Boletín Diario de Zenit


 

 

Servicio diario - 21 de diciembre de 2020


 

PAPA FRANCISCO
Navidad: Discurso del Papa al Colegio Cardenalicio y la Curia Romana
Larissa I. López
Reflexión sobre la crisis actual

CIUDAD DEL VATICANO
Congregación para la Doctrina de la Fe: Vacunas COVID-19, moralmente aceptables
Larissa I. López
Nota aclaratoria

PAPA FRANCISCO
Navidad: Palabras del Papa a empleados del Vaticano
Larissa I. López
“Redescubrir, contemplar, anunciar”

IGLESIA LOCAL
El Salvador: Arzobispo pide “defender los acuerdos de Paz”
Cristhian Alvarenga
En rueda de prensa

PAPA FRANCISCO
Brunei: Una estatua mariana, regalo para el Papa
Larissa I. López
Homenaje del nuevo cardenal Sim

IGLESIA LOCAL
Estados Unidos: Concierto de Navidad con la Pastoral de Conjunto
Enrique Soros
Organizado por Raíces y Alas 2021

CIUDAD DEL VATICANO
Honduras: Credenciales del nuevo embajador Carlos Cordero
Anne Kurian-Montabone
Audiencia con Francisco

IGLESIA LOCAL
Chile: Conmemoración del Día del Migrante
Gabriel Sales Triguero
Iglesia de Santiago, Incami y Red Clamor

IGLESIA LOCAL
Colombia: El Papa nombra al obispo de Espinal
Redacción zenit
Mons. Miguel Fernando González Mariño

IGLESIA LOCAL
Argentina: El Papa nombra al obispo auxiliar de San Isidro
Redacción zenit
Padre Raúl Pizarro

ANÁLISIS
Teología para Millennials: “El papel de la debilidad”
Mario Arroyo Martínez
A la luz de ‘Patris corde’

TESTIMONIOS
Santa Francisca Javier Cabrini, 22 de diciembre
Isabel Orellana Vilches
Fundadora de las Misioneras del Sagrado Corazón


 

 

 

Navidad: Discurso del Papa al Colegio Cardenalicio y la Curia Romana

Reflexión sobre la crisis actual

diciembre 21, 2020 14:03

Papa Francisco

(zenit – 21 dic. 2020)-. Con ocasión del intercambio de saludos por la Navidad, el Papa Francisco ha recibido en audiencia a los miembros del Colegio Cardenalicio y de la Curia Romana hoy, 21 de diciembre de 2020.

En su discurso, dividido en 10 puntos, el Santo Padre remite a  la observación de la filósofa hebrea, Hanna Arendt, que considera la Navidad como el misterio del nacimiento de Jesús de Nazaret que nos recuerda que los hombres, aunque han de morir, no han nacido para eso sino para comenzar”. Arendt además considera esta verdad luminosa: “El milagro que salva al mundo, a la esfera de los asuntos humanos, de su ruina normal y ‘natural’ es en último término el hecho de la natalidad”.

 

La Navidad de la pandemia

El Papa se refirió a que esta es la Navidad de la pandemia, de la crisis sanitaria, socioeconómica e incluso eclesial que ha lacerado cruelmente al mundo entero: Este flagelo ha sido una prueba importante y, al mismo tiempo, una gran oportunidad para convertirnos y recuperar la autenticidad”.

Asimismo, remitiendo al momento extraordinario de oración por el fin de la pandemia del 27 de marzo, describió el significado de la tempestad que golpea al mundo: La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad…”.

 

El sustento de una comunidad

El Pontífice resalta cómo la Providencia ha permitido que en este tiempo tumultuoso escribiese Fratelli tutti, su tercera encíclica dedicada al tema de la fraternidad y de la amistad social: “Y una gran lección nos llega de los Evangelios de la infancia, donde se narra el nacimiento de Jesús, es la de una nueva complicidad y unión que se crea entre los protagonistas: María, José, los pastores, los magos y todos aquellos que, de un modo u otro, ofrecieron su fraternidad, su amistad para que el Verbo que se hizo carne fuera acogido en las tinieblas de la historia (cf. Jn 1,14)”, apuntó.

Asimismo, recuerda sus palabras al principio de la encíclica: “Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad. Entre todos: ‘He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente’ […]. Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante”.

 

Reflexión sobre la crisis

Para el Obispo de Roma, esta crisis generada por el coronavirus constituye una oportunidad para hacer una breve reflexión sobre el significado de la crisis: “La crisis es un fenómeno que afecta a todo y a todos. Está presente en todas partes y en todos los períodos de la historia, abarca las ideologías, la política, la economía, la tecnología, la ecología, la religión. Es una etapa obligatoria en la historia personal y social”.

Esta, continúa, “se manifiesta como un acontecimiento extraordinario, que siempre causa una sensación de inquietud, ansiedad, desequilibrio e incertidumbre en las decisiones que se deben tomar. Como recuerda la raíz etimológica del verbo krino: la crisis es esa criba que limpia el grano de trigo después de la cosecha”.

En este sentido, el Sucesor de Pedro explica que la Biblia está llena de personas que han sido “tamizadas”, de “personajes en crisis” que, sin embargo, a través de las mismas cumplen la historia de la salvación: Abrahán, Moisés, Elías, Juan el Bautista y Pablo de Tarso.

No obstante, la crisis “más elocuente fue la de Jesús”. Los Evangelios sinópticos enfatizan que Él inauguró su vida pública “a través de la experiencia de la crisis vivida en las tentaciones”. Después, Jesús se enfrentó a una crisis indescriptible en Getsemaní y, finalmente, llegó la crisis extrema en la Cruz: “la solidaridad con los pecadores hasta el punto de sentirse abandonado por el Padre”.

 

Crisis de la Iglesia

Esta reflexión sobre la crisis, remarca el Obispo de Roma, “nos pone en guardia ante el peligro de juzgar precipitadamente a la Iglesia por las crisis que causaron los escándalos de ayer y de hoy, como lo hizo el profeta Elías que, al desahogarse con el Señor, le presentó una narración desesperanzadora de la realidad”. “Con qué frecuencia incluso nuestros análisis eclesiales parecen historias sin esperanza. Una lectura desesperada de la realidad no se puede llamar realista. La esperanza da a nuestros análisis lo que nuestra mirada miope es tan a menudo incapaz de percibir”, agregó.

No obstante, prosigue, “Dios sigue haciendo germinar las semillas de su Reino entre nosotros. Aquí en la Curia hay muchos que dan testimonio con su trabajo humilde, discreto, silencioso, leal, profesional y honesto”. Nuestra época “también tiene sus problemas, pero también tiene el testimonio vivo del hecho de que el Señor no ha abandonado a su pueblo, con la única diferencia de que los problemas aparecen inmediatamente en los periódicos, en cambio los signos de esperanza son noticia sólo después de mucho tiempo, y no siempre.”

“Quienes no miran la crisis a la luz del Evangelio, se limitan a hacer la autopsia de un cadáver. La crisis nos asusta no sólo porque nos hemos olvidado de evaluarla como nos invita el Evangelio, sino porque nos hemos olvidado de que el Evangelio es el primero que nos pone en crisis”, matizó.

 

No confundir crisis con conflicto

Por otro lado, el Papa Francisco exhortó “a no confundir la crisis con el conflicto. La crisis “generalmente tiene un resultado positivo”, mientras que el conflicto “siempre crea un contraste, una rivalidad, un antagonismo aparentemente sin solución”.

La lógica del conflicto “siempre busca ‘culpables’ a quienes estigmatizar y despreciar y ‘justos’ a quienes justificar, para introducir la conciencia —muchas veces mágica— de que esta o aquella situación no nos pertenece”.

Así, la Iglesia, “entendida con las categorías de conflicto —derecha e izquierda, progresista y tradicionalista—, fragmenta, polariza, pervierte y traiciona su verdadera naturaleza”. La Iglesia es “un Cuerpo perpetuamente en crisis, precisamente porque está vivo, pero nunca debe convertirse en un Cuerpo en conflicto, con ganadores y perdedores”.

En contraposición, el Santo Padre indica que “la novedad introducida por la crisis que desea el Espíritu no es nunca una novedad en oposición a lo antiguo, sino una novedad que brota de lo antiguo y que siempre la hace fecunda”.

“De cada crisis emerge siempre una adecuada necesidad de renovación” pero, sostiene el Papa, si realmente queremos una renovación, “debemos tener la valentía de estar dispuestos a todo; debemos dejar de pensar en la reforma de la Iglesia como un remiendo en un vestido viejo, o la simple redacción de una nueva Constitución apostólica”.

No se trata de “remendar un vestido”, porque la Iglesia no es simplemente el “vestido” de Cristo, sino su cuerpo que abarca toda la historia. Nosotros no estamos llamados a cambiar o reformar el Cuerpo de Cristo —‘Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre’ (Hb 13,8)—, sino que estamos llamados a vestir ese mismo Cuerpo con un vestido nuevo, para que se manifieste claramente que la Gracia que se posee no viene de nosotros sino de Dios”.

“Si nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, cada día nos acercaremos más a ‘toda la verdad’ (Jn 16,13). Por el contrario, sin la gracia del Espíritu Santo, podemos incluso comenzar a pensar en la Iglesia de modo sinodal, pero, en lugar de hacer referencia a la comunión, se la concibe como una asamblea democrática cualquiera, formada por mayorías y minorías. Sólo la presencia del Espíritu Santo hace la diferencia”, clarificó Francisco.

 

¿Qué hacer durante la crisis?

En primer lugar, el Pontífice sostiene que es preciso aceptar la crisis “como un tiempo de gracia que se nos ha dado para descubrir la voluntad de Dios para cada uno de nosotros y para toda la Iglesia”. Es necesario “entrar en la lógica aparentemente contradictoria de que ‘cuando soy débil, ¡entonces soy fuerte!’ (2 Co 12,10)”.

También, se debe recordar “la garantía que dio san Pablo a los de corinto: ‘Dios es fiel, y él no permitirá que sean probados por encima de sus fuerzas, sino que junto con la prueba hará que encuentren el modo de sobrellevarla’ (1 Co 10,13)”.

Y es fundamental “no interrumpir el diálogo con Dios, aunque sea agotador. No debemos cansarnos de rezar siempre (cf. Lc 21,36; 1 Ts 5,17)”, pues “no conocemos otra solución a los problemas que estamos experimentando que rezar más y, al mismo tiempo, hacer todo lo que podemos con mayor confianza”.

“La oración nos permitirá esperar contra toda esperanza”, subraya el Santo Padre.

 

Vivir en camino

Para el Pontífice, “la crisis es movimiento, es parte del camino”. El conflicto, no obstante, “es un camino falso, es un vagar sin objetivo ni finalidad, es quedarse en el laberinto, es sólo una pérdida de energía y una oportunidad para el mal”.

 

Alejarse del chismorreo

Y el primer mal al que lleva el conflicto, “y del que debemos tratar de alejarnos, es propiamente la murmuración, el chismorreo, que nos encierra en la más triste, desagradable y sofocante autorreferencia, y convierte cada crisis en un conflicto”.

Finalmente, el Papa pidió a la Curia “su colaboración generosa y apasionada en el anuncio de la Buena Nueva, especialmente a los pobres. Recordemos que conoce verdaderamente a Dios quien solamente acoge al pobre que viene de abajo con su miseria”.

“Que no haya nadie que voluntariamente obstaculice la obra que el Señor está realizando en este momento, y pidamos el don de la humildad en el servicio para que Él crezca y nosotros disminuyamos”, concluyó Francisco.

A continuación, sigue el discurso completo del Papa.

***

 

Discurso del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas:

  1. La Navidad es el misterio del nacimiento de Jesús de Nazaret que nos recuerda que “los hombres, aunque han de morir, no han nacido para eso sino para comenzar[1], como observa de modo tan brillante e incisivo Hanna Arendt, la filósofa hebrea que desmonta el pensamiento de su maestro Heidegger, según el cual el hombre nace para ser arrojado a la muerte. Sobre las ruinas de los totalitarismos del siglo veinte, Arendt reconoce esta verdad luminosa: “El milagro que salva al mundo, a la esfera de los asuntos humanos, de su ruina normal y ‘natural’ es en último término el hecho de la natalidad. […] Esta fe y esperanza en el mundo encontró tal vez su más gloriosa y sucinta expresión en las pocas palabras que en los evangelios anuncian la gran alegría: ‘Les ha nacido hoy un Salvador’”[2].
  2. Ante el Misterio de la Encarnación, junto al Niño acostado en un pesebre (cf. Lc2,16), así como frente al Misterio Pascual, en presencia del hombre crucificado, encontramos el lugar adecuado sólo si somos inermes, humildes, esenciales; sólo después de haber puesto en práctica en el ambiente en el que vivimos —incluyendo la Curia Romana— el programa de vida sugerido por san Pablo: “Desaparezca de ustedes toda amargura, ira, enojo, insulto, injurias y cualquier tipo de maldad. Sean bondadosos unos con otros, sean compasivos y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó en Cristo” (Ef4,31-32); sólo “revestidos de humildad” (cf. 1 P 5,5), imitando a Jesús “manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29); sólo después de habernos colocado “en el último puesto” (Lc 14,10) y habernos hecho “siervos de todos” (cf. Mc 10,44). Y a este propósito, san Ignacio en sus Ejercicios llega hasta el punto de pedir que nos imaginemos estar en la escena del nacimiento, “haciéndome yo —escribe— un pobrecito y esclavito indigno, mirándolos, contemplándolos y sirviéndolos en sus necesidades” (114).

Agradezco al cardenal Decano su amable saludo en esta Navidad, que ha manifestado los sentimientos de todos. Gracias, cardenal Re, gracias.

  1. Esta Navidad es la Navidad de la pandemia, de la crisis sanitaria, de la crisis socioeconómica e incluso eclesial que ha lacerado cruelmente al mundo entero. La crisis ha dejado de ser un lugar común del discurso y del establishment intelectual para transformarse en una realidad compartida por todos.

Este flagelo ha sido una prueba importante y, al mismo tiempo, una gran oportunidad para convertirnos y recuperar la autenticidad.

Cuando el pasado 27 de marzo, en la Plaza de San Pedro, ante la plaza vacía pero llena de una pertenencia común que nos une con cada rincón de la tierra, cuando allí quise rezar por todos y con todos; tuve la oportunidad de decir en voz alta el significado posible de la “tempestad” (cf. Mc 4,35-41) que había golpeado al mundo: “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas ‘salvadoras’, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad. Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos”.

  1. La Providencia quiso que en este tiempo difícil haya podido escribir Fratelli tutti, la Encíclica dedicada al tema de la fraternidad y de la amistad social. Y una gran lección nos llega de los Evangelios de la infancia, donde se narra el nacimiento de Jesús, es la de una nueva complicidad —una nueva complicidad— y unión que se crea entre los protagonistas: María, José, los pastores, los magos y todos aquellos que, de un modo u otro, ofrecieron su fraternidad, su amistad para que el Verbo que se hizo carne fuera acogido en las tinieblas de la historia (cf. Jn1,14). Esto escribí al principio de esta Encíclica: “Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad. Entre todos: ‘He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. […] Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! […] Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos’[3]. Soñemos como una única humanidad, como caminantes hechos de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos” (n. 8)
  2. La crisis de la pandemia es una buena oportunidad para hacer una breve reflexión sobre el significado de la crisis, que puede ayudar a todos.

La crisis es un fenómeno que afecta a todo y a todos. Está presente en todas partes y en todos los períodos de la historia, abarca las ideologías, la política, la economía, la tecnología, la ecología, la religión. Es una etapa obligatoria en la historia personal y en la historia social. Se manifiesta como un acontecimiento extraordinario, que siempre causa una sensación de inquietud, ansiedad, desequilibrio e incertidumbre en las decisiones que se deben tomar. Como recuerda la raíz etimológica del verbo krino: la crisis es esa criba que limpia el grano de trigo después de la cosecha.

Incluso la Biblia está llena de personas que han sido “tamizadas”, de “personajes en crisis” que, sin embargo, a través de estas cumplen la historia de la salvación.

La crisis de Abrahán, que abandonó su tierra (cf. Gn 12,1-2) y tuvo que vivir la gran prueba de tener que sacrificar su único hijo a Dios (cf. Gn 22,1-19), se resolvió desde el punto de vista teológico con el nacimiento de un nuevo pueblo. Pero este nacimiento no evitó que Abrahán viviera un drama en el que la confusión y el desconcierto no prevalecieran sólo gracias a la fuerza de su fe.

La crisis de Moisés se manifestó en la desconfianza de sí mismo: “¿Quién soy yo para ir al faraón y sacar a los israelitas de Egipto?” (Ex 3,11); “yo nunca he sido un hombre con facilidad de palabra, […] pues soy torpe de boca y de lengua” (Ex 4,10); “no sé hablar” (Ex 6,12.30). Por eso trató de escapar de la misión que Dios le había confiado: “Señor, envía a otros” (cf. Ex 4,13). Pero a través de esa crisis, Dios hizo a Moisés su siervo, que guio al pueblo fuera de Egipto.

Elías, el profeta tan fuerte que era comparado con el fuego (cf. Sir 48,1), en un momento de gran crisis incluso anheló la muerte, pero luego experimentó la presencia de Dios no en el viento impetuoso, ni en el terremoto, ni en el fuego, sino en “el susurro de una brisa suave” (cf. 1 R 19,11-12). La voz de Dios nunca está en el ruido de la crisis, sino en la voz silenciosa que nos habla dentro de la crisis misma.

Juan el Bautista le asaltó la duda sobre la identidad mesiánica de Jesús (cf. Mt 11,2-6), porque no se presentaba como el libertador que tal vez esperaba (cf. Mt 3,11-12); sin embargo, fue precisamente el encarcelamiento de Juan el evento que llevó a Jesús a comenzar la predicación del Evangelio de Dios (cf. Mc 1,14).

Y finalmente, la crisis teológica de Pablo de Tarso: sacudido por el deslumbrante encuentro con Cristo en el camino de Damasco (cf. Hch 9,1-19; Ga 1,15-16), se vio obligado a dejar sus seguridades para seguir a Jesús (cf. Flp 3,4-10). San Pablo fue en efecto un hombre que se dejó transformar por la crisis y, por esta razón, fue el artífice de aquella crisis que llevó a la Iglesia fuera del recinto de Israel para llegar a los confines de la tierra.

Podríamos ampliar la lista de personajes bíblicos, y en ella cada uno de nosotros podría encontrar su lugar. Son muchos.

Pero la crisis más elocuente fue la de Jesús. Los Evangelios sinópticos enfatizan que Él inauguró su vida pública a través de la experiencia de la crisis vivida en las tentaciones. Aunque pareciera que el protagonista de esa situación fuera el diablo con sus falsas propuestas, en realidad el verdadero protagonista era el Espíritu Santo. De hecho, Él era quien conducía a Jesús en ese momento decisivo de su vida: “Enseguida, el Espíritu llevó a Jesús al desierto para ser puesto a prueba por el Diablo” (Mt 4,1).

Los evangelistas subrayan que los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto estuvieron marcados por la experiencia del hambre y de la debilidad (cf. Mt 4,2; Lc 4,2). Y es precisamente en el trasfondo de esa hambre y debilidad donde el Maligno intentó jugar su mejor carta, aprovechándose de la humanidad cansada de Jesús. Pero, en ese hombre probado por el ayuno, el Tentador experimentó la presencia del Hijo de Dios que supo cómo vencer la tentación a través de la Palabra de Dios, no a través de la suya. Jesús nunca dialogó con el diablo, nunca; y nosotros debemos aprender esto: con el diablo nunca se dialoga. Jesús o lo expulsaba, o lo obligaba a manifestar su nombre. Pero con el diablo nunca se dialoga.

Más tarde, Jesús se enfrentó a una crisis indescriptible en Getsemaní: soledad, miedo, angustia, la traición de Judas y el abandono de los Apóstoles (cf. Mt 26,36-50). Por último, llegó la crisis extrema en la Cruz: la solidaridad con los pecadores hasta el punto de sentirse abandonado por el Padre (cf. Mt 27,46). A pesar de ello, Él, con confianza total, “entregó su espíritu en las manos del Padre” (cf. Lc 23,46). Y su abandono pleno y confiado abrió el camino a la Resurrección (cf. Hb 5,7).

  1. Hermanos y hermanas: esta reflexión sobre la crisis nos pone en guardia ante el peligro de juzgar precipitadamente a la Iglesia por las crisis que causaron los escándalos de ayer y de hoy, como lo hizo el profeta Elías que, al desahogarse con el Señor, le presentó una narración desesperanzadora de la realidad: “¡Me consumo de celo por el Señor, Dios del universo, porque los israelitas han abandonado tu Alianza, han derribado tus altares y han matado a tus profetas por la espada: he quedado yo solo y buscan también quitarme la vida!” (1 R19,14). Y con qué frecuencia incluso nuestros análisis eclesiales parecen historias sin esperanza. Una lectura desesperada de la realidad no se puede llamar realista. La esperanza da a nuestros análisis lo que nuestra mirada miope es tan a menudo incapaz de percibir. Dios responde a Elías que la realidad no es como la percibió: “Regresa por tu camino hacia el desierto de Damasco. […] He dejado en Israel siete mil personas, todas las rodillas que no se doblaron ante Baal y todas las bocas que no lo besaron” (1 R19,15.18). No es verdad que él estuviera solo: está en crisis.

Dios sigue haciendo germinar las semillas de su Reino entre nosotros. Aquí en la Curia hay muchos que dan testimonio con su el trabajo humilde, discreto, sin chismorreos, silencioso, leal, profesional y honesto. Son muchos entre ustedes, gracias. Nuestra época también tiene sus problemas, pero también tiene el testimonio vivo del hecho de que el Señor no ha abandonado a su pueblo, con la única diferencia de que los problemas aparecen inmediatamente en los periódicos —esto está al orden del día—, en cambio los signos de esperanza son noticia sólo después de mucho tiempo, y no siempre.

Quienes no miran la crisis a la luz del Evangelio, se limitan a hacer la autopsia de un cadáver: miran la crisis, pero sin la esperanza del Evangelio, sin la luz del Evangelio. La crisis nos asusta no sólo porque nos hemos olvidado de evaluarla como nos invita el Evangelio, sino porque nos hemos olvidado de que el Evangelio es el primero que nos pone en crisis[4]. Es el Evangelio el que nos pone en crisis. Pero si volvemos a encontrar el valor y la humildad de decir en voz alta que el tiempo de crisis es un tiempo del Espíritu, entonces, incluso ante la experiencia de la oscuridad, la debilidad, la fragilidad, las contradicciones, el desconcierto, ya no nos sentiremos agobiados, sino que mantendremos constantemente una confianza íntima de que las cosas van a cambiar, que surge exclusivamente de la experiencia de una Gracia escondida en la oscuridad. “Porque el oro se purifica con el fuego, y los que agradan a Dios, en el horno de la humillación” (Si 2,5).

  1. Por último, quisiera exhortarlos a no confundir la crisis con el conflicto: son dos realidades diferentes. La crisis generalmente tiene un resultado positivo, mientras que el conflicto siempre crea un contraste, una rivalidad, un antagonismo aparentemente sin solución, entre sujetos divididos en amigos para amar y enemigos contra los que pelear, con la consiguiente victoria de una de las partes.

La lógica del conflicto siempre busca “culpables” a quienes estigmatizar y despreciar y “justos” a quienes justificar, para introducir la conciencia —muchas veces mágica— de que esta o aquella situación no nos pertenece. Esta pérdida del sentido de pertenencia común favorece el crecimiento o la afirmación de ciertas actitudes de carácter elitista y de “grupos cerrados” que promueven lógicas limitadoras y parciales, que empobrecen la universalidad de nuestra misión. “Cuando nos detenemos en la coyuntura conflictiva, perdemos el sentido de la unidad profunda de la realidad” (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 226).

La Iglesia, entendida con las categorías de conflicto —derecha e izquierda, progresista y tradicionalista—, fragmenta, polariza, pervierte y traiciona su verdadera naturaleza. La Iglesia es un Cuerpo perpetuamente en crisis, precisamente porque está vivo, pero nunca debe convertirse en un Cuerpo en conflicto, con ganadores y perdedores. En efecto, de esta manera difundirá temor, se hará más rígida, menos sinodal, e impondrá una lógica uniforme y uniformadora, tan alejada de la riqueza y la pluralidad que el Espíritu ha dado a su Iglesia.

La novedad introducida por la crisis que desea el Espíritu no es nunca una novedad en oposición a lo antiguo, sino una novedad que brota de lo antiguo y que siempre la hace fecunda. Jesús usa una expresión que explica este pasaje de un modo sencillo y claro: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12,24). El acto de morir de la semilla es un acto ambivalente, porque al mismo tiempo marca el final de algo y el comienzo de otro. Llamamos al mismo momento muerte-descomponerse y nacimiento-germinar porque son la misma realidad. Ante nuestros ojos vemos un final y al mismo tiempo en ese final se manifiesta un comienzo nuevo.

En este sentido, toda la resistencia que ponemos cuando entramos en crisis, a la que nos conduce el Espíritu en el momento de la prueba, nos condena a permanecer solos y estériles, al máximo en conflicto. Al defendernos de la crisis, obstruimos la obra de la Gracia de Dios que quiere manifestarse en nosotros y a través de nosotros. Por lo tanto, si un cierto realismo nos muestra nuestra historia reciente sólo como la suma de intentos fallidos, de escándalos, de caídas, de pecados, de contradicciones, de cortocircuitos en el testimonio, no debemos temer, ni negar la evidencia de todo lo que en nosotros y en nuestras comunidades está afectado por la muerte y necesita conversión. Todo lo que de mal, contradictorio, débil y frágil se manifiesta abiertamente nos recuerda aún más fuertemente la necesidad de morir a una forma de ser, de razonar y de actuar que no refleja el Evangelio. Sólo muriendo a una cierta mentalidad se logrará también dar espacio a la novedad que el Espíritu suscita constantemente en el corazón de la Iglesia. Los Padres de la Iglesia eran conscientes de esto, que llamaron “metanoia”.

  1. De cada crisis emerge siempre una adecuada necesidad de renovación: es un paso adelante. Pero si realmente queremos una renovación, debemos tener la valentía de estar dispuestos a todo; debemos dejar de pensar en la reforma de la Iglesia como un remiendo en un vestido viejo, o la simple redacción de una nueva Constitución apostólica. La reforma de la Iglesia es algo diferente.

No se trata de “remendar un vestido”, porque la Iglesia no es simplemente el “vestido” de Cristo, sino su cuerpo que abarca toda la historia (cf. 1 Co 12,27). Nosotros no estamos llamados a cambiar o reformar el Cuerpo de Cristo —“Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre” (Hb 13,8)—, sino que estamos llamados a vestir ese mismo Cuerpo con un vestido nuevo, para que se manifieste claramente que la Gracia que se posee no viene de nosotros sino de Dios: porque “llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que quede claro que ese poder tan extraordinario proviene de Dios y no de nosotros” (2 Co 4,7). La Iglesia es siempre una vasija de barro, preciosa por lo que contiene y no por lo que a veces muestra de sí misma. Al final, tendré el gusto de darles un libro, regalo del padre Ardura, donde se muestra la vida de una vasija de barro, que ha hecho resplandecer la grandeza de Dios y las reformas de la Iglesia. Este es un momento en el que parece evidente que el barro del que estamos modelados está desportillado, agrietado, roto. Debemos esforzarnos para que nuestra fragilidad no se convierta en un obstáculo para el anuncio del Evangelio, sino en un lugar donde se manifieste el gran amor con el que Dios, rico en misericordia, nos ha amado y nos ama (cf. Ef 2,4). Si quitáramos a Dios, que es rico de misericordia, de nuestras vidas, nuestras vidas serían una mentira, una mentira.

Durante el período de la crisis, Jesús nos advierte sobre algunos intentos para salir de ella que están destinados desde el principio a ser infructuosos, como el que “corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo”; el resultado es predecible: romperás el nuevo, porque “el remiendo no quedará bien en el vestido nuevo”. Análogamente, “nadie echa vino nuevo en odres viejos. Si hace así, el vino nuevo reventará los odres viejos, el vino se derramará y los odres se echarán a perder. ¡El vino nuevo se echa en odres nuevos!” (Lc 5,36-38).

El comportamiento correcto es el del “maestro de la ley que se ha convertido en discípulo del Reino de los cielos”, que “se parece al dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y antiguas” (Mt 13,52). El tesoro es la Tradición que, como recordaba Benedicto XVI, “es el río vivo que se remonta a los orígenes, el río vivo en el que los orígenes están siempre presentes. El gran río que nos lleva al puerto de la eternidad” (Catequesis, 26 abril 2006). Me viene a la mente la frase de aquel gran músico alemán: “La tradición es la salvaguarda del futuro y no un museo, guardián de las cenizas”. Las “cosas antiguas” las constituyen la verdad y la gracia que ya poseemos. Las cosas nuevas las forman los diferentes aspectos de la verdad que vamos comprendiendo gradualmente. Aquella frase del siglo V: “Ut annis scilicet consolidetur, dilatetur tempore, sublimetur aetate”. Esta es la tradición, así crece. Ninguna forma histórica de vivir el Evangelio agota su comprensión. Si nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, cada día nos acercaremos más a “toda la verdad” (Jn 16,13). Por el contrario, sin la gracia del Espíritu Santo, podemos incluso comenzar a pensar en la Iglesia de modo sinodal, pero, en lugar de hacer referencia a la comunión con la presencia del Espíritu, se la concibe como una asamblea democrática cualquiera, formada por mayorías y minorías. Como un parlamento, por ejemplo; y esta no es sinodalidad. Sólo la presencia del Espíritu Santo hace la diferencia.

  1. ¿Qué hacer durante la crisis? En primer lugar, aceptarla como un tiempo de gracia que se nos ha dado para descubrir la voluntad de Dios para cada uno de nosotros y para toda la Iglesia. Es necesario entrar en la lógica aparentemente contradictoria de que “cuando soy débil, ¡entonces soy fuerte!” (2 Co12,10). Se debe recordar la garantía que dio san Pablo a los de Corinto: “Dios es fiel, y él no permitirá que sean probados por encima de sus fuerzas, sino que junto con la prueba hará que encuentren el modo de sobrellevarla” (1 Co10,13).

Es fundamental no interrumpir el diálogo con Dios, aunque sea agotador. Rezar no es fácil. No debemos cansarnos de rezar siempre (cf. Lc 21,36; 1 Ts 5,17). No conocemos otra solución a los problemas que estamos experimentando que rezar más y, al mismo tiempo, hacer todo lo que podemos con mayor confianza. La oración nos permitirá “esperar contra toda esperanza” (cf. Rm 4,18).

  1. Queridos hermanos y hermanas: Conservemos una profunda paz y serenidad, con la plena certeza de que todos nosotros, y yo en primer lugar, somos solamente “servidores a los que nada hay que agradecer” (Lc17,10), de los que el Señor ha tenido misericordia. Por eso sería bueno que dejáramos de vivir en conflicto y volviéramos en cambio a sentirnos en camino, abiertos a la crisis. El camino siempre tiene que ver con verbos de movimiento. La crisis es movimiento, es parte del camino. El conflicto, en cambio, es un camino falso, es un vagar sin objetivo ni finalidad, es quedarse en el laberinto, es sólo una pérdida de energía y una oportunidad para el mal. Y el primer mal al que nos lleva el conflicto, y del que debemos tratar de alejarnos, es propiamente la murmuración. ¡Tengamos cuidado con esto! No es una manía que tengo de hablar contra el chismorreo; es la denuncia de un mal que entra en la Curia; aquí en el Palacio hay tantas puertas y ventanas y entra, y nos acostumbramos a esto. El chismorreo, que nos encierra en la más triste, desagradable y sofocante autorreferencia, y convierte cada crisis en un conflicto. El Evangelio nos dice que los pastores creyeron en el anuncio del ángel y se pusieron en camino hacia Jesús (cf. Lc 2,15-16). Herodes, por el contrario, se cerró ante el relato de los magos y transformó su cerrazón en mentiras y violencia (cf. Mt 2,1-16).

Cada uno de nosotros, cualquiera que sea nuestro puesto en la Iglesia, debe preguntarse si quiere seguir a Jesús con la docilidad de los pastores o con la autoprotección de Herodes, seguirlo en la crisis o defendernos de Él en el conflicto.

Permítanme que les pida expresamente a todos los que, junto conmigo, están al servicio del Evangelio el regalo de Navidad: Su colaboración generosa y apasionada en el anuncio de la Buena Nueva, especialmente a los pobres (cf. Mt 11,5). Recordemos que conoce verdaderamente a Dios quien solamente acoge al pobre que viene de abajo con su miseria, y que en esta misma capacidad es enviado desde arriba; no podemos ver el rostro de Dios, pero podemos experimentarlo en su vuelta hacia nosotros cuando honramos el rostro de nuestro prójimo, del otro que nos compromete con sus necesidades[5]. El rostro de los pobres. Los pobres están en el centro del Evangelio. Me viene a la mente lo que decía aquel santo obispo brasileño: “Cuando me ocupo de los pobres, dicen de mí que soy un santo; pero cuando me cuestiono y pregunto: ‘¿Por qué hay tanta pobreza?’, me dicen ‘comunista’”.

Que no haya nadie que voluntariamente obstaculice la obra que el Señor está realizando en este momento, y pidamos el don de la humildad en el servicio para que Él crezca y nosotros disminuyamos (cf. Jn 3,30).

Felicidades a todos, a cada uno de ustedes, a sus familias y a sus amigos. Y gracias, gracias por vuestro trabajo. Muchas gracias. Y, por favor, recen siempre por mí, para que tenga la valentía de permanecer en crisis. Feliz Navidad. Gracias.

[Bendición]

Olvidé decirles que les regalaré dos libros. Uno, la vida de Carlos de Foucauld, un maestro de la crisis, que nos dejó un regalo, un hermoso legado. Este es un regalo que me dio el padre Ardura: gracias. El otro se llama “Olotropía: los verbos de la familiaridad cristiana”. Son para ayudarnos a vivir nuestras vidas. Es un libro que se ha publicado en estos días, realizado por un biblista, discípulo del cardenal Martini; ha trabajado en Milán, pero es de la diócesis de Albenga-Imperia.

 

 

 


[1] H. Arendt, La condición humana, ed. Paidós, Barcelona 2012, 264.

[2] Ibíd.

[3] Discurso en el encuentro ecuménico e interreligioso con los jóvenes, Skopie – Macedonia del Norte (7 mayo 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (10 mayo 2019), p. 13.

[4] “Muchos discípulos de Jesús que lo habían oído decían: ‘¡Es dura esta enseñanza! ¿Quién puede aceptarla?’. Dándose cuenta de que sus discípulos murmuraban, Jesús les preguntó: ‘¿Esto los escandaliza?’” (Jn 6,60-61). Pero, sólo desde esta crisis puede brotar una profesión de fe: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna’” (Jn 6,68).

[5] Cf. E. Levinas, Totalité et infini, París 2000, 76.

 

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Congregación para la Doctrina de la Fe: Vacunas COVID-19, moralmente aceptables

Nota aclaratoria

diciembre 21, 2020 16:30

Ciudad del Vaticano

(zenit – 21 dic. 2020)-. Dado que las primeras vacunas contra la COVID-19 están ya disponibles para su distribución y administración en diversos países, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha publicado hoy, 21 de diciembre de 2020, una nota sobre la moralidad del uso de las mismas.

La nota, aprobada por el Papa Francisco, da luz verde, en estos tiempos de pandemia, a las vacunas producidas con líneas celulares de dos fetos abortados en la década de los ‘60.

En ella puede leerse que es “moralmente aceptable utilizar vacunas anti-COVID-19 que han utilizado líneas celulares de fetos abortados en su proceso de investigación y producción”. En el caso de la actual pandemia “todas las vacunas reconocidas como clínicamente seguras y eficaces pueden utilizarse con la certeza de que el recurso a esas vacunas no significa una cooperación formal con el aborto del que se derivaron las células de las que se produjeron las vacunas”.

A continuación, ofrecemos el texto completo de la nota.

***

 

La cuestión sobre el uso de las vacunas, en general, suele estar en el centro de insistentes debates en la opinión pública. En los últimos meses, han llegado a esta Congregación varias peticiones de una opinión sobre el uso de algunas vacunas contra el virus SARS-CoV-2, causante de la COVID-19, desarrolladas recurriendo, en el proceso de investigación y producción, a líneas celulares que provienen de tejidos obtenidos de dos abortos ocurridos en el siglo pasado. Al mismo tiempo, se han producido diversas declaraciones en los medios de comunicación por parte de Obispos, Asociaciones Católicas y Expertos, diferentes entre sí y a veces contradictorias, que también han planteado dudas sobre la moralidad del uso de estas vacunas.

Sobre esta cuestión ya hay un importante pronunciamiento de la Pontificia Academia para la Vida, titulado “Reflexiones morales acerca de las vacunas preparadas a partir de células procedentes de fetos humanos abortados” (5 junio 2005). Además, esta Congregación se expresó al respecto con la Instrucción Dignitas Personae (8 de septiembre de 2008) (cf. nn. 34 y 35). En 2017, la Pontificia Academia para la Vida volvió a tratar el tema con una Nota. Estos documentos ya ofrecen algunos criterios generales dirimentes.

Dado que están ya disponibles, para su distribución y administración en diversos países, las primeras vacunas contra la COVID-19, esta Congregación desea ofrecer algunas indicaciones que clarifiquen este tema. No se pretende juzgar la seguridad y eficacia de estas vacunas, aun siendo éticamente relevante y necesario, porque su evaluación es competencia de los investigadores biomédicos y las agencias para los medicamentos, sino únicamente reflexionar sobre el aspecto moral del uso de aquellas vacunas contra la COVID-19 que se han desarrollado con líneas celulares procedentes de tejidos obtenidos de dos fetos abortados no espontáneamente.

  1. Como se afirma en la Instrucción Dignitas Personae, en los casos en los que se utilicen células de fetos abortados para crear líneas celulares para su uso en la investigación científica, “existen diferentes grados de responsabilidad”[1]en la cooperación al mal. Por ejemplo, “en las empresas que utilizan líneas celulares de origen ilícito no es idéntica la responsabilidad de quienes deciden la orientación de la producción y la de aquellos que no tienen poder de decisión”.[2]
  2. En este sentido, cuando no estén disponibles vacunas COVID-19 éticamente irreprochables (por ejemplo, en países en los que no se ponen a disposición de médicos y pacientes vacunas sin problemas éticos o en los que su distribución es más difícil debido a las condiciones especiales de almacenamiento y transporte, o cuando se distribuyen varios tipos de vacunas en el mismo país pero, por parte de las autoridades sanitarias, no se permite a los ciudadanos elegir la vacuna que se va a inocular) es moralmente aceptable utilizar las vacunas contra la COVID-19 que han utilizado líneas celulares de fetos abortados en su proceso de investigación y producción.
  3. La razón fundamental para considerar moralmente lícito el uso de estas vacunas es que el tipo de cooperación al mal (cooperación material pasiva) del aborto provocado del que proceden estas mismas líneas celulares, por parte quienes utilizan las vacunas resultantes, esremota. El deber moral de evitar esa cooperación material pasiva no es vinculante si existe un peligro grave, como la propagación, por lo demás incontenible, de un agente patógeno grave:[3]en este caso, la propagación pandémica del virus SARS-CoV-2 que causa la COVID-19. Por consiguiente, debe considerarse que, en este caso, pueden utilizarse todas las vacunas reconocidas como clínicamente seguras y eficaces con conciencia cierta que el recurso a tales vacunas no significa una cooperación formal con el aborto del que se obtuvieron las células con las que las vacunas han sido producidas. Sin embargo, se debe subrayar que el uso moralmente lícito de este tipo de vacunas, debido a las condiciones especiales que lo posibilitan, no puede constituir en sí mismo una legitimación, ni siquiera indirecta, de la práctica del aborto, y presupone la oposición a esta práctica por parte de quienes recurren a estas vacunas.
  4. De hecho, el uso lícito de esas vacunas no implica ni debe implicar en modo alguno la aprobación moral del uso de líneas celulares procedentes de fetos abortados.[4]Por lo tanto, se pide tanto a las empresas farmacéuticas como a los organismos sanitarios gubernamentales, que produzcan, aprueben, distribuyan y ofrezcan vacunas éticamente aceptables que no creen problemas de conciencia, ni al personal sanitario ni a los propios vacunados.
  5. Al mismo tiempo, es evidente para la razón práctica que la vacunación no es, por regla general, una obligación moral y que, por lo tanto, la vacunación debe ser voluntaria. En cualquier caso, desde un punto de vista ético, la moralidad de la vacunación depende no sólo del deber de proteger la propia salud, sino también del deber de perseguir el bien común. Bien que, a falta de otros medios para detener o incluso prevenir la epidemia, puede hacer recomendable la vacunación, especialmente para proteger a los más débiles y más expuestos. Sin embargo, quienes, por razones de conciencia, rechazan las vacunas producidas a partir de líneas celulares procedentes de fetos abortados, deben tomar las medidas, con otros medios profilácticos y con un comportamiento adecuado, para evitar que se conviertan en vehículos de transmisión del agente infeccioso. En particular, deben evitar cualquier riesgo para la salud de quienes no pueden ser vacunados por razones médicas o de otro tipo y que son los más vulnerables.
  6. Por último, existe también un imperativo moral para la industria farmacéutica, los gobiernos y las organizaciones internacionales, garantizar que las vacunas, eficaces y seguras desde el punto de vista sanitario, y éticamente aceptables, sean también accesibles a los países más pobres y sin un coste excesivo para ellos. La falta de acceso a las vacunas se convertiría, de algún modo, en otra forma de discriminación e injusticia que condenaría a los países pobres a seguir viviendo en la indigencia sanitaria, económica y social.[5]

El Sumo Pontífice Francisco, en la Audiencia concedida al suscrito Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en fecha 17 diciembre 2020, ha examinado la presente Nota y ha aprobado la publicación.

Dado en Roma, en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 21 de diciembre de 2020, Memoria litúrgica de San Pedro Canisio.

 

Luis F. Card. Ladaria, S.I.,
Prefecto

S.E. Mons. Giacomo Morandi,
Arzobispo Titular de Cerveteri
Secretario

 

 

____________________________

[1] Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Dignitas Personae (8 diciembre 2008), n. 35; AAS (100), 884.

[2] Ibid, 885.

[3] Cfr. Pontificia Academia para la Vida, “Moral reflections on vaccines prepared from cells derived from aborted human foetuses”, 5 junio 2005.

[4] Congregación para la Doctrina de la Fe, Instruc. Dignitas Personae, n. 35: “Cuando el delito está respaldado por las leyes que regulan el sistema sanitario y científico, es necesario distanciarse de los aspectos inicuos de esos sistemas, a fin de no dar la impresión de una cierta tolerancia o aceptación tácita de acciones gravemente injustas. De lo contrario, se contribuiría a aumentar la indiferencia, o incluso la complacencia con que estas acciones se ven en algunos sectores médicos y políticos”.

[5] Cfr. Francisco, Discurso a los miembros de la Fundación “Banco Farmacéutico”, 19 septiembre 2020.

 

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Navidad: Palabras del Papa a empleados del Vaticano

“Redescubrir, contemplar, anunciar”

diciembre 21, 2020 14:36

Papa Francisco

(zenit – 21 dic. 2020)-. El Papa Francisco se ha encontrado con los empleados de la Santa Sede y de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, con sus respectivas familias, para la felicitación de Navidad en el Aula Pablo VI, hoy, 21 de diciembre de 2020.

En sus palabras a los presentes, el Santo Padre ha destacado que la pandemia “no sólo ha causado una situación sanitaria crítica, sino también tantas dificultades económicas a muchas familias e instituciones”. La Santa Sede también “se ha visto afectada y está haciendo todo lo posible para hacer frente de la mejor manera posible a esta situación precaria”.

“Se trata de satisfacer las necesidades legítimas de vosotros empleados y las de la Santa Sede: debemos ayudarnos mutuamente, y proseguir nuestro trabajo común, pero siempre”, expuso.

“Nuestros colaboradores, vosotros, que trabajáis en la Santa Sede, sois lo más importante: nadie debe quedarse fuera, nadie debe perder el trabajo; los superiores de la Gobernación y también de la Secretaría de Estado, todos, buscan la manera de no disminuir vuestros ingresos y de no disminuir nada, nada en este momento tan malo, para el fruto de vuestro trabajo”, indicó Francisco.

En este sentido, el Papa resalta la necesidad del trabajo conjunto: “Ayudadme a hacerlo y yo os ayudo y todos juntos saldremos adelante como de la misma familia. Gracias”.

Por otra parte, el Pontífice ha recordado que la Navidad “es una fiesta de alegría ‘porque Jesús ha nacido para nosotros’ (cf. Is 9,5) y todos estamos llamados a ir hacia Él”. Y, continúa, los pastores “nos dan el ejemplo”, imitándolos, “estamos llamados a asumir tres actitudes, tres verbos: redescubrir, contemplar, anunciar”.

 

Redescubrir y contemplar

Así, señala, es importante “redescubrir el nacimiento del Hijo de Dios como el mayor acontecimiento de la historia”. Han pasado veinte siglos y “los que se alejan de Él, con su comportamiento, todavía dan más testimonio de Jesús: sin Él el hombre cae en el mal: en el pecado, el vicio, el egoísmo, la violencia, el odio. El Verbo se ha hecho carne y habita entre nosotros: este es el acontecimiento que debemos redescubrir”.

Con respecto a la segunda actitud, la de la contemplación: “meditemos, contemplemos, recemos”, invita el Papa. Al hacerlo, “descubrimos que Dios manifiesta su bondad en el Niño Jesús. Manifiesta su misericordia por cada uno de nosotros, y cada uno de nosotros, cada uno sabe: todos necesitamos misericordia en nuestras vidas”.

El Obispo de Roma insiste en “contemplar este misterio, contemplar al Niño”, por eso, “la catequesis que nos da el belén es tan bella, porque nos hace ver al Niño tierno que nos anuncia la misericordia de Dios”.

 

Anunciar

Por último, el Papa Francisco se refiere a la actitud de “anunciar”. “Debemos llevar la buena noticia al mundo: Jesús es nuestro salvador. Y esto es un deber. ¿Por qué tengo esperanza? Porque el Señor me ha salvado. Recordar lo que contemplamos y salir a anunciarlo Anunciarlo con la palabra, con el testimonio de nuestra vida”, indica.

“Y, a pesar de todo, las dificultades y los sufrimientos no pueden ofuscar la luz de la Navidad, que inspira una alegría interior que nadie nos puede quitar”, recuerda el Sucesor de Pedro.

A continuación, sigue el discurso completo del Papa.

***

 

Discurso del Santo Padre

Es para mí un placer encontrarme con vosotros, empleados del Vaticano y con vuestras familias, al acercarnos a las fiestas navideñas. Doy las gracias a vuestro colega, el médico que ha hablado en nombre de todos vosotros: sus palabras nos han hecho bien y nos dan esperanza. Estoy agradecido a cada uno de vosotros por el trabajo que hacéis con empeño al servicio de la Curia Romana y la Ciudad del Vaticano. La pandemia no sólo ha causado una situación sanitaria crítica, sino también tantas dificultades económicas a muchas familias e instituciones. La Santa Sede también se ha visto afectada y está haciendo todo lo posible para hacer frente de la mejor manera posible a esta situación precaria. Se trata de satisfacer las necesidades legítimas de vosotros empleados y las de la Santa Sede: debemos ayudarnos mutuamente, y proseguir nuestro trabajo común, pero siempre. Nuestros colaboradores, vosotros, que trabajáis en la Santa Sede, sois lo más importante: nadie debe quedarse fuera, nadie debe perder el trabajo; los superiores de la Gobernación y también de la Secretaría de Estado, todos, buscan la manera de no disminuir vuestros ingresos y de no disminuir nada, nada en este momento tan malo, para el fruto de vuestro trabajo. Se buscan muchas maneras, pero los principios son los mismos: no dejar el trabajo; no se despide a nadie, nadie debe sufrir la fea repercusión económica de esta pandemia. Pero todos juntos tenemos que trabajar más para ayudarnos a resolver este problema que no es fácil, porque ya sabéis: aquí, tanto en la Gobernación como en la Secretaría de Estado, no está Mandrake… no hay varita mágica, y debemos buscar formas de resolver esto y con buena voluntad, todos juntos, lo resolveremos. Ayudadme a hacerlo y yo os ayudo y todos juntos saldremos adelante como de la misma familia. Gracias.

La Navidad es una fiesta de alegría “porque Jesús ha nacido para nosotros” (cf. Is 9,5) y todos estamos llamados a ir hacia Él. Los pastores nos dan el ejemplo. También nosotros debemos acudir a Jesús: sacudirnos nuestro letargo, nuestro aburrimiento, nuestra apatía, nuestro desinterés y nuestro miedo, sobre todo en esta época de emergencia sanitaria, en la que cuesta redescubrir el entusiasmo de la vida y de la fe. Es cansino: es un tiempo que cansa. Imitando a los pastores, estamos llamados a asumir tres actitudes, tres verbos: redescubrircontemplaranunciar. Que cada uno vea en su propia vida cómo puede redescubrir, cómo puede contemplar y cómo puede proclamar.

Es importante redescubrir el nacimiento del Hijo de Dios como el mayor acontecimiento de la historia. Es el evento predicho por los profetas siglos antes de que ocurriera. Es el acontecimiento del que se habla todavía hoy: ¿cuál es el personaje histórico del que se habla como se habla de Jesús? Han pasado veinte siglos y Jesús está más vivo que nunca – y también más perseguido, muchas veces; todavía más manchado por la falta de testimonio de tantos cristianos. Han pasado veinte siglos. Y los que se alejan de Él, con su comportamiento, todavía dan más testimonio de Jesús: sin Él el hombre cae en el mal: en el pecado, el vicio, el egoísmo, la violencia, el odio. El Verbo se ha hecho carne y habita entre nosotros: este es el acontecimiento que debemos redescubrir.

La segunda actitud es la de la contemplación. La primera era redescubrir, la segunda contemplar. Los pastores dicen: “Vayamos, pues, a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado” (Lc 2,15): es decir, meditemos, contemplemos, recemos. Y aquí el ejemplo más bello nos lo da la madre de Jesús, María: guardaba en su corazón, meditaba…. ¿Y qué descubrimos al meditar? San Pablo nos dice: “Mas cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor al hombre, no por las obras de justicia que hubiéramos hecho nosotros, sino, según su propia misericordia, nos salvó por el baño del nuevo nacimiento y de la renovación del Espíritu Santo” (Tit 3, 4-5). Descubrimos que Dios manifiesta su bondad en el Niño Jesús. Manifiesta su misericordia por cada uno de nosotros, y cada uno de nosotros, cada uno sabe: todos necesitamos misericordia en nuestras vidas. Cada uno sabe y puede dar nombre y apellido a las cosas que están en su corazón y que necesitan la misericordia de Dios. En el Niño Jesús Dios se muestra amable, lleno de bondad y mansedumbre. ¿Quién no se siente conmovido por la ternura frente a un niño pequeño? Verdaderamente a un Dios así podemos amarlo con todo nuestro corazón. Dios manifiesta su bondad para salvarnos. ¿Y qué significa ser salvado? Significa entrar en la vida misma de Dios, convertirse en hijos adoptivos de Dios mediante el bautismo. Este es el gran significado de la Navidad: Dios se hace hombre para que nosotros podamos ser hijos de Dios.

La Segunda Persona de la Trinidad, se ha hecho hombre, para convertirse en el hermano mayor, el primogénito de una multitud de hermanos. Y Dios nos salva, pues, mediante el bautismo nos hace entrar a todos como hermanos: contemplar este misterio, contemplar al Niño. Y por eso, la catequesis que nos da el belén es tan bella, porque nos hace ver al Niño tierno que nos anuncia la misericordia de Dios. Contemplar los belenes. Y cuando bendije a los Bambinelli (figurita del Niño Jesús) el otro día, fue un contemplar. El Niño del nacimiento es una figura, pero es una figura que nos hace pensar en esta gran misericordia de Dios que se hizo Niño.

Y frente a esta realidad -la tercera actitud: anunciar. Esta es la actitud que nos ayuda a avanzar. Las tres actitudes que nos ayudan en este momento para avanzar. ¿Qué debemos hacer? Miremos una vez más a los pastores: “Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho” (Lc 2,20). Volvieron a su vida cotidiana. Nosotros también debemos volver a nuestra vida cotidiana: la Navidad pasa. Pero debemos volver a la vida familiar, al trabajo, transformados, debemos volver glorificando y alabando a Dios por todo lo que hemos oído y visto. Debemos llevar la buena noticia al mundo: Jesús es nuestro salvador. Y esto es un deber. ¿Por qué tengo esperanza? Porque el Señor me ha salvado. Recordar lo que contemplamos y salir a anunciarlo Anunciarlo con la palabra, con el testimonio de nuestra vida.

Y, a pesar de todo, las dificultades y los sufrimientos no pueden ofuscar la luz de la Navidad, que inspira una alegría interior que nadie nos puede quitar.

Así que, sigamos adelante, con estas tres actitudes: redescubrir, contemplar y anunciar.

Queridos hermanos y hermanas, os renuevo mi gratitud y os renuevo miaprecio por vuestro trabajo. Muchos de vosotros son un ejemplo para los demás: trabajan para la familia, con espíritu de servicio a la Iglesia y siempre con la alegría de saber que Dios está siempre entre nosotros y es el Dios- con- nosotros. Y no lo olvidéis: la alegría es contagiosa. La alegría es contagiosa, y es buena para toda la comunidad. Al igual que, por ejemplo, la tristeza que viene del chismorreo es fea y te deprime. La alegría es contagiosa y hace crecer. ¡Sed alegres, y sed testigos de la alegría! Y de todo corazón, ¡feliz Navidad a todos!

 

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El Salvador: Arzobispo pide “defender los acuerdos de Paz”

En rueda de prensa

diciembre 21, 2020 16:43

Iglesia Local

(zenit – 21 dic. 2020)-. El arzobispo de San Salvador, Mons. José Luis Escobar, brindó este domingo 20 de diciembre una conferencia de prensa en donde aseguró que, los Acuerdos de Paz de El Salvador serían dignos de respeto si se cubrieran deudas de justicia y de seguridad.

“Si no lo hacen, quedan en una situación muy triste, ¿qué Acuerdos de Paz serían si no hay justicia, si no hay paz?”, cuestionó.

El prelado se acercó así al cuestionamiento que hace el presidente salvadoreño Nayib Bukele a los Acuerdos de Paz. El mandatario aseguró que al igual que la guerra fueron una farsa.

“Defender los Acuerdos de Paz cuando las cosas están así me parece que para muchos es muy difícil”, concluyó.

Mons. Escobar señaló que en el momento de la firma de la paz todos se alegraron, pero agregó que “no fueron los Acuerdos de Paz que se pretendían, que trajeran la paz y trajeran justicia”.

 

Archivos militares

El arzobispo también se refirió a que los archivos militares son indispensables para que se haga justicia en favor de las víctimas de delitos cometidos durante la guerra. “Ojalá los archivos que se han perdido aparecieran”, dijo, asumiendo la versión oficial sobre los mismos.

El Gobierno ha negado acceso a los archivos militares, entregando cinco cajas de correspondencia reciente sobre el tema que según las organizaciones de las víctimas no presentan información nueva. Sin embargo, el Gobierno ha dicho que los archivos militares han sido destruidos, pero no ha permitido el ingreso para que ello se constate.

El pasado 17 de diciembre, el presidente Nayib Bukele dijo que la guerra civil y los Acuerdos de Paz fueron una “farsa” por la falta de seguridad, desarrollo social, justicia, educación y salud durante 29 años. “Fue una farsa como los Acuerdos de Paz. ¡Ay, está mancillando los Acuerdos de Paz! Sí. Los mancillo porque fueron una farsa, una negociación entre dos cúpulas”.

Los Acuerdos de Paz permitieron la suspensión inmediata del conflicto armado y el establecimiento de instituciones como la Policía Nacional Civil, así como la desmovilización de la entonces guerrilla y la disolución de cuerpos de seguridad cuestionados por su irrespeto a derechos humanos, como la Guardia Nacional, la Policía de Hacienda y Policía Nacional.

 

Lamenta falta de ley sobre la pandemia

“Es muy preocupante el aumento de los casos de COVID-19 que ya estamos viviendo y la amenaza de que la situación nos golpee gravemente con una cantidad incontrolada de enfermos que no podríamos atender. Es muy lamentable que no haya ninguna disposición jurídica de parte del Estado para hacer frente a esta situación, pues por la falta de diálogo y el ataque mutuo de los tres poderes del Estado, les es muy difícil legislar para resguardar la salud de los ciudadanos”, declaró el arzobispo en su conferencia dominical.

La Asamblea Legislativa aprobó varios cuerpos legales para el manejo de la pandemia, esto ocurrió hace varios meses; sin embargo, el presidente de la república, Nayib Bukele, los vetó todos.

Ante esa falta de normativa legal vigente, Mons. Escobar instó a la población a no dejar de aplicar las medidas de prevención y de higiene personal para evitar contagiarse.

Según la última actualización, los casos de COVID-19 en El Salvador siguen en aumento, el gobierno salvadoreño reportó 295 casos nuevos hasta el cierre de esta nota.

 

Llamado a la no violencia

El presidente de la Conferencia Episcopal Salvadoreña expresó sobre el proceso electoral del 2021 que “la violencia todo lo destruye y hago un llamado a tener un ejercicio democrático de altura, de respeto y dignidad”.

“Necesitamos que se gobierne para todos, pero principalmente para los mas pobres, los mas vulnerables”, y agregó que es el principal desafío para el próximo año e invitó a los actores políticos a tener un proyecto de país.

Los partidos políticos podrán comenzar a realizar su campaña desde este 27 de diciembre, de acuerdo a lo estipulado en el calendario electoral del Tribunal Supremo Electoral de El Salvador.

 

 

 

 

Brunei: Una estatua mariana, regalo para el Papa

Homenaje del nuevo cardenal Sim

diciembre 21, 2020 10:19

Papa Francisco

(zenit – 21 dic. 2020).- Una estatuilla de María, Reina del Cielo y de la Tierra, título con el que es venerada por la pequeña comunidad católica de Brunei, fue entregada como regalo al Papa Francisco el pasado viernes 18 de diciembre, informó L’Osservatore Romano.

De acuerdo al medio vaticano, se trata de una figura realizada en estilo indígena, y supone “el homenaje que el nuevo cardenal Cornelius Sim – el primer sacerdote, primer obispo y primer cardenal nativo del Sultanato Asiático – quiso enviar al Pontífice en señal de gratitud por haberlo contado en el Colegio Cardenalicio, como pastor de una pequeña Iglesia en tierra de misión”.

Dado que el nuevo purpurado no ha podido viajar al Vaticano debido a la pandemia, el portador del regalo fue el también cardenal asiático Luis Antonio G. Tagle, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.

En un encuentro con el Pontífice en la Casa Santa Marta, el prelado filipino le llevó la imagen mariana.

“Debería haber llegado para el reciente Consistorio, en el que, como es sabido, el vicario apostólico de Brunei y el arzobispo filipino de Capiz no pudieron participar debido a la pandemia de COVID-19”, declaró Tagle.

“Desafortunadamente, la estatua de la Virgen no llegó a tiempo. Ahora, sin embargo, ha llegado finalmente a su destino, a la residencia del Obispo de Roma, para mantener vivo el vínculo con este rebaño de apenas veinte mil almas, absolutamente minoritario en comparación con el casi medio millón de habitantes que componen la población de Brunei Darussalam, pero animado por una fe muy arraigada”, concluyó el prefecto.

 

 

 

 

Estados Unidos: Concierto de Navidad con la Pastoral de Conjunto

Organizado por Raíces y Alas 2021

diciembre 21, 2020 08:48

Iglesia Local

(zenit – 20 dic. 2020).- Raíces y Alas ha organizado un Concierto de Navidad que tendrá lugar el domingo 27 de diciembre a las 20 horas, tiempo del este de Estados Unidos, y contará con los conjuntos musicales y los ministros de la pastoral de conjunto del país. Será transmitido a través de redes sociales y medios.

 

Concierto de Navidad, 27 diciembre

Raíces y Alas es un evento nacional que reúne a líderes de la pastoral hispana desde 1992. La organización de tal encuentro invita a los ministros de pastoral de conjunto, a un concierto navideño virtual.

El mismo tendrá lugar el domingo 27 de diciembre, a las 20:00 horas, tiempo del este de EEUU, y contará con conjuntos musicales y músicos de la pastoral del país. El mismo será transmitido por las redes sociales Facebook y Youtube de Vivit Media, y diversos medios lo emitirán por diversos canales de comunicación.

Quien desee presentar una canción navideña en este concierto, sea como grupo o individualmente, puede encontrar los detalles pertinentes en el video que se encuentra al pie del presente artículo.

Vivit Media es un emprendimiento sin fines de lucro dedicado exclusivamente a promocionar a través de sus distintos portales, como página web (vivitmedia.org), Facebook, Youtube, Instagram y Twitter, corrientes pastorales de la Iglesia en Estados Unidos.

 

Raíces y Alas, septiembre 2021

Las diversas instituciones nacionales de pastoral hispana en Estados Unidos trabajan desde hace muchos años en forma mancomunada. Una de sus expresiones son los “Encuentros” que desde 1972 se realizan a nivel nacional.

El proceso del último, llamado “V Encuentro”, tuvo cinco años de duración, abarcó geográficamente las parroquias y diócesis de Estados Unidos, teniendo su punto cúlmine en septiembre 2018, en Grapevine, Texas, contando con la presencia de tres mil líderes de pastoral hispana, incluyendo más de 100 obispos.

El Consejo Nacional Católico de Pastoral Hispana, NCCHM, por sus siglas en inglés, que trabaja en forma estrecha con la organización del V Encuentro, coordinado por el responsable de Asuntos Hispanos por la Conferencia de Obispos Católicos, Alejandro Aguilera-Titus, es organizador del próximo congreso Raíces y Alas.

El mismo está convocado como “6º Congreso Nacional Católico sobre el Ministerio Hispano”, y tendrá lugar entre el 22 y el 26 de septiembre 2021, en Washington, DC. Será presencial y virtual.

Raíces y Alas reúne a cientos de líderes religiosos de todas las nacionalidades y orígenes: obispos, líderes del ministerio hispano, líderes profesionales de los Estados Unidos y América Latina. Sus versiones anteriores tuvieron lugar en 1992, 1996, 2000, 2010 y 2014.

 

Voces proféticas. Puentes de nueva época

La presidenta de NCCHM y coordinadora principal de Raíces y Alas 2021, Elisabeth Román, informó hace unas semanas cuál será el lema que movilizará a los 500 líderes participantes del mismo: “Voces proféticas. Ser puentes para una nueva época”.

En la línea del Papa Francisco, los líderes reflexionan sobre cómo interpretar las voces del tiempo en una Iglesia que ya no puede ser autoreferente, sino que está llamada a salir proféticamente a las periferias, viviendo el Evangelio y dando testimonio de él en el mundo.

Para esto se han organizado cuatro prioridades centrales: Familia, dirigido por Jake Samour, director de la Oficina de Matrimonio y Vida Familiar de la diócesis de Wichita; Pastoral Juvenil Hispana, dirigido por Adriana Visoso, presidenta de la Red Nacional Católica de Pastoral Juvenil Hispana; Justicia Social, dirigido por Dulce Gamboa, asociada católica latina principal de Pan para el Mundo; y Formación Pastoral, dirigido por F. Javier Orozco, presidente de la Asociación Católica Nacional de Directores Diocesanos para el Ministerio Hispano.

Los equipos están trabajando en las iniciativas y acciones pastorales en respuesta a las prioridades ministeriales del V Encuentro que serán presentadas al Subcomité de Asuntos Hispanos/Latinos de la USCCB como contribuciones de los líderes al marco pastoral nacional o al plan de ministerio hispano propuesto por los obispos.

Se puede acceder a mayor información sobre Raíces y Alas a través del siguiente enlace. Detalles sobre el concierto de Navidad, se pueden obtener por medio del este link o en el video que sigue.

 

 

 

 

 

 

Honduras: Credenciales del nuevo embajador Carlos Cordero

Audiencia con Francisco

diciembre 21, 2020 11:17

Ciudad del Vaticano
Iglesia Local

(zenit – 21 dic. 2020).- El Papa Francisco recibió a Carlos Antonio Cordero Suárez, embajador de Honduras ante la Santa Sede, con motivo de la presentación de sus credenciales en el Vaticano el 19 de diciembre de 2020.

 

Carlos Cordero

Tiene 72 años. Está casado, es padre de seis hijos y tiene el rango de general en la brigada de bomberos. Es licenciado en química y farmacia y también ha estudiado economía empresarial.

Durante su carrera ha sido director general de la Farmacia Corval, director de Proyectos del CONSUPLANE-SECPLAN de Honduras, director de Rama en la Comisión Permanente de Emergencias COPECO, director de la Comisión de Desarrollo de las Islas de la Bahía, comandante general del Cuerpo de Bomberos y asesor del Presidente en el Congreso Nacional.

 

 

 

 

Chile: Conmemoración del Día del Migrante

Iglesia de Santiago, Incami y Red Clamor

diciembre 21, 2020 13:09

Iglesia Local

(zenit – 21 dic. 2020).- Representantes de la Iglesia de Santiago de Chile, el Instituto Católico Chileno de Migración (Incami) y la Red Eclesial Latinoamericana y Caribeña de Migración (Red Clamor) participaron la mañana del viernes 18 de diciembre de una ceremonia de conmemoración al Día del Migrante.

Según ha informado la Conferencia Episcopal de Chile, tras conocer que el Gobierno despachara la Ley de Migraciones y Extranjería tras ocho años de tramitación en el Congreso, el acto ha servido como respuesta de “esperanza” para las entidades que “trabajan por la integración de los migrantes” en el país.

De este modo, la celebración ha sido un llamamiento a “garantizar los derechos básicos y la dignidad de las personas que experimentan procesos de movilidad humana y estacando la oportunidad que se abre en esta materia con la nueva ley”.

 

Acciones inclusivas

Siguiendo esta línea, la intervención del asesor jurídico de Incami, Delio Cubides, señaló que “las personas vienen huyendo de situaciones de violencia, no son sólo migrantes económicos, son seres humanos que huyen de situaciones de donde su vida se ve amenazada”, y exhortó a que la Ley garantizara “el principio de reunión de estas familias”.

Como respaldo a esta tesis, el padre Lauro Bocchi, vicepresidente ejecutivo de la organización eclesial, ratificó su compromiso con la sociedad en este sentido, dio gracias al “núcleo humanitario que se forjó” durante la pandemia para ayudar y explicó que las estructuras eclesiales que trabajan con migrantes lo hacen diariamente con “todo lo que una persona necesita para empezar su vida y su plan familiar”.

 

Responsabilidad estatal

Asimismo, el secretario ejecutivo de la Vicaría de Pastoral Social Cáritas, Luis Berrios, hizo énfasis en la labor realizada por la Red Clamor, para él responsable de un trabajo que corresponde al Estado: “estamos orgullosos de haberlo hecho, porque hemos ayudado a que cientos de miles de personas no pongan en riesgo su seguridad alimentaria, tengan un techo donde vivir, tengan orientación y contención porque migrar a otro país y encontrarte con una pandemia supone una carga emocional muy fuerte”.

“Independiente de la situación migratoria”, continúa, “todos tenemos el derecho de gozar con ciertas condiciones mínimas de supervivencia y de integración necesarias, por el solo hecho de ser personas”.

“Queremos redoblar nuestro compromiso de acompañar a estas personas, seguir acompañándolos y renovar nuestro compromiso para incidir en las políticas públicas que respeten la vida de los migrantes por el solo hecho de ser personas”, concluye.

 

 

 

 

Colombia: El Papa nombra al obispo de Espinal

Mons. Miguel Fernando González Mariño

diciembre 21, 2020 10:22

Iglesia Local

(zenit – 21 dic. 2020).- El Papa Francisco nombró obispo de Espinal, Colombia, a monseñor Miguel Fernando González Mariño, hasta ahora obispo titular de Boseta y auxiliar de la archidiócesis de Ibagué, el pasado sábado 19 de diciembre de 2020.

 

Mons. Miguel González

Nació en Tunja el 25 de enero de 1966. Antes de entrar en el seminario, se graduó en arquitectura en la Universidad de Los Andes en Bogotá. También obtuvo una licenciatura en Teología Dogmática en Roma. Fue ordenado sacerdote el 1 de agosto de 1998, incardinado en la diócesis de Santa Marta.

Posteriormente ocupó el cargo de capellán de la parroquia de Santa María Reina de la Paz en Roma, el de administrador parroquial de San José en Pueblo Viejo y también capellán del Hospital Regional de San Cristóbal en Ciénaga.

Asimismo, ha sido profesor de Teología, formador y secretario académico del Seminario Mayor San José, capellán del Colegio de La Presentación en Santa Marta, párroco de San Juan Bautista en El Retén, capellán del Colegio de La Sagrada Familia en la Fundación, director espiritual del Seminario Mayor San José, delegado diocesano para la liturgia y, desde 2009, rector del Seminario Mayor San José.

El 11 de febrero de 2016 fue nombrado obispo titular de Boseta y auxiliar de la arquidiócesis colombiana de Ibagué. Recibió su consagración episcopal el 12 de marzo siguiente. Fue administrador apostólico de la archidiócesis de Ibagué desde el 19 de marzo de 2019 hasta el 18 de julio de 2020.

 

 

 

 

Argentina: El Papa nombra al obispo auxiliar de San Isidro

Padre Raúl Pizarro

diciembre 21, 2020 10:41

Iglesia Local

(zenit – 21 dic. 2020).- El Papa Francisco nombró obispo auxiliar de San Isidro, Argentina, al reverendo Raúl Pizarro, del clero de la misma diócesis, hasta ahora párroco de Santa Rita, asignándole la sede titular de Ausana, el pasado sábado 19 de diciembre de 2020.

 

Mons. Raúl Pizarro

Nació el 12 de marzo de 1973 en San Isidro, en la misma diócesis argentina. Fue ordenado sacerdote de esta el 23 de octubre de 1998. A su vez, ha ocupado el cargo de párroco de Nuestra Señora del Carmen, de 1998 a 1999 y vicario parroquial de Santa Rita, desde este año hasta 2001.

También ha sido vicario parroquial de San Pablo y Nuestra Señora de Itatí, durante los tres años siguientes, vicario parroquial de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, hasta 2008, canciller, rector y formador del Seminario, de 2009 hasta 2015, y vicario general. Hasta la fecha, era párroco de Santa Rita.

 

 

 

 

Teología para Millennials: “El papel de la debilidad”

A la luz de ‘Patris corde’

diciembre 21, 2020 09:00

Análisis

(zenit – 21 dic. 2020).- Hoy lunes 21 de diciembre de 2020, en “Teología para Millennials”, el sacerdote mexicano Mario Arroyo Martínez, hace un análisis sobre el papel que juega la debilidad en la vida del cristiano.

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En su reciente carta Patris corde sobre San José, Francisco aborda un buen número de sugestivos temas. Pero uno particularmente interesante y oportuno, es su modo de presentar nuestras debilidades desde la óptica de la ternura divina.

Su sobria prosa espiritual, que tiene el mérito de ser breve, nos redescubre una nueva forma de ver, marcadamente esperanzadora, nuestras debilidades, errores y fracasos. Transfigura de esta forma las páginas más oscuras de nuestra vida, para contemplarlas en una perspectiva de luz y de sentido.

“La historia de la salvación se cumple… a través de nuestras debilidades. Muchas veces pensamos que Dios se basa sólo en la parte buena y vencedora de nosotros, cuando en realidad la mayoría de sus designios se realizan a través y a pesar de nuestra debilida.

Debemos aprender a aceptar nuestra debilidad con inmensa ternura.” Aceptar nuestras limitaciones y nuestros errores, mirándolos con ternura, la ternura de Dios, nos ayuda a encontrarles un sentido y un papel, en nuestra vida y en la historia de la salvación.

¿No nos ha sucedido alguna vez que la angustiosa pregunta “por qué” nos atormenta? ¿Por qué lo ha permitido Dios?, ¿por qué me pasó a mí?, ¿por qué lo hice? Francisco nos invita a aceptar nuestra realidad, por dolorosa que parezca, a ponerla en las manos de Dios y a confiar: “Muchas veces ocurren hechos en nuestra vida cuyo significado no entendemos.

Nuestra primera reacción es a menudo de decepción y rebelión. José deja de lado sus razonamientos para dar paso a lo que acontece y, por más misterioso que parezca, lo acoge, asume la responsabilidad y se reconcilia con su propia historia.

Si no nos reconciliamos con nuestra historia, ni siquiera podremos dar el paso siguiente, porque siempre seremos prisioneros de nuestras expectativas y de las consiguientes decepciones… Sólo a partir de esta acogida, de esta reconciliación, podemos también intuir una historia más grande, un significado más profundo.”

Se trata de aceptar el hecho de que Dios, como buen alquimista, puede obtener bien a partir del mal, luz de la oscuridad, aprendiendo así a mirar “el reflejo de lo oscuro”. “El Maligno nos hace mirar nuestra fragilidad con un juicio negativo, mientras que el Espíritu la saca a la luz con ternura.

La ternura es el mejor modo para tocar lo que es frágil en nosotros. El dedo que señala y el juicio que hacemos de los demás son a menudo un signo de nuestra incapacidad para aceptar nuestra propia debilidad, nuestra propia fragilidad.

Sólo la ternura nos salvará de la obra del Acusador. Por esta razón es importante encontrarnos con la Misericordia de Dios especialmente en el sacramento de la Reconciliación.” La humilde confesión de nuestras faltas nos libera de ellas, al tiempo que nos conforta, mostrándonos cómo la vida sigue y cómo Dios puede apoyarse en nosotros, incluso cuando estamos caídos.

En efecto, la verdad de nuestra vida, con toda su crudeza y sus limitaciones, es tomada por Dios con inmensa ternura. En vez de “decirnos nuestras verdades” –como se dice popularmente-, nos reconstituye a partir de ellas

. “La Verdad que viene de Dios no nos condena, sino que nos acoge, nos abraza, nos sostiene, nos perdona… viene a nuestro encuentro, nos devuelve la dignidad, nos pone nuevamente de pie, celebra con nosotros”.

No es una verdad a la que debamos tener miedo, de la que debamos huir, pues al ser mirada con caridad, al ser perdonada y comprendida, nos une más íntimamente con Dios y nos hace más comprensivos con nuestros semejantes.

La confianza que tenemos puesta en Dios no está entonces tanto en pensar “que todo va a salir bien” o “que no habrá problemas”, sino en que a pesar de los tropiezos saldremos adelante y podremos servir a Dios y a los demás: “José nos enseña que tener fe en Dios incluye además creer que Él puede actuar incluso a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades, de nuestra debilidad.

Y nos enseña que, en medio de las tormentas de la vida, no debemos tener miedo de ceder a Dios el timón de nuestra barca. A veces, nosotros quisiéramos tener todo bajo control, pero Él tiene siempre una mirada más amplia.”

José nos enseña a no ser controladores, a no ser obsesivos, a confiar en la omnipotencia de Dios, que puede sacar cosas buenas, incluso mejores, de nuestras flaquezas.

 

 

 

 

Santa Francisca Javier Cabrini, 22 de diciembre

Fundadora de las Misioneras del Sagrado Corazón

diciembre 21, 2020 09:00

Testimonios

 

“Santa Francisca Javier Cabrini fue la insigne fundadora de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús. Artífice de grandes obras educativas y sanitarias, a pesar de su frágil salud, extendió su labor en toda América y parte de Europa. Es patrona de los inmigrantes”

Mujer de gran coraje, María Francisca se sobrepuso con creces a la frágil salud con la que nació prematuramente el 15 de julio de 1850 en Sant’Angelo Logidiano, lombardía italiana. Fue la décima de once hermanos, pero únicamente sobrevivieron cuatro.

Su padre solía leerle las gestas de los grandes misioneros, de entre los cuales le impresionó la de san Francisco Javier que no vio cumplido su sueño de fundar en China, afán al que ella se unió. No pudo gozar demasiado tiempo de la presencia de sus padres, aunque el poso del amor a Dios que habían sembrado en su corazón perduraría siempre; fue acicate para su consagración.

Era la vía natural para una persona que en su infancia había dado sobradas muestras de piedad, que aspiraba a irse a las misiones, y que siendo jovencita ya cultivaba el espíritu franciscano.

Estudió en Arluno donde obtuvo el título de maestra en el centro regido por las Hijas del Sagrado Corazón, y durante esos años de cercana convivencia con la comunidad religiosa pensó que allí estaba su camino.

Sin embargo, como a todos, la Providencia guiaba sus pasos, y en el cumplimiento de la voluntad divina tropezó con primeros escollos: le negaron el ingreso en esa Orden y fracasó en su intento de convertirse en canossiana; su petición fue doblemente desestimada por su debilidad física.

Seguramente si hubieran sabido que tenía una “mala salud de hierro” le habrían tendido los brazos sin pensarlo. Pero indudablemente la mano del cielo se alzó poderosa permitiendo ese contratiempo para que pudiera llevar a cabo la misión que le competía según los designios del Altísimo.

Y algo de ello entrevió la madre Grassi, religiosa del Sagrado Corazón quien le había dicho: “Usted está llamada a establecer otro instituto que traerá nueva gloria al Corazón de Jesús”.

Regresó a su hogar y allí ejerció como maestra, labor que prosiguió en Vidardo y en Codogno donde el bondadoso párroco, padre Serrati, con su ojo avizor descubrió las cualidades de santa Francisca Javier Cabrini. Al ser designado preboste de la colegiata de esa ciudad, como era un gran apóstol, rescató de entre las cenizas el orfanato Casa de la Providencia, y al ver la pésima gestión de las personas que lo tenían bajo su cargo, solicitó ayuda a la santa.

Y no solo eso, sino que de acuerdo con el prelado de Lodi, le sugirió que fundase una Congregación Religiosa. Las antiguas gestoras no ocultaron su decepción y se pusieron en contra de Francisca, pero en 1877 acompañada de otras mujeres que se sumaron a este proyecto profesó y fue designada superiora de esa comunidad, lo cual acrecentó las insidias de las que nunca llegaron a acogerla.

En medio de graves dificultades sostuvo el centro durante tres años hasta que el obispo, viendo que no fructificaba, lo clausuró. Después, se dirigió a santa Francisca Javier Cabrini, diciéndole: “Vos deseáis ser misionera. Pues bien, ha llegado el momento de que lo seáis. Yo no conozco ningún instituto misional femenino. Fundadlo vos misma”. Y ella obedeció.

Quizá llegaba el momento de cumplir su sueño, el mismo de San Francisco Javier, cuyo nombre había unido al suyo: clavar en China la cruz de Cristo. Ya había fundado las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón, abierto las primeras casas, no sin contratiempos, y redactado sus reglas cuando en 1887 se trasladó a Roma buscando la aprobación de la Orden.

Superó nuevos obstáculos, siguió estableciendo casas, creó una escuela y un orfanato en Roma. Entonces le llegó la petición del obispo de Piacenza, Scalabrini, para ir a Estados Unidos haciéndole saber de los miles de emigrantes italianos que se hallaban allí viviendo el drama que acarrea hallarse en suelo extraño, de las carencias de toda índole que sufrían, viéndose desprovistos del consuelo espiritual.

Pero China seguía siendo un objetivo fuertemente anclado en su corazón. Sin embargo, la súplica personal del arzobispo de Nueva York, le llevó a consultar al pontífice. León XIII entendió que América era su misión, diciéndole: “No al oriente sino al occidente”.

Y pasando por alto su temor al agua por una experiencia infantil que la había marcado, santa Francisca Javier Cabrini se embarcó hacia el nuevo continente en 1889. Fue la primera travesía de 24 viajes apostólicos que realizó cruzando el Atlántico.

También a ella y a sus religiosas le salieron al encuentro hostilidades y dificultades diversas, incluso monseñor Corrigan, arzobispo de New York, que les dio carta blanca para fundar un orfantato, no vio las cosas claras y las recibió juzgando que habían llegado antes de lo esperado, sugiriéndoles que regresaran a Italia.

“No, monseñor. El Papa me envió aquí, y aquí me voy a quedar”, respondió rotunda. Esa fe incontestable atrajo numerosas bendiciones del cielo. El arzobispo la apoyó, y logró abrir 66 centros más por diversos lugares de Estados Unidos y también en Sudamérica además de las fundaciones que llevó a cabo en Europa.

Se jugó la vida hallándose a veces entre malhechores, pero nada la detuvo. Aprendió la lengua inglesa y obtuvo la nacionalidad norteamericana. Rigurosa, y a la par justa, acometió obras de gran calado como el “Columbus Hospital”, para cuya gestión tuvo que sortear numerosas dificultades, envidias y resentimientos. Si alguna religiosa veía compleja la misión, decía: «¿Quién la va a llevar a cabo: nosotras, o Dios?”.

Santa Francisca Javier Cabrini murió sola aquejada de malaria en el convento de Chicago el 22 de diciembre de 1917. Había encomendado a sus hijas: “Amaos unas a otras. Sacrificaos constantemente y de buen grado por vuestras hermanas. Sed bondadosas; no seáis duras ni bruscas, no abriguéis resentimientos; sed mansas y pacíficas”. Fue canonizada el 7 de julio de 1946 por Pío XII.