Servicio diario - 26 de agosto de 2020


 

AUDIENCIA GENERAL
Audiencia general: Ciclo de catequesis del Papa sobre COVID-19
Rosa Die Alcolea
“La destinación universal de los bienes”

AUDIENCIA GENERAL
Vuelven las audiencias generales del Papa con presencia de fieles
Rosa Die Alcolea
En el patio de San Dámaso

PAPAS
La Fundación Juan Pablo I nombra a los miembros del Comité Científico
Rosa Die Alcolea
42 años de su elección papal

AUDIENCIA GENERAL
Audiencia general: Cuarta catequesis del Papa sobre COVID-19
Rosa Die Alcolea
Texto completo

TESTIMONIOS
Campaña para estrenar la película “Amanece en Calcuta” en 2021
Rosa Die Alcolea
110 años del nacimiento de Teresa de Calcuta

AUDIENCIA GENERAL
Audiencia general: Saludo del Papa a los fieles de lengua española
Rosa Die Alcolea
“Acoger el don de la esperanza”

ANÁLISIS
Monseñor Felipe Arizmendi: “Misas online” por la pandemia de COVID-19
Felipe Arizmendi Esquivel
En forma plena, activa, consciente y respetuosa

TESTIMONIOS
Santa Mónica, 27 de agosto
Isabel Orellana Vilches
Madre de san Agustín


 

 

 

Audiencia general: Ciclo de catequesis del Papa sobre COVID-19 (4)

“La destinación universal de los bienes”

agosto 26, 2020 11:07

Audiencia General

(zenit – 26 agosto 2020).- Continuando el ciclo de catequesis sobre “Sanar al mundo” tras la pandemia de COVID-19, el Papa Francisco ha hablado hoy en la audiencia general de “La destinación universal de los bienes y la virtud de la esperanza”.

Una semana más, este miércoles, 26 de agosto de 2020, el Santo Padre ha celebrado la audiencia general en la biblioteca del Palacio Apostólico, a puerta cerrada, a través de los medios de comunicación, y rodeado de diez sacerdotes que le asistían y traducían la catequesis a otros idiomas.

El Papa ha denunciado que la desigualdad que se vive “revela una enfermedad social”; un “virus que proviene de una economía enferma”; “fruto de un crecimiento económico que ignora los valores humanos fundamentales” y ha advertido que el modelo económico “se muestra indiferente ante el daño infligido a la Casa común; es el pecado de querer poseer y dominar a los demás, a la naturaleza y al mismo Dios”.

En este contexto, el Papa ha manifestado su preocupación porque la pandemia actual ha puesto de relieve y ha agravado algunos problemas ya existentes, “especialmente la brecha entre las clases sociales”, ha dicho. “Esto hace que muchas personas corran el peligro de perder la esperanza”, ha reflexionado.

Por tanto, ha invitado a recordar que Dios nos dio la tierra “a todos” para que la cuidáramos y la cultiváramos. “Nosotros somos administradores de lo que el Señor nos ha otorgado y estamos llamados a asegurar que sus frutos lleguen a todos, no sólo a unos pocos”, ha señalado.

El Pontífice ha terminado su resumen de la catequesis en lengua española animando a poner la mirada fija en Jesús, y “unidos como comunidad”, actuar todos juntos, “con la esperanza de generar algo diferente y mejor”.

La esperanza cristiana, arraigada en Dios, ha expresado Francisco, es “nuestra ancla”. Así lo entendieron y practicaron las primeras comunidades cristianas que, viviendo también tiempos difíciles, se sostenían recíprocamente y ponían todo en común, ha recordado.

 

 

 

 

Vuelven las audiencias generales del Papa con presencia de fieles

En el patio de San Dámaso

agosto 26, 2020 13:19

Audiencia General

(zenit – 26 agosto 2020).- La próxima semana se reanudarán las audiencias generales del Papa Francisco con la presencia de los fieles, ha comunicado esta mañana la Prefectura de la Casa Pontificia.

El próximo miércoles, 2 de septiembre de 2020, la audiencia general del Santo Padre se celebrará con la participación de personas en el patio de San Dámaso del Palacio Apostólico, dentro del Vaticano.

Tal y como la Prefectura de la Casa Pontificia ha anunciado: “Siguiendo las instrucciones sanitarias de las Autoridades”, las audiencias de septiembre tendrán lugar en el patio a partir de las 9:30 horas.

La participación estará abierta a todos los que deseen participar, sin necesidad de boletos. La entrada se dará a partir de las 7:30 horas desde la Puerta de Bronce (columnata a la derecha de la plaza de San Pedro).

Desde el 11 de marzo de 2020, ante la crisis sanitaria provocada por la pandemia del coronavirus que sufrió Italia y que ya afectaba a más de 100 países, la celebración de la audiencia general fue por primera vez celebrada a puerta cerrada, sin presencia física de personas, transmitida en directo –vía streaming—en todo el mundo.

 

 

 

 

La Fundación Juan Pablo I nombra a los miembros del Comité Científico

42 años de su elección papal

agosto 26, 2020 17:45

Papas

(zenit – 26 agosto 2020).- Coincidiendo con el 42º aniversario de la elección como Pontífice de Juan Pablo I, la Fundación Vaticana que lleva su nombre ha anunciado el nombramiento de los miembros del Comité Científico y ha conferido el encargo de coordinador del Comité Científico a Stefania Falasca, vicepresidenta de la Fundación.

La Fundación Vaticana Juan Pablo I, establecida por el Papa Francisco el pasado 17 de febrero, para fomentar la investigación, el estudio y la profundización del pensamiento y las enseñanzas de Juan Pablo I a nivel internacional, viene trabajando intensamente desde su reciente creación para consolidar su estructura y preparar actividades que ayuden a poner de relieve la obra de Juan Pablo I, con este fin ha nombrado su Comité Científico.

Así, durante la reunión del Consejo de Administración celebrada el 3 de julio pasado, el presidente de la fundación, el cardenal secretario de Estado Pietro Parolin, nombró, según lo dispuesto en el artículo 11 de los Estatutos, el Comité Científico con personalidad de “probada competencia y experiencia”, señala el comunicado, y ha dispuesto su actividad confiriendo el encargo de Coordinador del Comité Científico a la Dra. Stefania Falasca, vicepresidenta de la fundación”.

 

Miembros del Comité Científico

Por lo tanto, los miembros del Comité Científico son:

– Profesor Carlo Ossola, filólogo catedrático del Colegio de Francia en París; el reverendo Dario Vitali, profesor de Eclesiología y director del Departamento de Teología Dogmática de la Pontificia Universidad Gregoriana

-Monseñor Gilfredo Marengo, profesor de Antropología Teológica y Vicedecano del Instituto Teológico Pontificio Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia de la Pontificia Universidad Lateranense

– Profesor Mauro Velati, colaborador de la Fundación Juan XXIII de Ciencias Religiosas y de la Causa de canonización de Juan Pablo I para la cual escribió la parte relativa a los años venecianos en Biographia ex documentis della Positio;

– Reverendo Diego Sartorelli, director de la Biblioteca y Archivo Histórico del Patriarcado de Venecia

– Doctor Loris Serafini, archivero, director del Museo Albino Luciani de Canale d’Agordo.

En esta primera fase de la actividad de la Fundación –se detalla en la nota–, el Consejo de Administración ha decidido también, de acuerdo con el párrafo 5 del artículo 11 de los Estatutos, cooptar en el Comité Científico por sus competencias al Prefecto del Archivo Apostólico Vaticano, monseñor Sergio Pagano y al prefecto de la Biblioteca Vaticana, monseñor Cesare Pasini.

 

Juan Pablo I

La “importancia” de la figura del papa Juan Pablo I “es inversamente proporcional a la duración de su brevísimo pontificado”, escribió recientemente el cardenal Parolin al acoger la creación de la fundación. “Su magisterio es actual”, dijo el cardenal. “La proximidad, la humildad, la sencillez, la insistencia en la misericordia de Dios, el amor al prójimo y la solidaridad son las características más destacadas”.

Albino Luciani, Patriarca de Venecia, fue elegido en la cuarta votación el 26 de agosto de 1978, tomando el doble nombre de Juan Pablo, en deferencia a sus predecesores inmediatos, Roncalli y Montini.

“Esa calurosa tarde de verano nadie podía imaginar que el pontificado de Juan Pablo I, un suave y humilde pastor veneciano de origen montañés, sería uno de los más cortos de la historia”, recuerda Andrea Tornielli, director editorial de los medios de comunicación de la Santa Sede.

 

 

 

 

Audiencia general: Cuarta catequesis del Papa sobre COVID-19

Texto completo

agosto 26, 2020 13:03

Audiencia General

(zenit – 26 agosto 2020).- Esta mañana en la audiencia general, la cuarta catequesis del Papa sobre COVID-19, dentro del ciclo “Sanar al mundo” ha estado dedicada a “La destinación universal de los bienes y la virtud de la esperanza”.

Frente a la pandemia y sus consecuencias sociales, muchos corren el riesgo de perder la esperanza, ha advertido el Papa. Por eso, en este tiempo de “incertidumbre y de angustia”, Francisco ha invitado a todos a acoger el “don de la esperanza que viene de Cristo” y ha recordado que después de la crisis, todos cambiamos: podemos salir “mejores” o “peores”.

La audiencia general se ha celebrado una semana más, este miércoles, 26 de agosto de 2020, dentro de la biblioteca del Palacio Apostólico, para evitar el contacto entre personas.

El Papa ha observado que vivimos una crisis social donde la desigualdad prima, “es un virus que viene de una economía enferma”, aseguró. “Es el fruto de un crecimiento económico injusto, que prescinde de los valores humanos fundamentales”. Y advierte de que en el mundo de hoy, unos pocos muy ricos poseen más que todo el resto de la humanidad. “¡Es una injusticia que clama al cielo!”, comentó.

Al mismo tiempo, ha señalado que este modelo económico es “indiferente” a los daños infligidos a la casa común, y ha explicado que la desigualdad social y el degrado ambiental “van de la mano y tienen la misma raíz”: la del pecado de querer poseer y dominar a los hermanos y las hermanas, de querer poseer y dominar la naturaleza y al mismo Dios. “Pero este no es el diseño de la creación”, ha asegurado.

En este marco, ha planteado: “Después de la crisis, ¿continuaremos con este sistema económico de injusticia social y de desprecio hacia el cuidado de la Creación, del medio ambiente? Pensemos. Pensémoslo bien”.

A continuación, se ofrece el texto de la traducción no oficial de la catequesis del Papa, difundido por la Oficina de Prensa de la Santa Sede, completado con la transcripción de zenit.

***

 

Catequesis del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Frente a la pandemia y sus consecuencias sociales, muchos corren el riesgo de perder la esperanza. En este tiempo de incertidumbre y de angustia, invito a todos a acoger el don de la esperanza que viene de Cristo. Él nos ayuda a navegar en las aguas turbulentas de la enfermedad, de la muerte y de la injusticia, que no tienen la última palabra sobre nuestro destino final.

La pandemia ha puesto de relieve y agravado problemas sociales, sobre todo la desigualdad. Algunos pueden trabajar desde casa, mientras que para muchos otros esto es imposible. Ciertos niños, a pesar de las dificultades, pueden seguir recibiendo una educación escolar, mientras que para muchísimos otros esta se ha interrumpido bruscamente. Algunas naciones poderosas pueden emitir moneda para afrontar la emergencia, mientras que para otras esto significaría hipotecar el futuro.

Estos síntomas de desigualdad revelan una enfermedad social; es un virus que viene de una economía enferma. Se enfermó, está enferma. Es el fruto de un crecimiento económico injusto, que prescinde de los valores humanos fundamentales. En el mundo de hoy, unos pocos muy ricos poseen más que todo el resto de la humanidad. Y lo repito esto porque nos hará pensar: Pocos riquísimos, un pequeño grupo, poseen más del resto de la humanidad. ¡Es una injusticia que clama al cielo! Al mismo tiempo, este modelo económico es indiferente a los daños infligidos a la casa común. Estamos cerca de superar muchos de los límites de nuestro maravilloso planeta, con consecuencias graves e irreversibles: de la pérdida de biodiversidad y del cambio climático hasta el aumento del nivel de los mares y a la destrucción de los bosques tropicales. La desigualdad social y el degrado ambiental van de la mano y tienen la misma raíz (cfr Enc. Laudato si’, 101): la del pecado de querer poseer y dominar a los hermanos y las hermanas, de querer poseer y dominar la naturaleza y al mismo Dios. Pero este no es el diseño de la creación.

“Al comienzo Dios confió la tierra y sus recursos a la administración común de la humanidad para que tuviera cuidado de ellos” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2402). Dios nos ha pedido dominar la tierra en su nombre (cfr Gen 1, 28), cultivándola y cuidándola como un jardín, el jardín de todos (cfr Gen 2,15). “Mientras ‘labrar’ significa cultivar, arar o trabajar […], ‘cuidar’ significa proteger, custodiar, preservar” (LS, 67). Pero cuidado con no interpretar esto como carta blanca para hacer de la tierra lo que uno quiere. No. Existe una “relación de reciprocidad responsable” (ibid.) entre nosotros y la naturaleza. Recibimos de la creación y damos a nuestra vez. “Cada comunidad puede tomar de la bondad de la tierra lo que necesita para su supervivencia, pero también tiene el deber de protegerla” (ibid.).

De hecho, la tierra “nos precede y nos ha sido dada” (ibid.), ha sido dada por Dios “a toda la humanidad” ( CCC, 2402). Y por tanto es nuestro deber hacer que sus frutos lleguen a todos, no solo a algunos. Este es un elemento-clave de nuestra relación con los bienes terrenos. Como recordaban los padres del Concilio Vaticano II “el hombre, al usarlos, no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás” (Const. past. Gaudium et spes, 69). De hecho, “la propiedad de un bien hace de su dueño un administrador de la providencia para hacerlo fructificar y comunicar sus beneficios a otros” (CCC, 2404). Nosotros somos administradores de la tierra, no dueños. “Sí, pero el bien es mío”. Sí, pero lo tienes que administrar, no para tenerlo egoístamente solo para ti.

Para asegurar que lo que poseemos lleve valor a la comunidad, “la autoridad política tiene el derecho y el deber de regular en función del bien común el ejercicio legítimo del derecho de propiedad” (ibid., 2406)[1]. La “subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes […] es una ‘regla de oro’ del comportamiento social y el primer principio de todo el ordenamiento ético-social” (LS, 93)[2].

Las propiedades y el dinero son instrumentos que pueden servir a la misión. Pero los transformamos fácilmente en fines, individuales o colectivos. Y cuando esto sucede, se socavan los valores humanos esenciales. El homo sapiens se deforma y se convierte en una especie de homo œconomicus –en un sentido peor– individualista, calculador y dominador. Nos olvidamos de que, siendo creados a imagen y semejanza de Dios, somos seres sociales, creativos y solidarios, con una inmensa capacidad de amar. De hecho, somos los seres más cooperativos entre todas las especies, y florecemos en comunidad, como se ve bien en la experiencia de los santos[3]. Hay un dicho español que me ha inspirado esta frase. Dice así: “Florecemos en racimo como los santos”. Florecemos en comunidad como se ve bien en la experiencia de los santos.

Cuando la obsesión por poseer y dominar excluye a millones de personas de los bienes primarios; cuando la desigualdad económica y tecnológica es tal que lacera el tejido social; y cuando la dependencia de un progreso material ilimitado amenaza la casa común, entonces no podemos quedarnos mirando. No, esto es desolador, no se puede quedarse uno mirando. Con la mirada fija en Jesús (cfr Heb 12, 2) y con la certeza de que su amor obra mediante la comunidad de sus discípulos, debemos actuar todos juntos, en la esperanza de generar algo diferente y mejor. La esperanza cristiana, enraizada en Dios, es nuestra ancla. Ella sostiene la voluntad de compartir, reforzando nuestra misión como discípulos de Cristo, que ha compartido todo con nosotros.

La entendieron las primeras comunidades cristianas, que como nosotros vivieron tiempos difíciles, conscientes de formar un solo corazón y una sola alma, ponían todos sus bienes en común, testimoniando la gracia abundante de Cristo sobre ellos (cfr Hch 4, 32-35). Nosotros estamos viviendo una crisis, la pandemia nos ha puesto a todos en crisis, pero recuerden, de una crisis no se sale igual: o salimos mejores o salimos peores. Esta es nuestra opción. Después de la crisis, ¿continuaremos con este sistema económico de injusticia social y de desprecio hacia el cuidado de la Creación, del medio ambiente? Pensemos. Pensémoslo bien.

Que las comunidades cristianas del siglo XXI puedan recuperar esta realidad, dando así testimonio de la Resurrección del Señor. Si cuidamos los bienes que el Creador nos dona, si ponemos en común lo que poseemos de forma que a nadie le falte, entonces realmente podremos inspirar esperanza para regenerar un mundo más sano y más justo.

Y para concluir, pensemos en los niños, lean las estadísticas. Cuantos niños hoy día mueren de hambre: por una mala distribución de la riqueza, por un sistema económico enfermo, como he dicho antes. Y cuantos niños hoy no tienen derecho a la escuela por el mismo motivo. Que esta imagen de los niños necesitados de hambre y de educación nos ayude a entender que después de esta crisis debemos salir mejores. Muchas gracias.

 

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  • Cfr GS, 71; S. Juan Pablo II, Cart.. enc. Sollicitudo rei socialis, 42; Cart.. enc. Centesimus annus, 40.48).
  • Cfr S. Juan Pablo II, Cart.. enc. Laborem exercens, 19.
  • Florecemos en racimo, como los santos”: expresión común en lengua española.

 

 

 

 

Campaña para estrenar la película “Amanece en Calcuta” en 2021

110 años del nacimiento de Teresa de Calcuta

agosto 26, 2020 19:41

Testimonios

(zenit – 26 agosto 2020).- Hoy se cumplen 110 años del nacimiento de la santa Madre Teresa de Calcuta, ferviente católica quien dedicó su vida a labores humanitarias en diversos países para atender a los más necesitados, canonizada por el Papa Francisco el 4 de septiembre de 2016.

Para celebrarlo, la productora de cine española Paloma Fernández Gasset y el director cinematográfico José María Zavala (El Misterio del Padre Pío, Renacidos y Wojtyla.La investigación), lanzan una campaña de crowdfunding para estrenar la película “Amanece en Calcuta” en cines y en plataformas digitales.

La nueva película Amanece en Calcuta es un cántico a una pequeña-gran mujer que entregó su  vida a los más pobres de entre los pobres. Su director, entrevistado por zenit, señala que es “una película cargada de esperanza para unos tiempos difíciles, de desesperanza en los que más que nunca la madre Teresa es una gran intercesora y nos ayuda a afrontar esos momentos duros”.

“Son 6 historias humanas espectaculares: hombres y mujeres de distintos países que han estado y están en situaciones extremas, algunas de las cuales incluso han visto peligrar su vida por ayudar a los demás”, relata el periodista española José María Zavala.

La película cuenta con la dirección de fotografía de Miguel Gilaberte, ya que participó en la película Wojtyla y es uno de los referentes del cine español, académico del cine. El montaje corre a cargo del argentino Pablo Marcheto y la Banda Sonora Original ha sido compuesta por uno de los mejores compositores del mundo.

Se trata de una música “que se transporta” describe Zavala, “maravillosa”, que incorpora incluso instrumentos musicales de la India, la película impactará a buen seguro en el corazón de muchas personas, especialmente de aquellas que siguen instaladas en su “zona de confort” ignorando  lo que sucede al otro lado de la realidad. El impacto de estas historias será brutal.

“Será una película que básicamente tocará el corazón y abrirá los ojos de muchas personas que están distanciadas de Dios”, asegura el director.

 

 

 

 

Audiencia general: Saludo del Papa a los fieles de lengua española

“Acoger el don de la esperanza”

agosto 26, 2020 18:04

Audiencia General

(zenit – 26 agosto 2020).- Esta mañana, en la audiencia general, el saludo del Papa a los fieles de lengua española, ha estado dirigido a “acoger el don de la esperanza que viene de Dios” en estos momentos de pandemia que aflige al mundo entero.

Así ha invitado el Pontífice a los creyentes de lengua hispana al finalizar sus palabras en castellano este miércoles, 26 de agosto de 2020, en la audiencia celebrada en la biblioteca apostólica.

“Cristo, Señor de la Historia, nos ayuda a navegar por las tumultuosas aguas que nos toca atravesar, de la enfermedad, de la muerte, de la injusticia, y a navegar siempre con la mirada fija en Él. Que Dios los bendiga”.

La catequesis del Santo Padre pronunciada hoy, la cuarta dentro del ciclo sobre COVID-19, ha tratado sobre “La destinación universal de los bienes y la virtud de la esperanza” y ha recordado que después de la crisis, todos cambiamos: podemos salir “mejores” o “peores”.

 

 

 

 

Monseñor Felipe Arizmendi: “Misas online” por la pandemia de COVID-19

En forma plena, activa, consciente y respetuosa

agosto 26, 2020 19:47

Análisis

Monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas, y responsable de la Doctrina de la Fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano, exhorta este miércoles, 26 de agosto de 2020, a participar, siempre que sea posible, en forma presencial en la Misa, sobre todo en domingo. Pero si no es posible, explica, disfruta tu participación virtual, pero que sea a tiempo completo, en forma plena, activa, consciente y respetuosa”.

 

VER

Con motivo de la pandemia por la COVID-19, se multiplicaron las misas transmitidas por diversos medios electrónicos. Miles y millones de fieles se han alimentado en ellas. Varios me han preguntado si esas misas valen. Desde hace años se transmiten, sobre todo para enfermos y ancianos, y nadie duda que les valgan, aún para cumplir el precepto dominical de participar en Misa. Para ellos, si las siguen con fe, les valen y les ayudan mucho, les alientan en la esperanza, les fortalecen en sus sufrimientos y son un gran alimento. La duda es para quienes no son ancianos ni enfermos, que valoran mucho la transmisión de estas celebraciones y no quieren que se terminen, ahora que se empiezan a abrir los templos.

Los obispos de todo el mundo eximieron a los fieles del precepto dominical, mientras durara la pandemia. Por tanto, nadie tenía obligación de participar en la Misa en forma presencial. Como alternativa válida, casi todas las diócesis y parroquias se han servido de los medios digitales para transmitirlas. Por tanto, durante lo más grave de la pandemia, participar en forma virtual de estas misas, vale, aún en el sentido jurídico, y alimenta mucho la fe. Pero ahora, con el paso a la nueva normalidad litúrgica, cuando ya es posible participar presencialmente en la Misa, aunque todavía con ciertas restricciones en cuanto al número de fieles, según la capacidad de cada templo, ¿vale una Misa on line? ¿Valen estas misas en domingo? ¿Se cumple el precepto dominical?

Para enfermos y ancianos, que ya no pueden ir al templo, les valen plenamente. Para personas mayores y vulnerables en su salud, expuestas a contagios, mientras dure la pandemia, les valen ciertamente y no han de angustiarse. Aún más, se les recomienda no ir a la celebración comunitaria. Para personas sanas, ciertamente les ayudan, si participan con fe, dedicándole todo el tiempo, pero no cumplen el precepto dominical, porque tienen la posibilidad de participar presencialmente. Esto no es por una simple norma canónica, sino por el sentido profundo de la celebración eucarística.

 

PENSAR

Jesús instituyó la Eucaristía y participaron en ella los que estaban físicamente presentes. Es obvio que, en aquellos tiempos, no había los medios electrónicos de ahora. Pero su forma de actuar es la que norma nuestros criterios y comportamientos. El habla explícitamente de comer su Cuerpo y beber su Sangre, no en forma virtual, sino presencial. Por tanto, esta es la forma normal de vivir este Sacramento.

Cuando se describe, en Hechos de los Apóstoles 2,42 y en la Carta a los Corintios 11,17-34, la práctica de las primeras comunidades cristianas, la participación es física, porque, como dice el Concilio Vaticano II, “fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo que le confesara en verdad y le sirviera santamente” (LG 9).

Por ello, el mismo Concilio insiste en la necesidad de una “plena y activa participación de todo el pueblo, porque es la fuente primaria y necesaria en la que han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano” (SC 14). Esta participación ha de ser “activa, interna y externa” (SC 19), “plena, activa y comunitaria” (SC 21). Por ello, “siempre que los ritos, cada cual según su naturaleza propia, admitan una celebración comunitaria, con asistencia y participación activa de los fieles, incúlquese que hay que preferirla, en cuanto sea posible, a una celebración individual y casi privada. Esto vale sobre todo para la celebración de la Misa, quedando siempre a salvo la naturaleza pública y social de toda Misa” (SC 27).

Por tanto, tan pronto vaya siendo posible participar físicamente en la Misa, sobre todo en domingo, hay que dejar la pereza y la comodidad del hogar, para ir al templo y participar en forma plena en la celebración, formando una comunidad ya no sólo virtual, sino presencial. Eso es ser Iglesia; eso es ser Cuerpo de Cristo, asamblea santa, pueblo de Dios.

Sin embargo, no menospreciemos la participación virtual en las Misas, sobre todo entre semana. Muchas personas, si no es por este medio, no tendrían oportunidad de alimentarse de la Eucaristía, por sus ocupaciones normales. La comodidad de los fieles es también un criterio pastoral y canónico. Por ejemplo, cuando es complicado para los creyentes acudir al templo parroquial para un bautismo, la comodidad de los fieles puede ser razón para que el bautismo de sus hijos se haga en otra comunidad de la parroquia. Todavía hay párrocos que sólo permiten los bautismos en el templo parroquial, y no toman en cuenta lo prescrito en el Código de Derecho Canónico: “Fuera del caso de necesidad, el lugar propio para el bautismo es una iglesia u oratorio. Como norma general, el adulto debe bautizarse en la iglesia parroquial propia, y el niño en la iglesia parroquial de sus padres, a no ser que una causa justa aconseje otra cosa” (CIC 857). Sin embargo, el obispo diocesano, “habiendo oído al párroco del lugar, puede permitir o mandar que, para comodidad de los fieles, haya también pila bautismal en otra iglesia u oratorio dentro de los límites de la parroquia” (CIC 858,2). Se pueden hacer los bautismos también en colonias urbanas o poblaciones rurales, por ejemplo en sus fiestas patronales, y hasta tener allí pila bautismal. Obsérvese la razón: por la comodidad de los fieles. También la comodidad cuenta. No la pereza y la desidia; sino la razonable comodidad de los fieles: ad fidelium commoditatem, dice el original latino. Esto vale también para las Misas. Participar, desde la comodidad del hogar, entre semana, en una Misa en forma virtual, es válido y aconsejable, si hacerlo en forma física es complicado. Eso entre semana; en domingo, hay que hacer todo lo posible por participar en forma presencial, junto con la comunidad local. Sin embargo, aun en domingo, si alguien no puede participar en forma presencial en la Misa, sígala por algún medio electrónico, incluso en forma diferida. Si lo hace con fe, le sirve, pues a Dios no lo limita el tiempo; lo que él ve es el corazón.

 

ACTUAR

Siempre que te sea posible, participa en forma presencial en las Misas, sobre todo en domingo. Pero si no te es posible, disfruta tu participación virtual, pero que sea a tiempo completo, en forma plena, activa, consciente y respetuosa. “Dios es espíritu, y por eso sus adoradores deberán adorarlo en espíritu y en verdad” (Jn 4,24).

 

 

 

 

Santa Mónica, 27 de agosto

Madre de san Agustín

agosto 26, 2020 19:50

Testimonios

 

“Madre de san Agustín, mujer de fe invencible, creyó firmemente en la conversión de su hijo por la que suplicó sin cesar vertiendo ardientes lágrimas. Con su santidad de vida logró también la conversión de su violento esposo”

A esta madre santa le cupo la gloria de dar a luz a uno de los grandes santos y doctores de la Iglesia, Agustín, al que, con sus ardientes y emocionadas súplicas, rescató del mundo, instándole a volver los ojos a Dios. Es modelo y patrona de las madres cristianas.

De origen bereber, nació en Tagaste, actual Souk-Aharás, Argelia, el año 332. Después de recibir el bautismo en plena juventud, según la costumbre de la época, se sintió cada vez más inclinada a la vida de oración. A ella hubiera querido consagrar su existencia, pero sus padres la desposaron con Patricio, que además de ser pagano y mucho mayor que ella, nunca la respetó, sino que le infligió gravísimo maltrato durante treinta años. Era pronto a la ira, mujeriego, bebedor, ludópata, y tan insensible hacia lo espiritual que su temperamento violento se manifestaba a la primera de cambio. En medio de esta dramática espiral que presidía su hogar, Mónica acudía a misa diariamente y sobrellevaba los constantes atropellos con heroica paciencia. No queriendo exasperarlo en modo alguno, guardaba silencio o respondía con dulzura mostrando su buen carácter cuando la situación se tornaba insostenible.

Poco a poco, y a fuerza de dar testimonio con su vida, amparada en el amor de Dios, con oración y sacrificios fue venciendo la dureza del corazón de su esposo y se produjo lo que parecía un imposible: su conversión al cristianismo. Patricio se bautizó el año 371. Antes Mónica ya se había ganado a pulso la simpatía de su suegra, una mujer de agrio carácter y entrometida en las cuestiones de su hogar. Pero a Mónica aún le quedaba apurar otro cáliz, ya que de tres hijos nacidos en el matrimonio, una mujer y dos varones, Agustín iba a darle no pocos quebraderos de cabeza.

Patricio murió un año después de ser bautizado, y ella tuvo que lidiar en soledad con el tarambana de Agustín, que si bien era brillante en sus estudios y se había formado rigurosamente en Cartago, en su vida personal dejaba mucho que desear. Experto en filosofía, literatura y oratoria, pero completamente alejado de la fe, iba sumiéndose en un pozo cada vez más hondo para consternación de Mónica que sufría indeciblemente. Hubo una breve inflexión en la vida de Agustín que hizo pensar que le daría un giro definitivo. El hecho es que tras la muerte de su padre, enfermó, y temiendo seguir sus pasos pensó en hacerse católico; hasta recibió instrucción para ello. Pero en cuanto sanó, se involucró con los maniqueos y prosiguió dando tumbos.

Un día Mónica lo echó de casa sin contemplaciones al ver que no desistía de sus errores y falsedades contrarios a la verdadera religión. En un sueño vio que alguien se acercaba a consolarla en medio de su dolor por la pérdida espiritual de Agustín, y le aseguraba que volvería con ella. La interpretación de éste fue que su madre se haría maniquea como él. Pero Mónica respondió: “En el sueño no me dijeron, la madre irá a donde el hijo, sino el hijo volverá a la madre”. Aunque Agustín quedó impresionado por la respuesta, aún tardó nueve años en convertirse.

El obispo de Tagaste, conmovido por los sacrificios y sufrimientos de Mónica, le había asegurado: “es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas”. Ella continuó orando y llorando, pero también lo siguió con religiosa terquedad a Roma para rescatarlo de las malas influencias. Agustín, al ver que iba tras él, intentó esquivarla tomando un barco, pero cuando ella se percató de la maniobra, se embarcó en otra nave. Después, en Milán Mónica tomó contacto con san Ambrosio, cuya intervención sería decisiva para la conversión de Agustín el año 387. Abrazado por fin al cristianismo, el santo volvió con su madre. Antes de que le asaltara la última enfermedad, Mónica le había confiado: “Hijo, ya nada de este mundo me deleita. Ya no sé cuál es mi misión en la tierra ni por qué me deja Dios vivir, pues todas mis esperanzas han sido colmadas. Mi único deseo era vivir hasta verte católico e hijo de Dios. Dios me ha concedido más de lo que yo le había pedido, ahora que has renunciado a la felicidad terrena y te has consagrado a su servicio”. Poco tiempo después, ese mismo año 387, hallándose unidos, murió en Ostia cuando Agustín estaba a punto de partir a África; él aseguraba que su madre le había engendrado dos veces.