Servicio diario - 08 de julio de 2020


 

Homilía del Papa en el 7º aniversario de su viaje a Lampedusa
Rosa Die Alcolea

Funeral de Georg Ratzinger: Carta de despedida de Benedicto XVI
Rosa Die Alcolea

COVID-19: Los obispos españoles animan a participar en persona a la Misa
Rosa Die Alcolea

Consejo para el Diálogo Interreligioso: El Papa incluye a 22 miembros
Rosa Die Alcolea

Fondo de Emergencia Coronavirus: Un vicariato misionero en medio del Caribe
ZENIT Staff

Perú: El Papa nombra vicario de Yurimaguas al padre Jesús Aristín Seco
Rosa Die Alcolea

Monseñor Felipe Arizmendi: “La nueva normalidad del corazón”
Felipe Arizmendi Esquivel

Santa Paulina del Corazón Agonizante de Jesús, 9 de julio
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

Homilía del Papa en el 7º aniversario de su viaje a Lampedusa

“Todo cuanto hicisteis… a mí me lo hicisteis”

julio 08, 2020 12:10

Papa Francisco

(zenit – 8 julio 2020).- “Todo cuanto hicisteis… a mí me lo hicisteis”: El Papa Francisco ha recordado esta mañana, 8 de julio de 2020, en la celebración de la Santa Misa, su viaje a Lampedusa, la isla situada entre Túnez e Italia, hace siete años, en homenaje a las víctimas de los naufragios en las peligrosas travesías de tantos migrantes por el Mediterráneo.

En su homilía, el Santo Padre ha invocado el pasaje de Mateo 25,40: “En verdad os digo, que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”, señalando que esta advertencia “es hoy de gran actualidad” y ha remarcado: “Todo cuanto hicisteis…”, “para bien o para mal”.

Esta enseñanza ser para nosotros “punto fundamental de nuestro examen diario de conciencia, eso que hacemos todos los días”, ha indicado Francisco. “Pienso en Libia, en los campos de detención, en los abusos y en la violencia que sufren los migrantes, en los viajes de esperanza, en los rescates y en los rechazos”.

Asimismo, el Santo Padre ha hecho referencia al Salmo 104: “Buscad continuamente el rostro del Señor. Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro”. El Pontífice ha recordado que “este encuentro personal con Jesucristo también es posible para nosotros, discípulos del tercer milenio”, y ha exhortado a reconocer el rostro del Señor “en el rostro de los pobres, de los enfermos, de los abandonados y de los extranjeros que Dios pone en nuestro camino”.

Debido a la actual situación sanitaria, sólo han participado en la Eucaristía los trabajadores de la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.

A continuación, sigue la homilía del Papa Francisco en la Misa celebrada en Santa Marta por el 7º aniversario de su viaje a Lampedusa.

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Homilía del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas:

El salmo responsorial de hoy nos invita a una búsqueda constante del rostro del Señor: “Buscad continuamente el rostro del Señor. Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro” (Sal 104) . Esta búsqueda constituye una actitud fundamental en la vida del creyente, que ha entendido que el objetivo final de la existencia es el encuentro con Dios.

La búsqueda del rostro de Dios es una garantía del éxito de nuestro viaje en este mundo, que es un éxodo hacia la verdadera Tierra prometida, la Patria celestial. El rostro de Dios es nuestra meta y también es nuestra estrella polar, que nos permite no perder el camino.

El pueblo de Israel, descrito por el profeta Oseas en la primera lectura (cf. 10,1-3.7-8.12), en ese momento era un pueblo extraviado, que había perdido de vista la Tierra prometida y deambulaba por el desierto de la iniquidad. La prosperidad y la riqueza abundante habían alejado del Señor el corazón de los israelitas y lo habían llenado de falsedad y de injusticia.

Es un pecado del cual nosotros, cristianos de hoy, tampoco estamos exentos. “La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace insensibles al grito de los otros, nos hace vivir en pompas de jabón, que son bonitas, pero no son nada, son la ilusión de lo fútil, de lo provisional, que lleva a la indiferencia hacia los otros, o mejor, lleva a la globalización de la indiferencia” (Homilía en Lampedusa, 8 julio 2013).

La exhortación de Oseas nos llega hoy como una invitación renovada a la conversión, a volver nuestros ojos al Señor para ver su rostro. El profeta dice: “Sembrad con justicia, recoged con amor. Poned al trabajo un terreno virgen. Es tiempo de consultar al Señor, hasta que venga y haga llover sobre vosotros la justicia” (10,12).

La búsqueda del rostro de Dios está motivada por el anhelo de un encuentro personal con el Señor, un encuentro con su inmenso amor y su poder salvador. Los doce apóstoles, de quienes nos habla el Evangelio de hoy (cf. Mt 10,1-7), tuvieron la gracia de encontrarlo físicamente en Jesucristo, Hijo de Dios encarnado. Él los llamó por su nombre, uno a uno, (lo hemos escuchado) mirándolos a los ojos; y ellos contemplaron su rostro, escucharon su voz, vieron sus prodigios. El encuentro personal con el Señor, un tiempo de gracia y salvación, lleva a la misión. Mientras iban de camino, Jesús les exhortó: “Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos” (v. 7).

Este encuentro personal con Jesucristo también es posible para nosotros, discípulos del tercer milenio. Cuando buscamos el rostro del Señor, podemos reconocerlo en el rostro de los pobres, de los enfermos, de los abandonados y de los extranjeros que Dios pone en nuestro camino. Y este encuentro también se convierte para nosotros en un tiempo de gracia y de salvación, confiriéndonos la misma misión encomendada a los apóstoles.

Hoy se cumple el séptimo aniversario de mi visita a Lampedusa. A la luz de la Palabra de Dios, quisiera reiterar lo que dije a los participantes en el encuentro “Libres del miedo”, en febrero del año pasado: “El encuentro con el otro es también un encuentro con Cristo. Nos lo dijo Él mismo. Es Él quien llama a nuestra puerta hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo y encarcelado, pidiendo que lo encontremos y ayudemos, pidiendo poder desembarcar. Y si todavía tuviéramos alguna duda, esta es su clara palabra: ‘En verdad os digo, que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’ (Mt25,40)”.

“Todo cuanto hicisteis…”, para bien o para mal. Esta advertencia es hoy de gran actualidad. Todos deberíamos tenerlo como punto fundamental de nuestro examen diario de conciencia, eso que hacemos todos los días. Pienso en Libia, en los campos de detención, en los abusos y en la violencia que sufren los migrantes, en los viajes de esperanza, en los rescates y en los rechazos. “Todo cuanto hicisteis… a mí me lo hicisteis”.

Recuerdo aquel día, hace siete años, justo al sur de Europa, en aquella isla… algunos me contaban sus propias historias, cuanto habían sufrido para llegar allí. Y había intérpretes. Uno contaba cosas terribles en su propio idioma, y el intérprete parecía traducir bien; pero hablaba mucho y la traducción era corta. “Bueno – pensé – puedes ver que este lenguaje tiene giros más largos para expresarse”.

Cuando regresé a casa, al mediodía, por la tarde, en la recepción, había una señora –que Dios la tenga en su gloria, ya ha partido—que era hija de etíopes. Entendía el idioma y vio el encuentro en la televisión. Y me dijo esto: “Mire, lo que le dijo el traductor etíope no es ni siquiera la cuarta parte de la tortura, el sufrimiento, por el que pasaron”. Me dieron la versión “destilada”. Esto sucede hoy con Libia: nos dan una versión “destilada”. La guerra es mala, lo sabemos, pero no podéis imaginar el infierno que se está viviendo allí, en esos campos de prisioneros. Y esta gente vino sólo con la esperanza de cruzar el mar.

Que la Virgen María, Solacium migrantium (Ayuda de los migrantes), nos haga descubrir el rostro de su Hijo en todos los hermanos y hermanas obligados a huir de su tierra por tantas injusticias que aún afligen a nuestro mundo.

 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

 

Funeral de Georg Ratzinger: Carta de despedida de Benedicto XVI

El papa emérito siguió la Misa en streaming

julio 08, 2020 18:20

Papas

(zenit –8 julio 2020).- El papa emérito Benedicto XVI ha seguido desde el Vaticano la transmisión en directo del funeral de su hermano Georg Ratzinger —fallecido el pasado 1 de julio–, celebrada este miércoles, 8 de julio, en la Catedral de Ratisbona.

La Santa Misa fue presidida por el obispo de Ratisbona, Rudolf Voderholzer, y concelebrada por el secretario privado de Benedicto XVI, monseñor Georg Gänswein, quien visiblemente emocionado leyó una carta escrita por el papa Benedicto a su difunto hermano.

“Que Dios te pague, querido Georg, por todo lo que has hecho, sufrido y me has dado”, escribió Joseph Ratzinger, de 93 años, en la carta fechada el 7 de julio, y dirigida al obispo Rudolf Voderholzer de Ratisbona, en homenaje a su querido hermano mayor, Georg, fallecido a las 96 años.

Recientemente, el papa emérito viajó a Ratisbona a visitar a su hermano, consciente de que estaba cerca su hora de partida. Benedicto XVI escribe en su mensaje de despedida: “Él no pidió mi visita. Pero sentí que era hora de ir a él de nuevo. Por esta señal interior que el Señor me ha dado, estoy profundamente agradecido”.

Y recuerda: “Cuando nos despedimos en la mañana del 22 de junio, justo antes del vuelo de regreso a Roma, ambos entendimos que sería una partida de este mundo para siempre. Pero también sabíamos que Dios, que nos ha dado esta unión en este mundo también reina en el otro mundo y nos dará una nueva unión”. Se lee en la carta. Oramos por su eterno descanso”.

Al comienzo del Réquiem, el obispo de Ratisbona, Mons. Voderholzer, había recordado una vez más la sorprendente visita de Benedicto al lecho de enfermo de su hermano mayor del 18 al 22 de junio. “Este signo de humanidad emocionó a muchos. Razón de más para compartir tu dolor”, dijo.

El Réquiem fue transmitido en la página web de la diócesis desde la catedral de Ratisbona. Además del secretario privado de Benedicto XVI, concelebró la Eucaristía el nuncio apostólico en Alemania, el arzobispo Nikola Eterovic, y participaron el ex obispo de Ratisbona, el cardenal Gerhard Ludwig Müller, el cardenal Reinhard Marx, de Munich y el obispo Gregor Maria Hanke, de Eichstätt. El servicio fúnebre fue organizado musicalmente por una escuela de 16 antiguos alumnos del coro de la Catedral.

 

 

 

 

COVID-19: Los obispos españoles animan a participar en persona a la Misa

Encuentro de la Comisión Permanente

julio 08, 2020 15:14

Iglesia Local

(zenit – 8 julio 2020).- Finalizado el estado de alarma y modificadas las circunstancias, los obispos españoles animan al pueblo de Dios a participar de manera presencial en la celebración de la Misa, especialmente el domingo, con las prudentes medidas de prevención de contagios, y proponen a las diócesis restablecer la obligatoriedad del precepto dominical.

Por ello, la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) recomienda a los obispos, teniendo en cuenta las circunstancias de sus diócesis, “proponer el criterio habitual de la Iglesia respecto a la participación de los fieles en la Misa dominical recogido en el Catecismo de la Iglesia Católica (2180-2183)”, ha indicado la Oficina de Información de la CEE, es decir,

Los obispos así lo han acordado en el encuentro de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal, reunida en Madrid los días 6 y 7 de julio de 2020, por primera vez después de la renovación de cargos en la Asamblea Plenaria que tuvo lugar del 2 al 6 de marzo.

 

Ayuno eucarístico

El confinamiento decretado con la declaración del estado de alarma ha llevado consigo la paralización de muchas actividades pastorales y la suspensión de la convocatoria pública de la celebración de la Eucaristía, como consecuencia de la recomendación sanitaria y gubernamental de permanecer en casa.

“El pueblo de Dios ha vivido un sorprendente ayuno eucarístico que ha avivado el deseo del encuentro con el Señor en la escucha de la Palabra, en la oración doméstica y en el servicio a los pobres”, describen. “Incluso las celebraciones a través de los medios nos han ayudado a reconocernos como pueblo de la Eucaristía que experimenta que sin el Domingo no puede vivir”.

Por lo que determinan que este nuevo impulso prudente por la pandemia que permanece entre nosotros, “ha de recordar la llamada a todo fiel católico a participar, de manera presencial, en la celebración común de la Eucaristía dominical como testimonio de pertenencia y fidelidad a Cristo y a su Iglesia”.

 

Funeral por las víctimas de COVID-19

Los obispos de la Comisión Permanente se trasladaron el lunes 6 de julio a la catedral de Santa María la Real de la Almudena de Madrid para concelebrar en la Misa funeral por los fallecidos a causa de la pandemia.

La Eucaristía fue presidida por el cardenal Carlos Osoro Sierra, arzobispo de Madrid y vicepresidente de la Conferencia Episcopal. Asistieron los reyes de España, D. Felipe VI y Dña. Letizia, la princesa de Asturias, Dª Leonor de Borbón, y la Infanta Dª Sofía de Borbón, así como diversas autoridades del Estado y representantes de otras confesiones religiosas.

 

Congreso de Laicos

El presidente de la Comisión Episcopal para los Laicos, Mons. Carlos Escribano ha informado, junto al director del Secretariado de la Comisión, Luis Manuel Romero sobre el resultado y el trabajo realizado durante este tiempo para poner en marcha las conclusiones de la ponencia final del Congreso de Laicos “Pueblo de Dios en Salida” que se celebró el pasado mes de febrero.

Se ha presentado una guía de trabajo que recoge las aportaciones que se hicieron en el Congreso de laicos enmarcadas en el contexto teológico y antropológico. Tomando como punto de partida este trabajo, se ha hecho una propuesta metodológica sobre como hacer el postcongreso siguiendo los cuatro itinerarios que lo marcaron: primer anuncio, acompañamiento, proceso formativo y presencia en la vida pública. La Comisión Permanente  ha acordado la creación de un consejo asesor de laicos que asesoren sobre el modo de llevar adelante todas estas iniciativas.

En otro orden de cosas, la Comisión Episcopal para los Laicos y Familia y vida y la Comisión de Pastoral Social y Promoción Humana, ha presentado el borrador de una nota pastoral con motivo de la celebración los próximo días 25 y 26 la Jornada por los afectados de la pandemia, poniendo una mirada especial en la situación de los ancianos que han sufrido las consecuencias más dramáticas de esta situación. La posibilidad de un documento pastoral sobre la ancianidad en la sociedad y en la Iglesia se seguirá estudiando en la Comisión Episcopal.

 

 

 

 

Consejo para el Diálogo Interreligioso: El Papa incluye a 22 miembros

De los cinco continentes

julio 08, 2020 19:38

Dicasterios

(zenit – 8 julio 2020).- El Santo Padre ha incluido a 22 nuevos miembros de los cinco continentes en el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, según ha informado este 8 de julio de 2020 la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

El Consejo Vaticano fomenta y regula las relaciones con los miembros y grupos de las religiones que no estén consideradas bajo el nombre de cristianas, y también con los que de alguna forma tienen un sentido religioso.

Promueve estudios y reuniones para que haya un mutuo conocimiento y estima y se colabore en la promoción de la dignidad del hombre y de sus valores espirituales y morales.

 

Miembros de Asia

De Asia, el Papa Francisco, ha contado con once pastores:

El cardenal Luis Antonio G. Tagle, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (Vaticano); Mons. Louis-Marie Ling Mangkhanekhoun, vicario apostólico de Vientiane (Laos); Ignatius Suharyo Hardjoatmodjo, arzobispo de Yakarta y Ordinario militar de Indonesia; Félix Anthony Machado, arzobispo-obispo de Vasai (India)

Mark Tin Win, arzobispo de Mandalay (Myanmar); Paul Yoshinao Otsuka, obispo de Kyōto (Japón); Thomas Chung An-zu, obispo de Kiayi (Taiwan); Raphy Manjaly, obispo de Allahabad (India); William Hanna Shomali, obispo titular de Lidda (Tierra Santa); Denis Chidi Isizoh, obispo titular de Legia; y Joseph Đình Đúc Đao, Obispo de Xuân Lôc (Vietnam).

 

África

Por otro lado, del continente africano, el Pontífice ha elegido al arzobispo de Bangui (República Centroafricana), Mons. Dieudonné Nzapalainga, y a Mons. Paul Desfarges, arzobispo de Argel (Argelia).

 

Europa

Del mismo modo, seis son los miembros de Europa: Jean-Claude Höllerich, arzobispo de Luxemburgo (Luxemburgo); Michael Czerny, subsecretario de la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral (Vaticano); George Frendo, arzobispo de Tiranë-Durrës (Albania); Patrick Joseph McKinney, obispo de Nottingham (Inglaterra); Jean-Marc Aveline, arzobispo de Marsella (Francia); Ambrogio Spreafico, obispo de Frosinone-Veroli-Ferentino (Italia),

 

América y Oceanía

Asimismo, el Papa ha includio a un miembro de Australia: el obispo de Bathurst, Mons. Michael Joseph McKenna, así como de Canadá: Monseñor Lawrence Huculak, arzobispo de Winnipeg de los Ucranianos, y de Estados Unidos: James Massa, obispo titular de Bardstown.

 

 

 

 

Fondo de Emergencia Coronavirus: Un vicariato misionero en medio del Caribe

San Andrés y Providencia

julio 08, 2020 17:35

Iglesia y Mundo

El vicariato apostólico de San Andrés y Providencia, en Colombia, ha recibido ayudas del Fondo internacional de Obras Misionales Pontificias para el coronavirus: 5.000 euros provienen de la generosidad de los católicos españoles.

Dos islas conforman el vicariato de San Andrés y Providencia, a 150 kilómetros de la costa de Nicaragua y a nada menos que casi 800 kilómetros de la costa colombiana. Dado su aislamiento geográfico, la crisis provocada por la COVID-19 ha sido especialmente dura para estas dos islas.

El vicariato colombiano puso en marcha desde el primer momento un plan social bajo el nombre “#EnPermanenteCaridad”, lo que le permitió llegar a los barrios más afectados, aportando a los más necesitados una ayuda con alimentos y, a su vez, animando “a donar mercado o dinero”. Un plan que ha sido posible gracias a innumerables personas de buen corazón que han hecho donaciones a la Pastoral Social del vicariato. El obispo, los sacerdotes, religiosas y numerosos laicos han hecho que la voz de la esperanza y la cercanía, además de la caridad concreta no cesaran.

La ayuda que han solicitado al Fondo de Emergencia de las Obras Misionales Pontificias va destinada al “Hogar del Anciano San Pedro Claver”. Se trata de una obra del Vicariato que acoge en estos momentos a 38 ancianos, algunos de ellos sin otro recurso que el cuidado con que son atendidos. Cada año, para sostener este hogar se llevaba a cabo un festival gastronómico con el que se llegaban a recaudar hasta 70 millones de pesos colombianos, unos 17.000 euros, para gastos de personal y mantenimiento general de la residencia. Este año, el coronavirus hace imposible este tipo de actos. Desde el vicariato explican que han recibido apoyo del gobierno con elementos de bioseguridad y alimentación, pero queda el sostenimiento del personal. De alguna manera el fondo se suma a esta cadena de solidaridad que siempre ha mantenido activa el vicariato.

 

Sostener a las Iglesias más jóvenes

El Papa Francisco creó en Semana Santa este Fondo de Obras Misionales ante el coronavirus para los territorios de misión a través de Obras Misionales Pontificias, el instrumento que tiene la Santa Sede para sostener a las Iglesias más jóvenes. Desde ese momento en todo el mundo se comenzaron a recibir donativos para hacerlos llegar a las estructuras e instituciones de la Iglesia, gracias a la capilaridad de Obras Misionales Pontificias, que llega a 1.115 territorios de misión, y sostiene el trabajo de los misioneros y de cada una de las parroquias en estas zonas.

Desde Roma se hacen llegar las órdenes de pago a cada dirección nacional de las Obras Misionales Pontificias, de manera que, como es costumbre en esta institución pontificia, todas las iglesias ayuden a todas las iglesias. A España le ha tocado colaborar con parte de la ayuda al vicariato apostólico de San Andrés y Providencia, y ha enviado 5.000 euros para colaborar con la labor que hace este vicariato misionero.

 

 

 

 

Perú: El Papa nombra vicario de Yurimaguas al padre Jesús Aristín Seco

En la selva amazónica

julio 08, 2020 19:08

Iglesia Local

(zenit – 8 julio 2020).- El Santo Padre ha nombrado vicario del Vicariato Apostólico de Yurimaguas, en la Amazonia de Perú, al padre Jesús María Aristín Seco, religioso de la Congregación de la Pasión de Jesucristo, hasta ahora administrador del mismo vicariato.

Este vicariato, de 72.000 kilómetros cuadrados, es uno de los más extensos del Perú. Llega hasta la frontera del Ecuador, abarcando las dos provincias, la del Datem del Marañón y la de Alto Amazonas.

Desde los años 50 hay un convenio con la prelatura de Moyobamba y se atiende la zona del río Huallaga en los distritos que están por la zona de Barranquita, Yarina… que pertenecen a las provincias de San Martín y Lamas. Es una zona eminentemente agrícola, de gente sencilla y trabajadora, aunque también queda cierta mentalidad recolectora de caza y pesca. La capital, Yurimaguas, ha crecido bastante, ahora son aproximadamente 90.000 habitantes.

 

¿Qué es un vicario apostólico?

El vicariato apostólico, y la prefectura apostólica, es una determinada porción del Pueblo de Dios que, por circunstancias peculiares, aún no se ha constituido como diócesis, y se encomienda a la atención pastoral de un vicario apostólico o de un prefecto apostólico para que la gobierne en nombre del Romano Pontífice, con potestad vicaria.

Estas circunscripciones se erigen sobre todo en territorios que dependen de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, que confía esa pastoral a Iglesias particulares, institutos o sociedades.

 

Jesús María Aristín Seco

El padre Jesús María Aristín Seco, C.P., nació el 25 de diciembre de 1954 en Santa Cecilia del Alcor, Palencia (España). Después de los estudios primarios y secundarios en el Seminario Menor de los Pasionistas de Euba (Vizcaya), estudió Teología en la Universidad de Deusto en Bilbao. Es licenciado en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma y en Psicología Clínica por la Universidad Nacional de Educación (UNED) de Madrid.

Hizo la profesión perpetua el 14 de abril de 1979 en la Congregación de la Pasión de Jesucristo (C.P.). Fue ordenado sacerdote el 23 de septiembre de 1979.

Después de la ordenación sacerdotal ocupó los siguientes cargos: (1981) vicario parroquial en la parroquia de la Pasión, Bilbao; (1980-1983) Estudios en Roma para la licenciatura en Teología; (1984) misionero en Tarapoto, en la Prelatura de Moyobamba, Perú; (1985) vicario parroquial del Triunfo de la Santísima Cruz en Tarapoto, párroco desde el 5 de junio de 1988; (1989) párroco d de San José de Sisa y vicario episcopal para las provincias de San Martín y Lamas; (1992) nuevo encargo en España; (2001-2006) consultor provincial por dos mandatos, secretario de Misiones y procurador Provincial de Misiones en España; (2006-2016) secretario general de Misiones en la Oficina de Solidaridad y Misiones Pasionistas de la Curia General en Roma; desde 2016 administrador apostólico sede vacante et ad nutum Sanctae Sedis del Vicariato Apostólico de Yurimaguas.

 

 

 

 

Monseñor Felipe Arizmendi: “La nueva normalidad del corazón”

“Que el Espíritu Santo nos ayude a convertirnos”

julio 08, 2020 14:21

Análisis

Felipe Arizmendi Esquivel, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas, y responsable de la Doctrina de la Fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano, analiza cada miércoles en zenit un tema de actualidad desde tres claves: Ver, pensar y actuar. Este miércoles, 8 de julio de 2020, el prelado mexicano profundiza en cómo debemos vivir esta “nueva normalidad” una vez que vaya pasando la pandemia por el SARS-CoV-2, que nos trajo la enfermedad COVID-19.

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VER

Nuestros gobiernos y los medios informativos hablan mucho de “la nueva normalidad”, que hacen consistir en la nueva forma de vivir en sociedad, en el comercio, el trabajo, la escuela, el deporte, la calle, una vez que vaya pasando la pandemia por el SARS-CoV-2, que nos trajo la enfermedad COVID-19. Se sugieren medidas más cuidadosas de higiene, “sana distancia”, estornudo “de etiqueta”, uso de mascarillas, etc. Muchas personas han asumido esta nueva forma de socialización con mucha responsabilidad; sin embargo, hay miles a quienes nada les importa, ni su propia salud, ni la de los demás. Su normalidad es la de siempre; su vida para nada ha cambiado, y parece que seguirá igual.

Sin embargo, los contagios llegan cada día más a nuestras pequeñas poblaciones, que parecían inmunes por la distancia de las ciudades y por su menor movilidad social. El presidente municipal de Texcaltitlán, vecino a mi pueblo, que hace poco era considerado “municipio verde” porque no tenía contagios, acaba de avisar en las redes sociales que ya hay ocho enfermos y dos fallecidos por este virus, y por ello han suspendido las fiestas externas del apóstol Santiago y han tomado otras restricciones sanitarias.

Sobre estos asuntos, he recibido un mensaje de Juan Urañavi Yeroqui, un laico indígena de Bolivia, a quien conocí en un encuentro latinoamericano de agentes de pastoral nativos de pueblos originarios que me tocó coordinar en Latacunga, Ecuador, de parte del CELAM, en abril de 2019. Vive muy lejos de Santa Cruz de la Sierra, una de las ciudades más importantes de ese país.

Transcribo lo que me dice: “Le cuento que yo padecí el dolor del virus. Ahora estoy mucho mejor; ya van 22 días. Claro que no llegué al extremo, a Dios gracias. Sin embargo, experimenté la cercanía de muchos mediante las oraciones, su solidaridad con palabras alentadoras y con materiales. Oré mucho también por los que padecen esta pandemia en el mundo, por la protección al cuerpo médico y de limpieza, y por los que están sanos. En mi tierra, distante 300 Km de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, cuyos habitantes en su mayoría son de origen indígena gwarayu, mueren 2 y 3 al día. De mi comunidad, murieron también el Cacique I y su II. Ayer fue sepultado un profesor joven, inquieto de poder ayudar a los otros. ¡Qué dolor, monseñor! Hay muchos enfermos, no hay médico de especialidad, no hay condiciones en los hospitales, no hay medicamento, sino que la mayoría se pudo defender con medicina casera. Gracias a Dios, ya están apareciendo los voluntarios, que de alguna manera están paliando. En fin, monseñor, ¡qué dolor! Al mismo tiempo, vemos el rostro de Dios, mediante la recuperación de nuestro obispo, Mons. Antonio Bonifacio Reimann Panic, que, después de tres meses de lucha contra el coronavirus, pudo presidir la Eucaristía aquí en su sede. ¡Pongámonos en las manos del Dueño Absoluto de nuestra vida!”.

 

PENSAR

Hemos insistido en que esta pandemia no es castigo de Dios, sino una advertencia para que nos convirtamos y no sigamos con nuestra “vieja normalidad”. Así nos enseña Jesús a interpretar los acontecimientos de la vida: “Se presentaron algunos ante Jesús para informarle de que Pilato había asesinado a algunos galileos y mezclado su sangre con los sacrificios que ofrecían. Jesús les respondió: ‘¿Piensan que esto les sucedió a esos galileos porque eran más pecadores que todos los demás? Les aseguro que no, pero, si ustedes no se convierten, entonces morirán de manera semejante. ¿Y piensan que aquellos dieciocho hombres que murieron cuando cayó sobre ellos la torre de Siloé eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, pero si ustedes no se convierten, morirán como ellos’” (Lc 13,1-5).

San Pablo nos enumera varios aspectos en los que deberíamos hacer consistir la nueva normalidad de nuestro corazón: “Quienes ya hemos muerto al pecado, ¿cómo vamos a seguir viviendo en él?… Fuimos sepultados con él en la muerte por el bautismo, para que así como Cristo resucitó de entre los muertos por el glorioso poder del Padre, así también nosotros caminemos en una vida nueva…, pues sabemos que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, para que fuera anulado nuestro cuerpo sometido al pecado… No permitan, por tanto, que el pecado domine en su cuerpo mortal, para no obedecer a sus deseos desordenados… Así como ofrecieron sus miembros al servicio de la impureza y de la maldad hasta la perversión, ofrézcanlos ahora al servicio del don de Dios que los hace justos hasta alcanzar la santificación. Cuando estaban al servicio del pecado, eran libres del don de Dios que los hace justos. ¿Y qué frutos obtuvieron entonces? Frutos de los que ahora se avergüenzan, porque su fin era la muerte. En el presente, en cambio, como ya están libres del pecado y al servicio de Dios, tienen como fruto la santificación y su fin es la vida eterna” (Rom 6,2-22).

La nueva normalidad debería implicar, como exhorta san Pablo, “despojarse de la conducta de antes, la del hombre viejo que se corrompe por los deseos engañosos, a renovar su mente por medio del espíritu y a revestirse del hombre nuevo, creado a imagen de Dios en vista al don que nos hace justos y a la santidad verdadera. Por eso, despojándose de la mentira, que cada uno diga la verdad a su prójimo, porque somos miembros unos de otros. Si llegan a enojarse, no pequen, y que la puesta del sol no los encuentre enojados. No den oportunidad al Diablo. El ladrón, que no robe más; al contrario, que trabaje honestamente con sus propias manos para compartir con el que tiene necesidad. Que ninguna mala palabra salga de la boca de ustedes; lo que digan, que sea provechoso para edificación del que tiene necesidad, y así harán el bien a sus oyentes. Y no entristezcan al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron marcados para ser reconocidos en el día de la redención. Desaparezca de ustedes toda amargura, ira, enojo, insulto, injurias y cualquier tipo de maldad. Sean bondadosos unos con otros, sean compasivos y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó en Cristo” (Ef 4,22-32).

Para que haya nueva normalidad, conviene tener muy en cuenta lo que dice san Pablo a los colosenses: “Si han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Prefieran, pues, los bienes de arriba, no los de la tierra. Porque ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Pero cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces también se manifestarán con él llenos de gloria. Por eso, den muerte a lo que hay de mundano en ustedes: lujurias, impurezas, pasiones desenfrenadas, malos deseos y avaricia, que es una idolatría. Por todo esto sobreviene la ira de Dios sobre los desobedientes. También ustedes se comportaron así cuando antes vivían ese tipo de vida. Pero ahora dejen todo eso: ira, cólera, maldad, injurias y el lenguaje grosero de su boca. No se mientan unos a otros, pues se han despojado del hombre viejo con sus prácticas y se han revestido del hombre nuevo que, mediante el conocimiento, se va renovando conforme a la imagen de su Creador… Como elegidos de Dios, santos y amados, revístanse de entrañas de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia. Acéptense mutuamente y perdónense cuando alguien tenga una queja contra otro. Como el Señor los perdonó, así también ustedes. Y que por encima de todo prevalezca el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta. Y que la paz de Cristo, a la cual han sido llamados para formar un solo cuerpo, sea la que rija en sus corazones. Sean agradecidos. Que la palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza, para que -con toda sabiduría- se enseñen y aconsejen unos a otros, y con un corazón agradecido, canten a Dios salmos, himnos y cánticos inspirados. Por tanto, todo cuanto hagan o digan, háganlo todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (3,1-17).

 

ACTUAR

Que el Espíritu Santo nos ayude a convertirnos, para vivir en una nueva normalidad del corazón.

 

 

 

 

Santa Paulina del Corazón Agonizante de Jesús, 9 de julio

Primera canonizada en Brasil

julio 08, 2020 09:50

Testimonios

 

“Era italiana, pero fue la primera canonizada en Brasil, país en el que multitud de pobres, ancianos, esclavos y enfermos fueron agraciados por su caridad. Fundó las Hermanitas de la Inmaculada Concepción”

Una enferma de cáncer en fase terminal acogida por Amabile fue el origen de la fundación de las Hermanitas de la Inmaculada Concepción, impulsada por esta gran mujer, nacida el 16 de diciembre de 1865 en Vígolo Vattaro, provincia de Trento, Italia. Su escasísima formación no implicaba cortedad de miras. Al contrario. Tuvo la visión de crear la estructura precisa para que los desheredados de cariño, de salud y de recursos materiales, hallaran lo preciso para sobrevivir con la máxima dignidad posible.

Creció en el seno de una familia que se vio obligada a emigrar a Brasil junto a otros compatriotas. Buscaban una mejor calidad de vida, como legítimamente continúan persiguiendo los millones de personas que dejan atrás su país. El largo centenar de italianos que acompañó en este forzado exilio a la familia Wisenteiner llevaba clavado en el corazón las hondas raíces heredadas de sus antepasados. Cuando en 1876 se afincaron en el estado brasileño de Santa Catalina, en Trento, dieron a la nueva ciudad el nombre de Vígolo. Puede que fuese una forma de perpetuar emotivamente los inolvidables lazos que siempre les atarían al lugar que les vio nacer. Entonces Amabile tenía 10 años, y ya había experimentado en su tierra lo que significa trabajar duramente en una fábrica de seda; comenzó a los 8, una edad en la que debería haber estado jugando a las muñecas. Ni qué decir tiene que sus padres no deseaban este futuro para sus hijos.

Alrededor de los 12 años recibió la primera comunión y, con ella, se inició su itinerario espiritual. Primeramente colaboró en la parroquia como catequista de los niños, visitaba a los enfermos y se ocupaba también de mantener aseada la capilla. A ello añadía las tareas del hogar, que atendía ayudando a su madre. Pero ésta murió en un mal parto en 1886, y Amabile, que ya pensaba en la vida religiosa, se encontró con la enorme responsabilidad de cuidar a sus doce hermanos; fue su punto de referencia. Cuando su padre contrajo segundas nupcias tuvo vía libre para cumplir su anhelo.

En 1890, junto a otra amiga que solía visitar enfermos como ella, inició una vida en común de acuerdo con el padre Rossi que asumía la dirección espiritual de ambas. Adquirieron una casa en Nueva Trento y se trazaron un sencillo programa espiritual. Fue allí donde cobijaron y asistieron a la enferma de cáncer. El grupo de mujeres creció movido por la virtud que apreciaban en Amabile, y el padre Rossi y ella juzgaron que era el momento de instituir una Congregación. La fundación fue acogida por el prelado de Curitiba, monseñor Camargo. Tres de sus integrantes, incluida la santa, profesaron en 1895 y ésta tomó el nombre religioso con el que pasaría a la posteridad.

En 1903 se trasladaron a Ipiranga, São Paulo. Desde allí Amabile iba a impulsar la creación de cinco provincias permitiéndole extender su acción caritativa a muchos enfermos y pobres brasileños. Ese año fue elegida superiora general “ad vitam”. Pero surgieron graves problemas internos dentro de la Congregación, y en 1909 el arzobispo monseñor Duarte Leopoldo e Silva la convocó para anunciarle que quedaba destituida. Su director espiritual, el padre Rossi, narró que en ese instante ella “se arrodilló… se humilló… respondió que estaba totalmente dispuesta a entregar la congregación… se ofrecía espontáneamente para servir en la congregación como súbdita”. La respuesta del arzobispo fue: “Viva y muera en la congregación como súbdita”. Su más preciado anhelo era que Dios “fuera conocido, amado y adorado por todos en todo el mundo”; junto a él le preocupaba la pervivencia de la fundación. Para ello siguió refugiada en la oración y en el trabajo, envolviendo en la Eucaristía los sufrimientos. Nadie en el hospicio de San Vicente de Paúl en Bragança Paulista, São Paulo, donde fue destinada a trabajar con los ancianos y los enfermos, pudo conocer la hondura de sus padecimientos. La difamación y las murmuraciones no socavaron su fe ni un ápice. Tampoco mermaron sus esfuerzos. Su ardiente caridad fue recompensada con el afecto, el respeto y la admiración de los que iban conociéndola, muchos de los cuales eran acreedores de sus gestos serviciales, generosos.

En 1918 su sucesora, la superiora general Vicência Teodora, de acuerdo con el arzobispo Don Duarte, la trasladó a Ipiranga, a la casa madre. Su cometido fue asistir a las religiosas que se hallaban enfermas. Fuera de ello pasó el resto de su vida sin notoriedad alguna, orando, llena de fe y de confianza en Dios, sostenida por la Eucaristía. Tenía gran devoción por la Inmaculada y por san José. En una ocasión confió al padre Rossi: “La presencia de Dios me es tan íntima, que me parece imposible perderla, y esta presencia le da a mi alma una alegría que no puedo explicar”.

Era diabética, y a partir de 1938 la enfermedad comenzó a recrudecerse después de lesionarse uno de los dedos de la mano cuando cortaba leña. Se gangrenó y se lo amputaron, pero la necrosis seguía invadiendo el brazo y en una segunda intervención quirúrgica hubo que cercenar su mano. No hubo modo de poner coto definitivo a la gangrena y en una tercera operación seccionaron su brazo derecho. Finalmente, quedó ciega. El 12 de julio de 1940 redactó su testamento espiritual. Lo que decía era fruto de su experiencia: “Sed muy humildes. Confiad siempre y mucho en la Divina Providencia; nunca, jamás, os desaniméis, aunque vengan vientos contrarios. Nuevamente os digo: Confiad en Dios y en María Inmaculada; manteneos firmes y ¡adelante!”. Murió en Ipiranga el 9 de julio de 1942 diciendo: “Hágase la voluntad de Dios”. Juan Pablo II la beatificó el 18 de octubre de 1991. Él mismo la canonizó el 19 de mayo de 2002.