana» digna de nuestra dignidad innata y nuestro destino común.  Esta es la esperanza que expresé en mi reciente encíclica Fratelli tutti sobre la fraternidad y la amistad social.  “Qué bonito sería si al crecimiento de las innovaciones científicas y tecnológicas correspondiera también una equidad y una inclusión social cada vez mayores! ¡Qué bonito sería que a medida que descubrimos nuevos planetas lejanos, volviéramos a descubrir las necesidades del hermano o de la hermana en órbita alrededor de mí!” (No. 31).

Las reflexiones de vuestra sesión plenaria sobre las ciencias y la supervivencia de la humanidad también plantean la cuestión de escenarios similares que podrían originarse en los laboratorios más avanzados de ciencias físicas y biológicas.  ¿Podemos permanecer callados ante tales perspectivas?  Por muy grande que sea la responsabilidad de los políticos, no exime a los científicos de reconocer sus propias responsabilidades éticas en el esfuerzo por detener no sólo la fabricación, la posesión y el uso de armas nucleares, sino también el desarrollo de armas biológicas, con su potencial de devastación de civiles inocentes y, de hecho, de pueblos enteros.

Queridos amigos, una vez más, os doy las gracias por vuestras investigaciones y vuestros esfuerzos para hacer frente a estas graves cuestiones en un espíritu de cooperación y responsabilidad compartida por el futuro de nuestras sociedades.  En estos meses, el mundo entero ha dependido de vosotros y de vuestros colegas para proporcionar información, infundir esperanza y, en el caso de innumerables profesionales de la medicina, atender a los enfermos y a los que sufren, a menudo arriesgando sus propias vidas.  Al renovar mi propia gratitud y ofrecer mis más sinceras oraciones por las deliberaciones de vuestra sesión plenaria, invoco sobre vosotros, vuestras familias y vuestros asociados las bendiciones divinas de sabiduría, fuerza y paz.  Y os pido, por favor, que me recordéis en vuestras oraciones.

Roma, desde San Juan de Letrán, 7 de octubre de 2020

 

Francisco

 

© Librería Editora Vaticana

 

 

 

 

Audiencia general: Catequesis completa, “La oración de Elías”

Ciclo sobre la oración

octubre 07, 2020 12:10

Audiencia General

(zenit – 7 oct. 2020).- El Papa Francisco ha retomado hoy, en la audiencia general, la serie de catequesis sobre la oración, interrumpido por el ciclo sobre la COVID-19 “Curar al mundo”, y en el que ha propuesto el ejemplo de “La oración de Elías” (Lectura: 1 Re 19,11-13).

Debido al tiempo otoñal de este mes de octubre, la audiencia general de este miércoles, 7 de octubre de 2020, tuvo lugar en el Aula Pablo VI del Vaticano, ante la presencia de numerosos fieles y peregrinos procedentes de diversos países.

 

“Hombre de fe cristalina”

La Escritura presenta a Elías “como un hombre de fe cristalina”: “recto, incapaz de acuerdos mezquinos”. Su símbolo es el fuego,” imagen del poder purificador de Dios” y permaneció fiel, a pesar de ser sometido a “una dura prueba”, describió Francisco.

La oración “es la savia que alimenta constantemente su existencia”, pero, él “también se ve obligado a lidiar con sus propias fragilidades”, tales como la derrota de los falsos profetas en el monte Carmelo (cfr. 1 Re 18, 20-40), o el desconcierto en el que se da cuenta que “no soy mejor que mis padres” (cfr. 1 Re 19, 4)., prosiguió.

 

Sentido de la propia debilidad

En este sentido, el Papa señaló que en el alma de quien reza, “el sentido de la propia debilidad es más valioso que los momentos de exaltación, cuando parece que la vida es una cabalgata de victorias y éxitos”.

La oración es, “dejarse llevar por Dios y dejarse también golpear por situaciones malas y tentaciones”, tal y como demuestran también san Pedro y san Pablo, que en su vida contaron con “momentos de júbilo y momentos de abatimiento, de sufrimiento”.

 

Vida contemplativa y vida activa

Elías, además, es el hombre de “vida contemplativa” y, al mismo tiempo, “de vida activa, preocupado por los acontecimientos de su época, capaz de arremeter contra el rey y la reina, después de que habían hecho asesinar a Nabot para apoderarse de su viña (cfr. 1 Re 21, 1-24)”.

De este modo, el Pontífice remarca la necesidad de creyentes, “de cristianos celantes, que actúen delante de personas que tienen responsabilidad de dirección con la valentía de Elías, para decir: ‘¡Esto no se hace! ¡Esto es un asesinato!’”.

Por ello, continuó, “necesitamos el espíritu de Elías”, que muestra que “la oración es un encuentro con Dios y un dejarse enviar para servir a los hermanos. La prueba de la oración es el amor concreto por el prójimo”.

Los creyentes “actúan en el mundo después de estar primero en silencio y haber rezado; de lo contrario su acción es impulsiva, carece de discernimiento, es una carrera frenética sin meta”, cometen muchas injusticias, “porque no han ido antes donde el Señor a rezar, a discernir qué deben hacer”.

 

Serenidad y paz en la oración

Las páginas de la Biblia “dejan suponer que también la fe de Elías ha conocido un progreso: también él ha crecido en la oración, la ha refinado poco a poco. El rostro de Dios se ha hecho para él más nítido durante el camino. Hasta alcanzar su culmen en esa experiencia extraordinaria, cuando Dios se manifiesta a Elías en el monte (cfr. 1 Re 19, 9-13)”.

Finalmente, el Obispo de Roma remarca que la historia de Elías “parece escrita para todos nosotros”: “Algunas noches podremos sentirnos inútiles y solos. Es entonces cuando la oración vendrá y llamará a la puerta de nuestro corazón (…).

E incluso “si nos hubiéramos equivocado en algo, o si nos sintiéramos amenazados o asustados, volviendo delante de Dios con la oración, volverán como por milagro también la serenidad y la paz. Esto es lo que nos enseña el ejemplo de Elías”, concluyó.

A continuación, sigue el texto íntegro de la catequesis del Papa Francisco.

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Catequesis – 9. La oración de Elías

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Retomamos hoy las catequesis sobre la oración, que interrumpimos para hacer las catequesis sobre el cuidado de la creación y ahora retomamos; y encontramos a uno de los personajes más interesantes de toda la Sagrada Escritura: el profeta Elías. Él va más allá de los confines de su época y podemos vislumbrar su presencia también en algunos episodios del Evangelio. Aparece junto a Jesús, junto a Moisés, en el momento de la Transfiguración (cfr. Mt 17, 3). Jesús mismo se refiere a su figura para acreditar el testimonio de Juan el Bautista (cfr. Mt 17, 10-13).

En la Biblia, Elías aparece de repente, de forma misteriosa, procedente de un pequeño pueblo completamente marginal (cfr. 1 Re 17, 1); y al final saldrá de escena, bajo los ojos del discípulo Eliseo, en un carro de fuego que lo sube al cielo (cfr. 2 Re 2, 11-12). Es por tanto un hombre sin un origen preciso, y sobre todo sin un final, secuestrado en el cielo: por esto su regreso era esperado antes del advenimiento del Mesías, como un precursor. Así se esperaba el regreso de Elías.

La Escritura nos presenta a Elías como un hombre de fe cristalina: en su mismo nombre, que podría significar “Yahveh es Dios”, está encerrado el secreto de su misión. Será así durante toda la vida: hombre recto, incapaz de acuerdos mezquinos. Su símbolo es el fuego, imagen del poder purificador de Dios. Él primero será sometido a dura prueba, y permanecerá fiel. Es el ejemplo de todas las personas de fe que conocen tentaciones y sufrimientos, pero no fallan al ideal por el que nacieron.

La oración es la savia que alimenta constantemente su existencia. Por esto es uno de los personajes más queridos por la tradición monástica, tanto que algunos lo han elegido como padre espiritual de la vida consagrada a Dios. Elías es el hombre de Dios, que se erige como defensor del primado del Altísimo. Sin embargo, él también se ve obligado a lidiar con sus propias fragilidades. Es difícil decir qué experiencias fueron más útiles: si la derrota de los falsos profetas en el monte Carmelo (cfr. 1 Re 18, 20-40), o el desconcierto en el que se da cuenta que “no soy mejor que mis padres” (cfr. 1 Re 19, 4). En el alma de quien reza, el sentido de la propia debilidad es más valioso que los momentos de exaltación, cuando parece que la vida es una cabalgata de victorias y éxitos. En la oración sucede siempre esto: momentos de oración que nosotros sentimos que nos levantan, también de entusiasmo, y momentos de oración de dolor, de aridez, de pruebas. La oración es así: dejarse llevar por Dios y dejarse también golpear por situaciones malas y tentaciones. Esta es una realidad que se encuentra en muchas otras vocaciones bíblicas, también en el Nuevo Testamento, pensemos por ejemplo en San Pedro y San Pablo. También su vida era así: momentos de júbilo y momentos de abatimiento, de sufrimiento.

Elías es el hombre de vida contemplativa y, al mismo tiempo, de vida activa, preocupado por los acontecimientos de su época, capaz de arremeter contra el rey y la reina, después de que habían hecho asesinar a Nabot para apoderarse de su viña (cfr. 1 Re 21, 1-24). Cuánta necesidad tenemos de creyentes, de cristianos celantes, que actúen delante de personas que tienen responsabilidad de dirección con la valentía de Elías, para decir: “¡Esto no se hace! ¡Esto es un asesinato!” Necesitamos el espíritu de Elías. Él nos muestra que no debe existir dicotomía en la vida de quien reza: se está delante del Señor y se va al encuentro de los hermanos a los que Él envía. La oración no es un encerrarse con el Señor para maquillarse el alma: no, esto no es oración, esto es oración fingida. La oración es un encuentro con Dios y un dejarse enviar para servir a los hermanos. La prueba de la oración es el amor concreto por el prójimo. Y viceversa: los creyentes actúan en el mundo después de estar primero en silencio y haber rezado; de lo contrario su acción es impulsiva, carece de discernimiento, es una carrera frenética sin meta. Los creyentes se comportan así, hacen muchas injusticias, porque no han ido antes donde el Señor a rezar, a discernir qué deben hacer.

Las páginas de la Biblia dejan suponer que también la fe de Elías ha conocido un progreso: también él ha crecido en la oración, la ha refinado poco a poco. El rostro de Dios se ha hecho para él más nítido durante el camino. Hasta alcanzar su culmen en esa experiencia extraordinaria, cuando Dios se manifiesta a Elías en el monte (cfr. 1 Re 19, 9-13). Se manifiesta no en la tormenta impetuosa, no en el terremoto o en el fuego devorador, sino en el “susurro de una brisa suave” (v. 12). O mejor, una traducción que refleja bien esa experiencia: en un hilo de silencio sonoro. Así se manifiesta Dios a Elías. Es con este signo humilde que Dios se comunica con Elías, que en ese momento es un profeta fugitivo que ha perdido la paz. Dios viene al encuentro de un hombre cansado, un hombre que pensaba haber fracasado en todos los frentes, y con esa brisa suave, con ese hilo de silencio sonoro hace volver a su corazón la calma y la paz.

Esta es la historia de Elías, pero parece escrita para todos nosotros. Algunas noches podremos sentirnos inútiles y solos. Es entonces cuando la oración vendrá y llamará a la puerta de nuestro corazón. Un borde de la capa de Elías podemos recogerlo todos nosotros, como ha recogido la mitad del manto su discípulo Eliseo. E incluso si nos hubiéramos equivocado en algo, o si nos sintiéramos amenazados o asustados, volviendo delante de Dios con la oración, volverán como por milagro también la serenidad y la paz. Esto es lo que nos enseña el ejemplo de Elías.

 

© Librería Editorial Vaticana

 

 

 

 

Nuestra Señora del Rosario: La Virgen y la oración mariana

Cercanía y protección de nuestra Madre

octubre 07, 2020 08:30

Espiritualidad

(zenit – 6 oct. 2020).- En la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, D. José Antonio Senovilla, sacerdote de la prelatura del Opus Dei, reflexiona sobre la importancia y el sentido del rezo de la oración mariana.

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La mejor oración es la Santa Misa. Ahí está todo. Ahí la Iglesia, a través de sus sacerdotes – ¡gracias, Señor, ¡por el sacerdocio! – hace lo que Cristo pidió que hiciéramos en su nombre. Ahí es donde se perpetúa el sacrificio de Salvación. Ahí es donde nos encontramos con Dios Padre, con Dios Hijo, con Dios Espíritu Santo como en ningún otro momento. Ahí acompañamos a Jesús en su Pasión, Muerte y Resurrección.

Ahí recibimos el envío y la bendición de su Ascensión. Ahí le consolamos. Ahí están todos los coros celestiales, los ángeles, los santos, dando gloria a Dios. Y por nuestra voz, todas las demás criaturas que no pueden hacerlo por sí mismas (Prefacio de la Plegaria Eucarística IV).

En la Santa Misa escuchamos los más bellos relatos, las enseñanzas más profundas, siempre actuales y siempre vivas para cualquier cultura, para cualquier edad y condición. En la Santa Misa, finalmente, podemos participar personalmente del mayor milagro: del milagro de la Eucaristía: un Dios que viene hoy a mí, por mí, para mí.

Dios me ha hecho el regalo de poder atender como sacerdote a unas chicas muy jóvenes, enfermas de una enfermedad tanto más dura cuanto menos comprendida. Estando un día con ellas, una preguntó: “¿Cuál es la oración que tiene más fuerza?” Después de enunciar lo que se acaba de decir sobre la Misa, contesté: “·l Padrenuestro, que es la oración que el mismo Jesús nos enseñó”.

Se pusieron de rodillas y me pidieron que lo rezara con ellas. Necesitaban esa fuerza. Desde entonces, lo rezamos así siempre. Les llena de fuerza. Como a mí…

Santa Misa: lo que Cristo nos enseñó y nos mandó hacer en su nombre. Padrenuestro: la oración que Cristo nos enseñó.

 

¿Por qué rezar el Rosario?

Entonces, ¿por qué la Virgen en Fátima nos pidió rezar todos los días el Rosario por la paz, por la conversión de los pecadores, por el Santo Padre? Lucía, al ser interrogada, contestó que no se lo llegó a preguntar a la Virgen, en sus conversaciones con Ella.

Pero, pensando, le parecía que la Virgen había pedido que rezáramos el Rosario todos los días porque, siendo la Misa la oración más importante y divina, muchos cristianos no tienen la posibilidad, a veces ni física, de acudir a la santa Misa todos los días, pero rezar el Rosario sí: eso lo puede hacer un niño o un anciano, lo puede hacer un enfermo o alguien en plena vitalidad y con el trabajo más intenso, lo puede hacer un oriental o un africano… todos podemos rezar el Rosario, y todos podemos sentir esa paz que la Virgen pone siempre en el corazón del quien la invoca (Llamadas del Mensaje de Fátima, Hermana Lucia de Jesús, Carmelo de Coímbra y Santuario de Fátima, pp. 134-136).

Pero… la Santa Misa, las oraciones contenidas en la Sagrada Escritura, el Padrenuestro entre ellas, son oraciones “divinas”, por así decirlo. Sin embargo, el Rosario parece una oración compuesta por los hombres, inventada por nosotros. ¿Es así verdaderamente? Y si fuera así, ¿por qué la Virgen la hace suya, por qué la recomienda siempre, por qué la reza con los niños en Lourdes, en Fátima, en tantos lugares?

 

Cercanía de la Virgen

A esta pregunta nos contesta también Lucía, en los párrafos más arriba citados. El Rosario es una oración fundamentalmente cristológica: es la contemplación del Evangelio, de toda la vida de Jesús, con los ojos y con la ayuda de María. Es como si nos sentáramos junto a la Virgen, y Ella nos enseñara su álbum de fotos familiar. Esto es algo que sólo se hace con alguien a quien se quiere mucho, con quien se está dispuesto a compartir toda la intimidad.

Quien hace caso de la recomendación de la Virgen de rezar el Rosario todos los días, por la paz, recibe como respuesta esa cercanía de la Virgen, esa maravilla de entender cada vez más la vida y la enseñanza de su Hijo contenida en esas veinte escenas de su vida… Y eso deja el corazón lleno de paz. El Rosario es un cabo que la Virgen nos envía desde el Cielo, a nosotros que navegamos por mares profundos, y quien se fía de Ella, Estrella de la mañana, de pronto se ve como llevado con toda suavidad en las tempestades de la vida y se siente seguro.

 

Un programa completo

Una vez, un chico, joven, listo, buen deportista, con una novia muy guapa, vino a verme y me dijo: “Mi vida no vale nada. ¿Qué puedo hacer?” Le pregunté si estaba de verdad dispuesto a que su vida cambiara de modo radical y me dijo que sí.

Entonces le aseguré: tengo un programa completo, que no falla. ¿Quieres optar a él, o prefieres algo más para gente flojilla? Un poco picado -supongo- me contestó que quería matricularse en el programa completo.

Concentró su atención en mis propuestas: “Primero, toma un sacerdote como ayuda en tu vida y ve a verle con frecuencia”. A esto asintió sin mucho esfuerzo: al fin y al cabo, era lo que estaba haciendo.

En segundo lugar, “reza el Rosario todos los días y tu corazón se llenará de paz, tal y como la Virgen ha prometido”. Noté que recibía la propuesta como una especie de disparo a bocajarro. Se repuso y me dijo: “Usted sabe que yo no soy nada piadoso, pero en fin, lo intentaré”.

Y en tercer lugar, “recibe el Señor en la Eucaristía todos los días… que puedas…”. Al oír el final de la frase, respiró un poco aliviado, pero se quedó como si le hubieran dado con un mazo en la cabeza. “¿De verdad usted cree que yo soy capaz de hacer eso? ¿De verdad usted cree que si hago eso empezaré a tener esa paz que las cosas buenas de la tierra no son capaces de darme?”.

Nos volvimos a ver al cabo de una semana. Me espetó de entrada: “Mire, yo nunca había sido capaz de pararme a rezar un ratito, pero el Rosario me está enseñando a rezar, a sentarme delante de Jesús y contarle, y a entender lo que Él me va diciendo…”.

 

María nos enseña a rezar

Es verdad: María enseñó a Jesús Niño a rezar cuando estaba creciendo (Lc 2,52), y ahora nos enseña a rezar a nosotros, también sus hijos, sobre todo si nos sabemos hacer pequeños y sencillos, como se hizo Jesús, el Hijo de Dios.

El Rosario es contemplar, vivir cada día, en formato breve, todo el Evangelio. Nos ayuda a mirar a Jesús, y quien mira a Jesús con interés termina queriéndole con todo el corazón y entendiendo sus enseñanzas y pareciéndose a Él. Y le sigue…

Además, en el Rosario tiene parte central el Padrenuestro, esa oración que es la falsilla de toda verdadera oración. Y en el Rosario vemos la bondad y cercanía del Padre y del Espíritu Santo al recordar la Encarnación del Hijo de Dios y en la salutación de María a Isabel… que quedó llena del Espíritu Santo al escuchar el saludo de su prima, como ocurriría con nosotros si de verdad escucháramos a María. El Rosario incluye también esa doxología de alabanza a la Santísima Trinidad, que rezada en clave mariana (rezada con la Virgen), adquiere una dimensión muy especial…

 

Protección de María

Todos queremos protección. Ahora, y en la hora de nuestra muerte. Pues cuantas más veces se lo digamos a nuestra Madre la Virgen, mejor. Ella nos pide que se lo recordemos, porque eso nos hace mucho bien. Con el Rosario, aseguramos que se lo decimos… al menos cincuenta veces cada día.

La Virgen nos conoce muy bien, porque Dios le ha encargado que cuide de nosotros como Madre. Ella sabe muy bien qué necesitamos para tener paz.

Quizá por eso el Rosario no es una oración corta: dura el tiempo necesario para que Santa María, viéndonos junto a Ella y dispuestos a rezar con Ella, pueda ir curando al son de las Avemarías las heridas más profundas de nuestro corazón.

Por eso la invocamos, especialmente hoy, como Nuestra Señora del Rosario, y siempre, como Reina de la Paz.

 

 

 

 

Papa Francisco: Temas clave en tiempos de pandemia

Entrevista de Carmen Magallón

octubre 07, 2020 14:06

Papa Francisco
Testimonios

(zenit – 7 oct. 2020).- El Papa Francisco ha concedido una entrevista a Carmen Magallón, directora de la revista Il Mio Papa España, en la que trata los temas clave relacionados con la vida en tiempos de pandemia y plantea propuestas para superar este tiempo de crisis.

La emergencia sanitaria por la COVID-19 está cambiando el mundo y nos llevó a la crisis, sin embargo, “de una crisis no se sale igual. O salimos mejores o salimos peores. Y el modo en que salgamos depende de las decisiones que tomemos durante la crisis”, insiste el Santo Padre de acuerdo a una síntesis de la entrevista difundida por Vatican News hoy, 7 de octubre de 2020.

En este sentido, el Papa plantea a la humanidad: “¿cuál será el modo de vida que le dejaremos a la futura generación?”, indicando que se trata de dejar de pensar solo en nosotros mismos o en nuestro presente y elevar la mirada al futuro en la perspectiva de humanidad que quiere permanecer en el tiempo como parte de la creación.

“Debemos hacernos cargo del futuro, de preparar la tierra para que otros la trabajen. Y esta es la cultura que tenemos que elaborar en la pandemia, según este gran principio que de una crisis no se sale igual. Salimos peor o mejor; pero nunca iguales”, afirma Francisco.

Para él, no existe división entre lo que ocurre a los seres humanos y lo que sucede en el planeta que habitamos: “Está cambiando el clima, perdemos oportunidades (…) no podemos jugar con el mar, con el universo. Lo tenemos que cuidar”.

 

Afrontar el duelo

En el diálogo con Carmen Magallón, el Pontífice fue interrogado sobre cómo afrontar el duelo de las víctimas de la pandemia, valorando todos los pequeños y grandes gestos que tantas personas en el mundo han tenido para con sus semejantes:

“Y ¿cómo se afronta ese duelo? Solamente intentando ser cercanos (…) Es el momento del silencio, de la cercanía y de hacer lo posible para estar juntos”.

El Obispo se refirió a tantas personas que han dado su vida al servicio de aquellos que los necesitaban, a los que habitualmente llama “los santos de la puerta del al lado”. Para él, estas personas “no se quisieron ‘zafar’ sino que enfrentaron los problemas y buscaron soluciones prácticas a los mismos. Y Dios entiende ese lenguaje y lo hace suyo”.

 

Compromiso amplio con la vida

Por otra parte, remarcó que el compromiso con la vida no se reduce a la salud, sino que engloba también la preocupación por los descartados, por aquellos que son expulsados por el sistema, por los que no tienen trabajo.

En este sentido, el Papa Francisco habla del “gran desafío social” que evidencia cómo “la cultura del descarte ha impregnado nuestra manera de relacionarnos”.

Por todo ello, no es concebible seguir con el mismo sistema económico que tiene entre sus fundamentos la injusticia: “La pandemia nos hizo visualizar como nos habíamos acostumbrado a ese clima del descarte: el descarte de los viejos, el descarte de los pobres, el descarte de los chicos, de los chicos no nacidos”, recuerda.

Y, ante todo ello, invita “a recordar que toda vida vale y merece ser defendida y respetada”.

 

Enfrentar la cultura del descarte

Para el Santo Padre, como sociedad debemos enfrentar con valentía la cultura del descarte “que nos amenaza continuamente”. “Vivir descartando lo que nos molesta, lo que nos sobra, lo que nos impide tener más y más. Y contra esa cultura del descarte, vivir la cultura del recibir, del acoger, de la cercanía, de la fraternidad”, describe.

“Hoy día más que nunca se nos pide fraternidad, ir al encuentro del otro, del más débil y vulnerable para cuidarlo, para sentirnos responsables de él o de ella, porque no tiene los mismos recursos que los demás”, añade.

 

Bendición Urbi et Orbi especial

En torno a este asunto, la directora de la revista preguntó al Santo Padre sobre lo vivido en su corazón el pasado 27 de marzo en la plaza de San Pedro, durante la bendición Urbi et Orbi especial por la pandemia.

Francisco contó que en un primer momento tuvo miedo a resbalar al subir la escalera, pero: “Mi corazón estaba en todo el Pueblo de Dios que sufría, en una humanidad que tenía que soportar esta pandemia y que, por otro lado, que tuviera el coraje de caminar. Subí las escaleras rezando, recé todo el tiempo, y me fui rezando. Así viví ese 27 de marzo”.

Las audiencias generales sin fieles fueron un momento difícil para el Papa: “era como estar hablando a fantasmas” y “suplí muchas de estas ausencias físicas con el teléfono y cartas. Eso me ayudó bastante a medir el pulso de cómo estaban viviendo esto las familias y comunidades”.

 

Fraternidad humana

Asimismo, el Papa declara que no hay receta para salir de la crisis, pero que el camino lo encontraremos si cambiamos de paradigma económico: “Empezar por las periferias (…) por la dignidad de las personas”.

“Hablé de las periferias, pero también tenemos que incluir la casa común, que es el mundo, el cuidado del universo”, agregó.

El Sucesor de Pedro ubica en esta vía su tercera encíclica recién publicada, Fratelli tutti, en la que se presenta la fraternidad humana como una de las claves para construir el futuro.

En esta línea también habla de la distribución de la vacuna contra el coronavirus, de la que afirma: “La vacuna no puede ser propiedad del país del laboratorio que la encontró o de un grupo de países que se alían para esto (…) La vacuna es patrimonio de la humanidad, de toda la humanidad, es universal; porque la salud de nuestros pueblos, como la pandemia nos enseña, es patrimonio común, pertenece al bien común… y ese debe ser el criterio”.

 

Migración

Al ser contestado sobre el tema de los migrantes, el Obispo de Roma sostiene que “tenemos que hacernos cargo”. El migrante “sale de su patria porque busca nuevos horizontes, porque escapa por hambre o por guerra. Basta pensar en Siria…”: “Si no nos hacemos cargo de los migrantes perdemos gran parte de la humanidad, de la cultura que ellos representan”.

El Papa Francisco llama, además, a la sinceridad y a reconocer la aportación que personas llegadas de  otros países han realizado durante el confinamiento. “Durante el período de lockdown eran muchos migrantes quienes se exponían trabajando la tierra, manteniendo limpia la ciudad, continuando múltiples servicios. Es doloroso constatar cómo no se los reconoce y valora y se aprovecha un hecho lejano o perdido para desacreditar a tantas personas que con su trabajo sostuvieron a nuestro pueblo”.

Asimismo, profundiza en este argumento y anima a adentrarse en las causas de las migraciones, que en el caso del Líbano o de Siria, “son familias enteras que escapan de una guerra que no se entiende. ¿Nuestros países pueden mantenerse neutrales ante esta dolorosa situación?”.

Francisco pone en evidencia y valoriza el hecho de que “Hay sacerdotes, religiosos, laicos, religiosas, obispos que se rompen el alma para lograr esto. Hay ejemplos muy hermosos que están abriendo camino”.

 

Esperanza en la humanidad

Ante todo este contexto, el Papa manifiesta su esperanza en toda la humanidad: “La humanidad es capaz de reaccionar, especialmente las periferias, si se organizan. Y la cultura de los pueblos. Me gusta pensar en el alma de los pueblos, en esa reserva espiritual que les permite siempre salir adelante”

Del mismo modo, alude a los pueblos perseguidos, los yizadíes y los rohingyas, por ejemplo, de los que afirma que son pueblos sufrientes, perseguidos: “Entonces, hay que ir a esos pueblos que sufren y, mientras no se haga cargo la humanidad entera de esto, no hay esperanza. Esperanza de la periferia, de los más separados”.

En cuanto su relación con las redes sociales como instrumento de evangelización, apunta que “les tenía alergia (…) Así que diviértase un poquito con este fracaso de mi alergia”.

 

Aniversario de san Ignacio de Loyola

Por último, en el contexto de los 500 años de la conversión de san Ignacio de Loyola, el Santo Padre expresa sus deseos de ir a Manresa, sitio donde Ignacio inició su camino de conversión.

“Creo que la conversión de San Ignacio es también un reencuentro con el corazón y puede invitarnos a reflexionar en nuestra conversión personal, en pedir el don de la conversión para más amar y servir al estilo de Jesucristo”.

 

 

 

 

El Papa invita a crecer en el “camino de oración”

Saludo a fieles de lengua española

octubre 07, 2020 10:49

Audiencia General

(zenit – 7 oct. 2020).- En la audiencia general de hoy, el Papa Francisco ha pedido que Dios “nos conceda crecer en nuestro camino de oración, para vivir en intimidad con Él”.

Que el Señor “haga que, en medio de este tiempo de pandemia, nuestra vida sea un servicio amoroso a todos nuestros hermanos y hermanas, en especial a quienes se sienten abandonados y desprotegidos”, añadió.

Estas peticiones de Francisco han sido realizadas, por intercesión de Nuestra Señora del Rosario, cuya advocación se celebra en este día, durante el habitual saludo del Papa a los hispanohablantes en la audiencia general de los miércoles.

En la mañana de este 7 de octubre de 2020, el Santo Padre se ha reunido con los fieles en Aula Pablo VI, y ha retomado la serie de catequesis sobre la oración, bajo el título “La oración de Elías”.

En ella ha reflexionado sobre la figura de este profeta y ha subrayado que la oración y la caridad hacia el prójimo “van de la mano”.

 

 

 

 

Nuestra Señora del Rosario: “Redescubrir” la oración mariana

Saludos del Papa en la audiencia general

octubre 07, 2020 13:19

Audiencia General

(zenit – 7 oct. 2020).- Dado que hoy la Iglesia celebra la advocación de Nuestra Señora del Rosario, el Papa Francisco se ha referido varias veces a esta fiesta y al rezo del Rosario en sus saludos a los peregrinos de distintas lenguas durante la audiencia general.

De este modo, en sus palabras a los francófonos, el Santo Padre ha pedido, por la intercesión de Nuestra Señora del Rosario, “la gracia de ser hombres y mujeres íntegros y dignos de fe, para que, en la oración, el Señor nos una a cada uno en su vida y nos dé paz y serenidad”.

“La fiesta de Nuestra Señora del Rosario de hoy nos recuerda la importancia de la oración contemplativa. Mientras meditamos en los misterios de la salvación, se nos revela cada vez más el rostro del propio amor de Dios que estamos llamados a contemplar en la eternidad. Que Nuestra Señora sea nuestra guía segura en el camino hacia el Señor”, dijo después a los visitantes de lengua alemana.

 

Rezo del Rosario

Francisco también invitó “a tomar el Rosario en vuestras manos todos los días y a levantar los ojos a la Virgen, signo de consuelo y de esperanza segura” en su saludo en portugués.

A los visitantes de lengua árabe, por su parte, los animó también a rezar dicha oración mariana, y “a llevarlo en las manos o en los bolsillos”. Para el Pontífice, el rezo del Rosario “es la más bella oración que podemos ofrecer a la Virgen María; es una contemplación de las etapas de la vida de Jesús Salvador con su Madre María, y es un arma que nos protege del mal y de la tentación”.

Finalmente, en su saludo a los fieles italianos, ha exhortado a todos “a redescubrir, especialmente en este mes de octubre, la belleza del rezo del Rosario, que ha alimentado la fe del pueblo cristiano a lo largo de los siglos”.

 

La oración de Elías

En la audiencia general de hoy, 7 de octubre de 2020, el Obispo de Roma ha retomado la serie de catequesis sobre la oración, proponiendo el ejemplo de “La oración de Elías”.

A lo largo de la misma, subrayó que la oración es, “dejarse llevar por Dios y dejarse también golpear por situaciones malas y tentaciones”, tal y como demuestran también san Pedro y san Pablo, que en su vida contaron con “momentos de júbilo y momentos de abatimiento, de sufrimiento”.

 

 

 

 

Causas de los santos: María Dolores Segarra Gestoso, religiosa española

Fundadora de las Misioneras de Cristo Sacerdote

octubre 07, 2020 15:27

Testimonios

(zenit – 7 oct. 2020).- Las virtudes heroicas de la sierva de Dios María Dolores Segarra Gestoso (1921-1959), fundadora de las Hermanas Misioneras de Cristo Sacerdote, fueron reconocidas por el Papa Francisco el 29 de septiembre de 2020. El reconocimiento de un milagro abriría la puerta a su beatificación.

El Papa ha aprobado la publicación de 4 decretos de la Congregación para las Causas de los Santos sobre un milagro atribuido a la intercesión de una laica italiana, el martirio de cuatro sacerdotes españoles y las “virtudes heroicas” de dos religiosas española.

María Dolores Segarra Gestoso nació el 15 de marzo de 1921 en Melilla (España). Era la tercera de siete hermanos en la familia y se destacó desde sus primeros años por su generosidad hacia los pobres y su amor por la Eucaristía y la Virgen, como leemos en su biografía en español publicada por las Hermanas Misioneras de Cristo Sacerdote.

Desde muy joven se dedicó a obras de caridad en varias ciudades de España, viajando con su padre, que era soldado.

A pesar de su creciente deseo de consagrarse a Dios como religiosa, María Dolores no encontró la congregación “que llevaba en su alma” con líneas muy definidas: oración, sacrificio, “santidad de los sacerdotes” y un “apostolado directo a las almas en colaboración con la jerarquía”.

Fiel a “este espíritu sacerdotal al que se sintió fuertemente llamada por el Señor, y después de muchos sufrimientos e incomprensiones”, comenzó, en 1955, a organizar su congregación bajo la dirección espiritual de Mons. Sebastián Carrasco Jiménez, su antiguo párroco y más tarde vicario general de Málaga.

El 4 de octubre de 1957, la Pía Unión de los Misioneros de Cristo Sacerdote fue aprobada por la diócesis de Guadix-Baza. Esta vocación específica se basaba en dos frases evangélicas: “Me santifico por ellos” (Jn 17, 19) y “Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt 9, 37-38).

María Dolores siempre aspiró a seguir los pasos de Cristo: “El alma que ama lo hace todo para unirse al Señor y amarlo”, dijo. Todo, absolutamente todo, puede transformarse en algo nuevo, efectivo para las almas, cuando el celo por la gloria de Dios reina en el corazón”.

Su espiritualidad se refleja en esta frase: “Nuestra vocación es la de la entrega total. Esta exige que todos los actos de mi día, todas las oraciones, todos los sacrificios, en una palabra: TODO, se dirijan a una meta: la gloria de Dios en la santificación de los sacerdotes para el bien de las almas”.

María Dolores estuvo al frente de su Congregación solo 16 meses: murió en Granada el 1 de marzo de 1959 por una enfermedad hepática crónica, cuando aún no tenía 38 años.

Su cuerpo reposa en la cripta del colegio Santa María de Las Rozas, en Madrid, España.

Con la autorización de la Sede Apostólica, concedida el 11 de junio de 1969, monseñor Casimiro Morcillo, arzobispo de Madrid-Alcalá, erigió la Pía Unión de los Misioneros de Cristo Sacerdote como Congregación de Derecho Diocesano. Actualmente está presente en Madrid, A Coruña, Granada, Cáceres, Guadix y Perú, con apostolados muy diversos.

 

 

 

 

Tercera Jornada de las Catacumbas: “¡Qué paraíso!”

El próximo 10 de octubre

octubre 07, 2020 18:00

Ciudad del Vaticano

(zenit – 7 oct. 2020).- La tercera Jornada de las catacumbas, titulada “¡Qué paraíso!”, se celebrará en línea el 10 de octubre de 2020, informa un comunicado de la Pontificia Comisión de Arqueología Sagrada.

La Jornada será inaugurada y clausurada por el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura y de la Pontificia Comisión de Arqueología Sagrada.

“En el contexto del año de reflexión sobre la encíclica Laudato si’, propuesto por el Papa Francisco cinco años después de la publicación del primer documento del Magisterio sobre temas ambientales”, se lee en la nota, “queremos evocar la visión de la naturaleza tal como se encuentra en las catacumbas cristianas, en los frescos y en los relieves de mármol”.

Estas representaciones artísticas “nos llevan de vuelta al jardín de los orígenes, al Edén y, al mismo tiempo, al Paraíso, al reino de los benditos”.

Los cristianos de la antigüedad, continúa el texto, “imaginaron el destino final de la humanidad en un contexto celestial, donde reina la plena armonía con la creación, con todas las criaturas, donde la belleza original de la creación se recrea y se propone como meta final del camino de la vida sostenida por la fe en el Resucitado”.

En el programa de estas jornadas: varios talleres, incluso para niños, una exposición virtual del artista Max Serradifalco, así como intervenciones de arqueólogos y periodistas.

 

 

 

 

Monseñor Felipe Arizmendi: “Vacunas con fetos abortados”

Contra la COVID-19

octubre 07, 2020 08:46

Análisis

Monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas, y responsable de la Doctrina de la Fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano, reflexiona sobre el tema de la experimentación con fetos abortados en las vacunas contra el coronavirus.

 

VER

Una de las vacunas que probablemente estarán más pronto disponibles en nuestro país para combatir el SARS-CoV-2, que ha generado la pandemia por el COVID-19, es la Astra/Zéneca, producida por la Universidad de Oxford; sin embargo, es una vacuna que, en sus componentes, tiene células que provienen de abortos humanos provocados hace muchos años. ¿Podemos usarla, con conciencia tranquila? ¿O con ella estamos alentando nuevos abortos, cooperando con el asesinato de nuevos fetos humanos?

 

PENSAR

La Congregación para la Doctrina de la Fe y la Pontifica Academia para la Vida han emitido documentos que nos iluminan al respecto. Son organismos de la Iglesia que colaboran con el Papa en el estudio y la orientación sobre muchas cuestiones que tienen que ver con la fe y la moral, para que el Sucesor de Pedro nos confirme en la fe, como le encomendó Jesús.

La postura cristiana es muy clara, de acuerdo al mandato divino: “No matarás”. Por tanto, nunca será moralmente lícito aceptar el aborto voluntariamente procurado y realizado, ni siquiera en casos de violación o malformación del feto. Aunque las leyes civiles lo acepten, un creyente nunca lo legitimará. Hay que defender los derechos de las mujeres, hay que luchar contra los feminicidios, hay que neutralizar a los violadores, pero nunca destruir una vida humana en el seno materno, aunque sea microscópica. Es un ser humano, inocente e indefenso, con todos los derechos. Esto no es ir contra los derechos de las mujeres, sino saber armonizar sus derechos con los del fruto de su vientre. Si no desean tener a su hijo, que lo dejen nacer y lo entreguen en adopción, pero nunca ser asesinas de sus propios hijos.

Sin embargo, en el caso de que la única vacuna que tengamos a disposición para liberarnos del contagio por el SARS-CoV-2 sea producto de células obtenidas de fetos abortados hace tiempo, la Pontifica Academia para la Vida nos dice que podemos disponer de ella temporalmente, advirtiendo siempre que no estamos de acuerdo con el aborto y que se deben buscar otras vacunas que no tengan ese origen. Si la única vacuna para prevenirnos del contagio de este coronavirus es una que tenga ese origen, la podemos usar con conciencia tranquila. Si hay otras que no tengan ese origen, las debemos preferir. Esto no es cooperar con el mal, con el aborto, sino cuidar la vida, que es un bien primordial. Es como una legítima defensa contra un virus agresor. Yo seré de los que acepten ser vacunados por una de estas vacunas, mientras no haya otras disponibles.

En el documento de esa Pontificia Academia “Reflexiones morales sobre las vacunas preparadas a partir de células derivadas de fetos humanos abortados”, del 5 de junio de 2005, se dice: “Con respecto a las enfermedades contra las que no existan vacunas alternativas que estén disponibles y sean éticamente aceptables, debe abstenerse de utilizar estas vacunas, si ello puede hacerse sin causar a los niños, e indirectamente a la población como un todo, riesgos significativos para su salud. Sin embargo, si los niños pueden ser expuestos a daños de su salud considerables, las vacunas cuyo uso plantea problemas morales pueden ser utilizadas temporalmente”. Lo que en ese año se decía sobre niños, es aplicable a la situación actual, para el resto de la población.

En otro documento titulado “Nota acerca del uso de las vacunas”, del 31 de julio de 2017, la misma Academia Pontificia dice que “las líneas celulares actualmente utilizadas se obtuvieron de abortos provocados hace mucho tiempo y que, por tanto, una evaluación ética negativa de su uso no es fácil de establecer… Las líneas celulares actualmente utilizadas son muy lejanas de los abortos originales, y no implican más aquella relación de cooperación moral indispensable para la valoración éticamente negativa en su utilización… Las características técnicas de la producción de las vacunas más comúnmente utilizadas en la infancia, nos llevan a excluir que existe una cooperación moralmente relevante entre quienes usan estas vacunas hoy en día y la práctica del aborto voluntario. Por lo tanto, creemos que todas las vacunas recomendadas clínicamente pueden usarse con la conciencia tranquila y que el uso de tales vacunas no significa algún tipo de cooperación con el aborto voluntario… El mal, en sentido moral, está en las acciones, no en las cosas o en la materia en cuanto tal”. Es decir, el aborto original fue un asesinato, un pecado grave, pero las líneas celulares obtenidas a partir de él pueden ayudar a salvar vidas; de la muerte, se puede sacar vida. Nunca estaremos de acuerdo con matar a seres inocentes; pero esos inocentes pueden dar vida a miles de gentes.

 

ACTUAR

Pidamos a Dios que pronto se encuentre una vacuna eficaz contra este coronavirus, y que ojalá no sea producto, ni siquiera lejano, de células de abortos provocados; pero si no hay otra disponible, haciendo todas las advertencias anteriormente dichas, podemos aceptarla. Que el Espíritu nos ilumine, a nosotros, a los investigadores y a nuestras autoridades, para que siempre seamos cuidadores responsables de toda vida humana, la que está en gestación en el seno materno, y la que ahora está en peligro de muerte por el virus.

 

 

 

 

Oficina de las Celebraciones Litúrgicas: El Papa nombra dos nuevos consultores

Un sacerdote y una religiosa

octubre 07, 2020 17:43

Ciudad del Vaticano

(zenit – 7 oct. 2020).- El Santo Padre ha nombrado como consultores de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice a los reverendos: Pedro Angelo Muroni, sacerdote y decano de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Urbaniana de Roma y sor Katia De Simone, funcionaria de la Secretaría de Estado y experta en Liturgia.

Así ha informado hoy, 5 de octubre de 2020, la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

Según la Constitución Apostólica Pastor Bonus, del 28 junio de 1988, incumbe a esta Oficina preparar todo lo que sea necesario para las celebraciones litúrgicas y las otras sagradas celebraciones, las cuales preside, participa o asiste el Papa, o en su nombre o su orden, un cardenal o un prelado, y dirigirlas según las prescripciones vigentes del derecho litúrgico.

 

 

 

 

San Hugo de Génova, 8 de octubre

Miembro destacado de la Orden de Malta

octubre 07, 2020 08:37

Testimonios

 

“Miembro destacado de la Orden de Malta, combatiente de la tercera Cruzada, gran asceta que tuvo el don de realizar numerosos milagros en Génova, donde es muy venerado”

Hugo Canefri es uno de los más destacados miembros de la Orden de Malta, a la que pertenecía, y particularmente venerado en Génova. Vino al mundo en Castellazzo Bormida, Alessandría, Italia. No existe unanimidad en la fecha; algunos la sitúan en 1148 y otros en 1168.  Ésta última quizá sea la más verosímil toda vez que existe constancia de que ese año su ilustre familia participó en la fundación de Alessandría iniciada entonces. Su padre era Arnoldo Canefri. Su madre Valentina Fieschi era hija del conde Hugo di Lavagna, y hermana de Sinibaldo di Fieschi (pontífice Inocencio IV). El peso de su apellido era de gran envergadura. Su abuelo paterno había donado importantes sumas a la iglesia de S. Andrea di Gamondio. Además, tenía entre los suyos personas destacadas en los estamentos sociales, muy reputadas por su valía y alta responsabilidad tanto a nivel eclesiástico como civil, nada menos que condes, reyes, fundadores y santos… Aparte de ello, no se proporciona información sobre su infancia y adolescencia.

Los datos que se poseen se deben al arzobispo de Génova, Ottone Ghilini, paisano y contemporáneo suyo, que había pasado por las sedes de Alessandría y de Bobbio. Fue el papa Gregorio IX quien lo trasladó a Génova y al instruir el proceso canónico de Hugo, sintetizó por escrito su virtuosa vida, dando cuenta de sus milagros. Lo que se puede decir de él con más certeza arranca de la época en la que fue elegido caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén (Orden de Malta), aunque en esa época sus miembros eran conocidos como hospitalarios y sanjuanistas. Todo parece indicar que Hugo no debió ser ordenado sacerdote, pero sí vistió el conocido hábito que en su tiempo se distinguía por su color negro con una cruz blanca de ocho puntas en alusión a las ocho bienaventuranzas; el hábito cambió de color algunos años después de su fallecimiento.

Las cruzadas contra los infieles se hallaban entonces en su apogeo. Eran muchos los que se integraban en los ejércitos que partían para liberar Tierra Santa del dominio de los enemigos de la fe cristiana. Después de la conquista de Jerusalén por Godofredo de Bouillón en 1099, el hospicio (hubo varios y de distintas nacionalidades) construido junto al Santo Sepulcro para la atención de los peregrinos, que había sido dedicado a san Juan, fue donado por el califa de Egipto, Husyafer, al beato Gerardo de Tenque, fundador de la Orden de Malta. Tras esta primera Cruzada se convirtió no solo en el lugar donde iban a sanar sus heridas los caballeros cruzados que lucharon en combate, sino que fue el origen del nacimiento de la Orden puesta bajo el amparo del pontífice Pascual II, a petición de fray Gerardo. Cuando Hugo nació, el papa Calixto II ya le había concedido nuevos privilegios, y el Gran Maestre Gilbert d’Assailly, el quinto, gozaba de gran prestigio. Esta Orden de caballería estaba integrada por seculares y también por los caballeros que habían emitido votos y tenían como objetivo la tuitio fidei et obsequium pauperum (la defensa de la fe y la ayuda a los pobres, a los que sufren), dedicándose a las tareas de enfermería. Además, los capellanes, que eran «una tercera clase», se ocupaban del servicio divino.

Pues bien, Hugo fue uno de los ilustres combatientes en Tierra Santa. Participó en la tercera Cruzada junto a Conrado di Monferrato y al cónsul de Vercelli, Guala Bicchieri. Y al regresar de estas campañas, fue designado capellán de la Encomienda del hospital de san Giovanni di Pré, en Génova. Desde ese momento, la vida del santo, alejado de las armas, se centró en la oración y en el ejercicio de la caridad con los enfermos y marginados que acudían al hospital, además de los peregrinos que iban y venían de Tierra Santa. A los enfermos los asistió procurándoles consuelo humano, espiritual y económico. Cuando fallecían, les daba sepultura con sus propias manos. Pero uno de los rasgos representativos y más loados de su espiritualidad, junto a su amabilidad, modestia y piedad, fue su fe. Con ella era capaz, como dice el evangelio, de trasladar montañas.

Entre otros milagros que se le atribuyen se halla el acaecido un día de intensísimo calor. Hubo un problema con el suministro del agua, y las lavanderas del hospital se veían obligadas a recorrer un intrincado camino para proveerse de ella. Sus lamentos fueron escuchados por Hugo, quien se apresuró a atenderlas. Entonces le rogaron que pidiese a Dios un milagro, y él les recomendó que rezasen. Pero a las mujeres les faltaba fe, y pronto su lamento se tornó en exigencia: él era el único que podía arrebatar esa gracia; ellas estaban cansadas de tanto trabajo en medio del sofocante calor. No le agradó a Hugo su propuesta, pero en aras de la caridad hizo lo que le pedían, y después de orar y de realizar la señal de la cruz obtuvo de Dios el bien que solicitaban. También se le atribuye el rescate de una nave que se hallaba a punto de naufragar, logrado con su oración, y la mutación del agua en vino, que se produjo en un banquete, al modo que hizo Cristo en las bodas de Caná. Otros fenómenos místicos que se producían a veces mientras oraba o se hallaba en Misa, momentos en los que podía entrar en éxtasis, fueron visibles para otras personas, entre ellas el arzobispo de Génova, Otto Fusco.

Hugo fue un penitente de vida austera (su lecho era una tabla situada en el sótano del centro hospitalario), que vivió entregado a la mortificación y al ayuno. Su muerte se produjo en Génova hacia el año 1233, un 8 de octubre. Sus restos fueron enterrados en la primitiva iglesia en la que residía, sobre la que se erigió la de San Giovanni di Pré donde hoy día continúan venerándose.